La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

12 de junio de 2010

Una excursión a Molina de Aragón

En las últimas décadas del siglo XIX la vieja España rural y tradicional se deshacía lentamente ante el avance de la modernidad, urbana e industrial. Fue entonces cuando algunos estudiosos, generalmente de ideas avanzadas y defensores de los más profundos cambios sociales, comenzaron a preservar el legado material e inmaterial de un mundo que se desvanecía ante sus ojos: eran los folkloristas, que atesoraban viejas costumbres y tradiciones para transmitirlas a un futuro que se anunciaba. Mientras los conservadores y tradicionalistas querían mantenerlas en pie, los progresistas insistían en preservar solo su recuerdo. Uno de ellos fue José Alsina Lubian, socio de la Asociació d'Excursions Catalana, que en 1882 visitó Molina de Aragón y dejó testimonio de su viaje en un artículo de su Annuari que, por estar publicado en catalán, no es muy conocido en el Señorío. Lo hemos traducido y aquí lo reproducimos íntegramente.
Monedas encontradas en Ercávica, dibujo de José Alsina Lubian, 1882
 
Obligado por mi trabajo particular a visitar Molina de Aragón, una de las primeras ciudades con que cuenta la provincia de Guadalajara, salí de Barcelona en el tren correo a las 9 de la mañana y después de haber recorrido por espacio de once horas y media las treinta y tres estaciones que tiene el ferrocarril, a las 8 y media de la tarde llegué a la ilustre Zaragoza.
Nada puedo decir de ella, porque a la hora a la que llega el tren y la corta duración de la parada, no permiten hacerse cargo de nada. Después de haber cenado y bebido un café en la estación, a las nueve y diez, poco más o menos, continué mi viaje, llegando a Sigüenza hacia las 4 de la madrugada y teniendo que esperar hasta la 1 de la madrugada, hora en la que sale el coche hacia Molina de Aragón.
A pesar de estas veintiuna horas pasadas en Sigüenza, casi nada puedo decir de ella, porque sólo visité la Catedral, obra bastante importante, descrita ya en muchos viajes, llamándome la atención la antigüedad de la población, que resalta perfectamente junto a las muy pocas modificaciones que ha sufrido desde hace pocos años, entre otras un pequeño parterre o paseo que, a pesar de encontrarse en la parte baja, está bastante concurrido y beneficia bastante a la ciudad. Las calles son muy tortuosas y con extremada pendiente, haciendo imposible transitar en coche o en carro por muchas de ellas. Lo demás, nada tiene de particular.
Saliendo pues a la hora consabida de la una de la madrugada, se llega a Molina de Aragón por una mediocre carretera a las 11 de la mañana poco más o menos, hora muy a propósito para sentarse a la mesa, pues el mal servicio del camino y lo regulares que son las posadas (sin dejar de ser muy caras) casi quitan las ganas de observar cuanto de notable se encuentra al entrar en ella.
Resultaría aburrido si me entretuviese en reseñar la pequeña o gran fonda que encontramos y si la cena consistió en este o aquel otro plato: comienzo pues diciendo que Molina de Aragón es población antigua y de las de mayor importancia de la provincia de Guadalajara, pues en el siglo XII ya la tenía, por ser la capital del Señorío llamado de Molina, y según la Carta Puebla que le otorga el noble Don Manrique de Lara en 1154, ya se le concedieron iguales fueros, preeminencias e inmunidades que a las provincias vascas, teniendo facultades para regirse y gobernarse por su propio fuero, sin intervención directa ni indirecta en sus asuntos propios de los reyes de Castilla.
Cuenta con un hermoso castillo feudal, digno de eterna memoria; perfectamente amurallado, a los pies de cuyos muros lucharon numerosos ejércitos, entre ellos los del conocido Don Enrique IV, cuando pisoteados sus fueros sin respeto a la solemne promesa que les hiciera Don Sancho IV, se alzaron en armas los molineses, no reconociendo jamás la indigna concesión que hizo el monarca del Señorío de Molina a su privado y favorito, el gran Duque de Alburquerque, en 1465. No es menos memorable el hecho de que en el transcurso del año 1293 murió en dicho castillo la princesa Doña Blanca de Aragón, la que, según las tradiciones populares, cayó desde uno de los balcones de una de las torres por haberse inclinado demasiado al querer agarrar el peine de oro que se le caía al foso, aunque otros suponen que, aburrida de su esposo Don Alonso Fernández, se precipitó ella misma al vacío.
Célebre es también Molina por su heroísmo durante la invasión francesa en 1810, cuando a pesar de haber sido incendiada y saqueada, sus habitantes abandonaron la población y formando un nutrido batallón llamado de “Molina”, huyeron a las montañas y allí lucharon como héroes contra las tropas del coloso del siglo.
Hoy está dedicada al pequeño comercio y cuenta con unos 6.000 habitantes, teniendo algunas antigüedades y cosas dignas de visitarse.
Puede considerarse entre lo mejor la arruinada iglesia y antiguo convento de San Francisco, fundada por la citada princesa, en la que reposaban sus restos, hasta que al derrumbarse dicha iglesia fueron trasladados a la parroquia de San Gil, donde hoy se conservan.
Del citado convento de San Francisco, la única parte que aún se mantiene en pie son las celdas que se utilizan para prisión del partido judicial del que es cabecera Molina.
Es muy famoso en la ciudad el remate del campanario de dicha iglesia, que se conoce con el nombre de “el Giraldo” y que consiste en un gran ángel de madera que sirve de veleta y gira indicando la dirección del viento gracias a una gran bandera que lleva en su mano izquierda. Coronaba esta figura un alto sombrero de copa que le quitaron por miedo de que se cayese algún día y causase una desgracia.
Siguen en importancia la iglesia de San Gil fundada a finales del siglo XV, de construcción pesada, con un buen altar mayor y a su izquierda un nicho con la tumba antes citada, donde hoy reposan los pocos huesos que quedan de Doña Blanca. Se puede leer la siguiente inscripción:
RESTOS MORTALES DE LA MUY
ESCLARECIDA PRINCESA Dª. BLANCA,
QUINTA Sª DE MOLINA Y MESA,
HIJA DE DN. ALONSO, HERMANO DEL
SANTO REY Dn. FERNANDO 3º, Y
ESPOSA DE Dn. ALONSO FERNÁNDEZ,
LLAMADO EL NIÑO, HIJO DEL SABIO
REY Dn. ALONSO DÉCIMO.
MURIÓ EN MOLINA DE ARAGÓN EN
1293
R.I.P.
De esta princesa se guarda también en un cuadro expuesto en el salón de sesiones del Ayuntamiento, un precioso manto de seda completamente cubierto de finas plumas de muchos colores, de pájaros de Asia y África, junto con un pergamino explicando su procedencia.
Poco más tiene digno de reseñarse en la citada parroquia de San Gil, pues los altares son todos de la época de su fundación y de bastante mal gusto.
Sólo queda hacer mención del magnífico altar mayor de la iglesia de San Felipe, que es gótico, perfectamente dorado y de lo más antiguo que tiene Molina en ese aspecto. Tiene también esa parroquia algunas pinturas al óleo de bastante mérito, representando algunos episodios de la Pasión de Jesucristo y alguna cabeza de diferentes santos.
La población cuenta además con una regular administración de rentas, atendida por el tan inteligente como simpático barcelonés D. Federico Puig; con un mediano hospital civil con unas 70 u 80 camas, situado al lado de las escasas ruinas de la antigua maestranza de Felipe IV; y con un buen colegio de los PP. Escolapios, en el que reciben instrucción unos 100 ó 130 alumnos de primera enseñanza y de facultades de Filosofía y Teología.
