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20 de septiembre de 2008

Declaración de principios del POUM


La dictadura franquista condenó a la clandestinidad a todas las organizaciones democráticas, nacionalistas y populares y buscó el exterminio de sus militantes más destacados, así que los grupos más débiles numéricamente apenas fueron capaces de resistir durante casi cuarenta años de sangrienta persecución. Ese fue el caso del POUM, que ya había sido puesto fuera de la ley a ambos lados del frente bélico antes de que acabase la Guerra Civil; sus militantes no pudieron mantener en pie las estructuras del partido. Con la muerte del general Franco, comenzó un proceso de reconstrucción del partido, que celebró el 18 de julio de 1976 un Pleno de Cataluña que daba prueba de su renacimiento. Sin embargo, muy pronto la mayoría de sus afiliados participaron en el proceso de confluencia en el Partit dels Socialistes de Catalunya. Aquí reproducimos la Declaración de Principios aprobada en ese Pleno del prometedor verano de 1976.

El Partido Obrero de Unificación Marxista tiene tras de sí más de cuarenta años de historia. Nace en los últimos meses de 1935 de la fusión del Bloque Obrero y Campesino y la Izquierda Comunista. Pero sus orígenes se remontan al año 1920, en que se constituyó el Partido Comunista Español. Casi simultáneamente al nacimiento de la sección española de la III Internacional, un grupo de militantes de la Confederación Nacional del Trabajo se sitúa resueltamente al lado de la Revolución rusa y hace suyos los principios y las tácticas comunistas. Desde 1920 estos militantes cenetistas se reúnen en torno al semanario Acción Sindicalista en Valencia; a partir de 1921, alrededor del semanario Lucha Social, en Lérida, y en 1922 hacen del semanario La Batalla, de Barcelona, su portavoz, a la vez que organizan los Comités Sindicalistas Revolucionarios. En 1924 este grupo de militantes de la organización confederal se incorpora al Partido Comunista de España, en cuya Federación Catalano-Balear ejerce influencia decisiva. En los últimas meses de 1930 se funde con ella el Partido Comunista Catalá, nacido en 1928. Al fusionarse, ambas organizaciones crean, para dar al nuevo partido mayor capacidad de atracción, el Bloque Obrero y Campesino, y bajo esta denominación fue conocido el nuevo Partido, si bien el núcleo en torno al cual giraba conservó el nombre de Federación Comunista Catalana-Balear y, desde 1932, cuando sus fuerzas comenzaron a salir del marco inicial de Cataluña, el de Federación Comunista Ibérica. La Izquierda Comunista era la primitiva Oposición Comunista constituida en torno a la figura de León Trotsky, con quien había roto cuando éste aconsejó a sus huestes ingresar en las filas de la Socialdemocracia. Así, pues, el POUM es heredero legítimo del movimiento comunista de los tiempos heroicos, del de los primeros años de la Revolución rusa, y en él han confluido con hombres de la vieja guardia comunista otros que le han aportado las tradiciones de la lucha del anarcosindicalismo español, militantes que participaron en las grandes batallas de los años 1917, 1918, 1919 y 1920. El POUM, y las organizaciones de las que procede, han podido, como toda colectividad humana, incurrir en errores, pero los hombres del POUM de hoy nos sentimos orgullosos de nuestro pasado y reconocidos a los hombres que nos precedieron y que consagraron sus vidas, o lo mejor de ellas, a la causa del proletariado, y proclamamos nuestra fidelidad a los principios que en tiempos pasados orientaron nuestra acción, que consideramos en todo lo fundamental absolutamente válidos en la hora presente.
