La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

4 de marzo de 2010

Manifestación antinuclear en Guadalajara en 1977

Panfleto antinuclear de Guadalajara, 1976 (Archivo La Alcarria Obrera)

La provincia de Guadalajara fue condenada a recibir la primera Central Nuclear española, instalada en Zorita de los Canes en 1968. Calladamente al principio, y abiertamente desde 1976, la oposición a esta instalación y al uso de la energía nuclear se fue haciendo visible en pueblos y ciudades. Salvando la persecución del aparato del Estado, rompiendo la censura unánime de los medios de comunicación de la provincia, por encima del silencio cómplice del PSOE y del PCE, de CCOO y de UGT, los ecologistas pioneros de DALMA y los sectores más combativos de la izquierda marxista y autogestionaria, aunque minoritarios sostuvieron una lucha desigual. El 18 de diciembre de 1977 se celebró una primera manifestación antinuclear en Guadalajara, duramente reprimida por la policía y boicoteada por esa izquierda reformista. Sirva esta crónica publicada en la revista Bicicleta como recuerdo de esa lucha y de esos pioneros y como prueba de lo poco modélica que fue nuestra Transición.

Botes de humo contra los ecologistas en Guadalajara
El pasado día 18 se celebró, en Guadalajara, una concentración antinuclear, como punto culminante de la marcha antinuclear convocada por la Federación del Movimiento Ecologista.
Como todo el mundo sabe, el problema nuclear en nuestra provincia es alarmante: contamos con la central de Zorita de los Canes y, ahora, quieren poner otra en Trillo además de un Depósito de Materiales Contaminados que nadie sabe si no será un cementerio radioactivo, también en Zorita. Por otro lado se explota ya una mina de uranio en Mazarete, que parece tener alguna importancia, dada la visita que realizó el Ministro de Industria hace algunos días.
La marcha debía haber sido una fiesta. Así lo esperábamos todos. Empezó a las 10, del día 17, en Alcalá de Henares, y sus componentes la emprendieron como pudieron, ya que la Guardia Civil les disolvió e intentó cerrarles el paso. El recorrido comprendía: Camarma, Valdeavero, Torrejón del Rey, Valdeaveruelo, Valbueno y Guadalajara. En Valdeaveruelo se hizo noche; bueno, la hicieron los que llegaron, y no todos, ya que nosotros, advertidos desde Guadalajara de la posible interrupción de la marcha, les fuimos trayendo, por la noche, en una furgoneta.
El día 18, desde primeras horas de la mañana, la ciudad apareció sitiada: controles en la ruta, policías en las esquinas de las calles principales, jeeps en las plazas, etc. Esto nunca se había visto en Guadalajara. Tuvo que ser en una concentración pacífica donde nuestra ciudad conociera a los polis del casco, escudo y porras largas, además de las balas de goma y los botes de humo.
Aún así, pudimos tener tres cuartos de hora de fiesta ecológica en la plaza del Jardinillo, donde nos fuimos juntando y sentando hasta 400 personas. Como fondo dos pancartas de Ateneos Libertarios de Madrid, y el Neptuno de la fuente con un cartel en el tridente y una máscara de calavera en la cara.
Pero duró poco. Pronto vinieron tres jeeps que a los tres toques de sirena atacaron violentamente, hasta el punto de que hubo manifestantes que se tiraron por el muro que recorre un lado de la plaza.
Desde entonces todo fueron saltos, carreras y palos: primero en el Jardinillo, después en Santo Domingo, lugar donde los jubilados de la ciudad toman el sol y se montan sus tertulias, donde se vieron los primeros botes de humo.
La dureza de las Fuerzas de Orden Público fue inusitada. Nosotros sólo empleamos dureza en el barrio del Alamín, donde fuimos acorralados.
Hubo varios detenidos, de los que sólo cuatro pasarían por comisaría: tres compañeros no violentos de Madrid, que se quedaron sentados en la primera disolución y otro de Trillo que también se quedó. A los demás (hasta 13) les sacudieron en los jeeps y les soltaron. También desalojaron (las Fuerzas de Orden) algunos bares del centro y uno de un barrio de las afueras. En uno de ellos (Jovi) se liaron con una chica de 14 años a la que dejaron molida ante el estupor y los gritos de la gente.
Los grupos venidos de Madrid estaban asustados y esperaban los palos en cualquier parte. Preguntaban constantemente a la gente si eran de Guadalajara para no despegarse de nosotros. La policía se aprovechó bien de esta circunstancia.
El pueblo de Guadalajara ya tiene tema de conversación para semanas. Toda la gente habla de lo mismo; de que las nucleares son nocivas a pesar de lo que nos digan los capitalistas, que son los que más ganancias sacan de la tajada. La gente empieza a comprender que la presencia de la policía es ya una provocación.
Es de destacar, también, la postura de un militante del PCE que negó el refugio en su local a un manifestante que fue reprimido duramente por la policía en la misma puerta de su sede.
Respecto al señor gobernador, del que se dice que es socialdemócrata, mejor no hablar. Lo que le aconsejamos es que no haga más profecías, ya que las que hizo días atrás en la prensa local no fueron muy afortunadas. Se dio el caso de que cuando fueron tres compañeros al Gobierno Civil a interesarse por los detenidos, el gobernador, que había creído que eran del PCE e iba a recibirles, se negó a ello cuando se enteró que eran simples ecologistas. Este hombre niega toda representatividad a todo lo que no sea partido o sindicato de partido. Además, está emprendiendo una caza de brujas contra todo lo que se sale de lo normal: ecologistas, anarquistas, libertarios, pasotas, etc., y por ende contra todo lo que huele a libertad.