Está bañada por el río Gallo, al que se une al pie mismo de la población la gran riera de La Caba, de fatal memoria para sus habitantes por sus fuertes crecidas.
Todavía se notan alrededor de la ciudad algunas de las antiguas torres y muros que la unían al Castillo. Entre ellas encontramos las puertas Nueva, del Chorro y de San Francisco, que por medio de sendos puentes, las dos últimas, sobre el Gallo y La Caba, unen la ciudad con sus arrabales de igual nombre que las puertas, teniendo además otros tres llamados del Carmen, de la Soledad y de la Judería, debido esta última denominación a haber vivido allí, según la tradición, los judíos en el siglo XIII. De ello queda alguna cabaña, nombre más apropiado que el de casa, a extramuros de la ciudad, gracias a la que podemos juzgar las raquíticas dimensiones de las construcciones de aquel tiempo.
En la falda Norte de la montaña que ocupa el Castillo, existen unas ruinas llamadas de San Bartolomé, donde por tradición se dice que hubo un templo románico del que apenas queda vestigio.
Detrás del Castillo, a unos centenares de metros y dominándolo se conserva la Torre de Aragón, edificio casi cuadrado y desde el cual, para su vigilancia, avistaban los señores de Molina de Aragón todos sus dominios.
II
Una de las cosas que más me llamaron la atención en Molina fue una hermandad militar que bajo la advocación de la Virgen del Carmen tienen constituida en la ciudad, según una bula expedida por el papa Gregorio XIII, la cual conserva el uniforme militar de cuando se fundó, aunque muy modificado. Todas las clases sociales forman parte de ella, y si el conocido y distinguido barítono de zarzuela D. Tirso de Obregón es el comandante, forman la oficialidad personas muy distinguidas y son los soldados, los artesanos y campesinos o labradores, como dicen allí. Componen la cofradía o batallón un Comandante, muchos oficiales, algunos individuos de infantería, cinco o seis de caballería y una compañía de unos cincuenta granaderos, no faltando la correspondiente banda de música.
Sus trajes son bastante originales. Los oficiales usan gorro apuntado con muchas plumas, al estilo de los del Estado Mayor del ejército, chupa, corbata y casaca blancas, ésta última con largos faldones llenos de bordados dorados, y pantalón rojo también con un galón dorado lateral, y por arma ciñen un espadín. El Comandante se distingue de los demás oficiales en que lleva un bastón de mando. La banda de música viste casaca de lustrina roja, ceñida, pantalón de dril blanco y en la cabeza una especie de ros o leopoldina a gusto del consumidor. La infantería se viste con casaca blanca y pantalón rojo, cinturón y lanza y en la cabeza unas birretinas de piel con un pompón de plumas, rojo, con una altura total de seis decímetros; otros, se cubren con ros, morriones o cualquier otra cosa. La caballería viste igual que nuestros húsares, solo que la chaqueta es blanca, el pantalón rojo con una raya blanca y los alamares del dolmán son rojos; usan lanza con banderola. Y por último, los granaderos (que son los más formalistas) visten casco de hojalata pintada del color del plomo, guerrera de color ceniza con bocamangas y cuello verde y pantalón morado, y por arma portan una alabarda.
La tropa que acabo de describir recibe en Molina el nombre de cangrejos a causa del color rojo de su vestimenta.
Observan todas las formalidades de los soldados de verdad, porque en la fiesta del Carmen (16 de julio), hacen grandes funciones en la parroquia de San Gil, comenzando el 15 por la tarde, y tanto al ir como al volver traen de casa del Comandante, y después vuelven a llevarlo, su precioso estandarte del Carmen, al son de la Marcha Real y presentando armas.
Las funciones que cumplen en dicha jornada son bastante serias. El día 15, vigilia de la fiesta, llevan a San Gil a la Virgen del Carmen, trayéndola desde su ermita, situada en el arrabal de su nombre, con gran procesión. El 16 hay gran oficio religioso y procesión por la mañana, y por la tarde devuelven la Virgen a su lugar, acompañándola detrás de la cofradía una infinidad de mujeres con su escapulario al cuello, y después de dejar a la citada Virgen, marcha la comitiva a casa del Comandante donde se sirve un buen refresco, quedando la gente en la calle gritando: “Toro, toro”, hasta que el Comandante se lo concede para el día siguiente (día 17), en que lo corren por las calles, matándolo al fin a puñaladas y navajazos, de modo que el pobre toro paga la fiesta, muriendo asesinado por las calles de la ciudad, para ser vendido al día siguiente en la plaza pública o en la carnicería.
Inútil es detenerme a explicar la fiesta del Santo Cristo de las Victorias, un enorme Santo Cristo que se conserva en San Gil; imagen completamente desproporcionada en todas sus partes y de un color casi negro, vestida como es costumbre con un faldellín que le cubre desde la cintura hasta media pantorrilla. Después de la función religiosa se verifican dos o tres corridas de toros en la plaza mayor, lidiadas por aficionados de Madrid y con asistencia de todo el pueblo. La plaza se arregla ad hoc, si bien en muchas ocasiones el mal llamado toro suele salirse del redondel y darse un paseo por las calles, repartiendo sustos y trompadas a izquierda y a derecha.
Otra de las funciones que celebra Molina de Aragón es el histórico Butrón.
El primer día de mayo se reúne todo el Ayuntamiento y el clero y marchan a la ermita de la Virgen de la Hoz para celebrar una gran comida, después de una pequeña función a la que acude todo el mundo, y entre ellos los danzantes del tradicional baile de los bastones, con su ángel y su demonio, que hacen una breve comedia al final de la que siempre acaba caído por tierra el segundo vencido por el ángel. Son dignos de oírse los versos que se recitan, pues eclipsan (¡ !) los de nuestros mejores poetas.
Terminando el alboroto y un poco de juego, que siempre lo acompaña, los dos vuelven de la fiesta montados, y en una caseta que hay a mitad del camino, toman una merienda tradicional, compuesta de cebolla cruda, queso y media docena de aceitunas sevillanas, sin que conozca el por qué, pero sólo sé que es comida tradicional como lo es también toda la fiesta en cumplimiento de una promesa hecha a la Virgen en el siglo XVII si les curaba de una grave peste que diezmó Molina y su comarca. Es también tradición que, al regresar, el Ayuntamiento y el clero sea insultado por el pueblo con frases ofensivas, pudiendo recordar, entre ellas, dos que oí dirigidas al respetable señor capellán –organista de S. Gil-, a quien, por haber comido mucho, le gritaron desde un balcón “Boca sin medida” y “Panza sumidero”, y como éstas, otras muchas a cada cual más fuerte y algunas hasta indecentes. No obstante, es la tradición y no queda más remedio que aguantarse y armarse de paciencia. No es menos tradicional que alguna vez caiga por tierra algún jinete, bien sea por no saber montar a caballo o por haberse calentado un tanto la cabeza.
En Molina la llamada Misa del Gallo no se celebra en la noche del 24 de diciembre sino en la vigilia de la Purísima Concepción, o sea en la noche del 7 de diciembre, contra los usos y costumbres que tienen todas las poblaciones que celebran la tan popular Nochebuena.
A un kilómetro al sur de Molina se encuentra el término y caserío conocido con el nombre de Rinconcillo, propiedad de D. Víctor Garcés de Marsilla, atravesado por el río Gallo que con varias fuentes lo riega abundantemente.
La fama que tiene esta propiedad se debe a sus buenos manantiales de agua sulfurosa, que atraen gran concurrencia desde Molina, Sigüenza, Brihuega, Daroca, Albarracín, Teruel y otros puntos y que, según pareceres facultativos, están recomendadas para el herpes, escorbuto, sarna, enfermedades escrofulosas, tisis y otras similares. Su descubrimiento data del siglo XVIII, y la de la fuente principal o que da más agua, de 1823.
