La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

4 de agosto de 2011

Conclusiones IV Congreso de Bandera Roja

La Organización Comunista de España (Bandera Roja) fue sin duda el grupo maoísta de más larga trayectoria entre la izquierda radical hispana. Nacida de una escisión del PSUC en 1968, en 1970 se estructuró como tal y se mantuvo activa hasta que en 1989 se unificó con el PCE y el PSUC, y sin ser ni mucho menos el destacamento maoísta más numeroso, sirvió de escuela para algunos de los militantes más destacados de la izquierda política, sobre todo en la Cataluña de los años 70. El 20 y 21 de junio de 1985, ya en pleno reflujo de la izquierda radical, celebró su IV Congreso, del que reproducimos sus conclusiones íntegramente. El 5 de marzo de 1989, con el mundo comunista en plena convulsión, se reunió su V Congreso, en el que se aprobó la disolución de la Organización.
Pegatina de OCE (Bandera Roja), 1981 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
CONCLUSIONES
Siendo el capitalismo monopolista de Estado el sistema económico dominante en España, la tesis central de este informe es que el poder del Estado debe pasar a manos de la clase obrera, aliada con la pequeña burguesía y la mediana burguesía, como primera condición para solucionar los mayores problemas que hoy afectan la sociedad española. A este cambio de poder lo llamamos una revolución democrática de nuevo tipo, o sea, una revolución que responda a los intereses comunes de la inmensa mayoría de la población, que haga posible la defensa de estos intereses comunes desde todas las instituciones del Estado, sean representativas o no, y que empiece a orientar la economía hacia la satisfacción de las necesidades materiales y culturales del pueblo.
Esto significa reconocer que en la actual monarquía constitucional la soberanía popular y la democracia están realmente limitadas por los intereses esenciales de una minoría representada por la burguesía monopolista y sus apoyos internos e internacionales, y que la obtención por esta minoría del máximo beneficio es el motor de la economía española. Con otras palabras, la reforma democrática del franquismo, si bien ha dado a las clases trabajadoras unos derechos de organización, expresión y fiscalización parlamentaria y a la burguesía media un peso político local considerable, ni ha desplazado del poder a la burguesía monopolista, ni ha cambiado, por supuesto, el anterior orden económico y social.
Tareas económicas
Según el marxismo, toda revolución tiene su raíz en la imposibilidad para un determinado orden político de resolver el conflicto entre las relaciones de producción en que se asienta el desarrollo de las fuerzas productivas y sociales. En concreto, este conflicto se manifiesta en España en lo siguiente: un crecimiento económico tremendamente irregular y desequilibrado (grandes desajustes entre acumulación y consumo, entre producción y consumo, y entre los distintos sectores); la vulnerabilidad de España a las presiones del mercado mundial; un conflicto entre empresas grandes y pequeñas, en el que las primeras, a la vez que van barriendo una parte de las segundas, no llegan a compensar con frecuencia la consiguiente pérdida de empleo y de fuerzas productivas; un alto porcentaje de mano de obra en paro o en la emigración; y unos desequilibrios incontrolables en lo que se refiere al territorio y al medio natural.
En comparación con otros países europeos occidentales, estos problemas son aquí mucho más graves, debido al minúsculo papel imperialista de España entre otras razones. Durante casi medio siglo, con el franquismo o sin él, el capitalismo monopolista español se ha mostrado impotente ante ellos. Resolverlos es una tarea de la democracia de nuevo tipo. Para ello es necesario, en cuanto a la propiedad, socializar la banca y la gran empresa principalmente; promover las cooperativas industriales, agrícolas, de servicios y otras formas de propiedad colectiva que hoy subsisten a menudo de modo precario; y no abolir enteramente el capitalismo sino limitarlo, por un lado, a los sectores y empresas en que la socialización de la propiedad privada ocasionaría más males que ventajas, debido, sobre todo, a su bajo nivel de productividad técnica, y, por otro, a aquellas actividades productivas en que sea preciso apoyarse en empresas extranjeras.
