La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

28 de noviembre de 2013

Manifiesto para vindicar su honor del cura de Tamajón

Matías Vinuesa, más conocido por la historia como “el cura de Tamajón”, era uno más de los numerosos clérigos integristas y reaccionarios que pululaban en gran número por pueblos y aldeas de toda la Península. La Guerra de la Independencia les había abierto el camino de la violencia política, entonces justificada y apoyada por la mayoría de sus convecinos, y no fue fácil devolverles al sosiego de sus sacristías. La Guerra de la Independencia fue, para muchos de ellos, un combate contra el positivismo y el racionalismo que alentaban tras la Revolución Francesa y ese combate prosiguió durante el resto del siglo XIX en las mismas condiciones, aunque ahora se luchase contra otros españoles. Autor de un plan absolutista para derribar al gobierno constitucional, tan descabellado como irreal, concitó las iras del pueblo de Madrid, que asaltó la prisión en la que estaba encerrado y le golpeó hasta morir. Antes, con motivo de su proceso publicó este Manifiesto de Don Matías Vinuesa, Capellán de Honor de S. M. para vindicar su conducta moral de las calumnias con que públicamente ha sido infamada, que se publicó en  Madrid, en la Imprenta de Miguel de Burgos, en 1821.

MANIFIESTO DE DON MATIAS VINUESA, CAPELLAN DE HONOR DE S. M.
PARA VINDICAR SU CONDUCTA MORAL DE LAS CALUMNIAS CON QUE PUBLICAMENTE HA SIDO INFAMADA
Nada aprecia más el hombre que el honor; ninguna obligación mas sagrada que la de conservarle ileso hasta la muerte. Es pues el honor una especie de deidad que ejerce sobre nosotros el imperio más fuerte después del de la religión. Por eso, desde que se conocen los imperios y los reynos, se erigieron aquellos templos magníficos, aquellos mausoleos famosos y aquellas lapidas sepulcrales donde se estampaban las virtudes de los héroes, para trasmitirlas a la más remota posteridad, por eso los romanos dedicaron un suntuoso templo a la fama por eso en fin nos manda Dios por Salomón que tengamos cuidado de conservar un buen nombre. “Curam habe de bono nomine”.
Altamente penetrado de este deber tan sagrado, impuesto por la religión y por la naturaleza, mi primera obligación es la vindicación de mi honor infamado del modo más ignominioso en la parte moral. Este ha sido ofendido a la faz de toda la nación, y la nación entera debe saber mi inocencia. Mi conducta, ha sido pintada con los colores más negros; y yo faltaría a los deberes de la religión, si con mi silencio aprobase los designios de mis calumniadores. Los santos Padres me enseñan con su conducta. San Atanasio fue acusado en el concilio de Nicea de haber cometido un horrendo crimen de incontinencia: se defendió en el mismo concilio, y Dios protector del justo declaro su inocencia. Es verdad que yo no soy san Atanasio, pero quiero imitarle en cuanto me sea posible.
Mi conducta pues, puede considerarse bajo de dos conceptos, de política y moral. En orden a mi conducta política en las presentes circunstancias está entendiendo el juez, nombrado para mi causa, y el público que descansa en sus luces debe abstenerse de pronunciar su fallo anticipadamente por no exponerse a errar. La circunspección y moderación, que ha sido siempre el carácter que ha distinguido a los españoles, debe ser ahora la prenda que más les recomiende.
Por lo que hace a mi conducta moral creo se haya mancillado mi honor en los puntos siguientes:de ambición, suponiendo que aspiro a mayores ascensos; de codicia, porque se dice que unos almacenes de aceite y de carbón son míos; y 3º de incontinencia, por suponerse haberse hallado en mi casa lo que el pudor no me permite decir, y que por respeto a la decencia publica solo se ha explicado en algunos periódicos con frases simbólicas y malignas. A estos tres capítulos, si no me engaño, se reducen todas las imputaciones inmorales que se me han hecho de palabra y por escrito. Situación bien triste y dolorosa es ciertamente la del hombre verse en la precisión de justificarse: empero la religión vulnerada, y mi honor ultrajado reclaman imperiosamente mi vindicación.
No es mi ánimo injuriar con este escrito a mis ofensores: a ninguno conozco, a todos perdono y amo, y por todos pido a Dios. Por principios, por educación y aun por carácter aborrezco el crimen de la venganza, y me glorío no haber procedido nunca, ni haber delatado, ni aun haber informado contra persona alguna. Creo que el que me conozca a fondo, formara el mismo juicio de mí, y no me desmentirá. Descendamos al asunto.
