La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

26 de mayo de 2008

Loor a D. Felipe Nieto

Hoja de servicios militares de Felipe Lozano (Archivo Militar de Segovia)

En la portada del número cinco de El Republicano, fechado en Guadalajara el día 6 de abril de 1902, se publicaba un artículo titulado “Loor a D. Felipe Nieto” en el que se rendía un sincero homenaje al promotor de la Escuela Laica arriacense en el ya lejano 1885. Aunque anónimo, el texto, muy seguramente, fue escrito por Fernando Lozano, el único albacea testamentario de Felipe Nieto Benito que aún vivía y auténtico promotor de ese centro educativo, junto con su director, Tomás de la Rica Calderón. En el artículo se pretendía salir al paso de las críticas y anatemas que desde los sectores conservadores y eclesiásticos se lanzaban contra este proyecto, que se materializó pocos meses después. De nada sirvió el alegato; a los niños de Guadalajara se les aconsejaba que al pasar por delante de la Escuela Laica hiciesen la señal de la cruz, como quien aleja de su camino al maligno.

En la primera mitad del pasado siglo, cuando arruinaban y empobrecían a España las terribles guerras religiosas, que nos han constituido en un vergonzoso lunar del mundo civilizado, vino a Guadalajara, deportada de El Burgo de Osma por carlista, la familia de los Nietos.
Uno de sus miembros, D. Felipe, adoptando después la honrosa carrera de las armas, visitó países más cultos que su mojigata cuna, y al ver la luz, comprendió la obscuridad en que él y su familia habían vivido; y como si quisiera redimirla del pecado original de ignorancia en que naciera, dejó la modesta fortuna, acumulada en largos años de economía y privaciones, para la fundación de una escuela modelada en las de esos países cultos.
Designó como ejecutores de su última voluntad a los Sres. Chíes, Pi y Margall y Lozano, identificados en ideas político-sociales con él; pues tal es la evolución del espíritu en los que no le tienen atrofiado por la intolerancia, que el ayer carlista, llega al civilizarse a los campos de la federación y del racionalismo.
Si el legado hubiera caído en manos de alguna orden religiosa, o habría emigrado al extranjero o se habría cancelado con una misa grande que valiera por toda la herencia. Nadie habría vuelto a tener noticias de él.
Los malos, aquellos a quienes los no del todo buenos apellidan de incrédulos, irreligiosos, ateos y otras palabrotas del vocabulario imbécil, han procedido de una manera más generosa, racional y humana.
Enterados de que el difunto D. Felipe Nieto dejaba una hermana en precaria situación, acordaron dedicar a ella todas las rentas del capital. Muerta ella, y también (y desgraciadamente para esta patria degradada por la mojigatería), los Sres. Chíes y Pi, D. Fernando Lozano, único testamentario superviviente va a cumplir la última voluntad del Sr. Nieto.
Parecía lógico que éste hubiera dejado su fortuna al pueblo que le viera nacer, y sin embargo, fijó su mirada en la que había sido su patria adoptiva, Guadalajara, donde los veteranos recordarán haber jugado con él en su infancia.
Pues bien; este rasgo de generosidad digno de encomio, y no imitado por acaudalados hijos de la capital alcarreña, encuentra todavía espíritus anémicos que lo critican y rebajan, apelando al “coco” de los chiquitines, a las horripilantes llamaradas del Purgatorio, muy propias para amilanar la pusilanimidad del niño o la ignorancia de la dama, pero ridículas tratándose de hombres serios y de carrera.
¿No pudieron los superficiales Geroncios dedicar su actividad a mejores empresas? ¿Por qué no imitar al señor Nieto dejando su patrimonio a fundaciones docentes, ya que tanta falta nos hacen, para no figurar, como figuramos, a la cabeza de la incultura grecolatina y germánica?
En nuestro periódico no encontrarán protestas contra nada que de beneficioso se haga en esta desamparada capital. Precisamente recordábamos en el último número las promesas incumplidas del Sr. Conde de Romanones respecto al Instituto, y nuestros elogios merecen las iniciativas de la Condesa de la Vega del Pozo, que tantas necesidades atenúa.
Convencidos estamos de que la educación teocrática ha sido la causa de nuestra ruina. Mientras Felipe II hacía rogativas por el triunfo de su Armada invencible, cuatro medianos barcos herejes la echaban a pique. Mientras llenábamos de bendiciones y escapularios a nuestros buques y a nuestros soldados, 20.000 yankis reclutados en la escoria de los Estados Unidos, sin nociones de arte militar, nos despojaban de todas nuestras colonias, hacían trizas a nuestra escuadra, obligaban a reembarcarse a 200.000 aguerridos soldados españoles, y nos exponían a las befas del mundo culto, como un pueblo sumido en la degradación y la estupidez, digno del reparto, como en tiempos de Carlos II el Hechizado; tiempos, cual los actuales, de fanatismo.
Pero así y todo, las fundaciones benéficas y docentes siempre merecerán nuestros plácemes.
Los enemigos de la cultura nacional, los que llevan quince siglos monopolizando el gobierno y la instrucción para conservar hoy al 66 por 100 de la población española en la más crasa ignorancia y superstición, en el analfabetismo, sienten horror hacia todo lo que sea crear escuelas que nos saquen de esa estupidez y rutina.
Su lema es el de “embrutece y vencerás”; y cuando ven aparecer una luz en el horizonte, se alarman de que pueda iluminar la mente de los ciegos y tratan de soliviantar a los ignorantes con las frases gruesas de ¡escuela sin Dios!¡escuela laica!¡el coco que nos amaga!