La Federación Comunista Catalana-Balear discrepó durante los años de la Dictadura militar, y cada día de manera más acentuada, de la dirección del Partido Comunista de España, en manos entonces del grupo Bullejos-Trilla. Sobre todo, la Federación Comunista Catalana-Balear se opuso a la política escisionista que el Partido Comunista intentó realizar en el seno de la CNT y que enmascaró tras un denominado Comité de Reconstrucción de la organización confederal. A medida que Stalin iba imponiendo sus métodos en el Partido Comunista de la Unión Soviética y en la Internacional comunista, y, a través de ésta, en sus diversas secciones, la Federación Comunista Catalano-Balear se fue distanciando de la organización comunista internacional, a la que, con el tiempo, llegó a enfrentarse abiertamente. Y el POUM fue el único partido de origen comunista que, habiendo roto con la III Internacional, logró, no sólo mantenerse, sino consolidarse e incrementar considerablemente sus efectivos y su influencia. Pero esto era algo que, en tiempos en que el Partido Comunista se proclamaba en todas partes el partido de la clase obrera, en que la sección oficial de la Internacional Comunista pretendía tener en cada país el monopolio de la acción revolucionaria, en que el movimiento comunista era rígidamente monolítico la Internacional inspirada por Stalin y dirigida en cada momento por unos u otros de sus hombres no podía tolerar ni perdonar. Las circunstancias creadas en España por la guerra civil dieron ocasión a Stalin para hacer pagar al POUM, a muy elevado precio, su resistencia a someterse a sus dictados.
Desde el 19 de julio de 1936, en los lugares de España en que tenía efectivos de alguna consideración, particularmente en toda Cataluña, en Valencia, en Castellón y en Madrid, los militantes del POUM empuñaron las armas para hacer frente al levantamiento militar y seguidamente organizaron milicias que lucharon con denuedo, y con frecuencia heroicamente, en los campos de batalla. Muchos de nuestros militantes murieron combatiendo contra el fascismo. Pero si los trabajadores se enfrentaron con el fusil en la mano a los sublevados no era para volver pura y simplemente al punto de partida, a la situación que había hecho posible la guerra civil. De ahí que la lucha adquiriese en la parte del país en donde la rebelión había sido aplastada en los primeros momentos carácter revolucionario, que la guerra y la revolución apareciesen ante los ojos de la clase obrera íntimamente ligadas. La pequeña burguesía, cuya expresión política eran los partidos republicanos, se vio arrollada en los primeros momentos por la marea revolucionaria, pero poco a poco, a medida que lo guerra se prolongaba y se iban acumulando las dificultades inherentes a todo enfrentamiento armado, fueron recuperando las posiciones que habían perdido. Paro ello pudieron contar con el apoyo resuelto del Partido Comunista y de buena parte del Partido Socialista. La escasa ayuda que la España republicana recibió de los gobiernos democráticos, espantados ante lo perspectiva de uno revolución socialista en el sur de Europa y temerosos de irritar a los Estados fascistas, en contraste con la ayuda considerable, aunque no desinteresada, que en los primeros tiempos de la guerra civil aportó lo Unión Soviética, dieron al partido comunista enormes posibilidades de aumentar sus efectivos y su influencia en España, a la vez que la Unión Soviética, haciendo valer su ayudo en material de guerra, pudo orientar a su conveniencia la política de la España republicana e introducir en el gobierno, en el ejército, en la policía, incluso en la economía, en algunos partidos y en buena parte de las organizaciones sindicales sus agentes y sus métodos. No entraba en los planes de Stalin que España se convirtiese en un país socialista, pues ello habría creado dificultades a lo política exterior de la Unión Soviética, que jugaba entonces la carta de la alianza militar con los Estados democráticos sin perder la esperanza de un posible entendimiento con la Alemania nazi y la Italia fascista. De ahí su empeño en despojar a lo guerra civil española de su carácter de contraofensiva revolucionaria, de separar la guerra y la revolución. Si bien es cierto que cabía ganar la guerra y perder las conquistas revolucionarias de las primeras jornadas de la lucha y que sin lograr la victoria militar la revolución sucumbiría inexorablemente, no lo es menos que los que quisieron sacrificar las conquistas revolucionarias para ganar la guerra perdieron todo, aquellas y estas.
