LA ESCUELA LAICA DE GUADALAJARA
El edificio.
La casa adquirida en propiedad por la testamentaría de D. Felipe Nieto para
servir de Escuela laica es un vasto edificio que consta de un cuerpo central y
dos hotelitos ó pabellones laterales. Sobre ello, tiene separada, pero en la
misma línea de fachada, una casa pintoresca de estilo suizo. A lo largo de la fachada que mira al jardín hay una amplia terraza,
destinada al recreo y esparcimiento de los niños. Allí jugarán, allí harán
gimnasia, allí darán muchas clases en los días de temperatura benigna. Aire,
luz, alegría, he ahí el elemento propio del niño.
Paseo por el jardín.
Bajando al jardín, por la izquierda, se encuentra un pabelloncito, recién
construido, destinado á desahogo y limpieza, con sus inodoros en el centro, á
un lado los urinarios y á otro los lavabos, todo provisto de agua abundante que
baja del gran depósito, semejante á los de los ferrocarriles, que se levanta al
lado sobre pintoresco pilar cilíndrico recubierto de yedra.
Más abajo está el grande invernadero, con su cuarto de semillas y su
fuente, y siguiendo más adelante, el invernadero pequeño, de flexible y
elegante armadura de hierro, con su escalera para subir sobre la cubierta,
desde donde se domina un amplio horizonte. La fuente de este invernadero es una
gruta, de entre cuyas peñas brotan surtidores de agua. En aquella parte comienza el gran balcón del jardín, formado de una larga
banda de asientos de piedra, sobre que descansa fuerte y maciza balconadura de
hierro. De pie, sobre los asientos de piedra y apoyados sobre el balconaje, se
contempla el bello paisaje de un valle estrecho, sembrado de huertas que
fertiliza un arroyo, oculto por espesa maleza. La hermosa huerta, situada abajo
sobre la hondonada profunda, cortada á pico y defendida por sólida fábrica de
albañilería, pertenece á la Escuela. Mirando á la derecha, sobre el montículo
de una revuelta del valle, se ve la casa del hortelano, perteneciente también á
la Escuela, como la huerta que está á sus pies y se prolonga un largo trecho.
Siguiendo á lo largo del balcón, se encuentra una verja que da acceso á la
bajada de la huerta. El espeso macizo de árboles que hay hacia aquella parte,
cubriendo la hondonada, donde jamás penetra el sol, la profundidad abrupta del
terreno, el ruido que forman al caer despeñándose las aguas de un arroyuelo,
dan á aquel sitio un aspecto que recuerda el Monasterio de Piedra. Aquel lugar
impenetrable á los rayos del sol en verano, y poblado de ruiseñores y jilgueros
que en las alboradas de primavera aturden los oídos con su charla estrepitosa,
es verdaderamente delicioso. Hacia aquella parte, penetrando en el jardín, está el campo destinado á
experiencias agrícolas, donde cada niño cultivará su parcela de terreno. Todo
esto lo fueron viendo los asistentes á la apertura de la Escuela, pudiendo
apreciar la variedad y frondosidad de los árboles, como la profusión de flores
otoñales de que estaba engalanado el jardín, destacándose en el centro la
airosa fuente de mármol, rodeada de una corona de crisantemos de variadas
especies y matices de color.
Los talleres.
Se pasó de allí á visitar los talleres. Para penetrar en ellos hubo que atravesar un hermoso salón, alto de techos,
que sirvió un día de capilla á los opulentos dueños de la casa y que ahora
servirá de suplemento á la terraza del jardín en los días lluviosos. Allí se
evaporaba el espíritu durante algunos momentos en una oración impotente, allí
se fortalecerán ahora los cuerpos infantiles en la gimnástica y en los juegos,
preparándolos para servir á la sociedad con un trabajo fecundo.
Taller de metales.
En el salón inmediato, alto de techo y con tres ventanales que se abren á
la fachada principal enviando luz abundante, está instalado el taller de
metales. Aquel es el tesoro industrial de la escuela. De allí puede salir todo el material de enseñanza que se necesite construir
con una perfección insuperable. Allí se pueden fabricar cuantos aparatos de
física se quiera, y las maquinitas más primorosas, montajes para microscopios,
micrótomos, máquinas de fonógrafos, cuanto se necesite, en fin para que los niños
puedan apreciar con sus ojos todos los adelantos de la mecánica.