El primer delito con que se vulnera mi honor, es el de ambición. Esta es con respeto a los honores y premios, y estos en orden a mi persona y a mis parientes. Me parece, si no me equivoco, que en esta materia he dado bastantes pruebas de moderación.
A pesar de gloriarme haber hecho en obsequio de la patria los servicios tan extraordinarios que constan en mi relación de meritos, y se extractan a continuación por vía de apéndice, no hice representación alguna a las Cortes mientras permanecieron en Cádiz, y solo lo verifique cuando se establecieron en esta heroica capital. El gobierno no tuvo a bien premiar entonces mis servicios, y a pesar de la miseria en que me veía después de haber consumido mi patrimonio, llevé con magnanimidad de espíritu el estado de indigencia en que me había puesto mi ardiente amor a la patria.
Luego que se verifico la venida tan deseada de nuestro amado Rey a España, eleve a su alta consideración mis meritos patrióticos, y se digno premiarlos dispensándome la gracia de nombrarme su capellán de honor. Valía entonces este empleo como unos 14.000 reales, y no siendo esta renta ni la que disfrutaba en 1816 bastante para mantenerme en la corte con el decoro correspondiente a mi clase, y para proveer a la subsistencia y educación de unos sobrinos de que ya antes estaba encargado, pretendí el arcedianato titular de Tarazona, y S. M. tuvo a bien por un efecto de su bondad acceder a mi solicitud en consideración a mis méritos literarios, loable celo y distinguidos servicios, según se expresa en el oficio de nombramiento comunicado por el Excmo. Sr. D. Pedro Cevallos
El líquido producto de esta dignidad habrá sido anualmente de 15.000 reales, según resulta de las cuentas que podré enseñar a quien guste verlas. El público imparcial graduara si estas rentas son excesivas a los servicios tan extraordinarios, que he hecho en tiempo de la invasión de los franceses. Después del año 16 no se habrá visto pretensión alguna, ni aun con respecto a varios empleos que son propios a la clase de capellanes de honor. Tampoco he pretendido distintivo alguno que designase mis servicios, como lo han practicado otros muchos, ni honores en algunos tribunales a pesar de haber sido invitado muchas veces a ello.
No solo he dado estas pruebas públicas de moderación con respecto a mi persona, sino que me he comportado lo mismo con mi dilatada familia. Siete hermanos tengo, y cerca de treinta sobrinos, todos de familia noble, aunque no rica; pero ninguno esta acomodado por S. M. Me parece que esto prueba hasta la evidencia la delicadeza y circunspección con que he procedido en pretender, y aleja la idea de ambicioso.
El segundo crimen con que se ha mancillado mi reputación es el de codicia. Parece consiguiente que el que es moderado en los honores, lo sea también en las riquezas. Regularmente van acompañadas estas con aquellos. Los testimonios que puedo producir no son menos ciertos y públicos.
Es notorio en la nación que la Junta de Guadalajara y Sigüenza refundió sus facultades en mí para desempeñar las vastas comisiones que puso a mi cargo en cinco partidos los más arriesgados en el reyno, y que esta Junta publico en 30 de noviembre de 1811 una gaceta extraordinaria única en su clase, en que haciendo los mayores elogios de mi conducta patriótica manifiesta a toda la nación mis cuentas y servicios. En ellas se dice que dejé en beneficio de la patria todo cuanto me podía pertenecer por razón de sueldos y de presas. La asignación que se han abonado varios comisionados que no tenían la mitad de ramos que yo, fue la de 30.000 reales: según esto, y habiendo yo servido casi 4 años, he dejado cerca de 120.000 rs. en beneficio de mi nación por este concepto. Por manera que con esta cantidad y con lo que debía pertenecerme por razón de presas gradúo que pasa de más de 200.000 reales lo que he cedido en beneficio de la patria. ¿Habrá muchos españoles que hayan tenido esta generosidad y desprendimiento, después de tantos otros servicios? Esto es demasiado notorio, y nadie lo puede dudar.
