La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

21 de noviembre de 2013

Motín carlista en Millana

Las tres guerras carlistas que sacudieron al país durante el siglo XIX no agotaron la actividad insurreccional del carlismo, que repetidamente mostraba su pulsión hacia la rebelión armada, un peligro siempre latente, el de “echarse al monte”, que le permitía influir en la política española con más peso que el que le concedía su exigua minoría parlamentaria, que en la España caciquil tampoco era un reflejo del apoyo real de los distintos partidos políticos. Esta agitación no se circunscribía, como generalmente se cree, a las áreas que se suponen de tradición carlista, y por eso reproducimos las noticias que el abogado y periodista Tomás Bravo Lecea envió desde la ciudad de Guadalajara al diario El Liberal, del que era corresponsal, poniendo de manifiesto el motín del pueblo de Millana en 1897, treinta años después del final de la Tercera Guerra Carlista, a raíz de la celebración del día de los “Mártires de la Tradición”. Fue un período, que se extendió hasta 1901, en el que la insurrección carlista en Guadalajara tomó fuerza como para haber desencadenado un nuevo conflicto armado.
Una de las provincias donde más se nota la agitación carlista que domina en los actuales momentos en toda la Península, es quizá Guadalajara, pues de antiguo tiene fama de prestar un gran contingente á esta clase de ideas políticas. En los partidos judiciales de Brihuega, Cifuentes, Molina y principalmente en el de Sacedón, de poco tiempo á esta parte se agitan los elementos tradicionalistas más de lo que debieran, y á pesar de que el gobernador asegura estar prevenido, no sería de extrañar que algún día nos sorprendiera la desagradable noticia de haberse echado al campo cuatro fanáticos, más que pensando en una finalidad positiva con respecto á sus ideas, impacientes de mostrar ese desasosiego que se siente en los elementos de acción partidarios del pretendiente y deseosos de publicar el malestar y la crisis gravísima que reina en esta región eminentemente agrícola.
A lo del pueblo de Auñón, cuyo alcalde ha sido destituido y de cuyo suceso tienen ya noticia los lectores de El Liberal, hay que añadir hoy otro chispazo, que afortunadamente no ha tenido importancia, pero que en los momentos actuales hay que concedérsela, por las circunstancias difíciles que atravesamos.
En todo el día de ayer corrieron en esta población y con visos de relativa certeza, rumores alarmantes, de los que no me hice eco telegrafiando á El Liberal, deseoso de que mi información, no basada en vagas suposiciones, fuera tan amplia y veraz como tienen derecho á exigirla los lectores de ese importante diario.
Se aseguraba que se había levantado una partida carlista en un pueblo rayano con la provincia de Cuenca; se decía que por la mañana había salido para Sacedón el oficial segundo de este gobierno, y por último, se añadía que el gobernador y el comandante de la guardia civil, habían pasado gran parte de la tarde comunicando por telégrafo con las autoridades de aquel partido judicial. Lo cierto de lo sucedido es lo siguiente: En el pueblo de Millana, del partido de Sacedón, la noche del 10 al 11, varios vecinos, después de repetidas libaciones en unas bodegas llamadas “Las cuevas”, borrachos ya, salieron de una de ellas dando vivas á Carlos VII; otro grupo de vecinos contestó a aquellos gritos con vivas a la libertad y sin que afortunadamente se vinieran á las manos los dos bandos, es lo cierto que se oyeron varios disparos de revólver, que se asegura partieron del grupo de loa liberales. Inmediatamente se dispersaron los alborotadores, sin que después de los hechos referidos ocurriese novedad.
La guardia civil, que tiene órdenes terminantes del gobernador, se ha concentrado en dicho pueblo, y el teniente Sr. Agudo se encuentra también allí abriendo una información, con el objeto de esclarecer los hechos y castigar á los culpables.
Por aquí corre el rumor, que me niegan en los centros oficiales, de que un agente carlista, procedente de Valencia, ha recorrido varios pueblos predicando la guerra santa á las huestes tradicionalistas.
Los jefes del carlismo en esta provincia, atentos á las órdenes del pretendiente y sus delegados en Madrid, censuran y anatematizan duramente estas algaradas.
En el momento que escribo las presentes líneas no ocurre novedad; de todos modos, si algo sucediera, telegrafiaré.
Tomás Bravo y Lecea, 13 Marzo 1897.

