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12 de junio de 2010

Una excursión a Molina de Aragón

Monedas encontradas en Ercávica, dibujo de José Alsina Lubian, 1882

En las últimas décadas del siglo XIX la vieja España rural y tradicional se deshacía lentamente ante el avance de la modernidad, urbana e industrial. Fue entonces cuando algunos estudiosos, generalmente de ideas avanzadas y defensores de los más profundos cambios sociales, comenzaron a preservar el legado material e inmaterial de un mundo que se desvanecía ante sus ojos: eran los folkloristas, que atesoraban viejas costumbres y tradiciones para transmitirlas a un futuro que se anunciaba. Mientras los conservadores y tradicionalistas querían mantenerlas en pie, los progresistas insistían en preservar su recuerdo. Uno de ellos fue José Alsina Lubian, socio de la Asociació d'Excursions Catalana, que en 1882 visitó Molina de Aragón y dejó testimonio de su viaje en un artículo de su Annuari que, por estar publicado en catalán, no es muy conocido en el Señorío. Lo hemos traducido y aquí lo reproducimos íntegramente.

Obligado por mi trabajo particular a visitar Molina de Aragón, una de las primeras ciudades con que cuenta la provincia de Guadalajara, salí de Barcelona en el tren correo a las 9 de la mañana y después de haber recorrido por espacio de once horas y media las treinta y tres estaciones que tiene el ferrocarril, a las 8 y media de la tarde llegué a la ilustre Zaragoza.
Nada puedo decir de ella, porque a la hora a la que llega el tren y la corta duración de la parada, no permiten hacerse cargo de nada. Después de haber cenado y bebido un café en la estación, a las nueve y diez, poco más o menos, continué mi viaje, llegando a Sigüenza hacia las 4 de la madrugada y teniendo que esperar hasta la 1 de la madrugada, hora en la que sale el coche hacia Molina de Aragón.
A pesar de estas veintiuna horas pasadas en Sigüenza, casi nada puedo decir de ella, porque sólo visité la Catedral, obra bastante importante, descrita ya en muchos viajes, llamándome la atención la antigüedad de la población, que resalta perfectamente junto a las muy pocas modificaciones que ha sufrido desde hace pocos años, entre otras un pequeño parterre o paseo que, a pesar de encontrarse en la parte baja, está bastante concurrido y beneficia bastante a la ciudad. Las calles son muy tortuosas y con extremada pendiente, haciendo imposible transitar en coche o en carro por muchas de ellas. Lo demás, nada tiene de particular.
Saliendo pues a la hora consabida de la una de la madrugada, se llega a Molina de Aragón por una mediocre carretera a las 11 de la mañana poco más o menos, hora muy a propósito para sentarse a la mesa, pues el mal servicio del camino y lo regulares que son las posadas (sin dejar de ser muy caras) casi quitan las ganas de observar cuanto de notable se encuentra al entrar en ella.
Resultaría aburrido si me entretuviese en reseñar la pequeña o gran fonda que encontramos y si la cena consistió en este o aquel otro plato: comienzo pues diciendo que Molina de Aragón es población antigua y de las de mayor importancia de la provincia de Guadalajara, pues en el siglo XII ya la tenía, por ser la capital del Señorío llamado de Molina, y según la Carta Puebla que le otorga el noble Don Manrique de Lara en 1154, ya se le concedieron iguales fueros, preeminencias e inmunidades que a las provincias vascas, teniendo facultades para regirse y gobernarse por su propio fuero, sin intervención directa ni indirecta en sus asuntos propios de los reyes de Castilla.
