La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

26 de abril de 2009

El PTE y la monarquía de Juan Carlos I

El Partido del Trabajo de España (PTE) fue uno de los grupos políticos más numerosos de la extrema izquierda en los años del tardofranquismo. En un principio se denominó Partido Comunista de España (internacional), pero cambió su nombre para poder ingresar en la Junta Democrática de España, ese frente político amplio impulsado en 1974 por el PCE de Santiago Carrillo. De ideología marxista-leninista maoísta, sin embargo estuvo alejado del radicalismo verbal y de la tentación revolucionaria de otros grupos afines, por lo que fue acusado de "seguidismo" de los eurocomunistas. Su adaptación a las nuevas circunstancias de la Transición fue errática, rechazando procesos unitarios con partidos muy próximos, como la Organización Revolucionaria de los Trabajadores (ORT), mientras decía impulsar una Confederación Sindical Unitaria de Trabajadores (CSUT) y pactaba con un partido burgués, la Esquerra Republicana de Catalunya, para las elecciones de 1977. Con motivo de la muerte del dictador redactó un comunicado que fue profusamente repartido y que aquí reproducimos.
Pegatina del Partido del Trabajo de España
 
El Partido del Trabajo:
A la clase obrera y a todos los pueblos de España
Por obra y gracia del fascismo, les ha sido impuesta a los españoles la “monarquía del 18 de julio”. Su depositario, Juan Carlos I, que probablemente pasará a la historia con el sobrenombre de “El Breve”, ha recibido la corona de manos de unas Cortes y un Consejo del Reino nombrados a dedo por Franco, amparándose en que el pueblo está privado de los más elementales derechos y amordazado por el terror abierto e institucionalizado.
Si algún “alma cándida” aún creía en las palabras difundidas por los reaccionarios de que Juan Carlos tenía una “verdadera voluntad democratizadora” le han podido ver jurar de nuevo ante todo el país fidelidad a los Principios Fundamentales del Movimiento. Pero sobre todo han podido observar lo acaecido en los 20 días durante los que ha asumido la Jefatura del Estado: detenciones masivas de antifascistas, secuestros de revistas y publicaciones, las bandas fascistas actuando a placer con protección oficial, multas a sacerdotes, medidas económicas de hambre para el pueblo trabajador y un sinfín de realizaciones a cual más reaccionaria y fascista.
Vivimos un momento realmente importante para el futuro de la causa democrática. Las clases, fuerzas y familias políticas que han sustentado el Régimen fascista, están sumidas en contradicciones y enfrentamientos superiores a sus propias fuerzas, son incapaces de dar salida a la situación actual.
Están unidas, hasta ahora, en la idea de que NO se restablezca la democracia política sin restricciones ni exclusiones, sino que se realice una “evolución”, pero no se ponen, ni pueden ponerse de acuerdo, en qué consiste esa “evolución”. Están unidos, hasta ahora, en que NO se puede dar libertad a la clase obrera, pero no se ponen ni pueden ponerse de acuerdo en el burdo significado, en el bastardo contenido que quieren darle a la supuesta “democratización” de España. En definitiva, están unidos en lo que NO se puede hacer, pero no pueden encontrar ni brindar salida a la actual situación, precisamente en un momento en que las declaraciones retóricas y generales no sirven, en el que se necesitan soluciones prácticas, claras y satisfactorias para la gran mayoría del país. De ahí su gran debilidad y vulnerabilidad.
El momento es excelente y trascendental para las fuerzas democráticas y su causa, pues la única solución que representa los anhelos y deseos vehementes de la gran mayoría de los pueblos de España, es el restablecimiento completo e inmediato de la democracia política.