27 de febrero de 2010

Rudolf Rocker y la refundación de la AIT

Delegados al congreso de refundación de la AIT, Berlín, 1922 (Archivo La Alcarria Obrera)

Rudolf Rocker fue un anarquista alemán que destacó por su análisis de las diferencias ideológicas entre el anarquismo y el totalitarismo, especialmente el de raíz marxista, y por sus críticas a los bolcheviques que, en su opinión, habían desnaturalizado la Revolución Rusa de 1917 y vaciado de contenido emancipador a los soviets. Su biografía recorre los hechos históricos más importantes de la primera mitad del siglo XX y fue editada en varios tomos, hoy difíciles de encontrar en castellano. Uno de los acontecimientos en los que Rocker tuvo un evidente protagonismo fue la refundación de la Asociación Internacional de Trabajadores, la AIT, que se declaraba heredera de la Primera Internacional y que aún hoy agrupa a los sindicatos revolucionarios del mundo. Su congreso constituyente se celebró en Berlín el 16 de junio de 1922 y de él da cuenta Rocker en su libro de memorias Revolución y regresión. Copiamos a continuación sus palabras.

Nunca hubo una época en la que se haya hablado tanto de socialismo como en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial; pero jamás hubo un tiempo asimismo en que el socialismo haya sido tan cruelmente malentendido y desfigurado como entonces. En cualquier asamblea obrera a que se concurriese, se estaba seguro de oír hablar siempre de dos cosas: del socialismo y del frente único del proletariado. Sin embargo, parecía que cuanto más se hablaba de esas cosas, tanto mayor era la confusión espiritual. Lo que se entendía entonces por socialismo en Alemania, y también en la mayor parte de los otros países, era la estatalización de toda la economía y de todas las necesidades sociales, una interpretación por la que fue estimulada la llamada dictadura del proletariado en Rusia en una medida como jamás lo había sido antes.
La consigna vacía del frente único del proletariado, que en aquellos años tuvo una influencia tan nefasta, constituía una frase utilizada por todos sin discriminación, pero sólo para combatir de un modo despiadado a las otras tendencias y anatematizarlas como traidoras. Justamente cuanto más se hablaba del recurso maravilloso del frente único del proletariado, un fanatismo incurable destruía toda ligazón interna entre los trabajadores y conducía a un creciente resquebrajamiento del movimiento socialista, lo que paralizó sus fuerzas naturales y le privó de todas las capacidades para entrar en la lucha en favor de un porvenir mejor.
Cundo nos dispusimos a fundar la AIT, no lo hicimos porque quisiéramos integrar simplemente las asociaciones internacionales ya existentes en un nuevo armazón, sino porque estábamos fuertemente convencidos de que había todo un abismo entre nuestras concepciones sobre la esencia del socialismo y las concepciones, tanto del ala derecha como del ala izquierda, del movimiento socialista de entonces. Y esa distancia no podía ser cubierta por ninguna de las consignas huecas elaboradas para el consumo mental en gran escala. Ante todo nos dábamos cuenta de que la realización del socialismo no podía ser alcanzada nunca por la estatalización de la economía y que sólo se imponía así a los seres humanos un yugo mayor, que desarrollaba hasta el último extremo los defectos y las insuficiencias del orden social presente y ponía fin a toda libertad personal. Si hubiésemos tenido en este aspecto alguna duda, el experimento ruso habría tenido que suprimirla fundamentalmente.
En aquel período agitado en que había tantos valores en juego, en que se podía ganar algo, pero también perder mucho, lo que nos importaba ante todo era mostrar a los trabajadores un camino viable, que pudiera aproximarnos realmente al socialismo, que para nosotros sólo era imaginable como una cooperación de libertad personal y de asociación solidaria. Pero semejante estado era posible solamente si la sociedad no continuaba siendo resquebrajada por contradicciones hostiles de intereses de castas, de clases y de estratos hacia dentro y hacia fuera, sino creando una verdadera comunidad que hiciera accesibles, a todos, los productos del trabajo humano. Reconocíamos que el socialismo no podía ser alcanzado por la conquista del poder político ni podía ser logrado por medio de decretos y reglamentaciones del Estado.
Mas ante todo queríamos llevar a los trabajadores la conciencia de que el socialismo es más que un simple problema de estómago; es la encarnación viviente de una cultura social superior que abarca todas las ramas de la vida social y sólo puede ser logrado por una cooperación orgánica del pueblo laborioso de la ciudad y del campo. No porque fuésemos de opinión que los trabajadores son por naturaleza seres humanos mejores y más accesibles a las ideas de la justicia social que las otras capas de la población, sino porque, mediante su actividad creadora, son como el eje de la sociedad entera y la reaniman todos los días. Queríamos mostrar a los productores que la lucha por la liberación social no es una pugna por el poder, sino una acción por la conquista de los establecimientos industriales y agrícolas, una nueva formación de la vida social sobre la base del trabajo cooperativo y una justa distribución de los productos del trabajo. Por eso hemos intentado explicarles que el fortalecimiento del poder hasta lo inconmensurable no constituía un objetivo digno de ser aspirado por el socialismo, sino más bien la abolición de todas las aspiraciones políticas de dominio en la vida social. Pues la sociedad estará siempre esclavizada mientras un poder externo, de cualquier clase que sea, perturbe su círculo vital y encadene su actividad creadora, aun cuando ese poder trate de ocultar sus verdaderos objetivos bajo el escudo de la dictadura del proletariado.
El socialismo sólo puede prosperar en una asociación de comunidades federativamente integradas, que asegure a cada grupo de población su libre derecho de codeterminación y resuelva todos los asuntos públicos en base a los convenios libremente adoptados y a la colaboración solidaria, pues ése es el único camino que permite respetar las condiciones locales, sin violentar los intereses colectivos.