En lo referente a política económica, se trata no de abolir el mercado sino de lograr que empiece a estar regulado conscientemente mediante un plan obligatorio y otro indicativo, según los diferentes sectores, que combinen las medidas económicas -política de precios, salarios, impuestos, crédito, etc.- y las administrativas. A partir de tales cambios en la propiedad y la política económica se puede tender a un crecimiento sostenido y equilibrado, ser menos vulnerable a las presiones del mercado mundial, modernizar los sectores más atrasados de la economía sin pasar por la destrucción masiva de fuerzas productivas, avanzar hacia un pleno empleo estable y empezar a controlar los desequilibrios territoriales y ecológicos.
Afirmamos, por consiguiente, que la superación de los principales escollos económicos de España exige una etapa de transición entre el capitalismo y el socialismo.
Clases, Estado y tareas políticas
La consolidación del capitalismo monopolista ha provocado numerosos cambios en las clases sociales. En particular, cabe señalar: La absorción de los latifundistas por la burguesía monopolista. La diferenciación entre burguesía monopolista y mediana burguesía, en la que la intervención del Estado ha desempeñado un importante papel. La transformación del proletariado en la clase más numerosa a costa de la pequeña burguesía, al mismo tiempo que disminuye fuertemente su componente agrario y que su composición interna se vuelve más compleja, como ocurre también con la burguesía. Y la ampliación de los efectivos de varios grupos sociales, como los dirigentes y cuadros medios empresariales, identificados en general con las distintas fracciones burguesas, o como los funcionarios e intelectuales, asimilables en una parte importante a la pequeña burguesía o incluso al proletariado.
En lo referente al Estado, el decisivo papel que este desempeña en la economía es una característica que España comparte con los demás países europeos occidentales. Pero hay otros rasgos que no son tan comunes: La fragilidad de la democracia; de hecho el capitalismo monopolista sólo ha podido consolidarse, industrializar España y elevar con ello la productividad mediante una larga dictadura. La dificultad de encajar el hecho plurinacional de España. El protagonismo del ejército. La función política de la Iglesia católica, incluso hoy. La inadecuación de la maquinaria estatal para el progreso económico y social. Y la "protección" de sucesivas grandes potencias (Alemania, Italia y EE.UU.) que ha necesitado el Estado.
Con arreglo al análisis anterior, las contradicciones de clase más importantes en España son éstas: En primer lugar, las que enfrentan la burguesía monopolista y el imperialismo con el proletariado, con la pequeña burguesía y con la burguesía media; segundo, las que oponen la burguesía media y la pequeña burguesía al proletariado; y tercero, las que dividen en ciertos momentos a la burguesía monopolista internamente.
Todos los grandes problemas económicos y políticos de España se reflejan en estas contradicciones de clase. En ciertas situaciones, cualquiera de ellas puede desempeñar un papel determinante en relación con las demás; sin embargo, la oposición entre la burguesía monopolista y el imperialismo, por un lado, y el proletariado, por otro, es la contradicción principal, o sea, la que más influye por lo común sobre las otras contradicciones mientras el poder no cambie de manos en España. Dentro de esta contradicción hay que señalar que el imperialismo suele limitarse a actuar indirectamente, como respaldo para la burguesía monopolista; ahora bien, en algún momento puede convertirse en el factor decisivo.
De los tres grupos de contradicciones apuntados, tan sólo el primero, que opone la burguesía monopolista y el imperialismo al resto de clases fundamentales, afecta de lleno la naturaleza del poder. Su resolución es indispensable para transformar la sociedad española. Es decir, para abolir la opresión y la explotación que sufren las clases trabajadoras en manos de la burguesía monopolista, así como las formas más o menos agudas de opresión y expoliación que afectan a la mediana burguesía. Pero como la contradicción principal sólo incluye al proletariado, para la pequeña y la mediana burguesía el acceso al poder es únicamente posible en la medida en que el proletariado conquiste una posición dominante en la sociedad.
El segundo grupo de contradicciones se traduce sobre todo en la pugna entre la mediana burguesía y el proletariado para hacer prevalecer la influencia de una u otro en su conflicto con los monopolistas y el imperialismo. Esta contradicción de naturaleza antagónica, pero que hoy es secundaria, debe ser resuelta en el avance hacia el socialismo.
El tercer grupo de contradicciones, o sea, las que son internas a la clase dominante, pueden desembocar en cambios de régimen, en mayor o menor dependencia exterior, sin alterar la naturaleza del Estado. La democracia de nuevo tipo las resolverá por el mismo hecho de desplazar del poder a la clase que las encarna.
