La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

27 de mayo de 2009

Reglamento para Círculos de Obreros Católicos

En la Asamblea de Asociaciones Católicas celebrada en la ciudad catalana de Tortosa el día 10 de diciembre de 1887 se aprobó este reglamento modelo para la fundación de Círculos de Obreros Católicos, que fue ratificado en el Congreso Católico de Zaragoza, adelantándose a la encíclica Rerum Novarum de 1891. Los Círculos Católicos para obreros nacían, casi siempre, por iniciativa de algún párroco que sumaba voluntades entre patronos y burgueses de su feligresía para abrir un centro que bajo el manto cultural apenas ocultaba su intención catequizadora y que sólo tenía de obrero el objetivo de atraer a su seno a los trabajadores de la industria y del campo que estaban organizándose en torno al socialismo y al anarquismo. Fueron, además, uno de los principales componentes del entramado del catolicismo social, junto con los "luises" y los Sindicatos Católicos. Ofrecemos un extracto del reglamento de estos Círculos de Obreros Católicos.
Encíclica Rerum Novarum, 1891 (Archivo La Alcarria Obrera)

CAPÍTULO PRIMERO
Objeto y Medios del Círculo
Artículo 1º.- Los fines del Círculo Católico son cuatro:
1º El religioso, que consiste en conservar, arraigar y propagar las creencias católicas, apostólicas, romanas, empleando al efecto todos los medios convenientes para formar obreros honrados y sólidamente cristianos.
2º El instructivo, que se dirige a difundir entre los obreros los conocimientos religiosos, morales, técnicos, de ciencias y artes, literarios y artísticos.
3º El económico, que se realiza por medio de la creación de una Caja de Socorros mutuos, del fomento de toda clase de asociaciones para la compra de semillas, herramientas, abonos, etc., y para indemnización mutua de las pérdidas sufridas en las industrias agrícolas por caso fortuito, para adquisición de primeras materias, instrumentos y máquinas para los obreros industriales; de la fundación de una Caja de Ahorros y Monte de Piedad, y finalmente, por medio de la promoción de toda asociación y de todo cuanto tienda a la mejora del obrero pobre bajo su aspecto económico.
4º El recreativo, que se cumple proporcionando a los socios una prudente expansión y recreo, que deberá procurarse que sea sin menoscabo de la vida de familia.
Art. 2º.- El Círculo, como sociedad católica, depende directamente del Prelado, estando además subordinado al respectivo Consejo diocesano de los Círculos de Obreros Católicos.
Art. 3º.- El Círculo se coloca bajo la protección del Santo que eligiere por Patrono en Junta general.
Art. 4º.- El Círculo debe permanecer ajeno a toda lucha política y de localidad, quedando absolutamente prohibida dentro del mismo toda discusión sobre estos puntos.
Queda también absolutamente prohibida la asistencia del Círculo a todo acto, procesión y manifestación patriótica que revista carácter político, y aún a las procesiones meramente religiosas no podrá asistir el Círculo sin previa invitación de la autoridad eclesiástica, y, en caso de duda acerca del carácter que reviste el acto o manifestación, se consultará al Prelado diocesano, ateniéndose a su resolución.
CAPITULO SEGUNDO
De los Socios y su Admisión
Art. 5º.- Los socios serán numerarios u obreros, protectores y copartícipes.
Art. 6º.- Serán admitidos como socios protectores los mayores de catorce años que paguen al menos una peseta al mes y renuncien a todo derecho al socorro.
La Junta Directiva declarará protectoras del Círculo a las señoras que a su juicio merezcan tal distinción, organizando comisiones de asistencia y vela para las viudas, esposas y familias de socios numerarios que tengan la consideración de copartícipes.
Art. 7º.- Podrán ser socios numerarios todos los considerados como obreros, residentes en la localidad, mayores de catorce años y que no hayan cumplido los setenta, ni padezcan enfermedad crónica, según certificación facultativa.
Art. 8º.- Serán socios copartícipes las esposas y familias de los socios numerarios y las viudas y huérfanos que adquieran derecho al socorro, mediante el pago de la cuota correspondiente por persona.
Art. 9º.- Para ser socio de este Círculo se necesita:
1º Ser católico, apostólico, romano y de buena conducta.
2º Ser presentado por uno o más socios.
3º Ser aprobada su admisión por la Junta Directiva en votación secreta y por la mayoría de los presentes.
Art. 15.- Los socios de este Círculo toman sobre sí la obligación especial de no blasfemar, de no profanar los días de fiesta y de dar buen ejemplo con su conducta cristiana.
Art. 16.- La Junta Directiva expulsará a cualquier socio que llevare una vida disoluta, hiciera alarde de incredulidad o escandalizare con su conducta inmoral, si después del primer aviso no se advirtiere inmediata y radical enmienda.
Igualmente expulsará la Junta Directiva a todo socio que quebrante las disposiciones reglamentarias y acuerdos de las Juntas general y directiva, y perturbe el buen orden del Círculo, si después de tres amonestaciones persistiese en su conducta.
CAPITULO TERCERO
Medios de conseguir el fin religioso del Círculo.