(Recibido por telégrafo) Las noticias que anteriormente he remitido sobre el movimiento carlista en esta provincia, son de origen oficial.
Con posterioridad, y por referencia del corresponsal del periódico de esta capital, La Crónica, he sabido que los sucesos desarrollados en el pueblo de Millana han tenido bastante más importancia que la que en un principio se les atribuía.
El miércoles de esta semana, después de celebrarse en el campo la fiesta que los carlistas llaman de los mártires, algunos de los exaltados dieron vivas á Carlos VII y mueras á los ladrones que ampara la autoridad. Intervinieron, procurando dominar el tumulto, el alcalde y el juez del pueblo de Millana.
Estos prendieron á varios de los alborotadores, que fueron conducidos a la cárcel. Ya en su encierro, continuaron dando calurosos vivas al pretendiente. Entonces tomaron parte en el tumulto otros muchos vecinos. Estos se identificaron con los presos, protestaron ruidosamente de que se les hubiera encarcelado, y lograron, acaso, por su actitud amenazadora, la libertad de aquéllos. Parece que el alcalde cedió ante las amenazas de la multitud, por considerarse impotente para reprimir el alboroto.
Esta versión, que me comunica persona tan autorizada como el citado corresponsal, me merece entero crédito.
En esta población reina tranquilidad.
Tomás Bravo y Lecea.

(Recibido por correo)
La versión que por correo hemos recibido está en un todo conforme con la que nos transmite nuestro corresponsal en Guadalajara.
Millana, 11.
En este pueblo se ha promovido ayer una sublevación. Los revoltosos gritaban: ¡Viva Carlos VII! ¡Mueran los ladrones protegidos por la autoridad! Se disparó también algún que otro tiro, y aunque no se sabe que haya ningún herido, existe una perturbación, una alarma extraordinaria, ante el temor de que puedan reproducirse las algaradas absolutistas y no se adopten las medidas conducentes a evitarlas y reprimirlas.
Porque ocurrió que fueron presos tres de los alborotadores, los cuales continuaron en la cárcel dando vivas y mueras como si tal cosa, y poco después fueron puestos en libertad por el alcalde, no sabemos si porque le son simpáticas las ideas que proclamaban los sediciosos, ó porque un buen golpe de carlistas le pedían la libertad de los presos, y amenazaban, además, si no eran complacidos, con derribar á hachazos la puerta del local en donde estaban custodiados.
De todos modos, apareció manifiesta la impotencia de la autoridad local para dominar el conflicto, y resultan justificados los rumores de los vecinos pacíficos, con tanto mayor motivo, cuando que ni se comunicó lo ocurrido oficialmente á la comandancia de la guardia civil más inmediata, ni se tiene noticia de que se instruyan por al juzgado las oportunas diligencias para la averiguación de los hechos y sus mentores.
Tomás Bravo y Lecea.

6 de noviembre de 2013

Manifiesto de los universitarios madrileños en 1864

Generalmente, se consideran los incidentes de la llamada Noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, como la primera prueba de inquietud política y anhelo revolucionario de los estudiantes universitarios en España, no en tanto individuos o minorías selectas, sino como grupo social. Sin embargo, un año antes ya se habían dado las primeras muestras de agitación política mancomunada de los estudiantes de la Universidad madrileña, como se puede comprobar en el manifiesto público que redactaron y que firmaron e hicieron público varios cientos de alumnos de la Universidad Central madrileña. El documento, además de sentar los antecedentes de la Noche de San Daniel, es un hermoso texto en defensa de la enseñanza pública y, en general, de una educación científica y laica. Lo reproducimos con los nombres de sus primeros firmantes, tal y como apareció en La Iberia el 8 de mayo de 1864.