Cuenta con un hermoso castillo feudal, digno de eterna memoria; perfectamente amurallado, a los pies de cuyos muros lucharon numerosos ejércitos, entre ellos los del conocido Don Enrique IV, cuando pisoteados sus fueros sin respeto a la solemne promesa que les hiciera Don Sancho IV, se alzaron en armas los molineses, no reconociendo jamás la indigna concesión que hizo el monarca del Señorío de Molina a su privado y favorito, el gran Duque de Alburquerque, en 1465. No es menos memorable el hecho de que en el transcurso del año 1293 murió en dicho castillo la princesa Doña Blanca de Aragón, la que, según las tradiciones populares, cayó desde uno de los balcones de una de las torres por haberse inclinado demasiado al querer agarrar el peine de oro que se le caía al foso, aunque otros suponen que, aburrida de su esposo Don Alonso Fernández, se precipitó ella misma al vacío.
Célebre es también Molina por su heroísmo durante la invasión francesa en 1810, cuando a pesar de haber sido incendiada y saqueada, sus habitantes abandonaron la población y formando un nutrido batallón llamado de “Molina”, huyeron a las montañas y allí lucharon como héroes contra las tropas del coloso del siglo.
Hoy está dedicada al pequeño comercio y cuenta con unos 6.000 habitantes, teniendo algunas antigüedades y cosas dignas de visitarse.
Puede considerarse entre lo mejor la arruinada iglesia y antiguo convento de San Francisco, fundada por la citada princesa, en la que reposaban sus restos, hasta que al derrumbarse dicha iglesia fueron trasladados a la parroquia de San Gil, donde hoy se conservan.
Del citado convento de San Francisco, la única parte que aún se mantiene en pie son las celdas que se utilizan para prisión del partido judicial del que es cabecera Molina.
Es muy famoso en la ciudad el remate del campanario de dicha iglesia, que se conoce con el nombre de “el Giraldo” y que consiste en un gran ángel de madera que sirve de veleta y gira indicando la dirección del viento gracias a una gran bandera que lleva en su mano izquierda. Coronaba esta figura un alto sombrero de copa que le quitaron por miedo de que se cayese algún día y causase una desgracia.
Siguen en importancia la iglesia de San Gil fundada a finales del siglo XV, de construcción pesada, con un buen altar mayor y a su izquierda un nicho con la tumba antes citada, donde hoy reposan los pocos huesos que quedan de Doña Blanca. Se puede leer la siguiente inscripción:
RESTOS MORTALES DE LA MUY
ESCLARECIDA PRINCESA Dª. BLANCA,
QUINTA Sª DE MOLINA Y MESA,
HIJA DE DN. ALONSO, HERMANO DEL
SANTO REY Dn. FERNANDO 3º, Y
ESPOSA DE Dn. ALONSO FERNÁNDEZ,
LLAMADO EL NIÑO, HIJO DEL SABIO
REY Dn. ALONSO DÉCIMO.
MURIÓ EN MOLINA DE ARAGÓN EN
1293
R.I.P.
De esta princesa se guarda también en un cuadro expuesto en el salón de sesiones del Ayuntamiento, un precioso manto de seda completamente cubierto de finas plumas de muchos colores, de pájaros de Asia y África, junto con un pergamino explicando su procedencia.
Poco más tiene digno de reseñarse en la citada parroquia de San Gil, pues los altares son todos de la época de su fundación y de bastante mal gusto.
Sólo queda hacer mención del magnífico altar mayor de la iglesia de San Felipe, que es gótico, perfectamente dorado y de lo más antiguo que tiene Molina en ese aspecto. Tiene también esa parroquia algunas pinturas al óleo de bastante mérito, representando algunos episodios de la Pasión de Jesucristo y alguna cabeza de diferentes santos.
La población cuenta además con una regular administración de rentas, atendida por el tan inteligente como simpático barcelonés D. Federico Puig; con un mediano hospital civil con unas 70 u 80 camas, situado al lado de las escasas ruinas de la antigua maestranza de Felipe IV; y con un buen colegio de los PP. Escolapios, en el que reciben instrucción unos 100 ó 130 alumnos de primera enseñanza y de facultades de Filosofía y Teología.
Está bañada por el río Gallo, al que se une al pie mismo de la población la gran riera de La Caba, de fatal memoria para sus habitantes por sus fuertes crecidas.
