Decía la revista Acracia: “En los días 18, 19 y 20 de mayo de 1888 se celebró el Congreso amplio de Sociedades de Resistencia, convocado por la Comisión Federal de la Federación de Trabajadores de la Región Española, en cumplimiento de un acuerdo del Congreso que esta Federación celebró en Madrid en Mayo de 1887. El Congreso amplio, compuesto de un regular número de delegados de importantes colectividades obreras, como podrá verse por los extractos que publica la prensa socialista, ha entrado de lleno en la nueva vía señalada por la experiencia y la razón, que consiste en aprovechar las fuerzas que todos podemos agrupar para el sostenimiento de un pensamiento común, y en dejar libre lo que por ser de carácter limitado ha de tener siempre manifestaciones heterogéneas y discordantes. Los acuerdos del mismo Congreso constituyen su propia defensa á la par que brillante exposición de su pensamiento, por lo que nos limitamos á reproducirlos”. Y lo mismo hacemos nosotros.
El desarrollo del socialismo moderno ha venido á establecer de una manera evidente que en la actual manera de poseer, de producir y de distribuir la producción se comete una iniquidad.
Los tres actos eminentemente sociales, posesión, producción y distribución, no sólo se efectúan fuera de las más elementales nociones de la economía y de la justicia, sino que la injusticia y la defraudación sistemática; generadoras del privilegio dominante, se han rodeado de tales garantías de seguridad, que han levantado un fuerte obstáculo á la marcha del progreso, imposible de superar por la tranquila evolución progresiva.
Después de tantos siglos de luchas en que la humanidad se ha agitado buscando un punto de reposo, hemos alcanzado una situación que parece como la constitución definitiva de la sociedad humana: las naciones hállanse regidas generalmente por principios democráticos y tienen garantida su independencia por su propia fuerza y por tratados de recíproca fraternidad; los mares y los continentes hállanse cruzados por líneas de vapores y ferro-carriles que facilitan de un modo asombroso el transporte de mercancías á todos los mercados del mundo á la par que la relación y confraternidad entre todas las razas; las ciencias producen cada día los más sorprendentes descubrimientos, difundiéndose con rapidez eléctrica por los inmensos dominios de la civilización, donde inmediatamente alcanzan la correspondiente aplicación práctica; las más atrevidas concepciones del pensamiento se convierten rápidamente en obras admirables, como ruptura de istmos, túneles submarinos, perforación de montañas y soberbios monumentos; las artes han sorprendido el secreto de la belleza natural y los más íntimos misterios de la existencia del sentimiento, produciendo como resultado de la armonía objetiva y subjetiva, las más sorprendentes maravillas artísticas... y sin embargo, el trabajador permanece sujeto á la cadena del salario.
Tanta riqueza y tantos medios de desarrollo vinculados en las clases privilegiadas frente á la escasez y raquitismo á que se condena á los desheredados, hacen que la civilización actual tenga señalado un término, que se cumplirá el día que los trabajadores se entiendan para establecer una acción común y la dirijan para combatir esta sociedad y fundar otra basada en la justicia. Esto es evidentísimo, y lo saben ya, lo mismo los trabajadores agrícolas de las más apartadas aldeas, que los industriales de las populosas ciudades.
Todos lamentan que esa acción común no se haya establecido, y por ello, los unos, poseídos de letal fatalismo, desconfían de que pueda establecerse, y se entregan á la indiferencia, en tanto que los otros, dominados por irreflexivo entusiasmo, se lanzan á intransigentes exclusivismos.
Llegados á este caso, únicamente la razón y la voluntad, pueden darnos la clave y los medios para resolver el problema.
