La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

7 de octubre de 2010

¿Qué socialismo defiende el Partido Carlista?

El Partido Carlista inició en 1968 un profundo proceso de renovación ideológica que le llevó a declararse socialista y a defender muchas de las propuestas tradicionales de la izquierda, bien es cierto que entreveradas por las nuevas realidades que estaban sacudiendo a esta misma izquierda a partir de los nuevos tiempos y situaciones puestos de manifiesto ese mismo año en las calles de París, de Praga y de México. Se elaboró una línea ideológica que bebía de las fuentes del socialismo pero que era también original. Los jóvenes trabajadores carlistas, organizados en el Frente Obrero, estuvieron a la cabeza de esta renovación, como lo muestra este texto que, con el título de ¿Qué socialismo?, fue publicado dentro de los Cuadernos de Divulgación Popular que editó en los primeros meses de la Transición el Partít Carlí de Catalunya, entonces en la vanguardia del carlismo socialista.
Pegatina del Partido Carlista, 1976 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
Para un trabajador industrial, para un estudiante o un asalariado universitario, para un habitante de barrio obrero, para todos los que no participan, en definitiva, de los poderes y los privilegios de la clase dominante, el capitalismo no es sólo una forma de organizar la sociedad. Es, sobre todo, el enemigo principal cuya destrucción se hace necesaria para conquistar la libertad y sacudirse la explotación. Puesto que lo esencial de la estructura capitalista consiste precisamente en el monopolio del poder a todos los niveles por una clase reducida, que además se beneficia constantemente del trabajo de la inmensa mayoría. La explotación económica y la opresión política y de las nacionalidades, cultural, etc. son dos factores inseparables. Se explican y se justifican mutuamente.
Desde la aparición del capitalismo en su forma actual (a partir de la Revolución Industrial en la Inglaterra del s. XIX) la alternativa que las masas han opuesto a la situación establecida ha sido el socialismo. Con orientaciones diversas, a través de corrientes divergentes, el socialismo y la lucha por su establecimiento es la historia real de una gran parte de la humanidad, la meta que ha guiado el caminar de millones de hombres y mujeres. ¿Qué es el socialismo? La forma de organización de la sociedad que garantice el beneficio igual y colectivo del esfuerzo igual y colectivo (superación de la explotación económica) y que garantice también la participación democrática, libre e igual en el poder, o sea, en todas las decisiones de carácter público (superación de la opresión en todas sus formas).
Es evidente que unos objetivos como los anteriores exigen determinadas condiciones. Por ejemplo, la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, concentrada en manos de una oligarquía muy reducida y que impone sistemáticamente sus intereses particulares a los intereses de la mayoría. Mientras los medios de producción sean propiedad de un puñado de grandes capitalistas, que los usan para su beneficio exclusivo, en vez de ser instrumentos para que los trabajadores y la sociedad den satisfacción a sus necesidades, la explotación seguirá siendo un hecho.
Sin embargo, sería un grave error considerar que el socialismo es, pura y simplemente, arrebatar a la burguesía su dominio exclusivo sobre los medios de producción. La propiedad y el control estatal sobre la economía pueden originar una situación en la que la explotación y la opresión aparezcan bajo formas nuevas. En este sentido, el socialismo es una búsqueda del camino más adecuado a las circunstancias y las condiciones propias de cada pueblo y de cada momento histórico, búsqueda que debe partir preferentemente de la crítica a los sistemas socialistas ya existentes, además de la crítica en todas sus formas al capitalismo.
EL PELIGRO BUROCRÁTICO
El primer país donde una revolución socialista llegó al triunfo es Rusia. En 1.917 comenzaba una nueva etapa de la historia. No sólo se acabó con la tiranía de los zares sino que se convirtió también todo el sistema económico en propiedad pública, en propiedad del Estado que teóricamente representaba los intereses de la clase obrera, del campesinado y de todo el pueblo. El poder, inicialmente era ejercido por los "soviets" o consejos representativos de los trabajadores, los campesinos y los soldados. Pero poco a poco se fueron centralizando todas las decisiones en manos del Estado, controlado a su vez por el partido único. Esto provocó la aparición de una fuerte burocracia, un sector social especializado en las tareas administrativas y de mando y que poco a poco convierte el monopolio de las decisiones que tenían el Estado y el partido único en monopolio de la burocracia misma. La nueva clase, con intereses propios y diferentes de los de la mayoría obrera y campesina, acaba por imponer su dictadura. En la Unión Soviética ha desaparecido la propiedad privada y nadie puede beneficiarse directamente del trabajo de los obreros de una fábrica, apropiándose del producto de su trabajo y vendiéndolo luego por un precio muy superior a los salarios, como ocurre en el capitalismo. Pero sin embargo, subsiste la explotación con nuevas modalidades. Al controlar libremente los procesos de producción y cambio la burocracia soviética del Estado y del partido dirige la economía en un sentido que consolida las estructuras actuales y alimenta sus privilegios sobre las masas trabajadoras. Paralelamente, el poder absoluto de la burocracia impide el ejercicio de una auténtica libertad. Tanto en el terreno político, como en el cultural o en cualquier otro, las opciones son limitadas por el Estado y el partido. Con el pretexto de haber sido hallada ya la "línea correcta" del socialismo, la clase dominante soviética impide el libre desarrollo de las ideas y de las alternativas políticas.
Gran parte de estas deformaciones proceden de las condiciones peculiares de Rusia cuando se produjo el triunfo de la Revolución. Era un país muy atrasado, con predominio fuertemente campesino, nivel cultural muy bajo, industrialización muy reducida y diferencias sociales abismales. Todo ello gobernado por la tiranía de los zares, que en muchos aspectos aún no había salido de la edad media. Este atraso general tuvo como consecuencia que la revolución se desarrollara también con métodos primitivos, que sólo una minoría de la clase obrera (muy minoritaria a su vez respecto del conjunto de las clases populares) tuviera conciencia política, y que para triunfar, esa minoría vanguardista tuviera que usar métodos dictatoriales. Pero sería ingenuo no darse cuenta de que, junto a estos condicionamientos particulares, la degeneración de la revolución soviética fue originada por las concepciones del partido, del sindicato y, en general, del proceso que debía seguir la revolución. El partido único, el monopolio y concentración del poder en el Estado y en la vanguardia, armada de una ideología exclusiva y excluyente erigida en "ciencia del proletariado", desembocaron necesariamente en la barbarie stalinista, en la burocratización, en el dominio absoluto de las capas superiores del Estado y del partido y, en definitiva, en la negación de lo que hoy entendemos por una sociedad socialista.
LAS NUEVAS EXPERIENCIAS
Después de la aparición de la Unión Soviética se han producido nuevas revoluciones en el mundo, bien ligadas al desarrollo de los grandes conflictos armados (2ª Guerra Mundial) bien a las luchas de liberación antiimperialistas (China y Cuba). Otros pueblos han logrado hacer desaparecer el dominio capitalista pasado. Las experiencias de estos dos últimos países son especialmente interesantes. Aunque con el mismo fundamento ideológico que la URSS, China y Cuba han intentado la construcción de un socialismo con características propias, a partir de sus condiciones particulares. El resultado recuerda en algunos aspectos al del soviético, pero en otros se diferencia notablemente. Aunque tanto en China como en Cuba se da también el partido único y todas sus consecuencias derivadas, la burocratización es menos, la participación de los trabajadores en las decisiones de base es más amplia y por lo tanto, los niveles de libertad y de democracia más grandes. Recordemos que tanto China como Cuba se encontraban también antes del triunfo de la revolución en la cola del desarrollo de sus respectivos continentes y que, en este sentido, las conquistas conseguidas en el campo de la educación, la sanidad, la alimentación, las condiciones laborales, la vivienda y en general, en el crecimiento económico, han sido inmensas.