Art. 17.- El Círculo celebrará cuatro comuniones generales al año, una de ellas en la época del cumplimiento Pascual, otra en el día que se verifique la fiesta del Santo Patrono del Círculo, y las otras dos en aquellas festividades que se indiquen por el señor Consiliario.
Art. 18.- El Círculo solemnizará anualmente la fiesta de su Santo Patrono en la forma que determine la Junta Directiva.
Art. 19.- La Junta Directiva procurará que todos los años se den ejercicios espirituales a los asociados.
Art. 20.- Para evitar la blasfemia, la profanación de los días festivos, la exhibición de láminas y letreros obscenos e irreligiosos y enseñar el Catecismo, se establecerá, bajo la dirección de los Consiliarios, una o varias asociaciones, de las que formarán parte los socios numerarios y protectores que lo deseen.
También procurarán dichas asociaciones, como uno de los fines principales del Círculo, promover la frecuencia de Sacramentos entre sus socios, la lectura espiritual, auxilio de los enfermos y la institución del Apostolado de la Oración.
Se encargará a todos los socios que den el mayor impulso posible a estas laudabilísimas asociaciones, favoreciendo en todo a los miembros de ellas en esta propaganda espiritual y religiosa, dentro y fuera de los Círculos de Obreros Católicos.
Art. 21.- En la Comunión general del día en que se celebre la fiesta del Santo Patrono del Círculo, deberá hacer él mismo, y con la mayor solemnidad posible, la profesión de la fe católica, apostólica y romana.
Art. 22.- Para honrar a la Santísima Virgen y fomentar las prácticas de la vida cristiana, se rezará públicamente en el local del Círculo el Avemaría tan luego como se haga el toque de campana que lo indica, y al de las segundas oraciones se rezará por las benditas almas del Purgatorio.
Art. 23.- Se aconseja a los socios procuren restablecer con su ejemplo las venerandas y cristianas costumbres de saludar con las palabras "Ave María Purísima", de descubrirse al pasar ante las imágenes y las puertas de los templos, de saludar también a los sacerdotes y autoridades, de asistir con devoción a la Misa conventual en los días festivos y a las procesiones y actos religiosos y, en una palabra, hacer todo aquello que desde el punto de vista de religión y de cristiana educación y cortesía pueda edificar a los demás.
Art. 24.- El Círculo procurará asociarse a los actos de piedad que se celebren en la población, en especial a la práctica del Vía crucis en tiempo de Cuaresma, al rezo público y procesional del Santo Rosario, procesiones del Corpus y de los Santos Patronos de la población y Cuarenta Horas de los días de Carnaval.
CAPITULO CUARTO
Medios de conseguir el fin instructivo del Círculo.
Art. 25.- Para cumplir el Círculo su fin instructivo, se establecerá el Patronato de la
Juventud Obrera, cuyo reglamento va adjunto. A dicho Patronato pertenece abrir clases nocturnas de primera enseñanza, tan luego como el estado de fondos lo permita, o cuando algún socio se ofrezca voluntariamente a desempeñadas. De idéntica manera y sucesivamente se ofrezca el dar la enseñanza de aquellos conocimientos especiales que tengan aplicación más general a los socios del Círculo.
La apertura del curso escolar en sus escuelas se celebrará con una comunión, a la que, a más de asistir los socios, concurran los escolares que se hallen con aptitud para ello, y se cerrará con una solemne distribución de premios.
Art. 26.- La Junta Directiva dispondrá que bajo la dirección de los Consiliarios se celebren conferencias sobre puntos religiosos, científicos, literarios y técnicos, procurando que estén a cargo de personas de reconocida competencia.
Art. 27.- En el Círculo existirá una biblioteca y gabinete de lectura, rigiéndose ambos por un reglamento especial formado por la Junta Directiva, en el que se determinarán la forma y condiciones en que en su caso podrán dejarse a domicilio a los socios los libros de la biblioteca.
CAPITULO QUINTO
Medios de realizar el fin económico
Art. 31.- Para que el Círculo cumpla con su fin económico deberá establecer, desde luego, una Caja de Socorros Mutuos para los socios enfermos. Paulatinamente, y según las circunstancias de la población y del Círculo, previo acuerdo de la Junta General, podrá establecer una Caja de Ahorros y Monte de Piedad, tiendas de abastecimiento, ropas y viviendas en los mismos, tiendas-asilos o cocinas económicas, cuando así lo reclamaren las circunstancias, y Cajas de Socorro para ancianos e inválidos del trabajo.
El Círculo procurará el fomento de asociaciones formadas exclusivamente de sus socios para la compra de semillas, herramientas, abonos, etc., y para indemnización mutua de las pérdidas materiales, instrumentos y máquinas para los obreros industriales, y finalmente la promoción de todo cuanto tienda a la mejora del obrero pobre bajo su aspecto económico.
SECCIÓN PRIMERA
De los Socorros a los Socios
Art. 32.- El Círculo abonará a los socios enfermos tantas pesetas o tantos céntimos diarios en los primeros meses de su enfermedad, y tantos céntimos de peseta diarios después de este tiempo hasta el plazo que se juzgue oportuno, recibiendo la mitad los que paguen media cuota.

