La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

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18 de junio de 2022

La Ley de Jurados Mixtos de la Primera República

La irrupción de la llamada “cuestión social”, que no era más que el eufemismo que ocultaba la rebelión de unas clases populares industriales hasta entonces más sumisas y calladas frente a la explotación de unas élites inútiles y corruptas, amenazó la vida política y social española desde mediados del siglo XIX. Frente a la organización y actividad de los trabajadores que reclamaban justicia e igualdad, la burguesía ofrecía fórmulas que tenían en común el rechazo al reparto de la riqueza y al ocaso de los privilegios. Algunos, más cerriles, todo lo fiaban a la represión; otros, más agudos, proponían al educación como motor de una supuesta igualdad de oportunidades; y aún había otros que postulaban cambios legales que recortasen las aristas más dolorosas de la explotación. Entre estos últimos destaca, en España, José Fernando González, republicano federal y ministro de Fomento durante la Primera República que propuso una Ley de Jurados Mixtos, pionera en el derecho laboral europeo, y que ya formaba parte del Programa intransigente que presentaba La Justicia Federal en junio de 1873. Reproducimos el proyecto de ley, que nunca entró en vigor, y la respuesta de los internacionalistas españoles, a través de su portavoz, La Federación, rechazando con argumentos la tramposa armonía de unos órganos de conciliación que hoy se llaman Comités de Empresa.

Proyecto de Ley presentado por el Sr. Ministro de Fomento creando Jurados Mixtos para dirimir las diferencias que puedan surgir entre propietarios y obreros
A LAS CORTES
La profunda crisis que la sociedad atraviesa en los presentes tiempos ha determinado graves perturbaciones en el orden económico, poniendo en pugna los distintos elementos y fuerzas que a la producción de la riqueza contribuyen, y dando lugar a que se estimen como irreconciliables enemigos los que, ora con el esfuerzo de su brazo, ora con el de su inteligencia, ora, en fin, mediante el empleo de un capital que representa la acumulación de anterior trabajo, concurren de consuno a crear la riqueza transformando a impulsos de la industria los productos naturales, convirtiendo en dócil instrumento del espíritu la fuerza ciega de la naturaleza y lanzando con vigoroso impulso a la sociedad por los anchos derroteros del progreso, debido en nuestro siglo, principalmente, a los adelantamientos maravillosos de la industria.
Accidentes históricos, errores de escuela, perturbaciones políticas, preocupaciones anticuadas, causas de varia índole, en suma, han podido, acaso, acrecentar los odios entre el capital y el trabajo: han envenenado las pasiones y han traído, como lógico e ineludible resultado, colisiones lamentables y dolorosas luchas, tan funestas para el bienestar de las clases trabajadoras como dañosas para el cumplimiento del fin económico, no menos esencial que los restantes fines que en unión con él constituyen el total destino asignado a la especie humana por la ley misma de su naturaleza.
No es maravilla, por tanto, que los pensadores como los políticos hayan procurado poner eficaz remedio a mal tan grave, apurando para ello todos los recursos posibles, y apelando lo mismo a los sanos consejos de la razón práctica, que a las peligrosas sugestiones de la utopía.
Diversas y aun contradictorias han sido las soluciones que a tan temido problema han propuesto las diferentes escuelas; no pocas han pecado de excesivo exclusivismo, cayendo con frecuencia, ora en un anárquico individualismo que rompe todo lazo social y confía los humanos destinos a las sugestiones, no siempre acertadas ni justas, del interés individual, ora en un socialismo absorbente, que suprimiendo uno de los términos del problema, resucita en nuestros tiempos la guerra de clases o sacrifica los beneficios de la libertad y las necesidades más altas de la vida moral, en aras de los apetitos materiales y de las más desenfrenadas pasiones. Extraviado el pensamiento por tales caminos, no ha podido ser la concordia el punto de estos esfuerzos, ni la resolución racional de las crisis sociales el resultado de estos trabajos.
