La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

7 de febrero de 2008

La primera huelga general de España

La Corona de Aragón, Barcelona, 4 de julio de 1855 (Archivo La Alcarria Obrera)

La huelga ha sido, desde siempre, uno de los recursos más habituales del proletariado militante; en España desde 1730 se han producido paros de los obreros industriales por motivos económicos o laborales. La huelga general va un paso más allá, pues rompe con la mentalidad gremial y corporativa, típica de las sociedades preindustriales, y presupone un nivel organizativo mucho más elevado; además, desde finales del siglo XIX es considerada como una de las más eficaces armas revolucionarias. Según parece, la primera huelga general de España se convocó en Barcelona en 1855. Reproducimos la noticia como la recogió el diario liberal barcelonés La Corona de Aragón en su edición del 4 de julio de 1855. La solución propuesta por el diario burgués era arrebatar a los obreros su capacidad negociadora, sometiendo la solución del conflicto al arbitrio de un jurado burgués, y apelar a la amenaza de la derecha reaccionaria para que renunciasen, o cuando menos rebajasen, sus justas pretensiones.

La zozobra, la inquietud, el malestar, la discordia y la desconfianza se han hospedado por fin en Barcelona, en la bella Barcelona.
En un día y a una hora dada han cesado los trabajos en todas las fábricas de Cataluña, y cien mil hombres se han lanzado a la calle pidiendo pan y trabajo y gritando asociación o muerte.
Al estado a que han llegado ya las cosas, antes de que una colisión venga a sembrar el luto y el dolor en las familias, ya no hay que volver la vista atrás, sino tomar la cuestión en el punto en que se halla, y con la leal protesta de los mejores y más sinceros deseos, decir lo que creemos oportuno para poner en práctica y para terminar esa situación triste y angustiosa, tanto más angustiosa y triste cuando los carlistas enarbolan decididamente su negra bandera y escogen por campo de batalla las llanuras y montañas del antiguo Principado.
¿Qué es lo que piden esas inmensas masas de trabajadores que pueblan nuestras calles, sin manifestarse hostiles sin embargo, sin insultar a nadie, debemos decirlo en su favor, sin propasarse a nada?
El derecho de asociación.
Piden también que se fijen de un modo estable las horas de trabajo y que se constituya un gran jurado de amos y obreros que arreglen buenamente las discordias que entre ellos se susciten.
Pues bien, que se forme ese jurado, nosotros también lo pedimos, también lo demandamos en nombre de la libertad, en nombre del orden, en nombre de las familias, en nombre de la pública tranquilidad, en nombre de Barcelona toda.
Que se forme ese jurado, sí, pero no de amos y de operarios solo, sino de doce o quince personas en que estén representadas las clases principales, de doce o quince personas cuyos nombres solos sean una garantía para todos los buenos, para todos los liberales, para todos los que, identificados con los principios santos proclamados por la gloriosa revolución de julio, deseen verdaderamente que la libertad, el orden y el progreso lleguen a establecerse por fin de una manera sólida en nuestro infortunado país.
Que se forme ese jurado, que se busquen para formarlo hombres de talento, de conocimientos, de acrisolado patriotismo, de principios reconocidos, de arraigo en el país, de influjo en el pueblo, de sentimientos puros, leales y nobles, y que se den a ese jurado amplias facultades por parte de los trabajadores lo mismo que por la de los amos, y que ese jurado, en fin, estudie, investigue, indague y obre en vista de los documentos y de las pruebas que se le sometan, según su leal saber y entender le dicten, interín las cortes, como debieran ya haberlo hecho, se ocupan de asunto tan importante y tan vital.
Este es nuestro parecer que francamente emitimos, que sinceramente proponemos, sin segundas miras, sin doble intención, sin más intención ni miras que las de contribuir a la felicidad y al bienestar de los jornaleros hermanos nuestros.
Nos atrevemos a pedir al Excmo. Señor capitán general, al Excmo. Señor gobernador civil, a la Diputación, al Ayuntamiento, a los trabajadores todos que adopten nuestro proyecto, si lo creen oportuno, como un medio honroso de transacción. Nos atrevemos a pedir a la prensa barcelonesa, nuestra hermana, que apoye nuestro proyecto, si lo juzga útil, y le añada lo que su ilustración sabrá encontrar y nuestra ignorancia no nos ha dejado ver.
Es preciso que esta situación triste y lamentable concluya, es preciso que se calme esa crisis industrial, es preciso que los ánimos se tranquilicen y sosieguen, a fin de que juntos, unidos y compactos podamos acudir contra nuestro enemigo común que es el carlista, que es el absolutista, que es el reaccionario, que es, en fin, todo el que es enemigo de la libertad.
Nosotros proponemos el medio, cumpliendo con nuestra misión de honrados y leales periodistas.
Proponga cada cual el suyo y que el pueblo y las autoridades adopten el mejor, pero que se adopte un pronto, pronto, pronto, antes que aprovechando esos momentos para ellos propicios, se aventuren a dar un golpe de mano nuestros enemigos tan incansables como vigilantes, antes de que un tiro disparado al acaso promueva una colisión, antes de que venga la guerra intestina, la guerra civil, y con la guerra civil la miseria, la desolación, el luto y la desdicha de la un día tan opulenta y hoy tan desgraciada Barcelona.