Es un hecho positivo é innegable que el mal que pesa sobre los trabajadores no puede ni debe continuar, y todos estamos interesados en que cese; es un hecho no menos positivo é innegable que las soluciones prácticas de la sociología no se plantean nunca por el exclusivo conducto de una escuela filosófica sino por el concurso y la sanción de las generaciones. En la historia de las ciencias se halla siempre el mismo procedimiento: ante cualquier problema científico surgen primero multitud de hipótesis; los hombres estudiosos hácense partidarios apasionados é intransigentes de una de ellas; la crítica y la pasión entablan lucha tenaz, hasta que la solución perfecta y verdadera destella los rayos de luz de la evidencia, y cesan los antagonismos, aplácanse las pasiones y todos unánimemente proclaman la verdad. La sociología, ciencia esencialmente revolucionaria en lo presente y consolidadora en lo porvenir, no puede exceptuarse de esta ley: cada una de las diferentes escuelas que dividen el socialismo, cual más cual menos, participan de la intransigencia, y por consiguiente, domina el antagonismo donde solo debiera existir el perfecto acuerdo.
Queremos, pues, la unión de los trabajadores, pero sin ningún género de abdicaciones; antes al contrario, deseamos que la fuerza del pensamiento individual que ha dado origen á la creación de las actuales divisiones socialistas, siga poderosa y enérgica hasta convertir á cada individuo, no en sectario, sino en creador de una nueva idea, porque sólo por esta gran potencia intelectual puede acelerarse la adquisición de la verdad que todos anhelamos. Como consecuencia natural, deseamos que por todos sea reconocida la libertad del pensamiento, para que resulte bien demostrado que los que aspiran á la libertad se despojan de todo autoritarismo y respetan en sus compañeros esa misma libertad que para sí propios reivindican.
La base de nuestra unión ha de ser el pacto, y su garantía de éxito se hallará en la voluntad que empleemos para su cumplimiento.
La eficacia del pacto estriba en que por él se liga un número indeterminado de individuos ó colectividades, dedicándole una parte de su propio modo de ser y dejando libre el resto. Por ejemplo: dos ó más individuos pactan para emprender una obra; á ello dedican la actividad de que los pactantes disponen, quedan libres para contraer otro género de pactos, para dedicarse á las atenciones propias de la subsistencia, para emprender los estudios á que le inclinen sus aficiones, ó aun para entregarse á la inactividad y al descanso.
El pacto ha de proponerse un objeto racional y práctico, y además, para el objeto de conseguir la unión obrera, ha de establecerse sobre un principio común á todas las escuelas socialistas.
La resistencia se halla en este caso: mejor dicho, la resistencia se impone.
La resistencia es un arma revolucionaria que tiene siempre á mano el trabajador y que responde perfectamente á la impremeditación que por falta de superior educación distingue al obrero. Es además la resistencia el único recurso que le queda para poner á salvo su dignidad cuando el burgués le ofende con la injuria ó con exageradas exigencias. Pero, entiéndase bien, hablamos de la resistencia espontánea y natural, no de la que presupone una organización universal, paciente y calculada para alcanzar unos céntimos más de jornal o una hora menos de trabajo, porque ese género de resistencia, muy bello para consignado en unos estatutos de organización, por el hecho de presuponer una paciencia que no pueden tener nunca los oprimidos y un capital que no podrá reunirse con las miserables cuotas de los explotados, ni ha podido ni podrá practicarse nunca. Esa clase de resistencia es tan ineficaz é impracticable como la cooperación, y es lógico que lo sea, porque esperar á reunir capital para luchar contra la burguesía, cuando se halla demostrado que la riqueza social está monopolizada por la burguesía sin que quede nada para los trabajadores, es tan absurdo como la pretendida creación bíblica.
N o hay escuela socialista que no acepte la resistencia, sea fundada en una organización reglamentada, sea como manifestación espontánea del espíritu de protesta de los trabajadores, y la historia del moderno socialismo enseña que las huelgas no han podido sujetarse nunca al patrón á que quisieron imponerles los reglamentadores, ni tampoco á las condiciones de prudencia que quisieran ciertos oportunistas, porque la dignidad humana, cuando se siente atropellada, estalla siempre en un arranque espontáneo, saltando por encima de conveniencias que, por atendibles que sean, carecen de fuerza para someter al hombre á la indignidad.