En 1851 su dueño trató de investigar la dirección de las aguas que manaban en su finca y por medio de algunas obras logró separarlas algo más del río Gallo, encontrándose hoy en día la boca de la fuente a unos treinta metros del citado río y a una altura bastante regular. Para extraer el agua se introduce dentro del depósito un caño de hojalata y cuando está lleno se tapa su extremo con el dedo gordo, se saca y se llena el vaso o ampolla que se lleva con este fin, evitando así que se ensucie el mencionado depósito y que nadie tenga escrúpulo de beber.
En el mes de Febrero de 1852, se realizaron los análisis de dichas aguas por D. Joaquín Olmedillas y D. Ramón Ruiz, obteniendo el siguiente resultado:
Dos libras de agua contienen:
79,875 pulgadas cúbicas de Ácido sulfhídrico
15,32 granos de Sulfhidrato de sosa
11,43 granos de Cloruro sódico
18,03 granos de Sulfato sódico
7,25 granos de Sulfato de magnesio
8,10 granos de Cloruro de magnesio
18,02 granos de Carbonato cálcico
3,05 granos de Carbonato de hierro
7,00 granos de Sílice
2,40 granos de Materia bituminosa
7,40 granos de residuos
La cantidad de azufre que contienen esas dos libras de agua, representadas por el ácido sulfhídrico y las sales sulfurosas y sulfatadas, está en razón de 7,890 granos, o sea, cuatro quintas partes de grano por cuartillo (medio litro aproximadamente).
Casi en el centro de la posesión o finca se ha instalado un gran caserío moderno al que muchos acuden a merendar, antes y después de haber tomado un buen trago de agua.
Sobre la puerta se ven las antiguas armas de la casa, que copio y añado.
Finalizaré la presente descripción diciendo que gracias al buen gusto que ha tenido el señor de Marsilla en el arreglo de su propiedad, aunque no se padezca ninguna enfermedad siempre es una buena idea ir a merendar cualquier tarde soleada en su caserío, en donde no falta numerosa y distinguida concurrencia.
La principal industria molinesa consiste, como lo indica su nombre, en los molinos harineros y un poco de hilados y tejidos.
Al sur de la ciudad encontramos una fábrica de esta última clase, propiedad de D. Lucas Villanueva, y al noroeste la de D. Ramón Roig, las dos de regulares dimensiones y con un buen número de telares mecánicos y selfactinas. Al sur hay un lavadero de lanas propiedad de las Tomasonas, una familia que es conocida en Molina por ese nombre.
Al lado de la acequia principal, procedente del río Gallo, están los molinos harineros de los Batanes, los Olmedas, de Heredia, del Currillo, de San Lázaro y del Ángel, todos ellos cuentan con dos o cuatro muelas del sistema antiguo y alguno de ellos tiene cuatro mazas de batanero movidas por el agua sobrante del molino, y con ellas abatanan hiladas y telas tejidas en las casas.
Si escasa es la industria, modesto y poco desarrollado es el comercio en la ciudad, pues sólo cuenta con poquísimas tiendas de variadas mercancías, algunas confiterías, un establecimiento de objetos de escritorio, un sombrerero y corto número de tiendas de granos y legumbres, dos mercados semanales, los jueves y los sábados, y una feria anual el primer día de septiembre.
Terminaré este segundo artículo con una breve descripción de la Virgen de la Hoz.
Hacia la parte de poniente de Molina de Aragón y a cosa de nueve kilómetros de ella, está situada en la orilla del río Gallo una ermita bastante grande donde se rinde culto a la Virgen de la Hoz. Se levanta al pie de enormes desfiladeros que la cierran casi por completo a izquierda y derecha, amenazando con engullirla el día que haya un desprendimiento, cosa nada difícil.
Siguiendo el camino desde Molina, aproximadamente a dos kilómetros antes de llegar a la ermita, se atraviesa el río por un pésimo puente de madera, conocido como el Pontón. Desde este punto, el terreno, que era llano, cambia completamente y se hace escabroso e irregular: aparece un hermoso anfiteatro natural formado por varias bandas paralelas derivadas de un sinnúmero de rocas y cubierto por arbustos, matas y hierbas de un verdor encantador que da gran realce al panorama.
A la entrada, el terreno se presenta formado por la descomposición de de grandes masas rocosas de conglomerados de arena y cantos rodados de sílice.
Abundan mucho los cistos con hojas parecidas a las del laurel, la lútea conocida vulgarmente con el nombre de estepilla, el precioso ajo-puerro con flores moradas en forma de piña y otros arbustos, que de querer describir todos nunca acabaría, por ser muy abundantes, especialmente una herbácea destinada a pasto para el ganado.
Abundan también, en la orilla izquierda del río, grandes moles de pizarras, de distintos colores entre el rojo y el negro, según tengan como base el protóxido o el deutóxido de hierro.
Río arriba se pierden esas estructuras y se encuentran enormes y grandiosas rocas areniscas y cuarcitas que llegan hasta la misma ermita y un poco más allá.
Según ilustrados pareceres, el silíceo metálico combinado con el oxígeno gaseoso y sus derivados fue lo que dio lugar a la construcción de la ermita en el lugar que hoy ocupa y donde adoran a la Virgen muchos que van a bañarse al río Gallo, otros que van a la fiesta del Butrón y otros de Odón que celebran allí una romería en Pascua.
Antes de llegar a la ermita, a unos doscientos cincuenta metros, hay una cueva muy pequeña, conocida con el nombre de las Herraduras, donde se observan sobre la roca del suelo muchas señales de herraduras de diferentes tamaños, y dicen aquellas gentes que es el sitio en el que un día la Virgen se detuvo a refugiarse cuando pasaba por allí a lomos de un burrito. Creo que dicen que eso fue antes de manifestarse al pueblo.
Poco más arriba existen dos rocas colosales, de unos doce metros de altura, llamadas El Huso y La Rueca, por tener o querer creer que tienen esa figura, siendo las dos de la misma constitución geológica que el resto de la montaña que las rodea. Prodigio sin duda originado por el agua que ha dejado intactos aquellos dos gigantescos promontorios.
Por lo demás, la ermita es muy sencilla; situada en la ribera derecha del Gallo, está formada por dos cuerpos unidos por medio de un arco que forma la puerta principal. A la derecha se encuentra la capilla, que es bastante reducida, y a la izquierda un edificio de unos treinta metros de largo por ocho de ancho, donde se encuentra el comedor y varias estancias para los romeros y los visitantes. Todo el edificio está situado bajo una gran roca que, como dejo dicho, amenaza con arruinarlo el día que pierda el equilibrio.
Además de la fiesta del Butrón, ya descrita, el pueblo de Odón, en la provincia de Teruel y del partido judicial de Calamocha, que dista de Molina unas siete horas, va en peregrinación a la Hoz en el segundo día de Pascua de Pentecostés, acompañados de extrañas danzas, bailes de bastones y sables, vestidos con trajes extravagantes que quieren simular antiguos y acompañándolos siempre uno que dicen que representa a Satanás y que por sus repugnantes vestido y careta o cabezudo sólo sirve para dar miedo a las criaturas. Como los del Butrón, una vez allí no dejan de representar su comedia, acabando con una buena comida, como es costumbre en estas fiestas tan extrañas como tradicionales.
A unos tres kilómetros del Santuario se encuentra la fuente llamada Baños de la Virgen de la Hoz.