Resolver las contradicciones de los primeros y terceros grupos y sentar las bases para hacerlo con las del segundo requiere cambios fundamentales en la naturaleza, funciones y organización del Estado.
Prescindiendo de los aspectos relativos a la intervención estatal en la economía de los que ya se ha hablado antes, éstos son, brevemente, los cambios que propugna nuestro programa general:
Realizar plenamente la soberanía popular, mediante el paso del poder a manos de las clases mayoritarias, el desarrollo de la democracia representativa del actual régimen, complementada con otras formas democráticas de base en las empresas y servicios públicos, y la adopción de la forma republicana de gobierno.
Garantizar la igualdad entre las distintas nacionalidades, otorgar el derecho de autodeterminación a las minoritarias y constituir España en república federal.
Concluir el proceso de separación entre la Iglesia católica y el Estado, empezado bajo el presente régimen.
Convertir el ejército en un instrumento eficaz para la defensa de la independencia y la soberanía, mediante su total compenetración con el pueblo y la adopción de la doctrina de la defensa popular ante una amenaza exterior.
Simplificar la administración pública y adoptar el sistema de nombramiento y revocación de funcionarios por los organismos representativos de cada nivel.
Llevar a cabo una política exterior independiente, basada en los cinco principios de la coexistencia pacífica, establecer relaciones de igualdad con el Tercer Mundo, luchar por transformar la CEE en un proyecto de integración europea al servicio de las clases populares, recuperar las parcelas de soberanía perdidas por tratados desiguales y renunciar a los asentamientos en el norte de África.
Derechos democráticos para las clases populares, así como derechos individuales de trabajo, educación, etc. y garantías ante la acción de la justicia para todos los ciudadanos.
Defender y promover desde el Estado los valores culturales y éticos progresistas, compartidos por las distintas clases populares.
La democracia de nuevo tipo corresponde a una etapa de transición entre capitalismo y socialismo. La explotación de una parte de la clase obrera por empresarios capitalistas, las ideas y prácticas sociales subsistentes de la vieja sociedad y la eventual resistencia política de la mediana burguesía serán factores de capitalismo. La propiedad social sobre los medios de producción y cambio más importantes, aspectos decisivos de la política económica, el papel dirigente del proletariado en el Estado y los consiguientes cambios en la mentalidad y hábitos sociales serán factores de socialismo y gozarán de una cierta ventaja sobre los primeros.
Así, la lucha entre estos dos tipos de factores opuestos puede desembocar sin choques violentos en el socialismo, siempre que las fuerzas contrarrevolucionarias derrotadas o sus aliados exteriores no consigan ganar puntos de apoyo en el mismo pueblo y que la dirección política proletaria sea correcta.
Condiciones objetivas y subjetivas
Partiendo de las tendencias existentes hoy en día, consideramos que el capitalismo monopolista de Estado en España no da muestras de poder resolver los principales problemas que determinan la necesidad de la democracia de nuevo tipo. Si la Comunidad económica europea evolucionase hacia un auténtico poder supranacional, sin duda, cambiaría la perspectiva de nuestra lucha, pero esta unión sigue siendo una meta incierta. No creemos, en cambio, que los actuales proyectos de incrementar la integración económica y la coordinación política entre los doce Estados comunitarios afecten substancialmente nuestro programa general.
Hecha esta salvedad, el avance hacia la democracia de nuevo tipo depende, por un lado, de determinadas condiciones internas a España e internacionales que escapan a la simple voluntad de las clases populares y de sus partidos y, por otro, de la respuesta que estas clases y sus partidos den a tales condiciones. Del estudio de estas condiciones se desprende lo siguiente:
1- Una evolución interna española relativamente pacífica y gradual hacia la democracia de nuevo tipo sería, quizás, imaginable si el imperialismo y la lucha por la hegemonía mundial dejaran de ser aspectos determinantes de la situación internacional. En cualquier caso, las presentes relaciones de fuerza en el mundo y en Europa constituyen un obstáculo para toda transformación social en España.