Puede asegurarse que no ha habido una huelga reglamentaria en las diferentes federaciones obreras de resistencia; del mismo modo que no ha habido huelga alguna chica ni grande que no haya tenido las simpatías de los trabajadores.
Esto nos lleva al reconocimiento de la existencia de una fuerza que, aplicada á la obra revolucionaria, puede ser muy aprovechable y tal vez de resultados muy eficaces, si sabemos imitar al físico que, en cuanto descubre una fuerza natural, trata de emplearla en beneficio de la producción y de la satisfacción de las necesidades de la vida.
Para favorecer esa fuerza necesítase de la solidaridad, pero de una solidaridad espontánea é impremeditada, no de aquella calculada y fría que sólo da un dividendo en virtud de una orden emanada de la comisión correspondiente, como si dijésemos de una autoridad jerárquica.
Donde quiera que un oficio tenga exceso de trabajo, ó malas condiciones, ó el taller ó la fábrica, regentados por un déspota, o donde se haya ofendido á un obrero, puede iniciarse una chispa revolucionaria que, convenientemente alimentada por la solidaridad, podría alcanzar grandes y trascendentales proporciones.
Para lograr esto se necesita que cada trabajador se halle agrupado á la sociedad de su oficio, que cada sociedad forme parte de la federación de resistencia ó de oposición al capital, que esta federación apoye toda huelga qué surja en el territorio de la federación o fuera de él, que los federados se comprometan á no ocupar plaza alguna de huelguista, que se reúnan, metodicen y publiquen por las comisiones todos cuantos datos estadísticos puedan recogerse concernientes al capital, á la producción, al salario, horas de trabajo, distribución, consumo, comercio, etc., etc.
Para perseverar en este plan y darle carácter internacional á la vez que se entra de lleno en el período de lucha contra la burguesía, es necesario adherirse al movimiento de la jornada de ocho horas de trabajo, con lo cual se colocará el proletariado español en el terreno de la solidaridad internacional y empiezan las hostilidades contra la burguesía española. .
La jornada de ocho horas es el grito de .guerra de todos los trabajadores del mundo civilizado; ha tenido ya en armas grandes masas de trabajadores en Bélgica, Francia y los Estados Unidos y gloriosos mártires en Chicago; todas las organizaciones obreras de Europa y América van á la conquista de las ocho horas; los trabajadores españoles no pueden permanecer inactivos ante ese movimiento internacional, y si á él no vienen los primeros, en cambio reivindican para sí la honra de tener la prioridad en constituir una federación de oposición al capital compuesta de individuos y entidades de todas las escuelas socialistas, donde se verifica el hecho de que se da para la unión la parte de actividad y de ideas en que todos se hallan conformes, y se reserva cada cual para sus ideales particulares la parte privativa que á los mismos corresponde.
La federación española de resistencia al capital es, pues, el ejército de la libertad en cuanto á su formación, y de igualdad en cuanto á su objetivo.
Pacto de unión y solidaridad
La Federación reconoce á todos los individuos, sociedades y federaciones pactantes su perfecta autonomía; nada tiene que ver con las ideas individuales ni con las constituciones y objetivos propios de cada entidad.
La Federación reconoce á todos los individuos, sociedades y federaciones pactantes su perfecta autonomía; nada tiene que ver con las ideas individuales ni con las constituciones y objetivos propios de cada entidad.
La concordancia del modo de ser y pensar de los pactantes con el objeto del presente pacto es de la competencia exclusiva de los mismos.
La Federación se propone reunir en una acción común la fuerza resistente del proletariado español para dirigirla contra el capitalismo imperante, valiéndose al objeto de los siguientes medios:
Apoyo incondicional á toda huelga promovida por los trabajadores para poner á salvo su dignidad ultrajada ó para mejorar sus condiciones de trabajo.
Todo federado se compromete á no ocupar ninguna plaza de huelguista, aunque se le ofrezcan condiciones iguales ó superiores que las reclamadas por los compañeros en huelga.