Todo eso está muy bien en su punto entre sacristanes y frailes, que viven de la profesión; pero ¿no es ridículo y revelador de supina ignorancia, puesto en boca de hombres civiles y de carrera?
Si han estudiado en una facultad, en ella no habrán saludado la religión. ¿Es la Universidad una escuela laica, hereje, sin Dios? Entonces, ¿por qué han concurrido a ella?
En las Escuelas de Ingenieros civiles, en las Academias militares, en las Escuelas industriales, de Comercio, etcétera, no se enseña religión, ni hay cura. ¿Son también centros ateos, heréticos? Pues han sido los que más han contribuido a levantar el nivel intelectual de España. ¿Deberemos suprimirlos por laicos?
Cuando vemos disertar, o mejor, desbarrar, sobre laicismo a los que no tienen de él la más superficial noción, viene a nuestras mientes la turbamulta de los que, sin haber saludado la Historia Natural, se propasan, apoyados en la máxima de que la ignorancia es atrevida, a discutir con chirigotas el darwinismo, fruto de una inteligencia poderosísima y de una labor intensa, que ha hecho progresar a esa ciencia de un modo increíble.
No; la escuela laica no es atea ni irreligiosa, es simplemente neutra, como lo son las Academias civiles y militares, como lo son las Universidades, y como lo eran los Institutos en tiempos de Cánovas y los conservadores, hasta que nos cayó la plaga de los Groizard, Morets y Sagastas, que en ellos introdujeron la clase de religión, para con ella y la pérdida de las colonias y de la honra nacional, hacerse inmortales.
En la escuela neutra no se enseña nada irreligioso, ni se molesta a nadie por sus creencias, ni se comete el bárbaro atropello de seducir y apartar a los hijos del cariño y la dirección religiosa de los padres, siempre sacratísimos; ni se enseña otra doctrina que el amor a estos, al trabajo, a la moral más pura, a la ciencia, al arte y el respeto y consideración a los demás seres racionales.
En la escuela en proyecto, los niños aprenderán a ser hombres, a estudiar en el taller y en el campo la naturaleza y la vida, a la vez que en las clases los universales conocimientos indispensables para abrirse paso en el camino de la ciencia.
Aquellos jardines donde un día se regaron los arriates con Champagne, y donde se reprodujeron las orgías de Baltasar sin una protesta, y tal vez con la cooperación de los moralistas y aspavienteros de hoy, se purificarán en adelante, oyendo himnos a la ciencia, al trabajo y a la virtud, cantados por la inocente juventud. Allí ésta aprenderá el manejo de las herramientas del taller, del cultivo del campo, del respeto al arte, del amor a sus semejantes; allí oirá esa juventud y los arriacenses amantes de la cultura, la reputada palabra de más de cuatro eminencias españolas; y cuando otra ventaja no tuviera, tendrá la no pequeña de estimular al municipio y a los maestros privados, con una saludable emulación, fundamento firmísimo, en todos los órdenes de la vida, de grandes adelantos y nobles acciones.
Ánimo, pues, pusilánimes criticadores; a crear otra escuela análoga, y pasado un año compararemos los frutos intelectuales, y sobre todo morales, de una y otra. ¿No es más noble enseñar con el ejemplo que el apelar a argumentos insustanciales, arrugados y sin jugo, como las aceitunas que de un año para otro quedan en el árbol?

25 de mayo de 2008

La Obra nacional-corporativa

Tarjeta postal de la Editorial Requeté, Burgos, 1938 (Archivo La Alcarria Obrera)

Durante la Guerra Civil, la delegación de Gremios y Corporaciones dependiente de la Junta Nacional Carlista de Guerra, elaboró un proyecto de organización sindical para esa nueva España que se imponía con violencia al ritmo del avance de las tropas del general Francisco Franco. Aunque se afirmaba, con cinismo, que esta Obra nacional-corporativa era el signo supremo de la reconciliación nacional, lo cierto es que rompía con la estrategia y la táctica de los sindicatos obreros y con la propia tradición social carlista, representada por los Sindicatos Libres. Con retales del catolicismo social, del fascismo y del corporativismo primorriverista se confeccionó esta Obra que se presentó como una fórmula de Civilización definitiva pero que nunca se llegó a aplicar; los falangistas y su Central Nacional Sindicalista (CNS) se convirtieron en la columna vertebral de la política social del régimen.

I. Espiritualidad
Ante todo afirmamos la necesidad de una fuerte espiritualidad, sin la cual, ni la vida tiene sentido, ni los mismos problemas económicos y sociales, solución. Mantenemos el principio de volver, en las jerarquías y en las relaciones sociales, al imperio de los valores morales eternos: el honor, el deber, la disciplina, el control de una conciencia recta, sobre todos los actos. El materialismo engendra la esclavitud y la tiranía, porque los medios económicos están siempre en pocas manos y cuando todo gira en torno a su posesión, no hay unión ni solidaridad posibles; no hay más que egoísmo y ambición en los que poseen y desesperación y odio en los desposeídos. Los bienes espirituales, -la inteligencia, el valor, la virtud- distribuidos por Dios sin consideración a las categorías económicas y sociales, cuando influyen decididamente, en la vida y jerarquías de los pueblos corrigen las injusticias de aquella y restablecen la armonía en la justicia. Por eso, frente al materialismo liberal o marxista, nuestro movimiento, es ante todo espiritualidad, condenación implacable del egoísmo y del odio, sentimientos únicos de aquel; exaltación, no de una clase, ni de unos intereses, sino del espíritu y sus valores, que son patrimonio de todos. Y nuestra espiritualidad, no tendrá base ni consistencia, si no fuera religiosa. Por eso se fundamenta en la Fe católica, que de una u otra forma se encuentra firmemente arraigada en todas las almas españolas.
