La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

18 de enero de 2008

Pleno de Regionales de CNT de septiembre de 1936

Entrada cine colectivizado, Madrid, 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)

La historiografía académica está de acuerdo, en líneas generales, en responsabilizar a los anarquistas en general, y a la CNT en particular, del fracaso de la Segunda República y de la derrota en la Guerra Civil. Acusados de extremistas y maximalistas, opuestos a cualquier pacto o acuerdo, contrarios a la centralización del mando militar, promotores de la acción sanguinaria de los incontrolados en la retaguardia… los historiadores han cargado sobre los libertarios las más duras acusaciones. Pero si pasamos de los lugares comunes a las pruebas de cargo, nos encontramos con documentos sorprendentes, como estos acuerdos del Pleno de Regionales de la central anarcosindicalista, publicados en el diario CNT el 17 de septiembre de 1936, que nos muestran una visión completamente diferente del anarcosindicalismo en la Guerra Civil, una realidad siempre ocultada por una coalición de intereses creados.

El Pleno de Regionales de la CNT ha examinado la situación del movimiento antifascista en todos sus aspectos, llegando a las siguientes conclusiones:
Que no hay solución posible en el estado que nos hallamos sin una coordinación más eficaz de fuerzas y la creación de un organismo aglutinante de las mismas, que consiga batir al fascismo en todos los frentes y garantizar la reconstrucción económica en la retaguardia.
En consecuencia, la CNT considera como cosa fundamental la participación en un organismo nacional facultado para asumir las funciones de dirección en el aspecto defensivo y de consolidación en el aspecto político y económico.
Dándose cuenta de la necesidad urgente de actuar en todos los sentidos sin demora alguna, las Delegaciones presentes en el Pleno acuerdan que se proceda a preparar a la opinión pública y a entablar diálogos con los sectores republicanos y socialistas con vistas a la realización rápida de lo siguiente:
1º Constitución en Madrid de un Consejo Nacional de Defensa, compuesto por elementos de todos los sectores políticos en lucha contra el fascismo y con esta proporcionalidad: cinco delegados de la UGT (marxistas), cinco de la CNT y cuatro republicanos. Presidencia del Consejo Nacional de Defensa, Largo Caballero. La constitución de este Consejo Nacional de Defensa presupone la continuidad de la Presidencia de la República en la persona que la detenta y con el mismo espíritu de gestión que viene observando hasta la fecha.
2º Federación local, provincial, regional y nacional en sus dos facetas de administración política y económica e implantación de los Consejos de Defensa, observando la misma escala, con supresión de Ayuntamientos, Diputaciones y Gobiernos Civiles. Las regiones quedaran facultadas para establecer la proporcionalidad de las fuerzas antifascistas dentro de los Consejos Regionales de Defensa, para introducir las modificaciones locales que requieran las circunstancias y las facilidades del ambiente.
3º Transformación de los Ministerios, convirtiéndolos en Departamentos y configurándolos del modo que aconsejan las exigencias del momento: Relaciones exteriores, Orden público, Guerra (Aviación y Marina inclusives), Comunicaciones y propaganda, Instrucción pública, Hacienda, Agricultura, Industria, Transportes, Comercio, Abastos, Obras públicas, Trabajo y Sanidad.
4º Creación de la milicia popular única para finalidades de Orden público. Creación de la milicia de guerra con carácter obligatorio y control de la milicia por los Consejos de Obreros y Milicianos constituidos por Comisiones mixtas por la UGT y la CNT. Simplificación de los mandos, circunscribiéndolos a la gestión y denominación de técnicos militares. Creación de una Dirección militar única, constituyendo un Comisariado de Guerra nombrado por el Consejo Nacional de Defensa y con representantes de los tres sectores que luchan contra el fascismo.
5º Constitución de un Tribunal Popular y de un Cuerpo Jurídico provisional, nombrado de común acuerdo por el Consejo Nacional de Defensa y las organizaciones sindicales políticas antifascistas.
6º Socialización de la banca, liquidación de la usura y el agiotaje y eliminación terminante de la Deuda nacional, provincial y local.
7º Socialización de los bienes de la Iglesia, de los terratenientes, gran industria, gran comercio, transportes en general, así como las Empresas de cualquier volumen cuyo apoyo a la rebelión resultase comprobado; control obrero en las industrias y comercios privados, usufructo por los Sindicatos obreros de los medios de producción y cambio que sean socializados, libre experimentación en los pueblos que, por su posición especial, no perturben la marcha normal de la economía; planificación de la gran industria y de los cultivos más importantes.
8º Lucha por la paz a base de la acción internacional del proletariado, reorganización de la diplomacia y convocatoria de una Conferencia internacional de todos los elementos antifascistas con vistas a la fundamentación de una solidaridad eficiente.
Para la realización de todos estos puntos, la Ponencia propone lo siguiente:
1º Que una Delegación del Pleno ponga en conocimiento de la UGT los acuerdos tomados y le proponga una Alianza Nacional a base de ese programa mínimo.
2º Que sea dada a la Prensa, simultáneamente, una copia de lo acordado.
3º Que para el próximo domingo, día 20, se organicen cuatro grandes mítines: uno en Madrid, otro en Valencia, otro en Barcelona y otro en Málaga, para hacer públicos estos acuerdos e interesar a la opinión en la puesta en práctica de los mismos.
4º Que el Comité Nacional se amplíe con un representante de cada una de las Regionales, dando comienzo a las gestiones directas cerca de la UGT, del Gobierno y de los Partidos republicanos.
5º Que en el plazo de diez días se celebre un Pleno de Regionales para dar cuenta de las gestiones del Comité Nacional y tomar los acuerdos pertinentes.

