La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

13 de diciembre de 2009

El Señorío de Molina, de Enrique Arauz Estremera

En el año 1895 se publicó en el madrileño Establecimiento Tipográfico de Felipe Pinto el libro La hija del Tío Paco o lo que pueden dos mil duros, de Enrique Arauz Estremera, un médico que nació y ejerció su profesión en el pueblo molinés de Peralejos de las Truchas, del que llegó a ser alcalde, y donde casó y tuvo tres hijos: Carlos, José María y María Luisa Arauz de Robles. De ideología carlista, que tantos seguidores tuvo en el Señorío molinés, en este libro, inspirado en el costumbrismo del también carlista José María de Pereda, nos describe su tierra natal, a la que dedica un interesante prólogo que aquí reproducimos.
Día de mercado en Molina de Aragón

Enclavada en el límite mismo de Aragón y Castilla, y sin saber a qué carta quedarse; tanto, que de “Aragón” se llama por vía de apellido su capital, aunque a Castilla pertenece, para no desmentir ni aún en esto el nombre de país de los viceversas, como alguien ha llamado al nuestro, se halla mi tierra, pobre como pocas, honrada cual ninguna, tozuda y aferrada a sus ideas y costumbres para justificar su sobrenombre, noblota, bien hablada y no peor educada, como buena castellana, y víctima en fin, al par que las demás regiones sus hermanas, de centralismos y encadenamientos, argolla de nuestras libertades regionales, freno de sus iniciativas, valla de sus legítimas esperanzas, rémora de su progreso, y esponja que al borrar caracteres y costumbres, destruyó la belleza del todo nacional.
Allá en sus tiempos, según en libros anda, tenía este país su vida, administración y organización propias, y sus hijos, conocedores de la riqueza (pues no hay duda que por entonces la había) de la tierra, repartían y cargaban los tributos y gavelas sobre industrias y personas que podían satisfacerlos, dejando libres y desarrollarse al calor de exquisitos cuidados a las que de nuevo se implantaban; arrimando el hombro, las que la experiencia había hecho conocer como viables en beneficio de las recién nacidas hermanas. Y aún dicen los que tales cosas refieren, que así vivían tan campantes aquellas buenas gentes, que a la cuenta no vieron más allá de sus narices.
Porque hoy que tanto hemos adelantado, a la vista está que nos las amañamos de modo bien distinto; todos tiran por igual del pesado armatoste de las cargas públicas; y cuando más sucede, que si algún pelagatos tiene que gastar todas sus fuerzas en apechugar con su parte, y agobiado por la onerosa carga perece en la contienda, arrastran, los que tiran, su cadáver por algún tiempo en el mismo sentido del común esfuerzo, hasta que convenido el que dirige de que aquello es un estorbo, si no por caridad, por conveniencia, abandona el fúnebre despojo en medio del camino; y el vehículo sigue dando tumbos por la vía del progreso, sin más novedad que algo más de trabajo para los que han sobrevivido y siguen tirando.
Es, pues, mi tierra una de estas víctimas, que si no ha echado ya los bofes por la boca, los tiene atravesados en el gañote, y no es extraño; país pobre, pero equiparado a los ricos, y forcejeando al igual que éstos en el susodicho tiro, sus fuerzas se agotan de día en día, sus terrenos se ven adjudicados a la implacable Hacienda; y entre ésta y la usura, que si no es su hermana, lo parece, van a hacer un ideal en este terreno del cesante aquel que inventó la sardina perpetua mojando pan en la sombra; ¡y pan que tuvieran para mojar estos infelices!
Parecerá paradoja (exageración se dice aquí en la tierra) lo apuntado; pero oiga lo que es este país el que no lo conozca: a un clima frío, porque sí, añada un suelo de ínfima calidad, y vaya usted a que un terreno de esta clase produzca los cuatro granos, que con poco más de otras tantas patatas, constituyen la producción agrícola; ni más vino, ni más aceite, ni más nada; pues la ganadería, que era la verdadera y única riqueza del país antaño, voló, creo que para siempre, por pecados propios y ajenos, que de todo hay en esto. Apuntemos algunos: los años que vinieron como Dios quiso, las necesidades que apretaban más de lo justo, las trampas adquiridas, que no daban espera; y como para remediar todo esto había que hacer dinero, y de qué hacerlo no se veía más que el ganado, al ganado se tiró sin compasión.
Vino sobre esto lo de las amortizaciones de terrenos públicos, y lo de las roturaciones incomprensibles, causas todas que, cuando menos, contribuyeron a acelerar la catástrofe, pero en las que yo no he de detenerme porque sobre no venir al caso, huyo siempre de mentar la soga en casa del que se ahorcó o le ahorcamos.
No es, pues, extraño que las cuatro sesmas componentes del antiguo, noble y leal señorío de Molina, que es el nombre del país de que se trata, ostenten todas como signo característico en sus habitantes, la estrechez, rayana en la miseria. Visten los habitantes de la sierra los pardos calzones de paño hecho en casa, sujetos a las corvas por sendas hileras de dorados botones de muletilla, luciendo al mismo tiempo el encarnado elástico de bayeta o la amplia blusa de percal sujeta a la cintura con la corrediza jareta; los del campo se presentan más lúgubremente ataviados con los calzones y chaqueta negros, pero de corte más primoroso que los anteriores; vienen luego los del Sabinar imitando a éstos o a aquéllos según los gustos o la proximidad a unos o a otros; y los del Pedregal, por último, remedando en sus atalajes a los aragoneses, a fuer de fronterizos; ello es que con unos u otros arreos la gente no desmiente ni puede desmentir su honrada penuria.
