La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

16 de febrero de 2013

Manuel de Luxán en la Revista Antiesclavista

Programa de Fiestas de la Academia de Ingenieros, Guadalajara, 1926 (Archivo La Alcarria Obrera)

Manuel de Luxan García fue un ingeniero militar formado en la Academia de Guadalajara en los últimos años del siglo XIX y que mostró una notable preocupación por las nuevas ideas y las teorías sociales más avanzadas. Ya en La Alcarria Obrera reproducimos el prólogo a su libro Higiene de la construcción, una interesante obra, premiada por su relevante contenido en un concurso nacional y que fue publicada en la capital alcarreña, y ahora añadimos un nuevo texto del mismo autor que nos parece igualmente significativo. Fue publicado en la Revista Antiesclavista, que se definía como órgano de la Sociedad Antiesclavista Española, en 1894. En el texto se hace un repaso crítico de las vías de colonización del continente africano emprendida por las potencias europeas y se optaba por unas relaciones basadas en el desarrollo de las poblaciones indígenas por medio de la instrucción, lo que, en opinión del autor, sería más beneficioso para que las metrópolis ejerciesen su influencia sobre los territorios colonizados y, al mismo tiempo, se dificultase la sobreexplotación y la esclavitud de los nativos. Una opción a favor de la educación que no era muy común en los militares españoles de la época, pero que resulta interesante en un oficial que era en esos años jefe del Negociado de Academias Militares en el Ministerio de la Guerra.

