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22 de enero de 2012

La Tercera Guerra Carlista en el Alto Tajo

Casimiro Villalaín, jefe militar del carlismo de Guadalajara, 1875 (Archivo La Alcarria Obrera)

La comarca del Alto Tajo y las tierras vecinas del Señorío de Molina fueron escenario de numerosos hechos de guerra en la historia contemporánea de España. Su relativa proximidad a Madrid, y paso casi obligado desde Barcelona o Valencia, su complicada orografía y el espíritu independiente de sus habitantes favorecieron que estas regiones de la provincia de Guadalajara fuesen escenario de frecuentes luchas guerrilleras. El habitual abandono de estos pueblos, desatendidos hasta por cronistas e historiadores, y su reciente desertización, que ha roto la tradicional memoria histórica, puede condenar al olvido a sus hechos y a sus gentes. Por eso reproducimos dos partes de guerra de la tercera carlistada, emitidos por sendos oficiales del ejército regular, que informan del asalto a Taravilla y de la refriega a las puertas de Peralveche.

Batalla de Taravilla
Habiendo tenido el sábado 12 del corriente la confidencia segura de que la facción Villalaín, fuerte de 2.500 infantes y 200 caballos, se hallaba en Terzaga y pueblos inmediatos, á cuatro leguas de esta población, ayer, á la una de la madrugada, emprendí la marcha para dichos puntos con la columna a mi mando, habiendo dejado en este castillo unos 200 hombres con los enfermos.
Al llegar al pueblo de Tierzo supe que la partida había salido el día anterior de Terzaga; y con objeto de saber la verdadera dirección que había tomado, mandé espías á averiguarlo, mientras daba un descanso á la tropa y pienso al ganado. Cuando aquéllos regresaron, me dijeron que el contrario se hallaba en aquel momento en Taravilla, é inmediatamente reuní mi gente y me puse en marcha para dicho punto.
Desde el caserío de Armalla ya divisé algunas avanzadas carlistas; en vista de lo cual mandé que dos compañías subiesen á la áspera sierra del Basilio y flanqueasen mi marcha por aquella parte, en donde el camino va por el fondo del valle. Al subir á Peñamala divisé á Taravilla, donde se hallaba toda la facción repartida entre el pueblo y las alturas inmediatas del cerro de San Mames, Entonces, siendo ya inútil el flanqueo de la derecha, y necesario el de la izquierda por la cuesta del Aremuz, ordené que se me incorporase aquel y que una compañía subiese á esta altura y siguiese hasta dar frente á Taravilla, fuerza que debía servir de apoyo al flanco izquierdo en la jornada, Al llegar á distancia conveniente del enemigo ordené mis fuerzas de la manera siguiente: cuatro compañías del batallón reserva de Ciudad Real, desplegadas en batalla, y las dos restantes, de reserva; dos secciones del escuadrón de Villarrobledo, apoyando la derecha, que ocupaba terreno llano; otras dos, á retaguardia del centro; y una compañía del batallón de Toledo, ocupando la cuesta del Aremuz y cubriendo mi flanco izquierdo. En segunda línea, las tres compañías restantes de Toledo, sirviendo de reserva general Y en tercera, la impedimenta y el parque, con las guardias.
En esta disposición emprendí el ataque amagando al citado pueblo de Taravilla, que formaba el centro de las posiciones enemigas y en donde, al parecer, reconcentraban los carlistas su defensa, durando el fuego una hora, sin avanzar gran cosa. Noté entonces que la caballería de la facción y parte de su infantería avanzaba por su izquierda con el objeto, sin duda, de envolver mi derecha; y á fin de evitarlo, ordené á mi jefe de E. M. comandante D. Fidel Tamayo, que con mi ayudante de órdenes, teniente coronel graduado capitán D, Juan Fernández, y 25 caballos de los del centro marchase al ala derecha, y con ellos y los que allí había contuviese el movimiento del adversario por aquel punto, lo cual consiguió rechazándole por completo, por cuyo buen comportamiento me permito recomendar especialmente á V. E. á dicho jefe, así como también al capitán Fernández y al capitán de caballería jefe de aquella fuerza, D. Leopoldo García Peña, que le ayudaron en su empresa.
Viendo la retirada de los facciosos por mi derecha, dispuse que una de las compañías de la reserva de Toledo atacase con ímpetu la izquierda enemiga, siendo apoyada por la caballería que llevaba mi jefe de E. M., y que al mismo tiempo el batallón de Ciudad Real tomase el pueblo á la bayoneta. Dado el ataque, este cuerpo se apoderó del lugar, y al observar la precipitada fuga de los carlistas, coronó el cerro de San Mames por el centro, al mismo tiempo que la compañía de Toledo y la caballería le coronaban por la derecha; en vista de lo cual el enemigo se puso en completa fuga por el barranco de Escabrón, pasando el río Cabrillas y huyendo por los riscos con dirección á Beteta, no pudiendo ser perseguido por la caballería por la escabrosidad del terreno.
Terminado el fuego, que en total duró dos horas y media, reuní mis fuerzas, que se hallaban algo diseminadas, reconocí el pueblo y todo el campo, y me ocupé con interés de que fuesen curados mis heridos.
Las pérdidas de la partida fueron 14 muertos recogidos en el primer reconocimiento que se practicó, y 16 más encontrados por los vecinos de Taravilla en las casas y barrancos, no habiendo dejado más que un herido que cayó en el momento de descender hacia el río Cabrillas, pero los expresados vecinos me aseguran hoy que el enemigo tuvo más de 120, Las mías fueron un oficial herido, un soldado muerto y 20 individuos de tropa heridos. Además tuvo mi caballería un caballo muerto y cinco heridos.
En el reconocimiento del campo se recogieron gran número de mantas, boinas y otras ropas, todas inútiles, con que cargué tres acémilas, y 37 armas de distintas clases. En el pueblo recogí, además, 90 fanegas de cebada que los carlistas tenían para raciones, las cuales he vendido distribuyendo por igual su importe entre todos los soldados de la columna.
A las tres de la tarde, viendo que muchos heridos estaban de bastante gravedad, que se carecía de medios de curación, y teniendo en cuenta que este castillo, donde también se hallaba el recaudador de contribuciones con catorce ó quince mil duros, pedía necesitar de mi auxilio, regresé á este punto, adonde llegué á las diez de la noche con todos los heridos y lo ocupado al enemigo.
Al tener el honor de participará V. E. los detalles de esta jornada, cumple á mi deber, además de la recomendación especial que hago á V. E. de mi jefe de E. M. y capitanes D. Juan Fernández y D. Leopoldo García Peña, recomendarle también todos los señores jefes y oficiales de esta columna, los cuales se han portado con tan buen deseo y tanto celo que con las escasas fuerzas que yo llevaba, compuestas del batallón de Ciudad Real, que aun no se había fogueado, y de cuatro compañías del de Toledo, sin embargo de carecer de gran número de oficiales y clases, he conseguido batir, tomar formidables posiciones y dispersar por completo á un enemigo tres veces superior en número y acostumbrado á la fatiga de la guerra.
Molina [de Aragón], 14 de Septiembre de 1874.
El brigadier Evaristo García Reina