Los estudiantes de la Universidad y escuelas centrales á los demás estudiantes de España.
La conjuración urdida contra la enseñanza pública en todo lo que tiene de elevada, debía provocar la indignación de la juventud, herida en su conciencia, en sus ideas, en sus aspiraciones á lo porvenir y amenazada de caer de nuevo á los pies de una clase, cuyos derechos de ninguna suerte pueden extenderse á la ciencia, independiente por su naturaleza, libre por su origen, llena de espíritu propio, suyo, que ninguna conjuración puede suprimir, que ninguna negación puede empañar, como primera y más ingenua ley de la naturaleza humana. El retroceso en la ciencia sería tanto como la negación de la vida, como la negación misma de Dios. Las universidades que nacieron para secularizar la enseñanza y para educar al estado llano en la libertad, trasformando el derecho feudal, no pueden retroceder al cerrado horizonte de la Edad Media, cuando el espíritu del siglo les abre el inmenso y luminoso horizonte de la libertad. Los que enseñaban el sistema de Ptolomeo, cuando el mundo entero había reconocido el movimiento de la tierra; los que enseñaban el ergotismo escolástico, cuando la razón humana había recabado su natural independencia; los que se oponían á las desvinculaciones y á la desamortización, cuando el progreso había removido hasta los átomos de la tierra; los que cerraban nuestras fronteras á todo cambio, como nuestras conciencias á toda idea, incomunicándonos con el mundo, al pié de ídolos rotos y abandonados, no tienen derecho á exigirnos, que nosotros, nacidos para impulsar la ciencia, para llevarla más adelante, para continuar esa serie de ideas, línea luminosa, que es como el Zodiaco del espíritu, nos abracemos a la muerte y bajemos á sus sepulcros.
Individuos los que firmamos esta manifestación de todas las escuelas, de todas las carreras, de todas las facultadas, tenemos el deber, de salir en defensa de nuestros maestros, asistidos de alguna más competencia que aquellos que los ofenden sin conocerlos, y acusan sin oírlos. Nuestros catedráticos, por tan malas artes combatidos, cada uno en su asignatura, cada uno con sus ideas y con sus medios, lejos de oscurecer nuestras conciencias, nos han enseñado á amar la patria con la virtud de ciudadanos, á amar la naturaleza como fieles hijos suyos, é iluminar el espíritu en la ciencia, A hacer el bien por ser bien, sin mezcla de interés ni de egoísmo, á fortificar el raciocinio, á obedecer la conciencia, a cumplir las grandes leyes morales, á elevarnos á Dios como ideal de nuestra conducta, como luz eterna de nuestra vida.
También hemos aprendido que la ciencia no puede ser esclava; que ningún poder puede ser superior á su poder; que ningún derecho puede ser contradictorio con sus derechos. Y por eso, nosotros creemos, que si de algo peca nuestro régimen universitario, es de opuesto á lo que exigen los adelantos del siglo. Las universidades y las escuelas tienen un régimen privilegiado, estrecho, más propio de instituciones mecánicas que de estos institutos de enseñanza, consagrados principalmente al espíritu, y por su naturaleza libres. Por eso, estudiantes de toda España; por eso os pedimos, que imitando el noble ejemplo de la juventud catalana, cuyo primer grito ha sido tan admirablemente secundado, os unáis á nosotros para reclamar la libertad de enseñanza.
Esta debe ser la creencia de la juventud, porque este es el ideal de lo porvenir. En ello ganarán todos los derechos naturales y legítimos, como siempre que se cumple la justicia. Hoy las reformas no caen de las manos de los gobiernos sino cuando las ha exigido la opinión. Clamemos, pues, por la libertad de enseñanza; y así como nuestros abuelos salvaron la nacionalidad en la Guerra de la Independencia, y nuestros padres la libertad en la guerra civil, nosotros en esta guerra pacífica de ideas, no menos grande, si menos costosa, salvaremos la ciencia, siendo una generación digna de dejar inscrito su nombre en las eternas páginas de la historia.
Madrid 29 de abril de 1864.
Joaquín de Huelbes, Balbino Quesada, Pedro Dago Cuchillero, Luis de la Calzada y López, Pantaleón García Gómez, Eduardo Mateo de Iraola, José Guardiola y Picó, Ricardo Muñoz Ortiz, Vicente Núñez de Velasco, Manuel Rivera Ramiro, Juan Cervera, Casimiro Montalvo, León Flores, Juan Arderíus y Barjol, Ramón de Aróstegui e Ignacio Rodríguez.