A pesar de todo, el modelo de socialismo vigente en China o en Cuba no es en absoluto válido para las sociedades industrializadas, para las sociedades de Europa Occidental. Un socialismo de este tipo no resolverá las aspiraciones mayoritarias de los trabajadores y el pueblo no podrá dar respuesta a los problemas que hoy por hoy están planteados, y sería rechazado en primer lugar por la propia clase obrera, que no busca ya solamente una participación mayor en el producto de su trabajo o un crecimiento de ese producto, sino que aspira a erigirse en dueño y señor único de su presente y de su futuro.
Por supuesto que, pasando a otro terreno, tampoco la socialdemocracia puede satisfacer esta aspiración. La socialdemocracia allí donde ha ejercido o ejerce el poder, (Alemania, Inglaterra o Suecia), ha actuado como administradora de los intereses del capitalismo y no como enemigo de él. Corrigiendo los aspectos más violentos u opresivos de la explotación, y encuadrando a la clase obrera en esa práctica, ha terminado por consolidar el sistema; determinado número de transformaciones positivas pueden limitar los beneficios de la burguesía capitalista y mejorar la situación de las masas populares, pero no son revolucionarias si no despojan definitivamente a aquella burguesía capitalista de su papel como clase y de su poder final sobre la sociedad.
La transformación gradual del capitalismo desde un gobierno, en el marco de una democracia formal, es imposible. Provoca de hecho la aparición constante de procedimientos y métodos nuevos para llevar a cabo la explotación y perpetuar el poder de la burguesía capitalista. No se puede arreglar el capitalismo, hay que derrotarlo. Sólo la victoria irreversible de las fuerzas que quieren el socialismo hace posible construir la nueva sociedad con procedimientos democráticos, con la participación de todos los trabajadores, y con el protagonismo central del pueblo, es decir, de la fuerza que ha luchado durante siglos por tener la oportunidad de construir precisamente esa sociedad socialista.
¿QUÉ SOCIALISMO?
¿Cuál es entonces el socialismo por el que hoy merece la pena luchar? ¿Cuál es la alternativa real a la sociedad capitalista avanzada, la alternativa que puede dar solución plena a las aspiraciones y demandas de los trabajadores de hoy? La respuesta es simple: un socialismo autogestionario, un socialismo basado en la participación plena de toda la clase obrera en las decisiones de la vida colectiva. Esto equivale a proponerse la toma del poder por el conjunto de los trabajadores y el pueblo, democráticamente organizados.
Dos condiciones estratégicas (imprescindibles para poder abordar la construcción de una sociedad socialista autogestionaria) podemos señalar de antemano: la transformación del modo de producción y la transformación del carácter del Estado.
El modo de producción es el conjunto de relaciones permanentes establecidas en el campo económico de un país y un momento dado concretos. El modo de producción capitalista se caracteriza por la propiedad privada de los medios de producción, la concentración de esa propiedad en muy pocas manos, el predominio de las leyes del mercado sobre las necesidades reales, la planificación al servicio de la clase poseedora, la explotación de la fuerza de trabajo de los asalariados, que se adquiere como una mercancía más, etc. Frente a ello, un cambio revolucionario en dirección al socialismo autogestionario deberá hacer posibles unas relaciones económicas y empresariales nuevas: propiedad social de los medios de producción, administración de los mismos por los trabajadores que los explotan directamente, consideración y funcionamiento de la empresa como asociación de productores (cualquiera que sea su tarea concreta) con derechos iguales, por tanto, sobre las decisiones y los beneficios, planificación de la economía y sus objetivos en función de las necesidades y los deseos de todos los trabajadores a cualquier nivel (comarcal, local, nacional y federal), libremente expresados por ellos mismos.
Resumiendo este punto, diremos que el modo de producción socialista se caracteriza y se opone al modo de producción capitalista por orientarse toda la actividad económica a satisfacer las necesidades reales de la sociedad, expresadas libremente por ella misma, y por eliminar la explotación del trabajador en su empresa, convirtiendo a esta en colectivo en el que, a cambio del esfuerzo de cada uno, se reciben los medios materiales para el desarrollo y la realización personal del trabajador.
La segunda condición previa para la construcción del socialismo autogestionario es la transformación del carácter del Estado burgués. En las sociedades capitalistas el Estado es la estructura organizativa que se encarga de velar centralizadamente por los intereses políticos, económicos, culturales, etc. de la clase dominante. El Estado burgués pretende aparecer como neutral, pero en realidad no lo es. Cuando planes económicos se encarga de que respondan a los intereses de la clase dominante, cuando establece toda clase de leyes le guía el objetivo de mantener el sistema esencialmente igual, cuando pone en movimiento a las fuerzas de orden público las dirige contra las revueltas y protestas obreras y populares, cuando aprueba planes educativos se cuida de transmitir con ellos el conformismo y la cultura burguesa dominante. El Estado nunca es neutral. En una sociedad capitalista, en la que sirve a la burguesía propietaria de los medios de producción, el Estado actúa como instrumento represivo de primer orden. Todo lo reglamenta, todo lo organiza, autoriza esto y prohíbe aquello, actúa con la violencia legal cuando sus normas no son cumplidas. El Estado burgués para garantizar a los grandes capitalistas la libertad absoluta de explotar a los demás, aniquila y reprime la libertad de la inmensa mayoría. En muchas ocasiones, como ocurre en el Estado español, su opresión no se limita a las personas. Actúa también sobre pueblos enteros, a los que trata de asimilar o integrar impidiéndoles el libre desarrollo de sus características nacionales propias.
Frente al Estado burgués el Estado socialista debe cambiar radicalmente. Debe cambiar en su estructura y en su carácter, no sólo en el objetivo de su actuación represiva. Es decir, que no puede desarrollarse una auténtica revolución sólo conquistando el poder del Estado y orientando su capacidad represiva y violenta contra la antigua clase dominante. Esto sería una trampa que, al final, acabaría provocando la aparición de una nueva clase burocrática, opresora no sólo ni principalmente de los antiguos capitalistas sino de los propios trabajadores.
Cambiar radicalmente la estructura y el carácter del Estado burgués significa concebir el Estado socialista como un instrumento al servicio de la voluntad del pueblo, al servicio de la voluntad de las masas. Este servicio a la voluntad de la mayoría exige concebir el Estado como un instrumento ejecutivo, encargado de hacer lo que el pueblo ha decidido y no puede hacer de otra manera, y como un vehículo de coordinación y de centralización de esas decisiones populares, cuando deban producirse en ámbitos amplios que lo hagan necesario. El Estado socialista debe ser, además, un instrumento de gestión que represente la voluntad colectiva en aquellos medios de la sociedad en que sería imposible hacerla presente de otro modo. El Estado socialista, frente al Estado burgués actual, no puede ser un aparato opresivo para las masas, sino un instrumento, una estructura encargada de llevar a la práctica algunas decisiones sociales o de facilitar la adopción democrática de éstas. El Estado socialista podrá organizar la explotación agrícola de una zona, establecer relaciones diplomáticas con un país o aprobar un plan de carreteras. Pero cualquiera de estas actuaciones no deben ser más que la aplicación práctica de decisiones colectivas previamente adoptadas por la mayoría de los trabajadores y expresadas en un plan económico o por medio de sus representaciones democráticas. El Estado socialista no tiene nada que ver con el Estado burgués, centro de decisiones sometido al asalto permanente de las diversas facciones de la burguesía para imponerse sobre las demás e imponer al pueblo su férreo dominio.
