La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

19 de noviembre de 2008

Estatutos del Partido Social Popular

Firma de Ángel Ossorio y Gallardo (Archivo La Alcarria Obrera)

El Partido Social Popular celebró su Primera Asamblea General del 15 al 20 de diciembre de 1922 en Madrid. Nacía este partido de la voluntad de un amplio grupo de propagandistas sociales católicos, encabezados por el que fue su secretario general Ángel Ossorio y Gallardo, decididos a dotar a su movimiento, hasta entonces circunscrito al ámbito sindical, de una herramienta política que superase a los partidos políticos tradicionales. Carlistas, mauristas, católicos sin filiación... todos convergieron en esta organización que ha sido considerada la primera Democracia Cristiana española. Sin embargo, nueve meses después de su fundación, el golpe de Estado del general Miguel Primo de Rivera dividió al partido entre los demócratas, que como Ossorio y Gallardo se oponían a la dictadura militar, y los cristianos, que se sentían respaldados por el nuevo régimen. Aquí presentamos los Estatutos del efímero Partido Social Popular.

Estatuto del Partido Social Popular
TITULO I
Constitución y fines del Partido.
Artículo 1º El Partido Social Popular se constituye con el fin de trabajar por la realización de los principios concretados en el Programa aprobado en la primera Asamblea, el cual podrá ser revisado en las sucesivas, que serán celebradas cada dos años, por lo menos.
Art. 2º El Partido se ajustará a las enseñanzas de la Iglesia y se inspirará en las doctrinas del catolicismo social. En su acción política, procederá con independencia, dentro de la subordinación de fines que existe entre las sociedades religiosa y civil.
Art. 3º El Partido se considera obligado a desarrollar una política de ideas que sacrifique personalismos e intereses a la más pronta consecución del fin expuesto. Por lo tanto, se propone la mayor y más práctica utilización de cuantas fuerzas disponga para obtener las medidas de gobierno más de acuerdo con sus aspiraciones. A este fin, procurará todas las inteligencias dignas y fecundas que las circunstancias permitan, y cuando no pueda o no deba presentar candidatos propios, ayudará al triunfo de los candidatos pertenecientes a partidos afines que con seriedad y fuerza positiva manifiesten su adhesión al Programa aprobado o a la parte de él más actual e importante.
Art. 4º Procurará también que los candidatos de otros partidos expresen públicamente su pensamiento acerca de las aspiraciones contenidas en el Programa, para que las elecciones se verifiquen en torno a posiciones de ideas. La conformidad manifestada por cualquier candidato a todo o parte del Programa, la considerará el Partido como un compromiso públicamente adquirido, cuyo cumplimiento instará y exigirá por todos los medios.
Art. 5º Cuando peligrasen fundamentales principios del orden religioso o social, el Partido formará sin distingos ni vacilaciones en la confederación defensiva de todas las fuerzas católicas y de todos los elementos que la sustenten. Pasado el peligro, el Partido mantendrá firme su Programa, con independencia del criterio que sustenten todos los demás.
Art. 6º El Partido evitará aparecer como una fuerza de actividad intermitente, manifestada sólo en época de elecciones, y procurará desarrollar una labor constante de propaganda y de presión moral sobre las Autoridades, el Gobierno y el Parlamento.
Art. 7º Para ser considerado miembro del Partido precisa aceptar su Programa y su disciplina, ser inscripto en cualquiera de los núcleos que lo integran y contribuir económicamente a su sostenimiento.
TITULO II
Organización del Partido.
Artículo 8º El Partido tendrá la estructura siguiente:
a) Una Junta local en cada Municipio donde existan adictos en número suficiente.