A que males semejantes no hallen fácil remedio contribuye, a no dudarlo, la carencia de instituciones dotadas de fuerza y autoridad bastantes para mediar entre capitalistas y obreros y dirimir las cuestiones que entre ellos se susciten, dando de esta suerte la paz y armonía necesarias a los que, contra todo pensamiento de odio y toda sugestión apasionada, deben considerarse como colaboradores y copartícipes en una obra común de que unos y otros son indispensables factores, y no como irreconciliables enemigos. Este aspecto de la cuestión ha sido reconocido por los políticos, a que se debe la idea de los jurados mixtos, institución que ha de ser paliativo eficaz, ya que no decisivo remedio, de las perturbaciones que la lucha entre el capital y el trabajo engendra, y que será además el germen de la fundamental institución que rija en su día el orden económico, a la manera que el Estado gobierna el orden jurídico, la Universidad el orden científico y la Iglesia el orden religioso.
Respondiendo a esta necesidad de los tiempos, y cediendo de buen grado a los clamores de la opinión unánime, que demanda reformas sociales que, sin destruir las bases en que el edificio social descansa, ni lastimar derechos adquiridos, ni quebrantar violentamente respetables tradiciones, faciliten a las clases trabajadoras los medios necesarios para mejorar su condición y elevar el nivel de su bienestar moral y material, el Ministro que suscribe, de acuerdo con el Poder ejecutivo, tiene el honor de presentar a las Cortes Constituyentes el adjunto
PROYECTO DE LEY
Artículo 1º. Para dirimir equitativa y amistosamente las diferencias que puedan surgir entre propietarios, empresarios o fabricantes, y colonos, braceros u obreros, se instituirán jurados mixtos en todas las localidades donde la Diputación provincial respectiva lo acuerde, bien espontáneamente, bien a instancia de cualquier interesado. La denegación en este último caso habrá de ser fundada y se insertará en los periódicos oficiales.
Art. 2º El jurado se instituirá con arreglo a las siguientes bases:
Primera. Habrá un jurado para cada industria.
Segunda. Serán electores para constituirlo todos los que en la localidad tomen parte en la industria respectiva, en concepto de capitalistas u obreros y estén en el goce de sus derechos civiles y políticos.
Tercera. Son elegibles todos los ciudadanos, cualesquiera que sean su profesión y vecindad, que estén también en el pleno goce de sus derechos civiles y políticos.
Cuarta. Los electores se dividirán en dos grupos: uno de obreros y otro de capitalistas.
Quinta. Los electores de cada grupo elegirán cuatro jurados: dos pertenecientes a la condición de capitalistas y dos a la de obreros.
Sexta. La elección será directa, y el voto público.
Séptima. El jurado elegido funcionará durante un año, renovándose por mitad en cada uno.
Octava. Los ocho elegidos para constituir el jurado, nombrarán de fuera de su seno un presidente. Si no lograsen ponerse de acuerdo, lo elegirá el Ayuntamiento de la localidad.
Novena. El Ayuntamiento, también por sí o por medio de sus alcaldes o concejales, preparará las elecciones, las presidirá y proclamará los candidatos.
Décima. Si en la elección y constitución del jurado se faltase a alguna de las bases expresadas, podrá entablarse por cualquiera de los interesados o por el ministerio público recurso de nulidad, que sustanciará y decidirá el tribunal colegiado del partido o del territorio.
Art. 3° El jurado mixto es el único tribunal competente para resolver las cuestiones civiles que ocurran entre capitalistas y obreros con motivo del cumplimiento de los contratos que hayan celebrado libremente entre sí, siendo en estos asuntos su fallo inapelable y ejecutivo.
Art. 4° Todos los capitalistas y obreros que hayan solicitado su inclusión en las listas electorales para la formación del jurado, quedan obligados a someter al mismo todas cuantas diferencias ocurran entre ellos acerca del salario, horas de trabajo, forma de éste, etc., y acatar lo que el jurado acuerde.
Art. 5° Así los capitalistas como los obreros que no hayan intervenido en la formación del jurado, podrán, sin embargo, solicitar la intervención de éste en su caso, entendiéndose que cuando lo verifiquen se considerarán sometidos a su jurisdicción y, por lo tanto, obligados a aceptar y cumplir los acuerdos del jurado.
Art. 6° Cada jurado nombrará dos individuos de su seno, para que asistan en su representación al Congreso que se ha de reunir en Madrid el día 15 de octubre de cada año, con el fin de dar cuenta del resultado obtenido durante el año por esta institución, y de proponer cuanto dichos representantes estimen conducente al desarrollo y organización de la industria.
Madrid, 14 de agosto de 1973. El Ministro de Fomento, José Fernando González.
Diario de Sesiones, 14 de agosto de 1873.