3 de febrero de 2008

Manuel González Hierro, un federal alcarreño

El Partido Republicano Federal tiene mala suerte; nadie parece interesado en recuperar la memoria histórica de una corriente política cuyos principios (democracia, república, federalismo, laicismo…) hoy muchos dicen compartir en España. A pesar de su innegable importancia en la historia española contemporánea, y a pesar de su indiscutible influencia en otras corrientes ideológicas, como el anarquismo, muy poco se escribe y difunde sobre sus ideas, sus hombres y mujeres y sus organizaciones. Reproducimos la nota necrológica de Manuel González Hierro, el más destacado republicano federal de toda la provincia de Guadalajara. Fue publicada el 5 de abril de 1896 en el semanario Flores y Abejas y, aunque anónima, sospechamos que fue escrita por Miguel Mayoral Medina, también médico, también republicano y también periodista vocacional, como Manuel González Hierro.

No unas cuantas cuartillas, un tomo entero era necesario para escribir una necrológica completa del honrado federal que un día y otro se sacrificó en aras de su partido y de su pueblo.
Plumas mejor tajadas que las nuestras, debieran venir en los momentos actuales a entonar armoniosos sonidos en loor del ilustre patricio, cuya muerte lloramos hoy todos los que tuvimos la dicha de contarnos entre sus paisanos y amigos del alma.
Porque eso y mucho más se merecía el hombre honrado, el filántropo médico, que abandonando las comodidades y placeres del mundo en que jiraba, ponía todas sus energías y desvelos al servicio de la humanidad doliente.
Don Manuel González Hierro nació en Guadalajara el 10 de junio de 1825, en la casa conocida antiguamente con el nombre de La Botillería, y que en la actualidad ocupa el comercio de don Francisco Justel, hijo.
Hizo sus primeros estudios con aprovechamiento en esta ciudad, pasando después a la Corte, donde se matriculó en la facultad de Medicina.
Desde un principio, nuestro biografiado demostró sus excepcionales aptitudes para el ejercicio de tan honrosa profesión, obteniendo al segundo año una plaza de practicante en el Hospital de San Carlos, la cual desempeñó con verdadero cariño y con cuyos emolumentos logró abreviar la pesada carga que sobre sus ancianos padres pesaba.
Por aquel entonces su entusiasmo por las ideas liberales se manifestó tan decidido, que bien pronto se hizo notar entre los hombres que dirigían los partidos más radicales.
El malogrado leader de la democracia en España D. José María Orense, a quien fue presentado el joven estudiante, descubrió en él desde luego un corazón noble y capaz de todos los sacrificios, siendo tal la confianza que le inspiró que, no sólo le dispensaba una verdadera amistad y cariño, sino que también le hizo partícipe en las más arriesgadas empresas, que más tarde habían de dar como resultado el advenimiento de la República.
Entre sus compañeros de San Carlos gozaba de grandes simpatías, que supo aprovechar para hacer propaganda entre ellos de sus ideas democráticas, consiguiendo que con él tomaran parte muchos en el movimiento republicano que contra la reacción -acaudillada por el célebre Narváez- preparó el viejo demócrata Orense en el año 1848, y cuyo fracaso costó la vida a buen número de patriotas.
Desde la citada fecha, en que empieza el bautismo de sangre en la política de nuestro querido paisano, siempre militó en los partidos más avanzados, prestando su concurso con la decisión y empuje –de que hay raros ejemplos- a cuantos trabajos de propaganda y hechos de fuerza se han sucedido en nuestra Patria.
Al estallar la revolución de Septiembre, González formó parte de la Junta Revolucionaria y en ella se distinguió por su nobleza de sentimientos, pues si como revolucionario estaba siempre al lado de los que condenaban el antiguo régimen, no fueron pocas las batallas que libró porque honrados funcionarios no se vieran privados del pan para sus hijos, siempre que sus servicios y condiciones morales –a las que rendía ferviente culto- abonaran su permanencia en los cargos que desempeñaban.
