La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

28 de noviembre de 2010

Memoria amarga, de Ramón de Garciasol

Miguel Alonso Calvo perteneció a la magnífica generación de alcarreños de 1936, a ese grupo de jóvenes artistas y literatos de Guadalajara que se dieron a conocer durante la Guerra Civil: Antonio Buero Vallejo, José Herrera Petere, Ángel María de Lera... La victoria de la reacción y el régimen de terror impuesto sobre los vencidos, entre los que se encontraban estas jóvenes realidades, truncó su labor creativa y les condenó a la cárcel, al destierro y, sobre todo, a la renuncia o al olvido. Miguel Alonso Calvo salió de la prisión reconvertido en Ramón de Garciasol, y con este nombre firmó una obra poética en la que la calidad, el sentimiento y el compromiso se mezclaban a partes iguales. Censurado y ninguneado como tantos de su generación, en 1978 publicó uno de sus mejores libros de poemas: Memoria amarga de la paz de España, en el que rescataba esos poemas que durante esos "cuarenta años de paz" nunca pudo publicar pero que no dejó de escribir. Los acompañaba un prólogo que es al mismo tiempo una declaración de intenciones poética y un manifiesto personal que resume, mejor que casi todos, a qué llamamos ahora "memoria histórica" y que por eso mismo reproducimos.
Fuente de la Niña, Guadalajara, hacia 1920
 
Remato caminos muy ásperos en estas palabras testamentarias. He sufrido mucho al revivir en mis poemas o sangrías los años útiles de mi vida quemados entre el temor y la esperanza. En las manos apenas polvo y frustración: plazo cumplido que no trajo lo que pudo. O manera de conllevar mi pequeñez. Aunque si digo mi verdad última alcanzable por ahora, tengo la convicción de que podía haber dado más de sí, no para estatua y vanidad, para consuelo de otros. Perdonadme que me pregunte: ¿Qué habría sido mi vida y mi obra -y no cabe escisión- de no haberse dado la guerra civil de España? Y, apurando fondos que salmuerizan la duda ¿Habría tenido coartada mi real ser y valer sin la ocasión sangrienta que signó para un siglo a mi pueblo? En la naturaleza humana está el transferir la culpabilidad de uno al prójimo. Y si no la culpa -no nos hemos hecho-, la insatisfacción de nuestra verdadera talla. ¿Hay alguien permanentemente contento consigo mismo, no harto de sí a ratos? ¿Nos despreciamos tanto como para destruimos? ¿No son circunstancias aleatorias, al margen de los límites implantados -en los que, por otra parte, se da la única libertad y no rechazo de sí-, las que impiden a los hombres su cumplimiento plenario? Dejemos ucronismos y especulaciones y atengámonos a lo que ha sido, a lo irreversible.
¿Debo romper estas confesiones tan poco laudatorias, aunque tal vez ejemplares? Sería más cómodo para mí, pero me destruiría moralmente, lo único restante. Como hombre que agradece la vida, como español que ama a su Patria, creo que debo publicarlas. No echo leña a ningún fuego de rencores. Pongo una criatura ante vosotros, en la mesa de disección, heroísmo no envidiable, por si vale de algo para que nunca se repita la tragedia. Hago anatomía en vivo de mis entrañas, sin demasiada anestesia retórica. No miro atrás para encizañar. Recojo algo histórico para que no se pierda un documento verificado que contradice amaños oficiales y oficiosos, tanta prueba auténtica descalificada por la realidad. Publico un escarmentatorio.
Mis poemas -y los de tantos sin voz- son la otra cara del tapiz, el terror de los violentados, el sabor de quienes fueron destruidos, puestos lejos de la casa del padre por sus hermanos -que se repartieron la herencia-, dispersos por el odio de la misma sangre. (¿Lo mismo puede reaccionar tan encontradamente?)
Detrás de inevitables palabrotas rezuma un amor que no pudo ser libre, cargó cruces propias y ajenas sin ningún merecimiento, falto de fuerzas: no supo transmutar en hermosura la sangre y el cerco y pide perdón por ser hombre, no santo, como desearía. (Miró alrededor y el mundo, su parcela, no era bueno.)
Al escribir ahora aún me tiemblan el cuerpo y la tinta, se me doblan las piernas a cada escalón que subo, quisiera estar muerto para no herir ni tener que exhibirme tan poco decentemente. Mas si quito un filo alodio, hago caer un resentimiento o una piedra asesina, desato un nudo ahogador, liberto algún paso y pongo alguna lágrima de arrepentimiento en alguien, una oración perdonadora, una mano abierta y amistosa habré ganado buen descanso. Juro que no apetezca -por fortuna ya no vale- volver a vivir otra locura y torpeza, vida tan poco deseable como la mía aunque otras vayan más castigadas con menos razón. He tenido -y tengo- más de lo merecido en el orden privado -gracias, amor-, si bien comí siempre vergüenza por mi falta de capacidad para valer a los demás. He tocado y sabido cruelmente mis fronteras: incomprensión y soledad entre los restantes españoles. Y como no estaba contado podía desaparecer sin que se me echase de menos ni lo advirtiese nadie. No pertenecía a valores catalogados. El llanto de los míos no hubiese alcanzado la puerta de la calle, sofocado por himnos y marchas triunfales y silencios lagrimados, seco por un soplo inmisericorde.
¿Qué presento, qué ofrezco? ¿Una larga y avellanada epístola moral o, peor, moralizante? ¿A quién, por quién, de quién hablo? Los pueblos no tienen memoria, menos el nuestro, como si fuese feliz. Poesía conceptual más que lírica. Crónica, narrativa de hechos donde se entremezcla lo particular y lo colectivo en una voz asumidora de la dolencia común, con mejor intención que acierto. Alguien debía hacerla, dejar constancia para reflexión y escarmiento. Debajo del silencio decretado con tan ingenua crueldad -la máxima crueldad pertenece a la ignorancia: sólo puede ser injusto lo eterno, proposición que contradice la esencia de lo humano: no hay justificaciones para el mal: no hay irresponsabilidad ni en el propio Dios, que se anularía-, sofocada, no extinta, proseguía la conciencia, el juicio desvelado que anota. Y ahora habla en mitad de la plaza a destiempo, sin valer para enmendar lo que fue, lo irrectificable y a tener en cuenta para luego: cuando la vida y la sangre se han vuelto retórica, costra de tiempo y olvido.
Testimonio mis días españoles y el exclusivo tiempo mío antes de que sea tarde y se pierda una experiencia cuya lección no debemos menospreciar para raer demoledoras repeticiones, dolores innecesarios.
No pretendo resolver algo ni dejo de pretenderlo. Aporto al careo de cada cual consigo, mi testimonio y sudar titubeos. Y sé que el miedo alecciona, no castra. Mis poemas, gritos, desgarraduras y nostalgias, imprecaciones y ruegos nacieron por necesaria solidaridad con mi pueblo y mis gentes derrotadas en una lucha inútil: al final fuimos menos que éramos al principio en número y calibre: la voz de España llegaba débilmente, a veces deformada y sin respeto a la comunidad de naciones: tuvimos que desandar mal un camino ya bien andado. En su momento -por eso mis poemas van referidos a día, mes y año, a circunstancias no inventadas- me salvaron de riesgos quizá irremediables contra mí, en acuciosa búsqueda de entendimiento y, por consiguiente, de estabilidad, de ganas de proseguir aun sin aliento. También he purgado en ellos los malos dictados, toxinas de cuerpo y de alma. He segregado anticuerpos morales que me han quitado de la mano el hacha de sílex, devuelto la sonrisa de mi madre, la compañía sostenedora de mi mujer. Son más que pobre indignación, por desgraciado que sea el logro. No olvido que
Suele la indignación componer versos.
pero si el indignado es algún tonto
ellos tendrán su punta de perversos.
De mi posible tontería -y todo lo accesorio-- no respondo, sino de mi saludable intención. Por mis poemas, o lo que sean, puede haber ineptitud, no perversidad: no achacan lo que no hay, no fabrican maniqueos para justificar pequeñeces o sevicias, para ahorrarse el trabajo de superar las propias torpezas. Y se atreven -¿valor o descoco?- a quedarse desnudos ante los demás, no para escandalizar: para convocar al llanto y al perdón. La poesía no es oficio prostituyente, sino mester de amor, de salvación.