29 de septiembre de 2013

La Revolución Gloriosa de 1868 en Madrid

La Revolución Gloriosa de septiembre de 1868 fue uno de los momentos históricos de mayor trascendencia en la España decimonónica. Se enterraba definitivamente el Antiguo Régimen, se consolidaba el liberalismo que había nacido en las Cortes de Cádiz y se aventuraba en el horizonte la naciente democracia. La corrupción del régimen de Isabel II, el creciente autoritarismo de un sistema político que sólo el nombre tenía de liberal y la escandalosa vida particular de la reina, habían agotado la paciencia del pueblo y liquidado el capital de esperanza con el que la monarca había llegado al trono treinta y cinco años atrás. La inmensa mayoría de los españoles, sumidos en una crisis económica y de subsistencias, vivió con extraordinaria alegría el pronunciamiento de la flota en Cádiz, la victoria del cordobés Puente de Alcolea y el exilio de Isabel II. El entusiasmo desbordó las calles de toda España, y muy especialmente de Madrid. Reproducimos ahora los textos que la Gaceta de Madrid, boletín oficial de la época, publicó en su número del 30 de septiembre, en los que se refleja el entusiasmo popular de aquellos momentos.
La Gaceta de Madrid, órgano hasta aquí del gobierno, órgano de hoy en adelante del gobierno y la opinión; la Gaceta de Madrid debe hoy revelar a sus habituales lectores los trascendentales sucesos que han trasformado la faz de la nación. Ya en el número anterior se pudo observar, cómo el gobierno constituido por doña Isabel de Borbón y adicto al antiguo régimen, dudaba de su porvenir y se inclinaba á someterse á la incontestable y ya visible soberanía del país. Pero al difundirse por la capital las felices nuevas traídas por él viento del Mediodía, acerca de la gloriosa victoria obtenida por el ejército de la nación sobre les restos borbónicos acaudillados por el general Pavía, la excitación fue tal, tan rápido y poderoso el ímpetu de la opinión, que á las once de la mañana ya el general D. Manuel de la Concha se dirigía á los Sres. D. Joaquín Jovellar y D. Pascual Madoz, declarándoles que su hermano D. José corría á San Sebastián á depositar en manos de su señora el poder que esta le había otorgado; reconocía la imposibilidad de sostener un minuto más el antiguo orden de cosas y resignaba en los referidos señores el gobierno de Madrid.
Los Sres. Madoz y Jovellar recogieron desde luego el legado que el Sr. Concha les dejaba, atentos sobre todo á que el pueblo de Madrid encontrase constantemente personas á quienes poder dirigir sus reclamaciones, expresar sus votos y encomendar su seguridad. Pero bien penetrados de que aquello era el principio de una época nueva, después de tranquilizar al excitado pueblo, entregáronse sin reserva al recto y generoso instinto de Madrid.
Bien pronto reuníase en la Casa de la villa un número considerable de ciudadanos, como por maravilla ilesos de la tiranía anterior, ante quienes el Sr. Madoz, ya encargado del gobierno civil de la provincia, depositaba el mandato que del antiguo gobierno había recibido, mientras el señor general Jovellar, constituido en el gobierno militar, tomaba las disposiciones oportunas para precipitar la ya latente simpatía entre el ejército y el pueblo.
A sus comunes esfuerzos y á la sensatez y sagacidad y magnánimo corazón del pueblo de Madrid, debiose que bien pronto apareciese constituida una Junta compuesta de los hombres que más se habían señalado en los últimos años en la defensa de las reclamaciones populares; que la capital, ya del todo confiada en la salvaguardia del pueblo, apareciese como por encanto vestida de gala, rebosando en gente, con el ánimo visiblemente dilatado; que las tropas, que determinados cuerpos del ejército á quienes las circunstancias habían colocado en una situación excepcional y seguramente lamentable, apareciesen confundidos en la fiesta universal; que los Borbones desapareciesen al fin de este recinto entre las maldiciones, sí, pero también entre el general regocijo de los ciudadanos.
La Junta provisional revolucionaria de Madrid se componía de los señores cuyos nombres verán nuestros lectores al pié de los documentos que más abajo insertamos. No todos aparecieron á una misma hora, en un mismo punto, y como á virtud de previa combinación. Hubo en la constitución de la Junta algo de aquella espontaneidad, de aquel entusiasmo que se reflejaban en la actitud de Madrid. Ya instalada, la Junta procuró ante todo hacer conocer á las provincias cuáles eran la resolución y propósitos de esta población, procurando á la vez describirles la facilidad con que todo había cambiado y cuan de desear sería una transición semejante en lo restante de la Península. Tal fue el propósito de la Junta al comunicar á las provincias el siguiente telegrama:
“A las Juntas revolucionarias de todas las capitales. El pueblo de Madrid acaba de dar el grito santo de libertad y abajo los Borbones; y el ejército, sin excepción de un solo hombre, fraterniza en todas parles con él. El júbilo y la confianza son universales. Una Junta provisional, salida del seno de la revolución y compuesta de los tres elementos de ella, acaba de acordar el armamento de la Milicia Nacional voluntaria y la elección de otra Junta definitiva por medio del sufragio universal, que quedará constituida mañana. ¡Españoles! Secundad todos el grito de la que fue corte de los Borbones y de hoy mas será el santuario de la Libertad”.
La Junta atendió después á la seguridad interior de Madrid, bien segura de que, confiado todo á la sensatez del pueblo, ningún peligro serio correría esta; pero estimulada á la vez por centenares de ciudadanos que espontáneamente se ofrecían á custodiar los establecimientos todos, públicos ó privados que pudiesen excitar la codicia de los malvados, bien pronto fueron custodiados por el pueblo mismo y en medio de la satisfacción de sus respectivos gerentes, establecimientos tales como el Banco de España, Caja de depósitos, Casa de moneda, etcétera.
Dividiose además la Junta en secciones, organizó sus trabajos, repartió sus fuerzas, hizo llegar á los ciudadanos sus consejos, y al llegar la noche, Madrid presentaba el aspecto de una población libre, gozosa, dueña de sí misma y tan tranquila por lo demás, mas realmente tranquila que cuando se creía necesario, para su seguridad, el estado de sitio y la existencia de una numerosa policía.
Antes, sin embargo, la Junta había tenido el placer de adherirse al movimiento del pueblo de Madrid contra los Borbones, en el siguiente documento: “La Junta revolucionaria provisional de Madrid se asocia por unanimidad al grito conforme del pueblo, que ha proclamado:
-La Soberanía de la Nación;
-La destitución de doña Isabel de Borbón del trono de España;
-La incapacidad de todos los Borbones para ocuparle”.
Pascual Madoz, Nicolás María Rivero, Amable Escalante, Juan Lorenzana, Facundo de los Ríos y Portilla, Estanislao Figueras, Laureano Figuerola, José María Carrascón, Marqués de la Vega de Armijo, Mariano Azara, Vicente Rodríguez, Félix de Pereda, José Cristóbal Sorni, Manuel García y García, Juan Moreno Benítez, Mariano Vallejo, Francisco Romero Robledo, Antonio Valles, José Olózaga, Francisco Jiménez, Ignacio Rojo Arias, Ventura Paredes, Eduardo Chao, Ruperto Fernández de las Cuevas, Manuel Pallarés, Manuel Ortiz de Pinedo, José Ramos, Nicolás Calvo Guaiti, José Abascal, Manuel Merelo, Adolfo Juaristi, Francisco García López, Bernardo García, Camilo Labrador, Miguel Morayta, Ricardo Muñiz, Tomás Carretero, Antonio Ramos Calderón, Carlos Navarro y Rodrigo, Francisco Javier Carratalá, Antonio María de Orense
Había tenido el placer de recibir hora por hora, instante por instante, felicitaciones o adhesiones de más de la mitad de España. Desde Cartagena enviábale el general Prim y los bizarros marinos, con cuya cooperación había entrado en la playa, un afectuosísimo saludo. Manifestábanle Talavera, Guadalajara, Baeza, Escorial, Bailén, Teruel, Santa Cruz del Retamar, Jaén, Motril, Murcia, Calatayud, Andújar, Aranjuez, Lorca, Salamanca, Ciudad Rodrigo, Huelva y Lérida, que se adherían al movimiento nacional y constituían desde luego juntas.
Trasmitía la felicitación y el sentimiento de gratitud del pueblo de Madrid á los señores generales que habían conducido á la victoria el ejército de la libertad. Trasmitía al duque de la Victoria la relación de lo acaecido en la capital, y le expresaba, la decidida resolución del pueblo contra el antiguo régimen. Ordenada, en fin, como una reparación y un símbolo a la vez, que desde luego se emprendiesen los interrumpidos trabajos para la erección de la estatua de Mendizábal.
Pero la Junta no se ha considerado desde el primer instante sino como una corporación provisional interina, absolutamente consagrada á llenar el espacio intermedio entre el antiguo régimen y la primera aplicación del nuevo derecho proclamado por la marina, él ejército, y el pueblo, del sufragio universal. Por aclamación fue acordado el siguiente importante documento:
 
