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17 de julio de 2012

Benavides Shelly narra el 21 de julio de 1936

El comandante Ortiz de Zárate muerto junto al puente sobre el Henares el 22 de julio de 1936

Miguel Benavides Shelly era el gobernador civil de la provincia de Guadalajara desde el triunfo del Frente Popular, un puesto que ya había ocupado desde noviembre de 1932 hasta las elecciones de noviembre del año siguiente. Burgués, funcionario de Hacienda, masón, republicano… representaba a esa república reformista y bienpensante de la que Manuel Azaña era su mejor ejemplo. Los acontecimientos del mes de julio de 1936 le desbordaron: ni supo anticipar la gravedad del pronunciamiento militar, ni fue capaz de descubrir la doblez de los militares perjuros, ni tomó las medidas eficaces para defender la legalidad republicana. La imagen, que el mismo nos relata, de media docena de voluntarios en una azotea resistiendo frente a la guarnición militar y de la Guardia Civil mientras era traicionado por los policías bajo su mando, es la mejor muestra de su incapacidad para entender lo que estaba pasando delante de sus narices. Derrotada la sublevación en Guadalajara, se juzgó a los responsables del frustrado golpe militar, y en el juicio declaró Benavides con el relato que ahora reproducimos tomado literalmente de las actas del juicio.

