La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

6 de febrero de 2010

El socialismo anarquista, de Azorin

José Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo literario de Azorín, fue uno de los escritores más famosos y reconocidos de su tiempo, aunque con el paso de los años su obra haya ido quedando en el olvido popular y cada vez esté más recluida en el ámbito académico; lejos de la popularidad que aún gozan Antonio Machado, Ramón del Valle Inclán, Miguel de Unamuno o Pío Baroja. Como el resto de sus compañeros de la llamada "generación del 98", Azorín tuvo en su juventud una identidad política muy acusada; él fue rabiosamente anarquista aunque en su madurez se convirtiera al más rancio conservadurismo. De ese pasado ácrata, rescatamos este artículo, que se publicó originariamente en La Tribuna de Barcelona el 28 de diciembre de 1906 y que fue reproducido por el semanario libertario Tierra y Libertad en su primer número del año 1907.
José Martínez Ruiz, Azorín, en su juventud

El socialismo se divide en dos grandes ramas: autoritario, inautoritario; gubernamental, anarquista; uno que propugna la autoridad para conseguir sus fines; otro que la combate.
Hablemos del anarquista.
¿Cuáles son sus orígenes? ¿Quién es su fundador? Se ha dicho que La Boétie; se ha dicho que Proudhon, se ha dicho que Bakounine. No; el primero que se rebela contra una imposición ajena, contra una ley, contra un dogma, contra un prejuicio, ese es el primer anarquista. ¿Qué importa cómo se llamara, ni qué importa quién fuera? El socialismo anarquista no es algo concreto, definido, dogmático; es aspiración más bien que sistema; impulso personal más bien que escuela; es ideal, eterno en realización constante, en elaboración perpetua. Todo el progreso de la Humanidad, toda la lucha cruenta e incruenta, feliz o malograda, por el bienestar, por la paz, por la fraternidad universal es el anarquismo. Y es anarquista el inventor de una máquina, el descubridor de una ley, el explorador de una región ignota: Watt o Laplace, Legazpi o Pasteur; y es anarquista el obrero ignorado que abre las entrañas de la tierra y labora los campos; que labra la madera y forja el hierro, que tiende sobre los abismos los puentes y mueve los telares…
La protesta es de todos los tiempos. El cristianismo hace iguales a todos los hombres ante Dios. Ninguno de los modernos demagogos ha ido más allá en su radicalismo que los primitivos Padres de la Iglesia. Conocidos son de todos sus elocuentes apóstrofes contra los poderosos de la tierra, contra la propiedad, contra el privilegio, contra la ley misma. Poco a poco aquel gran espíritu va perdiéndose; los humildes crécense a prepotentes; los desamparados, a señores. Apenas si de tarde en tarde resuena desde el fondo de un monasterio la voz de un varón austero que clama contra el mando y las riquezas. “Como el trato familiar con las espinas es peligroso, pues ordinariamente se quedan con algo de quien se les avecina –decía en el siglo XVI el ilustre agustino Fray Cristóbal de Fonseca en su Vida de Cristo- así la amistad estrecha con los ricos es peligrosa, porque al apartar pajuelas siempre se quedan con algo, y apenas veréis pobre que no llore algo que le haya robado el rico…”