Las cuatro sesmas dichas además del derecho indiscutible, inalienable e inminente de morirse de hambre, tienen opción a ciertos intereses de los que nadie o muy pocos saben los cuántos y los cómos; y que se administran, vamos al decir, por diputados nombrados por las sesmas, presididos por el Alcalde de la capital, que aunque es el único pueblo en el que el negocio no tiene parte (por haber enajenado la suya según dicen), es sin embargo también el único que algo disfruta de aquellos intereses, quizá por la ley de las compensaciones; o por aquella otra de que el pez grande se merienda al chico.
La elección de diputados sesmeros se hacía reuniéndose los comisionados de los pueblos en los puntos designados por remota costumbre; y cuando para dichas elecciones o para tratar asuntos de interés general se convocaba la sesma de la sierra, los comisionados deliberaban bajo la sombra del roble del Campillo, en el término del pueblo de Alcoroches. Y es muy de notar que los habitantes de este Señorío, como los del de Vizcaya, buscaran el roble, símbolo de la fortaleza y de la gloria, para bajo su protección tener sus honradas juntas, y a la vista de Dios y a la de sus montañas hacer más solemnes sus acuerdos y más públicas sus benditas libertades. ¿Qué huracán ha barrido éstas, y que otra mal llamada libertad nos ha esclavizado?
Aquí debiera consignar las mil y una reflexiones que se amontonan en mi mente y pugnan para deslizarse por los puntos de la pluma; y contaría la santa independencia de mi pequeña patria, su noble altivez, su indomable valor, y, sobre todo, aquel tenaz empeño (una vez hecha su definitiva unión a la corona castellana) de no querer otro señor que su Rey; pudiéndose decir aquí, mejor que en otra parte, que “del Rey abajo, ninguno”; pero todo esto, sobre ser superior a mis fuerzas, harto débiles, y necesitar por ende plumas mejor cortadas que la mía, me llevaría lejos de mi objeto, y hora es ya de concretar el relato a su asunto verdadero.
Hemos indicado arriba que una de las sesmas en que se divide este noble país es la de la sierra; y añadiremos ahora que está situada el Mediodía del mismo, que es mucho más montuosa que sus hermanas, y que no hace mucho tiempo, las vertientes de sus montañas, las cimas de sus cumbres y el fondo de sus valles, cañadas y barrancos estaban cubiertos de espesos pinares que modificaban su clima, regularizaban sus lluvias y constituían el adorno más preciado y el encanto más valioso de sus paisajes.
Hermosos, en verdad, eran estos montes poblados en cuanta extensión abarcaba la vista, de bosques vírgenes, cuyo color verde obscuro cubría como manto aterciopelado las hoy descarnadas desnudeces de su accidentado suelo; y cuando en serena tarde de primavera o estío, hundido el espectador en aquel mar de verdura, podía observar la postura del sol, cuyos oblicuos rayos doraban las rumorosas copas de los pinos, el pulmón se ensanchaba ávido de espirar la perfumada brisa, el corazón latía con más libertad, y se extasiaba el alma ante la grandeza y belleza inimitables de las obras de Dios; y no es extraño que el hombre se vea abstraído de la realidad ante espectáculo tal, y que su imaginación, excitada por la contemplación de tan hermoso cuadro, se torne soñadora, y mucho más si a lo que se ve por los ojos se une, como no es raro, el rumor imponente del Tajo que se despeña desatentado por los saltos formados en su lecho de roca, o que se estrella contra los peñascos que se oponen a su avance, o que se desliza entre roncas protestas de sus tumultuosas ondas por el exiguo cauce que a fuerza de trabajo pudo abrirse a través de alguna enorme piedra; y aún más si a los estrépitos del río se añade el blando y metálico cencerreo del ganado que pasta como colgado en medio de la rocha. Lástima, sí, y lástima grande que sean a estas fechas escasos o ningunos los rincones en que pueda disfrutarse de este espectáculo, y que debido a manos inconscientes, y además extrañas, hayan desaparecido nuestros bosques, y que aquellos colosos de nuestros pinares hayan ido unos tras otros arrastrados por las aguas del Gallo, el Tajo y Cabrillas a llenar los almacenes de Aranjuez con sus maderas, de oro los bolsillos de gentes que ni aun hijos del país eran, y nuestra tierra de tristeza, de miseria y de aridez con su ausencia.
Hay entre estos montes, además de bastantes vestigios de pequeñas industrias que las modernas y poderosas maquinarias y las facilidades en los arrastres han hecho imposibles, bastantes pueblos que, sin que yo sepa la razón, y sin que al lector le quite el sueño el encontrarla, son por lo general mayores que los de otras sesmas; y cuyos pueblos, por humildes y poco dados a exhibiciones, buscan para esconderse el repliegue más oculto unos, o cautos y precavidos, el rincón más abrigado de cierzos y ventiscas, otros; en todos ellos sus habitantes, útiles para el trabajo, apenas el otoño asoma la cabeza, y aún antes de asomarla, los que se dedican a la pastoría trashumante, toman sus mantas al hombro, y con dos duros en la bolsa por todo capital, y esto el que los lleva cabales, ponen la proa al Mediodía y a otras provincias para dedicarse a la molienda de aceitunas, cuando las hay, o a pasar trabajos rodando aquí y allá, si el negocio no está bueno como sucede muchas veces.
De otro modo no era posible que el esquilmado y pobre terreno nativo pudiera con la carga de sus hijos por todo el año; y aun así quitándole la que se le quita, anda la cosa entre si alcanza y no llega; porque ¿cómo era posible, por ejemplo, que el descalzo aunque extenso término de Espineda pudiera mantener a sus quinientos y pico vecinos, aun contando con sus intrusiones en lo de todos? ¿Y un Pinarejos, y un Chaparralta, y un Lomapelada y un… con los suyos? Por eso, no por gusto de dejar su tierra, se largan en invierno y trabajan y sufren y ven caras nuevas, y no siempre de Pascua; por no poder pasar por otro punto.