II. Nacionalismo
Además de la de hijos de Dios, una condición nos une a todos, pobres y ricos, altos y bajos: la de ser españoles. El orgullo de serlo, ha de llenar nuestra vida. A la gloria de España, han de supeditarse todos los intereses temporales. A España han de servirla todos: los capitalistas, los patronos, los técnicos, los obreros. Toda la producción, todas las actividades económicas y todos los esfuerzos, han de montar en adelante, un servicio nacional permanente, con estas consignas: nuestros productos los mejores; nuestro trabajo el mejor y el de mayor rendimiento; nuestros técnicos los primeros; nuestras tareas, hasta las más humildes, llenas de ilusión nacional de inspiración y de arte. Toda la vida española en la paz habrá de ser una creación constante. Todos para España. Pero también, España para todos dentro de un orden riguroso: sus campos, sus fábricas, sus productos, su cultura, sus tesoros. Ni paro, ni miserias ni abandonos. Nadie que cumpla sus obligaciones para con España deberá carecer en España de lo necesario para la vida. El Estado nuevo, tradicionalista, toma la responsabilidad de hacer efectivos estos postulados.
III. Política
Todos los movimientos sociales y económicos, están condenados al fracaso si no van incorporados a una concepción política completa. El Resurgimiento, o lo es en todas las actividades o no es Resurgimiento. Cuando un pueblo se levanta, se levanta todo él, todos sus componentes, las artes, las ciencias, el comercio, el trabajo, la industria, las milicias .-Cuando un pueblo se hunde políticamente, todas sus actividades padecen. El apoliticismo sindical y económico es una estupidez agotada en su concepción. Los trabajadores y productores no pueden seguir ajenos a la dirección general del pueblo constituido por ellos mismos; no pueden seguir construyendo para que unos políticos pestilentes destruyen su obra. El apoliticismo, cuando el ser político era estar con uno u otro partido, podía tener una dignidad y un sentido nacional. Cuando este sentido nacional se impone en la gobernación y dirección del país, el desentenderse de la labor política tiene todo el aspecto de una deserción cobarde y egoísta. En la concepción tradicionalista, esto es, netamente española, los partidos desaparecen y el Estado se funda sobre las fuerzas vitales organizadas. Todas sin excepción deben ponerse en pié; el trabajo, la producción, la cultura, etc. El tradicionalismo reivindica y garantiza sus derechos frente a la ruin política con todo el vigor de sus requetés que están para eso; para rehacer una España nueva, orgánica, fecunda, jerárquica, imperial y sincera, sin máscaras partidistas. Ser tradicionalista no es meterse en un bando más, es trabajar sinceramente cada uno en su puesto y servir desde él a España. La Obra nacional-corporativa es una de las magnas concepciones del Resurgimiento español tradicionalista.
IV. Trabajo
Con los trabajadores se han cometido y se pueden seguir cometiendo las más inicuas explotaciones si se persiste en el error de seguirles considerando como elementos de una clase inferior y horizontal: el proletariado. Todos los vividores políticos parlamentarios de izquierda o de derecha, se han envilecido, halagándole porque era numeroso; por egoísmo y por miedo. Pero nadie ha pensado en remediar de raíz su condición desesperada de parias. Porque nadie, más que la concepción orgánica tradicionalista, podía hacerlo. Se pedían para ellos mayores jornales, pero sin sacarles jamás de su condición de proletarios; se les proporcionaba ventajas y viviendas, pero de proletarios; derechos, pero de proletarios. Y al llegar a la meta de sus reivindicaciones, al marxismo integral, se encontraban con esta condición desesperada de proletarios extendida a todos. Todos proletarios, bajo un amo único; el Estado. Este era el final. -Nosotros decimos, que el proletariado, esa masa inmensa sin propiedad, sin hogar, sin amigo, sin taller, sin trabajo constante, sin oficio fijo, abandonada a la contratación de un jornal eventual, es un producto de la destrucción liberal de las propiedades comunales, de los cuadros gremiales, de las organizaciones corporativas, de toda la idea orgánica cristiana; que mientras se acepte como un hecho normal la existencia de esta clase proletaria, es fatal la agrupación sindical de la misma con un sentido de odio y de revancha; que la única solución radical es la organización de! proletariado en las organizaciones restauradas del Trabajo. La Obra Nacional-Corporativa, no seguirá considerando la existencia del proletariado, sino una anormalidad peligrosa, cuya desaparición, por su reincorporación a las distintas actividades y oficios de todos sus componentes, será la primera tarea de la sociedad nueva.
V. Táctica sindical
Sindicarse los trabajadores, incluso los de varios oficios, para luchar contra el capital y los patronos, para pedir más jornal y trabajar menos, es una táctica agotada que no da más de sí. Sea cualquiera la fórmula con que se produzca, está llamada a fracasar. En este camino, característicamente marxista, todo está ensayado y desacreditado.