21 de febrero de 2010

Cien años del Instituto de Guadalajara

Portada del librito de Gabriel María Vergara, Guadalajara, 1937 (Archivo La Alcarria Obrera)

En noviembre de 1937 el Instituto de Segunda Enseñanza de Guadalajara celebró su primer Centenario; si en 1837 abrió sus puertas en una España agitada por una guerra civil (la Primera Guerra Carlista), que llevó el conflicto bélico a las puertas de la ciudad, un siglo después conmemoraba su fundación en medio del fragor de las batallas de una Guerra Civil que, seis meses atrás, había llegado a amenazar la capital.
A pesar de las penurias y dificultades, que interrumpieron la vida académica del centro en el curso 1936-1937, la comunidad escolar decidió celebrar el Centenario de su Instituto como prueba de esperanza en el futuro. Un librito de Gabriel María Vergara Martín, uno de los más longevos y de los mejores catedráticos del centro, servía como testimonio de este feliz acontecimiento. Reproducimos aquí el texto del folleto, a falta de los Apéndices, del profesor Vergara.


Por Real orden de 27 de septiembre de 1837 se creó el Instituto de Guadalajara por iniciativa del entonces Jefe Político de la provincia, D. Pedro Gómez de la Serna, con el decidido apoyo de las Corporaciones populares arriacenses, siendo uno de los primeros Centros de enseñanza de esta clase que se establecieron en España.
Se celebró la apertura del nuevo Instituto el 30 de noviembre de 1837, cuando nuestro país estaba ensangrentado por la enconada guerra civil sostenida entre carlistas e isabelinos, inaugurándose sus estudios en el local del ex convento de San Juan de Dios, situado en la calle de este nombre, acudiendo a ellos los catorce alumnos que se habían matriculado hasta aquella fecha, y para contribuir al sostenimiento del mismo, el Regente del Reino dispuso, el 13 de mayo de 1841, que se le concediesen las rentas de la suprimida Universidad de Sigüenza, y poco después, por un Real Decreto del citado año, se reconoció la existencia definitiva del Instituto de esta capital; pero como el número de sus alumnos continuaba siendo escaso, por Real decreto del 4 de septiembre de 1850 fue suprimido, lo mismo que se suprimieron, por igual razón, otros de diferentes localidades de la Península.
A excitación de la Diputación provincial y del Ayuntamiento de Guadalajara que comprendieron lo necesario que era existiese en la capital un Centro de cultura de esta clase, fue restablecido el Instituto, con carácter provisional, por Real orden de 21 de noviembre de 1855, acordándose que continuara de un modo definitivo como Instituto de segunda clase el 31 de enero de 1857.
En esta segunda época de la existencia del Instituto empezó a aumentar el número de sus alumnos, y desde el ex convento de San Juan de Dios fue trasladado al edificio que ocuparon en la calle de Santa Clara (hoy del Teniente Figueroa) las monjas de la Piedad, convento que fundó a principios del siglo XVI Dª Brianda de Mendoza y Luna, en cuyo edificio, andando el tiempo, tuvieron también acomodo las oficinas y dependencias de la Diputación provincial, la Cárcel, el Museo de Pinturas y la Biblioteca provincial.
El 30 de noviembre de 1887 celebró el Instituto, a propuesta del Claustro de Profesores, un Certamen científico, literario y artístico para solemnizar el quincuagésimo aniversario de su inauguración.
Aumentaron las necesidades del Instituto con el aumento de su matrícula, con la ampliación de sus gabinetes de material científico y la creación de nuevas enseñanzas, en tanto que la Diputación provincial y la Cárcel fueron trasladadas a edificios construidos a propósito para sus respectivos fines, quedando los locales del ex convento de la Piedad en su totalidad para el Instituto, el Museo de Pinturas y la Biblioteca provincial ; pero era preciso hacer obras con carácter definitivo para que el Instituto quedase debidamente instalado y atendidas las necesidades de la enseñanza y los servicios y dependencias del mismo con arreglo a las exigencias de la vida moderna, y en septiembre de 1902, siendo ministro de Instrucción pública y Bellas Artes D. Álvaro Figueroa y Torres, empezaron las obras de reparación y ampliación de los locales que ocupaba el Instituto de Guadalajara con arreglo al proyecto del arquitecto D. Ricardo Velázquez, aprobado por el Ministerio de Instrucción pública.
Los cuadros que formaban el Museo de Pinturas fueron trasladados al palacio de la Diputación provincial, y el Instituto y la Biblioteca se instalaron provisionalmente en el ex convento de San Juan de Dios, donde estuvo la Escuela Normal de Maestros que se había incorporado al Instituto al convertirse éste en general y técnico, como los demás de España, con arreglo al nuevo plan de estudios de estos Centros de enseñanza que se había publicado por aquel entonces.
Por cuenta el Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes se hicieron en el viejo ex convento de San Juan de Dios las obras de consolidación necesarias para el nuevo destino que se le daba y las reformas indispensables para establecer las clases, gabinetes de material científico y las dependencias del Instituto, que permaneció allí hasta que hechas las obras más importantes en el ex convento de la Piedad, volvió a él de un modo definitivo, sin terminar por completo la reforma y ampliación del edificio, en el que a medida que ha pasado el tiempo se han hecho varias modificaciones para conseguir que el Instituto pueda atender al cumplimiento de sus fines culturales.
Era el propósito del Claustro de Catedráticos del Instituto de Guadalajara celebrar con varios actos públicos el primer centenario de la fundación de este Centro de enseñanza; pero en las circunstancias actuales la atención de todos está fija en la guerra que se desarrolla en España entre fascistas y antifascistas, y no puede intentarse con éxito la conmemoración que el Profesorado de este Instituto proyectaba, en la forma que se había trazado, para que revistiese la mayor solemnidad.
Sin embargo, tampoco debe dejarse pasar en silencio la fecha del 30 de noviembre de 1937 en que se cumple un siglo desde que empezó a funcionar el hoy Instituto Nacional de Segunda enseñanza de esta capital, y como recuerdo de ella sus actuales Catedráticos acordaron publicar un homenaje a la memoria de los alumnos que más se distinguieron en este Centro en los distintos cursos académicos transcurridos desde su inauguración hasta el día.
Nuestro deseo hubiera sido incluir en este homenaje a todos aquellos discípulos de esta Casa, que, después de estudiar en ella con gran aprovechamiento la Segunda enseñanza, se destacaron en el cultivo de las letras, las ciencias, las artes, etc., y constituyeron al engrandecimiento de la Patria; pero su enumeración sería muy extensa por haber pasado por sus aulas muchos que más tarde brillaron como médicos, abogados, militares, artistas, investigadores científicos, en fin, logrando justo renombre en las diferentes esferas de la actividad humana, y por otra parte no nos ha sido posible encontrar datos biográficos de todos ellos, y aunque con sentimiento, porque para el Instituto todos sus discípulos son acreedores a que se les recuerde con el mismo cariño, se ha de limitar este recuerdo a recoger las noticias que se han podido hallar de poco más de una veintena de ellos, bien entendido que de haber podido encontrar datos de los demás, el deseo del Instituto hubiera sido que en este trabajo se reunieran los nombres de todos los alumnos que han contribuido a aumentar su reputación.
Por orden alfabético del primer apellido se insertan a continuación los datos biográficos que se han podido reunir de los alumnos más aventajados de este Centro, a los que en representación de los demás tributa este homenaje el Instituto de Guadalajara al celebrar el primer centenario de su fundación.