Hoy verbalmente nadie apoya la forma fascista de Estado salvo un puñado de facinerosos de Fuerza Nueva y otros grupos por el estilo. ¿Dónde reside, pues, la fuerza que hace sostenerse en pie al Régimen? Esa fuerza está en esos supuestos “demócratas”, los “evolucionistas” de uno y otro tipo que en sus intentos de impedir el triunfo de las fuerzas democráticas, mantienen de hecho y de derecho el Régimen fascista. Ellos, perfectamente conocedores de la trágica situación que atraviesan, necesitan de una tregua, de un respiro; necesitan que la clase obrera y el pueblo trabajador se estén quietos para ganar tiempo y permitirle solucionar sus problemas, los cuales son prácticamente insolubles. Cínicamente, esa tregua la han pedido incluso a través de la prensa legal. Eso da la medida exacta de la situación. A la vez que piden tregua para ellos y su maniobra antidemocrática y antipopular, aumentan las medidas represivas como exponíamos al principio y dictan las medidas económicas que sumen en la penuria los hogares obreros y arruinan a los campesinos y a los pequeños y medianos empresarios y comerciantes.
Juan Carlos es la prolongación de Franco, pero es incapaz de unificar las diversas familias del Régimen, como lo hacía su antecesor. Los “evolucionistas” quieren imponer un Rey designado por el fascismo y realizar una pantomima de democracia en la que la clase obrera y el pueblo trabajador sean excluidos. Pero ellos no están en disposición de dar una salida a la situación ni aun siendo, como sería, una salida reaccionaria.
En contraposición, existe un acuerdo básico entre la Junta Democrática de España y la Plataforma de Convergencia Democrática, en torno al restablecimiento de la democracia política, que une a un amplísimo abanico de fuerzas políticas con sobrada capacidad para gobernar. Acuerdo básico en el que todas esas fuerzas nos hemos comprometido públicamente. Existen las articulaciones democráticas de Catalunya, Euskadi y Galicia, expresión de unidad antifascista en las nacionalidades, y que han hecho pública su identificación política con tal acuerdo.
Si las familias políticas del Régimen quieren una tregua, eso quiere decir que debemos lanzarnos al ataque porque son extremadamente débiles y vulnerables. Plenamente conscientes del momento político, el Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de España estima que ha sonado la hora propicia para iniciar las grandes movilizaciones de masas.
A la clase obrera, que es la más avanzada y decidida de toda la sociedad, le incumbe la responsabilidad de asumir las necesidades de este momento político e histórico, abriendo el fuego para infundir en todo el pueblo una alta moral de combate y total confianza en la victoria de la causa democrática.
¡Obreros de España!: levantad la ola salvadora de vuestro combate, poned en pie un poderoso movimiento huelguístico contra las brutales medidas económicas y por la democracia política.
¡Campesinos, estudiantes, intelectuales, jóvenes, mujeres, pequeños y medianos propietarios, antifascistas en general!: movilizaos junto a los obreros, formemos un sólido bloque indestructible.
¡Hagamos que en la primera semana de reinado, nazca la primera gran ofensiva por el pan, el trabajo y la libertad!
24 de noviembre de 1975
El Buró Político del Comité Central del Partido del Trabajo de España

14 de abril de 2009

La Primera Internacional y la República

La Asamblea Democrática Republicana Federal se dirigió el 12 de junio de 1871 al Consejo de la sección española de la Internacional al objeto de que los representantes de la FRE asistiesen y fuesen oídos por la Comisión encargada de redactar un proyecto de bases económico-sociales que sería defendido por el Partido Republicano Federal. Desde el Consejo internacionalista se les respondió que se rechazaba acudir a esa Comisión porque el objetivo de los republicanos sólo era mejorar las difíciles condiciones de vida y de trabajo del proletariado hispano, confiando además en que un proyecto o una ley bastarían para solucionar el problema. Los internacionales respondían -con la carta que aquí reproducimos- que ellos no sólo aspiraban a mejorar la realidad cotidiana de la clase obrera sino a construir la sociedad sin clases, una meta más ambiciosa que delimita desde entonces a los republicanos, que todo lo esperan del cambio de régimen político, y a los revolucionarios, que sólo confían en la revolución social.