No es menos cierto mi desinterés en orden a mi vida privada. Providencia ha dispuesto que tenga una numerosa familia, y que me encargue de la educación de cuatro sobrinos. Uno de estos que me acompañó y auxilió en el desempeño de las referidas comisiones, y que por lo mismo había abandonado la carrera literaria principiada, no habiendo sido empleado en destino público, fue preciso dedicarle a algún oficio honroso y decente. Adopto el del comercio y trafico en unión de otro que fue asistente mío, y por dos veces me libertó la vida en el tiempo de mis comisiones; para lo cual se estimo por conveniente comprarles un almacén de aceite y que se dedicasen mancomunadamente a este tráfico y al del carbón. No hallándome yo con los fondos suficientes para auxiliarles como quisiera, se tomaron bajo mi nombre y responsabilidad treinta mil reales de una persona de esta corte, como podrá informar el juez de mi causa, pagando yo un tanto por ciento, con el fin de que la utilidad que pudiera reportarse de estas licitas especulaciones, se refundiese en beneficio de los dos, según puede acreditarse con documentos los mas auténticos, y por personas que están instruidas en la interioridad de mi familia. Me persuado que ningún hombre sensato dirá que el haber sido benéfico, y el emplear a unos jóvenes en cosas útiles a la sociedad y a ellos mismos sea un delito.
Por otra parte he leído algo sobre el modo de ejercer la beneficencia: tengo presente lo que dicen los mejores economistas, y señaladamente el limo. Sr. Climent Obispo que fue de Barcelona, y su sucesor don Pedro Díaz Valdés en las preciosas obras que escribieron al intento. Estos sabios prelados aseguran que la mejor limosna es la de emplear a los hombres en algún oficio, porque la ociosidad es madre de todos los vicios.
Me parece que con estas razones se convenza el público de que no estoy poseído del feo crimen de avaricia, y que es una impostura atroz la de que se encontraron en mi casa 500 onzas, habiéndose hallado solamente poco más de mil reales en plata que a presencia del Sr. Gefe Político entregue al ama de gobierno de mi casa, y como dos mil en oro.
El tercer crimen con que se ha vulnerado mi honor es el de incontinencia por suponerse haberse hallado en mi casa unos instrumentos de corrupción, que la modestia me prohíbe expresar. Al oír desde la habitación de la cárcel estas y otras horribles calumnias no hacía más que dirigir a Dios mis ruegos y oraciones por los que las han inventado. Sereno y tranquilo oía todo esto, porque mi conciencia nada me argüía, diciendo con san Agustín; “Ni el malo es bueno porque le alaben; ni el bueno es malo porque le vituperen: siente de mi lo que quieras, con tal que mi conciencia nada me arguya delante de Dios”.
Protesto delante de su Divina Majestad y de los hombres, que ni por escrito, ni por el confesonario, ni de oídas, ni de vista, jamás había llegado a mi noticia hubiese semejantes instrumentos. El Excmo. Sr. Gefe Político, y el juez de mi causa podrán declarar que no hallaron en mi habitación cosa alguna perteneciente a obscenidades, y sí encontraron en mi papelera otros instrumentos muy distintos y que tiene consagrados la piedad. Dejo a la consideración de todos mis amados compatricios la sensación que habrá causado en mi corazón esta calumnia tan atroz. Lo más sensible para mi es, que sea trascendental al honor que se debe al respetable estado eclesiástico.
Por descontado esta conducta de infamarme de un modo tan escandaloso, es anti-cristiana y anti-política. Es anti-cristiana por tres razones: primera, porque se opone al primer mandamiento de la ley de Dios; segunda, porque el Señor manda que sean respetados sus ministros. Malos eran los escribas y fariseos, y sin embargo nos enseña el mismo que se les tenga el mayor respeto. Malo era Judas, y preguntado Jesús por sus discípulos que quien era el traidor, lo oculta, y por no manifestar su pecado no le separa de su mesa y entra en su pecho sacrílego. Constantino el grande dio a la posteridad el ejemplo más memorable de respeto a los eclesiásticos diciendo: Quisiera que mi manto imperial pudiese cubrir el mundo entero para ocultar de este modo los pecados de los ungidos del Señor. Si esto han hecho los Emperadores, ¿cuál debe ser el respeto que deben tener los demás a los eclesiásticos? La tercera razón es, por haber abierto los ojos a infinitas personas para poder pecar más impunemente. ¡Qué consecuencias tan funestas no se seguirán de esto! ¡Cuántos pecados! ¡Qué mortales heridas no se han hecho a la moral y a las buenas costumbres!
