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12 de febrero de 2009

Cultivo de secano en Guadalajara, de Juan Dantín


Portada del libro, Guadalajara, 1916 (Archivo La Alcarria Obrera)

Juan Dantín Cereceda (1881-1943) fue un ilustre geógrafo español de la primera mitad del siglo XX, introductor en nuestro país de la Geografía Regional y profesor en distintos centros educativos, como los Institutos de Guadalajara o San Isidro de Madrid. Desde su juventud, becado por la Junta de Ampliación de Estudios, dedicó una atención preferente al análisis de los suelos de la Península, con especial dedicación a los de Guadalajara. Fruto de estos trabajos fue el libro Dry-Farming ibérico. Cultivo de las tierras de secano en las comarcas áridas de España, que fue publicado en 1916 en la Imprenta Gutenberg de la ciudad de Guadalajara. En esta obra se recogen numerosos datos sobre las tierras alcarreñas, resultado de sus trabajos de campo, que se resumen en un Apéndice que ahora publicamos.

La provincia de Guadalajara, por ser de las más áridas de España, queda incluida por entero en la España del dry-farming y debe ser entregada al cultivo de secano. En este capítulo, apéndice de la obra, nos ocuparemos de su clima, de su suelo y de sus cultivos, con todas aquellas cuestiones que, emparentadas con el secano, se crean pertinentes. Es verdad que los agricultores de todo su territorio están ya, tradicionalmente, acostumbrados al secano que vienen practicando desde fecha remotísima.
Pero con todo, algunas de las cosas que en este capítulo se dirán, tendrán para ellos cierta novedad.
El clima en la provincia de Guadalajara
A pesar de que hoy hay funcionando en el interior de la provincia seis estaciones meteorológicas (cinco de ellas incompletas) y hubo, en tiempos, la interesante estación de Molina de Aragón, que no debió desaparecer, en realidad se tienen todavía muy pocos datos para deducir juiciosamente el clima de esta provincia.
Las estaciones hoy existentes son las que siguen: en La Campiña, solamente Azuqueca (610 metros); en las terrazas del río Henares, Guadalajara; en La Alcarria, Salmerón (a 1.000 metros de altitud), y en las Sierras de la provincia tenemos Redubia (dirigida por los Ingenieros de Montes y a 846 metros), Hiendelaencina (a 1.020 metros) y Mojares (1.011 metros). No citamos en esta lista a Molina de Aragón (1.056 metros de altitud) por haber desaparecido la estación.
Con la excepción de Guadalajara todas las demás son incompletas y toman solo observaciones termométricas y pluviométricas; en su mayor parte solo llevan funcionando tres años, por cuya razón, de tan escaso tiempo no puede aún deducirse nada acerca de su clima. En consecuencia, utilizaremos únicamente los datos meteorológicos de Guadalajara (estación del Servicio de Aerostación militar que aún sigue funcionando) y los de Molina de Aragón (que funcionó unos 15 años).
La mayor máxima media es de 29º,78 (en agosto) y la mínima media menor es 0,4º (en enero), de modo que la oscilación térmica anual es de 29º,38.
En lo que toca a Molina de Aragón se observa que son de gran amplitud tanto la oscilación anual, 36º, como la oscilación diaria, 20º. La media es inferior a 5º, habiéndose llegado a registrar en 1885 la temperatura de -27º que ha sido la más baja de las observadas en la Península. En todo el año se registran temperaturas inferiores a 0º, menos en el mes de agosto: así es el estío de muy reducida duración, fluctuando alrededor de los 20º la temperatura media, y muy duro y prolongado el tenaz invierno (de fines de octubre a fines de abril) y el país árido y desolado (Campiñas de Tarance, Rasa de Maranchón, Parameras de Molina).
Las tierras laborables de la provincia de Guadalajara
La provincia de Guadalajara, recorrida por el autor, de E. a W. y de N. a S., en ocasiones diferentes, se subdivide en varias regiones naturales: la Campiña (subdividida en alta y baja), dominio exclusivo del terreno diluvial o cuaternario (con grandes espesores de cantos rodados); la Alcarria (por la que se extienden, en reducida parte, las terrazas del Henares y en una gran extensión los páramos miocenos de La Alcarria propiamente dicha) y por último Las Sierras, de fecha arcaica o primaria en Hiendelaencina y Sierra del Alto Rey y formadas por terrenos secundarios (triásico, jurásico y Cretáceo) en las Sierras de Atienza, Sigüenza y Molina.
Con la excepción de sus Sierras del Noroeste, toda la provincia es, de W. a E., una sucesión de altas planicies y mesetas, tanto más elevadas cuanto más orientales que, en términos generales, alcanzan las altitudes siguientes: La Campiña (650 m.); las terrazas del Henares, 720 m.; La Alcarria 900 m. y las Sierras de Sigüenza y Molina (altas mesetas mesozoicas, frías, desoladas y despobladas) de 1.100 a 1.200 metros.
Los suelos de La Campiña, en ley general y a causa de sus abundantes, extensos y potentes espesores de cantos rodados, situados en la superficie misma o a escasa profundidad, no deben ser cultivados por los métodos del dry-farming más que en el caso muy poco probable en esta región, de que en dos a tres metros de su espesor no se atraviese capa o lecho de cantos rodados. Las terrazas del valle del Henares, que desde Matillas se extienden hasta Alcalá de Henares, descansando sobre el zócalo de las terreras de la orilla izquierda del río presentan igualmente lechos de cantos rodados de algún espesor a escasa profundidad de la superficie del suelo laborable.
