En el verano de 1933 veía la luz en Guadalajara el semanario deportivo Zancadilla. Apenas cuatro páginas con alguna fotografía, fruto del empeño de un grupo de jóvenes alcarreños vinculados a la Sociedad Deportiva Obrera, una entidad afín a la Federación local de Sociedades Obreras adscrita a la UGT. En la Casa del Pueblo se instaló un modesto gimnasio y se compró y habilitó un campo de futbol en el paraje de la Fuente de la Niña. Se crearon distintas secciones deportivas, entre las que destacaba la de atletismo, con Juan Ramos campeón de España de campo a través en 1930 y 1936, y de ciclismo, que abría en formación las manifestaciones obreras del 1º de Mayo. No sabemos cuantos números sacó Zancadilla. Apenas ha llegado hasta nosotros un único ejemplar, que hacía el número seis. En su portada se publica este artículo de Diego de Miranda, tan viejo y tan actual, que salió a la calle el 12 de agosto de 1933.
El obrero que durante una semana permaneció en el taller sin respirar aire sano, sin ver la luz de un sol brillante, se iba a la taberna a embrutecerse, a gastarse el dinero que no era suyo, sino de sus hijos, para llegar a casa más tarde, y golpear bárbaramente a la sufrida compañera. Con este descanso, volvía al taller, a la fábrica, al trabajo. Y así un domingo y otro, y muchísimos más, para legarnos una juventud tuberculosa, tarada, imposibilitada para ponerse en marcha, para conquistar un mundo más digno. ¡Esto era un día!
La ciudad queda lejos. A lo largo, delante de nosotros, la cinta empolvada de la carretera, o la correa negra que sujeta el ombligo del terreno. Es de mañana. Temprano. El sol aún no ha salido e infinidad de siluetas se recortan en la luz perlina. ¡Toda la noche con el pensamiento en el campo! Cuando salga el sol, veremos caras risueñas, limpias, camisas blancas, niños, mujeres, hombres de edad. Si reparamos un momento en las caras que se nos ofrecen, recordaremos a la muchacha del metro que vive junto a nuestra casa: fototrópica, descotada, un tanto pálida por el esfuerzo diario; pero contenta, satisfecha, poseída de una alegría desbordada que alegra todo cuanto toca, alegre de respirar la brisa amable y confortante de la mañana. El de al lado es el chico de la tienda,…
Bajo el cielo de Castilla, a la sombra del pinar, en la cumbre de la montaña o en el agua del río transparente y murmurador, las diferencias no existen. No hay diferencias jerárquicas entre quienes pagan seis o cincuenta duros de piso, entre los que van en coche o en pie. Pero no solamente hay agua y sol y aire puro…hay música, no el chotis chulón o el pasodoble verbenero. Y hay libros ¡música y libros en la sierra, estallante de aire, agua y sol! He aquí el ideal de un mundo naciente. Si miramos a todos los del campo, podremos anotar la falta de rigidez en la indumentaria, la libertad en los miembros. El muchacho con el torso al sol. La jovencita, dieciséis, dieciocho, veinte años sin medias, con la espalda al sol. Y a nadie se le escapa un rebuzno, ni una mirada rijosa, ni una palabra obscena, ni un gesto de pazguatería hipócrita. El desnudo es bello si no se mira con los ojos de la carne ¡están civilizados!
En las laderas de las montañas, en las piscinas, en el campo, se forma un mundo nuevo, un mundo que huye de la taberna, del café mugriento, del lupanar dramático. En la cumbre del monte, en las aguas del río serrano, claro como el cristal, brillante como un acero toledano tirado al sol en medio del paisaje, nace un mundo que, poco a poco, se liberta del sexo, ¡no se queda sin sexo!, centro en derredor del cual ha girado la vida en todo tiempo. Un hombre sin dominio de sus pasiones, es un esclavo, y un pueblo de esclavos de sí mismos no puede ser feliz.