Los sindicatos de obreros incorporados a la Obra nacional-corporativa, tendrán como fines y consignas esenciales:
a) No abandonar a los trabajadores aislados, a la contratación libre y sin defensa de su trabajo, y, establecer y vigilar en cada industria u oficio las condiciones en que ha de prestarse teniendo en cuenta las exigencias de la vida, las posibilidades de la producción y el rendimiento y calidad del trabajo.
b) Crear o contratar, los seguros necesarios para evitar el paro y remediar los accidentes de inutilidad o muerte.
e) Convertir a los trabajadores en productores; esta trasformación característica de nuestro movimiento, porque es la que incorpora a los sindicatos el carácter gremial esencial al mismo, se ha de conseguir: con la contratación colectiva del trabajo o labor de cada gremio u oficio en cada obra o industria; con la responsabilidad del sindicato o gremio en su ejecución, facilitando a éstos los capitales necesarios para el desarrollo de sus iniciativas debidamente controladas; creando en el seno de las organizaciones, una jerarquía del trabajo, que haga efectiva la labor y la responsabilidad; fundando el crédito de cada organización en e! rendimiento y calidad de su trabajo; capacitando a los trabajadores organizados para ascender al papel directivo de las empresas; facilitando la colocación de los productos del gremio o sindicato y protegiendo sus especialidades; restableciendo la propiedad colectiva de estos muebles e inmuebles, de instrumentos e industrias, y la libre disposición de los mismos a los fines sociales.
d) Suprimir en la medida de lo posible, los intermediarios entre el trabajo y la producción o empresa, y, consiguientemente, los contratantes globales, reduciendo esta misión a los sindicatos o gremios y dando vida y estímulo, según queda dicho, a los contratos colectivos de trabajo divididos por oficios y profesiones y suscritos por aquéllos como primer paso y postulado esencial del nuevo orden de cosas.
e) Regular las condiciones del trabajo según las circunstancias y posibilidades de cada región, comarca o localidad y resolver todos los problemas de la asistencia social dentro de éstos y de cada actividad industrial o comercial a ser posible.
f) Implantar la participación del trabajo en los beneficios de la empresa, pero a base de las organizaciones y aplicable con preferencia a mejoras colectivas y fines profesionales que la hagan eficaz y verdaderamente útil.
g) Reorganizar los oficios, artes y profesiones estableciendo formalmente su enseñanza y aprendizaje, restableciendo sus jerarquías y condicionando y garantizando su ejercicio, de tal modo, que se eleve el nivel medio de su calidad y rendimiento y se consiga que nadie que carezca de preparación y condiciones ejerza un oficio y nadie de los que lo ejerzan deje de tener asegurada siempre su colocación por el sindicato o gremio:
h) Acabar con el aislamiento entre patronos o empleados y obreros, restablecer el trato y conocimiento entre éstos y los demás elementos integrantes de la producción y restaurar en fin, la conciencia de la solidaridad de todos ellos en las tareas y la responsabilidad de la producción.
VI. La consideración de la vida humana en la economía
En la concepción materialista liberal, la preocupación predominante ha sido la producción y el beneficio. A producir mucho y a ganar mucho, se ha sacrificado todo. El esfuerzo y la vida humana, pasaron a la condición de mercancías y la respuesta a esto, ha sido la revolución de las masas. Para nosotros, la producción y la economía nacional, tienen como misiones primarias mantener y subvenir a la vida de lo nacionales, garantizando a la misma condiciones mínimas de bienestar y satisfacción que al interés nacional importan sean las más elevadas posibles, dejando al juego de las diferentes actitudes naturales y a los insustituibles estímulos del interés privado, las mejoras de las mismas y la creación de las categorías económicas necesarias que así lo serían del trabajo de la virtud y de los valores morales básicos.
En consonancia con este principio, y dentro del sistema general económico y social que propugnamos la Obra nacional corporativa, establecerá como reivindicaciones esenciales a las que se habrá de ajustar toda contratación sobre trabajo, las siguientes:
a) El jornal normal vital, suficiente para cubrir las necesidades de un nivel mínimo de vida, establecido para cada región, comarca o localidad por los organismos corporativos de la misma, en vista de sus condiciones y de las posibilidades de su economía;
b) El salario familiar que modificará el anterior y cuyo establecimiento es de interés público básico, porque constituye la garantía económica de la permanencia, crecimiento y poderío nacionales, imposible de establecer eficazmente y con generosidad, como tantas otras mejoras sin organización corporativa completa;
c) Seguros de accidentes, muerte y paro, que deberán ser atendidos y resueltos por la propia organización corporativa de cada localidad o región, y, en caso necesario, por la nacional, procurando evitar la interposición de las Compañías de Seguros, teniendo en cuenta que cada actividad nacional debe mantener a los comprendidos en ella. Las organizaciones corporativas, constituirán necesidades de cualquier paro eventual y transitorio; responderán siempre a sus obreros de una parte mínima de su jornal, para este caso de paro; y tendrán derecho a exigirles por el mismo una cantidad también mínima de trabajo en obras de interés para la colectividad, la región, la localidad, la industria o la nación, de tal modo, que el jornal no falte nunca, que no se dé en balde y que este deber de seguridad y asistencia se traduzca siempre en obras útiles a la comunidad de que forma parte.