Aquí se narra la historia de una mutilación implacable, la mía y la de mujeres y hombres españoles a quienes se impidió su posibilidad, su perfección. (“Entré virgen en la cárcel y salí menopáusica”). A más del terror y de la persecución.
No me ha nacido -el plan no es mío, sino impuesto- una obra de arte distante, ajena, para encantar. Esto se asemeja a un pliego de quebrantos humanos. Más que fascinación comporta limpio duelo, a ratos con espanto en la cara y en el verbo: notaría del tiempo.
De lo ocurrido canto, protocolizo, me estremezco y conduelo. Me conformo si el precipitado de tanto martirio da un vaso del sobrio decoro de quienes le hicieron respetable. (Decoro, no decoración). Proclamo un título colectivo detrás del inevitable yo de la autoría, pena -sufrimiento y condenación- de todos: vosotros también, los que por acción u omisión, por trivialidad, le posibilitasteis, asimismo sin tiempo más que para rectificar en vuestros hijos. ¿Qué fue de tanto terror como trajeron, don Jorge? Los cementerios no contestan, aunque hablan y es preciso escucharles para no rebutirlos de nuevo por suposiciones: mató el miedo.
Hay monodia en mi libro, incesante supuración de excesivos años atado al madero contra voces echadizas, de supurar heridas que no se quisieron cicatrizar. Lo que importa -al menos a mí y al lector que sepa de la unidad de cada poema y de todos juntos: la suma como entidad superior y otra a los sumandos-, lo decente es que mi hacecillo de lágrimas y desesperas, la agonía por ver y continuar limpio sepa a hombre, como escribió el hispanorromano Marcial de su libro.
De no patentizarse la buscada humanidad la culpa será mía: mis versos no han sido engendrados en lechos de estética y marginación, de huida, sino en mi sangre y en mi vida, en mi única propiedad. (Por desdicha, no toda autenticidad es valiosa. Y entiendo que nuestra desventura española, nuestro tiempo desasosegado y en peligro resultan superiores a mi capacidad. Mas por mí no queda.) No creo belleza -aunque alguna resulte-, asepsia, sino algo más terrible que el ángel del poeta que luchó con su divinidad, no con sus tremendas miserias, las de uno y las acumuladas: no es resultado de bregas por la perfección y sí por la supervivencia, previa a todo lo demás. Cuento -y procuro cantar a fin de que la música no haga tan nauseabundo lo real- sucesos que han cambiado la historia de mi Patria, que ya no será como fue: nada será lo mismo nunca más, aumentado el daño. (La espada atómica pende de un hilo, el mundo se degrada biológicamente, el hombre anda desesperado hasta la destrucción, el suicidio y el crimen. ¿Dónde lograr futuro y sosiego creador? ¿Estamos en el fin del mal o en el comienzo del fin de todo fin terrestre?)
En mi tocata hay soplo y continuidad -mandato y futuro-, tradición y novedad. El caso español me impulsó, escogiéndome más que yo a él, sin excesiva fortuna. Soy nieto moral del 98, hijo de ese hilo teñido de rojo doloroso que viene a mi palabra por mandatos que no conozco y hago míos, que son y aún no descifro del todo, aunque esté inquieto y desvelado de barruntos. Por esos dictados tan complejos y oscuros canto y lloro, confusa la historia / y clara la pena.
Quizá haya cierto didactismo en mis explicaciones y sermoneo en el poemario. Ya no puedo maridarme -menos amancebarme- con la belleza, imposible exclusivamente para mi generación machacada, aunque la haya rondado en ocasiones y la añore siempre. Acepto ambos reproches y cuantos se me imputen. Me los habría ahorrado callándome. Los riesgos que conllevan no se me escapan: debo aclarar más que fascinar o encantar. Ante la madre muerta el ingenio es insultante. Quiere decirse que hay valores primeros a más de primarios: la vida. Luego, como añadido de gracia, viene el arte. Para algunas generaciones no es posible escoger. Nosotros no hemos vivido en libertad, sino en necesidad, que es vivir como se puede.
Aspiro -y ni eso a veces- a más convivencia que pedestales. Y no dispongo de medio más mío que el poema para realizar mi empeño de llegar y hacer problema de sí a quienes busco.
No me resigno a suponer que todos son inferiores a mí. Cuando los otros no alcancen ni compartan mi confesión, el torpe seré yo, falto de padecimiento bastante para conseguir más luz a la ebullición existencial. Tampoco admito que la metáfora sea superior al concepto, el hermetismo a lo compartido, la esfinge al teorema, lo claro a lo confuso. Incluso renuncio a conmover a nadie, a encontrar audiencia, corroboración de lo mío en alguien. Al fin me consuelo creyendo que estos poemas dan cuenta de mi solidaridad y buen deseo para con el común de los hombres que padecieron y padecen por lo mismo que yo. Si más tuviese más daría. (Y no acudo a partidismos, ideologías y superficialidades de lo radical fundamentante. Quien ponga política es que quiere seguir imperando y responde rompiendo el espejo. Si estos poemas resultasen demagogia o panfleto yo sería un imbécil.)
Estoy en terreno metaestético. ¿De verdad la estética de hoy es la ética de mañana como se acuñó? Hay muchas estéticas que tras la máscara de la rebeldía formal y del experimentalismo son meras marginaciones, desprecio y reacción: insolidaridades cuando no cobardía o complicidad vestidas de pureza, impotencia afectiva e invertebración moral. ¿Quién no conoce rostros excesivamente rasurados para que no sean lampiñismo y deficiencia hormonal? Casi todos realizamos lo que no podemos dejar de hacer más allá de cómodos e irresponsables determinismos. No postulo decapitaciones de la experimentación artística, sin olvidar que lo experimental no es aún. Y que no todos los tiempos son uno. Y quien no responde al suyo se queda anacrónico o fantasmagórico.
En la poesía actual, para quebranto de lectores y alharaqueo de oscuros no profundos -los sin aclarar- se da por obra hecha lo todavía no configurado, como si el feto inicial no maduro fuese criatura. (“Dícese del feto con figura humana que vive al menos veinticuatro horas, desprendido enteramente del seno materno.”) Tampoco es arte lo obvio repetitivo, ni regla la abolición de las reglas contrastadas.
Es imprescindible investigar para conseguir claves y recoger seguridades, por momentáneas que sean: la vida consiste en asentarse sobre una fluencia. Mas no emparejemos el color alocado con el cuadro expreso, la falta de oficio y formación con lo espontáneo, auténtico y genial: para hacer contracultura se precisa mucha cultura y pulcritud. Quienes hemos vivido bastante recordamos cómo pasaron ante nuestra puerta mascaradas sin rostro declarado dejando pequeñas polvaredas: rebaños, no ejércitos. (Oído a la copla: ... el mundo da muchas vueltas / y ayer se cayó una torre.) El arte es claridad o se queda en acertijo. Principalmente la poesía, no sólo su hermana la filosofía. El batiburrillo, en el caso más respetable, equivale a inmadurez, apresuramiento. Y no haber dado tiempo al tiempo. Y quien no tiene espera que renuncie a la esperanza. Debe padecer agonía el poeta, no el lector. Es verdad que no siempre merecemos la revelación -de haberla-. Por eso el poema es inviolable: sólo se entrega a la atención, otro nombre del amor. Tampoco ha de tenerse en cuenta a nadie al escribir o pensar, sino al rimado interior, a la voz que manda. En principio se escribe, se obra para aclararse y conseguir alguna certidumbre librándose de monstruos y fantasmas: para poner en acto la energía latente e identificarse: ser igual a sí.