Todavía se notan alrededor de la ciudad algunas de las antiguas torres y muros que la unían al Castillo. Entre ellas encontramos las puertas Nueva, del Chorro y de San Francisco, que por medio de sendos puentes, las dos últimas, sobre el Gallo y La Caba, unen la ciudad con sus arrabales de igual nombre que las puertas, teniendo además otros tres llamados del Carmen, de la Soledad y de la Judería, debido esta última denominación a haber vivido allí, según la tradición, los judíos en el siglo XIII. De ello queda alguna cabaña, nombre más apropiado que el de casa, a extramuros de la ciudad, gracias a la que podemos juzgar las raquíticas dimensiones de las construcciones de aquel tiempo.
En la falda Norte de la montaña que ocupa el Castillo, existen unas ruinas llamadas de San Bartolomé, donde por tradición se dice que hubo un templo románico del que apenas queda vestigio.
Detrás del Castillo, a unos centenares de metros y dominándolo se conserva la Torre de Aragón, edificio casi cuadrado y desde el cual, para su vigilancia, avistaban los señores de Molina de Aragón todos sus dominios.
II
Una de las cosas que más me llamaron la atención en Molina fue una hermandad militar que bajo la advocación de la Virgen del Carmen tienen constituida en la ciudad, según una bula expedida por el papa Gregorio XIII, la cual conserva el uniforme militar de cuando se fundó, aunque muy modificado. Todas las clases sociales forman parte de ella, y si el conocido y distinguido barítono de zarzuela D. Tirso de Obregón es el comandante, forman la oficialidad personas muy distinguidas y son los soldados, los artesanos y campesinos o labradores, como dicen allí. Componen la cofradía o batallón un Comandante, muchos oficiales, algunos individuos de infantería, cinco o seis de caballería y una compañía de unos cincuenta granaderos, no faltando la correspondiente banda de música.
Sus trajes son bastante originales. Los oficiales usan gorro apuntado con muchas plumas, al estilo de los del Estado Mayor del ejército, chupa, corbata y casaca blancas, ésta última con largos faldones llenos de bordados dorados, y pantalón rojo también con un galón dorado lateral, y por arma ciñen un espadín. El Comandante se distingue de los demás oficiales en que lleva un bastón de mando. La banda de música viste casaca de lustrina roja, ceñida, pantalón de dril blanco y en la cabeza una especie de ros o leopoldina a gusto del consumidor. La infantería se viste con casaca blanca y pantalón rojo, cinturón y lanza y en la cabeza unas birretinas de piel con un pompón de plumas, rojo, con una altura total de seis decímetros; otros, se cubren con ros, morriones o cualquier otra cosa. La caballería viste igual que nuestros húsares, solo que la chaqueta es blanca, el pantalón rojo con una raya blanca y los alamares del dolmán son rojos; usan lanza con banderola. Y por último, los granaderos (que son los más formalistas) visten casco de hojalata pintada del color del plomo, guerrera de color ceniza con bocamangas y cuello verde y pantalón morado, y por arma portan una alabarda.
La tropa que acabo de describir recibe en Molina el nombre de cangrejos a causa del color rojo de su vestimenta.
Observan todas las formalidades de los soldados de verdad, porque en la fiesta del Carmen (16 de julio), hacen grandes funciones en la parroquia de San Gil, comenzando el 15 por la tarde, y tanto al ir como al volver traen de casa del Comandante, y después vuelven a llevarlo, su precioso estandarte del Carmen, al son de la Marcha Real y presentando armas.