Hoy que por algunos se insiste en la formación de los jurados mixtos, y que La Independencia se ha ocupado de esta cuestión, debemos hacernos cargo de lo que estos jurados son, de lo que estos jurados significan, a fin de que nuestros hermanos los trabajadores no se dejen sorprender.
Los jurados mixtos para resolver sobre las diferencias que pueden surgir entre los fabricantes o los patronos y los obreros, se componen, como su mismo nombre lo indica, de igual número de fabricantes o patronos que de obreros. Si en una o varias fábricas o talleres surge una diferencia sobre el número de horas de trabajo diario, sobre el precio de los jornales o de la mano de obra, etc., se somete la diferencia al jurado del oficio correspondiente, y éste decide si son los patronos o los obreros los que deben ceder.
Ahora bien: todos sabemos la influencia que la sola presencia del fabricante o patrón ejerce sobre los trabajadores; todos sabemos de cuántos medios de coacción moral y material pueden aquéllos disponer para hacer que los obreros que, juntamente con ellos componen el jurado, falten a su deber; no es nada difícil, pues, que uno de los jurados obreros se pase al bando, se ponga de parte de los patronos. Ya tenéis, pues, al jurado dando un fallo contrario a la justicia, contrario a los intereses de los trabajadores, y éstos no tienen más medio que acatarlo o pasar plaza de díscolos, puesto que se niegan a respetar los acuerdos de un jurado nombrado por ellos mismos.
En los jurados mixtos todas las ventajas estarían de parte de los patronos; todas las desventajas de parte de los obreros. Aquéllos tienen mil medios de seducir e imponerse a éstos; éstos no tienen medio alguno, no ya de seducir, sino de hacer entender la razón a aquéllos.
Con la institución de estos jurados como cómplices de la explotación de que el capitalista los hace víctimas, puesto que, aparentemente á lo menos, tendrían voz y voto, por medió de sus representantes, en las discusiones en que se fijasen las bases del trabajó. Del mismo modo, por medió de esa falsa apariencia de sufragio universal, se hace á los pueblos responsables de las leyes votadas por los que se llaman sus representantes, leyes que la mayor parte de las veces, por no decir siempre, son contrarias á los intereses de aquéllos.
Los jurados mixtos que los burgueses proponen son, en una palabra, la hipócrita máscara con que encubren su deseo de seguir imponiéndose a los trabajadores que ven escapárseles de las manos por momentos. Y aun estos inconvenientes no son los mayores que se presentan; lo más grave es que los mismos que patrocinan los jurados mixtos saben cuán ineficaces son para armonizar los intereses de los obreros con los de los fabricantes, de suyo inarmonizables. Mala fe e ignorancia es lo que tienen los partidarios de esas medias tintas, de esas soluciones que nada resuelven. La emancipación, el bienestar de los trabajadores, sólo pueden alcanzarse por la desaparición completa y radical como clase de los explotadores, capitalistas, propietarios ó fabricantes que viven del robo que ejercen sobre nuestro trabajo.
La Federación, 20 de noviembre de 1873