Lo convencional se queda en capillismo y compadrazgo. No postulo una poesía pedagógica indigesta, patriotera o servil, sacristana de horrendas farsas, zarzuelera y de rataplán. Digo que en tanto no haya formación cultural suficiente -saber distinguir, valorar y tener respeto- estaremos al borde del enfrentamiento, de la reacción tribual, de lo nefelibata y subnormal. La gran revolución pendiente de España -y mi tarea, con mis medios, continúa doctrinas y conductas egregias próximas: Sanz del Río, Giner, Unamuno, Ortega, Machado, Américo Castro... - pondría al hombre de nuestro país en posesión de sí mismo, no a marcar el paso en semoviente secuacidad o griterío para asustar corazones pusilánimes que confunden la ópera con la Historia. No halagar al pueblo, demagogia para su degradación y servilismo. Hay que libertarle de ignominiosas ignorancias manipuladas, de cegueras para lo sensitivo y conceptual: la mano, el lenguaje racional -la lectura- y el amor -no esclavizado en sexo- diferencian al hombre de la bestia.
La materia prima no trabajada se queda inoperante. Nacemos con la ignorancia, pecado original. Y de nada sirven declaraciones y platonismos, incluso leyes -precisas, claro- si no son obra continua y reglada: consciente y amorosa. He nacido en el pueblo y soy pueblo. Por eso no puedo engañarle y sí morir con él. Y conozco las tretas utilizadas para alcoholizarle mediante grandilocuencias y patrioterías. Si no se prepara seriamente, desde el primer escalón escolar, supera el hambre y la ignorancia, estará alienado permanentemente, será objeto, no persona. Esa es la cuestión de las cuestiones.
De otro modo -nunca se insistirá bastante- grupúsculos y cenáculos -elitismos y minorías selectas egoístas- seguirán cantando crípticamente sobre las espaldas de mis hermanos -sobre las de mi sangre-, escándalo permitido por impreparación. Cuando miro en torno y veo más allá de las formas y de los sonidos, me aterro. Siempre será factible, mientras no haya una seria y honesta justicia mental, la brutalidad tecnificada, la cosificación de lo humano, la presión armada irresistible a fin de que la posibilidad no consiga su perfección. Incluso muchos utopistas destructivos, demoledores sin opción, instalados en sus sueños y en sus comodidades ayudan a los esclavistas, a los tratantes en hombres. ¿Cómo los más -si fuesen iguales- iban a permitir que los menos se impusieran, les sacasen el individuo poniendo en su lugar al siervo? Unos pocos lo tienen todo y casi todos carecen de algo. Aún no sabemos morir, todavía no conocemos todos para que haya felicidad, el asunto más atañedero detrás de tanta desazón, palabrería y darle vueltas, ajetreo y no caminar.
Posiblemente no sea capaz de defender en público con teorías y doctrinas válidas para mis oponentes lo que practico. Cuando me encaro conmigo en mi soledad, sin dejaciones o tentado por pequeñeces propaganderas, sin la presión en monopolio afirmo lo que hago. Sirvo así mejor que adulando personas, instituciones o corrientes doctrinarias y estéticas al margen de la calle y del dolor. Y no por superioridad y menosprecio ajeno, por depositario de la verdad -sé que ignoro, mas el rojo de mis heridas es sangre, no colorete o caracterización tramposa-. Hago lo que se me alcanza y reputo más estable y convocante, más compañero. Estoy con la persona, con las personas que se distinguen con nombre y apellidos más que con la escolástica y la abstracción. Milito más en la vida que en el arte, que además de largo respecto a la brevedad de aquélla, no importa a la terrible hora de la muerte. ¿Luego la vida puede ser mejor sin arte? Afirmo un sistema urgente de prioridades: sin vida no hay arte. Y es patente que no nos estamos jugando el arte, sino la vida en esta España que no tendrá solución duradera mientras cada español no sea dueño de sí en lugar de eterno menor de edad tutelado suciamente por administradores capaces de matar y absolverse. Y sólo el pensamiento permanece y dura, únicamente es libre el que sabe y puede, quien elige de modo racional, sin confusión ni miedo. Y dirá la última palabra, justa y grave palabra. Si no viviese tal fe -y muy razonada-, hace mucho que no alentaría, harto de tanta enloquecedora apariencia, mentira y selvatisrno, aburrido de incapacidad, roto de hablar a paredes, sin encontrar salida.
¿Se advierte manía persecutoria en estos poemas? ¿Cobardía, asco? (“La conciencia nos hace cobardes”, estremece la lucidez shakesperiana y explica el triunfo de la sangre joven y bárbara, inicial Historia.) Me gustaría más que estuvieseis ante un caso de maníaco, patología a disolverse en el tiempo.
Quienes hayan vivido conscientes y marginados mis años de España en continua sospecha, podrán opinar con derecho y verdad. Mis poemas son, al menos, catálogo de injurias, temores y humillaciones a la criatura hispana ante la imposibilidad de reacción de los sufrientes, que debían allegar los medios para su tortura. (El maniatado que no se defiende no es capón.)
¿Qué me manifiesto parcial y tomo posiciones? Repito que soy pueblo soyugado y no voy contra mis orígenes, me conduelo con los otros míos. Mas no predico oscuros resentimientos y revanchas. Publico razón y amor. Juzgo -más bien manifiesto- por haber sido juzgado. No me salvé de la ignorancia de mis gentes para unirme a los depredadores y aprovecharme de sus cegueras. Proclamo que como yo -y en más alta medida-, aunque azarosamente, el resto podía haber llegado a más conocimiento y felicidad. Y a mayor seguridad para todos. El pueblo nunca ataca: se defiende. No entenderá la Historia y su mandato quien no distinga con pulcritud moral la diferencia entre legítima defensa y homicidio, entre cruzadas y genocidios. La cultura hace más barata y gozosa la vida -¡quinientos mil millones de dólares quemados en la guerra del Vietnam, sin contar las muertes, que no se reponen “en una noche de amor en París”!-. El saber posibilita la convivencia a más de procurar satisfacciones gratuitas comunales de superior gálibo y equidad. Y el vino es más barato que la sangre. Y la alegría que el llanto. Y las canciones que el luto.
La necesidad y la ignorancia son los verdaderos peligros -en grado próximo el bruto armado-, impedidos con justicia igualatoria, no con uniformidad: cada uno igual a sí. El libre, quien conoce y pondera, no puede escoger lo peor. Libertad sin cultura es imposible, caos y desorden provocados, coartada para todas las represiones, para que los pillos supriman la libertad y degraden al hombre a coro y anonimato.
Espero probar, a quienes me lean con ojos limpios y corazón sin rabia, que amo a España porque creo en sus hombres -empezando por mí- tan combatidos por contradicciones. Por lo mismo no me he expatriado -no pude, en su momento-, ni autodestruido, y no por falta de motivos a ratos. Corno dijo un grandísimo español a principios de siglo, cuando eran razonables la desilusión y la cansera: “Amemos a la Patria aunque no sea más que por sus desgracias” y se puso a trabajar.
Madrid, enero 1978.

27 de noviembre de 2010

Fernández Iparraguirre y el Ateneo de Guadalajara

El 4 de octubre de 1879 se celebraba en Guadalajara la solemne apertura del nuevo curso del Ateneo Científico, Literario y Artístico de la localidad, una iniciativa que era heredera de aquel primer Ateneo que abrió sus puertas en la capital alcarreña durante el Trienio Liberal (1820-1823) y cuya reapertura había sido una aspiración de la burguesía más culta y progresista. Terminados los vaivenes del Sexenio Revolucionario (1868-1874) y con los primeros pasos de la Restauración, se había organizado un Ateneo que, como tantas otras cosas en Guadalajara, llegaba tarde. El optimismo científico, el espíritu ilustrado de una cultura al margen de luchas políticas y religiosas, el amable hermanamiento entre la ciencia y la fe... eran señas de identidad de una ciencia y de una burguesía a las que el empuje de la Revolución Industrial había arrumbado en el baúl de la Historia. Sin embargo, este discurso de Francisco Fernández Iparraguirre, el que mejor representaba esta idea que el Ateneo encarnaba, nos permite conocer los trabajos y la divulgación científica en la Guadalajara de aquel lejano 1879.