El agua fresca que nace de una alta montaña de arena fina se recoge en un depósito o lavadero de forma irregular, situado a unos diez u once metros, cubierto de espesos pinos que en el verano, con su sombra, hacen de aquel un sitio delicioso.
No tiene esta agua otra virtud que sostener en unas condiciones favorables el desarrollo y el equilibrio de la acción vital. Es de por sí más fresca y clara y más fluida que la del río, pues no tiene olor ni gusto y su peso específico es poco más que el del agua destilada, dejando al evaporarse un poco de sílice, hierro y partículas orgánicas, que se cree que han sido arrastradas en su curso subterráneo.
A pesar de su sencilla composición, han sido muchos los que, llenos de fe en sus resultados, estando malos, han llegado a ponerse buenos. Tales creyentes se hospedan en la parte de la izquierda de la ermita, que ya hemos descrito, durante nueve días o más, según lo crean conveniente.
Según los habitantes de por allí, se llama esta Virgen de la Hoz por haber aparecido encima de una roca en el Valle de la Hoz, nombre que tiene porque su figura se asemeja a una hoz de segar.
Quédame tan solo, para terminar la tarea que he emprendido de mi excursión, hablar un poco de un sitio que, según los de Molina, tiene miles de hechos históricos, si bien no conserva nada de ello, ya por descuido, ya por haber creído que no tenía ningún valor todo lo que algún día, cuando menos, podía ofrecer testimonio de hechos y glorias patrias. ¡Bienaventurada Cataluña, que ha sido la primera en fundar asociaciones que recuerdan y conservan ruinas y objetos que acreditan tantas y tantas glorias en ciencias, artes y armas!
Mas dejémonos de alabanzas propias y volvamos a coger el hilo de mi narración.
Siguiendo el camino de la ya descrita ermita de la Hoz, a unas dos horas de ésta, se encuentra un terreno muy llano y en él, a la orilla del anfiteatro del río Gallo, se sostiene todavía en pie un retazo de una torre arruinada que se conoce que ha sido cuadrada, de unos cinco metros poco más o menos de anchura y de unos diez de alto, aunque se entiende que tenía más altura. Es de tapial, o sea de tierra arcillosa muy apretada, mezclada con algunos, aunque pocos, cantos rodados. De almenas, ventanales, aspilleras y puertas, si es que las tenía, no queda nada, pues sólo se ven algunos orificios irregulares.
Esta torre es (según dicen) el único vestigio que se conserva de la gran ciudad de Ercávica.
Según los labradores que trabajan las tierras de la gran planicie que rodea dicha ruina, cuando cavan algún agujero, encuentran paredes o, mejor dicho, grandes moles de piedras unidas con mortero muy fuerte, que dan a conocer que son cimientos, y por sus formas regulares hacen sospechar que sobre ellos se habían sostenido, algún día, edificios de cierta magnitud e importancia. Sin embargo, a pesar de los muchos años que remueven aquellas tierras, nunca han podido encontrar más que alguna que otra flecha, alguna punta de lanza, muy pocos restos mortales y poquísimas monedas, y si dicen que es Ercávica es porque encontraron un vez una piedra con una inscripción que lo daba a entender, piedra que se ha perdido sin duda en el fondo de algunos cimientos de Molina, pues nadie sabe su paradero.
Los poquísimos datos que pude adquirir de Ercávica son:
Que fue construida la citada Ciudad o Municipio durante la dominación romana, pues se sabe que cuando Pompeyo, combatiendo contra Sertorio, fue derrotado al pie de los Pirineos (677 en el calendario romano o 77 antes de Cristo), al retirarse hacia Ladrona, hoy llamada Liria (Valencia), ya dispuso que saliese de Ercávica para ayudarla un cuerpo de ejército, que se presume fue el que en Andalucía fue exterminado por las tropas de Sartorio.
Se sabe también que Ercávica dio tropas a Octavio Augusto, cuando éste formó tres grandes cuerpos de ejército para ocupar Cantabria.
A principios del siglo V, después de la venida de Cristo, formaba parte de la España Ulterior, correspondiente al gobierno de la Bética.
Consta también que Eurico, rey godo, se aposentó en Ercávica cuando, viendo la infidelidad de sus vasallos, agregó a su corona la Bética, la Lusitania y la Galicia en el año 467.
Y, finalmente, en el año 633 tiene representación en el concilio celebrado en Toledo, entonces corte del rey godo D. Sisenando, en el que se reformó completamente la Iglesia y el Estado, ordenando muchas de las leyes góticas que más tarde, agregadas a otras, formaron la famosa recopilación llamada Fuero Juzgo.
Ningún dato más he podido recoger y todavía, de lo que dejo trascrito, tampoco hay ningún documento formal; sin embargo, lo tengo por cierto, pues las personas que me han proporcionado estas notas son muy eruditas y entendidas en antigüedades.
En una de las diversas ocasiones en que estuve en el lugar que llaman Ercávica, dispuse que se hiciese una excavación en el interior de la torre, y así conseguí una moneda de cobre y dieciséis de plata, de las que acompaño modelo o facsímile en tamaño natural, debiendo advertir que las de plata tienen todas el busto diferente, si bien presentan el mismo anverso.
La de bronce tiene un grosor como de un milímetro y medio, pero las de plata son sumamente finas, de tal modo que recuerdan la hojalata.
Visto ya cuando hay allí de notable y terminada la misión que dio objeto a esta excursión, volví por la carretera pasando por Rillo, Herrería, Canales, Aragoncillo, Selas, Anquela, Mazarete, Maranchón, Aguilarejo, Alcolea, Barbatona y Sigüenza, y desde ésta por ferrocarril a Barcelona.
Como recuerdo de mi excursión a Molina, tengo el gusto de regalar a esta Asociación, de la que tengo el orgullo de formar parte, aunque muy modestamente, una cápsula que contiene diversas muestras de minerales y rocas procedentes de mi visita y cuya clasificación es, a mi entender, la siguiente:
Núm. 1.- Ejemplar de Azabache extraído en Utrillas, partido de Montalbán, mina propiedad de D. Francisco Guerra de Madrid y de Mr. Larrodè de Valencia.
Núm. 2 y 3.- Ejemplares de carbón mineral, también de Utrillas, siendo el número 2 un lignito y el número 3 una hulla mediana, de bastante buena calidad, pues los naturales del país la usan en el hogar, al aire libre, como si fuese carbón de pino o encina.
Núm. 4.- Pirita de hierro, procedente del pueblo de Ojos Negros, propiedad de un tal Sr. Salinas, que vive en Molina de Aragón. El hierro que se extrae de ella es excelente, pues compite perfectamente con el de las provincias Vascongadas, a pesar de elaborarse por el sistema de forja catalana.
Núm. 5 y 6.- Piritas de cobre. Se cree que son argentíferas. Procedentes de las minas de Roda, a dos kilómetros de Molina. Estas minas están completamente abandonadas por la mala administración extranjera y por descuido de los del país.
Núm. 7.- Pirita de plomo. Se cree también que es argentífera. Procedente de unas minas abandonadas en Hormillas, a dos horas al norte de Montalbán
Núm. 8 y 9.- Alabastro y yeso en láminas (espejo de asno), encontrados ambos ejemplares en el monte de Molina. Aparece con mucha abundancia, principalmente cerca de Borrachina, donde se encuentran grandes cantidades de mineral de yeso.
Núm. 10, 11, 12 y 13.- Aragonito encontrado en gran número en las montañas de la Hoz, llanuras de Ercávica y en el monte de Molina.
Núm. 14.- Grupos de cuarzo cristalizado.
La clasificación de los minerales anteriores ha sido hecha muy a la ligera, y necesitaría ser comprobada por persona más competente.