Las funciones que cumplen en dicha jornada son bastante serias. El día 15, vigilia de la fiesta, llevan a San Gil a la Virgen del Carmen, trayéndola desde su ermita, situada en el arrabal de su nombre, con gran procesión. El 16 hay gran oficio religioso y procesión por la mañana, y por la tarde devuelven la Virgen a su lugar, acompañándola detrás de la cofradía una infinidad de mujeres con su escapulario al cuello, y después de dejar a la citada Virgen, marcha la comitiva a casa del Comandante donde se sirve un buen refresco, quedando la gente en la calle gritando: “Toro, toro”, hasta que el Comandante se lo concede para el día siguiente (día 17), en que lo corren por las calles, matándolo al fin a puñaladas y navajazos, de modo que el pobre toro paga la fiesta, muriendo asesinado por las calles de la ciudad, para ser vendido al día siguiente en la plaza pública o en la carnicería.
Inútil es detenerme a explicar la fiesta del Santo Cristo de las Victorias, un enorme Santo Cristo que se conserva en San Gil; imagen completamente desproporcionada en todas sus partes y de un color casi negro, vestida como es costumbre con un faldellín que le cubre desde la cintura hasta media pantorrilla. Después de la función religiosa se verifican dos o tres corridas de toros en la plaza mayor, lidiadas por aficionados de Madrid y con asistencia de todo el pueblo. La plaza se arregla ad hoc, si bien en muchas ocasiones el mal llamado toro suele salirse del redondel y darse un paseo por las calles, repartiendo sustos y trompadas a izquierda y a derecha.
Otra de las funciones que celebra Molina de Aragón es el histórico Butrón.
El primer día de mayo se reúne todo el Ayuntamiento y el clero y marchan a la ermita de la Virgen de la Hoz para celebrar una gran comida, después de una pequeña función a la que acude todo el mundo, y entre ellos los danzantes del tradicional baile de los bastones, con su ángel y su demonio, que hacen una breve comedia al final de la que siempre acaba caído por tierra el segundo vencido por el ángel. Son dignos de oírse los versos que se recitan, pues eclipsan (¡ !) los de nuestros mejores poetas.
Terminando el alboroto y un poco de juego, que siempre lo acompaña, los dos vuelven de la fiesta montados, y en una caseta que hay a mitad del camino, toman una merienda tradicional, compuesta de cebolla cruda, queso y media docena de aceitunas sevillanas, sin que conozca el por qué, pero sólo sé que es comida tradicional como lo es también toda la fiesta en cumplimiento de una promesa hecha a la Virgen en el siglo XVII si les curaba de una grave peste que diezmó Molina y su comarca. Es también tradición que, al regresar, el Ayuntamiento y el clero sea insultado por el pueblo con frases ofensivas, pudiendo recordar, entre ellas, dos que oí dirigidas al respetable señor capellán –organista de S. Gil-, a quien, por haber comido mucho, le gritaron desde un balcón “Boca sin medida” y “Panza sumidero”, y como éstas, otras muchas a cada cual más fuerte y algunas hasta indecentes. No obstante, es la tradición y no queda más remedio que aguantarse y armarse de paciencia. No es menos tradicional que alguna vez caiga por tierra algún jinete, bien sea por no saber montar a caballo o por haberse calentado un tanto la cabeza.
En Molina la llamada Misa del Gallo no se celebra en la noche del 24 de diciembre sino en la vigilia de la Purísima Concepción, o sea en la noche del 7 de diciembre, contra los usos y costumbres que tienen todas las poblaciones que celebran la tan popular Nochebuena.
A un kilómetro al sur de Molina se encuentra el término y caserío conocido con el nombre de Rinconcillo, propiedad de D. Víctor Garcés de Marsilla, atravesado por el río Gallo que con varias fuentes lo riega abundantemente.
La fama que tiene esta propiedad se debe a sus buenos manantiales de agua sulfurosa, que atraen gran concurrencia desde Molina, Sigüenza, Brihuega, Daroca, Albarracín, Teruel y otros puntos y que, según pareceres facultativos, están recomendadas para el herpes, escorbuto, sarna, enfermedades escrofulosas, tisis y otras similares. Su descubrimiento data del siglo XVIII, y la de la fuente principal o que da más agua, de 1823.
