La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

1 de noviembre de 2025

Principios revolucionarios de Bandera Social

La llegada al gobierno de los liberales en 1881 de la mano de Práxedes Mateo Sagasta se debió más a una concesión de los conservadores de Antonio Cánovas del Castillo, que sentían consolidada la monarquía de Alfonso XII, que a los apoyos recibidos por los antiguos progresistas, aún en trance de recuperarse del fracaso de la monarquía de Amadeo de Saboya. Pero, forzosamente, los liberales aplicaron su programa que incluía la libertad de asociación, reunión y expresión que posibilitó la reconstrucción de la antigua sección hispana de la Internacional, ahora rebautizada como Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE). A pesar de su crecimiento numérico y geográfico, mayor que el conseguido por su predecesora, muy pronto entró en crisis porque no fue fácil asumir la lejos que quedaba la revolución social y una realidad política muy distinta que la del Sexenio. El debate entre anarco-colectivistas y anarco-comunistas, la tensión entre los partidarios de la legalidad y la clandestinidad… marcaron un tiempo agitado y de una cierta grandilocuencia ideológica. En ese contexto vio la luz Bandera Social, impulsada por buena parte de los redactores de la Revista Social de Serrano Oteyza, en cuyo número del 4 de noviembre de 1886 se publicaron estos principios revolucionarios.

PRINCIPIOS REVOLUCIONARIOS

I

La Autonomía y la Anarquía.- El Colectivismo.- La Propiedad y el Trabajo.- El Pacto y la Federación.- Organización comunal y federativa en la Sociedad del porvenir.
Nadie puede negar que la Sociedad tiene el derecho de organizarse como quiera. Así, por ejemplo, el día que ella determine pasarse sin reyes y sin gobernantes, sin curas y sin soldados, sin explotación y sin explotadores de ningún género, claro está que empleará las manifestaciones de su voluntad como tenga por conveniente; y revisando derechos establecidos ó estableciendo nuevo Derecho, realizará lo que el Progreso y la necesidad le dicten.
Si escribiésemos en 1783 sosteniendo que los reyes de derecho divino son una iniquidad, que tantos conventos y tantos frailes son una vergüenza, y que ambas cosas han de desaparecer dentro de pocos años por el hierro y por el fuego, se nos hubiera tenido por visionarios y perversos, y, sin embargo, ambas instituciones han desaparecido; otras van transformándose paulatinamente al impulso de las nuevas brisas de los nuevos días.
Con esto creemos decir que nadie sabe lo que será el mundo dentro de cien años, aunque todas las teorías y todas las probabilidades auguran que habrán pasado fuertes ráfagas y realizándose profundas transformaciones.
Tanto es así, tanto es movedizo y cambiable todo lo que constituye la Sociedad, que todo por momentos se transforma.
Faltan todavía diecisiete años para morir nuestra centuria, y en diecisiete años muchas variaciones puede hacer, otras teorías más radicales y perfectas pueden quizás legar al siglo próximo.
Si es así, tanto mejor. Afirmamos la posibilidad y hasta la probabilidad; pero conste que, hoy por hoy, nosotros no conocemos criterio más racional y revolucionario que el que vamos en pocas líneas a manifestar.
La personalidad humana va definiéndose divinizándose; y paralelo con los adelantos científicos-industriales, van formulándose los científico-sociológicos. El criterio antiguo, de que en la Sociedad debe haber directores y dirigidos, va sufriendo nuevos embates por el criterio moderno, que proclama la igualdad natural, la instrucción, la dignidad, la emancipación para todos.
El derecho moderno, esto es, el derecho que va formándose, ha proclamado muy alto el principio de la Autonomía completa del individuo, justo principio que es desconocido por cuantos se fundan en la máxima de “cada uno para sí y Dios para todos”, que es como si dijesen: “cada uno dará sí y nadie para todos”.
Gobernarse por sí mismo, verdadera definición de la Libertad, implica la no existencia de otros que gobiernen; de lo contrario no hay tal autonomía.
La etimología del nombre nos explica su significado. Autonomía, como es sabido, proviene de las dos palabras griegas autos, que quiere decir propias, y nomos, que significa ley. Por lo tanto, el sustantivo femenino autonomía, equivale á “libertad de gobernarse por sí mismo, por propias leyes”.
¡Ah! precioso derecho democrático; ¡cuán desconocido estás hasta de la mayoría de los mismos demócratas.
Debiéndose el individuo gobernar por sí mismo, por su propia voluntad, es evidente que en la sociedad no debieran existir leyes, ni decretos, ni otra clase de prescripción jurídica que tuviese referencia á garantir ni á reglamentar los derechos individuales.
Para la defensa de los derechos debe existir una positiva solidaridad entre todos; y si no es así, no hay tal defensa. La colectividad entera debe ponerse al lado del que resulte atropellado, del mismo modo y hasta con más presteza, como se auxilia al vecino cuando un incendio amenaza devorar .su morada. Porque la defensa de la libertad de nuestro prójimo, es la mejor defensa de nuestra propia libertad.
Y para cuando no fuese suficiente ó no fuese necesaria esa franca y espontánea asistencia popular, el jurado instituido socialmente y democrático de verdad, entendería en el asunto para resolverle en justicia.
Los que de buena fe y con sinceridad quieran la autonomía del individuo, son partidarios también, como consecuencia lógica, de la An-Arquia. No queremos decir que quieran la conmoción perpetua y el desorden sistemático como una de las acepciones que el nombre anarquía significa. Nos referimos á la acción científica, etimológica del sustantivo Anarquía, compuesto de an archa, dos palabras griegas, que equivalen á sin autoridad.