A la formación del gran partido republicano contribuyó con verdadero afán; a la propaganda de los principios democráticos en toda la provincia, con la fe y el ardor del hombre verdaderamente convencido, manteniendo vivo –con su indiscutible prestigio- el entusiasmo en las luchas pacíficas en que los suyos peleaban.
Proclamada la República, por renuncia al trono de don Amadeo, fue elegido Diputado en las Constituyentes de 1873, por el distrito de esta capital, manteniendo íntima amistad y mereciendo las mayores distinciones por parte del eminente repúblico Sr. Pi y Margall, con el que siempre estuvo identificado en ideas y procedimientos, para defender con tesón el dogma federal, cuya bandera con tanto patriotismo ha enarbolado hasta su muerte.
Con posterioridad desempeñó el cargo de Diputado provincial y la parca le ha sorprendido perteneciendo al Concejo de esta población.
En ambas Corporaciones contribuyó grandemente con sus buenos consejos e iniciativas, a la realización de cuantas empresas pudieran resultar beneficiosas para la provincia y el pueblo que le vio nacer.
Si como político fue un modelo de consecuencia, como médico ejerció su profesión con gran celo y desinterés, acudiendo al desvalido con sus servicios profesionales, y practicando actos de verdadera filantropía, pues eran muchos los que recibían de él auxilios pecuniarios para atender a sus necesidades.
Por haberse presentado voluntariamente a asistir a los coléricos en el pueblo de Loranca, donde tan terrible plaga hacía verdaderos estragos, fue condecorado con la cruz de Isabel la Católica, y por haber practicado iguales servicios con motivo de la enfermedad variolosa de Molina, le fue otorgada también la placa de Carlos III.
Ambas cruces fueron renunciadas por él, que se consideró, como siempre, altamente recompensado con la satisfacción de haber ejercido el bien en beneficio de la humanidad doliente.
También dedicó a la prensa sus iniciativas, dirigiendo el periódico local La Voz de la Alcarria, en el cual defendió con valentía la idea federal, a la par que los intereses morales y materiales de la provincia. Nuestra humilde revista en más de una ocasión vióse honrada con sus notables trabajos, sirviéndonos sus desinteresados consejos de guía en muchos momentos.
Tales son a grandes rasgos, los datos biográficos que hemos podido recoger acerca de la vida del ilustre hijo de Guadalajara, que dedicó su existencia toda al bienestar de sus semejantes. Hombres como D. Manuel González Hierro son dignos siempre del aprecio de sus conciudadanos, y merecen eterna memoria por sus virtudes cívicas, acrisolada honradez y desinteresado proceder en política, cualidades todas de que ya van quedando rarísimos ejemplares.

1 de febrero de 2008

Durruti habla ante el micrófono

Entierro de Durruti, La Vanguardia, Barcelona, 24 de noviembre de 1936 (Archivo La Alcarria Obrera)

La trágica muerte de Buenaventura Durruti sirvió para forjar un mito, allí donde siempre hubo un anarquista consciente, coherente y combatiente. Después de su fallecimiento, crecieron hasta la nausea sus pretendidos albaceas testamentarios, aquellos que decían interpretar mejor que nadie sus palabras y que se adueñaban hasta de sus gestos. Comunistas que siempre le atacaron, y que le utilizaron como ariete contra la CNT que decían estaba a punto de abandonar, pescadores en el río revuelto de la Revolución que se proclamaban sus Amigos y utilizaban su figura para erigirse en portavoces de la nada y censores de todo... Por eso, nada mejor que transcribir su testimonio y dejar hablar al compañero. Estas fueron sus palabras en una alocución radiofónica en la noche del 4 de noviembre de 1936, cuando Madrid parecía estar a punto de caer, arrastrando en su caída a la República, y la CNT estaba a punto de entrar en un gobierno que parecía ser el último.