La Humanidad avanza. Los nuevos tiempos llegan. ¡Qué fecundo el siglo XVIII! Todo se renueva, todo cambia, todo cobra vigorosas fuerzas. Descartes, renueva la filosofía; Montesquieu, la legislación; Laplace, las ciencias matemáticas; Rousseau, el arte literario; Voltaire, la crítica. De Descartes arranca un poderoso movimiento que repercute en todas las naciones. En España, el presidente del Consejo de Castilla, duque de Montellano (y esto lo cuenta el famoso doctor Zapata en su aprobación a los Diálogos philosóficos de Avendaño, o sea Fray Juan de Nájera), el presidente del Consejo reúne en su casa, en discreta tertulia, a los más espigados ingenios de la Corte, y en ella se confieren y debaten los sistemas de Cartesio y Maignan. Por todas partes se escribe y se discute; Madrid es un semillero de disputas y contumelias entre amigos y adversarios de Feijoo; propágase la prensa periódica; corren de mano en mano los libros extranjeros. La impiedad cunde; Capmany, en un folleto célebre ha hablado de la tertulia de Quintana, de lo que allí se defendía y afirmaba, en términos que sonrojarían a una estatua…
Entretanto en Francia el progreso continúa; los ideólogos echan las bases al positivismo contemporáneo. Y si se me pregunta cuáles son, a mi entender, los orígenes ciertos e indudables del anarquismo de nuestros días, del anarquismo sistemático –si puede ser- completo, doctrinal, yo diría que toda la doctrina arranca del famoso libro de Condorcet, Esquisse d’un tableau des progrés de l’espirit humaine.
Condorcet es el primero que proclama que sistemáticamente el progreso indefinido de la Humanidad. Todo es inestable, momentáneo, accidental: la moral, el derecho, las religiones; todo progresa. El autor, en las diferentes épocas en las que divide su libro, traza un cuadro amplio y exacto de las sociedades humanas. No se puede decir: “esto es definitivo” y “tal cosa perdurará a través del tiempo”. El hombre va poco a poco perfeccionándose, y si hoy la patria potestad, y el poder marital, y el derecho de propiedad, no son lo que eran en la antigua Roma, vendrá día en que dulcificándose las costumbres, amansada la bestia humana, no serán tampoco lo que son al presente; y llegará otro día, más lejano y suspirado, en que la autoridad desaparezca del concierto social y los hombres obren sencilla y rectamente, y todos los pueblos de la tierra sean una grande, alegre y laboriosa familia.
Sí el progreso es indefinido. La fórmula de Condorcet es la fórmula de los modernos anarquistas. Como partido, el anarquismo nace con Bakounine. Todos los proletarios de la tierra se agrupan en una inmensa sociedad: La Internacional. Carlos Marx la dirige; Bakounine figura en sus filas. Pero un día Bakounine se rebela contra la autoridad del jefe y se separa; y desde entonces el anarquismo militante, protesta contra la tiranía del patrono y la tiranía de la ley, queda fundado.
¿Cuál es la doctrina de Bakounine? Su vida es su doctrina. Gigantesco, fornido, luenga la barba, flotantes las melenas, Bakounine es un eterno rebelde. Condenado a muerte, proscripto, fugitivo de Siberia, recorre en peregrinación constante el mundo entero, protestando en libros, en discursos, en proclamas contra todas las instituciones, clamando por los tiempos futuros de bienandanzas. Y como las multitudes aman lo claro y terminante, lo que se afirma o se niega rotundamente, el Socialismo anarquista ha ido ganando prosélitos y esparciéndose por todo el mundo desde los días del apóstol ruso.
En Francia, la más brillante juventud intelectual simpatiza con la nueva filosofía. ¿Quién no conoce los nombres de Octave Mirbeau y Paul Adam –antiguos redactores de L’Endehors- de Lucien Descaves y Bernard Lazare, de Adolf Retté –el poeta de la anarquía- y de Hamon?
En España cuenta con espíritus tan ponderados y discretos como Ricardo Mella y Anselmo Lorenzo; considera como su órgano de batalla Tierra y Libertad.