El torno.
El torno de metales es una preciosidad, por su admirable construcción y por
la flexibilidad y precisión de sus movimientos automáticos. Se ha traído
expresamente de los Estados Unidos que no tienen ya rival en la construcción de
máquinas y herramientas para talleres. Posee movimientos automáticos longitudinal y transversal. Pueden tornearse
en él superficies cónicas y cilíndricas perfectas, hacerse toda clase de pasos
de rosca para tornillaje y taladrarse gruesas planchas de hierro. No hay ajuste, por delicado que sea, que no pueda efectuarse á favor de esta maquinita primorosa que puede moverse á pedal ó por cualquier motor
mecánico á cuyo efecto está dotada de originales aparatos de transmisión.
La cepilladora.
La máquina cepilladora es el complemento del torno y procede también de los
Estados Unidos. En ella se trabajan las superficies planas como en el torno las
de revolución. Posee accesorios para dividir, de suerte que se pueden hacer en ella ruedas
dentadas de todas clases y superficies prismáticas con variadas facetas. El
avance y todos los movimientos son automáticos. Se mueve á mano, con pedal ó
con motor y á este efecto posee un juego de transmisiones muy perfecto. El taller de metales tiene además otros aparatos como el mármol de rectificar superficies planas, hermosa platina, una serradora de hierro y un
sólido banco de herrero.
Taller de madera.
En la habitación contigua está instalado el taller de maderas. Destácase en él la serradora mecánica de sierra de cinta. En ella, con
pasmosa rapidez, se sierran maderos de hasta 15 centímetros de grueso. Sirve
también para bordear, haciéndose con facilidad suma los más bellos adornos y
calados. Puede moverse á pedal, con manubrio y por transmisión. Constituye así la serradora un instrumento precioso para la carpintería por la brevedad y la belleza con que se corta en ella la madera, preparándola para
las demás labores.
Cuenta el taller de maderas con una colección de cepillos admirablemente
construidos en los Estados Unidos, entre ellos un moldurador universal
ingeniosísimo con el cual se pueden hacer toda clase de molduras. Hay además
colección de piedras do esmeril, grata y todas las herramientas usuales de
carpintería. Se está construyendo también un gran torno de madera.
Forja.
El taller de forjar no está montado aún, pero se ha adquirido ya su
material y se instalará en una magnífica despensa ó bóveda qué tiene luz
directa sobre el jardín.
Laboratorio.
Se montará un bello laboratorio para hacer manipulaciones fotográficas, y
en general, químicas, para lo cual hay ya dispuesta la habitación
correspondiente.
La clase.
En las demás escuelas, todo el local se reduce á la clase, y se ha hecho
bien en precisar hasta el último detalle de la altura de mesas y bancos, con la
inclinación que se debe dar á los pupitres, á fin de que no se deformen los
cuerpos de los niños, presos en aquella cárcel durante seis horas del día. La clase de la Escuela Laica contiene, sin duda, todos esos refinamientos, porque se ha encargado de la construcción del menaje el especialista de Madrid
en carpintería de material pedagógico, pero son innecesarios, porque en la
clase no estarán los niños sino breve tiempo, el necesario para escribir y
dibujar. Se ha procurado solo, que todo sea en ella sencillo, pulimentado, limpio.
Nada de gárrulos carteles colgados sobre las paredes para recoger el polvo. En
el frente, ocupando el lugar de honor, el bello cuadro de la Declaración de
los Derechos del hombre. En el resto, hoy nada. Más adelante, plantas que
alegren los ojos y flores que perfumen el ambiente.
Biblioteca.
Todavía no está instalada por falta de estantería, que se construirán en
los talleres; pero ya hay allí preparados para ella, cajones atestados de
libros. Se llevarán muchos más. Apenas se instale, constará ya de más de mil
volúmenes, y los niños conocerán por sus ojos, todas las obras maestras del
espíritu humano, algunas admirablemente ilustradas.
Las demás habitaciones.
Quedan vacantes muchas habitaciones á las que se irá dando la aplicación
debida. Para amueblarlas solo dignamente, se necesitaría gastar muchos miles de
duros. Mas para eso están allí los talleres, de donde irá saliendo un
mobiliario original adecuado al destino que se vaya dando á cada habitación.