Acabaré manifestando que espero que se perdone mi atrevimiento el redactar estos mal forjados capítulos, pues mi único deseo ha sido dar a conocer un trozo de la que un día fue gloriosa Corona de Aragón, de la cual formó parte Molina.

9 de junio de 2010

Lerroux y la Semana Trágica de Barcelona

En julio de 1909 las calles de Barcelona y de algunas localidades próximas se llenaron de incendios y barricadas: fue la Semana Trágica. El pueblo catalán, harto de miseria y sufrimiento, desbordó una huelga general contra el envío de reservistas a la Guerra de Marruecos y provocó un estallido que algunos creen revolucionario, pero que tuvo más de rebelión primitiva que de germen de una nueva sociedad. El papel de Alejandro Lerroux en los sucesos de aquellos días ha sido más que discutido. Ofrecemos el texto completo del folleto Lerroux y su obra, obra anónima pero atribuida a F. de Sorel, militante maurista de Barcelona.
Soldados españoles en el Protectorado de Marruecos (Archivo La Alcarria Obrera)

Prólogo
Al dar al público el presente folleto no nos mueve otro afán que el de mostrar a la faz del mundo pruebas irrebatibles de la conducta siempre interesada, siempre egoísta, siempre hipócrita, de Alejandro Lerroux y García.
Los tristes y deshonrosos acontecimientos perpetrados en esta capital en los últimos días de Julio, ofrecen al personaje en cuestión, motivo suficiente para probarnos sus gallardías revolucionarias, sus arrestos y sus pujos guerreros tantas veces expuestos en el mitin y en el periódico.
El encarcelamiento, el destierro de muchos de sus amigos y súbditos le ofrecían ocasión hermosa para venir aquí sin pérdida de tiempo, a enjugar lágrimas, a fortalecer el ánimo de los caídos, de los vencidos, muchos de los cuales tal vez lucharon impulsados por sus predicaciones revolucionarias e incendiarias.
Pero Lerroux no lo entendió así, al contrario, en lugar de acercarse a prisa y corriendo ante las rejas donde sufrían y sufren aún sus parciales, encontró más cómodo alejarse lejos, muy lejos, hacia donde no pudiera oír ni remotamente los ayes ni las recriminaciones de los que un día creyeron de buena fe en el hombre que ha encontrado en la política (de la que un tiempo abominó) el medio de medrar, de enriquecerse sin exponer otro capital que el capital de barbaridades con el cual ha explotado la buena fe, la ignorancia de los que faltos de una base sólidamente instructiva (por culpa de todos) no encuentran la senda que les conduzca al logro de sus aspiraciones, y por eso se entregan al primer charlatán que les halaga sus ansias de mejoramiento social y sus justas aspiraciones de un equilibrio económico más humano y equitativo que el presente.
Este es el caso de Lerroux y sus masas, estas pobres masas que vilmente alucinadas con promesas jamás cumplidas, se echan a la calle y destruyen, matan y mueren cumpliendo así ciertas predicaciones de su ídolo, de este ídolo que solo tiene, ante la desgracia de sus engañados y alucinados, un gesto de indiferencia, de abandono, de cobardía.
Al fin es lo que se diría para sí este patrón araña, es más preferible pasearse por las riberas del Támesis o por los bulevares de París que no respirar las insanas emanaciones de los calabozos de Atarazanas, Amalia, Montjuich, etc., etc.
Y no se nos venga ahora diciéndonos que ya está aquí, que viene al lado de los suyos como él mismo acaba de decir en Madrid, porque el menos lince podrá contestarle que no es esta la ocasión para un jefe revolucionario y que posee además acta de diputado, para pronunciar semejantes palabras. Era tres meses antes, en plena represión, cuando se encontró en Las Palmas, que debía pronunciarlas y cumplirlas. No ahora que la tempestad ha pasado y un período de benevolencia se inicia.
Era entonces, repetimos, que Lerroux tenía aquí su puesto de honor y no quiso, no le dio la gana ocuparlo; era entonces que su presencia habría fortalecido a muchos de sus parciales, era entonces que había de probarnos su temple de jefe de un partido revolucionario perseguido y su amor y su abnegación para con los caídos del grupo. Es ante el peligro donde se ven las grandes almas y Lerroux nos ha probado que ante el riesgo, ante el peligro es un alma pequeña. Salir ahora cuando las garantías constitucionales se han levantado diciendo que viene al lado de los suyos que sufren en las cárceles, es sencillamente un sarcasmo lanzado al rostro de las pobres víctimas.
Esta conducta nos prueba una vez más que a Lerroux le gusta estar a las maduras pero no a las duras.
Si Maura estuviese en el poder (él mismo lo ha dicho) no habría regresado a España y los suyos, los que están en las cárceles, se quedaban son los consuelos, que ahora anuncia, viene a prodigarles.
Aquí tienes retratado lector, al amigo del obrero, al redentor del proletariado, aquí puedes juzgar el alma misericordiosa de Alejandro Lerroux y García.
Palabras pero no obras
“En España se impone la revolución, cuando ésta llegue que no está lejos (ovación) contad conmigo como general en jefe, para llevaros a la victoria o morir en la vanguardia del ejército revolucionario (Grandísima ovación)”. Palabras pronunciadas por Lerroux en un mitin celebrado en la Fraternidad Republicana de la calle Cortés, hace seis años.
Era así como hablaba D. Alejandro, era así como enardecía a las masas con promesas jamás cumplidas y que bien sabía el que jamás habían de cumplirse; de esto hace seis años y vedlo no ha encontrado aún el momento de revolucionarse ni de llevar a sus súbditos a la lucha en pro de la República. Mucha palabrería, mucha oratoria, muchas promesas, y en la realidad nada.
En tanto miradlo a él, fijaos en el Lerroux de El Progreso de Madrid, en aquel Lerroux que maldecía de la Política y de los políticos, que anatemizaba con duras frases al Ejército, que juraba no aceptar una acta de diputado aun que se la presentasen en bandeja de plata, en aquel Lerroux dispuesto diez años atrás a marcharse a América, se le acude de pronto que la América para él bien puede ser Cataluña, campo de explotación para sus fines reaccionarios y burgueses.
Y aquí viene; no sin antes prepararse por medios miserables su llegada en esta tierra demasiado noble y sufrida.
Historia de una infamia
En diez de Junio escribía Lerroux desde Madrid a su amigo y corresponsal de El Progreso en el Ampurdán D. Juan Toronell lo que sigue: “procura organizar una huelga que meta ruido, yo vendré para agravarla y reducirla después y esto me daría un prestigio más grande que el tan manoseado de Montjuich, y me permitiría entrar en Barcelona y obtener los votos de los obreros”.
Y aquí viene la gran infamia. La huelga surge en el Bajo Ampurdán como por encanto, entre los obreros taponeros, se agria la cuestión, pasan semanas y más semanas, entonces Lerroux va a Gerona, organiza mitins donde se proclama revolucionario y redentor del obrero, mientras tanto los huelguistas agotan sus recursos, no pueden por más tiempo resistir la huelga y… entonces se reduce ésta, quedando en la miseria infinidad de familias, en tanto él, el promovedor de tanta desdicha viene a Barcelona con la aureola de amigo del proletariado, se presenta para diputado, lucha con más tesón que ningún cunero y consigue un acta, una patente de corso como él la llamaba en los tiempos en que maldecía de la política y de los políticos, en aquellos tiempos que decía, con aires de puritano “que jamás aceptaría una acta de diputado aún que se la presentasen en bandeja de plata”.