31 de enero de 2010

La fundación del Instituto de Guadalajara

En 1837 se estableció en la ciudad de Guadalajara el primer Instituto de Segunda Enseñanza de la nueva España liberal. Abandonando penosamente las oscuras tinieblas del dogmatismo, que proponía desterrar "la funesta manía de pensar", los españoles se adentraban por la senda del libre conocimiento. En el establecimiento de este primer Instituto en Guadalajara tuvo mucho que ver Pedro Gómez de la Serna, jefe político del momento, al que se debe la formación y consolidación del nuevo Estado liberal y burgués en la capital y en toda la recién nacida provincia alcarreña. Hoy olvidado, ni siquiera una calle o una placa recuerdan sus desvelos por Guadalajara. Reproducimos el acta de constitución del Instituto con el discurso que pronunció en esa ocasión.
Memoria del Instituto del curso 1923-1924, Guadalajara, 1924 (Archivo La Alcarria Obrera)

En la ciudad de Guadalajara, día treinta de Noviembre del año de mil ochocientos treinta y siete, los Sres. D. Pedro Gómez de la Serna, Jefe político, D. Melitón Méndez, D. Dionisio Hermosilla, D. Pedro Gamboa y D, Ángel Lagúnez, Diputados de la Provincia, se constituyeron en el extinguido Convento de San Juan de Dios, destinado para local del Instituto de Segunda Enseñanza de esta provincia, con el fin de efectuar la inauguración y apertura de este Establecimiento, concurriendo a esta solemnidad, por invitación de la Excma. Diputación, las personas notables de esta ciudad; y por el Sr. Jefe político se pronunció el discurso siguiente:
“Señores:
En medio de las disensiones civiles parecen los pueblos condenados a la ignorancia y a la barbarie. Ocupados los ciudadanos en destruirse, victorean al caudillo que los guía en los campos de batalla, y dan al olvido la memoria del sabio que los ilustra; la juventud abandona la sosegada mansión de las ciencias por el estrépito de las batallas; y el hombre, saciado de crímenes y de sangre, camina rápidamente a la estupidez y a la miseria. Así la historia representa a las naciones, y la nuestra, fecunda en domésticos ejemplos, no deja mendigarlos de las estrañas. Nunca, pues, con más razón que en los azarosos días que alcanzamos, debe ocupar nuestros cuidados la educación pública, la instrucción de la brillante juventud en que se libra la suerte futura de la patria. Ella es acreedora a nuestros desvelos, derramando su sangre en los campos de batalla, se muestra digna de su época; cumplamos nosotros a la vez nuestra misión, y mientras pelea por la existencia del Estado, procuremos su engrandecimiento.
Pocos establecimientos literarios conocerán más humildes principios que el que hoy inauguramos; por doquiera las artes han volado para adornar los templos de las ciencias sus hermanas: la pintura, la arquitectura, la escultura, han disputado a su vez y han agotado sus encantos para ostentarlos en las mansiones del saber; jáctase Salamanca de tener por protector al sabio Alfonso; el César Carlos lega a Granada en su Liceo un monumento que engrandece su nombre; Cervera ostenta la magnificencia de Felipe V y le saluda como a su padre; y Alcalá, que a los 400 años de una existencia gloriosa es la base de más grandioso establecimiento, en la magnificencia de Cisneros halla un creador, y se complace en celebrarle como el primer hombre de su siglo. Nada de esto preside a la creación de nuestro instituto, humilde en el edificio, nacido entre las tormentas de una guerra fratricida, sin aparato, sin ostentación, sin pretensiones a una celebridad, que ahora no puede prometerse, debe su origen a un siglo progresista, y a la sombra de instituciones libres y de un trono tutelar llegará a ser beneficioso a la provincia, y útil a la patria. Sí, lo será, Señores, que aquí nuestra juventud vendrá a adquirir los principios elementales de las ciencias, se consagrará a las musas, y cultivando su imaginación y su talento, difundirá por todas partes la instrucción que agote en la estrechez de este recinto. Aquí pasarán los más floridos años de su vida y se prepararán para más altos estudios los que dedicados a la ciencia del foro han de servir al Estado en las sublimes funciones de la magistratura, han de defender la inocencia o han de convencer al crimen; los que adscritos al ministerio de los altares se consagren a ejercer una misión de paz y de consuelo, a enseñar al pueblo la moral en toda su pureza, y a separar la religión del fanatismo; los que en los diversos ramos de curar han de hacer más llevaderos nuestros males, y los que se entreguen exclusivamente a los estudios de aplicación en utilidad de las ciencias, de las artes y de la pública riqueza. Así será el Instituto un beneficio para el país, y al paso que proporcione a la clase media de la provincia recursos de instrucción, difundirá la ilustración en todas las demás, completará la educación de las acomodadas, y preparará con fruto a los que concurran a las facultades mayores y escuelas especiales.
