La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

1 de septiembre de 2025

Manifiesto de inteligencia republicana de 1930

En 1930 todos los españoles, al margen de su adscripción política, eran conscientes de que asistían al colapso de las instituciones de la Restauración, después de más de medio siglo de lento declive de un régimen que había sido incapaz de dar solución ni a los problemas nacionales del siglo XIX ni a los restos que planteaba el siglo XX. La Dictadura del general Miguel Primo de Rivera lejos de encauzar renovar la monarquía de Alfonso XIII había enajenado al rey casi todos los escasos apoyos con los que contaba en 1923. Todos los sectores ideológicos y todos los grupos sociales, y entre ellos los anarquistas, se proyectaban en un futuro esperanzador mientras los leales al rey aún soñaban con mantenerse al timón del país. En marzo de 1930 se redactó y firmó en Cataluña un Manifiesto de inteligencia republicana que rubricaron políticos y personalidades republicanas y nacionalistas de izquierdas que contó también con el apoyo explícito de algunos sindicalistas, sobre todo de la CNT (Martí Barrera, A. Borrás, Conrad Guardiola, J. Murtra, Juan Peiró y D. Trilles). Tras su publicación en L’Opinió del 2 de mayo de 1930 fue muy criticado entre la base centista y auguraba el conflicto que desembocó en el Manifiesto de los Treinta.