Ahora dime lector: que calificativo merece el hombre que por sus fines particulares y egoístas, provoca solapadamente, jesuíticamente una huelga, sin aterrarse ante el espectáculo de unos obreros sumidos en la miseria y en la desesperación, bebiendo de emigrar los unos y sucumbiendo a la voracidad burguesa los otros, y todos sin haber conseguido nada en pro de su mejoramiento económico.
¿No es verdad que el calificativo de infame brota espontáneamente de los labios?
Con lo dicho hasta aquí bastaría para probar lo que nos hemos propuesto respecto al sujeto de referencia; pero hay más, mucho más y esto es lo que nos hemos propuesto demostrar con toda claridad.
Lerroux dictador
Una vez ya Lerroux en posesión de su codiciada acta le vemos no solamente rumbear frecuentando los mejores restaurantes asequibles solo a los grandes burgueses, sino también imponer su dictatorial voluntad a su rebaño, y así le vemos en la Junta Municipal Republicana confeccionando candidaturas a su antojo, “tiro las muletas y quiero gobernar”, dijo un día; y en efecto, este quiero y este no quiero, impone su capricho al partido, y al que proteste la excomunión, el dictado de traidor, de reaccionario o si no el palo, la emboscada.
Incitando al atentado
Otro día en vísperas de unas elecciones de diputados provinciales exclama en el Salón de la Serpentina: “mañana seré el gobernador de Barcelona. Id a votar con la papeleta en una mano y el revólver en la otra. Si veis alguna de estas bicicletas de los regionalistas hacedles poca cosa, un palito entre las ruedas y basta”. Bien es verdad que en aquellos tiempos gobernaba en España el partido liberal que toleraba a Lerroux, por odio al despertar autonomista en Cataluña, lo que jamás se ha tolerado a político ninguno, diríase que iban de acuerdo. Del proceso de Montjuich que le había servido para encumbrarse ya no se acordó más.
Provocador y cobarde
Todos sus esfuerzos, todos sus ataques, los reservaba para los catalanistas en cuyo seno se alberga una juventud intelectual, honra de la ciencia y de la literatura, una juventud curtida por aires de la Europa moderna, una juventud que le podría enseñar a Lerroux incluso el abecedario de la Democracia. Para todos sin excepción predicó el odio y el exterminio. Los Brosa, Pompeyo Gener, Corominas, Pedro Suñol, Pous y Pagés, Ignacio Iglesias, Pujulá y Vallés, no se han librado de sus insultos por el mero hecho de dar relieve con sus admirables obras al despertar de Cataluña. A todos, repetimos, atacó, pero eso sí jamás, jamás aceptó discusión pública con ninguno de los catalanistas que le retaron repetidas veces.
Sabía que de aceptar, el ridículo más espantoso le aguardaba, y él, ducho y cobarde, rehuyó como el escarabajo la luz, la noble controversia con aquellos a quienes insultaba vilmente desde la tribunas de sus casinos, salvaguardadas siempre sus espaldas por una turba de fanáticos que nada tienen que envidiar a los súbditos del Sultán de Marruecos.
Pruebas de lo dicho
En lo único que de verdad ha sido revolucionario Lerroux ha sido, como hemos dicho, e n charlar y en insultar a todo mortal que se ha atrevido a criticar su funesta y miserable obra política, pero eso sí, atacar y charlar de lejos, desde una redacción, desde un casino de los suyos, cara a cara jamás, aquí están los ácratas Urales y Herreros, los nacionalistas Danyans, Llangort y Llorens que le retaron, obteniendo todos la más categórica negativa o el más absoluto silencio. Ahora mismo hace poco, en su viaje de recreo a la Argentina, los ácratas de Buenos Aires en vista de las sandeces que por allí expectoraba el revolucionario de frac y brillantes, escribieron para él un cartel donde se le retaba a discusión pública, pero Lerroux se hizo como siempre el sueco.
Más pruebas
En 24 de septiembre de 1905, escribía en La Publicidad el sujeto que nos ocupa, lo siguiente: “detrás de la bandera catalana no hay hombres ni corazones”. El mismo día a las diez de la mañana, dos hombres se presentaban en su domicilio, para probarle que detrás de dicha bandera había y hay hombres con corazón… y algo más.
El valiente Lerroux, en lugar de mantener, cual cuadra a todo ser bien nacido, lo que horas antes había escrito, fue lo suficientemente cobarde para dar toda clase de satisfacciones a los dos caballeros, reconociendo (por miedo seguramente) que en realidad detrás de la bandera catalana hay hombres que además de corazón, poseen algo más de lo que carece Lerroux en ciertas circunstancias. Los ciudadanos que en esta ocasión le visitaron se llaman José Manen y J. Raspall. Si alguien dudara de la veracidad de lo dicho, puede comprobarlo en La Publicidad del 25 del mismo mes y año antes mencionados.
Escurriendo el bulto
Curioso resulta que Lerroux en todos los acontecimientos más o menos graves que han ocurrido en Barcelona durante estos últimos años de su imperio, no se haya encontrado nunca, pero nunca, a pesar de su revolucionarismo y a pesar de haber profetizado algunos de aquellos acontecimientos.
A la salida del banquete de la Victoria organizado por los regionalistas en el Frontón Condal, los partidarios de aquel atropellaron e hirieron gravemente, a traición y por la espalda, a varios que habían asistido al banquete, sin que por parte de éstos hubiera habido la menor provocación. La escena se desarrolló en la Ronda de la Universidad esquina Balmes y ¡qué casualidad! en aquel día Lerroux no estaba en Barcelona.
Ocho días más tarde, el 25 de noviembre, acaecieron en nuestra ciudad sucesos que están en la memoria de todo el mundo. ¡Lerroux no estaba tampoco en esta ciudad! Pero esto no fue obstáculo para que, pocos días después, escribiera su célebre artículo “Alma en los labios” que, aparte de constituir un padrón de ignominia para la Democracia, dijera entre otras barbaridades “que de haber estado en Barcelona el día de actos, no se habría limitado a ir solamente a Le Veu de Catalunya y al Cucut, sino que habría ido a otros muchos sitios para ejecutar en ellos un auto de fe”… pero ya lo hemos dicho más arriba, dio la casualidad que estaba fuera. ¡Dichosas casualidades!
El crimen de Hostafranchs
“Habrá víctimas y los primeros en recibir el bautismo de sangres serán mis antiguos amigos”. A los 15 días de haber Lerroux pronunciado estas palabras en la Casa del Pueblo, se perpetraba en la carretera de Hostafranchs uno de los crímenes más abominables que registrara la historia política de nuestros tiempos, crimen perpetrado contra los Sres. Salmerón, Roca y Roca, Odón de Buen, Corominas, todos “antiguos amigos” del Sr. Lerroux.
Del infame atentado, resultó gravemente herido el Sr. Cambó, quien por casualidad iba en el coche agredido. La profecía había quedado cumplida.
En aquella noche, noche en la que el partido lerrouxista (no decimos republicano) se manchó de odio y de sangre, tampoco viose en nuestra ciudad al Sr. Lerroux.
Y ahora que viene a cuento, se nos ocurre preguntar, para desvanecer de una vez la imbécil patraña fabricada por El Progreso en la que se pretendía dar a entender a sus incautos lectores que el crimen había sido preparado por las propias víctimas. Y la pregunta es como sigue: Si en aquella noche resulta muerto Cambó o Salmerón (que es a lo que se tiraba) proclamados ya candidatos a Cortes por la Junta del Censo, y no permitiendo la ley sustituirles con ningún otro nombre, ¿a quién habría favorecido la vacante que a causa de la muerte de alguno de aquellos señores se hubiera producido? Pues única y exclusivamente al Sr. Lerroux o al Sr. Sol y Ortega. Esto es indiscutible y esto lo explica todo.