El POUM consideró que la guerra y la revolución eran inseparables y se opuso a la política del Partido Comunista y de la pequeña burguesía. Ello dio pie a los agentes de la Unión Soviética en España y al Partido Comunista para desencadenar contra nuestro partido una campaña desenfrenada de injurias y de calumnias sin precedentes en nuestro país, primer paso para la represión iniciada a partir de Mayo de 1937, en la que varios de nuestros mejores militantes fueron asesinados, y entre ellos Andrés Nin, secretario político del POUM. El propio tribunal que juzgó a los directivos de nuestro organización, si los condenó como reos de alta traición por su actitud ante los acontecimientos de Mayo de 1937 en Barcelona, reconoció solemnemente su intachable pasado revolucionario y rechazó las calumniosas acusaciones de que habían sido víctimas. La Historia nos ha juzgado a todos, a calumniadores y a calumniados, a perseguidores y a perseguidos. Y es seguro que los que entonces nos difamaron y persiguieron no se sienten hoy orgullosos de su conducta pasada.
Terminada la guerra civil, el POUM empalmó una represión, la desencadenada por los comunistas, con la otra, la que se abatió sobre toda la España republicana. Ya en 1939, los militantes de nuestro Partido que rehusaron o no pudieron salir de España, comenzaron a reagruparse y a actuar en la clandestinidad afrontando los más graves riesgos. En septiembre de 1939, sólo en Barcelona habían sido ejecutados ya 26 militantes del POUM. Fue nuestro Partido quien denunció en el primer periódico clandestino aparecido en Cataluña la ejecución del Presidente Luis Companys. En los años 1945 a 1947 el POUM agrupaba, sobre todo en Cataluña, un crecido número de entusiastas militantes. Como todos los demás partidos, el nuestro sufrió a partir de este último año el desgaste consecutivo a una larga represión y la desmoralización causada por la supervivencia del régimen franquista tras la victoria de los ejércitos aliados sobre los del Eje Berlín-Roma-Tokio. A ello vinieron a sumarse las dificultades, que todas las organizaciones políticas y sindicales clandestinas experimentaron en mayor o menor grado, nacidas de la existencia de dos direcciones, una en el exilio y otra en el interior, o de una sola situada fuera de nuestras fronteras. La actividad del POUM en el interior del país ha sido por ello, durante varios años, bastante reducida.
La muerte del dictador, eje del sistema político instaurado en España al término de la guerra civil, ha creado en España, en su conjunto, una situación nueva. Al enfrentarse a ella, el POUM reafirma su condición de partido socialista y proclama su internacionalismo, pues considera consustanciales socialismo e internacionalismo, y declara que solo la clase obrera, previa la conquista del poder político, puede emprender la instauración de una sociedad socialista en la que los medios de producción, de transporte y de distribución, hoy de propiedad privada en general, pasen a pertenecer a la sociedad entera y en la que, invirtiendo la situación actual, la economía esté al servicio del hombre; se pronuncia por una organización política democrática en la que el hombre goce de plenas libertades; condena el sistema de partido único, en el que acaba prevaleciendo siempre una burocracia paralizante del progreso del país y que es con frecuencia la expresión de los intereses de las capas de la sociedad a las que la revolución ha despojado en sus primeros momentos de sus privilegios; condena la concepción reformista des socialismo, que, de prosperar, no consigue otra cosa que revocar la fachada de la actual sociedad y prolongar la subsistencia de su estructura y que olvida o quiere hacer olvidar que las clases dominantes sólo acceden a hacer concesiones bajo la presión del proletariado y de otras fuerzas populares o como medida preventiva contra posibles acciones revolucionarias; las concesiones hechas a la clase obrera en buen número de países recién terminada la primera guerra mundial respondían mucho más al afán de contrarrestar la irradiación de la Revolución rusa que a la acción de la socialdemocracia y del sindicalismo reformista; afirma, en fin, que la instauración del socialismo no es una posibilidad lejana, sino una necesidad acuciante para los hombres de nuestro tiempo frente a un capitalismo cada día más deshumanizado, más codicioso de riqueza, que ha creado una economía caracterizada por el despilfarro sistemático de materias primas, que no son inagotables, y que por una industrialización desenfrenada está poniendo en grave peligro la propia existencia del hombre sobre la Tierra.