16 de enero de 2008

Revolución Industrial en Inglaterra, de Max Beer

Obreros en su fábrica, España, hacia 1910 (Archivo La Alcarria Obrera)

Una de las ideas equívocas más extendidas es aquella que sostiene que la Revolución Industrial se debe a un puñado de capitalistas emprendedores que arriesgaron sus fortunas para introducir cambios profundos en los modos de producción tradicionales, justificando de este modo la acumulación de plusvalías por esta minoría de patronos rápidamente enriquecidos con el trabajo de un proletariado cada vez más numeroso y explotado. Ofrecemos aquí el análisis de Max Beer, extraído de su Historia general del socialismo y de las luchas sociales, una voluminosa obra que fue publicada por primera vez en castellano por la Editorial Zeus en 1931, y que desde entonces ha tenido muy pocas reediciones; en España sólo volvió a ser reeditada en 1979, y está agotada desde hace décadas. Sin embargo no cabe duda de su interés: se dice que Salvador Allende confesó que fue su lectura la que le orientó hacia el socialismo.

Con formas y alternativas diversas prosiguió hasta 1689 la revolución burguesa iniciada en 1642. Terminó por la derrota de la monarquía absoluta y la victoria de la burguesía. Inglaterra se convirtió en una República con fachada monárquica. Todavía era la población relativamente débil. Se elevaba a cinco millones de habitantes, de los cuales millón y medio, poco más o menos, pertenecían a la clase de artesanos o a la de comerciantes. Se practicaba la industria ora a domicilio, ora en talleres. Además, existían grandes manufacturas que agrupaban numerosos artesanos asalariados y constituían una a modo de gigantesca mecánica dominada por el capital comercial.
Durante la revolución ya empezaron los intereses del comercio y de la industria a ejercer una influencia preponderante sobre toda la vida política inglesa. Fue su portavoz Oliverio Cromwell. Se acrecentó esta influencia a lo largo del siglo XVIII. Toda la política del Gobierno inglés no tenía otra finalidad que la de abrir vastas perspectivas al comercio y a la industria. Con este propósito, la nobleza y la hacienda inglesas empeñaron la lucha contra los Países Bajos y Francia, anularon la competencia industrial de Irlanda, ahogaron en germen las tentativas de competencia de América del Norte y fundaron el imperio de las Indias. Con este propósito crearon Bancos, Compañías de navegación y manufacturas; expropiaron a masas enormes de modestos aldeanos y los transformaron en proletarios, empleándolos en la construcción de carreteras y canales y dándoles trabajo en las numerosas fábricas que surgían entonces por doquiera. El único fracaso que sufrieron fue la pérdida de los Estados Unidos de América del Norte, debida a la política de cortos alcances del Gobierno inglés.
La extensión de los mercados y el aumento general de la demanda de producción manufacturados requirieron una transformación completa de la producción y los transportes. Para satisfacer las necesidades mercantiles pusieron manos a la obra ingenieros, inventores y sabios. Rápidamente se cubrió Inglaterra de una espesa red de carreteras y vías navegables. Se perfeccionó la máquina de vapor. Cada vez se utilizó más la antracita en la industria metalúrgica. La invención de la máquina de hilar y del tejido mecánico dio origen a la industria textil moderna. El gruñido de las máquinas y las columnas de humo que se elevaban de las chimeneas de las fábricas anunciaron al mundo entero la aparición de la edad del carbón y del hierro.
Del país agrario se transformó Inglaterra con premura en país industrial. Las comunidades aldeanas cedieron el puesto a vastas fábricas y centros industriales. Se multiplicó la población con una velocidad vertiginosa. En todos los sentidos se extendieron las ciudades. De 1750 a 1821 la población de Inglaterra y el País de Gales pasó de 6’5 millones de habitantes a más de 12 millones. De 1760 a 1816 la población de Manchester pasó de 40.000 a 140.000 habitantes; la de Birmingham, de 30.000 a 90.000; la de Liverpool, de 35.000 a 120.000. De 1750 a 1816, el total de importaciones y exportaciones pasó de 20 millones de libras esterlinas a 92.
Todos estos fenómenos eran consecuencia de la revolución industrial, la cual arrastró en pos de ella poco a poco al mundo entero. Sus efectos resultaron incomparablemente más enormes y profundos que los de todas las revoluciones del pasado. Ella asentó las bases de un nuevo orden social y creó los medios de suprimir la miseria, la opresión y la diferencia de clases. En una palabra, engendró el proletariado y el socialismo modernos.
Los hombres que llevaron a cabo esta transformación y ampliaron así hasta el infinito las posibilidades de la producción de riquezas eran obreros o artesanos casi todos. Tuvieron que allanar toda clase de obstáculos; pero, impulsados por las necesidades sociales, trabajaron sin preocuparse de las consecuencias y sin ningún deseo de recompensa personal. Quienes contribuyeron al perfeccionamiento del hilado mecánico fueron el relojero Kay, el carpintero Wyatt, el peluquero Arkwright, el tejedor Heargraves y el mecánico Crompton. Los inventores del tejido fueron el relojero Kay y el teólogo Cartwright. Construyeron las nuevas carreteras y vías navegables, Brindley y Metcalf, dos obreros del montón, que apenas sabían leer y escribir. En cuanto a los que perfeccionaron la máquina de vapor y la locomotora, fueron el traficante en hierro Newcomen, el vidriero Crawley y los mecánicos Watt y Stephenson.
Ni inventores ni sabios sacaron los provechos abundantes que permitió realizar esta revolución industrial, sino comerciantes y banqueros listos que supieron utilizar los trabajos de aquéllos.
Generalmente no comprendían nada de los inventos mecánicos que ponían a su disposición otros; pero poseían en sumo grado la facultad de accionar las fuerzas productivas creadas por el prójimo, así como la ausencia de escrúpulos indispensables para el éxito material. “La inmensa mayoría de los nuevos amos –dice Roberto Owen, que los conocía bien- no aportaba, a guisa de conocimientos, sino su olfato para los negocios y la los rudimentos del cálculo. La acumulación rápida de riquezas por obra de los progresos de la técnica creó una clase de capitalistas que se reclutaban entre los elementos más ignorantes y groseros de la población”. De estos elementos salieron los capitanes de industria, los organizadores de la economía capitalista. Se consideraban artesanos de su prosperidad, atribuían sus éxitos a su propio mérito y pretendían obrar a su libre albedrío, rechazando como perjudicial cualquier intromisión del Estado en sus negocios, y en general, cualquier intervención de las autoridades en la vida económica.