VII. Movilización del Trabajo
Para lograr hoy la reconstrucción nacional en todos los órdenes y para conseguir mañana la realización de las obras y empresas colectivas en las que se cifre el espíritu y la capacidad nacional de los pueblos, procede movilizar por el Estado o con su aprobación, aquellos trabajadores sin ocupación y .las máquinas o utensilios de las empresas o patronos sin empleo, dando a unos y a otros lo indispensable para el mantenimiento de aquéllos y el entretenimiento y amortización de las máquinas y útiles de trabajo. Con el jornal de mantenimiento se tendrán siempre en cuenta las necesidades familiares del obrero. Si éste pertenece a un sindicato o gremio y percibe del mismo los auxilios a que se refiere el número anterior, la movilización, no le dará derecho a otras percepciones y si éstos se entregan por el Estado o la entidad pública que movilice quedarán en beneficio de la organización.
VIII. Limitación y reorganización de los oficios y profesiones
El principio ya enunciado, de que todos los que poseen un oficio o profesión tengan asegurado su trabajo y colocación en la actividad correspondiente, supone el de que los oficios y profesiones no se ejerzan sino por aquellos a quienes prepare y autorice con el título correspondiente la organización gremial o corporativa a que el mismo pertenezca en cada localidad, comarca o región. Esto equivale a la reorganización de los oficios, artes y profesiones que se ha señalado como una de las finalidades de nuestra táctica sindical. El perfeccionamiento y eficacia del trabajo, estriba principalmente en esta reglamentación, que creará la verdadera solidaridad entre los trabajadores e irá reduciendo el tipo de jornalero anónimo sin oficio abandonado a una contratación eventual de su esfuerzo. La dignificación del trabajo y su elevación por la incorporación al mismo de una inspiración moral y artística, sólo así podrá conseguirse. Trabajar más y rendir más, es para nuestra espiritualidad, un imperativo de conciencia para España, una necesidad y el más grave y permanente de los servicios nacionales. El asegurar este trabajo en todos los aspectos y derechos del mismo, constituye la primera de las obligaciones de justicia. Los sindicatos y organizaciones de la Obra nacional-corporativa, consumarán la gran tarea de reorganizar y reivindicar los oficios, artes y profesiones de todo orden, con estadísticas y estudios sobre su situación, establecimiento regular y eficiente de sus enseñanzas en el seno de los mismos, con el auxilio del Estado, clasificación y restablecimiento de jerarquías, organización garantizada de las colocaciones en las empresas o centros de ramo y con cuantos medios indique su celo.
IX. Nuestra concepción corporativa en las ciudades
Para nosotros, las ciudades y concentraciones urbanas, no pueden seguir siendo lugares de lujo y miseria, de holganza y desamparo, de burocracia estéril y de hacinamientos anónimos. Reivindicamos los centros urbanos para los organismos superiores de la cultura y de la vida colectiva, para centralizar los resortes de dirección y mando y para restablecer en la paz las organizaciones de la producción y del trabajo. A la representación auténtica de estos organismos, vitales y fecundos, debe corresponder el gobierno y administración de la ciudad nueva, pletórica de fiebre creadora, todo lo genuinamente urbano, desde los nombres de las calles a los servicios municipales, deben volver en su mayor parte a las organizaciones del trabajo y de la producción, gremios, sindicatos y cooperativas, que constituyan su base sin perjuicio del lugar y el derecho de los valores espirituales nacionales e históricos que tienen en los centros de población su natural emplazamiento. Rechazamos la idea de la ciudad dividida en barrios pobres y ricos, burgueses y proletarios, de lujo y miseria. La hermandad nacional aconseja la proximidad y vecindad de los hogares, que permita el trato y el conocimiento. Nosotros no mantenemos la mejora de las viviendas obreras, con un carácter proletario, sino hasta donde permitan las posibilidades económicas del país. Las organizaciones sindicales y gremiales de la Obra nacional-corporativa resolverán estos problemas directamente, con el auxilio y apoyo de las administraciones municipales y del Estado y concluyendo de una vez con la especulación montada sobre este asunto por los intermediarios.
X. Contra las actividades de pura especulación
De todas las actividades económicas, la Obra nacional corporativa, tanto como protegerá las de producción en cualquiera de sus aspectos, tratará de ir eliminando las puramente especulativas y de mediación y de reducir las de cambio a sus límites indispensables, especialmente en aquellas cuestiones que como las de seguros obreros, casas baratas, etc., se refieren a necesidades de los trabajadores. En este sentido y a este fin, fomentaremos el cooperativismo y serán encomendadas a las organizaciones sindicales o gremiales y más adelante a las cooperaciones, todos los cuidados de este orden.
XI. Arbitrajes
Dentro de nuestras confecciones, eliminada la lucha social y las posibilidades de que se produzca, el arbitraje y sus órganos pierden la importancia decisiva que hasta hoy han tenido en la vida social y de la producción económica. Los Comités paritarios y Jurados mixtos dejan de ser instrumentos de esa lucha y se ven sustituidos por organismos cooperativos, no burocráticos, nacidos en el seno de las mismas organizaciones y encargados del impulso, regulación y mantenimiento de la actividad económica productora. Las leyes sociales y bases de trabajo, ya no son dictadas por un designio político y negativo, ajeno a la preocupación del trabajo y de la producción, sino que surgen de los organismos de ésta. Los casos de conflicto, cuando por excepción se produzcan, tienen una solución fácil y rápida en el seno de la misma organización corporativa, local o regional y en todo caso, hay la garantía suprema de la justicia impuesta por un estado plenamente nacional, cuyas bases orgánicas son las corporaciones o los organismos previos a las mismas.