26 de mayo de 2009

Principios económicos del Partido Democrático

La insuficiente evolución ideológica del liberalismo progresista español provocó la aparición de una corriente democrática, y de clara influencia republicana, que profundizaba en los principios del liberalismo doctrinario y postulaba medidas como el sufragio universal. El partido democrático se convirtió en el instrumento político de la pequeña burguesía y, en general, de los sectores más avanzados de la sociedad hispana. Cobijó a los núcleos socialistas utópicos y a personajes sinceramente preocupados por las clases jornaleras, como Fernando Garrido o Sixto Cámara. Sin embargo, su defensa de la propiedad privada les enajenó la simpatía de los trabajadores, que a partir de 1868 desbordaron a los demócratas y a los republicanos con la implantación de la Internacional obrera. Presentamos el programa económico del Partido, tal y como se recogía en su Manifiesto del 6 de abril de 1849.
Vista de la Carrera de San Jerónimo con el Congreso de los Diputados, Madrid, 1853
 
PRINCIPIOS ECONÓMICOS
El Estado, la provincia y el común tienen necesidades que satisfacer; los ciudadanos deben concurrir a ellas; he aquí el origen y la causa de las contribuciones públicas.
Todos los ciudadanos de un Estado, como igualmente partícipes de las ventajas y derechos políticos, deben contribuir en proporción de sus haberes y recursos al sostenimiento de las cargas generales; todos los ciudadanos habitantes de una provincia, al sostenimiento de las cargas provinciales, y todos los vecinos de un común, al sostenimiento de las cargas municipales.
De esta regla primaria y fundamental para la imposición y repartimiento de las contribuciones se deduce inmediatamente:
1. Que varían esencialmente entre sí, como de distinta naturaleza y aplicación, las contribuciones generales, provinciales y municipales.
2. Que las contribuciones públicas deben aproximarse progresivamente en su forma al impuesto proporcional.
3. Que son ilegítimas las que excedan el límite de las necesidades públicas, las que no se exigen a todos los ciudadanos, las que no son proporcionadas a la fortuna del contribuyente y las que se fundan en el monopolio de la venta de ciertos artículos o en granjerías ejercidas por el Estado (rentas estancadas, loterías).
4. Que son injustas por su desigualdad y deben reformarse las que gravan con preferencia a las clases menos acomodadas (consumos, derecho de puertas, etc.).
La administración de los fondos públicos es distinta e independiente según su naturaleza y aplicación.
Los ayuntamientos administran los bienes y fondos del común, con la obligación de publicar todos los años el presupuesto de gastos e ingresos y las cuentas de su inversión.
Las diputaciones provinciales administran los bienes y fondos de la provincia con idéntica obligación.
El gobierno administra los bienes y fondos del Estado.
Son reglas inalterables para la administración de los fondos del Estado:
1. La estricta sujeción al presupuesto de gastos e ingresos votados cada año por las Cortes.
2. La presentación anual de cuentas a las mismas.
3. La prolija organización de la contabilidad pública.
4. La mayor sencillez posible en la manera de recaudar e invertir los fondos del Estado.
5. La publicación mensual de todos los ingresos y pagos del tesoro.
Los gastos públicos se dividen, considerada su aplicación, en reproductivos e improductivos.
La administración debe proponerse en su marcha progresiva, extender indefinidamente la esfera de los primeros y reducir más y más la de los últimos.
Los gastos reproductivos tienen por objeto él progreso ascendente e ilimitado de la producción, y el desenvolvimiento incesante de la prosperidad material y moral de los pueblos.
Los móviles cardinales de la prosperidad material y moral de los pueblos son:
1. La instrucción pública.
2. La industria y el comercio.
3. El crédito.
Se fomenta y perfecciona la instrucción pública:
Haciendo obligatoria para todos los españoles la primaria o elemental, y realzando la posición social y condiciones morales y materiales de los maestros. Extendiendo progresivamente la instrucción secundaria. Organizando las universidades con arreglo al espíritu democrático de la época. Promoviendo la publicación de obras especiales sobre enseñanza.
Se fomentan y desarrollan la industria y el comercio:
Con la desamortización completa, civil y eclesiástica. Con un, sistema completo de caminos, canales, correos y demás medios de comunicación apropiado a las necesidades especiales de los pueblos y provincias. Con la creación de bancos agrícolas en todas las provincias.
Con el establecimiento de escuelas especiales de agricultura, artes y comercio. Con la ilimitada libertad del comercio interior y de la exportación e importación con las posesiones de Ultramar. Con la protección de la industria nacional y la libertad del comercio exterior con ella compatible. La protección como medio, la libertad como fin.
Se promueve, robustece y extiende el crédito nacional:
Con el arreglo definitivo y estable de la deuda pública y su reducción a una sola clase. Con la religiosa exactitud en el pago de los intereses. Con el puntual cumplimiento por parte del gobierno de las obligaciones contraídas. Con la publicidad de todos los actos y operaciones del Ministerio de Hacienda. Con la acertada organización de los establecimientos de crédito, tal que sin destruir la concurrencia, ni consagrar el monopolio, se aseguren los intereses particulares en ellos comprometidos, evitando en lo posible los fraudes y las operaciones ruinosas.
Estos principios constituyen el sistema de gobierno interior, administración y economía del Estado. Otros determinan sus relaciones con las provincias de Ultramar y con las potencias independientes.