Programa de los Juegos Florales del Ateneo Caracense, Guadalajara, 1892 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
Memoria de los trabajos llevados a cabo en el Tercer Curso, leída por el Secretario General Don Francisco Fernández Iparraguirre
No hace aun tres años, señores, que el Ateneo, cuyo cuarto curso se inaugura en estos momentos, no pasaba de ser una modesta aspiración de algunos amantes del saber, juzgada por los más benévolos como atrevida y por la generalidad como insensata e irrealizable.
Más tarde se vio que no lo era, y el decidido apoyo que prestaron a aquel fecundo germen personas de todas las clases sociales y las de ilustración reconocida, hizo posible su instalación en condiciones tan favorables como todos sabéis.
Pero nunca pudieron suponer los iniciadores de aquel pensamiento que el Ateneo de Guadalajara había de llegar al grado de esplendor que después alcanzara.
Descritas con galana frase y elegante estilo, os han sido leídas desde este sitio por los ilustres secretarios que sucesivamente le han ocupado, las memorias-resumen de los trabajos realizados por el Ateneo en sus dos primeros cursos.
¡Lástima grande que la página más brillante haya de ser la peor descrita, y que el encargado de hacer el resumen del tercer curso no sepa encerrar en elegante marco cuadro de tan gran mérito!
Empero no es menos bella la naturaleza porque un pintor poco diestro emborrone al copiarla algunas varas de lienzo y vuestro buen criterio os hará discernir lo que pertenece a cada uno; todo lo grande, todo lo que de mérito halléis, atribuídselo sin temor de equivocaros a los autores de los trabajos que se van a reseñar; lo pequeño, lo defectuoso es exclusivamente mío.
Previendo sin eluda tan lamentable falta, los laboriosos secretarios de las secciones han publicado en diferentes números de la Revista detalladas reseñas de las conferencias celebradas; cuyo feliz pensamiento disculpa y aun obliga la brevedad con que he de ocuparme de estos trabajos.
Conferencias o sesiones científicas, literaria y artísticas; cátedras de diversas enseñanzas; agradables veladas; certámenes y publicaciones periódicas han sido, como en años anteriores, los trabajos de esta sociedad; pero aumentados todos y trasformados muchos, afectando formas variadas, merced a la actividad de la Junta y la de los señores socios.
Empezaron las conferencias científicas con la de un ilustre profesor, que nos trazó a grandes rasgos el concepto de la ciencia, definiendo con exactitud matemática, encadenando con precisión lógica. Modesto, como todo el que vale; profundo y elevado, como el asunto lo requería; sencillo y claro, a pesar de la dificultad de serlo en las elucubraciones filosóficas, nos hizo comprender a todos, aun a los más ajenos a esta clase de estudios, lo que es la ciencia en sí, principios en que se funda, su fondo, su forma y el procedimiento analítico de que se vale como instrumento.
El pretendido antagonismo entre la ciencia y la fe, la lucha real que se entabla entre las escuelas ortodoxa y libre pensadora, cuando esta insaciable en sus aspiraciones no reconoce para la ciencia límite, y aquella humilde confiesa la limitación de la inteligencia humana; esa lucha hoy más que nunca sostenida, no podía menos de reflejarse en el Ateneo y una buena parte de sus conferencias han defendido el pro y el contra de esta siempre honrosa lid.
Un joven licenciado en Sagrada Teología, comprendiendo perfectamente que el sacerdote católico ilustrado no puede permanecer indiferente cuando en el palenque científico se debaten las más importantes cuestiones, llegando a ponerse en abierta contradicción las ideas y en aparente incompatibilidad algunas con las verdades de la religión revelada, vino a dar en el Ateneo una serie de conferencias para demostrar la completa conformidad del Génesis con los recientes descubrimientos de las ciencias cosmogónicas y geológicas. Impregnadas de profunda erudición teológica, filosófica y científica; establecidas a la vez sobre la base de la tolerancia más amplia, nos hicieron ver sus disertaciones cuánta latitud, cuánta libertad tiene el hombre de estudio aun dentro del catolicismo y cuán infundadas han sido, son y serán siempre las quejas de los sabios que pretenden encontrarse cohibidos por la iglesia, cuando esta nunca ha querido intervenir en sus trabajos puramente intelectuales, limitándose a trazarles el camino de la moral, por si, demasiado abstraídos en sus concepciones materialistas, se olvidaban de la dirección que a su voluntad debieran imprimir.
Los diversos sistemas cosmogónicos fueron examinados en detalle y en nada se encontraba oposición con la exégesis sagrada; solo esta exige que se respete la idea de un Dios creador y todos los sistemas racionales parten de esa idea primordial. El origen y duración de los diferentes periodos en que el mundo fue creado, los trastornos producidos por el diluvio descrito por Moisés, y justificado por todos los geólogos, pueden ser interpretados de muy diversas maneras sin que en ellos se falte en nada a las declaraciones de la Iglesia.
No han terminado aun los estudios provechosos de nuestro joven amigo y el Ateneo tiene derecho a esperar de su ilustración y laboriosidad satisfacciones tan grandes como las que a todos produjeron sus conferencias del curso anterior.
Un militar distinguido, profesor acreditado, ocupaba más tarde la tribuna para desarrollar en ella un tema análogo y demostrar las relaciones de la fe y la razón en el siglo XIX. Con el inflexible criterio de la lógica, con el incontestable rigor del razonamiento, examinó el carácter de universalidad que, como ninguna otra religión, presenta el catolicismo; se ocupó del origen del racionalismo moderno, hizo ver la necesidad de un tribunal que interprete la ley sagrada como el tribunal civil se encarga de interpretar las leyes políticas; y por último, demostró la marcada superioridad que sobre el protestantismo, sistema de transición, presenta el catolicismo, por la posesión de la verdad, por el desinterés que muestra y por la invariabilidad de sus dogmas y preceptos morales.
Cuestiones sociales, de la más alta trascendencia, han ocupado también al Ateneo, y uno de nuestros convecinos, notable repúblico, que en más de una ocasión ha representado dignamente a su pueblo en los puestos más elevados, examinaba detenidamente las condiciones, causas y remedios de las huelgas; esas contravenciones del orden político, manifestaciones genuinas de la constante lucha entre el capital y el trabajo, quienes interesados por igual en evitar antagonismos perjudiciales, tienden hoy a organizarse para hacer respetables sus mutuos derechos y asegurar el cumplimiento de los respectivos deberes.
El positivismo, como sistema filosófico, es el que mejor realiza la idea de progreso, tema anunciado desde el curso anterior, fue expuesto a la consideración del Ateneo por un elocuente orador, fogoso y entusiasta, y la discusión promovida con este motivo no defraudó las esperanzas fundadas en el interés que debiera ofrecer punto tan importante. El disertante expuso extensamente en una primera conferencia la idea del progreso, tal y como la concebía, declarándose partidario de las doctrinas de la escuela positivista inglesa; y a sus aseveraciones contestaron en diversas conferencias otros señores socios, combatiendo en diferentes terrenos la doctrina positivista; hubo también quien en sesiones posteriores se declaró partidario de esta doctrina, y tras largas y notables disertaciones de unos y otros, que entretuvieron agradablemente y por mucho tiempo al Ateneo, el Sr. Presidente de la sección segunda hizo el resumen de las opiniones emitidas.
La índole de la institución real durante la época gótica fue examinada bajo el punto de vista histórico-crítico e ilustrada con un riquísimo caudal de datos por un eminente socio, que más tarde debía continuar ocupándose de los concilios de Toledo y terminar la discusión iniciada en el año anterior sobre este tema; pero inesperadas y sensibles desgracias hirieron a nuestro respetable y querido amigo, y le mantienen aún separado del Ateneo, donde tantos y tan relevantes servicios ha prestado, que no se llena fácilmente el vacío que determina su ausencia. Quiera el Cielo cicatrizar cuanto antes las profundas heridas de su corazón, para que de nuevo tengamos el gusto de oír al distinguido maestro e ilustrado doctor.
Un reputado higienista, que en los años anteriores había dado pruebas de sus vastos conocimientos fisiológicos, ocupó algunas sesiones para tratar de la prostitución, una de las más lastimosas llagas sociales, cáncer terrible que destroza en flor la humanidad; y examinándola en sus causas, en sus condiciones fisiológicas y psicológicas, estudiando los inconvenientes y ventajas que para su remedio presentan los sistemas tolerante y represivo, dio lugar a que otros comprofesores, tomando parte en la discusión, debatieran con él sobre cuestiones tan trascendentales.