8 de diciembre de 2009

Primer manifiesto del Cantón de Cartagena

La proclamación en febrero de 1873 de la Primera República, que llegó inevitable "como sale el sol por la mañana" en palabras de Emilio Castelar, despertó un entusiasmo popular que se había enfriado tras la explosión de alegría general que supuso la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868. Las clases populares españolas creyeron llegada su hora y esperaban una rápida respuesta a sus demandas, la abolición de las quintas y los consumos, y una inmediata solución a sus problemas, el reparto de la tierra y la descentralización del gobierno. Los titubeos de los republicanos federales espolearon a los trabajadores y a los sectores más avanzados del republicanismo que, impacientes, animaron la revolución cantonal con epicentro en Cartagena.
Cantonalistas de Cartagena, The Illustrated London News, 4 octubre 1873 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
Proclamada como forma de gobierno para España la República Federal, el pueblo republicano en su inmensa mayoría reclamaba, como imperiosamente exigían las circunstancias, que se organizase la Federación, estableciendo inmediatamente la división regional de los cantones y dando a éstos y al municipio la autonomía suspirada hace tanto tiempo.
Pero el pueblo, ansiosísimo de estas reformas, sediento de esta redención tan deseada, veía prolongarse indefinidamente sus momentos de agonía, veía amenazada la República de un golpe de muerte y no veía en el gobierno ni en la Cámara Constituyente una predisposición para la inmediata ejecución de estas reformas, y cree que sin ellas, sin su instalación, se perderá irremisiblemente el corto terreno adelantado, y negando el país a sus gobernantes una confianza que acaso pudiera no merecerle, se perdería indudablemente para muchísimos años la libertad en esta tierra de España.
La Junta de Salud Pública viene a atender a tan sagrados intereses; acaso el pueblo hubiera aguardado en su angustia un breve momento más; pero la preconcentración de grandes fuerzas en algunos puntos de Andalucía, la dolorosa nueva de que dos magníficas fragatas surtas en este puerto, habrán recibido la orden de salir inmediatamente para Málaga, la sensación que esta descontrolada noticia ha causado entre los voluntarios de la República de esta ciudad, ante el temor de que pudieran realizarse tan tristes vaticinios, las últimas medidas adoptadas por el actual Ministro de la Guerra, por las que ha separado del mando de las fuerzas públicas a militares íntimamente adheridos al nuevo orden de cosas; han hecho comprender al pueblo que era llegada la hora de salvar, de constituir definitivamente la República Federal, y que no hacer esto sería tanto como cometer una indignidad que no podemos suponer en ningún pecho republicano donde se albergue y lata un corazón de hombre.
Esta Junta creería faltar al cumplimiento de un altísimo deber si no hiciera público el dignísimo proceder de un gran pueblo, que sin presión, sin trastorno, sin insultos, sin vejaciones ni atropellos, acaba de realizar uno de eso movimientos que serán siempre su mejor escudo contra la pública maledicencia.
Se ha puesto en armas porque ha creído ver en inminente riesgo la causa de la República Federal, y a ofrecerle su más denodado y decidido apoyo van encaminadas todas sus generosas y laudables resoluciones.
Viva la República Federal. Viva la soberanía del pueblo.
Junta Revolucionaria de Cartagena, 12 de julio de 1873

4 de diciembre de 2009

Medio siglo parlamentarismo, de Anselmo Lorenzo

En el mes de octubre de 1886, diez años después de la promulgación de la Constitución de la Restauración monárquica, la revista Acracia de Barcelona, la mejor publicación teórica del movimiento libertario de aquellos años, reproducía este artículo titulado "Medio siglo de parlamentarismo", en el que se deslindaban los campos entre burguesía y proletariado y se cuestionaba todo el régimen de la Restauración, desde la Constitución vigente hasta la militarada del general Arsenio Martínez Campos que la había traído. Aunque firmado con una sencilla L, muy probablemente su autor sea Anselmo Lorenzo, que ocultaba su nombre para evitar personalismos, una práctica muy común por entonces entre los escritores y propagandistas libertarios y que hoy se nos hace inverosímil.
La muerte de Cánovas del Castillo, El Adelantado Cacereño, 19 de agosto de 1897
 
Cuando, realizada la revolución francesa, vinieron a España, a la par que los ejércitos invasores, las ideas liberales, la juventud ilustrada aceptó con entusiasmo aquellas ideas destinadas a regenerar la sociedad española, llegada ya a la suma decadencia como consecuencia natural del absolutismo.
Aquella juventud comprendió que, al destruir el antiguo régimen político, era preciso abrir nuevas vías para alcanzar una transformación político-social con arreglo a un ideal de justicia, y adoptó el parlamentarismo y se denominó progresista.
El parlamentarismo, pues debió ser un régimen de interinidad que satisficiese el doble objeto de llenar las condiciones y las exigencias de la vida práctica y elaborar paulatinamente las reformas futuras; era conservador, por cuanto dejaba subsistir lo bueno del pasado; positivista, porque atendía a las necesidades del presente; progresivo, porque aceptaba y planteaba los progresos teóricos elaborados por el pensamiento.
Pasaron una multitud de vicisitudes políticas: los obcecados e interesados por lo antiguo suscitaron todo género de dificultades, contándose entre éstas desde la intriga a la sangrienta guerra civil, y los progresistas, que asumieron la gran responsabilidad de facilitar el trabajo del progreso, se estancaron en el más repugnante doctrinarismo y pretendieron eternizar el país en irracionales fórmulas políticas que, lejos de inspirarse en generosos y científicos ideales, sólo obedecían a mezquinos intereses de los diferentes jefes de los partidos liberales.
Las constituciones políticas, aunque respondiendo a tan pobres fines, distaron mucho de alcanzar la perpetuidad que soñaron sus autores; por eso vemos que en poco más de medio siglo de parlamentarismo se han elaborado en España las siguientes Constituciones: la de 1812, restaurada en 1820 y 1836; la de 1837, la de 1845, la de 1855, la de 1869, la de 1873 y la de 1876, hoy vigente. No hemos alcanzado en esto a los franceses que desde 1789 al presente han promulgado 16 Constituciones.
Se adelantaron a la cultura de su tiempo los que declararon que la nación no era patrimonio del monarca; se acreditaron de precavidos los que decretaron la desamortización en beneficio de la clase media; viven ya fuera del siglo los que quieren perpetuar el salario dentro de la futura república, prometiendo que la república garantizará la justa cifra de los salarios.
Porque eso es la burguesía; en el principio, entusiasta, se sacrifica por la libertad; en el medio, egoísta, se aprovecha de los beneficios de la revolución, y en el fin. Hipócrita, quiere perpetuar sus privilegios distrayendo a los trabajadores con fantásticos ideales.
Paralelo al desarrollo político de la burguesía se ha desarrollado el militarismo, que ha dado a nuestro país una celebridad especial y que alternativamente sirve a la revolución para viciarla y a la reacción para debilitarla. [...]
En lo que va de siglo no ha cesado la burguesía de cometer torpezas desde el poder y de agitarse en el club y en el cuartel cuando se ha hallado en la oposición.
Entre tanto el país ha vivido y vive en constante perturbación, vacilante como el que carece de camino verdadero, prodigando sus alabanzas un día al héroe de la fortuna y confundiendo con su anatema después al que acaba por descubrir bajo el oropel de la popularidad la más vulgar ambición.
Setenta años de interinidad pasados en conspiraciones, pronunciamientos, programas, discursos, motines, dictaduras, guerra civil acusan de incapaz a esa burguesía, que no ha sabido en tanto tiempo sustituir con un régimen de paz y progreso el régimen absoluto enterrado con el cadáver de Fernando VII.
El pueblo trabajador, que ansía vivir y trabajar libre de explotadores y mandarines, reniega de esa burguesía que le tiene sometido al capitalismo en tiempo de paz, y que le ha llevado y trata aún de llevarle a las barricadas cuando no puede dominar la ambición desmesurada que le devora; reniega también del militarismo, su cómplice, cuyas principales glorias consisten en haber derramado sangre española en defensa alternativa y hasta periódica de la reacción y de la revolución, pero con el único fin de proveerse de galones y entorchados. En el concepto revolucionario el ejército es como el prestamista, que saca de un apuro a condición de crear otros mayores para después. El militarismo es a la nación lo que la usura para el individuo. Este es lo que preparan al pueblo, tanto los que quieren mucha infantería, mucha caballería y mucha artillería, como los que no cesan de practicar el soborno.
El pueblo trabajador tiene ideales propios, y hoy agrupándose como clase social fuera y opuesta a todos los partidos políticos burgueses es la única esperanza del progreso, cuya fórmula es: abolición de toda explotación y de todo gobierno, y universalización del patrimonio universal.