El POUM declara que no excluye en su acción, por principio, ninguna táctica. Acepta entrar en el juego de la democracia burguesa, sin hacerse ninguna ilusión sobre las reales posibilidades que este sistema político ofrece a la clase obrera en una sociedad de economía capitalista. Admite que la clase trabajadora, coaligada si es preciso con otras fuerzas sociales oprimidas o explotadas, puede acceder democráticamente al poder. Pero es consciente de que, como lo demuestran, entre tantas otras, la experiencia de la segunda República en España y la más reciente de Chile, el proletariado ha de enfrentarse a la oposición de las clases resueltas a defender por todos los medios, incluso el terrorismo, el golpe de Estado y la guerra civil, sus privilegios amenazados, y de que, si no quiere correr el riesgo de sucumbir en un baño de sangre, habrá de adoptar las medidas defensivas adecuadas para reducir a la impotencia a sus enemigos. En las circunstancias actuales de España, el POUM está dispuesto, sin renunciar en un ápice a su programa, sin permitir que nadie desfigure su fisonomía, sin merma alguna de su independencia, a hacer frente común con fuerzas políticas no obreras para fines concretos y limitados, como pueden ser la lucha por los derechos democráticos, por la amnistía, por el reconocimiento de la personalidad de las nacionalidades actualmente encuadradas en el Estado español y por su derecho a autogobernarse. Pero si podemos concertar pactos con fuerzas políticas no obreras para objetivos concretos y limitados, podemos y anhelamos establecerlos con otras organizaciones obreros para fines tan amplios como sea posible. No excluimos en principio coincidir, pese a los agravios de ellos recibidos y a la persecución a que nos sometieron, con el Partido Comunista y con el Partit Socialista Unificat de Catalunya en organizaciones de frente único, cualquiera que fuere su nombre. Asimismo, reclamamos para el Partido Comunista de España y para el Partit Socialista Unificat de Catalunya los derechos que se reconozcan a cualquier otro partido y que ambos nos negaron en los tiempos de la guerra civil.
Es el POUM, por ser socialista, un partido internacionalista. Aspira a suprimir las fronteras que separan a uno países de otros. No obstante, hay pueblos que poseen una personalidad nacional propia y que aspiran a autogobernarse. El POUM rechaza cualquier política que tienda a imponer por la fuerza a esos pueblos una limitación cualquiera de su libertad para elegir su propio destino. En el seno de cada una de las nacionalidades encuadradas en el marco del Estado español, la organización del POUM participará en la lucha por el reconocimiento de su personalidad y por el derecho a autogobernarse, de acuerdo con el deseo inequívocamente expresado de la mayoría del pueblo. El POUM no se prestará, sin embargo, a crear problemas nacionales artificiales, y rechaza cualquier tentativa de balcanizar el territorio de la Península Ibérica, en el que coexisten ya dos estados. Consideramos que toda fragmentación de las fuerzas en lucha contra un poder único debilita a aquéllas y fortalece a éste. Por ello el POUM se pronuncia en favor de una solución federal, que si bien implica el pleno derecho de cada una de las partes a aceptar o rechazar las condiciones de la otra, mantiene la colaboración y la solidaridad del conjunto en el seno del Parlamento y de otras instituciones federales, que permiten a las fuerzas obreras y socialistas de las nacionalidades y regiones el planteamiento y la defensa común, a nivel del Estado federal, de los problemas fundamentales y de las perspectivas de futuro, que interesan por igual a todos los ciudadanos del conjunto federal. En lo que concierne concretamente a Cataluña, y considerando que una gran parte de su población obrera no es catalana, el POUM rechaza, por equívoca, la fórmula “todos los que viven y trabajan en Cataluña son catalanes”, que implica la idea de que esta población originaria de otras regiones del país deba renunciar a sus características, y preconiza la igualdad de derechos para cuantos viven y trabajan en Cataluña, sean o no catalanes por su nacimiento u origen, y el respeto absoluto para su lengua y su cultura.
El POUM concede la mayor importancia a la acción de sus militantes en el movimiento sindical. Todos los afiliados al POUM que, por su profesión, puedan encuadrarse en un sindicato obrero, están obligados de hacerlo. En las circunstancias actuales, el POUM no se pronuncia a favor de ninguna de las organizaciones sindicales existentes; cada uno de sus miembros puede optar libremente por una de ellas. El Partido exige, eso sí, que sus miembros coordinen su acción en la seno de la organización sindical en la que militen y orientará la de todos ellos hacia la unidad sindical en una organización regida democráticamente y que permanezca fiel a los principios de la lucha de clases.

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