13 de enero de 2008

Bases de Trabajo de la Sociedad de Camareros

Pegatina de UGT (Archivo La Alcarria Obrera)

Bajo el amparo de la paternalista legislación social de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930), se firmaron en España los primeros acuerdos generales entre los sindicatos obreros y campesinos, adheridos a la UGT o al sindicalismo católico o gremial, y los patronos, no siempre reunidos en una asociación empresarial específica. Se favorecía así desde el gobierno el fortalecimiento de un sindicalismo apolítico y pactista para debilitar a la CNT, central mayoritaria de orientación anarcosindicalista que había sido puesta fuera de la ley, buscando la paz social, gravemente amenazada por las luchas obreras desde 1917. Aquí reproducimos uno de estos convenios, llamados Bases de Trabajo, firmado en 1925 por los camareros de la Federación de Sociedades Obreras de Guadalajara, adherida a la marxista Unión General de Trabajadores.

Bases que presenta la Sociedad de Camareros a todos los dueños de Cafés, Bares, Fondas y Hoteles, de esta capital según acuerdos tomados en Junta General celebrada el día 8 Julio 1925.
BODAS, BANQUETES Y LUNCHS:
1º Suspensión de la carga de tableros no siendo dentro de los establecimientos donde se trabaje.
2º No poder trabajar el Camarero para más servicio que fuera buscado para trabajar.
3º El sueldo que percibirá cada Camarero para cualquiera de estos tres servicios será el de 10 pesetas como mínimum y para los chocolates será de 3 pesetas.
4º El sueldo que se establece para todo servicio fuera de la capital será el de Camarero 20 pesetas y el de Cocinero 40, más los viajes.
NOTAS:
Todo Camarero con dueños que no respete los artículos de estas Bases la Sociedad tomará las medidas que crea más convenientes con aquel que fuera el culpable.
Todo Camarero, Cocinero como Echador que pertenezca a esta Sociedad tendrá derecho a 24 horas de descanso semanales con derecho al sueldo.
Todo Camarero como Cocinero que todo dueño de establecimiento necesite tanto para diario como para extraordinario serán pedidos por escrito y con 24 horas de anticipación al Presidente de esta Sociedad.
Ningún Camarero que pertenezca a esta Sociedad no podrá trabajar con ningún compañero que no sea de la misma sin el consentimiento de la Junta Directiva.
Guadalajara 16 de Julio de 1925
Por la General:
El Presidente, Justo Marina
El Secretario, Francisco Jaraba