b) Juntas comarcales o provinciales en cada región peninsular, según lo acuerde cada Asamblea Regional. .
c) Una Junta insular en cada Isla.
d) Una Junta regional en cada una de las regiones siguientes:
1. Aragón.
2. Andalucía occidental, actuales provincias de Córdoba, Cádiz, Huelva y Sevilla.
3. Andalucía oriental.
4. Asturias.
5. Baleares.
6. Basconia.
7. Canarias.
8. Cantabria.
9. Castilla la Nueva.
10. Castilla la Vieja, actuales provincias de Ávila, Burgos, Logroño, Segovia y Soria.
11. Cataluña.
12. Extremadura.
13. Galicia.
14. León.
15. Murcia.
16. Navarra.
17. Valencia.
e) Un Consejo.
f) Un Directorio.
Art. 9º En los Municipios donde no exista Junta, la regional podrá nombrar un representante del Partido que resida allí o que tenga con el mismo relación frecuente.
Art. 10 Cada Junta local constará de no menos de cinco ni más de once vocales, elegidos por los inscriptos en aquel Municipio y entre ellos mismos y por todos los inscriptos del Municipio que por tiempo tengan representación popular.
Art. 11 Las Juntas comarcales, las provinciales y las insulares serán elegidas por los Presidentes de las locales de la respectiva demarcación.
Art. 12 Las Juntas regionales serán elegidas por los Presidentes de las Juntas comarcales, provinciales e insulares, donde las hubiere, y por los de las Juntas locales en lo restante del territorio respectivo.
Art. 13 Cada Junta, al constituirse, elegirá su Presidente de entre sus Vocales o de entre los inscriptos en el Partido dentro de la respectiva demarcación.
Art. 14 Cada organismo del Partido formará su Estatuto, el cual será revisado por la entidad inmediata superior.
Art. 15 Si en el término de un mes de estar constituida una Junta no presenta su Estatuto a la entidad que debe revisarlo, ésta le dará Estatuto, que regirá, desde luego, con recurso de apelación a la próxima Asamblea futura del Partido.
Art. 16 El Consejo constará de un representante de cada región, elegido por la respectiva Junta regional, y de otros nueve, elegidos por la Asamblea general del Partido.
Art. 17 El Directorio constará de siete Vocales del Consejo, elegidos por éste.
Art. 18 El Partido tendrá un Secretario general, que actuará en el Consejo y en el Directorio con voz y voto en ambos, y será elegido por la Asamblea.
Se constituirá un Secretariado como órgano técnico, cuyas Secciones y personas que de cada una de ellas se encarguen serán designadas por el Directorio.
Art. 19 El Directorio es responsable de su gestión ante el Consejo, y cada Junta Regional ante la Asamblea; teda otra Junta, ante la Regional de su demarcación, con derecho de apelación a la más próxima Asamblea futura del Partido.
Art. 20 Cada organismo del Partido formulará, a la vez que su Estatuto, el Programa de aspiraciones relativas a su demarcación, y lo presentará al Consejo, el cual formará catálogo de esos Programas y dará a cada aspiración la tramitación que corresponda.
Art. 21 La designación de candidatos para las elecciones municipales será hecha por la Junta local, y en caso de discrepancia dentro de ella, por la regional.
Art. 22 La designación de candidatos para diputados provinciales será hecha por la Junta insular, comarcal o provincial; a falta de éstas, por la regional. La designación de candidatos para representantes en Cortes será hecha por la Junta regional y aprobada por el Consejo.
Artículo transitorio. Mientras no esté constituido el Consejo, actuarán como Dlrectorio los nueve Consejeros elegidos en la primera Asamblea del Partido y el Secretario general.
Se halla en prensa un folleto conteniendo toda, la historia del movimiento hasta la formación del Partido; trabajos presentados en la primera Asamblea y documentos y declaraciones a ella posteriores.
Pedidos a la oficina del Secretariado, Fernanflor, 6, Madrid.

