La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

26 de mayo de 2009

Principios económicos del Partido Democrático

La insuficiente evolución ideológica del liberalismo progresista español provocó la aparición de una corriente democrática, y de clara influencia republicana, que profundizaba en los principios del liberalismo doctrinario y postulaba medidas como el sufragio universal. El partido democrático se convirtió en el instrumento político de la pequeña burguesía y, en general, de los sectores más avanzados de la sociedad hispana. Cobijó a los núcleos socialistas utópicos y a personajes sinceramente preocupados por las clases jornaleras, como Fernando Garrido o Sixto Cámara. Sin embargo, su defensa de la propiedad privada les enajenó la simpatía de los trabajadores, que a partir de 1868 desbordaron a los demócratas y a los republicanos con la implantación de la Internacional obrera. Presentamos el programa económico del Partido, tal y como se recogía en su Manifiesto del 6 de abril de 1849.
Vista de la Carrera de San Jerónimo con el Congreso de los Diputados, Madrid, 1853
 
PRINCIPIOS ECONÓMICOS
El Estado, la provincia y el común tienen necesidades que satisfacer; los ciudadanos deben concurrir a ellas; he aquí el origen y la causa de las contribuciones públicas.
Todos los ciudadanos de un Estado, como igualmente partícipes de las ventajas y derechos políticos, deben contribuir en proporción de sus haberes y recursos al sostenimiento de las cargas generales; todos los ciudadanos habitantes de una provincia, al sostenimiento de las cargas provinciales, y todos los vecinos de un común, al sostenimiento de las cargas municipales.
De esta regla primaria y fundamental para la imposición y repartimiento de las contribuciones se deduce inmediatamente:
1. Que varían esencialmente entre sí, como de distinta naturaleza y aplicación, las contribuciones generales, provinciales y municipales.
2. Que las contribuciones públicas deben aproximarse progresivamente en su forma al impuesto proporcional.
3. Que son ilegítimas las que excedan el límite de las necesidades públicas, las que no se exigen a todos los ciudadanos, las que no son proporcionadas a la fortuna del contribuyente y las que se fundan en el monopolio de la venta de ciertos artículos o en granjerías ejercidas por el Estado (rentas estancadas, loterías).
4. Que son injustas por su desigualdad y deben reformarse las que gravan con preferencia a las clases menos acomodadas (consumos, derecho de puertas, etc.).
La administración de los fondos públicos es distinta e independiente según su naturaleza y aplicación.
Los ayuntamientos administran los bienes y fondos del común, con la obligación de publicar todos los años el presupuesto de gastos e ingresos y las cuentas de su inversión.
Las diputaciones provinciales administran los bienes y fondos de la provincia con idéntica obligación.
El gobierno administra los bienes y fondos del Estado.
Son reglas inalterables para la administración de los fondos del Estado:
1. La estricta sujeción al presupuesto de gastos e ingresos votados cada año por las Cortes.
2. La presentación anual de cuentas a las mismas.
3. La prolija organización de la contabilidad pública.
4. La mayor sencillez posible en la manera de recaudar e invertir los fondos del Estado.
5. La publicación mensual de todos los ingresos y pagos del tesoro.
Los gastos públicos se dividen, considerada su aplicación, en reproductivos e improductivos.
La administración debe proponerse en su marcha progresiva, extender indefinidamente la esfera de los primeros y reducir más y más la de los últimos.
Los gastos reproductivos tienen por objeto él progreso ascendente e ilimitado de la producción, y el desenvolvimiento incesante de la prosperidad material y moral de los pueblos.
Los móviles cardinales de la prosperidad material y moral de los pueblos son:
1. La instrucción pública.
2. La industria y el comercio.
3. El crédito.
Se fomenta y perfecciona la instrucción pública:
Haciendo obligatoria para todos los españoles la primaria o elemental, y realzando la posición social y condiciones morales y materiales de los maestros. Extendiendo progresivamente la instrucción secundaria. Organizando las universidades con arreglo al espíritu democrático de la época. Promoviendo la publicación de obras especiales sobre enseñanza.
Se fomentan y desarrollan la industria y el comercio:
Con la desamortización completa, civil y eclesiástica. Con un, sistema completo de caminos, canales, correos y demás medios de comunicación apropiado a las necesidades especiales de los pueblos y provincias. Con la creación de bancos agrícolas en todas las provincias.
Con el establecimiento de escuelas especiales de agricultura, artes y comercio. Con la ilimitada libertad del comercio interior y de la exportación e importación con las posesiones de Ultramar. Con la protección de la industria nacional y la libertad del comercio exterior con ella compatible. La protección como medio, la libertad como fin.
Se promueve, robustece y extiende el crédito nacional:
Con el arreglo definitivo y estable de la deuda pública y su reducción a una sola clase. Con la religiosa exactitud en el pago de los intereses. Con el puntual cumplimiento por parte del gobierno de las obligaciones contraídas. Con la publicidad de todos los actos y operaciones del Ministerio de Hacienda. Con la acertada organización de los establecimientos de crédito, tal que sin destruir la concurrencia, ni consagrar el monopolio, se aseguren los intereses particulares en ellos comprometidos, evitando en lo posible los fraudes y las operaciones ruinosas.
Estos principios constituyen el sistema de gobierno interior, administración y economía del Estado. Otros determinan sus relaciones con las provincias de Ultramar y con las potencias independientes.