Al principiar el año, un orador novel, infante que apenas balbucea, a quien es necesario hablar con trompetilla y a voces, sin que casi acierte luego a repetir lo que oyó, reunía, sin embargo, en los salones del Ateneo, una concurrencia extraordinaria. Y es que a, la vez contábamos con que el intérprete del fonógrafo había de ser el hábil maestro, el incansable obrero de la ciencia, a quien tantas otras veces habíamos escuchado con la seguridad de aprender. Y con efecto, aprendimos en la parte técnica de la conferencia el estudio analítico de la voz articulada, en su parte histórica los más relevantes episodios de la vida del inmortal Edison, y en su parte práctica los admirables efectos del más notable de los inventos de la época actual.
Movimiento literario que imprime en su época el Rey D. Alfonso el Sabio, examen de las condiciones del siglo que precedió a este reinado, sus principales hechos y las obras de todo género con que impulsó el desarrollo de la literatura y el sentimiento lírico; tales fueron los puntos más culminantes de las conferencias con que uno de nuestros más laboriosos y jóvenes consocios ocupó agradablemente nuestra atención algunas noches después.
Más tarde nos sentíamos trasportados al pie de la gran pirámide de Egipto, y guiados en el examen de sus prodigiosos arcanos por un ingeniero eminente, pudimos hacemos cargo de las bien calculadas dimensiones de aquel edificio, su orientación y emplazamiento; oyendo después de tan autorizados labios las diversas hipótesis que se hacen sobre el origen de aquel antiguo monumento.
Difícil es esmaltar, sin ser inoportuno, la severa doctrina, los sublimes y profundos conceptos científicos con chispeantes gracias que, sin carecer de naturalidad, amenicen la aridez de ciertos estudios; y sin embargo, en la teoría mecánica de la electricidad, continuación de una serie de conferencias que aun no ha terminado, tuvimos todos ocasión de gozar de tan agradable contraste, que muy pocos saben conseguir con la habilidad y el talento del socio encargado del desarrollo de este tema. La historia de tan importante rama de la Física, sus principales hipótesis y en especial la del padre Sechi, sirvieron admirablemente al disertante para explicar la tensión, inducción, las atracciones y demás fenómenos principales.
Con la mayor naturalidad y sencillez, como si no se tratara de importantes conceptos, que no es fácil exponer sin que les hayan precedido algunos años de laborioso y concienzudo trabajo, otro señor socio, licenciado en la facultad de ciencias, demostró la influencia de la lógica en el estudio de las Matemáticas, examinando en primer lugar las fuentes de esta clase de conocimientos, los puntos vulnerables que presentan, y finalmente, las relaciones de estos con la ciencia origen.
La historia y desarrollo progresivo del arte litográfico, sus fundamentos científicos, descripción de los útiles que emplea y sus principales aplicaciones, formaron el núcleo de una interesante conferencia hábilmente desarrollada por un eminente profesor.
Una sucinta reseña de los medios empleados para hacer la guerra, y sobre todo la guerra en el mar, sirvió de prólogo a la no menos interesante que, acerca de los torpedos, tuvimos el gusto de escuchar algunos días más tarde. El origen y forma primitiva de este mortífero aparato, las diversas y progresivas modificaciones que después ha sufrido, su clasificación y examen de los últimos adelantos, completaron esta disertación en extremo curiosa y bien desempeñada.
Un joven alumno, ocupándose de la historia de las aplicaciones del vapor de agua, dio al Ateneo una muestra cumplida de laboriosidad y aplicación; no es la primera ni será la última, y no en vano funda esta sociedad sus esperanzas en los que al fin comprenden cuál ha sido el principal objeto de su creación.
Nuestro ilustre presidente, a cuya actividad y talento se debe en gran parte el floreciente estado de la sociedad, no acostumbra a permanecer inactivo en ninguna de las esferas en que se desarrolla la vitalidad del Ateneo, y, como en cursos anteriores, su entusiasmo por la ciencia le condujo en el actual a iniciar una discusión acerca de la influencia de las preocupaciones religiosas en el atraso de la Geología. Otro de nuestros más eminentes consocios, filósofo a la par que naturalista, campeón incansable de las doctrinas ortodoxas, intervino en la discusión y ambos la ilustraron dándole sumo interés con sus importantes aseveraciones.
De intento, y porque terminaron con el curso, hemos dejado para la conclusión las conferencias en que, bajo una forma enteramente nueva y original, con multitud de aparatos exclusivamente construidos para este objeto y todos los experimentos necesarios, se expuso la teoría de las ondulaciones con tal sencillez, que bien puede llamarla su autor al alcance de todos. Algunas páginas de la Revista no han bastado para dar idea completa de estas sesiones; mal podríamos, ni aún siquiera enumerar, como hemos tratado de hacer en las anteriores, los puntos más culminantes que las disertaciones comprendieron. El Ateneo puede gloriarse de haber dado á sus tareas tan digno remate, que no se hubieran desdeñado de aceptar las asociaciones científicas de mayor importancia.
Y esta consideración sugiere en los que nos preciamos de entusiastas por el Ateneo, otra que entristece el ánimo y apena el corazón. Trazado está el magnífico cuadro de conferencias que durante el pasado curso han tenido lugar en estos salones: no pueden ser más ni mejores; pero ¿por qué no decirlo? tampoco puede ser más de lamentar la apatía de muchos socios que, pudiendo tomar parte activa en los trabajos de la sociedad, huelgan tranquilos, dejando a unos pocos llevar esa carga, y el abandono de muchos más, que ni aún con su asistencia quieren contribuir al mejor éxito de estas tareas.
Mención especial merecen los trabajos de la sección 3ª, cuya junta directiva ha demostrado noblemente que no en vano el Ateneo es, a la vez que científico, literario y artístico.
Antes, mucho antes que en otras asociaciones que después han tenido la misma idea, hubo en esta el propósito de celebrar lecturas literarias en que, a la vez que se dieran a conocer selectas producciones de nuestros mejores clásicos antiguos y modernos, se leyeran composiciones originales de los socios.
Mas las horas literarias, que con este carácter empezaron, hubieron de sufrir bien pronto una trasformación, de que no tenemos ciertamente por qué arrepentirnos.
En ellas se dio entrada al bello sexo, y en las amenas veladas que mensualmente se han celebrado con aquel nombre, hemos visto llenos nuestros salones de elegantes y apuestas damas, que no venían ya solo a prestar con sus encantos magnificencia y esplendor a la fiesta, sino que venían a contribuir con sus talentos y sus gracias, a prestarnos también su inteligencia y su corazón, a pensar con el filósofo, a crear con el poeta, a sentir con el artista, que trasforma en mágicas notas la sencilla vibración; a arrancar ellas mismas esas notas armoniosas que nos conmueven tanto más, cuanto más delicada es la mano que las produce; a trasportamos con su canto dulce y melodioso al edén que soñara la fantástica imaginación; a entonar en su inspiración bellísimas composiciones, que son tanto más de aplaudir, cuanto más sentimiento encierran, y son tanto más sentidas, cuanto es más débil el corazón donde germinan.
Imposible seria en el corto espacio de que ya dispongo, si no he de seros molesto, referir lo que esas agradables reuniones han sido, ni necesario es tampoco, estando tan recientes sus recuerdos, ya que nada ha podido en contra suya el rigor canicular que todo lo agosta y que en años anteriores hizo dormir al Ateneo, mientras que en este se ha visto más que nunca adornado de abundantes y preciosas flores.
Al primer pensamiento de las horas literarias han correspondido las lecturas que semanalmente se han celebrado y siguen celebrándose bajo la presidencia de la misma sección 3ª.
En ellas se han leído los mejores modelos de prosa y verso; en ellas se han dado a conocer las producciones modernas más notables; en ellas los inspirados vates que cuenta en no pequeño número este Ateneo, han dado rienda suelta a su fecundo numen, y los que empiezan a sentirse abrasados en el fuego que inmortalizara a Calderón, Dante y Petrarca, han hecho sus primeros pasos bajo la égida protectora de tan acreditados maestros.