16 de noviembre de 2008

La Central Nuclear de Trillo vista por OCE (BR)


Pegatina de OCE (Bandera Roja) (Archivo La Alcarria Obrera)

Durante los años de la Transición, el grupo de la izquierda comunista con más presencia en la provincia de Guadalajara fue la Organización Comunista de España (Bandera Roja). Activa desde antes de las primeras elecciones democráticas, a las que no pudo concurrir por estar aún ilegalizada, hasta que decidió unificarse con el PCE en su V Congreso, en marzo de 1989. Doce años de presencia constante y combativa que estuvieron a punto de otorgarles un concejal en la capital en los comicios municipales de 1979 y que forjaron en sus filas a una larga serie de militantes comunistas, algunos de los cuales han jugado desde entonces un papel protagonista en la izquierda política y sindical. En una provincia en la que las corrientes revolucionarias en general, y la izquierda comunista en particular, encontraron tan poco eco, la OCE (BR) fue el mejor referente de una extrema izquierda marxista de la que hoy tantos reniegan. Como testimonio, ofrecemos un artículo de Enrique Alejandre publicado en Bandera Roja del 15 de septiembre de 1979.

Trillo (Guadalajara)
OTRA CENTRAL NUCLEAR, MÁS DESERTIZACIÓN
En la provincia de Guadalajara, tras la aprobación del Plan Energético Nacional en el Parlamento, van a comenzar las obras de una nueva central nuclear en la localidad de Trillo. Como ya es sabido, Guadalajara cuenta con otra planta nuclear instalada hace 11 años (Zorita) en la que se han producido diversos accidentes, uno de los cuales costó la vida a un trabajador de la central.
Últimamente, y a través de diversas informaciones aparecidas en la prensa, parece ser que su seguridad se pone en entredicho, al tener noticia de ciertos desajustes técnicos en la misma.
No es casualidad que Guadalajara cuente con una central nuclear, no es casualidad que esté prevista la instalación de otras nuevas en Trillo, Soria, etc. Zonas semidesérticas, donde el nivel de conciencia política del pueblo está muy atrasado.
ABANDONO Y DESTRUCCIÓN
La política de grandes concentraciones industriales llevada a cabo por el capital monopolista durante el franquismo, condujo a la despoblación del campo y al hacinamiento de la población alrededor de los grandes núcleos industriales: Madrid, Barcelona, Bilbao, etc.
La miseria de los años franquistas y el abandono de la agricultura propiciaron la emigración del campo a la ciudad. Así hoy, la provincia de Guadalajara (por poner un ejemplo entre otras; Soria, Teruel, Cuenca, etc.) tiene una densidad de 10 habitantes por kilómetro cuadrado. Pueblos abandonados, hundidos, pueblos de 100 y menos habitantes en su mayoría ancianos, sin servicios, o estando estos (sanidad, enseñanza) muy repartidos y en condiciones precarias.
Este es el panorama que ofrecen comarcas como la Sierra o la Alcarria, comarcas que, no tardando, quedaran convertidas en desiertos.
Sin embargo, Guadalajara también es muestra de la política irracional del capital, que crea unos recursos anulando otros. Estamos hablando del corredor industrial Madrid Alcalá-Azuqueca Guadalajara. La concentración industrial en torno a la vía del ferrocarril y de la anunciada autopista Madrid-Guadalajara se hace sobre las fértiles tierras de cultivo de la vega del Henares, anulando así os recursos naturales.
La política económica del gran capital tiene proyectado hacer del citado corredor una gran concentración industrial, al mismo tiempo que lleva a cabo la instalación de una nueva planta nuclear, la proyectada explotación de una mina de uranio y de un cementerio de residuos atómicos.
DOS POLÍTICAS
Tras el anuncio de construcción de por el Gobierno de UCD de las centrales de Valdecaballeros y Trillo, se contrastaba en las páginas de algún diario madrileño la respuesta en una y otra zona.
La respuesta del pueblo de Guadalajara corresponde a la de una zona pobre y empobrecida, atrasada políticamente, donde reinan la ignorancia y confusión respecto al tema, y donde la burguesía ya se ha cuidado de lanzar su campaña ideológica engañando respecto a las condiciones de seguridad y el camelo de las compensaciones económicas. No en vano, decíamos antes que habían elegido bien el lugar.
La UCD y Coalición Democrática nos presentan el hecho como que hay que aceptarlo como un “mal menor” y esgrimen el argumento e las compensaciones económicas: 1700 millones por la construcción de Trillo, recibo de la luz algo más barato, y electrificación de los pueblos que restan de la provincia y poca cosa más. Esta es la baza que juegan delante del pueblo.
El PSOE y el PCE quieren ir algo más allá pero sus reivindicaciones no pasan de protestar porque ya tenemos una central y dos serían excesivas, dejando entrever que la proyectada desean que se la lleven a otro punto del Estado. Alegan también que dará pocos puestos de trabajo una vez construida y que retraerá al turismo de la zona donde está enclavada (Buendía, Entrepeñas, etc.). Aseguran que se opondrán por todos los medios a la construcción de la central de Trillo aunque el PSOE y el PCE han votado en el Congreso a favor del PEN.
La política a desarrollar por la OCE (Bandera Roja) es la denuncia constante de estos hechos, y la de informar al pueblo ante cada atentado contra sus intereses de vida y trabajo. Hemos dado por finalizada la campaña por-moratoria nuclear que veníamos desarrollando en la provincia y vamos a desarrollar otra oponiéndonos a la construcción de la central nuclear de Trillo.