25 de mayo de 2009

¿Qué es el Frente Popular?, de José Díaz

La derrota electoral de 1933, la entrada de la CEDA en el gobierno de la República y el fracaso de la Revolución de Octubre llevaron a Manuel Azaña a proponer a los republicanos sinceros y a los socialistas la reedición de la vieja Conjunción republicano-socialista que había conseguido derribar la monarquía de Alfonso XIII. El deseo de la izquierda socialista de abrir la coalición hacia el resto de partidos obreros incorporó al acuerdo al Partido Sindicalista y al PCE, que sólo aceptó formar parte de la alianza cuando la Tercera Internacional cambió su línea estratégica desde la crítica al "social-fascismo" al entusiasmo por el Frente Popular. En su número extraordinario con motivo del 1º de Mayo de 1936, publicaba Mundo Obrero el siguiente artículo de José Díaz, secretario general del PCE, en el que atribuía a los comunistas todo el mérito en la formación del Frente Popular en España y anticipaba su línea política contrarrevolucionaria puesta de manifiesto en la Guerra Civil.
Documento del Frente Popular de Mondéjar, 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
El 16 de febrero, que ha señalado el camino del triunfo, ha sido el fruto de una labor tenaz, de una larga lucha diaria y consecuente de nuestro Partido.
Después de la derrota momentánea de octubre, había que reagrupar las fuerzas para emprender la lucha bajo las nuevas condiciones de terror, de ilegalidad, de atropellos sin nombre; había que ampliar el frente de combate, sin el cual no se habría conseguido contener, paulatinamente, la obra nefasta del Gobierno del bienio negro, romper el bloque reaccionario y conducir a las masas al triunfo del 16 de febrero. A una nueva situación corresponden una nueva táctica y nuevos métodos de lucha para poder compenetrarse con las amplias masas y seguir luchando, aun bajo las condiciones más difíciles; no permanecer nunca pasivos: ésa es la táctica leninista, y si se la sabe aplicar, el triunfo no puede hacerse esperar.
Algunos creían, o pretendían hacer creer, que el Frente Popular era una alianza sin principios con las fuerzas de la burguesía izquierdista y de la pequeña burguesía. Otros se planteaban el problema de si sacrificábamos los objetivos finales por dar solución a las necesidades inmediatas, pero unos y otros se han equivocado. El Frente Popular es la expresión viva de la concentración de las fuerzas obreras y democráticas de España frente a la otra concentración: la de la España del pasado. En esta gran polarización de fuerzas que se está operando en nuestro país, el proletariado tiene la misión de colocarse inteligentemente en el camino del cumplimiento de su misión histórica. Y hay que saber comprender que la lucha de clases no marcha siempre por un camino recto, ni el problema está en desertar del logro de las conquistas parciales que puedan beneficiar a las masas, contraponiendo a esto, como escudo engañoso, la “pureza revolucionaria”, el principio catastrófico del “todo o nada”.... ¡No! Las reivindicaciones parciales, cuando se tienen perspectivas revolucionarias claras, sirven como escalones ascendentes en la senda del triunfo sobre los explotadores. Nuestra diferencia con los reformistas estriba, justamente en esto: en que mientras nosotros utilizamos las reivindicaciones parciales para hacer marchar a las masas por el camino de la revolución, ellos pretenden utilizarlas para desviarlas de ese camino.