Y el campo, la montaña, el río, más agradables, más campo, más montaña y río, Vuelve la vida a la vida. El sol, el agua, el aire harán imposible el raquitismo en aquella nena que trepa por la ladera sin esfuerzo. La arteriosclerosis no será transmitida al niño que se zambulle. Su padre no está en la taberna. Está con él en el agua. Esos niños de diferente sexo, juguetones y saltarines no dejarán de ser personas si ven los muslos a una muchacha. ¡Sol, aire, agua, escuela de alta cultura!
Por la noche entran en la ciudad escuadrones de jóvenes robustos, de viejos robustecidos. La ciudad se envuelve en una atmósfera que arroja vida a raudales, en un aire que pregona salud.
Los letreros luminosos, cansados, se insinúan con sus guiños a los excursionistas. La miseria, el hambre, la tragedia acechante, el crimen pasional, huyen despavoridos en sus espectros, se ocultan, se retiran. El vicio nada puede contra la virtud. La ciudad se alegra y recibe, dichosa, el saludo del campo. Eran, ahora son, hermanos que no sabían nada uno de otros desde hace muchos años. Mientras tanto el progreso avanza ¡Ríanse los imbéciles y descubrámonos!
Guadalajara continúa estancada. El río sucio, no puede aprovecharse si no se canaliza una parte de él. El negocio para el Ayuntamiento de ponerlo en condiciones no ofrece dudas. ¿Por qué no prueban nuestras autoridades? Hay que tener en cuenta que somos los únicos españoles carentes de baños. En Guadalajara únicamente se baña quienes tienen cuarto de baño y ducha.
El sentimiento popular, tan acertado siempre, señala a San Roque como el lugar más idóneo para la instalación de una hermosa piscina, explotada por el Ayuntamiento, quien habría de tener presente la imposibilidad que tal baño representaría para quienes no pueden pagar una pequeña cantidad. Con dicha construcción, los obreros parados tendrían ocupación en una obra no superflua. Las dificultades para la traída de aguas no serían invencibles, por tener entendido que pocos metros de tubería serían suficientes para traerla del Sotillo, sin disminuir el caudal necesario para el consumo de la población. Y de surgir algún inconveniente el vecindario podría ayudar en proporción a sus fuerzas, y más en obra de tanta trascendencia. (He aquí un caso de prestación personal gustosa).
El río, generalmente sucio, vivero de enfermedades; en su mejor parte, la Presa y el Arenal, lugares poco peligrosos, están inutilizados para el baño por orden gubernativa y custodiados por la fuerza armada. Las Tres Peñas es insuficiente para la inmensa cantidad de personas que allí se chapuzan. Y no es esto sólo; a algunas personas que no poseen traje de baño, se las impide bañarse en tal parte. Son enviados más arriba, a revolcarse en el cieno, con lo cual, dada la poquísima agua que trae el río, no sería difícil se desarrollase rápidamente una epidemia. (Se deja a la gente pobre para que se bañen a gusto los demás. ¡Hasta eso!). Más aún, los niños que bajan, lo hacen sin consentimiento paternal. No llevan bañador y son mandados a lugares desconocidos para ellos, incrementando así una desgracia, imposible de existir una piscina limpia y acogedora o un trozo de río canalizado, con profundidades diversas. (¡El día que ocurra un suceso doloroso pondremos el grito en el cielo!)
En este asunto, quien más tiene que hacer es el pueblo. Si para conseguirlo es preciso un acto público autorizado, debemos hacerle. Zancadilla, fiel a los principios que le dieron origen, atendería cuantas quejas, inspiraciones u orientaciones se le envíen, y hará cuanto sea preciso para el triunfo de este deseo popular, tan hondamente sentido, no por unos cuantos, sino por todo Guadalajara. Las autoridades deben intervenir en problema tan grande, con lo que tendrán el agradecimiento general de todos y el particular de muchas madres que esperan ver subir un día a un hijo muerto. Por falta de aviso no será.
El 19 de agosto de 1933, se publico un semanario deportivo en el que se publicaba la primera foto.
ResponderEliminarDicha foto corresponde a un portero llamado Jose Martin (PITITO). Como encontrar dicha foto.