13 de noviembre de 2008

Las ideas anarquistas de Bakunin


Portada de Renau para La dramática vida de Miguel Bakunin, Valencia 1930 (Archivo La Alcarria Obrera)

A partir del año 1930 vieron la luz en Valencia una serie de libritos, agrupados bajo el título común de Cuadernos de Cultura, que eran publicados quincenalmente por el editor anarquista Marín Civera, también director de la revista Orto. Con magníficas portadas de Manuel Monleón y Josep Renau se publicaron pequeñas obras del propio Marín Civera, Isaac Puente, Ángel Pestaña, Ramón J. Sénder, José Viadíu, Sebastián Faure, Amparo Posch y Gascón, Eugen Relgis, Higio Noja y otros muchos. Su objetivo era "hacer obra útil; despejar el tópico de nuestra incultura nacional y remover los espíritus ante la comprensión de los problemas vitales que agitan el mundo". En esta ocasión ofrecemos el Apéndice que con el título de "Las ideas anarquistas de Bakunin" cerraba el libro La dramática vida de Miguel Bakunin, escrito por Juan G. de Luaces y que hacía el número XVI de la colección.

La ideología de Bakunín descansa en una base de implacable y severo materialismo. El hombre, ser material, nace en un mundo donde existen algunas grandes realidades inevitables y evidentes, a las que es preciso acomodarse, y varias abstracciones corporeizadas, inútiles y despóticas, que entorpecen la vida racional del ser, y contra las que es posible y necesaria la rebelión.
Las dos grandes realidades son la Sociedad y la Naturaleza. La Religión, con la Moral y la Iglesia como consecuencias principales, y el Estado, con la Ley y el Gobierno como resultantes más inmediatos, son las dos abstracciones esenciales que una parte de los hombres ha convertido en eficacísimos medios de oprimir y expoliar al resto de sus semejantes.
No cabe el evadirse a la Naturaleza, cuyas condiciones de relación con la Humanidad hay que conocer y observar estrictamente, si no se quiere ser aplastado por los hechos naturales al seguir éstos su curso lógico. El hombre que quisiera rebelarse al acto natural e imperativo de comer, moriría. El hombre que intentara rebelarse al acto imperativo, natural, de morir, no moriría menos. Hay, pues, que estudiar la Naturaleza, dominar sus secretos y amoldarnos a su modo de ser y a sus manifestaciones, procurando siempre extraer de ellas lo que de mejor haya para nosotros. Respecto al mundo desconocido, a lo irreal y a lo misterioso, hay que prescindir de ello totalmente, limitándonos al examen de lo que vemos, palpamos y podemos comprender, y contemplando todas las cosas con el ánimo exento de prejuicios para poder formar una idea exacta y natural, no convencional e ilógica, de ellas. Quien, por ejemplo, comenzase a hacer estudios espíritas, llevando la convicción previa de que los espíritus existen, no podrá nunca llegar a la verdad, pues cualquier indicio que encuentre lo considerará afirmativo, mientras que el no encontrar indicio alguno no debilitará en nada una fe que ya vibraba a priori sin necesidad de comprobación ninguna.
Por lo que toca a la Sociedad, Bakunín la mira, igual que a la Naturaleza, como un hecho fatal, inmenso, ineludible, que no puede controvertirse ni definirse, ni como bien, ni como mal. Es, simplemente, una realidad superior y anterior a todas las voliciones y a todas las posibilidades humanas. Como la Naturaleza, corno la Vida misma, la Sociedad tiene que admitirse sin discusión. Así como al descontento de haber nacido en la Tierra no le queda ni aun la solución de arrojarse fuera del Orbe, al descontento de la Sociedad, como al descontento de la Naturaleza, y como al descontento de la Vida, no se le ofrece salida posible. El hombre, producto de la Sociedad, según el criterio bakuninista, no puede desligarse de ella sin destruirse, como un brazo o un pie no puede, sin anularse, separarse de la sociedad fisioquímica que forma cada cuerpo viviente.
El anarquista verdadero no es, pues, un negador de la Vida, un enemigo de la Sociedad, un partidario de la Nada. El nadista, suponiendo que lo haya, no es precisamente el anarquista. Este, por el contrario, ama la Vida y la Sociedad y quiere la exaltación de ambas dentro de la razón y de la Naturaleza, luchando, en consecuencia lógica, contra las instituciones absurdas y antinaturales que niegan la Vida, constriñen la Libertad y convierten la Sociedad espontánea en un rebaño organizado por medios coactivos.