La lucha, hoy, está entablada a fondo entre la democracia en el terreno económico y político, de un lado, y de otro, las castas semifeudales, los privilegios de la Iglesia, las oligarquías financieras, la reacción y el fascismo, con su secuela de hambre y de miseria, de terror y de guerra. Sin despejar el camino de estas fuerzas negras del pasado, sin liquidar su base económica y social, no podremos organizar las luchas ulteriores, encaminadas a la emancipación total de los oprimidos.
La experiencia del 16 de febrero debe, por tanto, servimos para examinar cómo los obreros y campesinos deben marchar para que este triunfo del pueblo se amplíe y a la par se consolide. En primer lugar, debemos sacar una conclusión: si las fuerzas más consecuentes, que sirven de motor a la revolución, son los obreros y los campesinos; la tarea es unir a estas fuerzas en un frente de hierro, con las Alianzas Obreras y Campesinas, para que ellas refuercen, alienten y dirijan al resto de las capas progresivas encuadradas en el Frente Popular, impidiendo la ruptura de los Bloques Populares. Pues éstos no sólo han conseguido la victoria del 16 de febrero, sino que pueden aún ganar nuevas batallas, ya que tienen una gran cantidad de intereses comunes y un enemigo común que se opone a su realización. Romper el Bloque, sería tanto como entregar a nuestros aliados en brazos de la gran burguesía y de los terratenientes, que ya están queriendo seducirlos con sus cantos de sirena. De aquí que nuestro Partido lucha por mantener el Bloque Popular y apoyar al gobierno republicano de izquierdas para que realice el pacto del Frente Popular. Criticando, sí, lo que no marcha y empujando a su realización, pero dándole apoyo y soluciones para realizar las tareas que le están encomendadas, para impulsar y desarrollar la revolución democrática.
El camino del 16 de febrero, el camino del Frente Popular, significa la derrota de las viejas castas feudales, de las oligarquías financieras, significa abrir amplios cauces a la democracia y luchar con nuestros aliados sinceramente antifeudales y antifascistas para cumplir las tareas de la revolución democrático-burguesa.

24 de mayo de 2009

Dictadura del proletariado, democracia proletaria

En el convulso período de entreguerras (1918-1939) la marea totalitaria amenazaba con anegarlo todo. La crisis económica capitalista de 1929, consecuencia de la Primera Guerra Mundial, alentó las luchas sociales y convirtió a la Unión Soviética en un modelo para los trabajadores y en una amenaza para sectores burgueses que creyeron poder defenderse de ella detrás del fascismo. Esa política bipolar, anticipo de lo que fue la Guerra Fría, dejaba al margen a socialistas y anarquistas y todo lo fiaba, para bien o para mal, en el comunismo soviético. En España, durante la Guerra Civil, el PCE hizo un titánico esfuerzo propagandístico para ensalzar las virtudes de la URSS y atraer a sus menguadas filas a las bases de la CNT y la UGT. Uno de los libritos más difundidos fue "¿Qué es un soviet?", de Marcel Koch, del que insertamos su capítulo más significativo.

