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30 de agosto de 2012

El nuevo Jesús, de Rosselló Serra

Portada de El nuevo Jesús, de U. Rosselló Serra (Archivo La Alcarria Obrera)

Rosselló Serra fue un prolífico autor teatral del primer tercio del siglo XX, especializado en literatura infantil con obras como Pobres niños, La tragedia de unos niños, Jugando a política, Los niños se divierten, La juventud ideal, ¡Otro toro! y Lágrimas infantiles. Además, fue un dramaturgo del llamado teatro social y de clara orientación libertaria con obras como Els ulls sense llum y, sobre todo, El nuevo Jesús, obra dedicada por el autor “a mis hermanos privados de libertad por haber ansiado la de la Humanidad”. La obra fue estrenada en junio de 1933 en la barcelonesa Asociación Cultural de San Andrés de la Barca y en el Teatro Coroleu del mismo barrio de Barcelona; ese mismo año fue editada por el Ateneo de Cultura Racionalista El Progreso de Badalona. El nuevo Jesús es una obra de combate, escrita para ser representada ante un auditorio afín o, por lo menos, receptivo; por eso encontramos escenas y diálogos que parecen pensados para enardecer y conmover al público, como se comprueba en la escena que reproducimos. Frente a la razón de los críticos eruditos, el autor se dirige al corazón de los trabajadores.