Congreso obrero de Barcelona, 1870, La Ilustración de Madrid, 12 de julio de 1870
 
En contestación a la atenta comunicación que la Comisión de la Asamblea republicana federal nos ha dirigido con fecha 12 del corriente, contestamos:
Que agradecemos el hecho y el objeto que la motiva, pero que no podemos aprovechar su invitación por las razones que nos apresuramos a consignar.
Nuestra aspiración no es la que esa Comisión manifiesta: la vuestra, según declaráis, se limita a "estudiar los medios de mejorar las condiciones de las clases jornaleras y redactar un proyecto de bases económico-sociales".
Empezaremos manifestando que no está en el círculo de nuestras atribuciones resolver por nosotros cuestiones que todos los afiliados tienen el deber y el derecho de estudiar en el seno de sus respectivas Secciones, estando destinados los Congresos obreros, así universales como regionales y de oficios, a aceptar o rechazar lo que crean oportuno, según convenga a los intereses de la Asociación, y en esos Congresos se puede discutir y estudiar la aplicación de todo lo que se considere útil y conducente a realizar la completa emancipación de todas las clases.
Nosotros no podríamos llevar al seno de la Comisión más que nuestras ideas particulares, en ningún caso comparables a las generales de la clase trabajadora, expresadas por todas las Secciones, así locales como de oficios, por conducto de los delegados a quienes aquellas se dignen confiar la honra de representarlas.
Sólo como particulares nos sería permitido aceptar; pero a esto se oponen las siguientes consideraciones:
Que salvando anticipadamente la honrada intención que anima a todos los que se proponen la formación de esas bases económico-sociales, tenemos nuestra opinión respecto a todo aquello que tiende a determinar previamente la marcha y constitución de la sociedad, determinación que nosotros consideramos imposible sin incurrir en la falta grave, por sus consecuencias, de levantar un muro nuevo, que, ya que no pueda detener, trastorne y dificulte la tranquila cuando majestuosa marcha del progreso. Esta consideración nace de la seguridad que tenemos de que aun siendo, como no dudamos que serán, los hombres más revolucionarios los que tienen ese sagrado y difícil encargo, no podrán dar cima a su obra sin constituir lo que juzguen más conveniente, y que en tal concepto han de procurar imponer, hallándose por el solo hecho de su convencimiento inutilizados para aceptar fácilmente lo que por ser el fruto de mayor suma de inteligencias, y por inspirarles menos simpatías como a padres o autores, venga a modificar y tal vez a mejorar lo que ellos hicieron, por no conocer indudablemente nada mejor.
Comprendemos que creyeseis que existía la necesidad de formular una aspiración; pero nosotros la tenemos formulada ya: no es la de esa Comisión, pero es buena como ella. La de esa Comisión consiste en "Mejorar las condiciones de las clases jornaleras". La nuestra es "Destruir las clases, o sea realizar la completa emancipación económico-social de todos los individuos de ambos sexos".
También creemos que existe la necesidad de estudiar y aplicar los medios de realizar nuestra aspiración, y a esa agradable tarea nos consagramos con verdadero placer, y sin cesar, diferenciándonos de esa Comisión sólo en el método; pues que nosotros, con la aspiración como único norte, discutimos, aceptamos y rechazamos todo lo que consideramos discutible, aceptable y rechazable; pero sin aceptar ni rechazar nada en la cuestión de medios con el carácter de ley impuesta, sino solamente con el de reforma que se impone sólo por la fuerza de su conveniencia.