Trabajadores de Cataluña: me dirijo al pueblo catalán, a ese pueblo generoso que hace cuatro meses logró deshacer la barrera de los militarotes que querían someterle bajo su bota. Os traigo un saludo de los hermanos y compañeros que luchan en el frente de Aragón, a unos kilómetros de Zaragoza, y que están viendo las torres de la Pilarica.
A pesar de la amenaza que se cierne sobre Madrid, hay que tener presente que hay un pueblo en pie, y por nada del mundo se le hará retroceder.
Resistiremos en el Frente de Aragón ante las hordas fascistas aragonesas y nos dirigimos a los hermanos de Madrid para decirles que resistan, pues los milicianos de Cataluña sabrán cumplir con su deber, como cuando se lanzaron a las calles de Barcelona para aplastar al fascismo.
No han de olvidar las organizaciones obreras cual debe ser el deber imperioso en los momentos presentes.
En el frente, como en las trincheras, hay un pensamiento, sólo un objetivo. Se mira fijo, se mira adelante con el solo propósito de aplastar al fascismo.
Pedimos al pueblo de Cataluña que se terminen las intrigas, las luchas intestinas; que os pongáis a la altura de las circunstancias; dejad las rencillas y la política y pensad en la guerra. El pueblo de Cataluña tiene el deber de corresponder a los esfuerzos de los que luchan en el frente. No tendrá más remedio que movilizarse todo el mundo; y que no crean que se han de movilizar siempre los mismos. Si los trabajadores de Cataluña han de asumir la responsabilidad de estar en el frente, ha llegado el momento de exigir al pueblo catalán el sacrificio también de los que viven en las ciudades. Es necesaria una movilización efectiva de todos los trabajadores de la retaguardia, porque los que ya estamos en el frente queremos saber con qué hombres contamos detrás de nosotros.
Y que no piense nadie ahora en aumentos de salarios y en reducciones de horas de trabajo.
El deber de todos los trabajadores, especialmente los de la CNT, es el de sacrificarse, el de trabajar lo que haga falta.
Me dirijo a las organizaciones y les pido que se dejen de rencillas y de zancadillas. Los del frente pedimos sinceridad, sobre todo a la CNT y FAI. Pedimos a los dirigentes que sean sinceros. No es suficiente con que nos envíen cartas al frente alentándonos y con que nos envíen ropa, comida, cartuchos y fusiles. Es necesario también darse cuenta de las circunstancias, prever el avenir. Esta guerra tiene todos los agravantes de la guerra moderna y está costando mucho a Cataluña. Se tienen que dar cuenta los dirigentes de que si esta guerra se prolonga mucho, hay que empezar por organizar la economía de Cataluña, hay que establecer un Código en el orden económico.
Si es verdad que se lucha por algo superior, os lo demostrarán los milicianos, que se sonrojan cuando ven en la prensa esas suscripciones a favor suyo, cuando ven esos pasquines pidiendo socorro para ellos. Se sonrojan porque cuando vuelan los aviones fascistas les lanzan periódicos facciosos, en los que se leen suscripciones y consejos idénticos.
Si queréis atajar el peligro, se debe formar un bloque de granito.
Ha llegado el momento de invitar a las organizaciones sindicales y a los partidos políticos para que esto termine de una vez. En la retaguardia se ha de saber administrar. Los que estamos en el frente queremos detrás una responsabilidad y una garantía y exigimos que sean las organizaciones las que velen por nuestras mujeres y por nuestros hijos.
Si esa militarización decretada por la Generalidad es para meternos miedo y para imponernos una disciplina de hierro, se han equivocado, e invitamos a los que han confeccionado el Decreto a que vayan al frente a ver nuestra moral y nuestra disciplina y luego vendremos nosotros a comparar aquella con la moral y la disciplina de la retaguardia.
Estad tranquilos. En el frente no hay ningún caos, ninguna indisciplina. Todos somos responsables y conocemos el tesoro que nos habéis confiado. Dormid tranquilos. Pero nosotros hemos salido de Cataluña confiándoos la Economía. Responsabilizaos, disciplinaos. No provoquemos con nuestra incompetencia, después de esta guerra, otra guerra civil entre nosotros.
Si cada cual piensa en que su partido sea el más potente para imponer su política, está equivocado, porque frente a la tiranía fascista sólo debemos oponer una fuerza, sólo debe existir una organización, con una disciplina única.
Por nada del mundo aquellos tiranos fascistas pasarán por donde estamos. Esta es la consigna del frente. A ellos les decimos: “¡No pasaréis!” A vosotros: “¡No pasarán!”