En 1851 su dueño trató de investigar la dirección de las aguas que manaban en su finca y por medio de algunas obras logró separarlas algo más del río Gallo, encontrándose hoy en día la boca de la fuente a unos treinta metros del citado río y a una altura bastante regular. Para extraer el agua se introduce dentro del depósito un caño de hojalata y cuando está lleno se tapa su extremo con el dedo gordo, se saca y se llena el vaso o ampolla que se lleva con este fin, evitando así que se ensucie el mencionado depósito y que nadie tenga escrúpulo de beber.
En el mes de Febrero de 1852, se realizaron los análisis de dichas aguas por D. Joaquín Olmedillas y D. Ramón Ruiz, obteniendo el siguiente resultado:
Dos libras de agua contienen:
79,875 pulgadas cúbicas de Ácido sulfhídrico
15,32 granos de Sulfhidrato de sosa
11,43 granos de Cloruro sódico
18,03 granos de Sulfato sódico
7,25 granos de Sulfato de magnesio
8,10 granos de Cloruro de magnesio
18,02 granos de Carbonato cálcico
3,05 granos de Carbonato de hierro
7,00 granos de Sílice
2,40 granos de Materia bituminosa
7,40 granos de residuos
La cantidad de azufre que contienen esas dos libras de agua, representadas por el ácido sulfhídrico y las sales sulfurosas y sulfatadas, está en razón de 7,890 granos, o sea, cuatro quintas partes de grano por cuartillo (medio litro aproximadamente).
Casi en el centro de la posesión o finca se ha instalado un gran caserío moderno al que muchos acuden a merendar, antes y después de haber tomado un buen trago de agua.
Sobre la puerta se ven las antiguas armas de la casa, que copio y añado.
Finalizaré la presente descripción diciendo que gracias al buen gusto que ha tenido el señor de Marsilla en el arreglo de su propiedad, aunque no se padezca ninguna enfermedad siempre es una buena idea ir a merendar cualquier tarde soleada en su caserío, en donde no falta numerosa y distinguida concurrencia.
La principal industria molinesa consiste, como lo indica su nombre, en los molinos harineros y un poco de hilados y tejidos.
Al sur de la ciudad encontramos una fábrica de esta última clase, propiedad de D. Lucas Villanueva, y al noroeste la de D. Ramón Roig, las dos de regulares dimensiones y con un buen número de telares mecánicos y selfactinas. Al sur hay un lavadero de lanas propiedad de las Tomasonas, una familia que es conocida en Molina por ese nombre.
Al lado de la acequia principal, procedente del río Gallo, están los molinos harineros de los Batanes, los Olmedas, de Heredia, del Currillo, de San Lázaro y del Ángel, todos ellos cuentan con dos o cuatro muelas del sistema antiguo y alguno de ellos tiene cuatro mazas de batanero movidas por el agua sobrante del molino, y con ellas abatanan hiladas y telas tejidas en las casas.
Si escasa es la industria, modesto y poco desarrollado es el comercio en la ciudad, pues sólo cuenta con poquísimas tiendas de variadas mercancías, algunas confiterías, un establecimiento de objetos de escritorio, un sombrerero y corto número de tiendas de granos y legumbres, dos mercados semanales, los jueves y los sábados, y una feria anual el primer día de septiembre.
Terminaré este segundo artículo con una breve descripción de la Virgen de la Hoz.
Hacia la parte de poniente de Molina de Aragón y a cosa de nueve kilómetros de ella, está situada en la orilla del río Gallo una ermita bastante grande donde se rinde culto a la Virgen de la Hoz. Se levanta al pie de enormes desfiladeros que la cierran casi por completo a izquierda y derecha, amenazando con engullirla el día que haya un desprendimiento, cosa nada difícil.