Hemos creído de nuestro deber exponer estas ligeras razones que no dudamos tendrán en consideración, no obstante su brevedad, para lo cual confiamos en que con su notable ilustración sabrán sacar de ellas todo el fondo que nuestro deseo no alcanza a manifestar, por la carencia de tiempo y principalmente por la más sensible aún de la facilidad en la manera de expresar nuestro pensamiento; por todo lo que abrigamos la esperanza de que no os dejéis arrastrar por sospechas que son impropias de caracteres elevados y que haréis justicia a nuestros honrados propósitos, que hoy al desearos salud y emancipación social, nos permiten despedirnos de los individuos que componen esa Comisión a los gritos sagrados de ¡Viva la Humanidad! ¡Viva el Progreso! ¡Viva la Asociación Internacional de los Trabajadores!
Madrid, 23 de junio de 1871. Por A. y N. del C., el secretario Francisco Mora.

4 de abril de 2009

Carta de Camilo Berneri a Federica Montseny

Tras las jornadas revolucionarias de julio de 1936, el anarquismo español demostró su fuerza parando en medio país el golpe militar y organizando el germen de una nueva sociedad. Comenzó, también, la colaboración con el resto de fuerzas políticas antifascistas contra el enemigo común, especialmente con la UGT con el objetivo de formar un frente sindical. Esta colaboración tuvo su corolario en la participación en el gobierno de la nación con cuatro ministros, que produjo una conmoción en el movimiento anarquista internacional. La carta que transcribimos es una reflexión que dirige a uno de estos ministros, Federica Montseny, el anarquista italiano Camillo Berneri (1897-1937). Fue escrita en abril de 1937, un mes antes de ser asesinado por los comunistas en Barcelona durante los sucesos contrarrevolucionarios del mes de mayo, desencadenados por el poder para frenar la revolución libertaria.
Las Noticias, Barcelona, 24 de julio de 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
Querida compañera:
Tenía la intención de dirigirme a todos vosotros, compañeros ministros, pero ahora con la pluma en mano, espontáneamente, he resuelto dirigirme a ti sola y no quiero contrariar un impulso súbito, pues es una buena regla seguir en tal género de asuntos a los instintos. Que no coincida siempre contigo no te maraville, ni te irrite, y además tú te has mostrado cordialmente olvidadiza de críticas que no siempre fueron de tu gusto, y que hubiera sido tan natural como humano, considerar injustas y excesivas. Es una cualidad, y no pequeña a mis ojos, y testimonia la naturaleza anarquista de tu espíritu. Esa rectitud y temperamento compensa con eficacia, se entiende para mi amistad, las discrepancias ideológicas con algunos aspectos de tus artículos de estilo personalísimo y tus discursos de una elocuencia admirable.
No he conseguido aceptar por ejemplo tu identificación entre el anarquismo bakuninista y el republicanismo federalista de Francisco Pi y Margall, y no te perdono haber escrito que “en Rusia no fue Lenin el verdadero constructor de la Rusia, sino más bien Stalin, espíritu realizador”, etc., etc. He aplaudido la respuesta de Volin publicada en Terre libre sobre tu inexacta afirmación sobre el movimiento anarquista ruso.
Pero no es de todo esto que quiero hoy hablarte. Sobre aquéllas, y otras muchas cosas nuestras, espero un día u otro tener ocasión de discutirlas personalmente contigo. Si me dirijo a ti en público es por asuntos infinitamente más graves, para reclamarte enormes responsabilidades de las cuales podría que tú no seas consciente dada tu modestia.
En discurso del 3 de enero tú decías: "Los anarquistas han entrado en el gobierno para impedir que la revolución se desviase y para continuarla más allá de la guerra, y también para oponerse a toda eventual tentativa dictatorial, sea cual sea".
Y bien compañera, en abril, después de tres meses de experiencia colaboracionista, estamos en una situación en la cual suceden graves hechos y se anuncian otros peores.
