Las tres guerras carlistas
que sacudieron al país durante el siglo XIX no agotaron la actividad
insurreccional del carlismo, que repetidamente mostraba su pulsión hacia la
rebelión armada, un peligro siempre latente, el de “echarse al monte”, que le permitía
influir en la política española con más peso que el que le concedía su exigua
minoría parlamentaria, que en la España caciquil tampoco era un reflejo del
apoyo real de los distintos partidos políticos. Esta agitación no se circunscribía,
como generalmente se cree, a las áreas que se suponen de tradición carlista, y
por eso reproducimos las noticias que el abogado y periodista Tomás Bravo y
Lecea envió desde la ciudad de Guadalajara al diario El Liberal, del que era
corresponsal, poniendo de manifiesto el motín del pueblo de Millana en 1897,
treinta años después del final de la Tercera Guerra Carlista, a raíz de la
celebración del día de los “Mártires de la Tradición”.
Una de las provincias donde más se nota la agitación
carlista que domina en los actuales momentos en toda la Península, es quizá
Guadalajara, pues de antiguo tiene fama de prestar un gran contingente á esta
clase de ideas políticas. En los partidos judiciales de Brihuega, Cifuentes,
Molina y principalmente en el de Sacedón, de poco tiempo á esta parte se agitan
los elementos tradicionalistas más de lo que debieran, y á pesar de que el
gobernador asegura estar prevenido, no sería de extrañar que algún día nos
sorprendiera la desagradable noticia de haberse echado al campo cuatro
fanáticos, más que pensando en una finalidad positiva con respecto á sus ideas,
impacientes de mostrar ese desasosiego que se siente en los elementos de acción
partidarios del pretendiente y deseosos de publicar el malestar y la crisis
gravísima que reina en esta región eminentemente agrícola.
A lo del pueblo de Auñón, cuyo alcalde ha sido
destituido y de cuyo suceso tienen ya noticia los lectores de El Liberal, hay que añadir hoy otro
chispazo, que afortunadamente no ha tenido importancia, pero que en los
momentos actuales hay que concedérsela, por las circunstancias difíciles que
atravesamos.
En todo el día de ayer corrieron en esta población y con
visos de relativa certeza, rumores alarmantes, de los que no me hice eco
telegrafiando á El Liberal, deseoso
de que mi información, no basada en vagas suposiciones, fuera tan amplia y
veraz como tienen derecho á exigirla los lectores de ese importante diario.
Se aseguraba que se había levantado una partida carlista
en un pueblo rayano con la provincia de Cuenca; se decía que por la mañana
había salido para Sacedón el oficial segundo de este gobierno, y por último, se
añadía que el gobernador y el
comandante de la guardia civil, habían pasado gran parte de la tarde
comunicando por telégrafo con las autoridades de aquel partido judicial. Lo
cierto de lo sucedido es lo siguiente: En el pueblo de Millana, del partido de
Sacedón, la noche del 10 al 11, varios vecinos, después de repetidas libaciones
en unas bodegas llamadas “Las cuevas”, borrachos ya, salieron de una de ellas
dando vivas á Carlos VII; otro grupo de vecinos contestó a aquellos gritos con
vivas a la libertad y sin que afortunadamente se vinieran á las manos los dos
bandos, es lo cierto que se oyeron varios disparos de revólver, que se asegura
partieron del grupo de loa liberales.
Inmediatamente se dispersaron los alborotadores, sin que
después de los hechos referidos ocurriese novedad.
La guardia civil, que tiene órdenes terminantes del
gobernador, se ha concentrado en dicho pueblo, y el teniente Sr. Agudo se encuentra
también allí abriendo una información, con el objeto de esclarecer los hechos y
castigar á los culpables.
Por aquí corre el rumor, que me niegan en los centros
oficiales, de que un agente carlista, procedente de Valencia, ha recorrido varios
pueblos predicando la guerra santa á las huestes tradicionalistas.
Los jefes del carlismo en esta provincia, atentos á las
órdenes del pretendiente y sus delegados en Madrid, censuran y anatematizan duramente
estas algaradas.
En el momento que escribo las presentes líneas no ocurre
novedad; de todos modos, si algo sucediera, telegrafiaré.
Tomás Bravo y Lecea, 13 Marzo 1897.
(Recibido por telégrafo) Las noticias que anteriormente
he remitido sobre el movimiento carlista en esta provincia, son de origen
oficial.
Con posterioridad, y por referencia del corresponsal del
periódico de esta capital, La Crónica, he sabido que los sucesos desarrollados en el pueblo de
Millana han tenido bastante más importancia que la que en un principio se les
atribuía.
El miércoles de esta semana, después de celebrarse en el
campo la fiesta que los carlistas llaman de los mártires, algunos de los
exaltados dieron vivas á Carlos VII y mueras á los ladrones que ampara la
autoridad.
Intervinieron, procurando dominar el tumulto, el alcalde
y el juez del pueblo de Millana.
Estos prendieron á varios de los alborotadores, que
fueron conducidos a la cárcel.
Ya en su encierro, continuaron dando calurosos vivas al
pretendiente.
Entonces tomaron parte en el tumulto otros muchos
vecinos.
Estos se identificaron con los presos, protestaron ruidosamente
de que se les hubiera encarcelado, y lograron, acaso, por su actitud amenazadora,
la libertad de aquéllos.
Parece que el alcalde cedió ante las amenazas de la
multitud, por considerarse impotente para reprimir el alboroto.
Esta versión, que me comunica persona tan autorizada
como el citado corresponsal, me merece entero crédito.
En esta población reina tranquilidad.
Tomás Bravo y Lecea.
(Recibido por correo)
La versión que por correo hemos recibido está en un todo
conforme con la que nos transmite nuestro corresponsal en Guadalajara.
Millana, 11.
En este pueblo se ha promovido ayer una sublevación.
Los revoltosos gritaban: ¡Viva Carlos VII! ¡Mueran los
ladrones protegidos por la autoridad!
Se disparó también algún que otro tiro, y aunque no se
sabe que haya ningún herido, existe una perturbación, una alarma
extraordinaria, ante el temor de que puedan reproducirse las algaradas absolutistas
y no se adopten las medidas conducentes a evitarlas y reprimirlas.
Porque ocurrió que fueron presos tres de los
alborotadores, los cuales continuaron en la cárcel dando vivas y mueras como si
tal cosa, y poco después fueron puestos en libertad por el alcalde, no sabemos
si porque le son simpáticas las ideas que proclamaban los sediciosos, ó porque
un buen golpe de carlistas le pedían la libertad de los presos, y amenazaban,
además, si no eran complacidos, con derribar á hachazos la puerta del local en
donde estaban custodiados.
De todos modos, apareció manifiesta la impotencia de la
autoridad local para dominar el conflicto, y resultan justificados los rumores de
los vecinos pacíficos, con tanto mayor motivo, cuando que ni se comunicó lo
ocurrido oficialmente á la comandancia de la guardia civil más inmediata, ni se
tiene noticia de que se instruyan por al juzgado las oportunas diligencias para
la averiguación de los hechos y sus mentores.
Tomás Bravo y Lecea.
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