El socialismo autogestionario se basa, por tanto, en dos elementos inseparables para que la nueva sociedad pueda efectivamente existir: un modo de producción socialista y un Estado que sea servidor de la voluntad democráticamente expresada de los trabajadores.
UNA NUEVA DEMOCRACIA
Sin embargo, estos dos campos de transformación y de acción, el campo económico y el del Estado, no agotan las posibilidades de definir la sociedad socialista de autogestión. Pues las transformaciones que los trabajadores deben operar a esos niveles sólo son válidas si sirven a la tarea de la liberación, a la tarea de hacer posible que la sociedad se organice democráticamente y transforme ella misma su propia existencia. Tanto en el plano general de toda la sociedad, como en el de los diferentes colectivos que pueden existir (ayuntamientos, empresas, grupos culturales, etc.) como en el plano individual, el socialismo autogestionario deberá abrir el camino de la libre elección y de la elaboración también libre de alternativas. En la sociedad socialista sí que debe llegar a ser cierto el principio de la libertad absoluta con la limitación única de la libertad colectiva.
¿Cómo hacer esto posible? Si el socialismo autogestionario consagra la libertad real, no es cosa de intentar establecerlo todo de antemano. Aparecerán con el desarrollo de las nuevas estructuras múltiples instrumentos y fórmulas de organización que bajo el capitalismo son desconocidas e impensables. Sin embargo, es posible, y más que posible necesario, establecer desde ahora mismo algunas precisiones sobre los mecanismos sociales por medio de los cuales los trabajadores podrán ejercer su libertad colectiva: no ya la posibilidad de elegir entre varias alternativas ofrecidas y condicionadas por los intereses de la clase dominantes, sino la decisión y construcción diaria de su presente y de su futuro.
Entre estas-estructuras y mecanismos sociales imprescindibles, figuran:
UN SINDICATO ÚNICO. La misión principal de este sindicato no es ya reivindicativa, frente a la patronal y a los capitalistas, que han desaparecido. Su tarea central es dirigir y gestionar la economía, aplicando los planes económicos y contribuyendo con un papel preponderante a su elaboración. El sindicato representa los intereses directos de los trabajadores. Por medio de él la clase obrera propone los proyectos de planes a todos los niveles, centrados especialmente en los objetivos globales a conseguir, las áreas de la economía a desarrollar, etc. Una vez aprobados los planes (por el conjunto de representaciones del sindicato, los partidos políticos y los intereses territoriales) el sindicato es de nuevo la vía de que se sirven los trabajadores para organizar su aplicación, su desarrollo práctico. Esta aplicación del plan en cada empresa deberá ser autónoma, es decir, siempre que cumplan los objetivos mínimos establecidos democráticamente por el conjunto de la sociedad, los trabajadores de una empresa podrán dirigirla con toda libertad, organizando la producción ellos mismos.
LOS PARTIDOS POLÍTICOS DE MASAS. Siempre que acepten las bases mínimas de la sociedad socialista, debe existir la posibilidad de que existan varios partidos u organizaciones políticas que planteen las diversas alternativas o líneas de desarrollo que pueden seguirse en cada momento. Los partidos políticos en la sociedad socialista no pueden ser máquinas electorales empeñadas en conquistar el voto popular cada equis de tiempo para gobernar en su nombre. Su función es la de ejercer la crítica, elaborar alternativas ante cada problema social, proponerlas a las masas a través de sus militantes. Pero en última instancia es el conjunto de trabajadores afectados por el problema en cuestión (bien sea en una fábrica, un barrio o a nivel de todo el Estado) quien debe decidir. Paralelamente, la representación de los partidos en los organismos delegados imprescindibles no corresponderá al número de votos que un partido pueda arrancar en una votación aislada, sino al número de militantes que tenga, es decir, al número de trabajadores que sea capaz de movilizar e incorporar a un trabajo organizado y consciente al servicio del proceso revolucionario.
LAS REPRESENTACIONES TERRITORIALES, por último ejercerán un papel importante. Partiendo de los consejos de barrio y de los consejos municipales, encargados de administrar directamente sus ámbitos respectivos y de representar sus intereses colectivos, los poderes regionales o nacionales (en caso de existir una federación que integre a varias nacionalidades) participarán en la planificación económica y en la elaboración de las políticas de sectores (educación, sanidad, etc.), confrontando sus intereses distintos o contrapuestos y llegando siempre a soluciones negociadas políticamente y no impuestas en virtud de las leyes de la simple rentabilidad económica. Al mismo tiempo, cada poder nacional o regional deberá contar con facultades plenas para resolver los problemas y decisiones que afecten exclusivamente al ámbito correspondiente.
Allí donde se comprende que el socialismo es inseparable de la libertad, allí donde se lucha contra el capitalismo pero sobre todo por la liberación, allí donde hay un trabajador convencido de que jamás será real la libertad si se basa en la opresión de otro hombre u otro pueblo, el camino de la autogestión está definitivamente abierto. La lucha solidaria de los trabajadores y de los pueblos oprimidos llevará hasta la victoria.
Front Obrer del Partit Carlí de Catalunya

6 de octubre de 2010

El interés general, de Pierre Besnard

Pierre Besnard (1886-1947) fue un trabajador ferroviario francés y un destacado militante anarcosindicalista que encabezó la tendencia libertaria de la CGT francesa cuando, desde 1920, esta organización sindical se orientó hacia el comunismo, llegando a ser secretario general de la CGT (Sindicalista-revolucionaria), que en su día fue admitida como sección francesa de la AIT. Besnard fue un interesante teórico del anarcosindicalismo, una doctrina que para él se resumía en su frase "¡Toda la economía para los sindicatos!, ¡Toda la administración social para las comunas!". En octubre de 1931 la CNT hispana editó su libro Los sindicatos obreros y la Revolución Social, del que entresacamos estos capítulos que consideramos de especial actualidad.
Obreras zapateras, Barcelona, hacia 1920 (Archivo La Alcarria Obrera)

¿CUÁNTAS CLASES SOCIALES EXISTEN?
Afirman los que sostienen la tesis del interés general, sean obreras o burgueses, que no hay más que una sola clase social. Esta conclusión se deriva, según ellos, de la imposibilidad en que se encuentran de establecer una línea divisoria absolutamente precisa que determine sin réplica posible la verdadera situación social de cada hombre.
Estas consideraciones empiezan por ser producto de una deducción y no términos de prueba. Si puede trazarse la línea divisoria, el sistema, todo él, se hunde irremisiblemente.
He aquí cómo establezco la divisoria, tal como se me alcanza: Todo individuo que vive exclusivamente del producto de su trabajo y no explota a nadie, pertenece a la clase obrera, al proletariado; quien vive parcial o totalmente del producto del trabajo ajeno, quien tiene asalariados, pertenece a la clase capitalista.
¿Se cree que este criterio es riguroso en exceso, que responde a una clasificación arbitraria? No es así.
Está fuera de duda para mí que el obrero de la industria y el campesino; el artista de la ciudad o de la aldea - trabaje o no con su familia-; el empleado, el funcionario, el contramaestre, el técnico, el profesor, el hombre de ciencia, el escritor y el artista que viven exclusivamente del producto de su trabajo, pertenecen a una misma clase: al proletariado.