Repetimos que aquellos talleres son el tesoro de la casa de donde habrán de
salir muchas cosas útiles.
Los dos brazos de la casa.
Proclamemos modestamente que la Testamentaría no hubiera podido dar esta
magnitud de líneas á la fundación, sin contar con dos brazos fuertes, que han
sido las columnas sobre que se ha levantado aquella casa. Es el uno, el profesor Fernando Lorenzo. Es el otro, Luis Lozano.
Fernando Lorenzo.
Tiene este joven, de 22 años, un abolengo famoso en la historia do nuestras
libertades patrias. Es nieto del célebre Lorenzo, que fue un día objeto de la
admiración y de la gratitud intensa de la España liberal. Es hora propicia de recordar aquel episodio. Al comenzar la primera guerra
civil, encontrábase el general Lorenzo de Gobernador militar de Pamplona. D.
Carlos había conferido el mando en jefe de su ejército á D. Santos Ladrón, que
se había hecho famoso por su valor y por sus triunfos en la guerra de la
independencia. Enseñoreado D. Santos Ladrón de la Rioja, y encerrado el ejército liberal
en los muros de Pamplona, engreído además con los numerosos triunfos que
acababa de conquistar sobre las fuerzas liberales, envió un cartel de reto al
general Lorenzo diciéndole que no se atrevería á salir á batirse con él en
campo abierto. Recibirlo el general Lorenzo y salir de la plaza con todas las tropas que
pudo reunir, reducidas á unos cuatrocientos hombres de á pie y treinta jinetes,
fue obra rápida, y á marchas forzadas, corrió á buscar á D. Santos Ladrón, que
disponía de más de mil hombres y había elegido el terreno del combate.
Al ímpetu arrollador de aquel león de la guerra, se vio roto y disperso el
ejército absolutista, quedando prisioneros treinta y tantos oficiales. En cuanto
á D. Santos Ladrón, el General Lorenzo corrió solo hacia él, le sujetó con sus
brazos, sostuvo con él una lucha personal, al modo de las de los héroes de la
antigüedad, le venció, le desarmó, y le hizo prisionero, guardando como trofeo
de su victoria, el sable que llevaba, sable que conserva aún su nieto. Al llegar á Pamplona, con los despojos victoriosos, el Capitán General de Navarra hizo fusilar á todos los prisioneros sin faltar D. Santos Ladrón. Fue
el primer golpe terrible que recibió la causa carlista, y la España liberal
celebró con inmenso júbilo tan completa victoria, mientras el Gobierno colmaba
de empleos y mercedes al General Lorenzo, que llegó á desempeñar más tarde
algún tiempo, el cargo de General en jefe del Ejército del Norte.
Pues bien, su nieto, cuyo padre fue también bravo coronel del Ejército,
lleva en sus venas esa misma sangre heroica. Solo que respondiendo á la nueva
manera de ser de los tiempos la aplica á luchar, no en las conquistas
sangrientas de la fuerza, sino en las conquistas más fecundas de la ciencia. Recogido, modesto, rebelde á toda disciplina huera y formulista, menospreciando títulos académicos, se ha aplicado en el recogimiento y en el
silencio á fortificar su espíritu y su cuerpo para todas las luchas, logrando a
pesar de su aspecto y su estatura de niño, ser el más fuerte de los jóvenes de
los gimnasios madrileños, hasta levantar pesos que los hombres más avezados á
los trabajos de fuerza apenas pueden mover, según tuvieron ocasión de verlo,
admirándolo, los asistentes á la apertura de la escuela.
Sobre ello, ha ido atesorando un caudal creciente de conocimientos químicos
y físicos, á favor de un estudio y una lectura infatigables, que le permiten
seguir al día las más importantes aplicaciones de la ciencia y singularmente de
la electricidad. Todavía, juntando la práctica á la teoría, se ha aplicado á aprender el
manejo de las herramientas y mecanismos manuales, de suerte que le son
familiares todas las máquinas y herramientas del taller.