MANIFIESTO DE INTELIGENCIA REPUBLICANA
La actual descomposición del régimen, crudamente confesada por la figura de más alto prestigio entre las fuerzas conservadoras, plantea hoy a los hombres de izquierda, políticos y apolíticos, de Cataluña y de toda España, una cuestión de la máxima gravedad.
Nadie sabe todavía cómo se cerrará el período constituyente abierto con el golpe de Estado del 13 de septiembre. Pero la angustiosa incógnita que planea sobre el pueblo, ha trascendido ya a la conciencia internacional, y todos ven la absoluta impotencia de las medidas gubernamentales ante la catastrófica traducción del hecho en la progresiva depreciación de nuestra unidad monetaria.
He aquí el legado de la Dictadura: el desorden moral y el desguace económico, indisolublemente aparejados.
En el actual estado de cosas, todo los medios que se intenten poner en juego para prolongar la precaria supervivencia de aquello que todos saben condenado a desaparecer –como exponente de un grado de evolución política superado ya en el conjunto de los pueblos cultos- solo servirá para agravar la crisis, más aguda a cada hora que pasa, y para acrecentar los peligros del desenlace.
Solo hay un camino para incorporarnos a la normalidad: el restablecimiento del orden jurídico, con la consagración definitiva de la soberanía popular, y la exigencia de responsabilidades a sus conculcadores.
Los que no lo ven así, o no quieren verlo, basan su sofisticada argumentación asignando al pueblo una trágica incapacidad histórica y augurando todo tipo de convulsiones sangrientas y espantosas calamidades, como si pudiese haber ninguna peor que el envilecimiento colectivo y la lenta agonía de los resortes vitales del país.
Y bien, si no fuese suficiente el mismo hecho de la caída de la Dictadura, anunciada ayer como el presagio de un cataclismo y vivida después como el simple colapso de una ficción ridícula, nosotros, con la significación que nos es conocida, nos dirigimos a la opinión de todos los hombres de ideas honradas para desvanecer de una vez este agitado espantajo, esta pueril amenaza de próximos peligros imaginarios con que se pretende en vano encubrir el mayor peligro de la inestabilidad presente.
Ante la urgencia de definir las posiciones, por encima de los partidos y de las organizaciones –convencidos, sin embargo, de no ser desmentidos ni por los hechos ni por los hombres-, anteponemos hoy nuestra condición de ciudadanos a toda otra adjetivación específica y con plena conciencia del valor de nuestro compromiso, declaramos que estamos dispuestos a trabajar previamente para asegurar un orden político que, instaurado sobre la condición suprema de la justicia, impida definitivamente cualquier subversión de los poderes y lleve al país por las vías jurídicas indispensables para el progreso de los pueblos.
Este nuevo orden político, la República Federal, puede definirse sintéticamente con los siguientes puntos básicos:
I.- Separación de poderes.
II.- Reconocimiento a todos los ciudadanos de la igualdad de sus derechos individuales y sociales.
III.- Reconocimiento a los territorios federados, por su expresa voluntad colectiva, la plena libertad en el uso de su idioma y el desarrollo de su propia cultura.
IV.- Libertad de pensamiento y conciencia. Separación del Estado y de la Iglesia.
V.- Reforma agraria con parcelación de latifundios.
VI.- Reformas sociales al nivel de los Estados capitalistas más avanzados.
Que nadie vea en la solemne declaración de nuestra coincidencia en estos puntos básicos ningún debilitamiento de nuestros ideales particulares. Es la dura experiencia de estos últimos años la que nos dicta hoy nuestro deber, como un imperativo avasallador, dolorosamente convencidos de la inanidad de plantear todo programa máximo sin la previa incorporación de España a la corriente de los pueblos libres, pues solo la nueva legalidad puede hacer compatible el desarrollo civilizado de las luchas políticas con el constante crecimiento de la cultura y la riqueza públicas.
Conscientes de nuestro deber histórico, hacemos, pues, un fervoroso llamamiento a los hombres de buena voluntad de Cataluña y de toda España para que confluyan en sus esfuerzos por la instauración de la República Democrática.
Esta es ahora nuestra palabra, solo condicionada por la urgencia de las circunstancias. Si nuestra voz no encuentra el eco cordial que aspiramos a concitar, nos sentiremos desligados de nuestro compromiso. Pero la responsabilidad de los acontecimientos futuros caería sobre otros.
Barcelona, marzo de 1930.
J. Aleu, J. Aiguader i Miró, Gabriel Alomar, J. Alsamora, Amadeu Aragay, Martí Barrera, Domènec de Bellmunt, Amadeu Bernadó, E. B. de Quirós, A. Borrás, Vicens Botella, R. Caballería, R. Campalans, Joan Casanelles, Joan Casanoves, F. Cases i Sala, C. Comeron, P. Comes i Calvet, Lluís Companys, Pere Foix, J. Fronjosà, Eladi Gardó, L. Gelabert, E. Granier-Barrera, Conrad Guardiola, Ot Hurtado, Edmond Iglésies, J. Jover, E. Layret, J. Lluhí i Vallescà, Marfull, L. Martínez, Josep María Massip, J. Mateu, J. Mies, A. Moles i Caubet, A. Montaner, F. de Muntanyà, J. Murtra, J. Mussoles, L. Nicolau D’Olwer, Joan Ors, J. Peiró, J. L. Pujol i Font, A. Roca, Cosme Rofes, A. Rovira i Virgili, Ángel Samblancat, M. Serra i Moret, Carles Soldevila, D. Trilles, T. Tusó, J. Valentí i Camp, Abel Velilla, J. Ventalló, J. Viadiu, S. Vidal, J. Viladomat, A. Vilalta Vidal, Joan B. Vives y Josep Xirau.

22 de agosto de 2025

La Casa de Maternidad de Guadalajara

La falta de métodos anticonceptivos eficaces, la miseria de tantas familias, el sistema patriarcal que pretendía sojuzgar a la mujer a la voluntad del hombre y la presión social de la Iglesia Católica, que alimentaba el chismorreo maledicente, provocaron que, hasta bien entrado el siglo XX, muchas mujeres no encontrasen otra salida que deshacerse de sus hijos, fruto de embarazos no deseados. El drama de los expósitos, de los huérfanos abandonados secretamente por sus madres y familias, era una lacra social que, a veces solo para evitar la deshonra de las mujeres, condenaba a la marginalidad a niños y niñas inocentes. Las soluciones basadas en la caridad cristiana recluían en guetos a los expósitos o incluseros; hasta que el nuevo Estado liberal, aún con todas sus deficiencias, intentó dar una solución humanitaria a estos mal llamados “hijos del arroyo”. Guadalajara fue una de las primeras provincias españolas en amparar a los huérfanos a través de una pionera Junta de Damas y su Casa de Maternidad, y quizás por eso en 1895 se solicitó desde el gobierno español un informe, creemos que hasta ahora inédito, que reproducimos.