Atienza Baltueña (Román)
Natural de Valfermoso de las Monjas (provincia de Guadalajara); se matriculó en el Instituto el curso de 1838 a 1839, y ganó el curso con la calificación de Notablemente aprovechado, y después estudió en Madrid la carrera de Medicina y Cirugía, en la que se doctoró leyendo un discurso en el que trató de la Influencia que la Filosofía ha ejercido en la Medicina, trabajo que imprimió en 1850.
Se estableció en Guadalajara, donde ejerció con gran éxito su profesión; fue elegido alcalde de su Ayuntamiento, y durante su estancia al frente de la alcaldía llevó a cabo muchas reformas urbanas, entre las que figuran una nueva conducción de aguas potables, la mejora de los paseos públicos, la construcción del lavadero de San Roque y la reorganización del servicio contra incendios; fue también varias veces diputado provincial, y a su iniciativa se debió la construcción del palacio donde está instalada actualmente la Diputación provincial de Guadalajara.
Don Román Atienza, además de médico notable, fue buen orador, publicista muy estimado; hombre de acendradas ideas religiosas, bondadoso y muy amante de los pobres, Figuró entre los fundadores del Ateneo científico, literario y artístico de esta ciudad, y por sus méritos y servicios fue nombrado comendador de las órdenes de Carlos III y de Isabel la Católica y se le otorgó la Cruz de Beneficencia. Murió Atienza en Guadalajara el 20 de julio de 1890, y el Ayuntamiento, para honrar su memoria, puso su nombre a la antigua plaza de la Cruz Verde de esta capital.
Barberán y Tros de Ilarduya (Mariano)
Nació en Guadalajara el 14 de octubre de 1895; estudió en este Instituto con gran aprovechamiento los tres primeros cursos del Bachillerato; en 1910 ingresó en la Academia de Ingenieros del Ejército, y después de conseguir el grado de teniente, en 1918 pasó a la Aviación Militar, donde obtuvo los títulos de piloto y de observador.
Como aviador desarrolló constantemente una labor destacada, distinguiéndose de modo extraordinario por su brillante actuación durante la guerra de Marruecos, lo que le valió ser recompensado con la Medalla Militar, y más tarde, por sus trabajos de profesor en la Escuela de Observadores de Cuatro Vientos y por sus servicios como director de la misma, el Gobierno le nombró caballero de la Orden de Isabel la Católica.
Colaboró en el proyecto del vuelo del Plus Ultra a la América Meridional, pero por circunstancias fortuitas no tomó parte en su realización; después, con el teniente Collar, hizo Barberán el vuelo directo a la Habana desde el Aeródromo de Tablada (Sevilla), el 10 de junio de 1933, y desde la capital de Cuba emprendieron de nuevo el vuelo para ir a Méjico; pero no consiguieron llegar al término de su viaje, porque desaparecieron con el aparato que conducían, sin que se lograra poder encontrar rastros de ellos no obstante las grandes pesquisas que se hicieron para buscarlos.
Fue D. Mariano Barberán uno de los aviadores españoles más cultos, estudiosos y entusiastas; escribió varias obras sobre Aviación y fue considerado como una autoridad en todo lo relacionado con la navegación aérea.
Bris y Sánchez (José María)
Natural de Usanos (provincia de Guadalajara); estudió el Bachillerato en este Instituto, destacándose entre sus alumnos, por lo que figuró en el Cuadro de Honor durante los cursos de 1865 a 66, 1866 a 67 y 1867 a 68; hizo los ejercicios para obtener el grado de Bachiller el l.' de julio de 1870, y después pasó a Madrid, donde por su propio esfuerzo logró envidiable posición social, ocupando entre otros puestos importantes el de Consejero de Instrucción pública, cargo que desempeñó en 1896, en el que cesó el año siguiente.
Bris (Luis María)
Estudió el Bachillerato en este Instituto, y la carrera de Medicina en la Universidad de Madrid; concluidos sus estudios médicos fue nombrado titular de San Clemente (provincia de Cuenca), e inspector municipal de Sanidad; tornó parte en el Segundo Congreso, de Sanidad Municipal celebrado en Zaragoza en mayo de 1930, en el que presentó una ponencia acerca de La fiebre de Malta, que se imprimió en Zaragoza el citado año.
Camino y Nesi (José)
Cursó los estudios de Segunda enseñanza en este Instituto, donde obtuvo el grado de Bachiller el 30 de marzo de 1909; ingresó después, por oposición, en el cuerpo de Telégrafos, y se distinguió como escritor y exquisito poeta.
Catalina García (Juan)
Natural de esta provincia, en cuyo Instituto estudió el Bachillerato; en Madrid continuó ampliando sus conocimientos y entró en el Cuerpo facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios, siendo luego catedrático de Arqueología y Ordenación de museos en la Escuela de Diplomática; fue individuo de número de la Academia de la Historia y cronista de la provincia de Guadalajara.
Escribió, entre otras obras, Ensayo de una tipografía complutense, premiada por la Biblioteca Nacional en el concurso de 1887; El libro de Guadalajara y la Biblioteca de escritores de la provincia de Guadalajara y bibliografía de la misma hasta el siglo XIX, premiada por la Biblioteca Nacional en el concurso de 1897; también publicó, en el Memorial Histórico Español, Las relaciones de pueblos que pertenecían a la provincia de Guadalajara, con notas y aumentos que él redactó
Falleció Juan Catalina García en Madrid el 18 de enero de 1911, y el Ayuntamiento de Guadalajara, para perpetuar su memoria, puso su nombre al antiguo callejón de la Piedad, de esta ciudad.
Contreras (Bibiano)
Nació en Bujarrabal (provincia de Guadalajara) el 2 de diciembre de 1832; se matriculó por primera vez en este Instituto el curso de 1841 a 1842 y estudió en él la Segunda enseñanza, y después se trasladó a Madrid, donde cursó Medicina, licenciándose en esta Facultad el año 1853.
Concluida su carrera regresó Contreras a la provincia de Guadalajara; fue médico de las minas de Hiendelaencina y alcalde de esta localidad; residió varios años en Brihuega, y por conveniencia de su profesión se trasladó a Jadraque, donde ejerció el cargo de médico, y reunió una colección de antigüedades y curiosidades alcarreñas.