La retribución desigual de unos y otros; el carácter distinto que tiene la actividad desarrollada por cada individuo; las consideraciones que se guardan a algunos y que en ciertas ocasiones tienen origen en la función misma que desempeñan; la autoridad delegada que ostentan, a veces sin control y sin conciencia, acabando en abuso; la incomprensión absoluta del papel exacto que corresponde en cada caso o la pretensión de sobrepasar los límites de la propia clase para integrar la opuesta en nada cambian la situación del sujeto social.
Asalariado o no, cuando vive del producto de su trabajo y recibe del patrono, del Estado o de un tercero la remuneración correspondiente, es un proletario. Un concepto sutil o un artificio de dicción no pueden cambiar semejante estado de cosas, y quiérase o no, los trabajadores todos están llamados a unirse porque tienen intereses comunes, idénticos, Su agrupación constituirá una síntesis de la clase proletaria en un porvenir inmediato.
Un industrial emplea diez obreros o diez mil; un comerciante utiliza cuatro empleados o cuatrocientos; un financiero amontona y hace producir diez o diez mil millones; un propietario es dueño de dos casas o de veinte, lo mismo da; cada uno de tales individuos pertenece a la clase capitalista, y ninguno de ellos vive exclusivamente del producto de su trabajo; antes bien, deduce del producto del trabajo ajeno una parte del mismo; se apropia de ella, y por consiguiente del esfuerzo que representa, para vivir o para enriquecerse. Existe antítesis completa entre privar a alguien de un derecho y verse privado de éste.
La cuantía de la retribución no permite trazar una línea divisoria entre las clases ni tampoco el valor mayor o menor que se deduce de la susodicha retribución, sino el principio mismo de la merma, el principio del salario.
Es evidente que hay diferencias y desigualdades en el seno de cada clase. La existencia de aquéllas no hace más que reforzar la tesis divisionaria de la sociedad en dos clases. Que una parte de la clase obrera transija con el capitalismo o que una fracción de la burguesía esté proletarizada; que la relación entre las dos fuerzas rivales se modifique o no hasta el infinito, carece de importancia. ¿No ha sido el capitalismo, dueño y ordenador del actual régimen, quien creó para su privilegio tales desigualdades? ¿Acaso no fue el capitalismo quien estableció dentro de sus límites una casta gestora de la riqueza del Mundo, organizando en torno núcleos secundarios para defensa de aquella casta, pequeños capitalistas que eran generalmente de origen popular? ¿No hizo desaparecer a su talante el capitalismo esas organizaciones subalternas o las fomentó y multiplicó según convino al interés y al privilegio, suprimiéndolas cuando manifestaban cualquier ostentosa pretensión de sustituir al capitalismo? ¿No es éste quien separa de las filas proletarias policías, guerreros y jueces que garantizan y consolidan la seguridad del capitalismo contra los adversarios, los que tratan de libertarse de la coacción opresora y de la explotación? ¿Acaso el soldado, el magistrado y el polizonte no actúan exclusivamente en favor del capitalismo? La sucesión de crímenes, iniquidades e injusticias acumuladas por esos defensores del orden capitalista a través de los siglos ¿no abona la afirmación precedente? Los actos de un Mussolini, de un Primo de Rivera, de un Horthy, de un Tsankoff, etc., ¿no atestiguan la existencia de dos clases, una que sufre y otra que explota, mutila y crucifica?
Es una herejía afirmar la existencia de una sola clase. Nuestros adversarios lo comprenden tan bien; como nosotros, pero niegan por habilidad que haya dos clases para conservar los privilegios de una, la suya.
Al defender la tesis de la clase única, limitándose a reconocer que existen tan sólo desigualdades en el seno de la misma; al decir que las desigualdades irán reduciéndose paulatinamente y desaparecerán mediante el concurso de todos, los partidarios de la tesis del interés general estructuran el cuerpo de su doctrina. Justifican la colaboración de clases como una necesidad y hacen que penetre en el espíritu del pueblo la idea evolucionista como directiva normal de la humanidad, sin choques, violencias ni conmociones.
Cuando hablemos especialmente de la colaboración de clases, realizadora del interés general, veremos que es la táctica de los capitalistas partidarios del mismo interés y estudiaremos el carácter de las finalidades que se proponen.
Creo que desde ahora puede consignarse indiscutiblemente el siguiente enunciado: Hay dos clases sociales y no una sola, siendo permanente la oposición entre ellas.
Por lo mismo no habrá una sola clase hasta que sean abolidos los motivos que dieron lugar al nacimiento de las dos que existen actualmente.
Mientras existan la propiedad, la autoridad, el patrono y el salario con las formas coercitivas que requieren, está fuera de duda que existirán dos clases delimitadas y antagónicas, digan lo que quieran ciertos sociólogos. No pueden desaparecer las clases más que por la acción de la gran niveladora: la Revolución social. Tras ésta, lo mismo que en los primeros tiempos, antes de que los poderosos y los malignos inventaran la religión, la propiedad y las morales más o menos cívicas, no cabe más que la existencia de una sola clase realizadora de la equidad social en un mundo cuyos pobladores producirán según sus fuerzas y consumirán según sus necesidades.
Es preciso consignar que, contrariamente a los designios que con mala fe nos atribuyen los adversarios de la clase burguesa, los sindicalistas y anarquistas cuya doctrina es el comunismo libertario, no aspiramos a adjudicar al proletariado la plaza del capitalismo. Deseamos que al establecer la igualdad social podamos acercarnos en todo lo posible al orden natural y reconstruir la gran familia humana para que cada hombre trabaje en pro de la obra común: el advenimiento de la auténtica fraternidad.
Somos los verdaderos partidarios de la humana compenetración y de la lógica, y ni la vana sensiblería ni la crítica han de apartarnos del buen camino.
Que los enemigos de la violencia de los otros renuncien a inutilizar el camino del progreso, que sacrifiquen los privilegios que les hacen señores, como a nosotros esclavos, y estamos dispuestos a firmar con ellos la paz social, reconstituyendo la clase única en la Humanidad fraternal que asegura a los hombres la igualdad y la libertad del mundo nuevo.
NO EXISTE EL LLAMADO INTERÉS GENERAL
Una vez demostrado que no hay una clase social, sino dos, tengo derecho a afirmar que no existe el llamado interés general. De la misma manera podría consignar lógicamente que la colaboración entre individuos sin interés común es del todo imposible.
Pero más que consignar quiero pulverizar por completo la concepción del interés general, destruir radicalmente la práctica peligrosa de la colaboración de clases.
Es evidente que si la totalidad de habitantes de un país tuvieran un interés común o colectivo, se pondrían de acuerdo sin dificultad sobre la base misma de tal interés. Nada más sencillo y cómodo para ellos que darse un orden social que interpretando el sentir general, les diera cumplida satisfacción.
No es menos evidente que dejarían de existir antagonismos y diferencias entre los individuos y que en tales condiciones hablar de clases sería una herejía. Sólo habría una clase social.
El progreso no tendría contradicción en ninguno de sus aspectos y desarrollándose la evolución de manera normal, sería una locura querer acelerar el ritmo progresivo de manera violenta mediante revoluciones o choques, porque serían perfectamente inútiles.
¿Ocurre lo que acabamos de suponer? ¿Por qué se observa algo distinto?