Huérfanas de Oficiales del Ejército en el patio del Palacio del Infantado

Casa provincial de Maternidad y Expósitos, huérfanos y desamparados en Guadalajara

Datos para el Congreso internacional de Florencia, en pro de la infancia, el año 1895.

En cumplimiento de lo prevenido a esta Oficina benéfica en 12 del actual, por la Comisión provincial de la Excma. Diputación, a consecuencia de la R.O. de Gobernación fecha 30 Enero p[róximo] p[asado], interesando datos el Gobierno de Italia para el Congreso que se celebrará en Florencia el presente año 1895 en beneficio de la infancia, expondré, siquiera breve y sucintamente, la creación y desenvolvimiento de la Casa de Maternidad y expósitos de esta provincia, establecida en la Capital.

No obstante el espíritu y letra expansivos y altamente humanitarios de la Real pragmática sancionada por Carlos IV en 23 de Febrero de 1794, para que, entre otras cosas, se considerase a los expósitos de ambos sexos libres de toda mancha o excepción odiosa, igualándolos a los demás ciudadanos, vasallos entonces del Reino, y de lo dispuesto en la ley de Enero 1822, tan previsora, que en su artículo 52 consideraba ya como obra digna de reconocimiento de la Nación, el recoger para conducirle a la Casa de Maternidad cualquier niño expósito o abandonado, repito que, no obstante esas y otras disposiciones legales, yo no he hallado ni conozco dato alguno de haberse establecido Casa provincial de expósitos en Guadalajara hasta 1838; bien es verdad que, en épocas anteriores, estaban confiados tales deberes humanitarios, en primer término, a las Corporaciones municipales; pero la provincia de Guadalajara mandaba ya sus expósitos a Madrid, con 4 ducados (11 pesetas) por cada uno, como otras limítrofes, hasta que a instancia de la Junta de Damas de honor y mérito de la Corte, se dispuso por R.O. de 26 Marzo de 1838, que cesase la costumbre de conducir a Madrid los niños expósitos, y que cada provincia sostuviese sus respectivas Casas benéficas.

De aquí arranca, pues, el comienzo o primera fundación, aunque provisional entonces, de la Casa de Maternidad y expósitos de Guadalajara, quedando instalada en 10 de abril del referido año 1838, con solo seis camas, en el patio del extinguido Convento de la Concepción, sito en la Plaza de Moreno, previo pago del alquiler correspondiente.

Después fue trasladado el Establecimiento a otro local más capaz, y por fin en el año 1852, se adquirió el edificio sito en la Calle de Salazaras, donde está instalado desde aquella fecha tan benéfico Asilo, que es hoy ventilado, de regulares condiciones higiénicas y espacioso para doscientos acogidos de diversas edades y sexos.

En la Ciudad de Sigüenza y Villa de Atienza existían y aún siguen tornos para exponer niños; el de la última población, Atienza, continúa como Sucursal o Hijuela de la provincial; exponen al año 6 u 8 niños, que los da a lactar el administrador que allí existe, con una corta gratificación, interviniendo sus operaciones uno de los Párrocos del pueblo.

En Sigüenza existe Torno y Establecimiento benéfico para expósitos, mas no por cuenta de la provincia, en el que según el decir del Cabildo Catedral, con referencia a la fundación, deben recibirse en aquella Casa los expósitos de todo el Obispado y por eso lo administra la Mitra y cobra sus rentas. En el año 1839 ingresaban de cuarenta a cuarenta y cinco niños, término medio anual.