El anarquismo quiere, verbigracia, que cada hombre haga su voluntad, mientras ésta no se oponga al sentir de la Sociedad en pleno (que, en este caso, y sin otros recursos, que la simple manifestación de su voluntad colectiva, puede aniquilar moralmente a cualquier individuo aislado, por temible y potente que sea). Pero si la voluntad de este individuo coincide con la de otros, nada se opone a que todos ellos, individuos libres, se federen en un grupo libre, cuyos deseos electivos pueden, sucesivamente, realizarse mediante asociaciones voluntarias con otros grupos. Indudablemente, nada hay aquí de absurdo, antinatural o negativo. Por el contrario, es disparatado, estúpido e indignante, y, sobre todo, pugna con las leyes de la Naturaleza, el que un individuo, en virtud de una ley convencional, que no ha contribuido a promulgar o ha sido promulgada con su voto en contra, pueda ser compelido a verificar actos que le vejan o le repugnan, obligándole a verificarlos con el empleo de los medios impositivos de que dispone un Estado en cuya organización, composición, regencia y beneficio no tiene arte ni parte el individuo de que se trata. La razón que en principio asiste a Bakunín y a los anarquistas, resplandece, deslumbradora, en este como en otra infinidad de casos.
Es, por lo tanto, el Estado, con sus consecuencias, Ley, Gobierno, Coacción, y no la Sociedad, lo rechazado y combatido por Miguel Bakunín. En un principio, cuando el hombre comenzó a despertar del sueño magnético de la irracionalidad en que vivió sumido durante cientos de siglos, la Religión fue el órgano moral y el Estado el instrumento material de los que la Sociedad, instintivamente, se valió para aglutinarse y progresar. Pero el hecho de que esas instituciones hayan tenido en la Historia una evidente importancia y hayan constituido una necesidad absoluta, no abona el que la Humanidad tenga que continuar llevándolas sobre sus hombros tal que dos fardos. Es como si el andador en que un niño ha dado sus pasos primeros se convirtiera en objeto permanente de su uso cuando ya ha dejado de serie preciso.
En este sentido, Bakunín propone la destrucción de la Religión por la práctica de la crítica, y la demolición del Estado por la acción revolucionaria. Abolidas entrambas instituciones, el hombre podrá reorganizarse libremente en la forma que la Naturaleza le aconseje y exija y del modo más beneficioso para la colectividad y para el individuo. Sin leyes, sin autoridades, sin monopolios ni contribuciones, el ejercicio de cualquier actividad será mucho más fácil, grato y fructífero. Todos trabajarán, porque este es un dictado de la Naturaleza y una necesidad social; pero se dedicarán a aquello que prefieran y trabajarán menos, porque, laborando todos y aprovechándose cada uno del fruto total y directo de su trabajo, eliminando la enorme masa parasitaria (plutocracia, aristocracia, burocracia, ejército, clero, etc.), que hoy subsiste a costa del sudor ajeno, cada hombre, en una breve jornada diaria, producirá más que de sobra para sus necesidades.
Para llegar a una Anarquía perfecta, en la que todos los seres, libres de las cadenas seculares, vivan armoniosamente, independientemente, dentro de la Naturaleza y de la Sociedad, no sólo es imprescindible derribar el Estado de un golpe, sino que hay que continuar, quizá por espacia de muchos años, lo que Miguel Bakunín, anticipándose al bolchevismo ruso, llamaba la "Revolución permanente", tanto para ahogar probables intentos de restauración del Estado, como para abatir sucesivamente las formas transitorias e intermedias que se fueren creando en el paso del Estatismo a la Anarquía. A esta concepción bakuniníana responde la actual táctica anarquista de acción.
Abolido el Estado, sería, consecuentemente, destruido el poder clerical, y la Religión, falta de órganos dominativos y batida en brecha por la crítica racionalista, sobreviviría muy poco a la ruina general del convencionalismo humano del presente.
Resumiendo: las ideas de Bakunín presentan dos aspectos: destructivo, negativo, el uno; positivo, constructivo, el otro. Al primero pertenece la labor de crítica religiosa y la de lucha revolucionaria contra el Estado, que no es la Sociedad, sino sólo una de sus formas históricas, y por ende la más brutal y abstracta. No obsta que, en alguna ocasión, el Estado quiera el bien general y trate de imponerlo. También contra este bien hay que luchar, porque no es bueno nunca lo que de grado no se acepta y de corazón no se ama. De modo que, en todos los casos, el deber del revolucionario, del anarquista, está en combatir todas las manifestaciones estatales y demoler todas las instituciones que emanen del Estado, sin dejar jamás de atacar, a la vez, el "estatismo espiritualista" que todas las confesiones religiosas pretenden imponer a sus creyentes. Despedazar la Religión y el Estado para manumitir, moral y materialmente, a todos los hombres, es el objeto.
