Al acabar todos los veranos, antes y ahora, los que llamamos en Guadalajara “los veraneantes” se vuelven a Madrid o a otras capitales principales; así ha sido este año y así lleva siendo desde hace más de un siglo. Uno de estos veraneantes fue un periodista decimonónico, de esos que escribían al por mayor, llamado Calixto Ballesteros. Él como nosotros, hoy como ayer, vio y vivió las llamadas fiestas populares, que tantas veces incluían, como lo hacen hoy, espectáculos taurinos de una crueldad extraordinaria. Cuando tantas veces se dice que son fiestas tradicionales, se olvida que también hay una tradición de espanto y oposición a estos festejos sostenida y transmitida por españoles, también de Guadalajara, que llevan siglos impugnando unas fiestas que se basan en el fanatismo y la brutalidad. Casi nada sabemos de Calixto Ballesteros, cuyas columnas, por medio de agencias de prensa, se publicaban en distintas cabeceras españolas; en Guadalajara en Flores y Abejas y en La Crónica. Como modesto homenaje, reproducimos una breve nota necrológica: “Esta mañana ha fallecido en Madrid, víctima de larga y penosa enfermedad el conocido é ilustrado periodista don Calixto Ballesteros. Alejado ahora de las tareas periodísticas, era hombre muy hábil en las informaciones políticas y fue un poeta laureado en multitud de certámenes literarios, habiendo muerto joven todavía. Enviamos nuestro pésame á su distinguida viuda”. (El Madrid Gráfico, 5 de julio de 1904) El artículo que reproducimos lo recogemos de La Crónica Meridional de Almería, un periódico de tendencia liberal fundado y dirigido por el republicano Francisco Rueda López, que lo publicó en su portada del 23 de agosto de 1894.
Acabo de regresar a este Madrid de mis adoraciones, de un pueblo cercano, uno de los más importantes de la provincia de Guadalajara. Y acaso porque la última impresión que recibí fue bastante fuerte, o tal vez porque aún no he tenido tiempo de experimentar aquí otras impresiones que borren aquella, el hecho es que vengo indignado, más indignado hoy que de costumbre contra las corridas de toros, sobre todo, tal y como se verifican en el pueblo a que aludo y otros muchos… No recuerdo haber presenciado nada más bárbaro. Una multitud enardecida, ebria de júbilo, golpeaba furiosamente los tablones que formaban la barrera del improvisado circo.
Y caían de aquellas trancas, esgrimidas por brazos musculosos y recios, sobre los lomos del pobre animal como verdadera lluvia de palos.
El último infelicísimo, más que por la inhábil estocada del sobreseimiento, sucumbió a pedradas, a garrotazos, a puñaladas… axfisiado tal vez entre los recios brazos del pueblo soberano.
Soy muy demócrata. Pero si por soberanía del pueblo hubiera de tomarse lo que presencié ayer por la tarde, de buen grado renunciaría yo a la defensa de soberanía semejante.
Pero el hecho, en sí bárbaro, me lo pareció mucho más por el contraste que pude observar. La víspera del día señalado oficialmente para la corrida se había verificado la procesión.
Y en ella iban con sendos escapularios y muy devotamente los mismos caballeros que ayer ocupaban las barreras de la toril plaza y pensaba yo: ¿será esto un sistema, o más bien una demostración evidente de que son hermanos gemelos el fanatismo y la brutalidad? Francamente os digo, lectores discretos, que prefiero menos religiosidad, pero también menos ardor taurómaco.
Porque es el caso que los cuatro párrocos presenciaban la corrida juntamente conmigo. Y excepto uno, los tres restantes, estaban entusiasmados con la contemplación de aquel espectáculo inculto.
Bien amargas consideraciones se deducen de este hecho. Porque no puede haber prosperidad material ni el nivel moral puede elevarse en un solo metro. Las gentes que se dejan arrastrar por la veneración sacratísima a una virgen milagrosa, un momento más tarde son los que ponen decidido empeño en renunciar, si vale la frase, a su dignidad de hombres inteligentes para convertirse en uno de tantos habitantes de la selva. ¿Por qué sigo presentando, si el fanatismo y la barbaridad taurómaca tienen puentes de contraste?
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