Parece, pues, que no deberían mandar a la Inclusa provincial de la Capital, niños del Obispado de Sigüenza, sobre todo del Partido a que da nombre y Molina; pero aunque no en mucho número, vienen, sin duda amparados en la ley de beneficencia de 20 Junio 1849 y Reglamento para su ejecución de 14 Mayo del 52, que obliga a las provincias al sostenimiento de Casas de Maternidad y de expósitos.

En dicha Casa-Inclusa provincial de Guadalajara, donde también son admitidos niños huérfanos y desamparados de tierna edad, ingresan por término medio anual , de 80 a 90, hallando en las Hijas de la Caridad el cuidado y consuelo de tan caritativa institución. Para la lactancia provisional de aquellas tiernas criaturas, existen dos amas internas, cada cual con su niño, y tan luego como ingresa otra criatura, se avisa a una nodriza externa, ya casada o viuda, residente en la provincia de las que tienen solicitado criar y, previa exhibición de informes de buena conducta moral, y reconocimiento facultativo, se les hace entrega del expósito, retribuyéndolas en su día con 12 y media pesetas mensuales, hasta que la criatura cumpla la edad reglamentaria de 15 meses, y desde esta edad hasta la de 8 años, 7 y media pesetas al mes. Se oficia, desde luego, a los alcaldes para que ellos y sus Juntas municipales de los pueblos respectivos estén a la mira del trato y educación que la nodriza dé al acogido. Al cumplir los 8 años de edad, devuelven algunos niños y niñas a la Inclusa, donde reciben instrucción primaria hasta los 12 ó 13 años, pasando luego, los varones a Talleres mecánicos de varios oficios, y las muchachas se ocupan en labores de su sexo, hasta que a los 18 años los primeros y 20 ellas, son emancipados por regla general y salen del Establecimiento, excepto los enfermos o inútiles para ganar libremente los medios de subsistencia.

La Diputación, siempre solícita en pro del menesteroso, auxilia también con 7’50 pesetas al mes, a ciertas familias pobres y honradas, para ayuda de lactancia de sus hijos.

Por último, se acompañan dos Reglamentos para el régimen interior de la Casa de Maternidad y expósitos, por más que bastantes de sus artículos y disposiciones necesitan, según está reconocido, importantes modificaciones.

Es cuanto cree deber manifestar el que suscribe.

Guadalajara 16 de febrero de 1895.

El Secretario Contador, Julián Ramírez.

25 de febrero de 2024

La Escuela Laica de Guadalajara

Las Dominicales del Libre Pensamiento fue un semanario declaradamente laico y abiertamente anticlerical que nació en 1883 gracias a la iniciativa de Ramón Chíes y Fernando Lozano Montes, alineados políticamente con el republicanismo más intransigente de Manuel Ruiz Zorrilla o Francisco Pi y Margall. Este último, junto a los dos promotores del semanario, fueron nombrados albaceas testamentarios por Felipe Nieto Benito, un militar federal que legó todos sus bienes para la fundación de una Escuela Laica para niños en Guadalajara, la ciudad en la que había crecido. En 1902, tras el fallecimiento de la hermana de Felipe Nieto, el único albacea testamentario superviviente, Fernando Lozano, pudo establecer la Escuela Laica en la capital alcarreña y recoger la noticia en un amplio reportaje, firmado por él con su seudónimo de Demófilo, publicado en Las Dominicales del Libre Pensamiento en su número del 11 de noviembre de 1903.

LA ESCUELA LAICA DE GUADALAJARA

El edificio.
La casa adquirida en propiedad por la testamentaría de D. Felipe Nieto para servir de Escuela laica es un vasto edificio que consta de un cuerpo central y dos hotelitos ó pabellones laterales. Sobre ello, tiene separada, pero en la misma línea de fachada, una casa pintoresca de estilo suizo. A lo largo de la fachada que mira al jardín hay una amplia terraza, destinada al recreo y esparcimiento de los niños. Allí jugarán, allí harán gimnasia, allí darán muchas clases en los días de temperatura benigna. Aire, luz, alegría, he ahí el elemento propio del niño.