Allí donde -como en Vasconia, Levante y Castilla-, el movimiento nuestro es impotente en fuerzas de base, es decir que no tiene creados sindicatos vastos y una preponderante adhesión de las masas, la contrarrevolución oprime y amenaza aplastarlo todo. El gobierno está en Valencia, y de allí es de donde partieron guardias de asalto destinados a desarmar los núcleos revolucionarios de defensa. Se recuerda a Casas Viejas, pensando en Vilanesa. Son de la Guardia Civil y de la Guardia de asalto los que conservan las armas, y es aquí en la retaguardia que deben controlar los “incontrolables”, que osan desarmar de algunos fusiles y revólveres a los núcleos revolucionarios. Entre tanto el frente interno no es eliminado. Esto se produce en una guerra civil en la cual todas las sorpresas son posibles, y en una región en la cual el frente está bien próximo, es muy irregular en su trazado y no es matemáticamente seguro. Esto, en tanto que aparece clara la distribución política de las armas, que tiende a armar sino en la medida de lo "estrictamente necesario". Estrictamente necesario, esperamos que se arme al frente de Aragón, escolta armada de las colectivizaciones agrarias y contrafuerte de Consejo de Aragón y de Cataluña, la Ucrania ibérica.
Tú estás en un gobierno que ha ofrecido a Francia e Inglaterra ventajas en Marruecos, mientras desde julio de 1936 sería necesario proclamar oficialmente la autonomía política marroquí. Lo que piensas, como anarquista, de este asunto innoble y además estúpido, yo lo imagino, pero entiendo que ha llegado la hora de hacer saber que tú, y contigo los otros anarquistas, no concordáis con la naturaleza y el tenor de tales propuestas.
El 24 de octubre de 1936 yo escribía en Guerra di classe: "La base de operaciones del ejército fascista es Marruecos. Corresponde intensificar la propaganda a favor de la autonomía marroquí sobre todo el sector de influencia pan-islámica. Es necesario imponer al gobierno de Madrid declaraciones inequívocas de su voluntad de abandonar Marruecos, así como proteger la autonomía marroquí. Francia ve con preocupación la posibilidad de repercusiones insurreccionales en el África Septentrional y en Siria, e Inglaterra ve reforzada la agitación autonómica egipcia y de los árabes de Palestina. Corresponde aprovechar tales preocupaciones, con una política que amenace desencadenar la revuelta del mundo islámico. Para tal política es necesario invertir dinero y urge enviar emisarios agitadores y organizadores a todos los centros de la emigración árabe y en todas las zonas de la frontera del Marruecos francés. En los frentes de Aragón, del Centro, Asturias y Andalucía, bastarán algunos marroquíes con funciones de propagandistas, disponiendo de radio, impresos, etc."
Es evidente que no se puede garantizar los intereses de los ingleses y franceses en el Marruecos, y al mismo tiempo hacer obra insurreccional. Valencia continúa la política de Madrid. Es necesario que esto cambie. Es necesario, para cambiar, decir clara y fuertemente todo nuestro pensamiento, porque en Valencia actúan influencias tendentes a pactar con Franco.
Jean Zyromsky escribe en Le Populaire del 3 de marzo: "Estas maniobras son visibles y tienden a la conclusión de una paz que, en realidad, significaría no solamente detener la revolución española, sino incluso anular las conquistas sociales ya realizadas. Ni Largo Caballero ni Franco, tal sería la fórmula que expresaría sumariamente una concepción que existe, y yo no estoy seguro de que ella no tenga el beneplácito de ciertos medios políticos, diplomáticos e incluso gubernamentales en Inglaterra, y también en Francia".
Estas influencias, estas maniobras, explican varios puntos oscuros, como por ejemplo: la inactividad de la marina de guerra leal. La concentración de las fuerzas provenientes del Marruecos, la piratería del “Canarias” y del “Baleares”; la toma de Málaga, no son sino las consecuencias. ¡Y la guerra no ha terminado! Si Indalecio Prieto es incapaz e indolente, ¿por qué tolerarlo? Si Prieto está ligado a una política que paraliza la marina, ¿por qué no denunciar esa política?