No se limitarán a esto los bienes que deben originarse, pues la instrucción y las luces disminuyen los tristes efectos de la corrupción de las costumbres y reformas las costumbres mismas, sin las cuales son una mera fórmula las leyes, dirigen la opinión pública, corrigen los extravíos de la razón, gobiernan el mundo y hacen temblar a los tiranos en su asiento. Superiores a los tiempos, a las vicisitudes y a los hombres, se burlan de la vigilancia de sus perseguidores, proscriptas aumentan su culto, protegidas hacen la felicidad del país que las acoge. La misma naturaleza dominada por ellas se presta a seguir los designios del hombre, cuya mano poderosa ha alcanzado con su auxilio aumentar las especies secundarias en el reino animal y en el vegetal, y dictar leyes a los mares, a los vientos y a los rayos. He aquí, señores, un ligero bosquejo de los beneficios de la instrucción: la influencia que ejerce en la educación y en las costumbres no es menos útil a las naciones, a ella se debe la cultura de nuestros días, la suavidad de nuestros hábitos, y la gran distancia que nos separa de los siglos que pasaron. Sus efectos son prodigiosos, por su influjo es el hombre superior a sí mismo, arrostra con impavidez las desgracias, conjura los peligros y se ofrece víctima generosa en aras de la virtud, del honor y de la patria. A la educación, señores, según un escritor célebre, se debió en Esparta que el candidato repelido del consejo de los trescientos celebrase que hubiera otros tantos ciudadanos más dignos que él; que espirasen el vigor de los golpes en el altar de Diana niños sin quejarse; que las viudas diesen gracias a los Dioses por haber perdido sus esposos por la patria; que las madres celebrasen la muerte de sus hijos vencedores y llorasen por la vida de los que sobrevivían a una derrota. Y si la educación por sí sola producía estos mágicos resultados en pueblos de poca ilustración, ¿qué no podremos nosotros prometernos, si a su auxilio llamamos la instrucción pública, y logramos extenderla?
Cumplamos pues, señores, al abrir el Instituto con un deber que nos dicta la utilidad pública y los privados intereses, pongamos la primera piedra de un edificio que reclaman las necesidades de la época, facilitemos medios de instrucción y consultemos al bien de la Provincia y del Estado. Enseñando a la juventud este nuevo albergue de las ciencias y separándola de vanas especulaciones y de inútiles doctrinas, mereceremos bien de la Patria y haremos que la que frecuente estas escuelas, delicias hoy y esperanzas de la Provincia, sea mañana su sostén y apoyo. Y si corriendo el tiempo los alumnos de esta Escuela lograran distinguirse, si llegara el día en que su nombre se hiciera célebre, y los resultados correspondieran a nuestras intenciones, entonces señalando con el dedo este recinto podremos decir con arrogancia: ese es el templo que en días turbulentos consagramos a las ciencias, nosotros le dimos el impulso, nuestra es también la gloria, nuestros los laureles”.
Acto continuo, leída la lista de los Profesores encargados interinamente de la enseñanza, que lo son D. Dionisio Hermosilla, Rector y Catedrático de Lógica y Filosofía Moral; D. Manuel Ascensión Verzosa, de Física experimental, nociones de Química y Geografía Físico-Matemática; D. Salvador Novar, de Matemáticas y Geometría aplicada al Dibujo lineal; D. Juan José Villaverde, de Agricultura con el cargo de Secretario; D. Mariano Gualda, de Literatura e Historia y D. Juan Andrés Zuazua, de Lengua Francesa; prestaron juramento de guardar la Constitución de la Monarquía, ser fieles a la Reina y desempeñar con celo las funciones del Magisterio que se les confiaba, y el Sr. Jefe político declaró instalado el Instituto de segunda Enseñanza de esta provincia. Y para perpetuar la memoria de este día, se fijó una lápida con esta inscripción:
Publicae. Juvenum. Institutioni
Regina. Elisabeth
Inauguratum Lycaeum Caracense
Prid. Kal. Decemb. Anno MDCCCXXXVII
Con lo cual se dio fin a esta solemnidad, y para que conste se mandó extender esta Acta por cabeza de las del mencionado Instituto, firmándola sus Señorías.