ALGUNAS IDEAS MÁS SOBRE LA EDUCACIÓN Y LA INSTRUCCIÓN COMO PROCEDIMIENTO ANTIESCLAVISTA
La importancia que, en nuestro concepto, tiene el problema de la educación é instrucción como medio civilizador y, por tanto, antiesclavista, hace que nos permitamos hoy extendernos en algunas consideraciones relativas á tan interesante asunto, con el que ya tuvimos la honra de ocupar algunas páginas de esta publicación.
Variados y conocidos son los medios de establecer el enlace entre los países civilizados y los que todavía no han conseguido esta ventaja, siendo los principales la acción militar, las misiones, los trabajos de exploración y la acción comercial. Todos contribuyen al fin común; pero todos tienen inconvenientes que entorpecen su acción y les quitan eficacia en el concepto especial que nosotros consideramos. Indicaremos á la ligera estos inconvenientes.
La acción militar.- Presenta al pueblo civilizado como opresor del que no lo está, y, por tanto, todas las costumbres de aquél parecen á éste repulsivas, apartándose de ellas por espíritu de independencia. La cultura que ha de difundirse encuentra, por tanto, un obstáculo en esa resistencia pasiva, inconsciente, propia del más débil, exasperada muchas veces por los abusos del conquistador, que, en algunos casos, somete al pueblo nuevo á vejaciones no exigidas por razón de guerra; por otra parte, la actual situación de las naciones europeas con algunos graves problemas que resolver que pueden producir entre ellas la guerra con sólo la presencia de un pretexto capaz de romper el equilibrio difícilmente sostenido; y las dificultades de presupuesto, que son un verdadero obstáculo á todas las empresas de resultado dudoso, hacen muy difícil que las referidas naciones, desatendiendo sus preocupaciones interiores y las exteriores próximas, acometan expediciones que, por el momento, producirían considerable gasto, y cuyas ventajas para el porvenir serían problemáticas.
2° Las misiones.- Importante ha sido su obra civilizadora, pues al par que la fe han difundido la cultura y la instrucción; pero también necesitan luchar con el fanatismo que por sus creencias tiene el pueblo nuevo, fanatismo que en tan repetidos casos ha hecho rechazar en absoluto las ideas hasta entonces desconocidas sacrificando á sus sostenedores, como lo prueba el considerable número de mártires que han perecido en apartadas regiones. Respecto al misionero, la cultura y la instrucción que difunde aparecen unidas al trabajo demoledor de las creencias religiosas del pueblo que ha de educarse, y éste, aferrado á las referidas creencias, que tienen para él el prestigio de la tradición y de la costumbre, resiste la obra civilizadora por el pronto, en tanto que poco á poco se convence de sus legítimas ventajas.
3° Los exploradores.- Pueden considerarse como las avanzadas de la civilización, y, sin negar su efectiva influencia, debe considerarse realmente su trabajo como un reconocimiento que establece los jalones en que han de apoyarse ulteriores empresas. El conocimiento del país y el de los pobladores, las ideas respecto á sus costumbres, aunque sean incompletas, indican el camino que debe seguirse después para conseguir de un modo permanente fines civilizadores.
La acción comercial.- Se ejerce con un objeto preciso, y por tanto tiene un efecto limitado; se extiende generalmente sólo á las comarcas del litoral ó á las más próximas; pues el comercio con el interior, en una u otra forma, se hace por los naturales, y por tanto no es vehículo suficiente de las ideas. La cultura, que podría producir la presencia de objetos nuevos indispensables para la satisfacción de nuevas necesidades, no se realiza, porque el comercio, como es natural, sólo lleva aquellos que se cotizan en el mercado.
Ante esta ligera revista de los diferentes medios de establecer un íntimo contacto con el país, se comprende que todos los medios de conseguirlo han de ser lentos, si se pretende que sean eficaces, porque la transformación de las ideas se hace muy paulatinamente, como se demuestra en la historia, si examinamos de un modo detenido su laboriosa elaboración y la resistencia que la humanidad ha tenido siempre á abandonar las antiguas, hasta nos atreveríamos á decir que aun después de haberse convencido de su falsedad ó ineficacia.
También se deduce que el medio más directo de llegar al fin consiste en acometer directamente la empresa de modificar el modo de pensar de los naturales, dándoles á conocer la verdad con la educación y la instrucción, idea que ya indicamos en otro artículo, proponiéndonos en éste detallar algo más cuál es, en nuestra opinión, el carácter que debe tener esta educación y esta instrucción.
En primer lugar, el trabajo, sin dejar de ser instructivo debe de un modo primordial ser educativo, dando marcada preferencia á este segundo aspecto sobre el primero. Debe encaminarse especialmente al elemento joven de la población, porque en las inteligencias que se abren a la vida tienen menos raíces las preocupaciones y los prejuicios sobre asuntos determinados, siendo más fácil convencerles de la verdad y bondad de los medios que en la vida emplea el mundo civilizado.
El período de la educación de los naturales conviene subdividirle en dos partes: una primera, en que ocupen establecimientos especiales que les faciliten la primera cultura, pudiendo después algunos pasar á los centros de enseñanza de carácter general. La educación é instrucción del establecimiento primero debe ser rápida, y empleando en ella el método cíclico intensivo; de este modo, en cualquier momento que el alumno deje de asistir y regrese á su país, posee una serie de conocimientos útiles que constituyen siempre un conjunto, y que sucesivamente se van perfeccionando si permanece más tiempo. Dentro de este método será muy útil la enseñanza mutua.
En los referidos centros no conviene pretender que se facilite una enseñanza científica especulativa, sino realmente práctica y humana, apropiada á los usos de la vida de un pueblo que todavía tiene pocas necesidades y muy escasos medios de satisfacerlas. Si adquirida ésta algunos individuos demuestran aptitudes y aficiones á estudios más profundos, entonces será ocasión de que los emprendan; pero, naturalmente, resultará un número corto el de aquellos que extiendan su instrucción hasta tales límites.
Los centros educativos á que nos referimos deben establecerse en los puntos civilizados del litoral africano y en el litoral europeo, y procurarse facilitar aliciente que los haga agradables y aumente la demanda de ir á ellos, haciendo que permanezcan allí poco tiempo los africanos y se renueven continuamente, con el fin de que se produzca una corriente continua de ideas civilizadoras que penetren en el país por el vehículo de sus mismos naturales.
La educación é instrucción deben ser perfectamente armónicas, llevando á la par el desarrollo de la inteligencia y la educación física, enlazando continuamente los conocimientos fundamentales de orden científico y los ejercicios que desarrollen el cuerpo, teniendo en cuenta, para estos últimos, que conviene se encaminen á la adquisición de un oficio útil después, cuando regresen á su país, y que es asimismo conveniente que el ejercicio se desarrolle al aire libre cuando sea posible.
Estos principios, ciertos siempre y necesarios, lo son aún más en el caso que tratamos, en que, acostumbrado el alumno á una vida de libertad, le sería enteramente repulsivo todo conocimiento que se le tratara de enseñar, encerrándole y cohibiendo su voluntad de un modo exagerado, pues no debemos olvidar qué en el problema complejo de la educación é instrucción es indispensable contribuyan por igual al fin propuesto el maestro y el discípulo, pues de nada servirían los esfuerzos de aquél, si éste no se encuentra en condiciones de asimilarse las ideas que se le enseñan, ó le son repulsivas por la forma y circunstancias en que se le exponen.
En cualquier época en que, abandonando las escuelas, volviesen los naturales á su país, no debería considerarse cumplida la misión que nos habíamos impuesto, pues sería preciso ejercer todavía sobre ellos una especie de patronato, facilitándoles herramientas para el trabajo que hubieran aprendido, y aun algunos materiales, y conservando después las relaciones, que servirían para establecer y aumentar el enlace con el interior.
De esta corriente civilizadora, si se estableciese de un modo conveniente, nos atrevemos á esperar que habrían de alcanzarse resultados seguros, aunque siempre lentos, como naturalmente han de serlo todos los que tiendan á modificar el modo de ser de un país, que sólo se consigue con alguna estabilidad, modificando poco á poco el modo de pensar y el modo de sentir de su población.
MANUEL DE LUXÁN Y GARCÍA, Ingeniero militar

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