En 1885, cuando el cólera hizo tantos estragos en España, Contreras luchó contra la epidemia asistiendo solícitamente a los invadidos en Jadraque, y allí murió a principios los del siglo actual. Perteneció a varias corporaciones científicas nacionales y extranjeras, y entre otros trabajos publicó, en 1905, El país de la plata. Apuntes históricos del descubrimiento de la mina Santa Cecilia, sita en Hiendelaencina; también escribió Apuntes para una Memoria sobre hidrografía de la provincia de Guadalajara.
Fernández Iparraguirre (Francisco)
Nació en Guadalajara el 22 de enero de 1852; a los diez años ingresó en este Instituto, donde estudió el Bachillerato con notable aplicación, figurando cuatro cursos en el Cuadro de Honor. Pasó después a Madrid, donde cursó la carrera de Farmacia, obteniendo la licenciatura en esta Facultad a los diez y ocho años de edad, y se doctoró en ella; estudió la carrera de Maestro Normal y la enseñanza de sordos, mudos y ciegos, y ganó, por oposición, una cátedra de Lengua francesa, alcanzando el número 1 entre 120 opositores, y fue propuesto, por unanimidad, para la cátedra de esta asignatura, que estaba vacante en el Instituto de Guadalajara, que ya venía desempeñando interinamente desde el mes de noviembre de 1880.
El Dr. Fernández Iparraguirre estudió la flora de esta localidad, y formó una Colección de plantas espontáneas en los alrededores de Guadalajara, que presentó y fue premiada en la Exposición provincia] celebrada en esta capital el año 1876; representó, a sus expensas, a la clase farmacéutica española en el VI Congreso Internacional Farmacéutico reunido en Bruselas el año 1885, del que fue nombrado vicepresidente, y al que presentó una Memoria titulada Causas y remedios del menosprecio con que se mira en todas partes a la clase farmacéutica.
También se dedicó con entusiasmo a los estudios gramaticales, publicando, entre otras obras, Concepto general del verbo y explicación racional del mecanismo de su conjugación; Método racional de la Lengua francesa (en dos volúmenes); Conjugación en las seis lenguas neolatinas, y en colaboración con el Sr. Escriche publicó algunos trabajos y artículos científicos.
Además fue infatigable propagandista del Volapük o lengua universal, que inventó Schleyer; publicó una Gramática de Volapük, un Diccionario Volapük-Español y una revista internacional titulada Volapük, que se unió con la del Ateneo Caracense al fusionarse esta sociedad con el Centro Volapükista Español, que había fundado Fernández Iparraguirre con D. Nicolás de Ugarte el año 1886.
Varias sociedades científicas y artísticas nacionales y extranjeras contaron entre sus miembros al doctor Fernández Iparraguirre, que falleció en esta capital el 8 de mayo de 1889, a los treinta y siete años de edad. El Ayuntamiento de Guadalajara, como homenaje a los méritos de tan insigne hijo de esta ciudad, puso su nombre al que hasta entonces se llamaba Paseo de las Cruces, uno de los más concurridos de la población.
Fernández Navarro (Lucas)
Nació en Guadalajara el 3 de enero de 1869, y heredó la afición a las ciencias de su padre, D. Inocente Fernández Abás, catedrático de Matemáticas de este Instituto, en el que el joven Lucas estudió el Bachillerato con tal aprovechamiento que figuró en el Cuadro de Honor cuatro cursos por haberse destacado en diferentes asignaturas; después en Madrid siguió la carrera de Ciencias, en la que se doctoró, y poco más tarde obtuvo, por oposición, la cátedra de Historia Natural del Instituto de Linares; también logró, por oposición, la cátedra de esta asignatura, que estaba vacante, en el Instituto de Almería, y en 1902 la de Cristalografía en la Universidad Central, a la que se acumuló, en 1911, la de Mineralogía descriptiva,
Fernández Navarro fue también profesor de la Escuela de Altos Estudios del Ateneo de Madrid, donde explicó cursos de Geografía física de la Península Hispánica y de otras interesantes materias; en el mismo Ateneo presidió la Sección de Ciencias Naturales, Físicas y Matemáticas.
En 1922 asistió como delegado del Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes al XIII Congreso Geológico Internacional celebrado en Bruselas; formó parte de numerosas comisiones y exploraciones en España y en el extranjero; fue miembro de diversas corporaciones científicas y fue elegido individuo de número de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales en abril de 1923, de cuya plaza tomó posesión en 1925, leyendo un notable discurso, en el que rechazó toda posibilidad científica de la existencia de la Atlántida. Discurso que fue contestado, en nombre de la Academia, por D. Ignacio Bolívar.
Fernández Navarro recorrió minuciosamente el archipiélago canario, pasando el verano de 1917 en la zona del Teide, a 3.200 metros de altura sobre el nivel del mar. Aplicado también a estudios hidrográficos dirigió la construcción de los pozos artesianos de Melilla, y además formó parte de una expedición científica que reconoció gran parte del territorio de la zona del protectorado español en Marruecos. El 31 de octubre de l930 falleció repentinamente en Madrid Lucas Fernández Navarro, habiendo dedicado su existencia por entero al estudio, al trabajo y a las investigaciones científicas, dejando más de doscientas publicaciones de diferentes clases.
Fuente y Herrera (Federico de la)
Nació en Bilbao el año 1866; era hijo de D. José Julio de la Fuente, catedrático de Geografía e Historia de aquel Instituto, desde el que pasó a prestar sus servicios al de Guadalajara, donde Federico figuró entre los alumnos de Segunda enseñanza de este Centro, mereciendo por su aplicación ser incluido en el Cuadro de Honor en varias asignaturas durante los cursos de 1878 a 79, 1879 a 80 y 1880 a 81, y en este último curso se le concedió el premio extraordinario en la Sección de Letras del grado de Bachiller. Pasó después a Madrid, en cuya Universidad siguió las carreras de Derecho y Ciencias; en 1895 fue nombrado, por elección, Consejero de Instrucción pública; después ganó, por oposición, una cátedra en la Escuela de Artes y Oficios de Madrid, y llegó a ser director de la Escuela Superior de Trabajo de la capital de España.
Fuente y Herrera (Ramón de la)