Declaro que no hay ni puede haber interés general en el régimen capitalista. Hay dos intereses generales: el del explotador-poseedor y el de los que no poseen y son explotados. La existencia de estos dos intereses representa la negativa más calificada contra la existencia de uno solo. Es imposible la concordia entre las dos formas de interés general, puesto que una cualquiera de ellas es negación de la otra. Viven en oposición constante, permanente y sistemática que sólo podrá tener fin cuando desaparezca el interés general capitalista mediante abolición de la propiedad privada, base del actual sistema.
Demuestra la vida cotidiana con una brutalidad expresiva, inaudita, que no hay en realidad ningún interés común entre el patrono y el obrero, el comerciante y el consumidor, el casero y el inquilino, el empresario y el usuario de un servicio público.
El interés general del patrono consiste en obligar al obrero a trabajar el mayor número de horas posible por un salario lo más reducido posible, sin la menor preocupación por las condiciones higiénicas. Retribuye aquel patrono el esfuerzo humano sólo en un mínimo y no hay que decir que el interés del obrero es diametralmente opuesto al del patrono.
Lo mismo ocurre con respecto al comerciante; sólo trata de vender a precios altos, lo más altos que puede, sin tener en cuenta la condición social del consumidor ni sus medios de vida. Todos saben que el interés del consumidor está en oposición con el del comerciante, sobre todo en la época actual, cuando el comerciante pretende hacer fortuna en poco tiempo.
¿Quién osará sostener que el casero, el más privilegiado de los rentistas, no cesa de procurar el aumento de la cuantía de los alquileres sin importarle la consideración de que el inquilino se ve explotado por el patrono y expoliado por el comerciante, y sin pararse a pensar si el inquilino puede realmente pagar el alquiler que se le impone?
¿Puede sostenerse que la empresa explotadora de un servicio público, como ocurre con los transportes terrestres, marítimos y fluviales que de hecho son monopolios, tiene en cuenta el interés de los usuarios cuando establece las tarifas? La única preocupación consiste en sacar interés elevado al capital y amortizar en diez o menos años el precio del material que servirá veinte o treinta.
En lo que concierne al carácter de la producción, no hay asomo de interés general en el propósito de quienes la dirigen.
El capitalismo industrial no fabrica ni construye para cubrir necesidades, sino para realizar negocios, beneficios. El comerciante no se propone desempeñar una función de utilidad general, sino hacerse rico en un mínimum de tiempo.
La Bolsa de Valores, como la de Comercio, que deberían regular, fijar la cuantía exacta de un negocio o la cotización de un artículo de primera necesidad como el trigo, sólo sienten la preocupación de establecer el precio en provecho de la riqueza privada sin tener en cuenta el carácter especial de la cuestión ni la escasez o abundancia de cereal.
Lo que se llama especulación merece el nombre de robo organizado.
Los que especulan con acciones o valores, como los que especulan con los precios de los artículos de comercio, nada tienen que ver con los productores de trigo ni con los obreros que con su esfuerzo trabajan en la edificación y funcionamiento del mercado. ¿Qué decir de los intermediarios, meros poseedores ficticios que manejan millones y viven como parásitos sobre el cuerpo social, sobre el productor y el consumidor? ¿Hay interés común entre los parásitos y sus víctimas? Y para acabar con esta serie de comparaciones, ¿hay concordancia o interés común entre el consumidor y los empresarios del mercado que inutilizan y abandonan provisiones de excelente calidad antes de rebajar los precios y en el momento mismo en que a millares y millares de seres les es imposible, por su penuria, comprar lo necesario para la vida por la elevación de precios?
En mi concepto, bastan los precedentes ejemplos para demostrar que no existe el llamado interés general, y que sólo se da en cada una de las zonas antípodas en que se divide el campo social.
A pesar de lo que demuestra cotidianamente la vida, muchos economistas burgueses afirman la existencia del interés general aunque se guardan de definirlo, contentándose con la simple enunciación, recurso que tiene tanto de fácil como de poco convincente.
¿Interés general? Existiría sin duda alguna cuando nació el hombre libre en la tierra libre, no después.
En los albores de la Humanidad no existía la propiedad individual y el hombre estaba a su talante en cualquier latitud, siendo en todo momento igual a su semejante. Se unía con otros hombres en una concentración defensiva de la vida contra las fieras o los elementos, pero no existían clases, jerarquías, castas, tiranos, sacerdotes ni religiones. Había, pues, un interés general de participantes, iguales todos ellos socialmente, unidos por instinto unos a otros.
El interés general dejó de existir cuando ciertos hombres, los fuertes, elegidos para guías o jefes, consiguieron engañar a quienes les eligieron imponiéndoles a estos dominios y autoridad contra el mandato colectivo incapaz de controlar sus propios actos. Entonces fue cuando nació la autoridad, y la propiedad con ella. No contentos los jefes con mandar, quisieron -y era lógico desde el punto de vista de los mismos- entrar en posesión de las cosas, decretando que tal o cual extensión territorial cerrada o abierta y lo que contenía -personas, animales, casas, árboles, corrientes fluviales, etc.- pasaba a ser propiedad de los jefes.
Para que produjera la extensión de terreno que se apropiaban, y con objeto de obtener renta de la misma, los jefes, convertidos en dueños, explotaron al prójimo. Para defender la tierra, que poseían ya, contra las asechanzas de otros jefes de tribus vecinas, tan poco escrupulosos y tan ambiciosos como ellos, ordenaron la leva de hombres y posteriormente la movilización de ejércitos. Para mantener en completa obediencia y humildad soldados y esclavos, inventaron la moral y las religiones. La astucia se convirtió en auxiliar de la fuerza bajo la representación sacerdotal.
Si hubo conflicto en momento determinado entre la astucia y la fuerza, entre sacerdotes y jefes, no tardaron en comprender unos y otros, como los capitalistas de hoy, que les convenía aliarse en vez de luchar. La alianza perdura todavía y se sostendrá mientras haya régimen capitalista.
A través de los siglos, los jefes de tribu se han convertido en señores, reyes y emperadores. Poseen territorios inmensos con centenares de millones de hombres que obedecen y trabajan para enriquecer a los dominadores, a los que ostentan privilegios, a los que se apiñan alrededor del poder.
La policía cuida de la seguridad interior de los Estados, sean imperios o repúblicas; los ejércitos están siempre dispuestos a aumentar la extensión del territorio de los Estados y a llevar la civilización a los pueblos atrasados; los sacerdotes de todas las religiones predican obediencia y resignación; los jueces castigan a los iconoclastas, a los rebeldes, a los insurrectos, a los hombres conscientes que discuten el dogma y la Biblia y aspiran a reivindicar sus derechos.
Los tronos se tambalean y hunden más tarde. Al empuje de la insurrección popular desaparecen imperios y reinos para instaurarse repúblicas; el régimen absoluto cede paso a las democracias; el privilegio va de manos del clero y de la nobleza a los mercaderes, a los industriales, a los financieros; el sufragio universal sustituye al censatario y nacen los Parlamentos políticos e industriales para expresar una supuesta voluntad popular.
A pesar de todo nada cambia porque subsisten castas y clases, continuándose la explotación del hombre por el hombre, mientras exista la propiedad privada, madre de los Estados.
Puede afirmarse, sin temor a equivocación, que la condición personal de obreros y campesinos ha mejorado en relación a los esclavos de la antigüedad, pero no es menos cierto que los dueños de la situación presente son los industriales y los financieros, quienes, valiéndose del paro forzoso, salarios bajos, malos tratos y viviendas insalubres, aparecen a nuestra vista tan codiciosos y vengativos corno los dominadores de las edades primitivas y sin excusa de ignorancia que aquéllos podían alegar, al menos parcialmente.