26 de noviembre de 2009

Manifiesto del Partido Carlista de Cantabria

El carlismo no se redujo a sus tradicionales feudos en Euskal-Herria, el Pirineo catalán y el Maestrazgo; en otras áreas de la Península contó con nutridas filas de seguidores que también mantuvieron el carlismo en pie durante el franquismo. Una de estas zonas fue Cantabria, patria chica de Aniano Jiménez Santos, uno de los muertos en Montejurra'76 por la barbarie fascista, con un núcleo especialmente activo en Santoña pero también con afiliados en otros pueblos y ciudades, como Santander, donde durante la Transición se abrió una sede en el número 3 de la calle Isabel la Católica. Durante esos años, el Partido Carlista de Cantabria publicó y difundió el siguiente manifiesto que resume con bastante justeza la línea ideológica del carlismo de finales del siglo XX.
Pegatina del Partido Carlista, 1979 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
La lucha popular se desarrolla por parte del pueblo en todos los sectores de la sociedad. Y los partidos populares son los que juegan un papel más importante en esta lucha por la libertad. Entre estos partidos, que constituyen el frente de lucha democrático, se encuentra el Partido Carlista.
El objetivo del Partido Carlista es la búsqueda de la justicia y de la libertad por la vía de la participación de todo el pueblo, respetando la pluralidad ideológica de los partidos y la libre federación de los países que constituyen el Estado español, búsqueda de la libertad e igualdad con la participación íntegra y democrática del hombre en las decisiones y responsabilidades de su comunidad.
Si los medios de producción y los bienes producidos están en manos de una clase, en vez de estar al servicio de una comunidad, esta comunidad no será libre. La lucha de clases es consecuencia inevitable de las estructuras capitalistas. La clase trabajadora no hace más que tomar conciencia de este hecho y actuar consecuentemente con sus intereses, tomar conciencia de que una oposición radical la enfrenta a la burguesía, de que mayor poder para ésta representa mayor explotación para ella.
Esta toma de conciencia le lleva a saber que sus afirmaciones como colectividad y como personas, con derecho a la libertad, a la autonomía y a la disposición de los bienes que su trabajo produce, exigen la destrucción del orden capitalista y la negación radical de sus presupuestos.
La lucha contra un sistema político, social y económico, debe ir guiada por la propuesta de algo distinto, por un proyecto de sociedad que pueda ser comprendido como alternativa al sistema establecido. Una revolución contra el capitalismo ha de dirigirse a conseguir una sociedad en la que los medios de producción estén en manos de los interesados. La alternativa al capitalismo es la socialización de los medios de producción y la sustitución de una meta de producción por otra, del beneficio por el servicio. La única manera de atacar de raíz el poder en que desemboca el desarrollo capitalista es cambiar las bases, las estructuras económicas de la sociedad.
El Partido Carlista propugna la igualdad y la libertad de las personas y de los pueblos, la propiedad social de los medios de producción, el autogobierno de los pueblos, la desaparición de la explotación que mantiene la clase dominante, el principio de soberanía social… todo esto es socialismo. El Partido Carlista considera que no puede haber libertad política sin justicia social y la justicia social sólo se puede realizar mediante el socialismo; para que el socialismo no tome formas de estatificación que pueden dificultar grandemente la libertad, al caer inevitablemente en un centralismo y en un burocratismo, proponemos la fórmula del socialismo de autogestión: somos socialistas autogestionarios y pluralistas. El socialismo democrático es el que admite diversidad de interpretaciones y propuestas sobre la base de unos principios que son la libertad y la igualdad; lo contrario sería un socialismo estático que se transformaría en socialismo de Estado y en partido único, esto lo rechazamos porque atentaría contra la soberanía del pueblo. Nuestra alternativa, el socialismo de autogestión global, establece la estrategia de construcción del socialismo a partir de la crítica al sistema capitalista, a la socialdemocracia y a las nuevas opresiones derivadas del socialismo de Estado. La autogestión es, además, una concepción global de democracia, es la democracia de abajo a arriba, es la democracia de participación en la empresa, en el sindicato, en los países o pueblos y en los partidos políticos populares.
Nos proponemos la construcción de una sociedad con una sola clase, la del trabajo, en la que esté abolida toda forma de opresión; queremos un socialismo que conduzca a una democracia económica, en la que el poder y la propiedad de los medios de producción quede en manos de la sociedad, que la planificación económica sea imperativa desde la propia sociedad a través del proceso de autogestión. Si el socialismo está basado en la libertad, ha de ser plural. Si el socialismo está compuesto por hombres y comunidades libres, ha de ser democrático. Si el socialismo conduce al pueblo a la reapropiación de los mecanismos económicos y políticos, este socialismo debe ser autogestionario.
La autogestión es la democracia de abajo a arriba, llevada a la máxima expresión, como forma de participación del pueblo en su gobierno. Una sociedad autogestionada es aquella en que sus miembros controlan democráticamente los centros de dirección, de decisión y de administración. Cuando un sistema de autogestión abarca todos los campos donde el hombre desarrolla sus actividades, se puede hablar de autogestión global.
