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25 de febrero de 2024

La Escuela Laica de Guadalajara

Las Dominicales del Libre Pensamiento fue un semanario proclamadamente laico y abiertamente anticlerical que nació en 1883 gracias a la iniciativa de Ramón Chíes y Fernando Lozano Montes, alineados políticamente con el republicanismo más intransigente de Manuel Ruiz Zorrilla o Francisco Pi y Margall. Este último, junto a los dos promotores del semanario, fueron nombrados albaceas testamentarios por Felipe Nieto Benito, un militar federal que legó todos sus bienes para la fundación de una Escuela Laica para niños en Guadalajara, la ciudad en la que había crecido. En 1902, tras el fallecimiento de la hermana de Felipe Nieto, el único albacea testamentario superviviente, Fernando Lozano, pudo establecer la Escuela Laica en la capital alcarreña y recoger la noticia en un amplio reportaje, firmado por él con su seudónimo de Demófilo, publicado en Las Dominicales del Libre Pensamiento en su número del 11 de noviembre de 1903.

LA ESCUELA LAICA DE GUADALAJARA

El edificio.

La casa adquirida en propiedad por la testamentaría de D. Felipe Nieto para servir de Escuela laica es un vasto edificio que consta de un cuerpo central y dos hotelitos ó pabellones laterales. Sobre ello, tiene separada, pero en la misma línea de fachada, una casa pintoresca de estilo suizo. A lo largo de la fachada que mira al jardín hay una amplia terraza, destinada al recreo y esparcimiento de los niños. Allí jugarán, allí harán gimnasia, allí darán muchas clases en los días de temperatura benigna. Aire, luz, alegría, he ahí el elemento propio del niño.

Paseo por el jardín.

Bajando al jardín, por la izquierda, se encuentra un pabelloncito, recién construido, destinado á desahogo y limpieza, con sus inodoros en el centro, á un lado los urinarios y á otro los lavabos, todo provisto de agua abundante que baja del gran depósito, semejante á los de los ferrocarriles, que se levanta al lado sobre pintoresco pilar cilíndrico recubierto de yedra.

Más abajo está el grande invernadero, con su cuarto de semillas y su fuente, y siguiendo más adelante, el invernadero pequeño, de flexible y elegante armadura de hierro, con su escalera para subir sobre la cubierta, desde donde se domina un amplio horizonte. La fuente de este invernadero es una gruta, de entre cuyas peñas brotan surtidores de agua. En aquella parte comienza el gran balcón del jardín, formado de una larga banda de asientos de piedra, sobre que descansa fuerte y maciza balconadura de hierro. De pie, sobre los asientos de piedra y apoyados sobre el balconaje, se contempla el bello paisaje de un valle estrecho, sembrado de huertas que fertiliza un arroyo, oculto por espesa maleza. La hermosa huerta, situada abajo sobre la hondonada profunda, cortada á pico y defendida por sólida fábrica de albañilería, pertenece á la Escuela. Mirando á la derecha, sobre el montículo de una revuelta del valle, se ve la casa del hortelano, perteneciente también á la Escuela, como la huerta que está á sus pies y se prolonga un largo trecho.

Siguiendo á lo largo del balcón, se encuentra una verja que da acceso á la bajada de la huerta. El espeso macizo de árboles que hay hacia aquella parte, cubriendo la hondonada, donde jamás penetra el sol, la profundidad abrupta del terreno, el ruido que forman al caer despeñándose las aguas de un arroyuelo, dan á aquel sitio un aspecto que recuerda el Monasterio de Piedra. Aquel lugar impenetrable á los rayos del sol en verano, y poblado de ruiseñores y jilgueros que en las alboradas de primavera aturden los oídos con su charla estrepitosa, es verdaderamente delicioso. Hacia aquella parte, penetrando en el jardín, está el campo destinado á experiencias agrícolas, donde cada niño cultivará su parcela de terreno. Todo esto lo fueron viendo los asistentes á la apertura de la Escuela, pudiendo apreciar la variedad y frondosidad de los árboles, como la profusión de flores otoñales de que estaba engalanado el jardín, destacándose en el centro la airosa fuente de mármol, rodeada de una corona de crisantemos de variadas especies y matices de color.

Los talleres.