XII. Seguridad en los derechos
Sin el mantenimiento inexorable de este principio, no hay vida económica ni social posible. Y este mantenimiento exige, que los derechos básicos, como los de propiedad y trabajo, no estén a merced de cambios políticos en el gobierno. Por ello, la estabilidad y firmeza del orden interno de los pueblos es incompatible con el régimen de partidos. La Obra nacional-corporativa, podrá imponer a los derechos cuantas limitaciones sean procedentes, pero se desarrolla sobre el reconocimiento pleno de los mismos y aspira a levantar sobre éste, todo el magnífico e insustituible estímulo de la iniciativa privada. Seguridad plena en el derecho a la propiedad, al jornal, al instrumento de trabajo, a los frutos del propio esfuerzo: he aquí, la primera necesidad del resurgimiento social y económico.
XIII. Regulación de la producción y de los precios
Los movimientos obreros, hasta hoy, han estado inspirados por resentimientos característicamente marxistas: el odio y la revancha de clase. Ningún otro que se sienta empujado en lo íntimo por iguales móviles y acepte igual planteamiento de oposición y lucha en la restauración de la vida social y económica, es compatible con el orden nuevo y el nuevo espíritu.
La Obra nacional-corporativa, restablecer, desde sus primeros pasos, la conciencia y el hábito de solidaridad en cuantos concurren a una actividad productora, como postulado esencial para el establecimiento de un régimen corporativo; incorporar a dichas, actividades un vivo sentimiento nacional y alumbrar en los trabajadores la ilusionada convicción de la posibilidad de su mejoramiento, de su redención como clase proletaria, de su ascensión posible a las categorías superiores de la producción y de su incorporación a las tareas que mantienen la vida de los pueblos.
XIV. Inspiración anti-marxista
El solo estímulo de producir más, como el acicate de ganar, no son bastantes para promover, mantener y desarrollar la vida económica. La amarga experiencia de los últimos años, ha demostrado que la abundancia excesiva de productos, puede aniquilar a la producción misma y que la venta de éstos, en libre concurrencia, puede hacerse imposible por la desvalorización de los mismos. El nuevo orden encarnado por la Obra nacional-corporativa, atribuye a las organizaciones de este orden, en las que están agrupados todos los interesados en cada producción bajo postulados de interés nacional y público, la regulación de la producción y de los precios, para lo cual organizarán ferias y mercados reguladores, sin perjuicio de la vigilancia e intervención del Estado para el caso de conflicto entre las decisiones de este orden y el interés general, que quedará siempre garantizado. Ni una industria o explotación más de lo que permita la capacidad de la localidad, la región o el país; ni una sola cuya normal desenvolvimiento no esté garantizado en las condiciones generales del mismo; ni productos desvalorizados ni inasequibles; ni producciones.
XV. La Obra Nacional-Corporativa ha de ser necesariamente única
Cuando la Corporación y la idea orgánica, que partiendo de las actividades vitales de los pueblos que ella supone, viene a restablecer la unidad interna deshecha por los partidos, hacer de las organizaciones corporativas cuestión de bandos, envenenarlas con el espíritu partidista convirtiéndolas en modo de ensanchar particulares tendencias, sería el más monstruoso de los contrasentidos. La idea corporativa es por esencia, nacionalmente, una y única. Las Corporaciones no pueden ser varias y en lucha en cada actividad y ramo, sino aquellas que el Estado nacional, organizado sobre las mismas, reconozca y autorice. La creación oficial y legislativa, no es sin embargo suficiente; se necesita que la preceda un movimiento popular que forme esta nueva conciencia de unión y solidaridad entre las masas y esto es la finalidad esencial de la Obra nacional-corporativa.
Por estas mismas consideraciones, la idea orgánica corporativa, no admite en la dirección y representación suprema del Estado, sucesión de bandos y tendencias, ni la improvisación de caudillajes, necesariamente transitorios y efímeros, sino la permanencia de una institución nacida del seno nacional y tradicional de los pueblos, la dignidad de la máxima responsabilidad y la garantía de la continuidad y conocimiento de este primer oficio de conducción; o sea, cuanto es y representa el principio monárquico. Pensar y .decir otra cosa es señal de no haberse librado de los prejuicios y de la miseria intelectual y moral de las concepciones marxistas, democráticas y parlamentarias.

21 de mayo de 2008

Sección de Socorros de la Federación de Empleados

Con la proclamación de la Segunda República, y los consiguientes cambios legislativos en materia de protección social, los funcionarios del Estado, y el conjunto de los empleados públicos, pusieron en marcha mayores asociaciones sindicales y nuevas iniciativas sociales, culminando un proceso de conciencia social que era irreversible desde la huelga general de 1917. En el año 1931 se constituyó la Federación Nacional de Obreros y Empleados Municipales, que pretendía "unir en un solo organismo nacional todas las Asociaciones de funcionarios municipales" que en ámbitos más reducidos se habían ido desarrollando. En su seno se constituyó una Sección de Socorros mutuos que demostraba con rotundidad que, cien años después de su nacimiento en España, estas sociedades aún seguían siendo necesarias para aliviar las míseras condiciones de vida y de trabajo que soportaban los trabajadores.

SECCION DE SOCORROS DE LA FEDERACIÓN NACIONAL DE OBREROS Y EMPLEADOS MUNICIPALES
CAPITULO PRIMERO
Artículo 1° Con el fin de auxiliar a las familias de los socios cuando éstos fallezcan, se crea la Sección de Socorros de la Federación Nacional de Obreros y Empleados Municipales.