4 de enero de 2013

El Congreso de la Internacional de Basilea en 1869

La historiografía oficial ha mostrado a la Primera Internacional como resultado de la iniciativa y dirección de Marx y Engels y ha reducido la presencia de los anarquistas a una operación de infiltración ajena a los obreros internacionalistas de la primera hora, al mismo tiempo que ha minusvalorado, cuando no ha silenciado, la presencia de otras corrientes ideológicas entre los fundadores y defensores de la Internacional obrera. Sin embargo, como casi siempre, la realidad es más compleja que las interesadas simplificaciones de la historiografía marxista. Recogemos aquí el último capítulo del libro La Internacional de los Trabajadores (desde su fundación hasta el Congreso de Basilea) del anarquista James Guillaume, que conoció los hechos de primera mano por participar tan activa como decididamente en los conflictos sociales de su tiempo. Reproducimos la traducción que se publicó en una edición que salió en La Habana en octubre de 1946, homenaje a los anarquistas cubanos que continuaron la lucha de los trabajadores por su emancipación de toda tiranía.
Sucesos revolucionarios de Barcelona, 1869, La Ilustración de Madrid, 27 de abril de 1870
 
V.- GRANDES PROGRESOS DE LA INTERNACIONAL. CUARTO CONGRESO. BASILEA (SEPTIEMBRE 1869)
Los miembros de la segunda Comisión de París que entraron a cumplir condena en la prisión de Saint-Pélagie el 15 de Julio de 1868, salieron de ella el 15 de Octubre. Uno de ellos, Malon, poco tiempo después dio un viaje a Suiza y durante este viaje ingresó como miembro de una sociedad secreta fundada en 1864 por Bakounine y algunos amigos, sociedad llamada Fraternidad Internacional, de la que formaban parte en Francia, Elías y Elíseo Reclus, Arístides Rey y Alfredo Naquet.
Esta participación de Malon en esta sociedad secreta duró poco tiempo, pues la asociación se disolvió en Febrero de 1869 de resultas de un conflicto entre algunos de sus miembros. Una nueva organización secreta fue fundada inmediatamente por los primeros fundadores de la sociedad disuelta, Bakounine, Fanelli y
Friscia; los hermanos Reclus no formaron parte de ella, ni Perron, Joubovsky y Mroczkowsky, que habían pertenecido a la Fraternidad, pero en cambio James Guillaume, Schwitzguébel, Varlin, Keller, Robin, Palix, Sentiñón y Farga Pellicer fueron miembros durante el año 1869.
El hogar de propaganda creado en París en 1865 en la calle de Gravilliers ya no existía, pero el trabajo de difusión de las ideas, por un lado, y el de la organización obrera, por otro, no cesaba e iba en aumento. En el seno de sociedades de resistencia, organizadores como Varlin, Theisz, Pindy, Camelinat, Murat, utilizaban la mayor parte de su silenciosa actividad y la propaganda de las ideas se hacía ahora en las reuniones públicas con un éxito que asombraba hasta a los mismos iniciadores. Varlin, Combault, Bourdon y Malon aceptaron colaborar en un periódico semanal que se fundó en Ginebra en 1868, L'Egalité, órgano de la federación de las secciones suizo-francesas de la Internacional. Bakounine, Perrón, J. Guillaume, fueron los principales redactores y también colaboraron en él De Paepe, Eccarius, Becker y más adelante, Robin. En una de las primeras correspondencias enviadas al periódico desde París, Combault hablaba del movimiento de las reuniones públicas y repitiendo la frase dicha en una de esas reuniones, declaraba que "la Asociación Internacional de Trabajadores nunca había funcionado tan bien en Francia, como después de su disolución".
Entre otras pruebas de su decir citaba el hecho de que habiendo estallado en Basilea una huelga en Noviembre de 1868, había bastado que un miembro de la Internacional, Heligon, hubiera hablado de la huelga en una reunión pública, para que todos los oradores tuviesen a honor narrar los sucesos de Basilea en todas las reuniones, lo que originaba colectas y suscripciones a favor de los huelguistas. "La disolución del Bureau de París, agregaba Combault, ha tenido por resultado, al dispersar un grupo de afiliados regulares compuesto de algunos centenares de miembros, el que se hayan adherido en principios
y de hecho, aunque Irregularmente, todo lo que piensa y obra entre la población trabajadora de París".
Como la osadía de los oradores iba en aumento, el Gobierno se intranquilizó, y se intentaron procesos contra algunos de los más violentos. En la misma correspondencia de que hemos hablado, Combault escribía: "Las persecuciones se multiplican, las condenas cada vez son más fuertes; tres y seis meses de prisión es la pena ordinaria que se aplica a los oradores. Nuestro amigo Briosne, uno de los oradores más capaz y más estimado, acaba de ser condenado a un año".
En otra correspondencia de París en el mismo periódico (número del 3 de Abril), probablemente escrita por Varlin, leemos: "Los ocho meses seguidos de discusiones en las reuniones públicas han hecho ver que la mayoría de los obreros reformadores es comunista. La palabra comunismo levanta tanto odio en el campo de los conservadores como en las vísperas de las jornadas de Junio. Bonapartistas, Orleanistas, clericales y liberales se unen para protestar con indignación... La gran mayoría de los oradores de las reuniones públicas, son reducidos a prisión sobre todo los que proclaman el comunismo".