Hermano del anterior; nació en Bilbao el año 1871 y cursó gran parte del Bachillerato en el Instituto de Guadalajara; después ingresó en la Escuela Naval Militar, cuyos estudios siguió con especial aprovechamiento; permaneció largos años en la Armada, donde prestó servicios de gran importancia, llegando a obtener el grado de contraalmirante. Publicó una Historia de la Marina española, premiada en un concurso para libros de texto de la Escuela Naval Militar, y un Tratado de Geografía Universal, obra declarada, previo concurso, de texto para las oposiciones a ingreso en la Escuela Naval Militar, de utilidad para la Marina, por Real orden de 26 de diciembre de 1921, y de texto para el ingreso en la Academia de Artillería de la Armada, por Real orden de 14 de agosto de 1922.
Hernando y Espinosa (Benito)
Nació en Cañizar (provincia de Guadalajara); estudió con gran aprovechamiento el Bachillerato en este Instituto, y en la Universidad de Madrid las Facultades de Medicina y Ciencias. Antes de cumplir los veintiséis años de edad ganó, por oposición, la cátedra de Terapéutica de la Universidad de Granada, y en 1887 fue nombrado catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, cargo que desempeñó hasta el año 1908, que se jubiló, y se retiró a vivir a Guadalajara, donde falleció el 24 de julio de 1916.
Fue el Dr. Hernando individuo de número de la Academia de Medicina, insigne médico, notable escritor, hombre de gran erudición y suma bondad. El Ayuntamiento de Guadalajara, para perpetuar su recuerdo, el 15 de abril de 1917 puso el nombre de Benito Hernando a la calle que hasta entonces se llamaba del Museo, en esta capital.
Jiménez González (Cayetano)
Nació en Guadalajara el año 1843; estudió el Bachillerato en este Instituto, y siguió la carrera eclesiástica en el Seminario Conciliar de Toledo, y terminada ésta fue nombrado capellán del Hospital civil de Guadalajara, cargo que desempeñó hasta el año 1869, en que marchó a la República Argentina, con objeto de emplear su actividad en trabajos más en consonancia con su temperamento emprendedor.
En 1887 se hallaba Cayetano Jiménez en la ciudad de Rosario dirigiendo un importante establecimiento literario, y desde allí, para contribuir a la celebración del 50 aniversario de la fundación del Instituto alcarreño, envió un premio de mil reales para el estudiante más aplicado y más falto de recursos del Instituto, premio que se repartió entre tres alumnos estudiosos y necesitados.
Con su trabajo honrado y constante logró Jiménez González labrarse una posición independiente, y por sus muchos merecimientos consiguió escalar puestos elevados de la Administración de aquella República, y hasta pocos años antes de su fallecimiento, ocurrido hace siete lustros, desempeñó una Dirección general en el Ministerio de Gracia y justicia. En Buenos Aires subsiste el recuerdo de tan ilustre alcarreño, que sin contar con más apoyo que el de su privilegiado entendimiento logró ser una de las figuras más salientes de la capital de la República Argentina.
Layna Serrano (Francisco)
Nació en Luzón (provincia de Guadalajara) el 27 de junio de 1893; cursó el Bachillerato en este Instituto, y Medicina en la Universidad Central. Apenas concluyó sus estudios facultativos se dedicó con afán a las enfermedades de garganta, nariz y oídos, en cuya curación no tardó en adquirir gran prestigio.
Entusiasta el Dr. Layna de las investigaciones históricas, empleó en ellas el tiempo que le dejaba libre el ejercicio de su profesión, y publicó, entre otras obras, El monasterio de Ovila, interesante estudio acerca de este convento español expatriado; Los Castillos de Guadalajara y La arquitectura románica en la provincia de Guadalajara, etc.
En mayo de 1934 la Diputación provincial de Guadalajara le nombró cronista de la provincia; las Academias de la Historia y de Bellas Artes le eligieron su correspondiente; el Ministerio de Instrucción pública le nombró delegado de Bellas Artes en la provincia de Guadalajara, y el Museo del Pueblo Español le designó como su delegado en la misma.
Mayoral y Medina (Miguel)
Natural de Guadalajara, en cuyo Instituto se matriculó el curso de 1842 a 1843, y, después de estudiar en este Centro el Bachillerato, cursó en Madrid la carrera de Medicina, y concluida ésta se trasladó a Guadalajara, donde se distinguió como médico y publicista. En 1892 fundó, con Alfonso Martín, Marcelino Villanueva e Inés Cordavias, el semanario literario y de noticias titulado Flores y Abejas, que se publicó hasta fines de julio de 1936, y fue el periódico más popular de cuantos han visto la luz pública en Guadalajara.
Mayoral fue alcalde-presidente del Ayuntamiento de esta capital, y médico titular de los Baños de Arnedillo (provincia de Logroño), donde falleció, y sus restos mortales fueron trasladados a Guadalajara. Al morir legó su biblioteca al Instituto de esta población, y sus manuscritos, referentes a la historia de la provincia, al Ayuntamiento de su ciudad natal, el cual, para perpetuar su memoria, dio el nombre de Miguel Mayoral a la antigua Cuesta del Reloj.
Pareja Serrada (Antonio)
Natural de Brihuega (provincia de Guadalajara); estudió en el Instituto de la capital de la Alcarria, y en él obtuvo el título de Bachiller el 4 de octubre de 1861. Fue periodista y escritor, distinguiéndose por su afición al estudio de la historia de Guadalajara, por lo que el año 1911, la Diputación provincial le nombró su cronista a la muerte de Juan Catalina García, que desempeñaba este cargo.
Entre otras obras de carácter histórico, Pareja Serrada publicó las siguientes: Diplomática arriacense, La razón de un centenario, Brihuega y su partido, Guadalajara y su partido, etc.
El Ayuntamiento de Brihuega, por acuerdo tomado el 12 de julio de 1924, puso el nombre de Pareja Serrada a una calle de la citada población, y el mismo homenaje le rindió el de Guadalajara, poco después de su fallecimiento, ocurrido en Madrid el 4 de septiembre de 1924, cuando Pareja Serrada tenía ochenta y dos años de edad, siendo su cadáver enterrado en el cementerio de la Almudena de la capital de España.
Sepúlveda y Lucio (Fernando)