La autogestión global abarca:
-Autogestión económica de la empresa y autogestión en la planificación de la economía a través del sindicato.
-Autogestión territorial de los pueblos y nacionalidades en una federación que sea el resultado del ejercicio del derecho de autodeterminación.
-Autogestión ideológica por la participación de los partidos políticos de masas y autogestión en el seno de los mismos.
Autogestión económica
La autogestión económica se practica a través de dos canales: la empresa y el sindicato. En la empresa, la autogestión es el intento de sustituir la dictadura absoluta del dinero por la democracia del trabajo. No se trata, como en la solución soviética, de sustituir el mando capitalista por el mando del Estado, sino de crear un mando surgido directamente de la base, de crear la democracia económica directa. Así, la empresa será dirigida por los propios trabajadores. La autogestión a nivel de empresa ha de limitarse a su función interna, pues la función social de la empresa ha ser determinada por la sociedad en su conjunto por medio de la planificación económica. El plan económico es un instrumento social destinado a orientar la actividad económica hacia la producción de los bienes más útiles a la sociedad, no es rígido, que viene de la cumbre y anula toda iniciativa a nivel de empresa, sino que es flexible, expresa a cada nivel (local, nacional o federal), las opciones fundamentales de la sociedad. Es propuesto por el sindicato y votado por las Cámaras. El sindicato debe ser totalmente responsable de la planificación económica y no un mero instrumento de defensa del trabajador. Tiene que hacer al hombre responsable y dar a la clase trabajadora la capacidad de orientar la sociedad hacia metas liberadoras para todos los hombres, capacitar al mundo del trabajo, dominar los feudalismos económicos y dominar el egoísmo colectivo de los países ricos que tienen oprimidos a los países pobres.
Autogestión territorial
Otra vía esencial de participación del hombre en su sociedad es la gestión democrática de abajo a arriba de sus comunidades locales y federales.
El ejercicio de la soberanía popular da a los pueblos el derecho de autodeterminación para ser libres y federarse, por razones de comunidad y solidaridad, en torno a unos intereses y a una vivencia socialista. Autogestión local, autogestión nacional, autogestión federal, es la autogestión de la vida comunitaria para alcanzar la personalidad de las entidades infrasoberanas que constituyen el Estado federal corresponsable de las nacionalidades y pueblos, sin imposiciones ajenas a los mismos. Al ser socialista el Estado, el federalismo se establecerá como principio de igualdad entre los pueblos.
Autogestión política
La autogestión económica y territorial tiene como soporte la autogestión ideológica. La autogestión ideológica concebida como libertad política, no puede existir en un socialismo de Estado de carácter totalitario, donde no se permiten los partidos políticos, y tampoco es una forma de entender la democracia formal o burguesa, donde los partidos se convierten en máquinas electorales en busca de votos, que ponen en funcionamiento la democracia de delegación. La autogestión política sólo es posible a través de los partidos de masas. El partido de masas se distingue del partido burgués o de cuadros en que todos sus militantes son responsables de las opciones políticas del partido; la participación no se limita a depositar un voto que delega en otra persona, los representantes elegidos por un partido de masas no son simples delegados, sino que en todo momento responden ante la base de llevar a cabo la realización de su programa, porque el partido de masas no es una simple máquina electoral, sino una colectividad viva, donde sus militantes mantienen un debate constante sobre las opciones a tomar y todos son responsables de las decisiones colectivas.
Queremos que el desarrollo político a través del proceso de autogestión, utilizando como medio los partidos políticos populares, con la participación integral de todos los ciudadanos en la dinámica interna de dichos partidos, participación que conduce a la responsabilidad de control y de regulación de la Constitución política del Estado y de sus entidades configuradoras.
La autogestión política da una dimensión política a la persona al pasar de mero elector, a adquirir una capacidad decisoria con su presencia permanente, regular y responsable en la vida política de la sociedad a través de su partido.
El Partido Carlista propone a los pueblos y nacionalidades del Estado español un Estado socialista, autogestionario y federal, asentado en el pluralismo político.
Partido Carlista de Cantabria

11 de noviembre de 2009

La enseñanza en Madrid, de Joaquín Dicenta

Joaquín Dicenta Benedicto (1862-1917) fue uno de los dramaturgos españoles más conocidos y representados de su tiempo. Sus obras de marcado carácter social, entre las que destaca su Juan José, fueron representadas en innumerables ocasiones por grupos teatrales de aficionados de todo el país, sobre todo los vinculados a asociaciones, sindicatos y partidos obreros. Activo emprendedor de distintas iniciativas culturales, fundó revistas como Germinal y fue director de periódicos como El País, vivió una biografía personal muy poco convencional y mostró una reconocida identidad política republicana y abiertas simpatías por el anarquismo. En 1910, apenas tres meses después de la arbitraria ejecución de Francisco Ferrer Guardia, presentó al Ayuntamiento de Madrid, del que era concejal de la minoría republicana, un Informe sobre reorganización de la Enseñanza Municipal de Madrid, que aquí reproducimos íntegramente.
Joaquín Dicenta