Vosotros ministros anarquistas, dais discursos elocuentes y escribís brillantes artículos, pero no es con discursos y artículos como se vence en la guerra y se defiende la revolución. En aquélla se vence y ésta se defiende permitiendo el paso de la defensiva a la ofensiva. La estrategia de posiciones no puede eternizarse. El problema no se resuelve lanzando consignas como: movilización general, armas al frente, mando único, ejército popular, etc. El problema se resuelve realizando inmediatamente lo que puede realizarse. Según La Dêpeche de Toulouse del 17 de enero: "La gran preocupación del Ministerio del Interior es restablecer la autoridad del Estado sobre la de los grupos y sobre los incontrolables de todas la tendencias".
Es evidente que, aunque se comprometieran durante meses a buscar el aniquilamiento de los "incontrolables", no se puede resolver el problema de eliminar la quinta columna. La eliminación del frente interno tiene por previa condición una actividad de investigación y de represión que no puede ser cumplida sino por revolucionarios experimentados. Una política interna de colaboracionismo entre las clases y de adulación hacia las clases medias, conduce inevitablemente a la tolerancia hacia los elementos políticamente equívocos. La Quinta Columna está constituida, no sólo por elementos pertenecientes a formaciones fascistas, sino además por todos los descontentos que aspiran a una república moderada. Son estos últimos elementos los que se aprovechan de la tolerancia de los cazadores de "incontrolables".
La eliminación del frente interno tiene por condición previa, una actividad amplia y radical de los comités de defensa constituidos por la CNT y la UGT.
Nosotros asistimos a la penetración en los cuadros dirigentes del ejército popular de elementos equívocos, no garantizados por ninguna organización política o sindical. Los comités y los delegados políticos de las milicias ejercían un control saludable. Hoy está debilitado por el predominio de sistemas centralizados de nombramientos y promociones, que se convierten en estrictamente militares.
Es necesario reforzar la autoridad de estos comités y de estos delegados. Asistimos al hecho nuevo, y que puede tener consecuencias desastrosas, que batallones enteros están mandados por oficiales que no disfrutan de la estima y del afecto de los milicianos. Este hecho es grave porque la mayoría de los combatientes españoles vale en la batalla en proporción a la confianza que tienen en su propio comandante. Es necesario por lo tanto restablecer la elegibilidad directa y el derecho de destitución desde la base.
Podría continuar sobre ese tema.
Gravísimo error ha sido aceptar fórmulas autoritarias, no porque fueran tales, sino porque nos llevan a errores enormes y a fines políticos que nada tienen que ver con las necesidades de la guerra.
He tenido ocasión de hablar con altos oficiales italianos, franceses y belgas, y he constatado que ellos tienen, de la necesidad real de la disciplina, una concepción mucho más moderna y racional de la que ciertos neo-generales pretenden realista.
Creo que es hora de constituir el ejército confederal, como el Partido Comunista ha constituido su cuerpo propio: el Quinto Regimiento de las milicias populares. Creo que es hora de resolver el problema del mando único, realizando una efectiva unidad del mando que permita pasar a la ofensiva en el frente aragonés. Creo que ha llegado la hora de terminar con el escándalo de millares de guardias civiles y de guardias de asalto, que no van al frente, porque se dedican a controlar los "incontrolables". Creo que ha llegado la hora de crear una seria industria de guerra. Y creo que es hora de terminar con ciertas curiosidades, tan flagrantes como las del reposo dominical y la de ciertos "derechos obreros" saboteadores de la defensa de la revolución. Es necesario, ante todo, mantener elevado el espíritu de los combatientes.