Es igualmente anti-política por estas mismas consideraciones, y además, porque con ocasión de los papeles infamatorios y canciones deshonestas que se han impreso y públicamente se han cantado, se ha ofendido hasta lo sumo la decencia publica, se ha denigrado en lomas sagrado el honor de un ministro del Altísimo, y se ha dado motivo a que, extraviada la opinión por medios tan reprobados se declarase el odio general contra mí, y produjese una conmoción popular que pudo ser funesta, no solo a mi seguridad personal, sino trascendental también a la tranquilidad pública de esta Corte.
Dejo pues todas estas consideraciones al juicio recto de todo español sensato y prudente.
Madrid a 27 de marzo de 1821.
Matías Vinuesa

Relación en extracto de los méritos patrióticos de Matías Vinuesa, capellán de honor de S. M, y cura que fue de Tamajón, contraídos en tiempo de la invasión de los Franceses, según resulta de sus testimoniales y de la Gaceta publicada en 30 de noviembre del año de 1811 por la Junta de Guadalajara, y de certificación de 4 diciembre de 1811 por D. Matías Saúca y Dávila, vocal secretario de la misma.
Principiada la guerra contra los franceses, e instalada la Junta superior de gobierno, armamento y defensa de Guadalajara, el señor obispo de Sigüenza su presidente le autorizo en 25 de setiembre de 1809 para velar, examinar y registrar a cualquiera persona que transitase por las inmediaciones de Cogolludo con el fin de de ver si llevaban algunos papeles sospechosos; para hacer la requisición de todo género de armas, y para recoger los dispersos. Con fecha de 12 de octubre del mismo año le fueron aprobadas dichas facultades por la referida Junta, ampliándoselas además para filiar los mozos de los partidos de Ita, Cogolludo, Talamanca, Uceda y Buitrago, para recoger las armas, caballos, monturas y demás artículos del real servicio y se le autorizó para todos los demás casos que son difíciles de prever y no se expresaban en cuantas ocasiones juzgase convenir para el mayor servicio de la patria representando en todo la autoridad de la Junta. En 15 de marzo de 1810 fue nombrado administrador de todos los efectos y rentas correspondientes al monasterio de Bonabal.
En 29 de mayo del mismo año se le autorizo por dicha Junta para la administración de los bienes pertenecientes a los duques del Infantado y Medinaceli, arzobispado de Toledo, arcedianos de los partidos que han estado de su cargo, y de los reales monasterios del Escorial y del Paular en los países invadidos.
En 15 de marzo de 1810 se le autorizo del mismo modo para la recaudación de todos los caudales de obras pías, y plata de iglesias particulares en varios partidos de la provincia.
En 26 de octubre de 1809 fue autorizado por D. José López Juana Pinilla, intendente de la misma provincia de Guadalajara, para la recaudación de todos los caudales públicos, y en 3 de enero de 1811 le comisiono el mismo para inspeccionar las escuelas de hilar lana fina, que estaban antes asignadas a las reales fabricas de Guadalajara y Brihuega. Ha presentado y dado por dos veces cuentas de todas sus comisiones, las que le fueron aprobadas del modo más honorifico y satisfactorio por la contaduría de dicha provincia por las siguientes expresiones: “Debiendo advertir que en la data no aparece cantidad alguna a favor del expresado D. Matías por razón de asignación de su persona, y que estas cuentas están formadas con el mayor orden, con una grande exactitud, con suma claridad y con un esmero y formalidad muy particular a pesar de las circunstancias de estos tiempos, y de los muchos y complicados ramos que abrazan. De ellas resulta que sus comisiones son extensivas a cinco partidos; que los ramos en que ha intervenido en cada uno son 25, y que ascienden todas las cantidades de sus cuentas en metálico a 830.234 rs. y 24. mrs.; y de granos lo siguiente: Trigo 7.095 fanegas y 5 celemines: centeno 4242 fanegas 8 celemines y 2 cuartillos, y 642. fanegas de cebada.
Igualmente resulta de dichas cuentas haber recaudado y entregado a la Junta y Sr. Intendente de la citada provincia otros varios efectos, y hecho servicios muy importantes. Ha repartido considerable número de bulas de todas clases que D. Luis Capmani, tesorero de la misma provincia, le remitió para el efecto.
Ha entregado a disposición del propio Sr. Intendente 267 arrobas 9 libras de lana fina, 12.262 madejas de la misma que resultaron de las fabricas de su cargo; 111 arrobas 12 libras de garbanzos; 804 arrobas de vino, y 10 de aguardiente; 29 arrobas 21 libras y 2 onzas de plata; 84 arrobas y 17 libras de cigarrillos quitados al enemigo.