La parte constructiva del anarquismo se refiere a la reorganización social en la Anarquía. Bakunín rebate la teoría de que, hecha la Revolución, sea un número determinado de hombres el que se encargue de reconstruir la Sociedad. La creencia bakuninista es muy otra, y propugna la conveniencia de dejar al pueblo dueño de sus destinos, para que él mismo, siguiendo sus propios sentires, al margen de toda imposición, de toda dictadura permanente o provisional, se trace sus normas de conducta y se organice como bien le parezca. "Que todas las pasiones se exacerben, que se desencadenen todos los instintos -decía Bakunín- Y de ese temporal humano saldrá la armonía del porvenir".
No obstante, el propio Bakunín reconocía la conveniencia de crear algún órgano de acción que, en un momento dado, interpretando la libérrima voluntad de sus afiliados todos, dictase, sin carácter oficial, las líneas generales de una reorganización común, y las hiciese triunfar en la conciencia de las masas. La "Alianza" tendía a este fin, como anteriormente hemos visto.
Pero nótese que esta institución no tendía a establecer una dictadura de partido, como los comunistas han hecho en Rusia y los fascistas han impuesto a Italia. No. La Alianza, procediendo en nombre de la razón natural, aspiraba al triunfo de sus creencias en el ánimo de las masas, para que éstas se manifestasen y operasen según el criterio aliancista que se formaría, colectivamente, por la suma de los criterios de todos los aliados. No se intentaba, pues, forzar al Pueblo a aceptar un dogma, como hacen los católicos en el orden religioso, los fascistas en el político y los comunistas en el social. El objeto era crear una voluntad colectiva y realizarla. Y como a la Alianza, en principio, eran admitidos todos sin que a nadie se le impusiese un credo ni un reglamento que le limitase su libertad, la voluntad de la organización podía ser el total de un conjunto de voluntades naturales espontáneas y humanas de verdad, por cuanto brotaban del seno mismo del sentimiento y el pensamiento de cada individuo.
Antes hemos tenido ocasión de apreciar cuáles eran las ideas de Miguel Bakunín respecto a las condiciones en que había de reanudarse la vida social. Deshechos por la violencia los lazos forzosos que unen hoy a los individuos con las colectividades y a éstas entre sí, la reorganización se haría de abajo a arriba, de menor a mayor, según los principios del federalismo integral. El hombre, libremente federado en Sindicatos para atender a las necesidades económicas, libremente agregado a Municipios libres desde el punto de vista territorial. Los Sindicatos, agrupándose voluntariamente unos a otros; los Municipios federándose libremente, para constituir provincias o regiones; las regiones, uniéndose espontáneamente para constituir nacionalidades libres y éstas confederándose a su vez. A este respecto, observaré que el Programa de los Republicanos Federales Españoles viene a coincidir, sin demasiadas diferencias, con las aspiraciones ideológicas de los anarco-sindicalistas, y no está quizá lejano el día en que el Partido Federal, la Confederación Nacional del Trabajo y las Federaciones Anarquistas de España lleguen a un convenio de ayuda mutua para la acción, ya que no también para la ideología.
Expuestas quedan aquí las ideas principales de carácter práctico que distinguieron e individualizaron la ingente personalidad filosófica de Bakunín. Y, para terminar, transcribiré las palabras con que el gran agitador define las aspiraciones supremas del individuo en su marcha ascendente de la fatalidad ciega al libre albedrío, de la Autoridad (autocracia) a la Libertad (acracia): "Insignificante y perecedero, gota impalpable en el mar sin orillas de la evolución universal, con dos eternidades desconocidas, detrás una, delante la otra, el hombre activo, pensante, consciente, reposa, orgulloso, en el sentimiento de la libertad, que él mismo se labra, alumbrando, libertando, revolucionando al mundo que le rodea. Este es su consuelo, su premio y su paraíso... Su palabra postrera, su pensamiento más profundo sobre la unidad del Universo, será el sentimiento de la "eterna transformación universal" esto es un movimiento sin principio ni fin, ilimitado. Lo opuesto a cualquier clase de providencia, la negación absoluta de Dios".