LA JUNTA REVOLUCIONARIA INTERINA AL PUEBLO DE MADRID.
Madrileños: Para facilitar la elección que, por primera vez, va á ejercer libre y universalmente el pueblo de Madrid, la Junta provisional cree conveniente indicar algunas reglas que aseguren la verdad del sufragio y hagan que la elección sea expresión genuina del vecindario. A este fin, las Juntas de distrito, conocedoras de los vecinos que las constituyen, determinarán las secciones en que se ha de dividir cada barrio, si el número de los electores fuese muy numeroso.
Los barrios o sus secciones se reunirán el día de hoy 30 de setiembre, á las dos de la tarde, en un local adecuado que los ciudadanos generosos se apresurarán seguramente á facilitar al pueblo. Los vecinos designarán, por el método que estimen más breve y expedito, un presidente escogido de entre todos ellos, y cuatro, secretarios encargados de verificar la elección, formando dos listas.
La primera contendrá los nombres de los ciudadanos que voten, á fin de asegurarse todos de que cada uno de los electores pertenece al barrio en que emita su voto. La segunda, los nombres de todas las personas que obtienen sufragios para ser individuos de la Junta.
Todos los vecinos mayores de edad, sin distinción de ninguna clase, tienen voto; y pueden expresar libremente su opinión, designando las personas que los merezcan confianza para individuos de la Junta que ha de gobernar Madrid.
Reunidos los vecinos de cada barrio, darán su voto á tres personas, que, en representación del distrito, formen parte de la Junta general,  de modo que esta resulte compuesta de 30 individuos. Cada papeleta contendrá asimismo los nombres de tres suplentes.
El acta de cada barrio, firmada por el presidente y los secretarios, y acompañada de la lista que la compruebe, será entregada á la Junta del distrito. Las Juntas de distrito harán el escrutinio de las listas de los barrios, y las tres personas que resulten con mayor número de votos en todos los distritos, serán proclamadas diputados, ya propietarios, ya suplentes, de la Junta de gobierno, extendiéndose una acta, firmada por la Junta del distrito que presida el escrutinio. Esta acta servirá de credencial á las personas elegidas.
Con tan sencillas bases, puede rápidamente organizarse el pueblo de Madrid, ínterin se nombre el Ayuntamiento que cuide de sus intereses locales,
El vecindario, con la discreción que le distingue, comprenderá que la nueva Junta debe expresar la unión de todos los partidos que han contribuido á derribar la dinastía de los Borbones y á restablecer el gran principio de la Soberanía nacional.
En este solemnísimo instante solo una entidad nos parece grande, la nación; solo una preocupación nos parece sagrada, la de la libertad.
Madrid 29 de setiembre de 1868.
Pascual Madoz, Nicolás María Rivero, Amable Escalante, Juan Lorenzana, Facundo de los Ríos y Portilla, Estanislao Figueras, Laureano Figuerola, José María Carrascón, Marqués de la Vega de Armijo, Mariano Azara, Vicente Rodríguez, Félix de Pereda, José Cristóbal Sorni, Manuel García y García, Juan Moreno Benítez, Mariano Vallejo, Francisco Romero Robledo, Antonio Valles, José Olózaga, Francisco Jiménez, Ignacio Rojo Arias, Ventura Paredes, Eduardo Chao, Ruperto Fernández de las Cuevas, Manuel Pallarés, Manuel Ortiz de Pinedo, José Ramos, Nicolás Calvo Guaiti, José Abascal, Manuel Merelo, Adolfo Juaristi, Francisco García López, Bernardo García, Camilo Labrador, Miguel Morayta, Ricardo Muñiz, Tomás Carretero, Antonio Ramos Calderón, Carlos Navarro y Rodrigo, Francisco Javier Carratalá, Antonio María de Orense.
 