ESCENA VIII
Clara, Rosa, Libertaria, Anselmo, Jesús y D. Justo
Justo -Cara de pocos amigos llevan.
Anselmo –Hemos tenido unas palabras.
Justo –Por culpa tuya, ¿verdad?
Jesús -No; no ha sido mía la culpa, mi querido profesor; son ellos que son indomables y...
Justo -Tal vez te proponían otro viaje por el extranjero.
Jesús -No ganarían nada con ello.
Justo -Ya lo creo que ganarían: Unos meses de tranquilidad… porque hay que convenir que tus ideeillas…
Jesús - Pero si las ideas que yo defiendo no es un ideal mío. Es la protesta de toda una clase, la más numerosa, que desea romper sus cadenas; que fuertes de su valor como cosa nacida, ansían desligarse del yugo que les oprime, del despotismo que les avasalla y de la inicua explotación del hombre por el hombre. Yo, como mis compañeros, negamos valor positivo a todos los privilegios y valor moral a todo principio de autoridad.
Justo -Pero ¿crees firmemente que los pueblos están en condiciones de pasarse sin jueces y directores?
Jesús -Es que los jueces ¿son hombres sobrenaturales, perfectos e infalibles? Es que los dirigentes del pueblo ¿lo encaminan hacia una armonía de igualdad?
Justo -Contéstele Vd., D. Anselmo.
Anselmo -Es inevitable un principio de justicia.
Jesús -Nosotros somos los primeros en admitirla y someternos a ella. Pero no a esa justicia togada y burocrática ¿Cómo puede un juez, especialmente retribuido, condenar un pobre padre de familia que, hallándose sin trabajo y recursos, roba un pan para llevarlo a sus hijos?
Anselmo -En ciertos casos la justicia es indulgente.
Jesús -¡Pues no debiera serlo! La justicia ha de ser rígida. En casos así la justicia debiera condenar severamente, pero no al pobre hambriento desesperado, sino a la sociedad causante de aquella desesperación.
Clara -Terminemos esa discusión, os lo ruego a todos.
Jesús -Es necesaria, madre; no repudiáis mi comunismo porque soy hijo vuestro y es necesario que demuestre que mi comunismo es propio de todos los hijos que leen y estudian todos los aspectos de la vida. No pretendo tampoco que de la noche a la mañana, porque yo lo diga y lo desee os sintáis comunistas libertarios. Los prejuicios no se despojan así, de un tirón. La costumbre de bien vivir a costa del cansancio de los demás hace cerrar los ojos a lo racional. Yo os pido solamente que bajéis al pueblo; que sepáis sus necesidades; que comprendáis sus anhelos; que no miréis con repugnancia sus miserias y no os burléis de su incultura, ya que o todos esos males son la consecuencia de un régimen que defendéis en nombre de una justicia irónicamente representada con unas balanzas y una espada.
Justo -Así ¿convienes que se debe evolucionar gradualmente?
Jesús -No. Sólo la revolución puede humanizar el mundo. La política, por democrática que sea, no puede solucionar nada.
Justo - Arreglar algo, ¡si!
Libertaria -¡Tampoco!
Justo -Un gobierno ampliamente liberal...
Libertaria -No podría más que prolongar la agonía del capitalismo.
Anselmo -La República ha concedido ciertas mejoras... ha votado ciertas leyes que...
Libertaria -¡No ha hecho más que perfumar un estercolero!
Justo -Durilla es la frase.
Libertaria -El capitalismo, a punto de ahogarse en el mar insondable de su egoísmo; agarróse a Ia República como tabla de salvación, y con ella sigue flotando entre las olas, haciendo esfuerzos sobrehumanos para librarse de esa ola gigantesca que se acerca con una impetuosidad tal que arrollará aquel náufrago, cuya incapacidad fue causa de la indomable tempestad.
Anselmo –¡Y seréis nuestros verdugos!
Libertaria -Dejaremos de ser víctimas, simplemente.
Clara -(A Rosa) Porqué no te retiras a tus habitaciones hija mía?
Rosa -Porqué me interesa la discusión, madre.
Clara -¡A ti!
Rosa -A mí, madre. La huelga pasada me sirvió de lección. Comprendí que todo nuestro orgullo de seres superiores era falso.
Anselmo -¿Pero qué estás diciendo, Rosa?
Rosa - La verdad, padre. Podemos ser superiores mientras los inferiores quieran reconocernos alguna superioridad... Un día, el portero negóse abrir la puerta y nosotros, tuvimos que deponer nuestro orgullo y reemplazarle en tan vulgar trabajo.
Anselmo -Sólo dos días duró la huelga.
Rosa -Dos días que nos pasamos sin criados.
Justo -Dos días que pasamos como mejor pudimos. Pero si la huelga hubiera durado un mes, o un año, ¿qué hubiera sido de nosotros? ¿De qué nos hubiera servido el dinero, si el zapatero no hubiera querido hacernos zapatos, ni el campesino arrancar sus patatas?
Jesús -El dinero tiene el valor que nosotros queremos que tenga.
Anselmo -Sin una divisa de compra-venta no habría armonía social.
Libertaria -No se necesitaría otra divisa que la de productor. Un carnet de productor le daría derecho de pedir según sus necesidades.
Clara -¿Pero los viejos, y los niños y los enfermos que no pueden producir?
Jesús - Te interesas por los viejos y los niños cuando vivan en comunismo libertario y hoy, en vuestro régimen capitalista, no os conmovéis de los miles de niños que van medio desnudos, pidiendo limosnas en las calles, ni os preocupáis de esos viejos que acaban el martirio de su vida en una cama de hospital, vueltos de cara hacia aquel Cristo que pregonó la fraternidad humana.
Clara -Sí; pero al menos les damos un hospital.
Jesús -Bonito pago señaláis a una vida de trabajo: una última humillación de un recogimiento
oficial condicionado.
Libertaria -Nosotros decimos a cada cual según sus necesidades, sin excepción de viejos, niños, ni enfermos.
Anselmo -¿Exigiendo el esfuerzo de todos?
Libertaria -Según sus fuerzas y aptitudes.
Justo –Así, ¿todos trabajadores?
Libertaria -¿Podemos ser todos ociosos?
Justo -¡Claro que no!
Libertaria -¡Pues seamos todos trabajadores!
Anselmo -Sobrará producción.
Jesús -Hoy falta para muchos.
Libertaria -Y disminuiremos las horas de trabajo.
Justo -¿Oye usted, doña Clara? Yo le había ofrecido mi ayuda para combatir a Jesús en sus teorias extremadas, pero no puedo más que declararme vencido ante la bondad y belleza del ideal de su hijo.
Libertaria -¿Luchará usted a nuestro lado?
Justo -Cuando enviude tal vez... Mientras mi señora tenga vida y la fuerza que la naturaleza le ha dado, no contéis conmigo más que con una íntima admiración.
Libertaria -¿Tan reaccionaria es su señora?
Justo –Indomable…
Rosa –Si mi ayuda ha de tener alguna utilidad…
Libertaria -¿Sientes nuestro ideal?
Rosa –Admiro lo grande y lo hermoso.
Libertaria -¿Temes el dolor?
Rosa –Si es para aproximarme a lo que admiro, ¡no!
Libertaria –Sellemos con un abrazo nuestro pacto de hermanas. (Se abrazan)

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