El dominio del dry-farming queda reservado en la provincia a las altiplanicies frías, de clima extremado, áridas y secas de La Alcarria y las Sierras N. y E., es decir, la inmensa mayoría de la provincia.
La Alcarria es un país de elevadas mesetas, con dos principales formas topográficas: el valle de erosión que han abierto y disecado los ríos (Tajuña, Tajo) y los páramos, moles en forma de artesa volcada, que han resultado de esta disección. En el páramo se hallan dos clases de suelos: los de las alturas o llanos, arcillas rojas mediterráneas, originadas por la decalcificación de las calizas pontienses infrayacentes y los suelos de las laderas, en las margas y arcillas, de un considerable espesor, homogéneos y uniformes en su estructura, señalados tipos de suelos áridos y excelentes para el racional cultivo de secano o dry-farming.
Los suelos de Sigüenza y de Molina, en un país árido y subdesértico, originados en el horizonte de las margas irisadas o en el de las areniscas abigarradas triásicas (moll) cuyos estratos cortan los ríos en hondos tajos, son igualmente suelos de dry-farming y deben cultivarse por este sistema. Tenemos noticias de que, al menos en Sigüenza, se han hecho ensayos de labores profundas para recoger las aguas de lluvia (tal como aconsejamos en el texto de esta obrita) con muy buen éxito.
En conclusión, tanto el clima como las tierras de la provincia presentan excelentes condiciones para que se apliquen los métodos de un cultivo racional de secano, tal y como se desarrollan y aconsejan en esta obra (siempre que el suelo no encierre lechos de cantos rodados a una profundidad menor de 2,5 a 3 metros).
Cultivo de secano en la provincia
Queremos ser siempre breves y concisos, atentos a que la energía y claridad de los términos no desmaye en generalidades.
Poco hemos de decir acerca de cultivos en la provincia. Cultívense las variedades del país, seleccionando mucho la semilla de la siembra y en el caso de traer nuevas variedades desconocidas o extrañas al país, que sean siempre de regiones tan áridas, secas, luminosas y altas como las nuestras, pero jamás de localidades húmedas, nebulosas y bajas. Así, por ejemplo, si nos proponemos cultivar maíz de secano (que habrá de rendir buenas cosechas) empléese grano de lugares secos y procedentes de cultivos de secano anteriores pero deséchense, sin compasión, antes de haberlos aclimatado, maíces del Norte de España que es muy húmedo y lluvioso, es decir, de condiciones climatológicas opuestas a las de esta provincia.
En La Campiña, Azuqueca (Miralcampo) se han hecho, por D. Guillermo Quintanilla, interesantes cultivos de dry-farming, con un decisivo éxito. En este mismo año de 1916 el Sr. Quintanilla ha obtenido /abonando además con superfosfato y manganeso, a razón de 80 a 100 kilos por fanega) la cosecha siguiente:
De trigo, 10 fanegas de grano por fanega de tierra, lo que equivale a 17,5 hectolitros por hectárea (La fanega para áridos tiene un valor en la provincia de 54,80 litros y la fanega superficial de 31,06 áreas). Esta producción es asombrosa con relación a la del resto del país.
De cebada (en el sexto año de alternativa) 21 fanegas de grano por fanega de tierra, equivalente a 37 hectolitros por hectárea.
De algarroba, 11 fanegas de grano por fanega de tierra, o lo que es igual, 19 hectolitros por hectárea. Esquilmo igualmente desusado.
Ejemplo tan demostrativo y concluyente ha cundido por todo el país y agricultores inteligentes y fáciles a toda racional innovación han adoptado el sistema: D. Rafael Madrazo en una gran parte de su finca La Acequilla (Azuqueca).
No terminaremos sin aconsejar a los agricultores de todo el territorio de la provincia de Guadalajara que, a todo trance, alteren sus costumbres y régimen agrario, cultivando forrajes de secano. La alfalfa de Totana y de Provenza se dan muy bien en Castilla la Vieja y tienen que darse en Guadalajara pues que la mielga es espontánea. En todas las laderas de los páramos alcarreños, en nuestras muy repetidas excursiones, hemos hallado siempre abundantes especies de pipirigallos o esparcetas, plantas muy adecuadas a los sitios áridos, en indicación de lo fácilmente que aquí se daría cultivada de secano. Por lo que toca a la sulla, cultivada por nosotros en Guadalajara, ha superado toda esperanza y al escribir estas líneas (Junio), en el segundo año de su producción, está ya fructificando sin tropiezo alguno, fértil promesa del porvenir de su cultivo en La Alcarria, y ha dado una producción, en forraje, de 50.000 kilogramos por hectárea.
Estos forrajes de secano nos permitirían alimentar bien, y sin zozobras, al ganado, sobre todo a la oveja, hoy hambrienta gran parte del año, apenas los pastos naturales se secan. La alimentación segura y abundante del ganado nos daría más lana, más carne, más leche, más estiércol, indispensable a los suelos áridos por su pobreza en materia orgánica y finalmente más riqueza total.
Asociando, mediante estas bases racionales, la agricultura y la ganadería, habríamos conseguido un fin más alto y fecundo: aumentar la riqueza nacional de esta España querida, pobre hoy por el desvío y la indiferencia en que, sus mismos hijos, la tienen apartada.

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