Luigi Bertoni, haciéndose intérprete de los sentimientos expresados por varios compañeros italianos combatientes en el frente de Huesca, escribía no hace mucho: "La guerra de España despojada de toda fe nueva, de toda idea de transformación social, de toda grandeza revolucionaria, de todo sentido universal, no es más que una vulgar guerra de independencia nacional, que es necesario afrontar para evitar el exterminio que la plutocracia mundial se propone. Queda la terrible cuestión de vida o muerte, pero no es más una guerra de afirmación de un nuevo régimen o de una nueva humanidad. Se diría que todo no está todavía perdido, pero en realidad está todo amenazado y comprometido y los nuestros tienen un lenguaje de renunciadores, el mismo que tenía el socialismo italiano ante el avance del fascismo: "¡Cuidado con las provocaciones!", "¡Calma y serenidad!", "“¡Orden y disciplina!". Todas las cosas que prácticamente se resumen en: dejar hacer. Y como en Italia el fascismo terminó por triunfar, en España el antisocialismo, con vestiduras republicanas, no podrá menos que vencer, a menos que acontecimientos que escapan a nuestras previsiones se produzcan. Es inútil agregar que nosotros constatamos, sin entrar a condenar a los nuestros, cuya conducta no sabemos decir cómo podría tener una alternativa diferente y eficaz, mientras que la presión ítalo-alemana crece en el frente y la bolchevización en la retaguardia".
Yo no tengo la modestia de Luigi Bertoni. Tengo la presunción de afirmar que los anarquistas españoles podrían tener una línea política diferente de la que prevalece, y pretendo aconsejar algunas líneas generales de conducta, atento a las experiencias de las grandes revoluciones recientes y a lo que leo en la misma prensa libertaria española.
Creo que tú debes plantearte el problema de saber dónde defiendes mejor la Revolución, si aportas una mayor contribución a la lucha contra el fascismo, participando en el gobierno, o si no serías infinitamente más útil llevando la llama de tu magnífica palabra entre los combatientes y en la retaguardia. Ha llegado la hora de clarificar incluso la significación unitaria que puede tener vuestra participación en el gobierno. Es necesario hablar con las masas, y llamarlas a juzgar si tenía razón Marcel Cachin, cuando declara (L’Humanité, 23 de marzo): "Los responsables anarquistas multiplican sus esfuerzos unitarios y sus llamadas son escuchadas en forma creciente"; o si tienen razón Pravda e Izvestia, cuando calumnian a los anarquistas españoles tratándolos de saboteadores de la unidad. Llamar también a las masas para juzgar la complicidad moral y política del silencio de la prensa anarquista española sobre los delitos dictatoriales de Stalin, de las persecuciones contra los anarquistas rusos, y en los monstruosos procesos contra la oposición leninista y trotskista, silencio recompensado y con mérito por las difamaciones de Izvestia contra Solidaridad Obrera de Barcelona.
Llamar a las masas a juzgar si ciertas maniobras de sabotaje al aprovisionamiento no entran en el plan anunciado el 17 de diciembre de 1936 en Pravda: "En cuanto a Cataluña, se ha comenzado la limpieza de elementos trotskistas y anarcosindicalistas, obra que será llevada con la misma energía con la que ha sido llevada en la URSS".
Es hora de darse cuenta de si los anarquistas estamos en el gobierno para hacer de vestales a un fuego, casi extinguido, o bien si están para servir de gorro frigio a politicastros que flirtean con el enemigo, o con las fuerzas de la restauración de la "República de todas las clases". El problema se plantea con la evidencia de una crisis que sobrepasa a los actores representativos que hoy ocupan el escenario.
El dilema: guerra o revolución, no tiene ya sentido. El único dilema es este: o la victoria sobre Franco gracias a la guerra revolucionaria, o la derrota.
El problema para ti, y para los otros compañeros, es el de escoger entre el Versalles de Thiers o el París de la Comuna, antes de que Thiers y Bismark hagan la unión sagrada.
A ti te toca responder, porque tú eres “la luz escondida”.
Fraternalmente.
Camillo Berneri