Han tenido lugar en el pasado curso las dos veladas con que por costumbre celebra el Ateneo la inauguración de sus tareas y el aniversario de su creación; a ellas habéis asistido casi todos los que con vuestra presencia honráis esta noche nuestros salones, y además de gozar con las producciones de la literatura y el arte, oísteis con religiosa atención discursos profundos que dan clara idea de los poderosos elementos con que cuenta el Ateneo, y de la ilustración del público que con tanto agrado escucha sus trabajos más fundamentales.
En la del 25 de marzo oísteis también de labios de su autor y laureado vate, la lectura de las trovas tituladas Alvar-Fáñez de Minaya, que merecieron ser premiadas con mención honorífica en el único concurso celebrado en este año.
Continuando la cátedra de alemán, se ha inaugurado en el pasado curso la de perfección de francés, ambas a cargo del Sr. D. Tomás Escriche, y otra de lengua italiana, explicada por el Sr. D. Hilarión Guerra.
Por iniciativa de la sección 3ª se ha creado igualmente una cátedra de dibujo lineal, topográfico, de paisaje, de adorno y de figura, y los profesores D. José María López y D. Mariano Vallhonrat, que con celo laudable la han tenido a su cargo, pueden estar orgullosos de los progresos obtenidos en un plazo bien corto por los laboriosos menestrales que en gran número han concurrido con algunos jóvenes estudiantes y no pocos señores socios, ávidos todos de poseer arte tan útil como bello.
Cuando el Ateneo celebre su próxima solemnidad, veréis premiados el genio y aplicación de los alumnos que en público certamen resulten ser acreedores de notable censura.
Hase terminado el primer tomo de la Revista, cuyos cinco últimos números correspondientes a este curso encierran, además de los documentos y datos relativos a la historia del Ateneo, que han sido leídos en sus sesiones ordinarias y extraordinarias, trabajos especiales que, con aquellos, colocan nuestra Revista en uno de los primeros lugares entre las publicaciones de su índole.
La Biblioteca, que cuenta con una colección de publicaciones científicas y literarias, en que figuran las más importantes que ven la luz periódicamente en España y en el extranjero, ha recibido también notable incremento en la parte de obras de fondo con los donativos voluntarios de muchos señores socios, estando cuidadosamente establecida y organizada por el activo secretario de la sección 3ª que hoy la tiene a su cargo.
Al presente inaugura el Ateneo su curso cuarto encontrándose todas sus dependencias instaladas en anchuroso local que, sin embargo, no basta para satisfacer las exigencias de sus múltiples trabajos y de las nuevas reformas que se proyectan. A sus salones, lujosamente decorados, concurre lo más selecto de la sociedad de Guadalajara. Anunciadas están y en considerable número interesantes conferencias, no se interrumpen sus horas y lecturas literarias, y desde hoy se reanudan las cátedras que se suspendieron durante las vacaciones.
Presente más lisonjero no le podemos desear.
Permitidme, pues, que antes de terminar acaricie halagüeñas esperanzas con respecto al porvenir. No es mi cariño optimista ni los augurios fatídicos del pesimismo envidioso los que decidir deben de la vida futura del Ateneo; son sí sus actos. Y cuando acabáis de ver cuáles han sido y observáis el creciente progreso que le imprimen las juntas directivas, rivalizando en celo y entusiasmo, creo que en buena lógica juzgaréis conmigo favorablemente de la existencia de este centro, que honra a Guadalajara, que sorprende a los que le visitan y enorgullece a los que poco o mucho contribuimos a su sostenimiento.
Con un elemento poderoso contamos, y si este se decide por completo a favor nuestro, el Ateneo asegura para siempre su existencia. Precisa que vosotras, señoras, continuéis prestándonos vuestro incondicional apoyo, precisa que influyáis en el ánimo de los que con vosotras viven, tratando de persuadirles de que, si grande y muy grande es la importancia de esas manifestaciones del genio que tanto hablan al sentimiento, es una necesidad imperiosa que el hombre alimente y cultive su inteligencia, don el más preciado que le enaltece y coloca en el primer lugar entre los seres creados.

24 de noviembre de 2010

La Pedagogía experimental, de Modesto Bargalló

Modesto Bargalló Ardevol, catalán de nacimiento pero alcarreño de adopción, fue uno de los principales impulsores de la renovación pedagógica en la España del primer tercio del siglo XX. A través de sus libros de texto (alguno redactado con Marcelino Martín González del Arco), de sus cuadernos de prácticas científicas, de su labor al frente de la Revista de Escuelas Normales (que también dirigió Rodolfo Llopis), de su colaboración en la reforma educativa de la Segunda República... no cabe duda que Modesto Bargalló fue uno de los pedagogos más interesantes de esa generación que sustituyó a los pioneros de la Institución Libre de Enseñanza en pos de una enseñanza laica, racional y científica. Trasterrado a México en 1939, allí realizó una tarea científica fundamental que fue reconocida por todos los mejicanos, mientras en su Guadalajara española se le olvidaba, se le ninguneaba y se le ocultaba. Presentamos aquí uno de sus primeros artículos pedagógicos, que fue publicado en 1918 en los Quaderns d'Estudi, una publicación mensual de la Dirección de Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña, y que hemos traducido para su reproducción.
Reseña de la conferencia de Bargalló a los exiliados que viajaban con él en el Sinaia, 1939
 
LA PEDAGOGÍA EXPERIMENTAL
La Pedagogía, olvidada durante muchos siglos, es hoy un estudio científico. Su historia nos muestra el estado mezquino en que permanecía: sus grandes representantes, o eran diletantes o eran un Locke, un Kant o un Fichter, que van a limitar su trabajo a algunas cuestiones de educación. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, apuntó cierta tendencia a mejorar. Ya en Salzmann y Trapp, después en Pestalozzi y Fröebel, se encuentra una lucha para superar la mera pedagogía de las ideas, de los proyectos, de los planes y de las afirmaciones dogmáticas. La Pedagogía de Pestalozzi descansa ya en una psicología subjetiva de la “fuerza moral” y conoce la necesidad imprescindible de tratar científicamente la fundamentación de su metodología; y toda la vida de Pestalozzi es un continuo ensayo empírico para encontrar los mejores métodos de enseñanza, y una investigación de sus teorías en los fundamentos intuitivos de nuestro pensar.
Sin embargo, solamente Herbart da una exposición de las cuestiones de educación y de enseñanza que satisface las exigencias de una fundamentación científica, teniendo en cuenta el estado, en aquellos tiempos, de las ciencias auxiliares de la Pedagogía, principalmente la Psicología y la Ética. En muchos conceptos fundamentales, la Pedagogía se ha demostrado más vital en las ideas de Pestalozzi y de Fröebel que en las de Herbart, porque aquellos dos grandes hombres han tratado más que Herbart de la vida del niño y de la práctica de la educación y de la enseñanza.
La Pedagogía, para no estacionarse, se tiene que apoyar en las bases científicas de las disciplinas histórico-naturales, filosóficas y médicas. Y en lo que respecta a la relación entre la educación y la comunidad humana, tiene que buscar ayuda en las ciencias sociales de nuestros días. Y considerada como pedagogía individual, tiene que procurar, antes que nada, servirse de los métodos de investigación y auxiliares de la pedagogía experimental, de los resultados de esta ciencia y del estudio del niño (psicología, anatomía y fisiología, antropometría, patología y psicopatología del niño); y junto a todo esto, también tiene que servirse de los resultados de todas las otras disciplinas relacionadas con la Pedagogía, como la Lógica y Teoría del método, la Ética, la Estética y la psicología de la vida religiosa.