Art. 2.º Constituirán esta sección todos los obreros y empleados municipales federados que lo soliciten, dentro de los seis primeros meses a partir de su ingreso en la Federación, siempre que no excedan de cincuenta y cinco años de edad.
CAPITULO SEGUNDO
De los socios
Art. 3.0 Serán socios fundadores los ingresados antes de 1° de enero de 1932, y de número, todos los que lo verifiquen posteriormente.
Art. 4.0 Los socios de número, esto es, los que ingresen con posterioridad a 1° de enero de 1932, abonarán una cuota de entrada, según la siguiente escala:
De 20 a 30 años de edad: 50 ptas.
De 30 a 40: 100
De 40 a 50: 150
De 50 a 55: 250
La cuota de entrada podrá satisfacerse de una sola vez o en varios plazos, no pudiendo exceder de doce mensualidades.
Si un socio falleciese sin haber abonado la totalidad de la cuota de entrada, se le deducirá del socorro que deba percibir el derecho-habiente la cantidad que reste por abonar de dicha cuota de entrada.
Art. 5° En los seis primeros meses de su ingreso en esta Sección, independientemente de la cuota anual con destino a la Federación, abonarán todos los socios mensualmente la cuota de cincuenta céntimos; abonando igualmente una peseta por una sola vez, todo asociado al obtener ascenso que suponga aumento de sueldo o jornal.
Los socios que ingresen después de cumplir cincuenta años de edad, pagarán, además, mensualmente, diez céntimos en concepto de cuota suplementaria.
Estas cuotas y las de entrada que establece el arto 4º quedarán siempre a beneficio del fondo de reserva de esta Sección, y en ningún caso podrá exigirse que sean devueltas o reintegradas, aunque pierda todos sus derechos o sea dado de baja por cualquier motivo, el interesado que las hubiere satisfecho.
Art.6.0 Todos los asociados abonarán al fallecimiento de un socio con plenitud de derechos, la cantidad de diez céntimos. Independientemente satisfarán diez céntimos mensualmente para gastos de administración.
Art. 7° Las cuotas correspondientes a los socios de esta Sección se harán efectivas por las Asociaciones o asociados, remitiéndolas directamente a la Secretaría de la Federación Nacional dentro de la primera quincena de cada mes, debiendo girar las cantidades sin deducción por giro cuyo pago será de cuenta de la Asociación respectiva o federado donde ésta no estuviese constituida.
Art.8.0 Si un empleado u obrero cesare en el desempeño de su cargo, bien por dimisión, cesantía, excedencia, jubilación o cualquier otra causa, conservará los derechos adquiridos siempre que continúe abonando sus cuotas.
Art. 9° Cuando un asociado obtenga aumento de sueldo o jornal deberá dar cuenta de él al Comité Central, pues, en otro caso, si transcurrieran dos meses sin verificarlo, perderá todos sus derechos de socio.
Art. 10º Si al fallecimiento de un asociado éste adeudase cantidad alguna a la Federación Nacional, le será descontada a la familia del socorro que deba percibir, ingresándose en el fondo de reserva.
CAPITULO III
De los socorros
Art. 11. La familia del asociado adquiere al fal1ecimiento de éste, siempre que tenga lugar después de transcurridos los seis primeros meses de socio, el derecho al socorro establecido por el presente Reglamento, en la siguiente forma:
Diez céntimos por cada uno de los asociados con plenitud de derechos en el momento de ocurrir el fallecimiento.
Art. 12. La cantidad importe del socorro se entregará dentro del segundo mes de ocurrir el fallecimiento, una vez que, a juicio del Comité Central, se haya justificado convenientemente el derecho a aquel, previa la aportación de los documentos que en cada caso se consideren precisos.
Art. 13. Tendrán derecho al socorro por defunción, por el orden de prelación siguiente:
1º El viudo o viuda.
2° Los hijos menores e hijas solteras, en partes iguales e individualmente.
3° Los padres.
4° Los hijos mayores de edad, en partes iguales.
5° Cualquier persona o entidad designada por el causante.
Para la designación a que anteriormente se hace referencia deberá el asociado dirigir instancia al Presidente de la Federación. Cuando el Comité Central presuma que por medio de la designación se trata de emplear el auxilio en otros fines distintos a los propios y exclusivos de esta Sección, podrá no aceptar la designación, notificándose el acuerdo que se adopte al interesado, que no podrá formular reclamación alguna.
Si fuese aceptada la designación, se ratificará en ella el asociado y suscribirán esta diligencia, por duplicado, dos testigos de conocimiento de esta Sección ante el Presidente de la Asociación local, o en su defecto ante el señor Alcalde del Ayuntamiento donde preste sus servicios, conservándose dicha designación en la Secretaría de la Federación y en la de la Asociación local, entregándose al interesado el oportuno resguardo de haber cumplido tales requisitos, sin los cuales no surtirá efecto alguno la designación hecha, que sólo podrá ser revocada con idénticas formalidades.
Cuando la designación recaiga en persona que no se halle dentro del cuarto grado de parentesco con el asociado, al llegar el caso de la entrega del socorro, el Comité Central retendrá en su poder la mitad del importe del socorro, que entregará a la persona designada tan pronto como justifique que han sido pagados los gastos de enterramiento del socio fallecido.
Art. 14. Los socorros serán entregados directamente a la persona o personas que tengan derecho reglamentario a percibirlos, si fuesen mayores de edad, y si fuesen menores, a sus representantes legales.