La sección federada que juzgue hallarse en condiciones favorables para lanzarse á la lucha debe hacerlo inmediatamente, participándolo al mismo tiempo á la Federación para conocimiento de todos los federados; pero procurando por todos los medios que estén á su alcance que éstas sean lo más generales posible, ya que la práctica ha enseñado á las secciones de resistencia que lo que hace vencer las huelgas es mucho movimiento y no el dinero, porque primero se agotan las cajas del obrero que las del capital.
Todo federado falto de trabajo, ó que por consecuencia del cumplimiento de sus deberes sociales hubiese de cambiar de residencia, tiene derecho, mediante la exhibición del documento que le acredite como á tal, á la protección individual y colectiva de todos los federados. .
Del mismo derecho disfrutarán, aunque no sean federados, todos los trabajadores que se hallen en las condiciones mencionadas en la cláusula anterior á consecuencia de haber tomado parte en una huelga.
La Federación reunida en Congreso nombra una Comisión representativa, compuesta de cinco federados residentes en una misma localidad, encargada de dar curso á las comunicaciones que le transmitan las secciones federadas, de facilitar los datos que las mismas le pidan, de coleccionar los datos estadísticos que se le remitan y de mantener relaciones con las federaciones de otros países.
Para los gastos de correspondencia y administración los federados pagarán á la Comisión representativa la cuota que fije el Congreso, de cuyo empleo dará cuenta detallada por los medios que el Congreso determine.
El Congreso de la Federación se reunirá en la fecha que señale el Congreso anterior ó cuando lo pida el número de secciones é individuos que se fije por acuerdo del Congreso.
El presente pacto es revisable y modificable siempre por los medios que la Federación reunida en Congreso determine.
Este pacto compromete á los individuos y á las secciones respecto de la Federación y á la Federación respecto de las secciones é individuos con las formalidades y garantías que los hombres de honor y de conciencia prestan siempre al pacto libre y espontáneamente contratado.
Local del Congreso 20 Mayo 1888.
Acordóse que la Comisión representativa residirá en Alcoy y la compondrán el delegado en este Congreso de dicha localidad y cuatro compañeros más que nombren las sociedades obreras de Alcoy reunidas; que la cuota sea de tres céntimos por federado y por mes; que el próximo Congreso se celebre en Valencia en el mes de Julio del 89, y que para convocar Congreso extraordinario ha de acordarse por mayoría de secciones federadas, pudiendo partir la iniciativa de una sola.
Proposiciones generales:
1º El Congreso reconoce la necesidad de promover el movimiento de la jornada de ocho horas, y por lo tanto, la Federación que se forme debe trabajar preferentemente en este sentido.
2º El Congreso reconoce la conveniencia de estudiar la celebración de un Congreso amplio universal.
3º Se hará un cuño para la Comisión Representativa, que diga: “Federación de Resistencia al Capital. - Pacto de Unión y Solidaridad. - Comisión Representativa”
4º El Congreso protesta contra la salvaje matanza de los obreros de las minas de Río Tinto, é invita á todos los trabajadores á que cooperen á la suscripción abierta al efecto en El Productor.
5º El Congreso declara beneméritos de la humanidad á los desgraciados compañeros que han perdido la vida en las obras de la Exposición Universal.
En los actuales momentos, cuando la burguesía cubre de ramaje y percalina aquellos edificios y se entrega á los placeres y la orgía, invocando hipócritamente las glorias del trabajo, los trabajadores debemos ensalzar á los que han caído gloriosamente en la lucha víctimas de la explotación.
Finalizó el Congreso aprobando por unanimidad una comunicación que un delegado había redactado al efecto por encargo del Congreso dirigida á la Comisión ejecutiva del Congreso Obrero Nacional, comunicación que acordó remitirse junto con los acuerdos.
Dirección para la correspondencia: Francisco Segura, Tap, 18, Alcoy.
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