DE LA DICTADURA DEL PROLETARIADO A LA DEMOCRACIA PROLETARIA
No es raro oír decir: “la U.R.S.S. es el país de la dictadura roja”. Son muchos los que distinguen mal entre Mussolini o Hitler y Stalin. Profundamente afectos al ideal democrático, no comprenden el abismo que separa a los desgraciados Estados que padecen el yugo fascista, negro o pardo, del país de los Soviets.
Sin embargo, los resultados solos muestran ya que en la U.R.S.S. todo ha sido realizado en favor de las masas. El aumento incesante del bienestar de pueblos que han pasado, en algunos años, de un estado primitivo a la civilización; la progresión acelerada de la producción soviética, sin crisis y sin paro; la unión total de sus ciudadanos; su participación creciente en la dirección del Estado; la acción pacifista de la U.R.S.S., todo esto son elementos de apreciación que impiden incluso superficialmente decir: “No hacemos diferencia entre la dictadura staliniana y la de un Mussolini o de un Hitler”.
En primer lugar, no hay en la U.R.S.S. dictadura staliniana, sino dictadura del proletariado, ejercida por los Soviets en nombre de la soberanía popular. ¿Quién es Stalin, pues? El jefe del Partido Comunista de la U.R.S.S. Cualquiera que sea la posición que se quiera tomar personalmente con respecto a la III Internacional, se ve obligado a reconocer que este Partido ha sido el artífice de la edificación de la Unión Soviética. Es con este título como Stalin se encuentra al servicio de los Soviets, cuya actividad se diferencia totalmente de la de la III Internacional. Es con este mismo título como, en la Unión Soviética, dos millones de comunistas están al frente de toda la actividad. Nadie puede pensar en reprochar a los comunistas de la U.R.S.S. que proporcionen a su patria sus ciudadanos más ilustrados y sus guías más seguros. Los desacuerdos políticos que existen en el mundo capitalista, entre los comunistas y las otras fracciones no pueden ser una razón para que los miembros de estas últimas condenen el mundo socialista.
En general, si se ha atacado tanto a los dirigentes de la U.R.S.S., si se ha calumniado a Lenin, si se intenta macular a Stalin, es porque a través de los jefes, se apunta a la obra: los Soviets. No estamos tan lejos de los grandes cartelones en los que “el hombre con el cuchillo entre los dientes” personificaba la dictadura del proletariado. No es sorprendente, pues, que tanta buena gente se estremezca todavía de miedo sólo a oírle nombrar, y que repudien, sin razonarlo, todo lo que de cerca o de lejos toca a la Unión Soviética.
Para otros, las hazañas de los señores Mussolini, Hitler y compañía han hecho de la palabra “dictadura” un término que, sólo al pronunciarlo, choca con la conciencia libre. En Francia, sobre todo, donde sobrevive el recuerdo de la gran Revolución del 89, que grabó sobre todos los monumentos y en los cerebros las palabras sublimes de Libertad, Igualdad y Fraternidad, símbolo del ideal democrático, se es ferozmente enemigo de toda dictadura.
Sin embargo, porque nosotros, los franceses, somos apasionadamente afectos a este espíritu libre, que, desde hace siglos, triunfó en nuestro país de la opresión debemos comprender mejor que nadie el sentido exacto de la dictadura del proletariado. No tiene nada de común con la de la svástica o del fascio. La dictadura fascista no es más que el último refugio de una clase tambaleante, que se resiste a abandonar sus privilegios; mientras que la dictadura del proletariado es un medio que los pueblos de la U.R.S.S. han utilizado para invertir la relación de las fuerzas en favor de la masa, es decir: para construir la democracia popular. Democráticamente, si una minoría amenaza a las masas, ellas tienen el deber de imponerle su dictadura. Porque en un Estado democrático la soberanía solamente puede pertenecer a la mayoría numérica. Esta mayoría es siempre el proletariado, formado por todos los que viven de su trabajo.