Siguiendo el camino desde Molina, aproximadamente a dos kilómetros antes de llegar a la ermita, se atraviesa el río por un pésimo puente de madera, conocido como el Pontón. Desde este punto, el terreno, que era llano, cambia completamente y se hace escabroso e irregular: aparece un hermoso anfiteatro natural formado por varias bandas paralelas derivadas de un sinnúmero de rocas y cubierto por arbustos, matas y hierbas de un verdor encantador que da gran realce al panorama.
A la entrada, el terreno se presenta formado por la descomposición de de grandes masas rocosas de conglomerados de arena y cantos rodados de sílice.
Abundan mucho los cistos con hojas parecidas a las del laurel, la lútea conocida vulgarmente con el nombre de estepilla, el precioso ajo-puerro con flores moradas en forma de piña y otros arbustos, que de querer describir todos nunca acabaría, por ser muy abundantes, especialmente una herbácea destinada a pasto para el ganado.
Abundan también, en la orilla izquierda del río, grandes moles de pizarras, de distintos colores entre el rojo y el negro, según tengan como base el protóxido o el deutóxido de hierro.
Río arriba se pierden esas estructuras y se encuentran enormes y grandiosas rocas areniscas y cuarcitas que llegan hasta la misma ermita y un poco más allá.
Según ilustrados pareceres, el silíceo metálico combinado con el oxígeno gaseoso y sus derivados fue lo que dio lugar a la construcción de la ermita en el lugar que hoy ocupa y donde adoran a la Virgen muchos que van a bañarse al río Gallo, otros que van a la fiesta del Butrón y otros de Odón que celebran allí una romería en Pascua.
Antes de llegar a la ermita, a unos doscientos cincuenta metros, hay una cueva muy pequeña, conocida con el nombre de las Herraduras, donde se observan sobre la roca del suelo muchas señales de herraduras de diferentes tamaños, y dicen aquellas gentes que es el sitio en el que un día la Virgen se detuvo a refugiarse cuando pasaba por allí a lomos de un burrito. Creo que dicen que eso fue antes de manifestarse al pueblo.
Poco más arriba existen dos rocas colosales, de unos doce metros de altura, llamadas El Huso y La Rueca, por tener o querer creer que tienen esa figura, siendo las dos de la misma constitución geológica que el resto de la montaña que las rodea. Prodigio sin duda originado por el agua que ha dejado intactos aquellos dos gigantescos promontorios.
Por lo demás, la ermita es muy sencilla; situada en la ribera derecha del Gallo, está formada por dos cuerpos unidos por medio de un arco que forma la puerta principal. A la derecha se encuentra la capilla, que es bastante reducida, y a la izquierda un edificio de unos treinta metros de largo por ocho de ancho, donde se encuentra el comedor y varias estancias para los romeros y los visitantes. Todo el edificio está situado bajo una gran roca que, como dejo dicho, amenaza con arruinarlo el día que pierda el equilibrio.
Además de la fiesta del Butrón, ya descrita, el pueblo de Odón, en la provincia de Teruel y del partido judicial de Calamocha, que dista de Molina unas siete horas, va en peregrinación a la Hoz en el segundo día de Pascua de Pentecostés, acompañados de extrañas danzas, bailes de bastones y sables, vestidos con trajes extravagantes que quieren simular antiguos y acompañándolos siempre uno que dicen que representa a Satanás y que por sus repugnantes vestido y careta o cabezudo sólo sirve para dar miedo a las criaturas. Como los del Butrón, una vez allí no dejan de representar su comedia, acabando con una buena comida, como es costumbre en estas fiestas tan extrañas como tradicionales.
A unos tres kilómetros del Santuario se encuentra la fuente llamada Baños de la Virgen de la Hoz.
El agua fresca que nace de una alta montaña de arena fina se recoge en un depósito o lavadero de forma irregular, situado a unos diez u once metros, cubierto de espesos pinos que en el verano, con su sombra, hacen de aquel un sitio delicioso.