25 de mayo de 2009

¿Qué es el Frente Popular?, de José Díaz

La derrota electoral de 1933, la entrada de la CEDA en el gobierno de la República y el fracaso de la Revolución de Octubre llevaron a Manuel Azaña a proponer a los republicanos sinceros y a los socialistas la reedición de la vieja Conjunción republicano-socialista que había conseguido derribar la monarquía de Alfonso XIII. El deseo de la izquierda socialista de abrir la coalición hacia el resto de partidos obreros incorporó al acuerdo al Partido Sindicalista y al PCE, que sólo aceptó formar parte de la alianza cuando la Tercera Internacional cambió su línea estratégica desde la crítica al "social-fascismo" al entusiasmo por el Frente Popular. En su número extraordinario con motivo del 1º de Mayo de 1936, publicaba Mundo Obrero el siguiente artículo de José Díaz, secretario general del PCE, en el que atribuía a los comunistas todo el mérito en la formación del Frente Popular en España y anticipaba su línea política contrarrevolucionaria puesta de manifiesto en la Guerra Civil.
Documento del Frente Popular de Mondéjar, 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
El 16 de febrero, que ha señalado el camino del triunfo, ha sido el fruto de una labor tenaz, de una larga lucha diaria y consecuente de nuestro Partido.
Después de la derrota momentánea de octubre, había que reagrupar las fuerzas para emprender la lucha bajo las nuevas condiciones de terror, de ilegalidad, de atropellos sin nombre; había que ampliar el frente de combate, sin el cual no se habría conseguido contener, paulatinamente, la obra nefasta del Gobierno del bienio negro, romper el bloque reaccionario y conducir a las masas al triunfo del 16 de febrero. A una nueva situación corresponden una nueva táctica y nuevos métodos de lucha para poder compenetrarse con las amplias masas y seguir luchando, aun bajo las condiciones más difíciles; no permanecer nunca pasivos: ésa es la táctica leninista, y si se la sabe aplicar, el triunfo no puede hacerse esperar.
Algunos creían, o pretendían hacer creer, que el Frente Popular era una alianza sin principios con las fuerzas de la burguesía izquierdista y de la pequeña burguesía. Otros se planteaban el problema de si sacrificábamos los objetivos finales por dar solución a las necesidades inmediatas, pero unos y otros se han equivocado. El Frente Popular es la expresión viva de la concentración de las fuerzas obreras y democráticas de España frente a la otra concentración: la de la España del pasado. En esta gran polarización de fuerzas que se está operando en nuestro país, el proletariado tiene la misión de colocarse inteligentemente en el camino del cumplimiento de su misión histórica. Y hay que saber comprender que la lucha de clases no marcha siempre por un camino recto, ni el problema está en desertar del logro de las conquistas parciales que puedan beneficiar a las masas, contraponiendo a esto, como escudo engañoso, la “pureza revolucionaria”, el principio catastrófico del “todo o nada”.... ¡No! Las reivindicaciones parciales, cuando se tienen perspectivas revolucionarias claras, sirven como escalones ascendentes en la senda del triunfo sobre los explotadores. Nuestra diferencia con los reformistas estriba, justamente en esto: en que mientras nosotros utilizamos las reivindicaciones parciales para hacer marchar a las masas por el camino de la revolución, ellos pretenden utilizarlas para desviarlas de ese camino.
La lucha, hoy, está entablada a fondo entre la democracia en el terreno económico y político, de un lado, y de otro, las castas semifeudales, los privilegios de la Iglesia, las oligarquías financieras, la reacción y el fascismo, con su secuela de hambre y de miseria, de terror y de guerra. Sin despejar el camino de estas fuerzas negras del pasado, sin liquidar su base económica y social, no podremos organizar las luchas ulteriores, encaminadas a la emancipación total de los oprimidos.
La experiencia del 16 de febrero debe, por tanto, servimos para examinar cómo los obreros y campesinos deben marchar para que este triunfo del pueblo se amplíe y a la par se consolide. En primer lugar, debemos sacar una conclusión: si las fuerzas más consecuentes, que sirven de motor a la revolución, son los obreros y los campesinos; la tarea es unir a estas fuerzas en un frente de hierro, con las Alianzas Obreras y Campesinas, para que ellas refuercen, alienten y dirijan al resto de las capas progresivas encuadradas en el Frente Popular, impidiendo la ruptura de los Bloques Populares. Pues éstos no sólo han conseguido la victoria del 16 de febrero, sino que pueden aún ganar nuevas batallas, ya que tienen una gran cantidad de intereses comunes y un enemigo común que se opone a su realización. Romper el Bloque, sería tanto como entregar a nuestros aliados en brazos de la gran burguesía y de los terratenientes, que ya están queriendo seducirlos con sus cantos de sirena. De aquí que nuestro Partido lucha por mantener el Bloque Popular y apoyar al gobierno republicano de izquierdas para que realice el pacto del Frente Popular. Criticando, sí, lo que no marcha y empujando a su realización, pero dándole apoyo y soluciones para realizar las tareas que le están encomendadas, para impulsar y desarrollar la revolución democrática.
El camino del 16 de febrero, el camino del Frente Popular, significa la derrota de las viejas castas feudales, de las oligarquías financieras, significa abrir amplios cauces a la democracia y luchar con nuestros aliados sinceramente antifeudales y antifascistas para cumplir las tareas de la revolución democrático-burguesa.

24 de mayo de 2009

Dictadura del proletariado, democracia proletaria

En el convulso período de entreguerras (1918-1939) la marea totalitaria amenazaba con anegarlo todo. La crisis económica capitalista de 1929, consecuencia de la Primera Guerra Mundial, alentó las luchas sociales y convirtió a la Unión Soviética en un modelo para los trabajadores y en una amenaza para sectores burgueses que creyeron poder defenderse de ella detrás del fascismo. Esa política bipolar, anticipo de lo que fue la Guerra Fría, dejaba al margen a socialistas y anarquistas y todo lo fiaba, para bien o para mal, en el comunismo soviético. En España, durante la Guerra Civil, el PCE hizo un titánico esfuerzo propagandístico para ensalzar las virtudes de la URSS y atraer a sus menguadas filas a las bases de la CNT y la UGT. Uno de los libritos más difundidos fue "¿Qué es un soviet?", de Marcel Koch, del que insertamos su capítulo más significativo.

DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO A LA DEMOCRACIA PROLETARIA
No es raro oír decir: “la U.R.S.S. es el país de la dictadura roja”. Son muchos los que distinguen mal entre Mussolini o Hitler y Stalin. Profundamente afectos al ideal democrático, no comprenden el abismo que separa a los desgraciados Estados que padecen el yugo fascista, negro o pardo, del país de los Soviets.
Sin embargo, los resultados solos muestran ya que en la U.R.S.S. todo ha sido realizado en favor de las masas. El aumento incesante del bienestar de pueblos que han pasado, en algunos años, de un estado primitivo a la civilización; la progresión acelerada de la producción soviética, sin crisis y sin paro; la unión total de sus ciudadanos; su participación creciente en la dirección del Estado; la acción pacifista de la U.R.S.S., todo esto son elementos de apreciación que impiden incluso superficialmente decir: “No hacemos diferencia entre la dictadura staliniana y la de un Mussolini o de un Hitler”.
En primer lugar, no hay en la U.R.S.S. dictadura staliniana, sino dictadura del proletariado, ejercida por los Soviets en nombre de la soberanía popular. ¿Quién es Stalin, pues? El jefe del Partido Comunista de la U.R.S.S. Cualquiera que sea la posición que se quiera tomar personalmente con respecto a la III Internacional, se ve obligado a reconocer que este Partido ha sido el artífice de la edificación de la Unión Soviética. Es con este título como Stalin se encuentra al servicio de los Soviets, cuya actividad se diferencia totalmente de la de la III Internacional. Es con este mismo título como, en la Unión Soviética, dos millones de comunistas están al frente de toda la actividad. Nadie puede pensar en reprochar a los comunistas de la U.R.S.S. que proporcionen a su patria sus ciudadanos más ilustrados y sus guías más seguros. Los desacuerdos políticos que existen en el mundo capitalista, entre los comunistas y las otras fracciones no pueden ser una razón para que los miembros de estas últimas condenen el mundo socialista.
En general, si se ha atacado tanto a los dirigentes de la U.R.S.S., si se ha calumniado a Lenin, si se intenta macular a Stalin, es porque a través de los jefes, se apunta a la obra: los Soviets. No estamos tan lejos de los grandes cartelones en los que “el hombre con el cuchillo entre los dientes” personificaba la dictadura del proletariado. No es sorprendente, pues, que tanta buena gente se estremezca todavía de miedo sólo a oírle nombrar, y que repudien, sin razonarlo, todo lo que de cerca o de lejos toca a la Unión Soviética.
Para otros, las hazañas de los señores Mussolini, Hitler y compañía han hecho de la palabra “dictadura” un término que, sólo al pronunciarlo, choca con la conciencia libre. En Francia, sobre todo, donde sobrevive el recuerdo de la gran Revolución del 89, que grabó sobre todos los monumentos y en los cerebros las palabras sublimes de Libertad, Igualdad y Fraternidad, símbolo del ideal democrático, se es ferozmente enemigo de toda dictadura.
Sin embargo, porque nosotros, los franceses, somos apasionadamente afectos a este espíritu libre, que, desde hace siglos, triunfó en nuestro país de la opresión debemos comprender mejor que nadie el sentido exacto de la dictadura del proletariado. No tiene nada de común con la de la svástica o del fascio. La dictadura fascista no es más que el último refugio de una clase tambaleante, que se resiste a abandonar sus privilegios; mientras que la dictadura del proletariado es un medio que los pueblos de la U.R.S.S. han utilizado para invertir la relación de las fuerzas en favor de la masa, es decir: para construir la democracia popular. Democráticamente, si una minoría amenaza a las masas, ellas tienen el deber de imponerle su dictadura. Porque en un Estado democrático la soberanía solamente puede pertenecer a la mayoría numérica. Esta mayoría es siempre el proletariado, formado por todos los que viven de su trabajo.
Si en la U.R.S.S. se hubiese tratado solamente de instaurar una democracia de fachada, a ejemplo de las de los países burgueses, se hubiera podido dar al pueblo una pretendida democracia política. Pero la minoría que se hubiera reservado el control económico de la nación, hubiera sido aquí como en otras partes, dueña absoluta de sus destinos. Es porque los Soviets eran concebidos para dar al pueblo todo el poder, por lo que han debido ejercer, en su nombre, una dictadura implacable contra la minoría, quien, habiendo perdido el poder político, quería, para recuperarlo, conservar el poder económico.
No se podía, de la noche a la mañana, dar a los ciudadanos de la U.R.S.S. el control de una producción que era necesario desarrollar rápidamente, porque, analfabetos e inconscientes en su mayoría, ignoraban todo lo que se refiere a la gestión de las empresas. Era necesario, sin embargo, conservar y consolidar la victoria, construir y regentar, adelantar sector tras sector, y al mismo tiempo educar y defenderse contra los privilegiados del mundo entero, coaligados para derrumbar por todos los medios la primera democracia popular. Es por esto por lo que la democracia soviética ha debido ser una democracia de combate, dirigiendo todos sus golpes contra los enemigos de los trabajadores: los blancos, los intervencionistas, los traidores, los espías, los saboteadores.
La dictadura del proletariado ha sido la muralla levantada por los trabajadores más conscientes, tras la cual pudieron abrigarse los que un inmenso movimiento de revuelta había podido librarse de sus cadenas. Al amparo de esta muralla, se pudo educar y construir, conservando todos estos derechos y esta libertad arrancada por su propia lucha con el sufrimiento y la sangre.
Basta con mirar a otros países para comprender que no hubiera sido posible actuar de otro modo. En Italia, en Alemania, en Austria, los dirigentes del pueblo no pudieron o no quisieron ejercer la dictadura en nombre de la masa. Fueron derrumbados por el fascismo, que ejerce ahora esta dictadura contra la masa, en nombre de los privilegiados.
Mientras en estos desgraciados países centenares de millares de trabajadores están confinados en los campos de concentración, otros se mueren de hambre, y los dirigentes del pueblo son asesinados, la U.R.S.S. va de libertad en libertad.
El liberalismo no es lo propio de las democracias o de los poderes absolutos: es lo propio de las naciones fuertes, de los regímenes poderosamente asentados. Por esto en todas partes las democracias burguesas están dispuestas hoy a transformarse en países de dictadura, al mismo tiempo que la dictadura del proletariado de la U.R.S.S. se transforma en democracia proletaria.
Por un lado, en efecto, no es ya posible a los amos de la producción, cada día más absoluta, conservar un régimen político, negación de la Economía del país. No pueden hacer otra cosa sino crearlo a su imagen, y destrozar todo lo que, incluso superficialmente, puede asegurar a los trabajadores la menor posibilidad de resistencia.
Por otra parte, existe la concordancia absoluta entre la política y la producción. La Economía socialista tiene necesidad de la democracia política. No puede contentarse con hacer a los obreros colectivamente propietarios de su instrumento: la fábrica; a los campesinos colectivamente poseedores de sus koljoses; con poner colectivamente a todos los trabajadores al servicio de la Economía del país. Necesita hacer de ellos hombres libres que vivan fraternalmente unidos en el respeto de los derechos de cada uno y de todos.
Es por esto por lo que en la U.R.S.S. nada separa al pueblo de su Estado, de sus Soviets. Su unidad, su conciencia, su fuerza, su ideal de fraternidad y de paz, que hace de él la parte más avanzada de la humanidad, sabe que los debe a los que, en su nombre, ejercieron durante años la dictadura del proletariado, para llevarle a la democracia proletaria.