Se argüirá que los presuntos autores fueron puestos en libertad por el Tribunal Popular, es cierto, pero también es cierto que en aquel día la democrática institución del Jurado viose que era un peligro para la justicia en ciertos pueblos donde el valor cívico y el espíritu de ciudadanía están a la altura del arroyo.
La confesión como barceloneses es dolorosa, pero es verdad. No quisiéramos ni por asomo que se viera en lo dicho el deseo de que se mandase al fondo de un presidio a aquellos desgraciados que se sentaron en el banquillo, no; que se hubiera fallado en pro de la culpabilidad de algunos de aquellos y al siguiente día se les hubiera indultado. Esta hubiera sido nuestra satisfacción sincera como hombres amantes de la Justicia y de la Democracia y como partidarios fervientes del Jurado.
Se cumple el célebre programa
En el periódico La Rebeldía escribía hace unos tres años Lerroux su revolucionario programa, dedicado a los rebeldes. “Entrad a saco, les decía, no os detengáis ante los sepulcros ni ante los altares, levantad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres. Luchad. Matad. Morid”.
Esto escribía Lerroux incitando a sus parciales a la violación, sin tener en cuenta que la maternidad es santa cuando es hija del amor, pero es un crimen cuando es hija de la violencia. En todos los países civilizados, y sobre todo democráticos, las creencias, los ritos todos son respetados, porque saben que del respeto de las ajenas creencias depende el respeto de las propias. Esta es la verdadera democracia y la verdadera libertad de conciencia, así se honra al libre pensamiento.
“¡No os detengáis antes los sepulcros!” ¡Los sepulcros! Sólo los chacales y los cuervos son los que en la oscuridad de la noche se atreven a saquear, morder y picotear los restos de los que se fueron. Ante el insulto del niño, del viejo y de la mujer débil, todo ser bien nacido se comprime respetando así la niñez, las canas, la debilidad… ¡Y son seres que viven!
Ante los sepulcros donde yacen los cuerpos inanimados de seres queridos, los hombres todos, de todos los países, se descubren en señal de respeto. Para Lerroux los sepulcros han de ser violados, los hombres han reconvertirse en chacales, en fieras…
Programa cumplido
Satisfecho debe estar ya Lerroux.
Su programa se ha cumplido en gran parte tal y como el ordenó. En la Semana Trágica, semana de la cobardía, vio avergonzada Barcelona, la Barcelona honrada, como las turbas enteraban a saco en asilos y en iglesias sin detenerse los rebeldes ni ante los sepulcros ni ante los altares. Se destruían tumbas, se disfrazaba a los esqueletos para que sirvieran de risa a un público cobarde, y luego en macabra procesión se paseaban por nuestras calles para al fin arrojarlas en mitad del arroyo. Decía Lerroux: matad, y mataron; destruid, y destruyeron; entrad a saco, y saquearon; morid, y también murieron…
Para los que lucharon en la calle, convencidos de que defendían un ideal, nuestro respeto. Para los que saquearon, incendiaron y asesinaron cumpliendo así ciertas predicciones de Lerroux, nuestro desprecio de hombres libres y democráticos.
Francia, la republicana Francia, la que escribió con sangre de sus hijos el decálogo de los derechos del hombre, tuvo que menester treinta años de República para al fin separar la Iglesia del Estado y para poner a raya las asociaciones religiosas.
A la conquista de los derechos democráticos no se va hoy, en el siglo actual, por otro camino que el de la cultura, por la persuasión y la fe en los ideales, por la fuerza de la razón. Así lo ha hecho Francia y ha vencido a la reacción.
No se nos oculta que a veces hay momentos en la vida de los pueblos que se impone el sacrificio de una revolución para salvar la libertad, la vida y la dignidad de sus hijos; pero téngase en cuenta que en estos casos supremos, los que la llevan en el pecho no prometen a plazo fijo, como esa alma conservadora, de pico revolucionario, llamada Lerroux.
Lerroux reaccionario. La Ley de Jurisdicciones
Juzgando a Lerroux, a ese hoy rico y aburguesado revolucionario, por sus obras, nos asombra y entristece el ver como aún existe detrás de él un ejército de fanáticos, que nos recuerdan, por lo parecido, a aquellas turbas que lo mismo gritaban a principios del siglo pasado ¡Viva la Libertad! que ¡Vivan las caenas!
Porque vengamos a cuentas: ¿Qué ha hecho de verdad ese hombre por la Libertad? Categóricamente nada, es decir, sí ha hecho, la ha burlado siempre. Vamos a probarlo.
Sin ir más lejos podemos fijarnos en la reaccionaria ley de jurisdicciones, calificada por el gran Costa de una de las vergüenzas más afrentosas para los tiempos modernos. Lerroux era diputado cuando esa ley que llevado a la cárcel y al destierro a infinidad de hombres se discutía en el Parlamento.
Se trataba de un proyecto de ley que arranca del poder civil, del jurado, el derecho a intervenir en ciertos delitos de opinión, se trataba de un ataque a una de las pocas conquistas verdad obtenidas después de enormes sacrificios por los espíritus liberales, pues bien, Lerroux no solamente no la combatió, sino que ni siquiera voto contra ella. El proyecto del gobierno llamado liberal por sarcasmo fue ley sin que él, republicano radical (¿?) abriera la boca para combatirlo. Lerroux se portó como un perfecto ministerial de Moret. Lerroux contribuyó con su silencio asaz elocuente a amordazar la libre emisión del pensamiento.
¡Y este hombre no se sonroja al llevar en sus labios la palabra Libertad! Esto son hechos evidentes, claros, terminantes, no son “falsedades amañadas por la reacción”, tópico que usa siempre el revolucionario de doublé para desvanecer los justos ataques a su política burguesa inquisitorial.
Por este solo hecho, en cualquier país del mundo donde no se haya perdido el sentido común y toda noción de la lógica, Lerroux estaría incapacitado para hablar jamás en nombre de la Democracia. Aquí, en esta tierra, es posible todo, por algo se nos tiene por el país de los viceversas.
En cambio, fijaos en la actitud de los radicales franceses. Conocedores del espíritu militarista, reaccionario y pancista de Lerroux, le han repudiado, le han cerrado las columnas de sus periódicos, y es que allí, como en todas partes (menos aquí), se juzga a los hombres por sus hechos no por sus palabras.
Lerroux y el proletariado
Fácil nos ha sido demostrar con argumentos que nadie nos refutará, porque son irrefutables, que Lerroux festeja y adula a la libertad para luego apuñalarla por la espalda y fácil nos ha de ser también probar que a él se debe en gran parte la desorganización del proletariado barcelonés.
Allá por el año 1901, las sociedades obreras de resistencia poseían una organización no diremos perfecta, pero sí muy respetable. Los obreros catalanes aconsejados noblemente, honradamente por Salas Antón se organizaban para la lucha contra la burguesía, era su preocupación solamente su mejoramiento social y económico.
Era entonces que fue posible una huelga de metalúrgicos que duró meses y meses, lo que éstos pedían era de justicia, la burguesía se resistía y entonces los obreros todos secundando a los metalúrgicos declaran la huelga general.
A Lerroux, el amigo del obrero, el redentor del proletariado, no se le vio en parte alguna durante aquellos días, encontró más revolucionario irse a Madrid a defender las inmoralidades de un gobernador civil que honraba todas las noches el Trianón, mientras el juego, el hampa, la prostitución envilecían la ciudad.
“Asociaos y dejaos de políticas” les decía Salas Antón a los obreros; esto lo repetían desde sus periódicos los socialistas y los ácratas.