Tales son las causas de carácter histórico .Y de hecho que abonan la razón que nos asiste al negar la existencia del llamado interés general, a la vez que declaramos esta convicción: el sistema actual fundado en ese pretendido interés general no es más que una ficción.
Cuando volvamos al régimen de equidad social será lógico hablar de interés general, no antes.
Que desaparezcan las castas, las clases y la propiedad, lo que contribuye a que los hombres sean todavía dueños o esclavos.
El llamado interés general es un mito.

3 de octubre de 2010

Resolución III Congreso de la Liga Comunista

A pesar de la tradicional y endogámica división de la corriente trotskista, dentro y fuera de nuestras fronteras, al hablar de la oposición antifranquista que se identificaba con la IV Internacional suele hacerse referencia exclusivamente a la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), olvidando la existencia de otro grupo, bien es cierto que minoritario, que se escindió de ésta en 1972 y que desde 1973 se organizó en la Liga Comunista (LC). Una organización tan poco conocida que ni siquiera tiene entrada propia en Wikipedia. En septiembre de 1976 celebró su Tercer Congreso, en el que se aprobó una ambiciosa Resolución Política, de la que publicamos su último capítulo en el que concreta su posición y tareas para el tiempo de la Transición. En 1978 la mayoría de los militantes de la Liga Comunista retornaron a las filas de la LCR, y los que no lo hicieron convergieron en 1980 en el Partido Obrero Socialista Internacionalista (POSI).
Portada de Avanzada de Madrid, órgano de la Liga Comunista, febrero de 1975

¡A LA HUELGA GENERAL! ¡POR LA ALIANZA OBRERA!
¡POR UN GOBIERNO PROVISIONAL DE LOS TRABAJADORES!
I
POR LA ACCIÓN DIRECTA DE MASAS Y LAS FORMAS DE ORGANIZACIÓN PROLETARIA. PREPARAR LA HUELGA GENERAL
1.- Frente a los oportunistas incorregibles que fomentan en las masas trabajadoras la ilusión de que con los métodos derrotistas de la "presión pacífica" y el legalismo, o a través de los métodos electoralistas y las combinaciones parlamentarias, pueden avanzar en la lucha por sus reivindicaciones, por derrocar al franquismo y por el socialismo; frente a los que, como reacción, propugnan los métodos del terrorismo pequeño-burgués, la LIGA COMUNISTA, en línea con los principios del marxismo-revolucionario, de la Internacional Comunista de Lenin y Trotsky, defiende los métodos de la acción directa de masas.
Porque "todas las conquistas obreras están en relación con la acción directa y la presión revolucionaria de las masas". Teniendo en cuenta que "por acción directa debe entenderse toda clase de presiones directas ejercidas por los obreros sobre los patronos y sobre el Estado: boicot, huelgas, acciones callejeras, demostraciones, ocupación de fábricas, oposición violenta a la salida de los productos de esas empresas, sublevación armada y otras acciones revolucionarias, adecuadas para unir a la clase obrera en la lucha por el socialismo" (Internacional Comunista, III Congreso).
Al defender estos métodos los trotskystas no estamos inventando nada nuevo. En el transcurso del combate bajo el franquismo, a través de acciones y huelgas generales como las de diciembre del 70, Ferrol, Vigo, Euskadi, los métodos de la acción directa se han mostrado como los únicos capaces de soldar las filas proletarias y populares, aumentar la combatividad, arrancar conquistas e imponer retrocesos a la patronal y la dictadura.
Estos métodos se han mostrado en los poderosos movimientos huelguísticos que han conmovido al país, en la salida de los trabajadores de sus centros de trabajo a la calle, hacia: otras fábricas y hacia la ocupación de las poblaciones, en las multitudinarias manifestaciones en el centro de las principales ciudades del Estado, en el extraordinario desarrollo de los piquetes dé extensión de huelga, en las barricadas y enfrentamientos con la policía, en el impulso de los piquetes de autodefensa de las huelgas, manifestaciones y acciones obreras, frente a la policía y las bandas reaccionarias que la burguesía comienza a alentar con creciente intensidad. Estos piquetes constituyen las células fundamentales del futuro Ejército proletario, en la vía hacia la constitución de destacamentos proletarios armados, base decisiva para la creación generalizada de las milicias obreras y populares.
Estos métodos, abiertamente enfrentados al pacifismo y al legalismo preconizados por los reformistas, han demostrado su justeza a lo largo de innumerables movilizaciones. Han demostrado ser la única vía de avance para derrocar al franquismo, y constituyen uno de los pilares fundamentales de la Huelga General.
2.- El desarrollo e impulso de estos métodos ha ido inseparablemente enlazado a la potenciación de las formas de organización proletarias, que la LIGA COMUNISTA defiende e impulsa con todas sus fuerzas. Las asambleas han constituido y constituyen el centro básico de decisión y organización de las luchas obreras y populares: asambleas de fábrica, de zona, de ramo... Desde estas asambleas, y en directa oposición al Vertical, el movimiento obrero español ha ido forjando una poderosa experiencia de tipo soviético, a través de la constante puesta en pie de comités de huelga, elegidos y revocables por las
asambleas de trabajadores, de su coordinación a nivel de ramo y localidad, llegando a constituir auténticos Comités Centrales de Huelga, convertidos en los centros dirigentes de la movilización.
La profundización, reforzamiento y estabilización de esta dinámica debe conducir, estrechamente relacionada a la adopción por parte de estos organismos de tareas crecientes de lucha política o de control obrero de la producción, al afianzamiento de manera diferenciada de órganos tipo Consejo y de comités de fábrica que disputen su autoridad al Estado capitalista y a los patronos.
La lucha reivindicativa y contra la dictadura también ha exigido, y exige cada día que pasa con más fuerza, el desarrollo y la imposición de las organizaciones sindicales libres (UGT y CNT), cuya misión no debe ser otra que ponerse en el centro del impulso de la lucha contra el Régimen y la patronal, orientada hoya la preparación inmediata de la Huelga General. La LIGA COMUNISTA apoya decididamente el fortalecimiento de estas organizaciones sindicales libres, frente a la ruina del Vertical, únicamente sostenido por los que se obstinan en permanecer en su seno, impidiendo la organización sindical libre de la clase. Asimismo la LIGA COMUNISTA propone a los luchadores más conscientes de estas organizaciones la formación en su seno de un ala izquierda proletaria, de una tendencia clasista por la Alianza Obrera, orientada a ganar al Sindicato para la lucha consecuente contra el franquismo coronado y el gran capital.
Estas organizaciones sindicales libres deben tomar en sus manos crecientes tareas de la lucha sindical, incluyendo ya en ello las relaciones con la patronal, en el camino hacia la futura negociación directa con ella de los contratos laborales dentro de unas relaciones correctas, es decir democráticas, del sindicato con la asamblea de trabajadores. Entre sus primeras obligaciones actuales está la lucha por levantar plataformas reivindicativas de ramos... y por poner en pie comités de huelga, coordinarlos a nivel de todo el ramo, etc. (en la vía del Comité Central de Huelga). Comités que, entre sus cometidos, cuenten con el de la negociación directa, sin ninguna interferencia del Estado, con los patronos. También es una exigencia de primer orden el impulso decidido y resuelto de la dimisión de los enlaces y jurados honrados, del vaciado de la CNS, para que estos compañeros puedan pasar a organizar realmente la lucha proletaria: desde las organizaciones sindicales libres, los comités de huelga y las asambleas de trabajadores; rompiendo con todos los mecanismos de división de la CNS y transformando la política de convenios de la Dictadura en papel mojado.