23 de mayo de 2009

Socialismo y libertad, de Vanguardia Socialista

La Guerra Civil española puso a prueba la solidez de las ideas y la fidelidad a las organizaciones de los responsables y de los militantes de la izquierda. La antigua familia socialista, siempre firmemente unida bajo la batuta de Pablo Iglesias, comenzó a desintegrarse durante la Segunda República y quedó definitivamente rota al terminar el conflicto fratricida. Los sectores moderados, liderados por Indalecio Prieto desde su exilio, se hicieron con el control de la mayoría de la organización, y las corrientes próximas a los comunistas, con personajes como Amaro del Rosal o Julio Álvarez del Vayo, quedaron progresivamente marginadas. Todavía en los años sesenta Álvarez del Vayo alentaba un grupo socialista que se expresaba en el periódico Vanguardia Socialista y que, finalmente, se integró en el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP). En 1969 editaron un folleto del que publicamos uno de sus artículos dedicado a los orígenes del PSOE.
Portada de Vanguardia Socialista, diciembre de 1969 (Archivo La Alcarria Obrera)

Tras la Restauración, el movimiento obrero se dispersó o se replegó, según las características de sus organizaciones de base. Todas fueran puestas fuera de la ley con las solas excepciones de la Asociación del Arte de Imprimir de Madrid, la Federación de las Tres Clases del Vapor de Barcelona y alguna que otra sociedad aislada. Las dos primeras serán esenciales como gérmenes del sindicalismo contemporáneo en sus dos grandes proyecciones al comenzar el siglo XX. La de Madrid, será el embrión del movimiento socialista; la de Barcelona, que durante largo tiempo guarda un matiz “trade-unionista” converge al cabo de los años con el movimiento anarquista (refugiado primero en la organización clandestina de la Sección Española de la Internacional bakuninista, con brotes luego de terrorismo) para servir de punto de arranque al anarcosindicalismo.
La Asociación del Arte de Imprimir había sido creada en 1872, precisamente contra el criterio de miembros del oficio como Pablo Iglesias y Anselmo Lorenzo, que veían en ella una organización de colaboración de clases. Sin embargo, cuando llego la Restauración, y con ella los tiempos difíciles, la Asociación pudo sobrevivir en el marco de la legalidad y adquirió así gran importancia como obra de continuidad, a la par que como núcleo de organización. Comprendiolo así Pablo Iglesias, que se consagró a ella y fue su presidente desde el 10 de mayo de 1874 hasta enero de 1885. La Asociación contaba al principio con 249 miembros, y de ella surgieron grandes organizadores del movimiento obrero socialista, como Antonio García Quejido y Matías Gómez Latorre.
Pero la fecha en que el movimiento obrero comienza otra curva ascendente es la de Mayo de 1879, en que se crea en Madrid el Partido Socialista. La legalidad de las asociaciones, obtenida con el Gobierno Sagasta en 1881 (¡paradojas de la Historia!) permitirá un trabajo en más amplia escala nacional, que culminará en la constitución del Partido Socialista Obrero Español y de la Unión General de Trabajadores en 1888. Con anterioridad a 1879 pueden señalarse los contactos que tuvo el grupo pre-socialista madrileño con el núcleo conspirador que dirigía Ruiz Zorrilla desde el exilio. Éste, en un llamamiento fechado en 1877 llamaba expresamente a los obreros a tomar las armas para conquistar el sufragio universal y las libertades de reunión y asociación. Ese llamamiento coincide con la preparación de una insurrección republicana, por Ruiz Zorrilla y sus amigos, que debía tener lugar ese mismo año. El golpe no llegó a producirse, pero al parecer los grupos obreros habían aceptado colaborar en él. Mesa se había entrevistado en París con Salmerón, con ese fin. Hubo también, en 1877, una huelga de albañiles en Madrid, pero no es posible ponerla en relación con la existencia de este embrión del Partido Socialista.
En el banquete del 2 de Mayo de 1879, celebrado en una fonda de la madrileña calle de Tetuán, quedó fundado el Partido Socialista Obrero Español. De sus 25 fundadores, 20 eran obreros (16 tipógrafos, 2 joyeros, 1 marmolista y 1 zapatero) y 5 intelectuales. Nombróse una Comisión para redactar el programa y trazar las bases de organización, compuesta por Pablo Iglesias, Victoriano Calderón, Alejandro Ocina, Gonzalo Zubiarre y Jaime Vera. La primera asamblea del nuevo partido se celebró el 20 de julio del mismo año en una taberna de la calle de la Visitación.
Allí se nombró, con carácter secreto, la primera Comisión Ejecutiva, así compuesta: Secretario, Pablo Iglesias; Tesorero, Inocente Calleja; Contador, Alejandro Ocina; Vocales, Victoriano Calderón y Gonzalo Zubiarre. En el acta de constitución se dice que se leyó una carta de Francia -probablemente sería de Mesa- y otra de Inglaterra -¿de Engels o de Lafargue?-, y que con la carta de Francia venía el manifiesto de los socialistas franceses. En el Manifiesto que encabeza el programa se dice que “...el Partido Socialista Español declara que su aspiración es: la abolición de clases, o sea la emancipación completa de los trabajadores; la transformación de la propiedad individual en propiedad social o de la sociedad entera; la posesión del Poder político por la clase trabajadora”.
EN EL PROGRAMA SOCIALISTA SE PRECONIZABA:
Entre los objetivos más inmediatos que se proponía elaborar el Partido, figuraban los derechos de asociación, reunión, petición, manifestación y coalición, el sufragio universal, la libertad de prensa, la abolición de la pena de muerte, la reducción de la jornada de trabajo, la prohibición del trabajo de niños y mujeres en malas condiciones, etc.
En 1884 la Agrupación Socialista Madrileña había accedido a la petición de Moret de presentar un Informe a la Comisión de Reformas Sociales. De ahí surgió el famoso “Informe” redactado por Jaime Vera, probablemente el único texto de la época en que se enfoca la realidad española con un criterio marxista y en que se emplea el razonamiento dialéctico que solía faltar incluso en los documentos más sólidos de la Internacional. El “Informe” de Vera no se puede resumir. Sin embargo, es indispensable reseñar su importancia, en contraste con la pobreza ideológica que caracterizó un tiempo en que los militantes socialistas dedicaron abnegadamente sus esfuerzos a la tarea organizadora. La cuestión queda ahí planteada: ¿Hasta que punto se produjo o no en España la conjunción del movimiento obrero con el socialismo científico?