A la Comisión para el Mejoramiento de la Enseñanza del Excmo. Ayuntamiento
Sres. Concejales:
La urgencia de reorganizar la enseñanza en España, y, por consiguiente, en Madrid, no requiere argumentación ni razonamiento tratándose de personas tan cultas, tan amantes del progreso y del porvenir patrios, como las que forman esta Comisión y las que constituyen, en su totalidad, el Municipio madrileño.
Trato de reflejar en estas cuartillas las aspiraciones del Consejo, claramente en públicos actos indicados. Yo sólo soy la mano que escribe lo que más altos juicios dictan. ¡Ojalá sea esta mano fiel a una obligación y trace, si no bella, firme y netamente, la voluntad de sus inspiradores!
Pueblo donde el niño se educa mal o no se educa, produce ciudadanos inútiles para el avance de las humanidades. En su instrucción primaria, base y arranque de todas las demás, pueden las naciones leer su provenir. A mal cimiento, edificio ruinoso.
Por obra de su mala cimentación educativa ha ido España desmoronándose. Viendo su presente no le será difícil, aunque le sea doloroso, augurar su futuro. Sólo con una radicalísima reforma en la enseñanza puede evitarse el derrumbamiento total; de otra manera, no. Cuando la raíz está podrida, el árbol se seca. La raíz de las naciones es la Escuela.
El problema de la enseñanza, bien o mal resuelto, equivale a ser o no ser. Así lo han entendido todos los países modernos. Así lo entiende el Municipio de Madrid.
A su cargo corre la defensa de los intereses del común. Entre ellos, ninguno tan santo como el interés de la infancia; ningún deber más noble para este Municipio que el de convertir sus Escuelas de niños en semillero de hombres cultos y de ciudadanos viriles.
A eso va hoy el Concejo. Para conseguirlo le sobran voluntad y fe. No le faltarán tampoco recursos, ni dirección proba e inteligente. Necesita, sí, libertad completa de acción, autonomía en el desarrollo de sus planes, independencia en la creación y regimiento de la Escuela. Seguro es que el Gobierno se los otorgará. No ha de ser él obstáculo, sino auxiliar eficacísimo de la obra.
Para cumplir, si no lúcida, honradamente la misión que me confiasteis, me ha sido necesario recordar unas veces, estudiar otras, el estado de la enseñanza primaria en las ciudades principales del mundo. He estudiado después el estado de la misma enseñanza en la Capital española, y he establecido finalmente las precisas comparaciones a los efectos de sacar consecuencias e indicar la, en mi humilde juicio, más acertada y más posible solución.
¡Hermoso y consolador espectáculo el que, en casi todas las naciones de Europa, y en algunas de América, ofrece la enseñanza! Contemplándolo parece que a un tiempo se ensancha el horizonte y se acorta el porvenir de las humanidades. Se las ve más grandes y más buenas, más amorosas y más justas.
No he de recordaros aquí lo que en esas Escuelas es y significa la enseñanza.
Mejor que yo las conocéis, mejor que yo sabéis como se educa a los niños en esas Escuelas, donde la enseñanza es gradual y el respeto a la conciencia del Maestro y a la conciencia del infante, indeclinable ley.
Mejor que en la mía está en vuestra memoria la de aquellos edificios escolares donde la luz entre a torrentes y el aire pasea ancho y el agua salta como en un noble canto de salud en fuentes y piscinas, y el jardín es a un tiempo para los niños recreo de ojos, gimnasio de músculos, esparcimiento de almas.
A estas Escuelas, de modernísimo programa educador, van los niños sin que nadie los espolee, ganosos de jugar con el niño grande a quien llaman Maestro. En ellas el Maestro se compenetra espiritual y materialmente con el discípulo, se infantiliza para llegar al cerebro de los infantes: compañero suyo es. La clase alterna con el juego, no es la lección brutalmente metida en el cráneo del chicuelo a golpes de martillo; llevada es a él por caminos de dulzura y amor.
¡Generosas instituciones, dentro de las cuales el niño aprende a pensar por sí propio! En ellas no se moldean los cerebros a capricho del Maestro; cera blanda son; pero el enseñador sólo aprovecha su blandura para convertirlos en crisoles purísimos, que, andando los años, puedan libremente fundir y contrastar ideas.
Así es la educación intelectual en los pueblos modernos, educación ayudada físicamente por la gimnasia, por los baños, por las excursiones… por la higiene del cuerpo, complemento necesario de otra higiene, la higiene del espíritu.
La infancia; para tales países, es una religión; la Escuela, el templo donde la rinden culto.
Nada se olvida allí. Un censo escolar completo, minucioso, da la cifra exacta de las criaturas enseñables, una vigilancia, un cuidado exquisitos, logran que todas esas criaturas asistan a la Escuela.
Los niños enfermos tienen Escuelas especiales; los niños anormales tienen edificios ajustados a su tristísimo condición. Las colonias escolares ponen remedio a la salud; las cantinas escolares a la miseria… No hay por qué continuar. En Berlín, se trata hoy de que los niños pobres, los que por desgracia suya y mala ventura de sus padres, han de vivir y dormir en casas antihigiénicas, en cuchitriles hediondos, viven y duermen en la Escuela. En la infancia, se dice, está en germen, todo el porvenir nacional, cuidemos de ese porvenir.