Batalla de Peralveche
En mi última comunicación del 12 tuve el honor de exponer á V. E el itinerario que pensaba seguir desde Morillejo para pasar á la derecha del Tajo por el puente de Tagüenza, si sucesos imprevistos no me hacían cambiar de dirección.
Pues bien, en la noche de ayer, estando apostado en el pueblo de Arbeteta, sorprendí una comunicación dirigida al alcalde por el de Peralveche, en la que le daba cuenta de la entrada de varios carlistas montados y le encargaba de orden del jefe de éstos, que le diera parte inmediato de la situación y movimientos del enemigo. Entonces creí conveniente alterar mi itinerario, y en lugar de dirigirme al pueblo de Armallones, como tenía proyectado, hice de madrugada una contramarcha con dirección á Peralveche, disponiendo, como medida de precaución, que el capitán D. Ildefonso Carril y Arcos y el teniente D, José Buendía Martínez, con 25 caballos y 30 infantes, anticipasen la salida para circunvalar el referido pueblo. Esta fuerza avanzada iba á la distancia de dos kilómetros del resto de la columna, y al llegar al barranco denominado del Abanico, tropezó con una fuerza enemiga de 170 caballos y algunos infantes, según supe después, contra la que rompió el fuego y á la cual desalojó de las posiciones que ocupaba en el ala izquierda. Cuando llegué, tocaba retirada el contrario, que fue dispersado en todas direcciones, causándole cuatro muertos y dos heridos vistos, uno de ellos teniente, y un caballo muerto. En la tropa de mi mando no ha ocurrido novedad; y aunque llena de entusiasmo por perseguir á los carlistas, creí conveniente avanzar hacia mi frente en dirección de Peralveche, para adquirir noticias más positivas respecto á la procedencia y número de los enemigos y evitar una sorpresa, que parece nos tenían preparada. Así lo comprendí al entrar en Peralveche, donde supe que la fuerza batida en el barranco del Abanico había pernoctado aquella noche en dicho pueblo y que procedía de las facciones Cucala, Valles y otros cabecillas valencianos. Averigüé también que de Priego habían bajado hacia Salmerón fuerzas considerables carlistas, y que era muy probable nos salieran al encuentro ó tratasen de cortarnos la retirada hacia el Tajo, porque sabiendo que por la parte donde yo operaba no había más columnas que la mía, tenían el pensamiento de prepararnos una emboscada para exterminarnos, según se dejaron decir en el pueblo de Peralveche.
En vista de lo comprometido de mi situación, y teniendo presente las instrucciones de V. E. de operar á la derecha del Tajo y hasta de replegarme á Guadalajara si era necesario, emprendí una rápida marcha con dirección á esta villa de Trillo, para observar con más seguridad los movimientos del enemigo y obrar desde aquí según lo exijan las circunstancias.
En esta expedición que acabo de hacer, me he convencido de que la mayoría de los alcaldes están cohibidos por el terror á los carlistas, que les obligan á escribir partes á medida de su deseo para engañar á las columnas, y de que conviene obrar con cautela para no ser víctimas de una sorpresa.
Trillo, 14 de Enero de 1875.
Comandante Francisco Moya

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