Se pasó de allí á visitar los talleres. Para penetrar en ellos hubo que atravesar un hermoso salón, alto de techos, que sirvió un día de capilla á los opulentos dueños de la casa y que ahora servirá de suplemento á la terraza del jardín en los días lluviosos. Allí se evaporaba el espíritu durante algunos momentos en una oración impotente, allí se fortalecerán ahora los cuerpos infantiles en la gimnástica y en los juegos, preparándolos para servir á la sociedad con un trabajo fecundo.

Taller de metales.

En el salón inmediato, alto de techo y con tres ventanales que se abren á la fachada principal enviando luz abundante, está instalado el taller de metales. Aquel es el tesoro industrial de la escuela. De allí puede salir todo el material de enseñanza que se necesite construir con una perfección insuperable. Allí se pueden fabricar cuantos aparatos de física se quiera, y las maquinitas más primorosas, montajes para microscopios, micrótomos, máquinas de fonógrafos, cuanto se necesite, en fin para que los niños puedan apreciar con sus ojos todos los adelantos de la mecánica.

El torno.

El torno de metales es una preciosidad, por su admirable construcción y por la flexibilidad y precisión de sus movimientos automáticos. Se ha traído expresamente de los Estados Unidos que no tienen ya rival en la construcción de máquinas y herramientas para talleres. Posee movimientos automáticos longitudinal y transversal. Pueden tornearse en él superficies cónicas y cilíndricas perfectas, hacerse toda clase de pasos de rosca para tornillaje y taladrarse gruesas planchas de hierro. No hay ajuste, por delicado que sea, que no pueda efectuarse á favor de esta maquinita primorosa que puede moverse á pedal ó por cualquier motor mecánico á cuyo efecto está dotada de originales aparatos de transmisión.

La cepilladora.

La máquina cepilladora es el complemento del torno y procede también de los Estados Unidos. En ella se trabajan las superficies planas como en el torno las de revolución. Posee accesorios para dividir, de suerte que se pueden hacer en ella ruedas dentadas de todas clases y superficies prismáticas con variadas facetas. El avance y todos los movimientos son automáticos. Se mueve á mano, con pedal ó con motor y á este efecto posee un juego de transmisiones muy perfecto. El taller de metales tiene además otros aparatos como el mármol de rectificar superficies planas, hermosa platina, una serradora de hierro y un sólido banco de herrero.

Taller de madera.

En la habitación contigua está instalado el taller de maderas. Destácase en él la serradora mecánica de sierra de cinta. En ella, con pasmosa rapidez, se sierran maderos de hasta 15 centímetros de grueso. Sirve también para bordear, haciéndose con facilidad suma los más bellos adornos y calados. Puede moverse á pedal, con manubrio y por transmisión. Constituye así la serradora un instrumento precioso para la carpintería por la brevedad y la belleza con que se corta en ella la madera, preparándola para las demás labores.

Cuenta el taller de maderas con una colección de cepillos admirablemente construidos en los Estados Unidos, entre ellos un moldurador universal ingeniosísimo con el cual se pueden hacer toda clase de molduras. Hay además colección de piedras do esmeril, grata y todas las herramientas usuales de carpintería. Se está construyendo también un gran torno de madera.

Forja.

El taller de forjar no está montado aún, pero se ha adquirido ya su material y se instalará en una magnífica despensa ó bóveda qué tiene luz directa sobre el jardín.

Laboratorio.

Se montará un bello laboratorio para hacer manipulaciones fotográficas, y en general, químicas, para lo cual hay ya dispuesta la habitación correspondiente.

La clase.

En las demás escuelas, todo el local se reduce á la clase, y se ha hecho bien en precisar hasta el último detalle de la altura de mesas y bancos, con la inclinación que se debe dar á los pupitres, á fin de que no se deformen los cuerpos de los niños, presos en aquella cárcel durante seis horas del día. La clase de la Escuela Laica contiene, sin duda, todos esos refinamientos, porque se ha encargado de la construcción del menaje el especialista de Madrid en carpintería de material pedagógico, pero son innecesarios, porque en la clase no estarán los niños sino breve tiempo, el necesario para escribir y dibujar. Se ha procurado solo, que todo sea en ella sencillo, pulimentado, limpio. Nada de gárrulos carteles colgados sobre las paredes para recoger el polvo. En el frente, ocupando el lugar de honor, el bello cuadro de la Declaración de los Derechos del hombre. En el resto, hoy nada. Más adelante, plantas que alegren los ojos y flores que perfumen el ambiente.

Biblioteca.