El papel que puede jugar la ciencia pedagógica, según esta tendencia experimental, es el que yo he tratado de desarrollar detalladamente en el texto: en él está el conjunto de todo lo que hasta ahora se ha considerado como estudio pedagógico empírico; término que, por las discusiones ocasionadas en los últimos años, es mejor cambiar por el de pedagogía como estudio empírico. Actualmente, ésta se reduce a una aplicación del método experimental y de otros análogos a los problemas pedagógicos. Desde el punto de vista metódico, la psicología experimental es, por consiguiente, la madre de la pedagogía estudiada empíricamente: esta no puede existir sin aquella. Desde el punto de vista material, nuestra investigación pedagógica debe sus resultados científicos a todas las ciencias antes citadas. Sin embargo, mientras que nosotros trabajamos en la nueva fundamentación de la Pedagogía, en ciencias que no pertenecen a su campo, no sería justo considerar a la Pedagogía como una simple aplicación de alguna de estas disciplinas. La Pedagogía no es ni psicología aplicada, ni ética aplicada, ni lógica ni nada parecido: es una ciencia sólida, de naturaleza propia: la ciencia de los hechos de la educación. No emplea solamente los resultados de la psicología general, de la patología, paidología, lógica, ética, estética, sino que mira todos estos resultados desde el punto de vista de su aplicación a la obra educativa.
La pedagogía experimental pretende obtener en primer lugar una nueva fundamentación de la pedagogía científica.
Considero a la Pedagogía experimental como una innovación teorética y científica; y las consecuencias prácticas que se deducen de las investigaciones las presento de tal manera que sólo los éxitos de los prácticos, en último término, pueden sentenciar.
La Pedagogía experimental, como su progenitora la Psicología experimental, se ha formado gradualmente, desarrollándose a partir de las ideas primigenias. Considerada históricamente, nace la Pedagogía experimental, en parte, como una consecuencia de los ensayos realizados para fundamentar científicamente la Pedagogía por los grandes pedagogos del pasado, principalmente Pestalozzi, Fröebel y alguno de los Filantropinum; en parte, como una influencia de la investigación pedagógica y de las otras ciencias empíricas que están en íntima relación con la Pedagogía.
El impulso más importante de una nueva investigación pedagógica está en la admisión de los métodos de investigación de la Psicología experimental.
La Pedagogía experimental tiene su origen primario en la aplicación de los métodos de la Psicología experimental a la vida espiritual del niño. Los grandes pedagogos del pasado nunca van a considerar al niño como objeto concreto de investigación: los métodos que aquellos grandes pedagogos cultivaban para conocer la naturaleza del niño, o eran realmente la observación ocasional o, como se nota de manera especial en Rousseau, una concepción fantástica exaltada de la vida del niño. Principalmente en Pestalozzi, pero también en Fröebel, Trapp, Schwarz, Niemeyer y Waitz y algunos herbartianos, encontramos algunos ensayos donde no sólo se observa al niño durante su trabajo escolar, sino que se trata también encontrar en la práctica de la enseñanza por medio de pruebas directas, las normas metódicas más convenientes. Pestalozzi, en especial, por sus procedimientos, por sus métodos pedagógicos, por sus experiencias en la práctica continua, no influida por la preocupación de establecer una teoría pedagógica, ha sido un precursor de la Pedagogía experimental de hoy.
Otro punto básico de la Pedagogía científica actual es la investigación especial del niño débil de espíritu, del maltratado y del anormal. En este campo, encontramos un precursor en Strümpell, de la Escuela de Herbart. En íntimo contacto con el estudio del niño anormal está la tendencia a establecer una higiene espiritual del alumno.
Yo quiero exponer en primer lugar el concepto y el campo de la Pedagogía experimental para contestar principalmente a la pregunta sobre la posición que la Pedagogía experimental ocupa en relación a la Pedagogía tradicional.
La Pedagogía tradicional tiene un carácter en parte conceptual, en parte de ciencia normal, o sea que cada uno de sus representantes científicos primero asienta los conceptos y los fines de la educación y la enseñanza, las distintas clases de actividades educadoras y docentes para desarrollar después las normas o reglas de la práctica de la enseñanza y de la educación. La Pedagogía, según el punto de vista tradicional, tiene casi siempre el carácter de introducción a la educación y la enseñanza, ya que las normas pedagógicas no pueden ser sino una guía para las prácticas.
Porque estas normas siguen siendo sólidas, sólo les falta una documentación científica y completa.
Las normas pedagógicas pueden ser consideradas según tres direcciones: como un modelo para la conducción del niño, como una guía para la actividad del maestro o como una norma de la Pedagogía práctica, esto es, del trabajo de la enseñanza y de la organización de la escuela. En todos estos casos, para lograr una fundamentación científica de las normas, tenemos que poseer un conocimiento previo de las relaciones entre los hechos a los que dichas normas han sido aplicadas. Hasta que no poseamos estas relaciones, las normas pedagógicas serán meras construcciones lógicas sin contacto con o con poco contacto con la práctica pedagógica, o serán arbitrarias o de carácter autoritario y, por lo tanto, no tenemos ninguna garantía de que sean reales y útiles. Así, por ejemplo, para obtener la norma de la enseñanza de la lectura, debemos primero investigar experimentalmente como adquiere el niño la capacidad de leer, por qué estados y procesos pasa en la adquisición de esta capacidad, cuáles son las condiciones naturales y de qué manera están relacionadas con las etapas de desarrollo del niño. Sólo cuando sepamos todo eso, tendremos la certeza que se ha calculado bien la norma para la enseñanza de la lectura, porque entonces podremos decir que esta norma, por estar basada en el proceso espiritual del niño, es científica. También hemos de considerar, tanto como la concordancia entre la didáctica y los periodos de la vida del niño, la conformidad entre la escuela, la ciudad y las comunidades humanas, y extraer de estas relaciones las conclusiones científicas que serán normas en este campo de la Pedagogía.
Podemos sintetizar diciendo que a la pedagogía tradicional le falta, junto a los conocimientos empíricos, las puras relaciones de los hechos sobre los que tienen que fundarse todas las normas pedagógicas.
Así que la importancia de la Pedagogía experimental no consiste en dar resultados positivos y normas detalladas para la práctica, sino que capacita al educador aislado para ver con claridad, en cada momento, el resultado de sus tácticas y recursos pedagógicos, cosa que no consigue la Pedagogía autoritaria. Una de nuestras consideraciones principales contra la Pedagogía de Herbart es que hay una dependencia de la práctica esclava a la teoría patrón; entre la Pedagogía práctica y las expresiones tales como “concentración y reflexión”, “multiplicación del interés equitativamente repartido” y otras similares.
La Pedagogía experimental quiere evitar este defecto de la Pedagogía tradicional: no quiere dictar normas hasta que ha investigado las relaciones entre los hechos, que son los que hacen posible enunciarlas. Por consiguiente, la Pedagogía experimental es investigación pedagógica; y como trata del estudio fundamentado sobre los hechos, es investigación pedagógica empírica. De donde se deduce que es más apropiado llamar a la nueva Pedagogía con el nombre de Pedagogía como investigación empírica que el de Pedagogía experimental.
Visto el carácter de la Pedagogía experimental como una ciencia, tenemos que averiguar de qué manera podemos hablar de observación pedagógica, de experimento y de estadística en la Pedagogía.
Toda investigación empírica descansa en primer lugar sobre la observación; y la observación, psicológicamente considerada, es una percepción metódica, ordenada, producto de una sólida atención. Toda ciencia empírica parte de la percepción, ya sea la percepción interna o externa. La observación es percepción atenta, percepción metódica.
El experimento pedagógico es, casi por completo, el experimento psicológico aplicado al alumno que crece y trabaja. Por ser paidológico el experimento pedagógico cae dentro de la misma posibilidad que el experimento psicológico, de manera que se puede preguntar de una manera general: ¿qué pertenece a un experimento y en qué sentido se puede experimentar en Psicología? Y aplicando esta misma consideración a la psicología del niño y al experimento pedagógico.