En 1869 debía verificarse la renovación del Cuerpo legislativo y París se preparaba para las elecciones. No es nuestro intento trazar aquí la historia de la lucha electoral. Es sabido que, en Noviembre de 1868 el proceso intentado contra algunos periódicos que habían abierto una suscripción para elevar un monumento al representante Baudin, hizo que el nombre del Gambetta saliera de la obscuridad, y la opinión lo designó en seguida como el candidato por excelencia de las reivindicaciones democráticas; a su lado Rochefort, Emilio Ollivier y el viejo Raspali, fueron los candidatos favoritos del pueblo. En una correspondencia enviada a L'Egalité de Ginebra, Varlin explicaba la actitud que tomaron los socialistas parisienses en la lucha electoral, de este modo: "El partido socialista no ha presentado candidato en las elecciones generales, pero los oradores socialistas han comprometido a los candidatos radicales a que defiendan los intereses del pueblo". "Las elecciones se verificaron los días 23 y 24 de Mayo; noventa y dos opositores al Imperio fueron elegidos: Gambetta, en París y en Marsella, Bancel, en París y Lyon, y Rochefort fracasó".
En la clase obrera las reivindicaciones se expresaban por medio de huelgas, las de Ginebra (Marzo-Abril). Lausana (Mayo) y las de Bélgica (Abril), tuvieron gran resonancia en toda la nación francesa. En Junio los mineros de Saint-Etienne, de Rive-de-Gier y de Firminy se declararon en huelga; el día 17 hubo una colisión sangrienta entre la tropa y la multitud exasperada que dio lugar a un buen número de muertos y heridos.
Esta matanza impresionó profundamente a la opinión y avivó los odios contra el Gobierno imperial. En Julio las obreras de la industria de la seda de Lyon también se declararon en huelga en número de 8.000; su enérgica actitud y los socorros que le llegaron de todas partes, obligaron a capitular a los patronos.
El Congreso general de la Internacional debía verificarse en Basilea en el mes de Septiembre. Las sentencias de los tribunales no habían disuelto más que el Bureau de París; las secciones de provincias, por una falta de lógica que demuestra la incoherencia de los magistrados bonapartistas, no habían sido perseguidas, y, además, el derecho de ser individualmente miembros de la Internacional no había sido negado a los que se afiliaban directamente en Londres, o por medio de un corresponsal del Consejo general residente en París.
La sociedad de encuadernadores y encuadernadoras de París se había constituido públicamente en sección de la Internacional y no había sido perseguida. En Mayo de 1869, un manifiesto firmado por su presidente Varlin, compromete a las otras sociedades obreras de París a ser representadas en el Congreso de Basilea.
Además, varias sociedades obreras parisienses deseaban constituirse en un grupo de sindicatos, en una cámara federal de las sociedades obreras. Al efecto se elaboró un proyecto; este proyecto lleva la fecha del 3i de Marzo de 1869 y está firmado por Drouchon, mecánico, Solideau, impresor; y Theisz, cincelador. Presentado el proyecto de 3 de Marzo en una reunión de delegados de los diversos grupos corporativos, fue aprobado. Una segunda reunión tuvo lugar el 20 de Mayo, pero después de esta fecha la autoridad prohibió toda reunión, Los delegados de treinta sociedades obreras dirigieron al prefecto de policía, el 16 de Julio, una carta pidiendo explicaciones; el prefecto no respondió y entonces, el 23 de Julio, escribieron al Ministro del Interior, lo que tampoco tuvo resultado, En vista de esto, hacia fines del mes de Agosto las sociedades obreras lanzaron un manifiesto enérgico. Este manifiesto decía: "Vivir bajo esta tutela es indigno de nosotros. No podemos sufrir por más tiempo esta situación, así es que, convencidos que nadie puede limitar el círculo de nuestros estudios y de nuestra acción, nosotros, delegados de las sociedades obreras de París pedimos, como un derecho primordial, inalienable, el derecho de reunión y de asociación sin restricción alguna, y nos declaramos resueltos a proseguir por todos los medios a nuestro alcance, la discusión del proyecto de los estatutos de nuestra federación".
El Congreso de Basilea se celebro desde el domingo 5 de Septiembre de 1869 hasta el domingo 12 del mismo mes y año. Doce sociedades obreras de París fueron representadas que fueron las siguientes: la sección de los obreros encuadernadores: delegado, Varlin, encuadernador; los obreros en bronce: delegado, Landrin; la Sociedad de resistencia de la joyería: delegado, Durand, joyero; la Sociedad de resistencia de los hojalateros: delegado, Roussel, hojalatero; la Cámara sindical de los marmolistas: delegado, Flahaut; la Cámara sindical de los mecánicos: delegado, Murat; la Cámara sindical de los carpinteros: delegado, Pindy; la sociedad de resistencia de los impresores litógrafos: delegado, Franquin; la Cámara sindical de los torneros en metal: delegado, J.A. Langlois; la Cámara sindical y profesional de los zapateros: delegado, Dereure; la Asociación “Libertad de los carpinteros”: delegado, Fruneau; y los obreros marmolistas: delegado, Tartaret. Además, Mollin fue como delegado del círculo parisién de los proletarios positivistas y Chemalé de los afiliados parisienses de la Internacional.