En cambio, Lerroux les decía: en la República está la panacea, el maná, el medio, el puente para llegar al fin de vuestras aspiraciones; sin pudor les ofrecía el pavo republicano, la revolución a plazo fijo, simulaba conferencias secretas donde se hablaba a grandes voces de caballos, armas, municiones, sublevaciones, etc. Peroraba en mangas de camisa, con el pañuelito de seda encarnado en el cuello como el “valiente” de “El Santo de la Isidra”.
Sin perjuicio de haberse atiborrado como un Nabab en el Suizo o en otro confortable restaurant, acabado su discursillo en cualquier cafetín de los barrios obreros sacaba de sus bolsillos un panecillo con una tortilla o un par de sardinas, para dar a entender que aún no había cenado, para poder llegar a tiempo a tiempo a redimir oprimidos. Pedía cinco de vino en cualquier taberna, bebía en el mismo vaso que había bebido alguno de sus compañeros, decía hermosos a los pequeñuelos que sus padres llevaban al mitin, levantaba algunos en brazos, tronaba contra las miserias, maldecía a la burguesía, sin descuidarse de señalar como enemigo principal del malestar universal, de la subida del pan, del contagio de la viruela, del frío y del calor al catalanismo, a ese sentimiento de amor a la tierra nativa recóndito en el alma de todos los seres humanos, incluso en la de los ácratas y socialistas a pesar de sus ideales hermosísimos de fraternidad universal.
Representaba tan a maravilla su papel de revolucionario que en realidad hizo adeptos, enardeció a buena parte de las masas proletarias, y éstas, incautas y bonachonas, se dejaron arrastrar hacia las fraternidades, mientras que quedaban solitarias las sociedades de resistencia, baluarte que jamás debiera abandonar el obrero para luchar por su mejoramiento que es de justicia.
Salas Antón, que con desinterés y nobleza había trabajado logrando encarrilar después de muchos esfuerzos al proletariado catalán hacia el único camino de su emancipación de verdad, éste ante el espectáculo vergonzoso, al ver su obra en ruinas, retiróse apesarado y triste de esta tierra para ir a vivir en otra atmósfera más sana y menos pútrida (espiritualmente hablando) que la de aquí.
Los que por azares de la vida hemos tenido ocasión de verle y saludarle en Londres, hemos podido apreciar el concepto que le merece la situación actual del proletariado barcelonés, casi único en el mundo que carece hoy de organización y defensa para su mejoramiento.
¿Y a quién se debe esta desorganización? Pues a Lerroux en primer término, y a la ignorancia del obrero catalán en segundo. Si ante esta afirmación los espíritus miopes titubean, les aconsejamos que lean despacio las siguientes palabras pronunciadas por el mismísimo Lerroux en Buenos Aires: “Los capitalistas, la burguesía catalana debiera estarme agradecida, pues yo logré encauzar al obrero por las vías de una política práctica, apartándole de las violentas luchas sociales, etc.”. Y podía haber añadido: y les conduje a un sitio que yo bauticé con el nombre de Casa del Pueblo, aunque no se parezca en nada con las Casas del Pueblo de Bruselas, París, Madrid ni con ninguna de las que existen en el mundo.
Allí les damos al proletariado, como pan espiritual, representaciones teatrales de género sicalíptico, como por ejemplo “La Gatita Blanca”, “El Arte de ser Bonita”; pocas, poquísimas conferencias de carácter científico, y muchos mítines petroleros. Allí hacemos diputados y concejales a burgueses y ricos propietarios. Allí explotamos una farmacia y un café los más concurrido de la casa; hay una escuela porque la paga el Ayuntamiento con los dineros de todos los barceloneses, organizamos bailes agarraos a tanto la entrada, etc., etc. A ser sincero y franco, así debiera de haber hablado Lerroux a los argentinos.
Si la burguesía barcelonesa fuera agradecida, debiera así mismo nombrar socio honorario del Fomento del Trabajo Nacional a su colaborador Alejandro Lerroux y García.
La obra de Lerroux. La huelga de El Progreso. El proceso Rull. El miedo a los solidarios. El duro pan de la emigración. Presupuesto de cultura
La obra del lerrouxismo es, en fin, un seguido de negaciones, es una obra nefasta para la cultura, para la democracia y para los ideales de emancipación obrera.
A grandes rasgos y para terminar esta primera parte de “Lerroux y su obra” señalaremos solamente los siguientes hechos, que vienen a marcar con el estigma de reaccionario, burgués e inculto el partido que tiene como a jefe a ese hoy enriquecido burgués llamado Lerroux. Enriquecido, sí, lectores, con la lana del pueblo catalán, enriquecido con la buena fe de una masa digna de la mayor consideración. Lerroux llegó aquí enseñando los calzoncillos, sin una peseta, y hoy, sin haberle visto trabajar nunca de ningún oficio ni poseer ninguna carrera, le vemos rico gordoflete, gracias a la bobería de una parte despueblo.
La nefasta Ley de Jurisdicciones puso de relieve el alma tiránica y absolutista del jefe del partido, al mismo tiempo que el alma de esclavo de sus partidarios. El mismo proceso Rull y su fatal desenlace incapacitó para siempre jamás al tal partido para condenar la crueldad que representa la pena de muerte hoy existente y para cuya desaparición trabajamos todos los hombres de alma democrática.
El famoso presupuesto de Cultura, la obra más seria y más provechosa que inició el Ayuntamiento de Barcelona, encontró en el lerrouxismo y en el fanatismo religioso, capitaneado por el Cardenal Casañas en aquella ocasión, su protesta tan incivil y anticultura, que logró hacer fracasar aquella obra que venía a subsanar las deficiencias en materias de enseñanza.
La no menos famosa huelga de El Progreso puso en manifiesto una vez más que para los hombres del lerrouxismo, una cosa es predicar y otra dar trigo, y que si quieren la justicia es para los demás, no para su casa, donde se burla al obrero como el peor y más cínico de los burgueses.
El lerrouxismo, en una palabra, no representa en Cataluña otra cosa que un valladaje para las ideas autonomistas, esencia de toda libertad, las cuales están concentradas en el alma de la inmensa mayoría de hijos de esta tierra, que trabajan, producen y pagan.
Por eso afirmamos que su obra es una obra tiránica, reaccionaria, estatista y regresiva, maquiavélica y vista con gusto por todos los que viven del presupuesto.
Todo eso lo demostraremos, como hemos dicho, en nuestro segundo y último folleto, sobre la obra del lerrouxismo y al mismo tiempo probaremos también que si Lerroux, el revolucionario de doublé, el bravucón en los mítines, el mátalo todo de restaurant, el caudillo de frac y brillantes, no tomó posesión de su cargo de diputado, en la última legislatura, burlando y despreciando la voluntad de sus electores, fue sencillamente por miedo a los diputados solidarios, quienes sin esfuerzo habrían convertido su sillón de diputado en un banquillo de acusado.
Y es que no es igual -¿nos oyes Lerroux?- perorar en mangas de camisa y ante públicos de fanáticos e inconscientes quienes lincharían como buenos demócratas, a quien intentara interrumpirte, que tener que contestar ante quien te acusaría con datos concretos e incontrovertibles.
Fue por esto, lectores, para no hundirse para siempre, para no caer con una postura de clonw, en el abismo de la vergüenza que Alejandro Lerroux no fue, ni habría ido al Congreso con las actuales Cortes.
¡Es tan dulce y apacible vivir en el extranjero, comiendo, como dice Camba, las ostras de la emigración, los espárragos de la emigración, el pan blanco de la emigración, sintiéndose llamar a todas horas ilustre emigrado!