¿Dónde encontrar un maestro así? ¿No es este el ideal del maestro moderno? Dirigir á los niños por el camino
de las ciencias, iniciarlos en las prácticas de la agricultura y de la
industria, cuidar de su desarrollo físico para dar á sus cuerpos la mayor
robustez, la mayor fortaleza, la mayor flexibilidad, la mayor belleza; tal es
sin duda la meta de la educación moderna. El pleno desenvolvimiento de una enseñanza de este género necesitaba el
concurso de tres ó cuatro maestros, y la Testamentaría carece de recursos para
retribuir dignamente más que uno. Hubiera habido que renunciar á estas amplias
líneas de la enseñanza á no encontrar un joven de las condiciones de
Fernando Lorenzo. Nosotros estamos persuadidos de que su fe, su voluntad
férrea, su intrepidez en el cumplimiento del deber lo vencerá todo, y que él
solo llegará á hacer más que muchos profesores juntos.
Se inicia ahora en los trabajos pedagógicos, sobre que no había pensado;
los dominará sin duda; llegará á conocer, con su fervor por el estudio y por la
lectura, lo mejor que en pedagogía se vaya practicando por todas partes, y hará
del establecimiento cuya dirección se le ha confiado, una obra seria y sólida
que dará frutos de bendición á la ciudad de Guadalajara y á la pedagogía
española. Con los siervos de la rutina y que trabajan por el salario es en balde
esperar nada fecundo, sin la devoción de Fernando Lorenzo por el ideal, su amor
á los progresos patrios, sus entusiasmos concentrados hacia todas las obras
elevadas y útiles, su aplicación infatigable al trabajo, imposible hubiera sido
que aquél enorme edificio de la Escuela, que se encontraba en el mayor
abandono, hubiera ido tomando después de más de un año de trabajos incesantes,
la nueva fisonomía, ordenada risueña y bella que ya ofrece.
Es así cuanto escribimos, una justicia debida á sus méritos. Pero todavía empresa de tal magnitud. Esta con su fisonomía tan nueva y
original, necesitaba otras ayudas. No ha dejado de prestársela, seria, eficaz, preñada de hábiles iniciativas,
su compañero y amigo entrañable Luis Lozano, que tanta parte ha puesto en la
organización, dirección y ejecución de los trabajos, habiéndose visto á los
dos, vistiendo la blusa y las alpargatas del obrero, ejecutar con sus manos
obras de carpintería, cerrajería, fontanería, cristalería y hasta de edificación,
sin descansar y apartados de todo trato social. Bien que ahora los deberes de su carrera le separen de allí, no olvidará
nunca Luis Lozano el prestar á la Escuela naciente su cooperación activa y
seria.
La Fundación asegurada.
Como este no faltarán á la Escuela laica de Guadalajara otros padrinos que
le presten toda suerte de generosas ayudas. Pero lo esencial está ya hecho. Allí hay una inmensa base de operaciones que permitirá todos los progresos. Y todo se ha hecho con un legado, cuya cuantía no llega á la tercera parte
del dinero empleado por sus antiguos dueños en levantar aquella opulenta
mansión. Sobre ello, queda asegurada á perpetuidad, la renta necesaria para mantener
el personal al servicio de la fundación con fondos que al efecto tiene
depositados la Testamentaría en el Banco de España, en títulos de la deuda al 4
por 100.
Nuestra misión está cumplida. Algo de desvelos y de preocupaciones nos ha
costado, pero ya está todo hecho á nuestra entera, absoluta satisfacción. No
podíamos hacer más. No podíamos ni soñar llegar á tanto. Como nuestros insignes compañeros de testamentaría D. Francisco Pí y Ramón
Chíes, nos hubiéramos contentado con cosa mucho más modesta con tal que quedara
la fundación completamente asegurada. Un concurso de dichosas circunstancias
nos ha favorecido hasta llegar á este resultado. La Escuela laica de Guadalajara, brotada de la primera ardiente llamarada
del Librepensamiento español, que estremeció de intensa alegría el gran corazón
de su fundador D. Felipe Nieto, será, sin duda, piedra angular del edificio del
laicismo patrio, y sobre sus cimientos tan firmes y tan vastos, se podrá llegar
con el tiempo á todas las alturas. ¡Manes benditos de D, Felipe Nieto: sonreíd!
Demófilo (Fernando Lozano Montes)