Cuando terminado el estudio de las Escuelas extranjeras, he hecho el estudio de las Escuelas de Madrid, de la enseñanza que en Madrid reciben los niños, mi impresión ha sido de gran dolor y de profundo abatimiento.
Sería renovar los vuestros, recordaros nuestras Escuelas. Locales, en su casi totalidad antihigiénicos, sin aire bastante a la respiración, sin luz suficiente a los ojos; métodos antediluvianos; material educativo a compás del método; la enseñanza unitaria, en rebaño, sin gradación, sin número racional de alumnos. Ni baño, ni jardín, ni aseo, ni sol, cuatro horas de martirio físico e intelectual por la mañana, otras cuatro horas por la tarde, y después a la calle el muchacho, a esperar temblando el día siguiente, a ver en el Maestro un verdugo y en la Escuela una cárcel.
Esta es, exponiéndola con aquella lealtad que el Ayuntamiento debe a su pueblo, y a sí propio, la situación general de las Escuelas y de la Enseñanza en Madrid.
No vale contar excepciones, hay que sujetarse a la regla, y la resultante es cruel. Ni aun las propias Escuelas graduadas lo son más que en el nombre. Puede que, examinadas escrupulosamente, no se salvarán dos.
Y luego, ¡si aún así tuviéramos Escuelas bastantes para todos los niños!
Sumando las públicas y las privadas hay aproximadamente la mitad de las que son precisas a la población infantil.
Cierto que no poseemos un censo escolar, por cuya virtud la infancia madrileña está clara y totalmente al alcance de nuestros ojos; pero poseemos un censo de población hecho por el Instituto Geográfico, y otro censo aproximado de los niños de seis a doce años que concurren a las Escuelas.
Hablen por mí las cifras, sin que yo, ni nadie, pueda responder de su completa exactitud. El censo del Instituto es un censo de hecho; los censos escolares dejan mucho que desear.
Población de niños de seis a doce años, conforme a datos del Instituto Geográfico:
Varones
De seis a ocho años: 12.933
De nueve a once ídem: 13.060
De doce ídem: 4.456
Total: 30.449
Hembras
De seis a ocho años: 13.323
De nueve a once ídem: 13.451
De doce ídem: 4.851
Total: 31.625
Total de varones y hembras: 62.074
Niños de seis a doce años asistentes en Madrid a las Escuelas privadas y públicas:
Escuelas Privadas
Niños
Matriculados: 11.367
Término medio de asistencia mensual: 10.709
Niñas
Matriculadas: 13.644
Término media de asistencia: 11.826
Total de niños y niñas asistentes a Escuelas privadas: 22.535
Escuelas Públicas
Niños
Matriculados: 6.623
Término medio de asistencia mensual: 5.712
Niñas
Matriculadas: 6.993
Término media de asistencia: 5.781
Total de niños y niñas asistentes a Escuelas públicas: 11.493
Resumen
Escuelas privadas: 22.535
Escuelas públicas: 11.493
Total de niños de seis a doce años que oficialmente asisten a la Escuela en Madrid: 34.028
Población de niños de seis a doce años, según el censo general: 62.074
Niños que oficialmente no asisten en Madrid a la Escuela: 28.046
¿A qué deducir consecuencias? ¿A qué detener en locales, métodos y formas de enseñanza? Una población donde 28.046 niños de seis a doce años no van a la escuela, no tienen escuela, están sin educar, a lo menos oficialmente, es una gran vergüenza. Tolerar que siga la vergüenza, sería, no falta, crimen imperdonable.
Porque así lo cree, quiere el Municipio, administrador y procurador del pueblo de Madrid, ir a una inmediata reorganización de la enseñanza.
Lo debe hacer y lo puede hacer. ¿Cómo? En mi opinión, atendiendo a la realidad, a intentar en el momento lo posible y a ir a paso, sin saltar, pero sin detenerse, al logro de la empresa.
Fácil sería presentarse ante el público, ofreciendo un deslumbrante programa educador; dando por seguro que a la vuelta de cuatro o cinco años podríamos competir en enseñanza con las ciudades modernas y ser pares de París, de Bruselas, de Berlín, de Nueva York… Fácil y aun útil sería eso para plataforma de vanidades, para trampolín de ambiciones, para función de pólvora que atronara y brillara un segundo, y a los pocos no dejase rastro de su brillantez y su ruido.
El Municipio de Madrid no puede hacer eso, no lo hará; tiene sobrada conciencia de su seriedad y de su deber, para no tributarles respetuoso acatamiento.
De ideal, de acicate han de servirle aquellas ciudades, donde, como en París, es mayor el presupuesto de enseñanza que en toda España junta. A igualarlas debemos aspirar; pero debemos también ir acomodando las aspiraciones a los medios. La tarea de hoy consiste en ponerse en pie, y echar a andar.
El primer paso es todo; los demás vienen solos.
Apuntadas, nada más que apuntadas, van a continuación aquellas acciones y procedimientos indispensables, a mi juicio, para que asiente en bases sólidas la reorganización de la enseñanza.
Dejando aparte, por segura, la imprescindible condición de que el Gobierno conceda al Municipio independencia absoluta para la implantación y desarrollo de sus planes; y la de que en la Escuela sean respetadas la conciencia del Maestro y la conciencia del niño, paso a exponer someramente las líneas generales para el plan de reorganización de la enseñanza.