Paseo por el jardín.
Bajando al jardín, por la izquierda, se encuentra un pabelloncito, recién construido, destinado á desahogo y limpieza, con sus inodoros en el centro, á un lado los urinarios y á otro los lavabos, todo provisto de agua abundante que baja del gran depósito, semejante á los de los ferrocarriles, que se levanta al lado sobre pintoresco pilar cilíndrico recubierto de yedra.
Más abajo está el grande invernadero, con su cuarto de semillas y su fuente, y siguiendo más adelante, el invernadero pequeño, de flexible y elegante armadura de hierro, con su escalera para subir sobre la cubierta, desde donde se domina un amplio horizonte. La fuente de este invernadero es una gruta, de entre cuyas peñas brotan surtidores de agua. En aquella parte comienza el gran balcón del jardín, formado de una larga banda de asientos de piedra, sobre que descansa fuerte y maciza balconadura de hierro. De pie, sobre los asientos de piedra y apoyados sobre el balconaje, se contempla el bello paisaje de un valle estrecho, sembrado de huertas que fertiliza un arroyo, oculto por espesa maleza. La hermosa huerta, situada abajo sobre la hondonada profunda, cortada á pico y defendida por sólida fábrica de albañilería, pertenece á la Escuela. Mirando á la derecha, sobre el montículo de una revuelta del valle, se ve la casa del hortelano, perteneciente también á la Escuela, como la huerta que está á sus pies y se prolonga un largo trecho.
Siguiendo á lo largo del balcón, se encuentra una verja que da acceso á la bajada de la huerta. El espeso macizo de árboles que hay hacia aquella parte, cubriendo la hondonada, donde jamás penetra el sol, la profundidad abrupta del terreno, el ruido que forman al caer despeñándose las aguas de un arroyuelo, dan á aquel sitio un aspecto que recuerda el Monasterio de Piedra. Aquel lugar impenetrable á los rayos del sol en verano, y poblado de ruiseñores y jilgueros que en las alboradas de primavera aturden los oídos con su charla estrepitosa, es verdaderamente delicioso. Hacia aquella parte, penetrando en el jardín, está el campo destinado á experiencias agrícolas, donde cada niño cultivará su parcela de terreno. Todo esto lo fueron viendo los asistentes á la apertura de la Escuela, pudiendo apreciar la variedad y frondosidad de los árboles, como la profusión de flores otoñales de que estaba engalanado el jardín, destacándose en el centro la airosa fuente de mármol, rodeada de una corona de crisantemos de variadas especies y matices de color.

Los talleres.
Se pasó de allí á visitar los talleres. Para penetrar en ellos hubo que atravesar un hermoso salón, alto de techos, que sirvió un día de capilla á los opulentos dueños de la casa y que ahora servirá de suplemento á la terraza del jardín en los días lluviosos. Allí se evaporaba el espíritu durante algunos momentos en una oración impotente, allí se fortalecerán ahora los cuerpos infantiles en la gimnástica y en los juegos, preparándolos para servir á la sociedad con un trabajo fecundo.

Taller de metales.
En el salón inmediato, alto de techo y con tres ventanales que se abren á la fachada principal enviando luz abundante, está instalado el taller de metales. Aquel es el tesoro industrial de la escuela. De allí puede salir todo el material de enseñanza que se necesite construir con una perfección insuperable. Allí se pueden fabricar cuantos aparatos de física se quiera, y las maquinitas más primorosas, montajes para microscopios, micrótomos, máquinas de fonógrafos, cuanto se necesite, en fin para que los niños puedan apreciar con sus ojos todos los adelantos de la mecánica.