El movimiento socialista había ido tomando cuerpo desde el punto de vista orgánico, creándose.
Por otra parte, las huelgas menudearon a partir de 1880, pero sobre todo en Barcelona. En Madrid tuvo lugar en 1882 la huelga de tipógrafos. Iglesias, García Quejido y otros directivos obreros fueron encarcelados y defendidos en el proceso por Pi y Margall. Ese mismo año se crearon en Madrid otras organizaciones de resistencia, como la de herradores y la de obreros del hierro.
En Barcelona, el Centro Federativo de Sociedades Obreras convocó aquel mismo año un Congreso Obrero, “a fin de -decía la convocatoria- lograr el bien común uniendo las diferentes tendencias que existen en el seno de la clase obrera”.
Al Congreso acudieron delegados de 88 sociedades obreras, la mayoría de Cataluña. También acudió Pablo Iglesias, en nombre de la Agrupación Socialista de Madrid.
El Congreso acordó crear una Asociación Nacional de Trabajadores a base de aceptar el principio de la lucha de clases y cuyo objeto seria “Reunir a todos los trabajadores de España, a fin de que, aunando sus esfuerzos, puedan mejorar progresivamente sus condiciones sociales y oponerse a la creciente explotación de la burguesía”.
La forma de organización seria por secciones locales de oficio y por Federaciones provinciales.
Se acordó igualmente pedir la reglamentación del trabajo de las mujeres, la promulgación de leyes determinando la jornada máxima de trabajo y protegiendo la vida y la salud de los trabajadores. En el aspecto político se decidió que: “La clase trabajadora debe organizarse en partido político distinto e independiente de los demás partidos burgueses para conquistar el Poder de manos de la burguesía”, aconsejando a los obreros que ingresasen en el Partido Socialista Obrero. Esta resolución fue tomada por 73 votos a favor, 7 en contra y 9 abstenciones.
Sin embargo, la proyectada Asociación no llegó a tener auténtica vida y sólo siguieron existiendo ciertos núcleos en Cataluña. Uno de ellos, el Centro Obrero de Mataró, tuvo la idea, en 1887, de llevar a la práctica las decisiones del Congreso de 1882. Y ese fue el punto de partida para convocar el Congreso constitutivo de la UGT.
IGLESIAS SE MANTUVO INTRANSIGENTE
En 1885, algunos socialistas de Madrid tuvieron que abandonar la capital, porque los patronos se negaban sistemáticamente a darles trabajo. Salieron, pues en busca de trabajo, pero al mismo tiempo como propagandistas y organizadores, hacia las provincias decisivas para el movimiento obrero. El tipógrafo Antonio García Quejido fue a instalarse en Barcelona, y Facundo Perezagua, metalúrgico, que había nacido en Toledo, fue a Bilbao, de cuya organización obrera estaba llamado a ser el primer propulsor y la primera personalidad durante largos años.
En 1886 aparece, con periodicidad semanal, El Socialista, proyecto que acariciaba la Agrupación Madrileña desde 1882. El primer número apareció el 12 de marzo de aquel año. En una reunión celebrada el 27 de enero se aprobaron unas bases o declaración de principios para el periódico, que suscitaron el primer problema interno.
En estas bases de orientación del periódico se establecía, en primer lugar, la difusión de las doctrinas del Partido, el apoyo a las luchas de resistencia, a las huelgas, al “principio de asociación entre los obreros”, procurando llegar a una Asociación Nacional (es decir, a una central sindical), etc. En la base tercera se acusaba a los partidos republicanos de querer utilizar la clase obrera para conquistar el Poder, sin atacar el régimen de propiedad, pero el Partido optaba por el régimen republicano por cuanto “el planteamiento de los derechos individuales ha de otorgar mayores garantías al desarrollo de la propaganda socialista”. Por fin, la base cuarta, que fue la manzana de la discordia, establecía que se combatiría “a todos los partidos burgueses y especialmente las doctrinas de los avanzados, si bien haciendo constar que entre las formas de gobierno republicana y monárquica, El Socialista prefiere siempre la primera”.
DISTINCIÓN ENTRE PARTIDO Y SINDICATO
Discrepó Vera, apoyado por Mora, por estimar que se debía combatir preferentemente a los gobiernos y a los partidos de oposición en cuanto propulsasen ideas reaccionarías, pero no a los republicanos, junto a los cuales quedaba una etapa por recorrer conjuntamente.
Aunque García Quejido intentó llegar a una transacción, Iglesias y la mayoría se mantuvieron intransigentes. Vera y Mora abandonaron el Partido, al que volverían ocho y quince años después respectivamente.
La primera redacción de El Socialista estuvo formada por Iglesias, Gómez Latorre, Garcia Quejido, Pauly y Diego Abascal. El periódico estaba compuesto gratuitamente por tipógrafos socialistas, y era vendido por afiliados al Partido.
En 1887 había Agrupaciones socialistas en 28 ciudades, cuyo único vínculo de coordinación era “El Socialista”, que ya en aquellos tiempos mostró que un periódico puede desempeñar la función de “organizador de la clase obrera”. Sin embargo, se hacía sentir la necesidad de una estructuración nacional. Por su parte, el Centro Obrero de Mataró se dirigió -también en 1887- al Centro Obrero de Barcelona, pidiéndole la convocatoria de un Congreso obrero que coincidiese con la Exposición Universal que debía celebrarse en aquella ciudad al siguiente año. García Quejido se encargó de la organización, y el Congreso fue convocado para el mes de agosto por los Centros de Mataró y Barcelona, la Federación Tipográfica (que reunía once sociedades) y la sociedad obrera de Vich.
En cuanto al Congreso del Partido fue convocado por la Agrupación Madrileña, para celebrarlo también en Barcelona y pocos días después del otro congreso.
El 12 de agosto de 1888, mientras en Barcelona se celebraba la Exposición Universal, se abrían las sesiones del primer Congreso de la Unión General de Trabajadores, en la casa número 29 de la calle de Tallers de la capital catalana. Veinticinco delegados presentes representaban a cuarenta y una sociedades: 26 de Cataluña, las 13 que formaban la Federación Nacional del Arte de Imprimir, los carpinteros de Madrid y los panaderos de Castellón.