Escuelas de Madrid
Las dos necesidades más urgentes, entre tantas como existen en Madrid por lo que a la enseñanza se refiere son:
Primero. Proporcionar Escuelas a todos, absolutamente a todos los niños que hoy no asisten a ellas por falta de sitio, y hacer por todos los medios efectiva la asistencia escolar. Hay que aumentar enseguida el número de Maestros. Con ellos puede haber ya Escuelas. Mientras se buscan o se construyen locales y se provee al mueblaje y al material de enseñanza necesarios –y sólo mientras esto se va logrando- deben ensayarse en Madrid aquellos sistemas que en otras naciones se han puesto en práctica en casos análogos.
Segundo. Organizar pedagógicamente toda la enseñanza que hoy existe, graduando las Escuelas primarias y acabando con el actual sistema de la Escuela unitaria.
Para lograrlo se necesita:
Primero. Arbitrar grandes recursos. Todos serán insignificantes por muchos que sean y durante largo tiempo, dada la magnitud del mal que padecemos.
Segundo. Poner la reforma en manos competentes, sin duelo ni contemplaciones. El servicio del pueblo es lo primero de todo. Sin órganos adecuados, toda reforma, no sólo es baldía sino contraproducente. Nacerá muerta, y hará imposible que se vuelva a intentar de nuevo en mucho tiempo.
El proceso de implantación abraza los siguientes problemas:
Primero. Saber a ciencia cierta cuántos niños hay en Madrid de seis a doce años, que no pueden asistir a las Escuelas por falta de sitio; sus nombres, domicilio y condición de vida. Hay que poseer un registro de ellos tan exacto como el de matrícula y asistencia. Este dato es indispensable, no sólo para fijar el número de Escuelas necesario, si no para hacer efectiva la asistencia, que es lo que más importa.
Segundo. Clasificar los niños por edades y desarrollo y encargar a cada Maestro o Auxiliar de una clase, homogénea, con un máximo de alumnos que le permita comunicar y trabajar a diario con todos ellos, simultáneamente, como pasa ya en el mundo civilizado.
Tercero. Construir con urgencia nuevos edificios escolares, pero de una edificación sencillísima y baratísima, en el tipo de las modernas casas de máquinas, por ejemplo, donde todo se sacrifique a la pedagogía y a la higiene; siempre en la periferia de Madrid y en grandes solares. Mucho gasto en espacio y muy poco en construcción. Pero la reforma de la enseñanza no puede aguardar a que los nuevos locales estén construidos. Hay que arreglar convenientemente, de un modo provisional, y adecentar los que hoy existen; abandonar inmediatamente los que no sirven y reformar los restantes para la mejor distribución de las Escuelas.
Cuarto. Redacción de programas graduados para las secciones, acompañados de instrucciones prácticas de carácter metodológico, aplicación del material de enseñanza, etc.
Inspección y dirección pedagógicas para auxiliar a los Maestros, resolver dificultades, visitar casi a diario las Escuelas, enterarse a conciencia de la marcha de la enseñanza y de las condiciones de alumnos y Maestros, reunir a éstos frecuentemente para tratar todos los problemas relativos a sus clases, organizar las relaciones que las Escuelas deben mantener con las familias por medio de conversaciones privadas, reuniones familiares, conferencias, lecturas, etc.
Quinto. Todo lo que anteriormente se proyecta será inútil si no se consigue hacer efectiva con regularidad, la asistencia escolar. De nada ha servido la Ley del 57, ni los varios decretos posteriores, ni el Código penal, ni servirá tampoco la flamante ley Cortezo. El problema necesita recursos más internos, y se resolverá cuando las Escuelas se organicen de modo que puedan ser agradables y atractivas para el niño; cuando los padres vean claro y pronto que son útiles y prácticas, porque sus hijos aprenden y mejoran; cuando se facilite todo lo posible la asistencia a quienes realmente les sea difícil; y además de todo ello, cuando se ejerza cerca de las familias una constante acción educadora.
Realizada la reforma, cuando Madrid pueda ofrecer en sus Escuelas un sitio a todo niño de seis a doce años, lo primero que se necesita es instalar en todas ellas un teléfono para que los Maestros, al comenzar las clases, avisen las faltas de asistencia a un delegado especial, que habrá en cada distrito, encargado de acudir inmediatamente a las familias respectivas para conocer la causa de la falta, influir moralmente en los ánimos, resolver las dificultades, si es posible, o imponer en el acto la sanción penal si fuese preciso. Este delegado es hoy absolutamente necesario e indispensable. Durará mientras el hábito de la asistencia no se regularice. La experiencia, únicamente, es la que irá diciendo dónde y cuándo deja el delegado de hacer falta.
Escuelas de párvulos. Convertirlas en jardines de infancia, con verdadero jardín, donde verdaderamente trabajen y jueguen los niños. Aumento de personal, para que cada Maestro tenga un número muy reducido de niños y pueda establecerse un régimen familiar. No me detengo en la Escuela de párvulos por ser esto de momento, labor menos precisa y de más inmediata ejecución.
Escuelas de Adultos. Deben servirse con Maestros que no lleguen a ellas fatigados por el trabajo de todo el día, para que la labor no se mecanice y el alumno pueda interesarse en vista del buen resultado, y asistir con gusto a la Escuela.
Programas de cultura general, y al mismo tiempo de aplicaciones prácticas a los oficios de los alumnos, para que la escuela sea de verdadero perfeccionamiento.
Instituciones complementarias. Las más urgentes, que convendría acometer con mucho tacto y discreción, siempre en vía de ensayo y jamás sin contar con personal adecuado, son:
Campos de juego al aire libre, con cobertizos, abiertos la mayor parte del día, donde los niños puedan ir y permanecer bajo la inspección de los Maestros. Bibliotecas, para los niños durante el día y para los obreros durante la noche. Cantinas escolares. Baños escolares. Colonias escolares. Escuelas de bosque. Escuelas de anormales retrasados. Inspección médica: en resumen todos aquellos organismos de uso en otros países pero bien entendido que han de irse estableciendo según ello sea posible, y las circunstancias lo permitan.
He aquí expuestas grosso modo las líneas generales en que ha de comprenderse la reorganización escolar de Madrid. Claro que esto no es un programa ni un plan, es una orientación; programa y plan corresponden con su establecimiento y desarrollo a la persona encargada por el Ayuntamiento de implantar y dirigir la reforma de la enseñanza.
A esta persona, lo repito, ha de concedérsele la más completa independencia y la confianza más absoluta, amén de garantizarle con todo género de seguridades la estabilidad de su cargo: sólo en tal forma, podrá esa persona entregarse plena y totalmente a la misión que se le confía.
Si la orientación indicada se acepta, sin perjuicio de aquellas modificaciones y mejoras que se consideren oportunas, si el actual Ayuntamiento consigue implantar la reforma; si por obra suya la enseñanza pública de Madrid se regenera y moderniza; si los 29.000 niños que hoy no tienen escuela pueden encontrarla; si este presente de vergüenza deja de ser, para ofrecernos un mejor porvenir, el Ayuntamiento habrá realizado una obra de justicia y de amor; por ella sola merecerá, cuando sus funciones oficiales terminen, el respeto de sus conciudadanos y la gratitud de los hombres de bien.
Madrid, 22 de febrero de 1910.