Ha puesto a disposición de la Junta e Intendente 62 caballos, 1400 armas de todas clases con dos cañones pedreros, 34.000 arrobas de carbón, 48 cargas de corregel fino, 12 cargas de herraje, y tres de pana, telas y alpargatas.
Ha remitido a la Junta y al Ejército más de dos mil dispersos y prisioneros, para cuyo objeto circulo una proclama en Cogolludo y sus inmediaciones de resultas de la batalla de Ocaña.
Prendió en Tamajón la partida de Velasco, que se componía de diez hombres armados y montados, los que remitió a disposición de dicha Junta, y además otros varios ladrones, consiguiendo que ínterin desempeño sus comisiones no se oyeran robos en los partidos de su cargo; presentando también varios comisionados franceses, muchas veredas y papeles interesantes interceptados al enemigo.
Han tenido sus soldados dos encuentros en las inmediaciones de Buitrago: en el primero mataron a siete e hirieron a bastantes enemigos; y en el segundo hubo dos muertos y trece heridos: otros dos en las inmediaciones de Alcalá: en estos murieron dos y se cogieron dos caballos con sus arreos y armas, habiendo impedido al mismo tiempo hayan llevado víveres las justicias de varios pueblos inmediatos a los destacamentos enemigos.
Ha elevado a la consideración de la Junta superior de la expresada Provincia de Guadalajara varios planes que merecieron su aprobación; ha extraído una imprenta de Madrid que sirvió para la Junta de Burgos, y varios caballos por medio de sus soldados, y además dos rebaños de ovejas y carneros del Excmo. Sr. duque del Infantado, en su bosque inmediato a las murallas de Buitrago de que estaban apoderados los franceses, y a cuyo poder volvieron por haber salido inmediatamente 560 hombres en su busca sin haber tenido más perdida que la de cuatro fusiles, y una pistola.
De todas las presas que ha presentado no ha percibido estipendio alguno, antes bien ha dejado a beneficio de la patria cuanto por dicha razón ha podido corresponderle.
Certificaciones honorificas de la Junta superior de Guadalajara y Sigüenza, y de D. José López Juana Pinilla intendente de la misma, dadas en los años de 1811 y 1812, por las que consta del modo más completo, “que este interesado en el tiempo de sus comisiones ha manifestado una integridad, zelo, desinterés y actividad recomendables, y que en sus acciones han brillado en alto grado una adhesión decidida a la justa causa que ha sostenido la nación, y un infatigable deseo de contribuir con todos sus alcances físicos y morales a la independencia del yugo tiránico del usurpador del trono de nuestro legitimo Monarca el Sr. D. Fernando VII, despreciando con cierto rasgo de heroísmo los peligros a que inmediatamente ha expuesto su persona, por haber evacuado sus encargos en pueblos próximos a guarniciones enemigas, y desprendiéndose de los rendimientos de su curato de Tamajón, de cuyo pueblo tuvo que emigrar por huir de las persecuciones y asechanzas de las tropas francesas: todo lo cual se hizo notorio al publico por Gaceta Extraordinaria de dicha Provincia.
Certificación.
Certifico que con fecha nueve de diciembre del año próximo pasado de mil ochocientos diez recibió la referida Junta superior del Excmo. y Emmo. Sr. Cardenal de Scala arzobispo de Toledo la carta que literalmente copio: Excmo. Sr.: Es extremadamente grata la significación que me hace V. E. de los méritos y virtudes del Dr. D. Matías Vinuesa, párroco de Tamajón; y encargo con esta misma fecha al Dr. D. Juan Fernández de Alonso Gándara, a quien he enviado con suficientes facultades a ese territorio, que satisfaga los deseos de V. E. y los meritos de ese digno sacerdote según permita el estado de esos pueblos; yo también le tendré presente cuando nuestro Padre celestial quiera restituirnos nuestra tranquilidad, y la libertad absoluta de nuestra amada patria.
Con este motivo reitero a V. E. mi particular consideración, y ruego a Dios guarde su vida muchos anos.
Cádiz nueve de diciembre de mil ochocientos diez. Luis de Borbón Cardenal de Scala arzobispo de Toledo. Excmo. Sr. Presidente y Señores de la Junta de Guadalajara y Sigüenza.

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