Las sesiones duraron hasta el 14 de agosto y dieron por resultado el nacimiento de la U.G.T., que quedó integrada por 27 secciones (las sociedades restantes hasta 41 no se decidieron a integrarse en la organización naciente) con un total de 3.355 afiliados. La U.G.T. se distinguía, por definición, del Partido de la clase obrera y se presentaba como organización de resistencia al capital, de defensa de las condiciones de vida y trabajo de los obreros, esto es, como organización sindical. De agosto de 1888 data pues, en la historia de España, la distinción entre lo que es un partido de la clase obrera, que pretende agrupar a lo más avanzado de la misma para conquistar el poder político, y una organización sindical, que postula la adhesión de todos los asalariados para la defensa de sus intereses en las relaciones de producción (conflictos con el capital) y, en general, de sus condiciones de vida. Teóricamente, la central sindical nacía como independiente del Partido Socialista; en la práctica, su vinculación con éste fue estrechísima, no sólo en cuanto a orientación sino también en cuanto a las personas que ocuparon indistintamente las direcciones de una y otra organización.
El primer Comité Nacional de la U.G.T. quedó así compuesto: Presidente, Antonio García Quejido; Vicepresidente, Salvador Ferrer; Tesorero, Ramón Colado; Secretario, Ramón Ciuró; Vicesecretario, Juan Graells; Vocales, José Carnicer y Basilio Martín Rodríguez. El Comité Nacional fijó su residencia en Barcelona, donde permaneció hasta 1899, fecha de su traslado a Madrid.
Del 23 al 25 de agosto se reunió el primer Congreso del Partido Socialista. 18 delegados (que ya habían asistido al Congreso de la U.G.T.) representaban a 20 Agrupaciones. (Los viajes de Iglesias por Andalucía tras la salida de “El Socialista”, y luego por Cataluña, en unión de los forzosos desplazamientos de Perezagua y Quejido, habían contribuido a crear este primer armazón del Partido).
Además de numerosas agrupaciones de Cataluña, estaban representadas las de Madrid, Guadalajara, Bilbao, Valencia, Játiva, Linares y Málaga (seguramente había otras agrupaciones en Andalucía que no estuvieron representadas).
EL SINDICATO SOCIALISTA PEDÍA:
El Congreso decidió el programa del Partido, cuyos puntos básicos eran los siguientes:
1º La posesión del poder político por la clase trabajadora.
2º. La transformación de la propiedad individual y corporativa de los instrumentos de trabajo en propiedad común de la sociedad entera (se entienden por instrumentos de trabajo “la tierra, las minas, los transportes, las fábricas, las máquinas, el capital moneda”).
3º. La organización de la sociedad sobre la base de la federación económica, el usufructo de los instrumentos de trabajo por las colectividades obreras, garantizando a todos sus miembros el producto total de su trabajo; y la enseñanza integral a los individuos de ambos sexos en todos los grados de la ciencia, de la industria y de las artes.
4º. La satisfacción por la sociedad de las necesidades de los impedidos por edad o padecimiento.
“En suma: el ideal del Partido Socialista Obrero es la completa emancipación de la clase trabajadora; es decir, la abolición de todas las clases sociales y su conversión en una sola de trabajadores libres e iguales, honrados e inteligentes”.
Marxismo y utopismo no estaban aún enteramente diferenciados; la “federación económica” era probablemente un residuo proudhoniano más que una interpretación de la tesis de Engels sobre la etapa superior de desaparición del Estado; también pertenecía a la imprecisión del socialismo premarxista la afirmación del “producto integro del trabajo”. En cuanto al moralismo de “honrados e inteligentes”, ¿cómo no ver en él una continuación del espíritu de la Constitución de Cádiz, cuyo artículo 6º prescribía a los españoles “ser justos y benéficos”?
El Congreso estableció también un detallado programa de medidas democráticas de las libertades y derechos habituales, figuraba la “supresión de los ejércitos permanentes y el armamento general del pueblo” y la “abolición de la Deuda pública. Las reivindicaciones de orden social eran muy detalladas y entre ellas figuraban la jornada legal de ocho horas (y de seis para los menores de 14 a 18 años), el salario mínimo legal “determinado cada año por una comisión de estadística obrera, con arreglo a los precios de los articulas de primera necesidad”, el salario igual para trabajo igual en ambos sexos y la creación de comisiones de vigilancia elegidas por los obreros para inspeccionar las condiciones de vida y trabajo de los mismos.
El programa pedía también la enseñanza gratuita y laica en los grados primario y secundario, la abolición de los impuestos indirectos y la transformación de los directos en un impuesto general progresivo sobre la renta.
Se mantenía el sentido extremadamente crítico contra todos los “partidos burgueses, llámense como se llamen” y la actitud de apoyo a las organizaciones obreras de resistencia.
Como puede verse, y a pesar de matices de utopismo aquí y allá, el conjunto programático atestiguaba un estado de madurez y una visión general de la política que superaba en mucho la fase de simple agitación. Las reivindicaciones de lo que hoy llamamos “salario mínimo con escala móvil”, de las comisiones de vigilancia nombradas por los obreros, etc., demuestran una comprensión de la lucha obrera y sindical cuya validez no se ha extinguido casi ochenta años después. Es digno de observar que los aspectos sindicales parecen más elaborados que los estrictamente políticos donde hay todavía cierta tosquedad; en el primer caso, los militantes obreros poseían ya una experiencia, a veces de veinte años, mientras que en el segundo, como organización política de la clase obrera, se estaba en los primeros pasos.
El Congreso nombró un Comité Nacional (de cuya designación fue encargada la Agrupación de Madrid) que quedó así compuesto: Presidente, Pablo Iglesias; Secretario, Francisco Diego; Tesorero, Francisco Carrero; Vocales, Marino Rodríguez y Antonio Atienza. Todos tipógrafos, menos el Tesorero que era encuadernador. La sede del Comité Nacional quedó fijada en Madrid.