Si en la U.R.S.S. se hubiese tratado solamente de instaurar una democracia de fachada, a ejemplo de las de los países burgueses, se hubiera podido dar al pueblo una pretendida democracia política. Pero la minoría que se hubiera reservado el control económico de la nación, hubiera sido aquí como en otras partes, dueña absoluta de sus destinos. Es porque los Soviets eran concebidos para dar al pueblo todo el poder, por lo que han debido ejercer, en su nombre, una dictadura implacable contra la minoría, quien, habiendo perdido el poder político, quería, para recuperarlo, conservar el poder económico.
No se podía, de la noche a la mañana, dar a los ciudadanos de la U.R.S.S. el control de una producción que era necesario desarrollar rápidamente, porque, analfabetos e inconscientes en su mayoría, ignoraban todo lo que se refiere a la gestión de las empresas. Era necesario, sin embargo, conservar y consolidar la victoria, construir y regentar, adelantar sector tras sector, y al mismo tiempo educar y defenderse contra los privilegiados del mundo entero, coaligados para derrumbar por todos los medios la primera democracia popular. Es por esto por lo que la democracia soviética ha debido ser una democracia de combate, dirigiendo todos sus golpes contra los enemigos de los trabajadores: los blancos, los intervencionistas, los traidores, los espías, los saboteadores.
La dictadura del proletariado ha sido la muralla levantada por los trabajadores más conscientes, tras la cual pudieron abrigarse los que un inmenso movimiento de revuelta había podido librarse de sus cadenas. Al amparo de esta muralla, se pudo educar y construir, conservando todos estos derechos y esta libertad arrancada por su propia lucha con el sufrimiento y la sangre.
Basta con mirar a otros países para comprender que no hubiera sido posible actuar de otro modo. En Italia, en Alemania, en Austria, los dirigentes del pueblo no pudieron o no quisieron ejercer la dictadura en nombre de la masa. Fueron derrumbados por el fascismo, que ejerce ahora esta dictadura contra la masa, en nombre de los privilegiados.
Mientras en estos desgraciados países centenares de millares de trabajadores están confinados en los campos de concentración, otros se mueren de hambre, y los dirigentes del pueblo son asesinados, la U.R.S.S. va de libertad en libertad.
El liberalismo no es lo propio de las democracias o de los poderes absolutos: es lo propio de las naciones fuertes, de los regímenes poderosamente asentados. Por esto en todas partes las democracias burguesas están dispuestas hoy a transformarse en países de dictadura, al mismo tiempo que la dictadura del proletariado de la U.R.S.S. se transforma en democracia proletaria.
Por un lado, en efecto, no es ya posible a los amos de la producción, cada día más absoluta, conservar un régimen político, negación de la Economía del país. No pueden hacer otra cosa sino crearlo a su imagen, y destrozar todo lo que, incluso superficialmente, puede asegurar a los trabajadores la menor posibilidad de resistencia.
Por otra parte, existe la concordancia absoluta entre la política y la producción. La Economía socialista tiene necesidad de la democracia política. No puede contentarse con hacer a los obreros colectivamente propietarios de su instrumento: la fábrica; a los campesinos colectivamente poseedores de sus koljoses; con poner colectivamente a todos los trabajadores al servicio de la Economía del país. Necesita hacer de ellos hombres libres que vivan fraternalmente unidos en el respeto de los derechos de cada uno y de todos.
Es por esto por lo que en la U.R.S.S. nada separa al pueblo de su Estado, de sus Soviets. Su unidad, su conciencia, su fuerza, su ideal de fraternidad y de paz, que hace de él la parte más avanzada de la humanidad, sabe que los debe a los que, en su nombre, ejercieron durante años la dictadura del proletariado, para llevarle a la democracia proletaria.