Nació en Brihuega el año 1825, y estudió Filosofía en el Instituto de Guadalajara el curso de 1843 a 1844; después siguió en Madrid la carrera de Farmacia, concluyéndola, con gran aprovechamiento, el año 1849, y desde esta fecha hasta- 1851 regentó en Guadalajara la farmacia de D. Melitón Gil, y fue ayudante de la cátedra de Física y Química de la Academia de Ingenieros militares, en la que se le encargó de la instalación y arreglo de los gabinetes de las citadas asignaturas.
Después se estableció en Humanes, y se dedicó al estudio de la botánica de la provincia, ayudado por su hermano José, formando un herbario de ella, que presentó en la Exposición Agrícola de Madrid de 1857. Por este tiempo la Asociación de Ganaderos del Reino premió con 10.000 reales a Fernando Sepúlveda, por haber descubierto un medicamento para curar el mal del bazo del ganado lanar, que dio excelente resultado.
En 1858 se trasladó a Brihuega, donde continuó sus estudios de botánica, que hizo compatibles con los arqueológicos y numismáticos, por lo que el Ayuntamiento briocense le nombró su cronista, y andando el tiempo fue elegido alcalde de Brihuega, cargo que desempeñó muchos años con satisfacción de los vecinos de esta localidad.
Prosiguió con su hermano, ya citado, el estudio de la vegetación de la tierra alcarreña, y en la Exposición provincial de Guadalajara, celebrada el año 1876, presentaron el bosquejo de la flora de esta provincia, que fue premiado con medalla de plata; continuaron este trabajo, completándole, y le presentaron también en la Exposición Farmacéutica que se celebró en Madrid en 1882, obteniendo un gran éxito con él; Fernando Sepúlveda falleció en Brihuega el 10 de junio de 1883, después de dedicar su vida a los estudios científicos.
Sepúlveda y Lucio (José)
Nació en Brihuega el 15 de marzo de 1837; estudió el Bachillerato en el Instituto de Guadalajara, obteniendo las mejores calificaciones en los exámenes; cursó en Madrid la Facultad de Farmacia, obteniendo el grado de Licenciado con nota de sobresaliente. Ejerció la carrera en Humanes durante veintiún años, y al fallecimiento de su hermano Fernando, en 1883, pasó a ocupar su puesto en Brihuega, donde estuvo tres años, y en 1886 se trasladó a Madrid, y allí obtuvo, por concurso, el desempeño de la botica de un patronato benéfico.
En Humanes y en Brihuega instaló estaciones meteorológicas, agregadas al Observatorio Astronómico de Madrid; trabajó en la formación del Diccionario de Farmacia que compuso el Colegio de Farmacéuticos de Madrid, del que fue socio de mérito, y contribuyó con su hermano Fernando a la formación del herbario de la provincia de Guadalajara.
Serrano y Sanz (Manuel)
Nació en Ruguilla (provincia de Guadalajara) el 1 de junio de 1866; estudió el grado de Bachiller en el colegio de las Escuelas Pías de Molina, incorporado al Instituto de Guadalajara, y en el curso de 1880 a 1881 obtuvo el premio en las asignaturas de Historia Natural y de Agricultura Elemental; siguió después con gran aprovechamiento la carrera de Filosofía y Letras, concluida la cual logró, previa oposición, la cátedra de Historia Universal de la Universidad de Zaragoza, que desempeñó hasta que se jubiló, demostrando en ella su mucha erudición.
Incansable investigador, escribió numerosas obras, en las que se destacan sus grandes conocimientos científicos, que le colocan entre los primeros polígrafos de la España actual. En 1924, la Diputación provincial de Guadalajara le nombró cronista de la provincia; la Academia de la Historia le eligió individuo de número de la misma, y murió en Madrid el 6 de noviembre de 1932 sin tomar posesión de dicho puesto. El 23 de julio de 1935 el Ayuntamiento de Sigüenza puso una lápida en la casa en que vivió en esta ciudad Serrano y Sanz, y dio su nombre a la calle donde está situada la citada casa.
Vela y Herranz (Antonio)
Nació en Pardos (provincia de Guadalajara); estudió el Bachillerato en este Instituto, figurando en el Cuadro de Honor el curso de 1878 a 1879 como alumno de Retórica y Poética, de Historia Universal y de Aritmética y Álgebra; en 1879-1880, como alumno de Psicología, Lógica y Ética y de Geometría y Trigonometría; en 1880 a 1881 obtuvo el premio extraordinario en la Sección de Ciencias, y figuró en el Cuadro de Honor en Física y Química, en Fisiología e Higiene, en Historia Natural y en Agricultura Elemental.
Pensionado por la Diputación provincial en atención a sus excepcionales cualidades, hizo los estudios en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, y pronto se distinguió en ella por su clara inteligencia y su intuición científica.
En 1884 ingresó, por oposición, como auxiliar en el Observatorio Astronómico de Madrid, y después de nueva oposición obtuvo el título de astrónomo en 1889. Desempeñó este cargo hasta 1919, año en que pasó a jefe del Establecimiento; en noviembre de 1890 fue nombrado auxiliar de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, y con tal carácter explicó cátedras de casi todas las asignaturas. A propuesta del Claustro de Profesores de la Facultad se le dio la cátedra de Astronomía Física, cátedra que regentó durante diez y nueve años.
El año 1895 obtuvo, por elección, el cargo de Consejero de Instrucción pública, que ocupó tres años, tras de una campaña muy reñida, en que brillaron sus talentos de escritor y polemista vivo e ingenioso. Su labor científica, desarrollada principalmente en el campo de la Astronomía, queda consignada en las publicaciones del Observatorio Astronómico y en las Revistas científicas similares españolas y extranjeras.
Tomó parte Antonio Vela en las expediciones que se mandaron, en 1900 y en 1905, a Plasencia y Burgos respectivamente, para determinar las coordenadas geográficas necesarias en la observación de los eclipses de sol ocurridos en dichos años.
Falleció Vela y Herranz en Madrid el 8 de julio de 1927 a los sesenta y dos años de edad, y con su muerte perdió la ciencia española una figura de gran relieve.
Verda del Vado (Tomás)
Natural de Cabanillas del Campo (provincia de Guadalajara); estudió parte del Bachillerato en este Instituto, e ingresó después en la Academia de Infantería de Toledo, de donde salió con el grado de alférez; tomó parte en la campaña de Marruecos, y murió gloriosamente el 18 de enero de 1922 en el territorio de Larache, en la posición que desde entonces se llama Verda, en honor suyo.