Del mismo modo que la observación es una percepción metódica, el experimento es una observación perfeccionada y aumentada, pues el experimento parte de la observación de fenómenos realizados bajo condiciones revisadas cuidadosamente. Las condiciones de todo experimento son: obtención arbitraria de los fenómenos, cambio de estos según convenga al experimentador; esta intervención en los fenómenos tiene que ser hecha teniendo en cuenta el objeto científico. Al experimento pertenecen, finalmente, la determinación cuantitativa o la medida de los fenómenos observados. Todo lo dicho hace referencia al experimento analítico, del que se puede diferenciar el experimento sintético: el primero descompone el fenómeno, el segundo lo compone de nuevo. La importancia de los experimentos sintéticos se basa en eso, que revisa analíticamente las partes, volviendo a dar el total. Así, por ejemplo, un prisma descompone la luz blanca del sol; los rayos descompuestos, atravesando una lente, se unen de nuevo y dan otra vez la luz blanca. El primer experimento es analítico; el segundo, que comprueba, es el sintético. Si solamente hacemos pasar cierto número de rayos por la lente y descubrimos que un par de ellos también dan luz blanca, nosotros completamos mediante una nueva síntesis los resultados del análisis precedente. Ahora se puede plantear la siguiente pregunta: estas condiciones del experimento mencionado, ¿se verifican en el experimento sicológico y especialmente en el paidológico?
En primer lugar, tenemos que, por tratarse de un fenómeno espiritual, no es posible investigar de manera arbitraria para conseguir el objetivo de nuestro experimento. Aunque sí pueden provocarse ciertos fenómenos de irritación. También lo pueden ser los sentimientos simples. Aplicando cierta dosis de quinina sobre el dorso de la lengua, se produce en el sujeto sometido al experimento una sensación desagradable a causa del gusto amargo de la quinina; con combinaciones de color, acordes, etc. se obtienen sensaciones de placer. También contamos con la influencia sobre el estado de ánimo; también la imaginación se deja influir por la fuerza de ciertas palabras. También los actos de la voluntad pueden ser investigados experimentalmente. A todas estas pruebas las llamamos pruebas de reacción: a una medida del tiempo de reacción añadimos un cambio de reacciones debido a la influencia de las condiciones en que se encuentra al sujeto sometido al ensayo y un análisis de las mismas por medio de la auto observación.
Hasta ahora sólo hemos hablado del experimento psicológico considerado como tal. El experimento pedagógico es, en parte, una aplicación del experimento psicológico al alumno. La cuestión es si esta aplicación produce nuevas consideraciones que sean contrarias a las del experimento paidológico. En efecto: en contra de la posibilidad de experimentar con el niño, se alzan dos importantes consideraciones; por una parte, es necesario que el testigo comprenda el propósito del experimentador con cierto discernimiento, cosa que es de todo punto imposible con los niños pequeños. La segunda consideración consiste en la extraordinaria capacidad de sugestión sobre el niño por parte del experimentador.
Tenemos que diferenciar el experimento paidológico del puramente pedagógico. El experimento pedagógico es aquel en el que nosotros determinamos mediante una prueba directa, bajo ciertas circunstancias bien controladas, el valor de los diversos métodos pedagógicos o el valor didáctico de determinado procedimiento educativo, para lo cual tomamos como norma los resultados de métodos particulares y su congruencia con el estado de desarrollo y las características individuales del niño. Contra esta determinación experimental no se puede alegar ninguna consideración teorética, por lo que tiene muchas aplicaciones prácticas.
Indicada esta característica formal de la Pedagogía experimental, nos falta hablar de la parte material, es decir, de los nuevos problemas que nos ha planteado la innovación metodológica de la Pedagogía. La Pedagogía tiene, en general, tres grandes campos de investigación: la educación del niño, la acción del maestro y los medios de enseñanza y la organización de la Escuela (incluyendo en este último apartado la relación de la escuela con el Estado y la sociedad).
Estos problemas constituyen el programa, todavía muy limitado, de nuestro trabajo; solamente indicaremos los puntos principales de la investigación pedagógica del niño.
1º El primer trabajo, el más fundamental de la Pedagogía experimental, es la investigación del desarrollo espiritual y corporal del niño durante el período escolar. Problema que comprende los fundamentos de toda la Pedagogía y que abarca estos otros:
a) Nosotros tenemos que señalar los períodos de este desarrollo, especialmente los períodos de progreso uniforme o discontinuo, o bien los períodos de cambios más lentos y acelerados, o sea, el llamado desarrollo oscilante.
b) Tenemos que mostrar las relaciones entre el desarrollo espiritual y corporal del niño, que de ninguna manera no son paralelos, y también contestar a la pregunta de si existe un paralelismo entre el crecimiento de los órganos y sus funciones y el de determinadas capacidades intelectuales.
c) Es de especial importancia asentar las diferencias características que por término medio muestra el niño en cada nivel de desarrollo, comparado con el adulto, y buscar la aproximación continua del niño a los hábitos intelectuales y corporales del adulto. Diferencias que la Pedagogía tradicional despreciaba.
d) También tenemos que estudiar las divergencias que todos los niños muestran en relación con el grado medio de desarrollo que le corresponde por su edad. De esta manera, formaremos un tipo medio o tipo normal de niño para cada edad. Conoceremos a los que están adelantados, a los superdotados y a los que se han retrasado más significativamente, a los débiles de espíritu y a los idiotas. Nuestro objetivo tiene que ser poder definir exactamente los niveles de desarrollo del niño.
2º El segundo problema más importante de la Pedagogía experimental, íntimamente ligado con el anterior, es hacer u seguimiento de las capacidades intelectuales del niño, como la memoria, la voluntad, etc.
3º Para conocer las diferencias entre los niños, tenemos que hacer un estudio individual de los niños, especialmente de las diferencias más marcadas que encontramos en los distintos períodos de desarrollo. Este trabajo tiene una importancia enorme de cara a la fundamentación psicológica de las cuestiones básicas de la educación y de la enseñanza.
4º De la investigación de las diferencias individuales surge en la actualidad, debido a su extensión e importancia, una rama especial: la investigación de las diferencias entre las aptitudes naturales, o sea, la teoría científica de la disposición intelectual, que engloba diversos problemas.
5º Como tenemos que estudiar no sólo al niño, sino al niño trabajando en la escuela, esto es, al alumno, también tenemos que investigar la actuación del niño en el trabajo escolar, que abarca también los siguientes trabajos:
a) El análisis del trabajo intelectual y corporal del niño en general y el estudio de aquellas condiciones favorables y no favorables, que se traducen, en lo que al niño se refiere, en una técnica y un método para el trabajo escolar, o en una técnica y en una economía del trabajo intelectual del niño
b) Todo trabajo tiene, además, una parte higiénica. Hay, por consiguiente, una higiene intelectual del trabajo escolar, que se refiere tanto al alumno como al profesor.
c) Por tanto, tenemos que explicar cómo se verifica el trabajo del niño en la escuela: el niño ¿trabaja mejor en la escuela, en la comunidad escolar o aislado en su casa?, ¿de qué manera se verifica su desarrollo a lo largo de los años y mediante qué trabajos escolares?
Nos encontramos ante el problema de las relaciones entre el trabajo de la escuela y el de casa, que también, desde hace unos cuantos años, se ha convertido en objeto de estudio de la Pedagogía experimental y que tiene, al mismo tiempo, una importancia social.
6º Y no sólo tenemos que analizar el trabajo del niño en general, sino también su trabajo en las disciplinas escolares. Aquí cabe analizar las diferentes metodologías y valorarlas: es la didáctica experimental.
7º Sigue a la tarea anterior el análisis de la actividad del maestro, o la conducta del maestro en la enseñanza de las disciplinas escolares.
Señalado el campo de la Pedagogía experimental, tenemos que señalar que no todas las cuestiones pedagógicas se pueden tratar experimentalmente, porque no todas ellas caen dentro del ámbito experimental. Queda fuera, por ejemplo, la determinación de los fines generales de la educación y los fines generales y específicos de la enseñanza, que siempre dependen, en buena medida, de factores materiales que debemos de aceptar tal como son. En este caso se encuentran: el Estado y la comunidad, los ideales educativos de la época, que no se pueden dilucidar por una mera deliberación psicológica, son por la práctica cotidiana. De manera que la mayor parte de los fines últimos de la educación y la enseñanza están alejados de la investigación pedagógica, y su determinación cae, en parte, dentro del campo de las ciencias sociales, la política, la ética, la economía y otras-
Por consiguiente, la Pedagogía experimental no es toda la Pedagogía, sino solamente su fundamentación empírica.
Modesto Bargalló