Declaración de Miguel Benavides Shelly, gobernador civil de Guadalajara en julio de 1936:
Desde hace cinco meses conocía la desafección al régimen de varios Jefes y Oficiales de guarnición en la localidad y por ello el 20 de abril de 1936 comunicó al Ministerio de la Gobernación la conveniencia de trasladarlos. El Capitán [José] Rubio [García] practicó una información confidencial que llevó en propia mano a Gobernación y que debe constar en la Dirección General de Seguridad, pues José Alonso, que era el Director General, comunicó haber recibido el informe.
Desde el 13 de julio del corriente año se cursaron una serie de telegramas entre el Ministerio y el Gobierno Civil referentes a la subversión. El día 17 dirigió orden reservada al comisario de Vigilancia y cree que también al Teniente Coronel de la Guardia Civil Ricardo Ferrari para que extremara la protección de lugares públicos y la vigilancia de elementos fascistas.
El 19, ocurrida ya la sublevación en Madrid, recibió aviso telefónico de Gobernación diciendo que fuerzas facciosas trataban de avanzar sobre Madrid por la carretera de Zaragoza. Que tuvo una conversación con Ferrari y con el Coronel de Aerostación Delgado quienes manifestaron que eran leales a la República y éste aquel mismo día 19 dijo que iba a enviar una avanzadilla por si venía la columna facciosa. En un auto salieron los Capitanes Pacios y Arroyo y, más tarde, el Teniente Robles, con unos soldados; el pueblo les aplaudió a la salida. Robles volvió a las pocas horas diciendo que no había novedad, pero los Capitanes, que no tenían autorización más que para llegar a Paredes [de Sigüenza], se internaron en la provincia de Soria y fueron detenidos en Almazán y conducidos a Soria. Al Gobernador de Soria, [Benito] Artigas Arpón, le dieron cuenta de lo ocurrido; intervino el Coronel Delgado quien manifestó que le extrañaba lo ocurrido y pidió la libertad de los Capitanes; volvieron éstos a Guadalajara y el declarante les recriminó.
En la mañana del lunes 20 los elementos del Frente Popular fueron a ver al Coronel Delgado porque tenían confidencias de que iban a sublevarse y éste manifestó su adhesión al Frente Popular, en cuya representación cree que fueron a celebrar la entrevista [Gregorio] Tobajas, Marcelino Martín y [Raimundo] Serrano. En la noche del 20 se recibieron telegramas de Madrid referentes al avance de columnas facciosas y cursó uno en el que manifestaba en forma cifrada que el Regimiento de Aerostación pensaba sublevarse y solicitó el envío de refuerzos, pues a pesar de la adhesión del Coronel a la República, el pueblo dudaba de ello y seguía a la expectativa. En la noche del veinte requirió al Teniente Coronel Ferrari para que, en caso de ataque al Gobierno Civil, organizase la defensa. A las siete de la mañana del día 21, martes, se fueron a descansar las fuerzas que custodiaban el Gobierno y el declarante dijo a Ferrari, que había estado allí toda la noche, y al Teniente de la Guardia Civil Mochales que volvieran pronto, a lo que contestó Ferrari que no pasaba nada, que se iba a comer y que volvería pronto.
La mañana del 21 transcurrió sin novedad, y sobre las trece se presentó un camión con elementos del Frente Popular procedentes de Alcalá [de Henares] y que venían a buscar víveres. Al cabo de un rato, llegaron al Gobierno Civil elementos del Frente Popular de Alcalá [de Henares] que dijeron que había sublevación, entonces llamó al Cuartel de la Guardia Civil y no contestó nadie y llegó el Capitán Rubio, que se le ofreció al declarante. Recogió a su familia en las habitaciones interiores del Gobierno y, al poco rato, empezó el tiroteo. Momentos antes, había en la planta baja policías y Guardias de Seguridad, de los cuales no subió ninguno al comenzar el ataque. En el piso primero del Gobierno acompañaban al que declara el Capitán Rubio, el Secretario de la UGT Tobajas y Mariscal y en las buhardillas había colocado Rubio para defender el edificio a seis o siete defensores de la República, entre los que se encontraba Pedro Maestro. Los atacantes dispararon y el guardia Riera, que resistió defendiendo el edificio, resultó herido.
En un edificio inmediato al Gobierno, que es la Escuela de Trabajo, había una Compañía de la Guardia Civil al mando del Capitán Espinel, que tenía como misión la defensa del edificio. Y que cree que si hubieran defendido al Gobierno, los atacantes hubieran tenido que retroceder. Quienes guardaban el Gobierno no pudieron apenas resistir porque estaban [en minoría] y supone que alguien del piso de abajo debió franquear la entrada a los facciosos y cree que fue un policía sin que lo pueda afirmar. Sobre las catorce treinta del día veintiuno el Teniente Coronel Ortiz de Zárate y los Comandantes retirados Bastos y Palanca subieron escaleras arriba del Gobierno Civil y saltaron la cerradura del piso principal. Ortiz, pistola en mano, le dijo “¿Dónde está Benavides porque ya no es Gobernador?” y dirigiéndose al Capitán Rubio le dijo: “Vd. es un traidor y quítese la guerrera”. Detrás iba Bastos, pistola en mano, y les acompañaban dos guardias civiles y dos de Seguridad; uno de éstos llamado Celso Cotarelo le dijo a la vez que le metía el fusil por la barriga: “¡Qué ganas tenía de meterme con Vd.!”. Entonces recluyeron a Rubio y al dicente en el despacho oficial y se les sometió a un interrogatorio por Bastos y Palanca, le registraron el despacho y amenazaron con fusilarles, y fueron conducidos a pie entre una lluvia de proyectiles y paqueo, pasando por las calles frente a un grupo de falangistas, que insultaban a los detenidos y daban gritos de “¡Arriba el Fascio!”.
Le llevaron al Cuartel de San Carlos. Toda la tarde y la noche del 21 fueron los sublevados dueños de la población y el día 22, en las primeras horas de la mañana, empezó el bombardeo de los aeroplanos y la artillería leal contra la población, y especialmente contra el Cuartel de San Carlos, donde se alojaban los de Aerostación y había también fascistas y requetés de la capital y provincia. El ataque de la columna leal, mandada por Puigdendola, continuó toda la mañana y los rebeldes repelieron el ataque desde el mismo Cuartel con ametralladoras, fusiles y bombas de mano, combatiendo de este modo contra las fuerzas del Gobierno. El dirigente de la sublevación parecía ser Ortiz de Zárate, al que luego le siguió el Coronel de Aerostación, que también se entregó al movimiento, y los Jefes y Oficiales, sin que pueda precisar que alguno de ellos se opuso a la sublevación ni puede facilitar datos respecto a la actuación particular de los Jefes y Oficiales en aquellos momentos.
Llevaron también detenidos, con posterioridad al declarante, al Delegado de Hacienda, Sr. [Maximino] Miñano [Grifol], y al Oficial de Hacienda, Sr. [Saturnino] Recio. Vio en el Cuartel, de conversación con el Coronel, al Arcipreste Mariño y supone que también tomó parte en el movimiento. Al entrar detenido en unión de Rubio al Cuartel, los recibieron los facciosos al grito de “¡Abajo los traidores!” y recuerda que el Capitán Robles se distinguía en sus gritos.
A última hora de la lucha oyó a un Oficial que decía: “La resistencia es inútil, hay en la carretera seis o siete mil hombres”, e inmediatamente oyó un pistoletazo y cree que le debieron matar. Otra vez oyó que decían “Traer una caja de dinamita”.
El centinela que estaba en el cuarto de la planta baja del Cuartel, en que estaba detenido el que dice, la abrió y dijo “Callar, que os salvaremos”. Al poco rato se volvió a abrir la puerta y apareció el Capitán Navas quien, pistola en mano, dijo “Síganme”. Le siguió hasta el pasillo, pero después pudo desprenderse de su vigilancia y llegó al botiquín. Donde un Comandante Médico, que se portó muy bien, le dijo que quedara escondido detrás de la puerta. Llegó una pareja de civiles a buscar a los prisioneros de parte del Coronel, pero pudo librarse de ellos y pasar al Colegio de Huérfanos, donde estuvo hasta que los leales entraron el Cuartel, que lo confundieron, además, tomándolos por elementos fascistas por estar de paisano y le querían fusilar hasta que se dio a conocer como Gobernador de la República.

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