LA JUNTA REVOLUCIONARIA DE MADRID, AL EJÉRCITO
“Soldados:
Hijos sois del pueblo; del pueblo salisteis; al pueblo habéis de volver. Pertenecéis como todos y os debéis más que ninguno a la patria. Soldados y oficiales der ejército: quien os induzca en esta hora solemne y decisiva á hostilizar al pueblo, es un traidor; parricidas seríais llamados vosotros si le obedecieseis. Fraternidad con el pueblo: sed unos con él en el día de la libertad. ¡Soldados! ¡Abajo los Borbones! ¡Viva la soberanía de la nación!”
Y estas fueron sus primeras disposiciones:
“Esta junta por su primera determinación ha resuelto restablecer la Milicia Nacional voluntaria, para lo que se les repartirán las armas necesarias á todos los ciudadanos que se presenten á recogerlas en los puntos siguientes: Plaza Mayor, Plaza de la Cebada, Plaza de Bilbao, Plaza de Santo Domingo, Chamberí, Plaza de las Cortes.
Lo que se hace saber para conocimiento de los ciudadanos.
Madrid, 29 de setiembre de 1868. El presidente, P. Madoz”.
Después de esto, asegurada ya la tranquilidad de Madrid, obra debida en verdad, antes á la cultura del pueblo que á los trabajos de la Junta, seguros los ciudadanos sobre el porvenir de su aspiración, resta solo que el primer ensayo que el pueblo hace de su soberanía sea feliz, que el sufragio universal se muestre tan grande como es, y pueda mañana la Junta provisional revolucionaria resignar sus accidentales poderes en una verdadera personificación de Madrid, y pueda a la vez la Gaceta anunciar á España y á Europa que la nación vive libre y es dueña de sí misma.
Mendizábal fue el hombre de nuestra regeneración y nuestra revolución. Nada más natural que la Junta provisional decrete: “Artículo único. En el día de mañana comenzarán los trabajos para colocar en la plaza del Progreso la estatua del inolvidable patricio Mendizábal, estatua que costeó el sentimiento liberal, y cuya colocación impidió la ingratitud y la deslealtad.
Madrid 29 de setiembre de 1868”. (Siguen las firmas).