No tiene esta agua otra virtud que sostener en unas condiciones favorables el desarrollo y el equilibrio de la acción vital. Es de por sí más fresca y clara y más fluida que la del río, pues no tiene olor ni gusto y su peso específico es poco más que el del agua destilada, dejando al evaporarse un poco de sílice, hierro y partículas orgánicas, que se cree que han sido arrastradas en su curso subterráneo.
A pesar de su sencilla composición, han sido muchos los que, llenos de fe en sus resultados, estando malos, han llegado a ponerse buenos. Tales creyentes se hospedan en la parte de la izquierda de la ermita, que ya hemos descrito, durante nueve días o más, según lo crean conveniente.
Según los habitantes de por allí, se llama esta Virgen de la Hoz por haber aparecido encima de una roca en el Valle de la Hoz, nombre que tiene porque su figura se asemeja a una hoz de segar.
Quédame tan solo, para terminar la tarea que he emprendido de mi excursión, hablar un poco de un sitio que, según los de Molina, tiene miles de hechos históricos, si bien no conserva nada de ello, ya por descuido, ya por haber creído que no tenía ningún valor todo lo que algún día, cuando menos, podía ofrecer testimonio de hechos y glorias patrias. ¡Bienaventurada Cataluña, que ha sido la primera en fundar asociaciones que recuerdan y conservan ruinas y objetos que acreditan tantas y tantas glorias en ciencias, artes y armas!
Mas dejémonos de alabanzas propias y volvamos a coger el hilo de mi narración.
Siguiendo el camino de la ya descrita ermita de la Hoz, a unas dos horas de ésta, se encuentra un terreno muy llano y en él, a la orilla del anfiteatro del río Gallo, se sostiene todavía en pie un retazo de una torre arruinada que se conoce que ha sido cuadrada, de unos cinco metros poco más o menos de anchura y de unos diez de alto, aunque se entiende que tenía más altura. Es de tapial, o sea de tierra arcillosa muy apretada, mezclada con algunos, aunque pocos, cantos rodados. De almenas, ventanales, aspilleras y puertas, si es que las tenía, no queda nada, pues sólo se ven algunos orificios irregulares.
Esta torre es (según dicen) el único vestigio que se conserva de la gran ciudad de Ercávica.
Según los labradores que trabajan las tierras de la gran planicie que rodea dicha ruina, cuando cavan algún agujero, encuentran paredes o, mejor dicho, grandes moles de piedras unidas con mortero muy fuerte, que dan a conocer que son cimientos, y por sus formas regulares hacen sospechar que sobre ellos se habían sostenido, algún día, edificios de cierta magnitud e importancia. Sin embargo, a pesar de los muchos años que remueven aquellas tierras, nunca han podido encontrar más que alguna que otra flecha, alguna punta de lanza, muy pocos restos mortales y poquísimas monedas, y si dicen que es Ercávica es porque encontraron un vez una piedra con una inscripción que lo daba a entender, piedra que se ha perdido sin duda en el fondo de algunos cimientos de Molina, pues nadie sabe su paradero.
Los poquísimos datos que pude adquirir de Ercávica son:
Que fue construida la citada Ciudad o Municipio durante la dominación romana, pues se sabe que cuando Pompeyo, combatiendo contra Sertorio, fue derrotado al pie de los Pirineos (677 en el calendario romano o 77 antes de Cristo), al retirarse hacia Ladrona, hoy llamada Liria (Valencia), ya dispuso que saliese de Ercávica para ayudarla un cuerpo de ejército, que se presume fue el que en Andalucía fue exterminado por las tropas de Sartorio.
Se sabe también que Ercávica dio tropas a Octavio Augusto, cuando éste formó tres grandes cuerpos de ejército para ocupar Cantabria.
A principios del siglo V, después de la venida de Cristo, formaba parte de la España Ulterior, correspondiente al gobierno de la Bética.
Consta también que Eurico, rey godo, se aposentó en Ercávica cuando, viendo la infidelidad de sus vasallos, agregó a su corona la Bética, la Lusitania y la Galicia en el año 467.