Todavía no está instalada por falta de estantería, que se construirán en los talleres; pero ya hay allí preparados para ella, cajones atestados de libros. Se llevarán muchos más. Apenas se instale, constará ya de más de mil volúmenes, y los niños conocerán por sus ojos, todas las obras maestras del espíritu humano, algunas admirablemente ilustradas.

Las demás habitaciones.

Quedan vacantes muchas habitaciones á las que se irá dando la aplicación debida. Para amueblarlas solo dignamente, se necesitaría gastar muchos miles de duros. Mas para eso están allí los talleres, de donde irá saliendo un mobiliario original adecuado al destino que se vaya dando á cada habitación. Repetimos que aquellos talleres son el tesoro de la casa de donde habrán de salir muchas cosas útiles.

Los dos brazos de la casa.

Proclamemos modestamente que la Testamentaría no hubiera podido dar esta magnitud de líneas á la fundación, sin contar con dos brazos fuertes, que han sido las columnas sobre que se ha levantado aquella casa. Es el uno, el profesor Fernando Lorenzo. Es el otro, Luis Lozano.

Fernando Lorenzo.

Tiene este joven, de 22 años, un abolengo famoso en la historia do nuestras libertades patrias. Es nieto del célebre Lorenzo, que fue un día objeto de la admiración y de la gratitud intensa de la España liberal. Es hora propicia de recordar aquel episodio. Al comenzar la primera guerra civil, encontrábase el general Lorenzo de Gobernador militar de Pamplona. D. Carlos había conferido el mando en jefe de su ejército á D. Santos Ladrón, que se había hecho famoso por su valor y por sus triunfos en la guerra de la independencia. Enseñoreado D. Santos Ladrón de la Rioja, y encerrado el ejército liberal en los muros de Pamplona, engreído además con los numerosos triunfos que acababa de conquistar sobre las fuerzas liberales, envió un cartel de reto al general Lorenzo diciéndole que no se atrevería á salir á batirse con él en campo abierto. Recibirlo el general Lorenzo y salir de la plaza con todas las tropas que pudo reunir, reducidas á unos cuatrocientos hombres de á pie y treinta jinetes, fue obra rápida, y á marchas forzadas, corrió á buscar á D. Santos Ladrón, que disponía de más de mil hombres y había elegido el terreno del combate.

Al ímpetu arrollador de aquel león de la guerra, se vio roto y disperso el ejército absolutista, quedando prisioneros treinta y tantos oficiales. En cuanto á D. Santos Ladrón, el General Lorenzo corrió solo hacia él, le sujetó con sus brazos, sostuvo con él una lucha personal, al modo de las de los héroes de la antigüedad, le venció, le desarmó, y le hizo prisionero, guardando como trofeo de su victoria, el sable que llevaba, sable que conserva aún su nieto. Al llegar á Pamplona, con los despojos victoriosos, el Capitán General de Navarra hizo fusilar á todos los prisioneros sin faltar D. Santos Ladrón. Fue el primer golpe terrible que recibió la causa carlista, y la España liberal celebró con inmenso júbilo tan completa victoria, mientras el Gobierno colmaba de empleos y mercedes al General Lorenzo, que llegó á desempeñar más tarde algún tiempo, el cargo de General en jefe del Ejército del Norte.

Pues bien, su nieto, cuyo padre fue también bravo coronel del Ejército, lleva en sus venas esa misma sangre heroica. Solo que respondiendo á la nueva manera de ser de los tiempos la aplica á luchar, no en las conquistas sangrientas de la fuerza, sino en las conquistas más fecundas de la ciencia. Recogido, modesto, rebelde á toda disciplina huera y formulista, menospreciando títulos académicos, se ha aplicado en el recogimiento y en el silencio á fortificar su espíritu y su cuerpo para todas las luchas, logrando a pesar de su aspecto y su estatura de niño, ser el más fuerte de los jóvenes de los gimnasios madrileños, hasta levantar pesos que los hombres más avezados á los trabajos de fuerza apenas pueden mover, según tuvieron ocasión de verlo, admirándolo, los asistentes á la apertura de la escuela.

Sobre ello, ha ido atesorando un caudal creciente de conocimientos químicos y físicos, á favor de un estudio y una lectura infatigables, que le permiten seguir al día las más importantes aplicaciones de la ciencia y singularmente de la electricidad. Todavía, juntando la práctica á la teoría, se ha aplicado á aprender el manejo de las herramientas y mecanismos manuales, de suerte que le son familiares todas las máquinas y herramientas del taller.