Las provincias enviaron trece delegados: Dosbourg, Aubry, Creusot, Piéton, Borseau, Outhier, Richard, Palix, Bakounine, Monier, Foureau, Tolain y Boudet. De Alemania, llegaron siete delegados, entre ellos Rittinghausen y W. Liebknecht, a los que hay que agregar Becker, Goegg, Janasch, Greulich y Hess. Bélgica estuvo representada por Brismée, Hins, De Paepe, Bastin y Robin; la Suiza francesa envió once delegados, entre ellos Heng, Brosset, J. Guillaume, Schwitzguebel y Fritz Robert; la Suiza alemana envió también once y Austria, dos (Neumayer y Overwinder); de Italia fue un solo enviado, Caporusso; de España, dos: el tipógrafo Farga Pellicer y el médico Sentiñón, y los Estados Unidos mandaron a Cameron, delegado de la National Labour Union. El Consejo General de Londres estuvo representado por seis de sus miembros: Applegarth, Lucraft, Cowell Stepny, Eccarius, Lessner y Jung, que presidió el Congreso.
Sobre la cuestión de la propiedad territorial, el Congreso aprobó por 54 votos contra 4 que “la sociedad tiene el derecho de abolir la propiedad individual del suelo, que debe pertenecer a la comunidad”. Cinco delegados de París, Varlin, Flahaut, Franquin, Dereure y Tartaret, votaron que sí, y cuatro que no, siendo estos Tolain, Pindy, Chemalé y Fruneau; los otros seis delegados se abstuvieron de votar.
Sobre la abolición de la herencia, treinta y dos votos se pronunciaron de conformidad con la proposición de la Comisión, que decía: "el derecho de herencia debe ser completa y radicalmente abolido", Dos delegados de París, Varlin y Dereure votaron sí, siete votaron no (Tartaret, Tolain. Pindy, Chemalé, Frúmeau, Murat y Langlois), los seis restantes se abstuvieron, Solamente 19 votos obtuvo la proposición del Consejo General redactada por Marx. Esta proposición contenía simplemente la indicación de medidas transitorias como la extensión del impuesto sobre sucesiones y limitación del derecho de testar. Todos los delegados de París votaron en contra de esta proposición con excepción de cuatro, que se abstuvieron
La cuestión de la herencia había sido incluida en la orden del día del Congreso a petición del Comité federal de Ginebra, y Marx había visto en esto el resultado de una intriga de Bakounine. El 27 de Julio de 1869 Marx dice a Engels: "Este ruso, está claro, quiere convertirse en el dictador del movimiento europeo. Que ande con cuidado que si no será excomulgado oficialmente". Y Engels responde: "El gordo Bakounine está detrás de todo, esto es evidente. Si este maldito ruso piensa realmente, con sus intrigas, ponerse a la cabeza del movimiento obrero, debemos evitar que pueda hacer daño". En la Comumication confidentieile (Confidentielle Mittheilung) del 29 Marzo de 1870 Marx dice que si el Consejo general consintió en incluir la cuestión de la herencia en la orden del día del Congreso "se hizo para poder asestar a Bakounine un golpe decisivo". Habiendo recaído el golpe contra Marx (puesto que su contra-proposición no obtuvo más que diez y nueve votos), se comprende su furia. Después del voto, Eccarius que estaba en el secreto dejó escapar esta exclamación: "Marx quedará muy descontento". Esta frase ha sido conservada por Bakounine que la oyó personalmente.
Los delegados de Zurich, Bürkly y Greulich, habían propuesto la inscripción en el programa del Congreso de una cuestión que no figuraba en él; la de la legislación directa por el pueblo, y hasta quisieron colocarla a la cabeza de la orden del día. Estos delegados estuvieron apoyados por los alemanes Goegg, Rittinghausen, Liebknecht y combatidos por Robín, Schwitzguébel, Bakounine, Fritz Robert, Hins, Murat, Dereure. El Congreso decidió que la cuestión se discutiría después que se agotara la orden del día, si había tiempo (que no lo hubo).
El debate sobre las sociedades de resistencia fue lo que mejor puso de relieve la concepción federalista y anti-estatista de la mayor parte de los obreros francés, suizo-romandos, belgas, españoles, italianos, en frente de la cual se levantaba la idea estatista de los socialistas-demócratas alemanes, suizos e ingleses.
Sin embargo, sin detenerse a deliberar sobre teorías relativas a la sociedad futura, los delegados comprobaron, en la resolución votada, que el Congreso con unanimidad reconocía la necesidad de las sociedades de resistencia, así como la de su federación
y la utilidad de crear entre ellos un lazo entre las naciones por medio del Consejo General de la Internacional. El Congreso de Basilea hizo comprender a la Europa que la Internacional no era una simple sociedad de estudios limitada a discutir académicamente cuestiones de vaga filantropía, sino que era la organización de combate por la cual el proletariado iba a marchar a su emancipación. Fribourg en el libro que escribió en 1871 en el que ha querido justificar su defección y la de una parte de sus amigos, ha pretendido que después del Congreso de Basilea "era evidente para todos que Karl Marx, el comunista alemán, Bakounine, el bárbaro ruso, y Blanqui, el autoritario, formaban el triunvirato omnipotente, resultando que la Internacional de los fundadores franceses estaba muerta y bien muerta". Pero esto no era así: la Internacional parisién había tenido otros fundadores que no fueron hombres como Tolain y Fribourg, los cuales eran extraños al verdadero socialismo; ella podía citar otros militantes como Varlin, Pindy, Langevin, Avrial, Landrin, Theisz, Delacour, Duval y los obreros de París iban a mostrar al mundo al año siguiente su completa capacidad.
El Congreso decidió a propuesta de los delegados parisienses que el próximo Congreso de la Internacional se verificaría en París el primer lunes del mes de Septiembre de 1870. Este acuerdo se tomó a la unanimidad y era como una especie de desafío a Napoleón III. El primer lunes del mes de Septiembre era el día 5: la República había sido proclamada la víspera.