Y, finalmente, en el año 633 tiene representación en el concilio celebrado en Toledo, entonces corte del rey godo D. Sisenando, en el que se reformó completamente la Iglesia y el Estado, ordenando muchas de las leyes góticas que más tarde, agregadas a otras, formaron la famosa recopilación llamada Fuero Juzgo.
Ningún dato más he podido recoger y todavía, de lo que dejo trascrito, tampoco hay ningún documento formal; sin embargo, lo tengo por cierto, pues las personas que me han proporcionado estas notas son muy eruditas y entendidas en antigüedades.
En una de las diversas ocasiones en que estuve en el lugar que llaman Ercávica, dispuse que se hiciese una excavación en el interior de la torre, y así conseguí una moneda de cobre y dieciséis de plata, de las que acompaño modelo o facsímile en tamaño natural, debiendo advertir que las de plata tienen todas el busto diferente, si bien presentan el mismo anverso.
La de bronce tiene un grosor como de un milímetro y medio, pero las de plata son sumamente finas, de tal modo que recuerdan la hojalata.
Visto ya cuando hay allí de notable y terminada la misión que dio objeto a esta excursión, volví por la carretera pasando por Rillo, Herrería, Canales, Aragoncillo, Selas, Anquela, Mazarete, Maranchón, Aguilarejo, Alcolea, Barbatona y Sigüenza, y desde ésta por ferrocarril a Barcelona.
Como recuerdo de mi excursión a Molina, tengo el gusto de regalar a esta Asociación, de la que tengo el orgullo de formar parte, aunque muy modestamente, una cápsula que contiene diversas muestras de minerales y rocas procedentes de mi visita y cuya clasificación es, a mi entender, la siguiente:
Núm. 1.- Ejemplar de Azabache extraído en Utrillas, partido de Montalbán, mina propiedad de D. Francisco Guerra de Madrid y de Mr. Larrodè de Valencia.
Núm. 2 y 3.- Ejemplares de carbón mineral, también de Utrillas, siendo el número 2 un lignito y el número 3 una hulla mediana, de bastante buena calidad, pues los naturales del país la usan en el hogar, al aire libre, como si fuese carbón de pino o encina.
Núm. 4.- Pirita de hierro, procedente del pueblo de Ojos Negros, propiedad de un tal Sr. Salinas, que vive en Molina de Aragón. El hierro que se extrae de ella es excelente, pues compite perfectamente con el de las provincias Vascongadas, a pesar de elaborarse por el sistema de forja catalana.
Núm. 5 y 6.- Piritas de cobre. Se cree que son argentíferas. Procedentes de las minas de Roda, a dos kilómetros de Molina. Estas minas están completamente abandonadas por la mala administración extranjera y por descuido de los del país.
Núm. 7.- Pirita de plomo. Se cree también que es argentífera. Procedente de unas minas abandonadas en Hormillas, a dos horas al norte de Montalbán
Núm. 8 y 9.- Alabastro y yeso en láminas (espejo de asno), encontrados ambos ejemplares en el monte de Molina. Aparece con mucha abundancia, principalmente cerca de Borrachina, donde se encuentran grandes cantidades de mineral de yeso.
Núm. 10, 11, 12 y 13.- Aragonito encontrado en gran número en las montañas de la Hoz, llanuras de Ercávica y en el monte de Molina.
Núm. 14.- Grupos de cuarzo cristalizado.
La clasificación de los minerales anteriores ha sido hecha muy a la ligera, y necesitaría ser comprobada por persona más competente.
Acabaré manifestando que espero que se perdone mi atrevimiento el redactar estos mal forjados capítulos, pues mi único deseo ha sido dar a conocer un trozo de la que un día fue gloriosa Corona de Aragón, de la cual formó parte Molina.

1 comentario:

  1. Al final del artículo le ha faltado "y Cataluña) por lo demás me ha gustado y le doy las gracias.
    Un cordial saludo.

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