El torno.
El torno de metales es una preciosidad, por su admirable construcción y por la flexibilidad y precisión de sus movimientos automáticos. Se ha traído expresamente de los Estados Unidos que no tienen ya rival en la construcción de máquinas y herramientas para talleres. Posee movimientos automáticos longitudinal y transversal. Pueden tornearse en él superficies cónicas y cilíndricas perfectas, hacerse toda clase de pasos de rosca para tornillaje y taladrarse gruesas planchas de hierro. No hay ajuste, por delicado que sea, que no pueda efectuarse á favor de esta maquinita primorosa que puede moverse á pedal ó por cualquier motor mecánico á cuyo efecto está dotada de originales aparatos de transmisión.

La cepilladora.
La máquina cepilladora es el complemento del torno y procede también de los Estados Unidos. En ella se trabajan las superficies planas como en el torno las de revolución. Posee accesorios para dividir, de suerte que se pueden hacer en ella ruedas dentadas de todas clases y superficies prismáticas con variadas facetas. El avance y todos los movimientos son automáticos. Se mueve á mano, con pedal ó con motor y á este efecto posee un juego de transmisiones muy perfecto. El taller de metales tiene además otros aparatos como el mármol de rectificar superficies planas, hermosa platina, una serradora de hierro y un sólido banco de herrero.

Taller de madera.
En la habitación contigua está instalado el taller de maderas. Destácase en él la serradora mecánica de sierra de cinta. En ella, con pasmosa rapidez, se sierran maderos de hasta 15 centímetros de grueso. Sirve también para bordear, haciéndose con facilidad suma los más bellos adornos y calados. Puede moverse á pedal, con manubrio y por transmisión. Constituye así la serradora un instrumento precioso para la carpintería por la brevedad y la belleza con que se corta en ella la madera, preparándola para las demás labores. Cuenta el taller de maderas con una colección de cepillos admirablemente construidos en los Estados Unidos, entre ellos un moldurador universal ingeniosísimo con el cual se pueden hacer toda clase de molduras. Hay además colección de piedras do esmeril, grata y todas las herramientas usuales de carpintería. Se está construyendo también un gran torno de madera.

Forja.
El taller de forjar no está montado aún, pero se ha adquirido ya su material y se instalará en una magnífica despensa ó bóveda qué tiene luz directa sobre el jardín.

Laboratorio.
Se montará un bello laboratorio para hacer manipulaciones fotográficas, y en general, químicas, para lo cual hay ya dispuesta la habitación correspondiente.

La clase.
En las demás escuelas, todo el local se reduce á la clase, y se ha hecho bien en precisar hasta el último detalle de la altura de mesas y bancos, con la inclinación que se debe dar á los pupitres, á fin de que no se deformen los cuerpos de los niños, presos en aquella cárcel durante seis horas del día. La clase de la Escuela Laica contiene, sin duda, todos esos refinamientos, porque se ha encargado de la construcción del menaje el especialista de Madrid en carpintería de material pedagógico, pero son innecesarios, porque en la clase no estarán los niños sino breve tiempo, el necesario para escribir y dibujar. Se ha procurado solo, que todo sea en ella sencillo, pulimentado, limpio. Nada de gárrulos carteles colgados sobre las paredes para recoger el polvo. En el frente, ocupando el lugar de honor, el bello cuadro de la Declaración de los Derechos del hombre. En el resto, hoy nada. Más adelante, plantas que alegren los ojos y flores que perfumen el ambiente.

Biblioteca.
Todavía no está instalada por falta de estantería, que se construirán en los talleres; pero ya hay allí preparados para ella, cajones atestados de libros. Se llevarán muchos más. Apenas se instale, constará ya de más de mil volúmenes, y los niños conocerán por sus ojos, todas las obras maestras del espíritu humano, algunas admirablemente ilustradas.

Las demás habitaciones.
Quedan vacantes muchas habitaciones á las que se irá dando la aplicación debida. Para amueblarlas solo dignamente, se necesitaría gastar muchos miles de duros. Mas para eso están allí los talleres, de donde irá saliendo un mobiliario original adecuado al destino que se vaya dando á cada habitación. Repetimos que aquellos talleres son el tesoro de la casa de donde habrán de salir muchas cosas útiles.