21 de enero de 2010

Carta de Farga Pellicer a Bakunin

La difusión del ideario anárquico y el desarrollo de la Internacional obrera en España no fueron fáciles. Sobre el sustrato receptivo de las Sociedades de Socorros Mutuos y del conocimiento de las obras de Pierre-Joseph Proudhon traducidas por Francisco Pi y Margall, germinó la semilla de Giuseppe Fanelli. En repetidas ocasiones se ha hecho notar la rapidez con que la Primera Internacional se extendió por toda la geografía hispana, hasta el punto de que solo treinta meses después de la llegada de Fanelli se celebró en Barcelona un congreso obrero en el que estaban representados alrededor de cincuenta mil adherentes, entre los que se encontraban las federaciones de Brihuega y Guadalajara. Sin embargo, insistimos, los primeros pasos no fueron fáciles, como nos demuestra la siguiente carta remitida desde Barcelona por Rafael Farga Pellicer, uno de los internacionalistas de primera hora, a Mijaíl Bakunin.
Asalto al Registro de la Propiedad, Barcelona, La Ilustración de Madrid, 27 de abril de 1870
 
Barcelona, 1 de agosto de 1869
Mi querido Bokounine:
Con inmensa satisfacción he recibido vuestra carta. En seguida la leí al Centro Federal de las Sociedades Obreras, como secretario general que soy de él, y enterado de su contenido ha acordado enviar a Bâle uno o más (no ha determinado todavía el número) de representantes de las Sociedades obreras de Cataluña.
Mas es preciso hacer aquí algunas explicaciones, para que vos comprendáis la manera como deberán representar a España los obreros que envía al Congreso nuestro Centro Federal.
Aquí el socialismo no está tan desarrollado como fuera de desear; así que el Centro Federal no ha decidido nada clara y terminantemente respecto a este punto tan interesante. Hasta ahora sólo se ha ocupado de organizar asociaciones obreras de todos los oficios y artes y propagar para que la federación entre todos se haya efectuado, y para que la República federal triunfe en la gran lucha que sostenemos con los monárquicos y demás conservadores de todas las demás tiranías.
No obstante, he de participaros con placer que la gran mayoría de los obreros son susceptibles de ser decididamente socialistas, puesto que van ya comprendiendo esas grandes ideas que llevan en sí nuestra inmediata y radical emancipación. Gracias a los esfuerzos que hacemos algunos amigos en pro de esta propaganda dentro de las varias profesiones y oficios asociados y dentro del mismo Centro Federal, yo tengo la seguridad de que dentro de poco tiempo formaremos parte los obreros de España de la grande Asociación Internacional de los Trabajadores; porque procuramos algunos amigos hacer los Reglamentos de las Clases y del Centro basados en el espíritu y tendencia de la Asociación Internacional de los Trabajadores. De manera que, insensible y convencidamente, se encontrarán dentro de L’Internationale.
Vos, querido amigo y correligionario, comprenderéis con cuánto cuidado y cuánta prudencia ha de hacerse esta importante propaganda, para evitar futuras escisiones que retardarían más el triunfo de nuestra causa.
Mucho influirá, estimado amigo, a que los obreros españoles ingresen cuanto antes en la Asociación nuestra, si ahora, como sucederá (si es posible) tienen representantes propios en Bâle, pues éstos les explicarán de una manera gráfica y concreta el mecanismo, las ideas y desarrollo de nuestra grande Asociación.
Contestad, amigo, a vuelta de correo, si nuestro Centro Federal puede tomar parte en el Congreso de Bâle, no obstante no declararse ser de la Internacional. Es de suma importancia y necesidad que a pesar de no ser ahora de la Asociación, pueda este Centro concurrir al Congreso de Bâle, precisamente para acelerar más el que ingrese cuanto antes a ella. Espero, pues, que haréis lo posible para que puedan venir a Bâle los representantes delegados de España, con las circunstancias expresadas. Espero pronta contestación: Al Centro Federal de las Sociedades Obreras. Rafael Farga Pellicer, secretario. Calle de Mercaders, 42. Barcelona.
Por el correo os envío un número del periódico La Federación, órgano del Centro, que de una manera prudente defenderá el socialismo. En España ha habido entre la clase obrera algunos individualistas que ahora van batiéndose en retirada. La Federación trabajará activamente para acabar de despreocupar a unos y para convencer a todos de la grande necesidad de ser nacionales, socialistas y republicano-federales. Le llamo la atención sobre la R del título y sobre el prospecto que yo he escrito como director que unánimemente me ha nombrado el Centro Federal. He procurado y alcanzado que todo el Consejo de Redacción sea, como es, socialista.
Espero que vos me autoricéis para que publique vuestros escritos de Le Progrès, y hasta me atreveré a rogaros que escribáis y remitáis –si podéis hacerlo- unos artículos originales vuestros, hechos directamente para nuestro periódico La Federación, como, por ejemplo, tratando de la abolición del Estado, la abolición de la propiedad hereditaria y de la renta, etc.
Distingamos, yo soy también secretario de la sección de Barcelona de la Asociación Internacional de los Trabajadores, que fundamos alentados y dirigidos por nuestro caro amigo Fanelli.
Las continuas preocupaciones políticas que tenemos nos han privado de propagar más la Asociación; pero próximamente nos reuniremos los de la Internacional (que hay tres o cuatro que son presidentes de Sociedades federadas en el Centro Federal) para tratar de vuestra carta; mas yo desconfío que enviemos nadie a Bâle, porque somos pocos y pobres. Ya le contestaremos. De todos modos, como internacionales, enviaremos a Londres nuestra cotización de 1’10 francos por miembro, que todavía no lo hemos hecho.
Ya he escrito a Rubau, diciéndole que conteste a vuestra carta.
En la sesión del domingo próximo comunicaré a mis amigos de L’Internationale (sección de Barcelona) vuestra carta y vuestro deseo, que los más demócratas, socialistas y radicales formen parte de la Alianza. Por lo que a mí toca, acepto completamente todo lo consignado en el librito que me ha enviado.
Hasta otro día. Espero con impaciencia vuestra carta, que no importa sea francesa, pero de buena letra.
Tened la seguridad, amigo y hermano mío, que siempre trabajaré con todas mis fuerzas y por el camino más corto para obtener la redención social, la emancipación completa de las clases trabajadoras, la muerte de todo privilegio y monopolio.
Expresiones a Fanelli.
Vuestro amigo y hermano.
Rafael Farga Pellicer.