Otra tarea importante de las organizaciones sindicales libres es la creación y estabilización de piquetes de autodefensa, que constituyan la vértebra de la defensa de masas ante el salvajismo policial.
Estas tareas de organización sindical no pueden quedar limitadas al proletariado industrial. La sindicación de jornaleros y asalariados agrícolas es una tarea de primer orden que no puede ser relegada.
En otro orden de cosas, la construcción y fortalecimiento del Sindicato Libre Estudiantil es una tarea importante, en la que la LIGA COMUNISTA tiene una seria responsabilidad. Así como también en la labor de organización en el seno del Ejército, impulsando y fortaleciendo los Comités de Soldados.
3.- El desarrollo de los métodos de lucha y la organización de clase explicados sientan las bases inmejorables para la realización, en las mejores condiciones, de huelgas generales de ramo y sector, acciones centrales y jornadas generales de lucha que preparen en el menor plazo posible la realización de la Huelga General que tumbe hasta sus cimientos a la dictadura coronada.
II
POR LA ALIANZA OBRERA: PARA EL DERROCAMIENTO DEL FRANQUISMO y PARA LA INSTAURACIÓN DE UN GOBIERNO PROVISIONAL DE LOS TRABAJADORES 
1.- Para preservar sus intereses rapaces e impedir la satisfacción de las necesidades de los trabajadores y oprimidos, la burguesía no duda en disfrazarse de demócrata para facilitar a las direcciones reformistas del movimiento obrero la coartada que ante la clase obrera justifique la realización de pactos traidores que, hechos en nombre del interés de la "nación", sólo benefician al gran capital. Así ha ocurrido históricamente con los Frentes Populares. Así ocurre hoy en nuestro país con una variante de los mismos: la "Coordinación Democrática" y los diversos pactos de colaboración de clases a escala de las nacionalidades y regiones. .
Estos pactos sirven al gran capital hoy para obstaculizar el avance de la lucha revolucionaria de masas hacia el derrocamiento de la dictadura. Prolongando la vida de ésta. Preparan .para mañana una monstruosa estafa a las aspiraciones de las masas trabajadoras, y a través de ello la desmoralización y la división en las filas proletarias que allanará el camino al golpe militar-fascista.
Puesto que los burgueses que se dicen demócratas no están dispuestos a organizar la lucha por el derrocamiento de la Dictadura ni por nada que interese a los trabajadores. Puesto que se oponen a esta lucha con toda su artillería y artimañas, la clase obrera debe organizar su combate con absoluta independencia de ellos. Las organizaciones obreras no pueden seguir un solo día más, manteniendo con estos estafadores pactos traidores que se oponen a las necesidades de las masas.
¡Ruptura inmediata del PCE, PSOE, CCOO, UGT y demás partidos y organizaciones obreras con los pactos que mantienen con estos burgueses "democráticos" en "Coordinación Democrática" y otras alianzas en las nacionalidades y regiones!.
2.- La clase obrera es la que está a la vanguardia del combate contra el franquismo. Ella es la clase más interesada en su derrocamiento. Y con ella los sectores oprimidos de la sociedad: la juventud, la mujer, los campesinos pobres y las nacionalidades oprimidas. Este es el frente de los únicos que quieren realmente acabar con el franquismo.
Así se ha manifestado en largos años de combate.
De todo ello se deriva una conclusión fundamental -por otra parte nada nueva-: la necesidad del frente único de los trabajadores y de su alianza con el resto de los oprimidos para combatir contra la dictadura coronada: por su derrocamiento y por la imposición de una salida de clase que satisfaga sus necesidades más elementales.
De la exigencia vital de unificar las filas proletarias contra el enemigo común, el capitalismo y la reacción fascista, surgieron en los años 30 las Alianzas Obreras, formadas por partidos y organizaciones sindicales de la clase obrera. Ellas escribieron una de las páginas más heroicas de la historia del movimiento obrero español y europeo: la revolución asturiana del 34.
Recogiendo la más alta y rica experiencia de frente único del movimiento obrero del Estado español, su espíritu revolucionario y proletario, la LIGA COMUNISTA, ante la acuciante necesidad de unir las filas obreras para acabar de una vez por todas con la dictadura franquista, propone al PCE y al PSOE, como partidos mayoritarios y más influyentes en la clase trabajadora, que tomen la iniciativa en la constitución de la ALIANZA OBRERA de todos los partidos y organizaciones sindicales de clase: para preparar y organizar sin demora la Huelga General y para la instauración a la salida de éste de un Gobierno Provisional de los Trabajadores, único que estaría en condiciones de satisfacer las reivindicaciones vitales de obreros y oprimidos. Un Gobierno PCE-PSOE.
Esta Alianza Obrera deberá realizarse a escala de todo el Estado, adecuando en cada nacionalidad oprimida su contenido político a la problemática nacional específica. Debe concretarse orgánicamente en la constitución a todos los niveles de comités de alianza obrera: en el Estado, nacionalidades oprimidas, regiones, provincias, localidades y ramos. Estos comités constituyen la contraposición política y organizativa en todos los planos a "Coordinación Democrática" y al resto de organismos burgueses de colaboración de clases. Deben estar a la cabeza de la respuesta de clase, de forma sistemática, ante todas y cada una de las agresiones de la dictadura coronada y del gran capital. La LIGA COMUNISTA se compromete ante la clase obrera a empujar la constitución de estos Comités con todas sus fuerzas, a darles cuerpo orgánico, por parcial que sea, con las organizaciones de clase que estén con ello de acuerdo.
A formar parte de esta alianza, bajo la bandera del proletariado, deben ser ganados aquellos sectores oprimidos que se han mostrado como los aliados de la clase obrera: la juventud, la mujer, los campesinos pobres y las nacionalidades oprimidas. A través de sus sindicatos y organizaciones, deben tener un puesto en la Alianza Obrera. Los trabajadores no pueden negar un puesto en esta Alianza a aquellas organizaciones que, sin ser de clase, están dispuestas en las palabras y en los hechos a respetar los intereses de la clase obrera ya combatir con sus métodos. Su participación debe regularse de modo que quede sólidamente asegurada la hegemonía proletaria en la Alianza Obrera.
3.- La Alianza Obrera debe plasmarse a todos los niveles de la organización de la lucha proletaria. Entre ellos ocupa un lugar privilegiado el sindical.
a) Los objetivos centrales de la Alianza Sindical son: la conquista de la libertad sindical, es decir, la total destrucción de la CNS fascista, hoy mediante su vaciado, y la forja sobre las cenizas del Vertical de la Central Única de los Trabajadores. Ligado obviamente a la lucha por la Huelga General y el Gobierno Provisional de los Trabajadores. Esta Alianza Sindical debe redundar en lo inmediato en la mejor organización de la lucha por los salarios, por unas mejores condiciones de trabajo y por el derecho al trabajo, en la lucha general contra la Dictadura.
La concreción orgánica de la Alianza Sindical actualmente se centra en la alianza de la UGT y la CNT, las dos organizaciones sindicales libres fundamentales de la clase obrera del Estado español. Y excluye a fuerzas sindicales como CCOO., por no' constituir una organización sindical libre, debido a su cerrada negativa a desvincularse del Vertical y por ello a organizar sindicalmente a los trabajadores. Aunque ello no debe excluir, como algo subordinado a la Alianza Sindical, la unidad de acción estrecha con CCOO. La Alianza Sindical debe tomar cuerpo organizativo a todos los niveles, desde la fábrica y el ramo hasta el Estado.