Los dos brazos de la casa.
Proclamemos modestamente que la Testamentaría no hubiera podido dar esta magnitud de líneas á la fundación, sin contar con dos brazos fuertes, que han sido las columnas sobre que se ha levantado aquella casa. Es el uno, el profesor Fernando Lorenzo. Es el otro, Luis Lozano.

Fernando Lorenzo.
Tiene este joven, de 22 años, un abolengo famoso en la historia do nuestras libertades patrias. Es nieto del célebre Lorenzo, que fue un día objeto de la admiración y de la gratitud intensa de la España liberal. Es hora propicia de recordar aquel episodio. Al comenzar la primera guerra civil, encontrábase el general Lorenzo de Gobernador militar de Pamplona. D. Carlos había conferido el mando en jefe de su ejército á D. Santos Ladrón, que se había hecho famoso por su valor y por sus triunfos en la guerra de la independencia. Enseñoreado D. Santos Ladrón de la Rioja, y encerrado el ejército liberal en los muros de Pamplona, engreído además con los numerosos triunfos que acababa de conquistar sobre las fuerzas liberales, envió un cartel de reto al general Lorenzo diciéndole que no se atrevería á salir á batirse con él en campo abierto. Recibirlo el general Lorenzo y salir de la plaza con todas las tropas que pudo reunir, reducidas á unos cuatrocientos hombres de á pie y treinta jinetes, fue obra rápida, y á marchas forzadas, corrió á buscar á D. Santos Ladrón, que disponía de más de mil hombres y había elegido el terreno del combate.
Al ímpetu arrollador de aquel león de la guerra, se vio roto y disperso el ejército absolutista, quedando prisioneros treinta y tantos oficiales. En cuanto á D. Santos Ladrón, el General Lorenzo corrió solo hacia él, le sujetó con sus brazos, sostuvo con él una lucha personal, al modo de las de los héroes de la antigüedad, le venció, le desarmó, y le hizo prisionero, guardando como trofeo de su victoria, el sable que llevaba, sable que conserva aún su nieto. Al llegar á Pamplona, con los despojos victoriosos, el Capitán General de Navarra hizo fusilar á todos los prisioneros sin faltar D. Santos Ladrón. Fue el primer golpe terrible que recibió la causa carlista, y la España liberal celebró con inmenso júbilo tan completa victoria, mientras el Gobierno colmaba de empleos y mercedes al General Lorenzo, que llegó á desempeñar más tarde algún tiempo, el cargo de General en jefe del Ejército del Norte.
Pues bien, su nieto, cuyo padre fue también bravo coronel del Ejército, lleva en sus venas esa misma sangre heroica. Solo que respondiendo á la nueva manera de ser de los tiempos la aplica á luchar, no en las conquistas sangrientas de la fuerza, sino en las conquistas más fecundas de la ciencia. Recogido, modesto, rebelde á toda disciplina huera y formulista, menospreciando títulos académicos, se ha aplicado en el recogimiento y en el silencio á fortificar su espíritu y su cuerpo para todas las luchas, logrando a pesar de su aspecto y su estatura de niño, ser el más fuerte de los jóvenes de los gimnasios madrileños, hasta levantar pesos que los hombres más avezados á los trabajos de fuerza apenas pueden mover, según tuvieron ocasión de verlo, admirándolo, los asistentes á la apertura de la escuela.
Sobre ello, ha ido atesorando un caudal creciente de conocimientos químicos y físicos, á favor de un estudio y una lectura infatigables, que le permiten seguir al día las más importantes aplicaciones de la ciencia y singularmente de la electricidad. Todavía, juntando la práctica á la teoría, se ha aplicado á aprender el manejo de las herramientas y mecanismos manuales, de suerte que le son familiares todas las máquinas y herramientas del taller.
¿Dónde encontrar un maestro así? ¿No es este el ideal del maestro moderno? Dirigir á los niños por el camino de las ciencias, iniciarlos en las prácticas de la agricultura y de la industria, cuidar de su desarrollo físico para dar á sus cuerpos la mayor robustez, la mayor fortaleza, la mayor flexibilidad, la mayor belleza; tal es sin duda la meta de la educación moderna. El pleno desenvolvimiento de una enseñanza de este género necesitaba el concurso de tres ó cuatro maestros, y la Testamentaría carece de recursos para retribuir dignamente más que uno. Hubiera habido que renunciar á estas amplias líneas de la enseñanza á no encontrar un joven de las condiciones de Fernando Lorenzo. Nosotros estamos persuadidos de que su fe, su voluntad férrea, su intrepidez en el cumplimiento del deber lo vencerá todo, y que él solo llegará á hacer más que muchos profesores juntos.
Se inicia ahora en los trabajos pedagógicos, sobre que no había pensado; los dominará sin duda; llegará á conocer, con su fervor por el estudio y por la lectura, lo mejor que en pedagogía se vaya practicando por todas partes, y hará del establecimiento cuya dirección se le ha confiado, una obra seria y sólida que dará frutos de bendición á la ciudad de Guadalajara y á la pedagogía española. Con los siervos de la rutina y que trabajan por el salario es en balde esperar nada fecundo, sin la devoción de Fernando Lorenzo por el ideal, su amor á los progresos patrios, sus entusiasmos concentrados hacia todas las obras elevadas y útiles, su aplicación infatigable al trabajo, imposible hubiera sido que aquél enorme edificio de la Escuela, que se encontraba en el mayor abandono, hubiera ido tomando después de más de un año de trabajos incesantes, la nueva fisonomía, ordenada risueña y bella que ya ofrece.
Es así cuanto escribimos, una justicia debida á sus méritos. Pero todavía empresa de tal magnitud. Esta con su fisonomía tan nueva y original, necesitaba otras ayudas. No ha dejado de prestársela, seria, eficaz, preñada de hábiles iniciativas, su compañero y amigo entrañable Luis Lozano, que tanta parte ha puesto en la organización, dirección y ejecución de los trabajos, habiéndose visto á los dos, vistiendo la blusa y las alpargatas del obrero, ejecutar con sus manos obras de carpintería, cerrajería, fontanería, cristalería y hasta de edificación, sin descansar y apartados de todo trato social. Bien que ahora los deberes de su carrera le separen de allí, no olvidará nunca Luis Lozano el prestar á la Escuela naciente su cooperación activa y seria.