En el homenaje que el Instituto de Guadalajara dedica a sus alumnos más aventajados al celebrar el primer centenario de la fundación de este Centro, no figuran todos los que debían figurar en él, por la dificultad con que se ha tropezado en las circunstancias actuales para reunir algunos datos biográficos de ellos; queden, por tanto, representados todos los que hubiéramos deseado incluir en el presente trabajo por los que aparecen en él, porque a todos alcanza por igual el recuerdo que les tributa el Establecimiento docente de Guadalajara en que cursaron la Segunda enseñanza.
Si se fija la atención en los apuntes biográficos que forman este homenaje se observará que entre los naturales de la provincia de Guadalajara ha tenido y tiene la Medicina insignes cultivadores, conservándose entre ellos la afición a estos estudios, representada en el siglo XVI por el célebre Luis de Lucena, que vivió largos años en Roma, y fue médico del papa Pío V; por Antonio Aguilera, médico del conde de Cifuentes y autor de varias obras de Medicina; por Andrés Alcázar, que escribió seis libros de Cirugía, y, a fines de la citada centuria, D. Francisco Pérez Cascales, que se distinguió como especialista en enfermedades de los niños.
Representa la tradición médica, entre los alcarreños del siglo XVIII, Gaspar Casal, que ejerció con gran éxito la Medicina en Asturias; en el siglo XIX se destaca Juan Creus, eminente cirujano y catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Central, de la que fue Rector, y en lo que ha transcurrido del siglo actual merecen un recuerdo, como médicos distinguidos, los que fueron discípulos de este Instituto José Palancar y Tejedor, que ha logrado justo renombre ejerciendo la Medicina en Madrid, y Juan Manuel Ortega, médico militar, especializado como oculista.

Como complemento de este homenaje se incluyen dos Apéndices: en el primero figuran los Directores y Catedráticos que ha tenido el Instituto de Guadalajara desde su fundación hasta el día, y en el segundo los que forman el Profesorado de este Centro en la actualidad, para que los que quieran puedan conocer los que con su esfuerzo y amor a la enseñanza han contribuido a que salgan del mismo gran número de alumnos, que son la honra del Establecimiento donde cursaron los estudios de Bachillerato.