A los hombres y mujeres de CCOO les llamamos a que no consientan por un solo minuto más estar diluidos dentro de un "movimiento socio-político organizado", ligado al Vertical. Les llamamos a que refuercen con su militancia las organizaciones sindicales libres de la clase obrera.
La Alianza Sindical, en su lucha por la Central Única de los Trabajadores (CUT), debe tener como objetivo el avance hacia un Congreso de Unificación Sindical, de todas las organizaciones sindicales obreras, del que pueda surgir ésta. A la vez de propugnar la inmediata realización de un Congreso de Unidad de UGT y CNT, pues la existencia de estas dos organizaciones separadas es injustificable para la clase obrera y sólo redunda en su división. La CUT estará constituida como confederación de las Centrales Únicas de las diversas nacionalidades. Será independiente de la patronal, del Estado y de la Iglesia, y será regida por las normas de la democracia obrera, que incluyen el derecho inalienable de las minorías a organizarse en tendencia y expresarse libremente.
b) La Alianza Obrera tiene otro nivel aún más trascendental de concreción: el nivel de las más amplias masas, es decir, el de las formas superiores de frente único obrero: los organismos de tipo soviético.
Mediante la puesta en pie en el transcurso de las grandes movilizaciones de los Comités Centrales de. Huelga elegidos en las asambleas y revocables en todo momento. Su necesidad es mayor si cabe ante la proximidad de los' combates de la Huelga General, que requerirán de la existencia de estos centros de representación, organización y dirección de las más amplias masas en lucha. A través de su coordinación y centralización a niveles de localidad, provincia, nacionalidad y Estado.
El desarrollo de estas organizaciones apuntará inevitablemente contra el aparato del Estado burgués.
4.- a) Cuando se avecina el fin de la Dictadura, cuando su crisis alcanza niveles más profundos y sus gobiernos entran sucesivamente en crisis, incapaces de poner remedio a esta ruina, los políticos burgueses de la "oposición democrática", a la vez que reiteran con más fuerza su negativa a voltear el régimen, intensifican sus propuestas de constitución de un "Gobierno de Coalición Nacional" en el que participen desde sectores del franquismo hasta las direcciones del PCE y el PSOE.
Un gobierno que, coronando la "ruptura pactada", garantice al gran capital el recambio "sin traumas" de la dictadura a un régimen de libertades democráticas recortadas, que conserve partes fundamentales de ella. Un gobierno encargado de arrojar sobre las masas el fardo de la crisis económica capitalista y decidido a negar a las masas el derecho a las libertades plenas, al trabajo, a la cultura y a una vida digna.
b) Frente a este proyecto la LIGA COMUNISTA defiende que la alternativa de Alianza Obrera que se debe levantar es la de un Gobierno Provisional de los Trabajadores, constituido sobre los escombros de la Dictadura franquista. Un Gobierno de los que son la inmensa mayoría del país y han combatido realmente contra el régimen: de los que luchan. Formado por los dos partidos mayoritarios de la clase obrera que actualmente polarizan su atención: el PCE y el PSOE.
Un Gobierno barato, que no tenga que "alimentar" a todos los parásitos, altos funcionarios y generales cebados a la sombra del franquismo. Un Gobierno apoyado en las organizaciones de masas protagonistas de la Huelga General, los comités de huelga, sindicatos... y en su movilización revolucionaria.
Sobre estas mismas bases deben constituirse los Gobiernos Provisionales de los Trabajadores en las nacionalidades oprimidas. Pues sólo éstos, sobre la base firme de un Gobierno de los Trabajadores a escala estatal, podrán asegurar el pleno derecho a la libre autodeterminación, por medio de la convocatoria de Asambleas Constituyentes Nacionales, además de satisfacer el resto de reivindicaciones pendientes.
e) La LIGA COMUNISTA no alberga ninguna ilusión ni esperanza en que las direcciones oportunistas del PCE y del PSOE estén dispuestas a romper sus pactos con la burguesía "democrática" ya dar pasos hacia la constitución de este Gobierno, porque ello aceleraría y facilitaría la instauración de la República Socialista en el Estado español. Y ello está en abierta contradicción con su objetivo fundamental: mantener la alianza con la burguesía a toda costa y hasta el final, sosteniendo así su dominación tambaleante.
Pero el establecimiento de un Gobierno de los Trabajadores es una necesidad imperiosa, en relación con el derrocamiento del franquismo y las reivindicaciones pendientes. Y, por otra parte, la mayoría de la clase obrera y de las masas oprimidas, tienen depositada aún su confianza en estos partidos. Por ello la LIGA COMUNISTA les emplaza con toda energía a que constituyan su propio Gobierno, rompiendo todos sus lazos traidores con 'el capital, y se compromete a ofrecerles en este camino todo su apoyo frente a la reacción capitalista.
d) La lucha por el Gobierno Provisional de los Trabajadores ocupa un lugar fundamental en la educación de las masas trabajadoras en la necesidad de la toma del poder político. A la vez que sirve para desenmascarar a sus ojos el verdadero carácter y naturaleza traidora de los partidos en los que tiene depositada su confianza.
En cualquier caso, la LIGA COMUNISTA, a la vez que emplaza a estos partidos mayoritarios a que tomen el poder en sus manos, lleva a cabo una agitación incansable por los objetivos que dicho Gobierno deberá llevar adelante, y moviliza por ellos a las masas trabajadoras.
e) En opinión de la LIGA COMUNISTA, las medidas básicas y urgentes que el Gobierno Provisional PCE-PSOE debería adoptar para resolver las más urgentes necesidades de la población y asestar un golpe mortal a la reacción se sintetizan en:
1- La destrucción hasta el fin del aparato represivo franquista. La depuración y exigencia de responsabilidades por todos los crímenes franquistas. La implantación del control democrático del Ejército y el armamento generalizado del proletariado y el pueblo.
2- Asegurar el pleno ejercicio de todas las libertades políticas, sindicales y nacionales. La convocatoria de elecciones libres a la Asamblea General Constituyente y a Asambleas Nacionales Constituyentes en cada nacionalidad oprimida.
3- Satisfacer las necesidades materiales más urgentes de los obreros y oprimidos. Mediante: a) la implantación de la escala móvil de salarios y horas de trabajo. b) la expropiación sin indemnización de los grandes monopolios y de la banca, la implantación del control obrero de la producción y del monopolio del comercio exterior. e) el reparto de la tierra entre quien la trabaja, la expropiación sin indemnización de los grandes latifundistas y la abolición de las aparcerías y deudas hipotecarias. d) la implantación de la enseñanza gratuita, laica y obligatoria hasta los 18 años. Y para ello la nacionalización de ésta, mediante la expropiación sin indemnización de los grandes negocios privados.
4.- Asegurar una política internacionalista acorde con los intereses de los trabajadores: fomentando la solidaridad internacionalista del proletariado y oprimidos de Europa y de todo el mundo frente al complot que inevitablemente pondrá en pie el imperialismo: frente al bloqueo económico y al aislamiento político que intentarán llevar a cabo. Enfrentándose decididamente a la Europa de los trusts que encarna la Comunidad Económica Europea (CEE) y a la NATO. Forzando la solidaridad internacional de la URSS, los Países del Este europeo y China con el proletariado del Estado español, en la reconstrucción económica y en su lucha internacionalista.