La Fundación asegurada.
Como este no faltarán á la Escuela laica de Guadalajara otros padrinos que le presten toda suerte de generosas ayudas. Pero lo esencial está ya hecho. Allí hay una inmensa base de operaciones que permitirá todos los progresos. Y todo se ha hecho con un legado, cuya cuantía no llega á la tercera parte del dinero empleado por sus antiguos dueños en levantar aquella opulenta mansión. Sobre ello, queda asegurada á perpetuidad, la renta necesaria para mantener el personal al servicio de la fundación con fondos que al efecto tiene depositados la Testamentaría en el Banco de España, en títulos de la deuda al 4 por 100.
Nuestra misión está cumplida. Algo de desvelos y de preocupaciones nos ha costado, pero ya está todo hecho á nuestra entera, absoluta satisfacción. No podíamos hacer más. No podíamos ni soñar llegar á tanto. Como nuestros insignes compañeros de testamentaría D. Francisco Pí y Ramón Chíes, nos hubiéramos contentado con cosa mucho más modesta con tal que quedara la fundación completamente asegurada. Un concurso de dichosas circunstancias nos ha favorecido hasta llegar á este resultado. La Escuela laica de Guadalajara, brotada de la primera ardiente llamarada del Librepensamiento español, que estremeció de intensa alegría el gran corazón de su fundador D. Felipe Nieto, será, sin duda, piedra angular del edificio del laicismo patrio, y sobre sus cimientos tan firmes y tan vastos, se podrá llegar con el tiempo á todas las alturas. ¡Manes benditos de D, Felipe Nieto: sonreíd!
Demófilo (Fernando Lozano Montes)