II

Existe un dualismo encarnizado entre el principio de Autoridad y el de Libertad. La guerra es á muerte, y no puede cesar, sin que desaparezca uno de los dos. El que ha de vencer, después de tan cruel lucha, es la Libertad. No es posible otra cosa; porque la Libertad es la verdad misma, es la naturaleza, es la razón, es la dignidad; mientras que la Autoridad es todo lo contrario.
Así, ¡cómo es posible que el mundo pueda existir sin Autoridad, sin poder, sin gobierno, sin Estado! ¡Cómo es posible, por consiguiente, el triunfo de la Anarquía! Tal como está organizada actualmente la sociedad no lo es, en efecto.
Ante todo, ha de haber una transformación económica muy radical. La propiedad individual, el salario, el interés al capital, la explotación, en fin, determinan un estado de fuerza, de intranquilidad y de guerra, con su víctima obligada, el Proletariado y el pauperismo. Esta situación necesita del Estado, con todo su séquito de ejércitos y policías, de magistrados y de curas, y conste que aún no puede lograr la tranquilidad moral ni material; porque no es posible hallarla. El orden no se impone, ni se inventa. Existirá cuando la Sociedad esté fundada en la Naturaleza y en la Justicia.
La cuestión de la propiedad es, pues, el caballo de batalla. La cuestión de las cuestiones. Las modernas teorías están conformes con que la más conveniente es la propiedad colectiva de todos los instrumentos del trabajo, fábricas, talleres, minas, vehículos, máquinas y toda la tierra, que es el primer elemento para la producción.
De esta teoría ha nacido la idea y la escuela denominada colectivismo, que, a la vez que quiere colectivos os medios de trabajar, afirma la verdadera propiedad individual, que es el fruto integro del esfuerzo ó de la labor hecha por cada operario, deducidos los gastos de administración. De este modo queda abolida la iniquidad del salario, sustituido por el trabajo asociado, y garantidas con el mismo, la libertad y la propiedad individual, que, lo repetimos, es fruto del trabajo realizado por el individuo.
Aquí la parte de la ciencia social, que se llama administración es donde llenará su genuino cometido. La determinación del valor y el medio de representarlo, las horas de trabajo que convendrán, las clases de producción preferentes, los medios para realizar el cambio de productos con productos, son temas que serán estudiados por todos porque á todos nos interesarán por igual, que serán discutidos por medio de la prensa, de Congresos especiales -pero accidentales, no permanentes porque de ellos no habrá necesidad- facilitando el cambio de ideas la revista, la hoja y el folleto, y finalmente serán realizados por los llamados á ser administradores, que no podrán dictar ninguna ley, decreto ni disposición, sino limitarse á su oficio y publicar los resultados estadísticos para el conocimiento de todos y la constante investigación de la verdad y de la conveniencia.
Hemos dicho que nadie tiene derecho a poseer lo que no sea fruto de su propio esfuerzo. Este principio de justicia integra la abolición del derecho de heredar. ¡Qué mejor ni más rica herencia puede encontrar el ser al venir al mundo, si la Sociedad entera le asegura la subsistencia hasta que pueda trabajar, la instrucción general y después técnica ó profesional, y el trabajo que elija y prefiera, libre de toda gabela, ni merma explotadora! ¡Qué capitalista de nuestros tiempos puede asegurar á sus hijos más eficaz asistencia, mejor instrucción, ni más perfecta seguridad de vivir con un trabajo higiénico y al abrigo de quiebras, robos y disgustos!
Puesto el hombre en semejante situación, está en perfecta condiciones de pactar. Solo no puede producir más y mejor que asociado y procurarse perfectos talleres colectivos.

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