¿Dónde encontrar un maestro así? ¿No es este el ideal del maestro moderno? Dirigir á los niños por el camino de las ciencias, iniciarlos en las prácticas de la agricultura y de la industria, cuidar de su desarrollo físico para dar á sus cuerpos la mayor robustez, la mayor fortaleza, la mayor flexibilidad, la mayor belleza; tal es sin duda la meta de la educación moderna. El pleno desenvolvimiento de una enseñanza de este género necesitaba el concurso de tres ó cuatro maestros, y la Testamentaría carece de recursos para retribuir dignamente más que uno. Hubiera habido que renunciar á estas amplias líneas de la enseñanza á no encontrar un joven de las condiciones de Fernando Lorenzo. Nosotros estamos persuadidos de que su fe, su voluntad férrea, su intrepidez en el cumplimiento del deber lo vencerá todo, y que él solo llegará á hacer más que muchos profesores juntos.

Se inicia ahora en los trabajos pedagógicos, sobre que no había pensado; los dominará sin duda; llegará á conocer, con su fervor por el estudio y por la lectura, lo mejor que en pedagogía se vaya practicando por todas partes, y hará del establecimiento cuya dirección se le ha confiado, una obra seria y sólida que dará frutos de bendición á la ciudad de Guadalajara y á la pedagogía española. Con los siervos de la rutina y que trabajan por el salario es en balde esperar nada fecundo, sin la devoción de Fernando Lorenzo por el ideal, su amor á los progresos patrios, sus entusiasmos concentrados hacia todas las obras elevadas y útiles, su aplicación infatigable al trabajo, imposible hubiera sido que aquél enorme edificio de la Escuela, que se encontraba en el mayor abandono, hubiera ido tomando después de más de un año de trabajos incesantes, la nueva fisonomía, ordenada risueña y bella que ya ofrece.

Es así cuanto escribimos, una justicia debida á sus méritos. Pero todavía empresa de tal magnitud. Esta con su fisonomía tan nueva y original, necesitaba otras ayudas. No ha dejado de prestársela, seria, eficaz, preñada de hábiles iniciativas, su compañero y amigo entrañable Luis Lozano, que tanta parte ha puesto en la organización, dirección y ejecución de los trabajos, habiéndose visto á los dos, vistiendo la blusa y las alpargatas del obrero, ejecutar con sus manos obras de carpintería, cerrajería, fontanería, cristalería y hasta de edificación, sin descansar y apartados de todo trato social. Bien que ahora los deberes de su carrera le separen de allí, no olvidará nunca Luis Lozano el prestar á la Escuela naciente su cooperación activa y seria.

La Fundación asegurada.

Como este no faltarán á la Escuela laica de Guadalajara otros padrinos que le presten toda suerte de generosas ayudas. Pero lo esencial está ya hecho. Allí hay una inmensa base de operaciones que permitirá todos los progresos. Y todo se ha hecho con un legado, cuya cuantía no llega á la tercera parte del dinero empleado por sus antiguos dueños en levantar aquella opulenta mansión. Sobre ello, queda asegurada á perpetuidad, la renta necesaria para mantener el personal al servicio de la fundación con fondos que al efecto tiene depositados la Testamentaría en el Banco de España, en títulos de la deuda al 4 por 100.

Nuestra misión está cumplida. Algo de desvelos y de preocupaciones nos ha costado, pero ya está todo hecho á nuestra entera, absoluta satisfacción. No podíamos hacer más. No podíamos ni soñar llegar á tanto. Como nuestros insignes compañeros de testamentaría D. Francisco Pí y Ramón Chíes, nos hubiéramos contentado con cosa mucho más modesta con tal que quedara la fundación completamente asegurada. Un concurso de dichosas circunstancias nos ha favorecido hasta llegar á este resultado. La Escuela laica de Guadalajara, brotada de la primera ardiente llamarada del Librepensamiento español, que estremeció de intensa alegría el gran corazón de su fundador D. Felipe Nieto, será, sin duda, piedra angular del edificio del laicismo patrio, y sobre sus cimientos tan firmes y tan vastos, se podrá llegar con el tiempo á todas las alturas. ¡Manes benditos de D, Felipe Nieto: sonreíd!

DEMÓFILO (Fernando Lozano Montes)

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