Los requisitos formales de la entrega para su debida justificación ulterior serán determinados por el Comité Central.
Art. 15. Ninguna otra persona tendrá derecho a exigir pago alguno a la Asociación a nombre o en representación del socio fallecido; pero de no haber dispuesto este algo en contrario, la Federación costeará los gastos de enterramiento y funeral decorosos y los de la última enfermedad del finado que resultaren impagados, siempre que todo ello no exceda de la cantidad que reglamentariamente hubieran, en su caso, recibido los beneficiarios, reservándose el remanente del socorro, si lo hubiere, durante un año a disposición de los que se crean con derecho a reclamarlo.
Si transcurriese dicho período sin formularse reclamación alguna, quedará el remanente a beneficio del fondo de reserva de dicha Sección.
Para la efectividad de lo dispuesto en este artículo, el Presidente de la Federación Nacional, así que reciba autorizada noticia de la defunción y de hallarse el socio fallecido en el caso señalado, comunicará con toda urgencia las órdenes e instrucciones necesarias al Presidente de la Asociación local, el cual las transmitirá a quien proceda y cuidará de que se disponga lo necesario para que sin dilación sean cumplidas.
Art. 16. Con objeto de que en todo momento la familia del socio fallecido pueda percibir la suma total que corresponda con arreglo al número de asociados, se abonarán, con cargo al fondo de reserva, las cuotas que se dejen de hacer efectivas por los socios fallidos.
Asimismo, cuando el número de socios fallecidos en un mes fuese elevado, a fin de que los socios no se vean obligados al pago de una cantidad muy superior a la corriente, podrá anticipar el fondo de reserva el exceso que resulte; pero si se repitiese tan lamentable caso, dando lugar al cabo del año a un número crecido de defunciones, la Comité Central propondrá la resolución que estime procedente.
Art. 17. El auxilio establecido en el artículo 11 no constituye propiedad del asociado ni derecho personal del mismo; en su consecuencia, no podrá disponer de dicho auxilio por acto entre vivos, ni por causa de muerte en razón a que se considera como un socorro del momento para sufragar los gastos de entierros y lutos, y para atender a las necesidades más apremiantes consecutivas a la defunción del asociado.
Art. 18. Constituye el fondo de reserva de la Sección de Socorros:
1° El importe de las cuotas mensuales que abonarán los socios en los seis primeros meses de su ingreso en esta Sección.
2° Las que abonen los asociados al obtener ascensos que se traduzcan en aumentos de sueldo o jornal.
3° Las cuotas suplementarias que abonarán los que ingresen después de haber cumplido cincuenta años de edad.
4° Las cuotas de entrada que se establecen en el artículo 4°.
5° El remanente de los socorros que no fuesen reclamados dentro del plazo que establece el art. 16.
6° Los donativos que pudieran otorgarse con destino a esta Sección; y
7° Los ingresos extraordinarios que se obtengan por cualquier concepto.
Art. 19. Si el fondo de reserva aumentase hasta el extremo de existir visible remanente para la aplicación que por el presente Reglamento tiene, el Comité Central propondrá a la Asamblea General la aplicación más adecuada que pueda dársela en beneficio de los asociados.
CAPITULO IV
Régimen y administración de esta Seccl6n
Art. 20. Como parte integrante de la Federación Nacional, el régimen y administración de esta Sección de Socorros será el establecido para aquélla, en armonía con los preceptos precedentes.
Art. 21. Todos los casos no previstos en esta Sección serán resueltos con plena autoridad por el Comité Central de la Federación, cuando no revistiesen notoria trascendencia, pues en este caso deberá dicho Comité Central recabar la opinión de los Delegados provinciales, resolviendo de momento conforme al criterio de la mayoría, en tanto se celebre la Asamblea.
CAPITULO V
Disposiciones generales
Art. 22. El asociado que dejase de pagar puntualmente sus cuotas en los plazos establecidos, o que se establezcan en lo sucesivo, será dado de baja en esta Secci6n.
Art. 23. Pasado un año del fallecimiento del socio prescribirá todo derecho a reclamar el auxilio y quedará a beneficio del fondo de reserva.
Art. 24. Los Presidentes de Asociaciones estarán obligados a comunicar al Comité Central los fallecimientos que ocurran entre sus socios a la mayor brevedad posible, debiendo dar los mayores detalles que puedan facilitar la entrega del socorro.
Art. 25. El Comité Central dictará las normas a que ha de ajustarse la tramitación de la concesión de socorros, las que se publicarán en el periódico de la Federación para conocimiento de los interesados.
Art. 26. Todos los meses se publicará en el órgano de la Federación una relación detallada de los socios fallecidos en el mes anterior, con expresión de las cantidades recibidas por los beneficiarios, la que servirá de aviso a los asociados para satisfacer las cuotas correspondientes a los mismos.
También se publicará mensualmente el número de socios de cada categoría, especificando las altas y bajas y cuantos detalles puedan servir para ilustrar a los asociados acerca del desenvolvimiento de la Sección de Socorros.
Art.27. El importe del socorro no podrá aplicarse a pagos de débitos del finado, a no ser los comprendidos en el art. 15, ni a otro objeto que el exclusivo a que se destina.
Art. 28. Una vez aprobadas por la Superioridad las bases porque ha de regirse la Sección de Socorros, serán incorporadas al Reglamento de la Federación Nacional de Obreros y Empleados municipales.
V.B.:
El Presidente, Pedro de Gárgolas.
El Secretario general, Victorino Bragado.