28 de enero de 2010

Manifiesto en defensa de la lengua catalana

El nacionalismo de los territorios periféricos (Euskal Herria, Catalunya, Galicia...) y su enfrentamiento con el nacionalismo español ha sido una de las constantes más recurrentes de la vida política hispana en los dos últimos siglos. La lengua y la cultura han sido, tradicionalmente, las primeras víctimas de este conflicto, cuando deberían haber sido las primeras en ser preservadas de vaivenes institucionales y de luchas ideológicas. Durante la Dictadura de Primo de Rivera, intelectuales españoles de todo origen, de casi cualquier disciplina y de muy diversas adscripciones políticas (monárquicos, republicanos, conservadores, liberales, socialistas, libertarios…), firmaron en 1927 un manifiesto en defensa de la lengua catalana, ninguneada por el dictador. Por desgracia, desde 1936 algunos de los que rubricaron este manifiesto fueron sañudos perseguidores de la lengua y cultura catalanas y, aún más lamentablemente, hoy este mismo manifiesto y el espíritu unitario que lo alentó, son impensables.
Papeleta de una candidatura catalanista de izquierdas en 1917 (Archivo La Alcarria Obrera)

Excelentísimo señor presidente del Directorio militar:
Los abajo firmantes, escritores en lengua castellana, que sienten profundamente los merecimientos históricos de su idioma y que lo aprecian en todo su valor como indispensable vehículo para la difusión del pensamiento a través del mundo civilizado, se dirigen respetuosamente a V. E. para expresarle su sentir, con ocasión de las medidas de gobierno que por razones políticas, se han tomado acerca del uso de la lengua catalana.
Es el idioma la expresión más íntima y característica de la espiritualidad de un pueblo, y nosotros, ante el temor de que esas disposiciones puedan haber herido la sensibilidad del pueblo catalán, siendo en lo futuro un motivo de rencores imposible de salvar, queremos con un gesto afirmar a los escritores de Cataluña la seguridad de nuestra admiración y de nuestro respeto por el idioma hermano.
El simple hecho biológico de la existencia de una lengua, obra admirable de la naturaleza y de la cultura humana, es algo siempre acreedor al respeto y a la simpatía de todos los espíritus cultivados.
Debemos además pensar que las glorias de Cataluña son glorias españolas, y el título histórico más alto que España puede presentar para ser considerada como potencia mediterránea, se debe en gran parte al pueblo catalán, que hizo de la Barcelona medieval un emporio de riqueza capaz de competir con las repúblicas italianas; que creó una cultura admirable; que lanzó sus leyes de mar y cuya lengua inmortal resonó en el fragor de la batalla ante los muros sagrados del Partenón, y que sirvió para que con ella hablara por primera vez la filosofía nacional por boca de Raimundo Lulio y fuese cantada la efusión humana en los versos imperecederos de Ausiàs March.
El reconocimiento de las literaturas regionales como una consecuencia ideológica y romántica hizo de la lengua de Cataluña una literatura a la que pertenecen autores como Verdaguer y Maragall, que cuentan entre las primeras figuras de la literatura española del siglo XIX.
Nosotros no podemos tampoco olvidar que de Cataluña hemos recibido altísimas pruebas de comprensión y cariño, hasta el punto de que un insigne patriota catalán, amante fervoroso de las glorias españolas, Milà y Fontanals, abrió con llave de oro el oscuro arcano de las manifestaciones artísticas más genuinas y más características del pueblo castellano.
Queremos cumplir con un verdadero deber de patriotismo, diciendo a Cataluña que las glorias de su idioma viven perennes en la admiración de todos nosotros y serán eternas mientras imperen en España el culto y el amor desinteresado a la belleza.

Pedro Sainz Rodríguez, Eduardo Gómez de Baquero, A. Bonilla San Martín, Gregorio Marañón, Ángel Ossorio y Gallardo, Pedro Mata, Antonio Jaén, Tomas Borrás, Ángel Herrera Oria, Jaime Torrubiano Ripoll, Ramón Menéndez Pidal, Álvaro de Albornoz, Concha Espina, Augusto Barcia, V. García Martí, Conde de Vallellano, José Ortega y Gassset, Miguel Herrero, Luis de Zulueta, Domingo Barnés, Francisco Vighi, Pedro de Repide, León de las Casas, Joaquín Belda, José G. Alvarez Ude, Luis Jiménez de Asúa, Luis Ruiz Contreras, Félix Lorenzo, Fabián Vidal, Gabriel Maura, Vicente Machimbarrena, Gregorio Martínez Sierra, Lorenzo Barrio y Morayta, Andrés González Blanco, José Toral, Luis Araújo Costa, Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Femando de los Ríos, Azorín, Manuel Pedroso, Luis Bello, José María Sacristán, Cristóbal de Castro, José Giral, Melchor Fernández Almagro, Ramón Gómez de la Serna, Manuel Bueno, Antonio Espina, Antonio Zozaya, Federico García Lorca, F. Rivera Pastor, Alberto Insúa, Honorato de Castro, Luis de Tapia, Luis Araquistaín, Gustavo Pittaluga, E. Paul Almarza, Juan de la Encina, José García Mercadal, Ángel Lázaro, Bernardo Acha, Artemio Precioso, F. Escrivá, José Gutiérrez Solana, Jacinto Grau, Juan Pujol, José Ruiz Castillo, P. de Ciria Escalante, José Albiñana, doctor García del Real, Gabriel Franco, Salvador Pascual, Eduardo Ortega Gassset, Carlos Pereira, Juan Guixé, Leopoldo Bejarano, José Canalejas, Guillermo de la Torre, M. García Cortés, Adolfo A. Buylla, J. A. Balbontín, Isaac del Vando-Villar, Cayetano Alcázar, Mauricio Paraíso, Rafael Urbano, Julio Cañada, Antonio Guisasola, Antonio Dubois, José Sánchez Rojas, José Antón, F. Madariaga, Luis de Hoyos y Vinent, Hipólito Jimeno, Luis G. Bilbao, Andrés Ovejero, Manuel Azaña, Claudio Sánchez Albornoz, Conde de las Navas, Luis Palomo, F. Arévalo Salto, Luis G. Urbina, Luis G. Andrade, F. de Bustamante, A. Pérez Serrano, Tomás Elorrieta, Manuel Hilario Ayuso, Eduardo Barriobero, Manuel Antón, J. Jordán de Urries, Juan Hurtado, Ramón Pérez de Ayala, J. Villalba, Álvaro Calvo, Marqués de Lozoya, Ángel Torres del Álamo, Francisco de Viu, Luis Fernández Ardavín y Alberto Marín Alcalde.