14 de abril de 2009

La Primera Internacional y la República

La Asamblea Democrática Republicana Federal se dirigió el 12 de junio de 1871 al Consejo de la sección española de la Internacional al objeto de que los representantes de la FRE asistiesen y fuesen oídos por la Comisión encargada de redactar un proyecto de bases económico-sociales que sería defendido por el Partido Republicano Federal. Desde el Consejo internacionalista se les respondió que se rechazaba acudir a esa Comisión porque el objetivo de los republicanos sólo era mejorar las difíciles condiciones de vida y de trabajo del proletariado hispano, confiando además en que un proyecto o una ley bastarían para solucionar el problema. Los internacionales respondían -con la carta que aquí reproducimos- que ellos no sólo aspiraban a mejorar la realidad cotidiana de la clase obrera sino a construir la sociedad sin clases, una meta más ambiciosa que delimita desde entonces a los republicanos, que todo lo esperan del cambio de régimen político, y a los revolucionarios, que sólo confían en la revolución social.
Congreso obrero de Barcelona, 1870, La Ilustración de Madrid, 12 de julio de 1870
 
En contestación a la atenta comunicación que la Comisión de la Asamblea republicana federal nos ha dirigido con fecha 12 del corriente, contestamos:
Que agradecemos el hecho y el objeto que la motiva, pero que no podemos aprovechar su invitación por las razones que nos apresuramos a consignar.
Nuestra aspiración no es la que esa Comisión manifiesta: la vuestra, según declaráis, se limita a "estudiar los medios de mejorar las condiciones de las clases jornaleras y redactar un proyecto de bases económico-sociales".
Empezaremos manifestando que no está en el círculo de nuestras atribuciones resolver por nosotros cuestiones que todos los afiliados tienen el deber y el derecho de estudiar en el seno de sus respectivas Secciones, estando destinados los Congresos obreros, así universales como regionales y de oficios, a aceptar o rechazar lo que crean oportuno, según convenga a los intereses de la Asociación, y en esos Congresos se puede discutir y estudiar la aplicación de todo lo que se considere útil y conducente a realizar la completa emancipación de todas las clases.
Nosotros no podríamos llevar al seno de la Comisión más que nuestras ideas particulares, en ningún caso comparables a las generales de la clase trabajadora, expresadas por todas las Secciones, así locales como de oficios, por conducto de los delegados a quienes aquellas se dignen confiar la honra de representarlas.
Sólo como particulares nos sería permitido aceptar; pero a esto se oponen las siguientes consideraciones:
Que salvando anticipadamente la honrada intención que anima a todos los que se proponen la formación de esas bases económico-sociales, tenemos nuestra opinión respecto a todo aquello que tiende a determinar previamente la marcha y constitución de la sociedad, determinación que nosotros consideramos imposible sin incurrir en la falta grave, por sus consecuencias, de levantar un muro nuevo, que, ya que no pueda detener, trastorne y dificulte la tranquila cuando majestuosa marcha del progreso. Esta consideración nace de la seguridad que tenemos de que aun siendo, como no dudamos que serán, los hombres más revolucionarios los que tienen ese sagrado y difícil encargo, no podrán dar cima a su obra sin constituir lo que juzguen más conveniente, y que en tal concepto han de procurar imponer, hallándose por el solo hecho de su convencimiento inutilizados para aceptar fácilmente lo que por ser el fruto de mayor suma de inteligencias, y por inspirarles menos simpatías como a padres o autores, venga a modificar y tal vez a mejorar lo que ellos hicieron, por no conocer indudablemente nada mejor.
Comprendemos que creyeseis que existía la necesidad de formular una aspiración; pero nosotros la tenemos formulada ya: no es la de esa Comisión, pero es buena como ella. La de esa Comisión consiste en "Mejorar las condiciones de las clases jornaleras". La nuestra es "Destruir las clases, o sea realizar la completa emancipación económico-social de todos los individuos de ambos sexos".
También creemos que existe la necesidad de estudiar y aplicar los medios de realizar nuestra aspiración, y a esa agradable tarea nos consagramos con verdadero placer, y sin cesar, diferenciándonos de esa Comisión sólo en el método; pues que nosotros, con la aspiración como único norte, discutimos, aceptamos y rechazamos todo lo que consideramos discutible, aceptable y rechazable; pero sin aceptar ni rechazar nada en la cuestión de medios con el carácter de ley impuesta, sino solamente con el de reforma que se impone sólo por la fuerza de su conveniencia.
Hemos creído de nuestro deber exponer estas ligeras razones que no dudamos tendrán en consideración, no obstante su brevedad, para lo cual confiamos en que con su notable ilustración sabrán sacar de ellas todo el fondo que nuestro deseo no alcanza a manifestar, por la carencia de tiempo y principalmente por la más sensible aún de la facilidad en la manera de expresar nuestro pensamiento; por todo lo que abrigamos la esperanza de que no os dejéis arrastrar por sospechas que son impropias de caracteres elevados y que haréis justicia a nuestros honrados propósitos, que hoy al desearos salud y emancipación social, nos permiten despedirnos de los individuos que componen esa Comisión a los gritos sagrados de ¡Viva la Humanidad! ¡Viva el Progreso! ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores!
Madrid, 23 de junio de 1871. Por A. y N. del C., el secretario Francisco Mora.