2- La lucha de clases se desenvuelve en España con una alternancia entre períodos críticos, bastante breves, y otros, más largos, de relativa estabilidad en las relaciones entre las clases como, por ejemplo, el que va de 1939 a 1970, lo cual no afecta los objetivos generales de nuestra lucha, pero sí los objetivos concretos, la cooperación que se pueda establecer o no entre las clases populares, la unión o no de la clase obrera y las formas de lucha.
La posibilidad objetiva de materializar la alianza entre la clase obrera, el semiproletariado, la pequeña burguesía, la mediana burguesía y una parte de los intelectuales, los funcionarios y de otros grupos sociales viene determinada por las características de la sociedad española que se han resumido anteriormente. En contraposición a la burguesía monopolista y al imperialismo, estas clases forman el pueblo de la España plurinacional. Ahora bien, la manifestación política de este pueblo como unidad está sujeta a las condiciones que se acaban de indicar y, por otro lado, a la respuesta que dan sus distintos componentes. En lo que concierne al proletariado, exponemos brevemente, a continuación, las respuestas que consideramos necesarias respecto a las alianzas con las demás clases trabajadoras, con la burguesía, o con fuerzas de otros países, respecto a la manera de lograr su propia unión y respecto a las formas de lucha.
La política de alianzas
La unión de la clase trabajadora. La unión del proletariado, el semiproletariado, la pequeña burguesía y un contingente de intelectuales y funcionarios, o de la mayor parte de estas clases, es el pilar de la política de alianzas de los comunistas. Debemos tener en cuenta, pues, los intereses propios de las clases trabajadoras no proletarias y defenderlos en nuestra acción; procurar acercarlas a las posiciones comunistas; colaborar con sus diferentes organizaciones; y al mismo tiempo criticar sus puntos de vista erróneos y oponemos decididamente a sus corrientes extremistas.
La alianza con la burguesía. La mediana burguesía es la parte más inestable del pueblo por compartir con la burguesía monopolista la explotación de los trabajadores. La cooperación con ella depende en general de dos condiciones relacionadas entre sí: la fuerza del proletariado, incluyendo la corrección de su política, y las concesiones que la burguesía monopolista pueda ofrecer a la mediana burguesía. Por consiguiente, nuestra política debe consistir en procurar arrastrar a la mediana burguesía contra la monopolista y cooperar con ella, cuando el proletariado tiene suficiente fuerza e iniciativa o, en el caso de que no las tenga, apoyarla en sus conflictos con el adversario común si sus posiciones no perjudican al resto del pueblo; combatir los compromisos que establezca con la burguesía monopolista a costa de los trabajadores, pero en esta lucha no ir más lejos de lo necesario para hundir tales compromisos; y respetar sus intereses legítimos en la perspectiva de la democracia de nuevo tipo.
Los comunistas defendemos a lo largo de la actual etapa los intereses esenciales comunes a las distintas clases populares y propiciamos su alianza, aunque no siempre sea posible materializarla en un frente unido mediante acuerdos, programas concretos y unidad de acción. La experiencia histórica, especialmente en 1936 y en los últimos años del franquismo, indica que la realización del frente unido y su misma solidez dependen, en primer lugar, de la iniciativa de las fuerzas proletarias, de su capacidad de no someterse ante eventuales claudicaciones o inconsecuencias de otras fuerzas sociales. Además, la traducción de la política de frente unido en un amplio sistema de alianzas requiere garantizar el carácter representativo de los organismos unitarios, tener en cuenta la realidad plurinacional de España y adoptar una política precisa respecto a cada institución estatal, así como respecto a cada tendencia de la burguesía monopolista.
Esta última exigencia pone a prueba la fuerza objetiva y la cohesión del frente unido, tal como se vio en la transición al actual régimen, en que la oposición democrática empezó a caer en la pasividad, tan pronto como se iniciaron sus negociaciones con los que reformaron el franquismo. Los compromisos con una parte de la burguesía monopolista son necesarios en ciertas condiciones para aislar a la parte más reaccionaria, más peligrosa. Pero, en tales casos, el proletariado no puede atarse de pies y manos a las condiciones que intente imponer ese sector de la burguesía, debe prevenir sus maniobras antipopulares y no confiar en que la otra parte respete los compromisos.
Las alianzas internacionales. Las clases populares españolas comparten un interés común con la inmensa mayoría de la humanidad: acabar con el sistema imperialista, con el hegemonismo y con la guerra. La democracia de nuevo tipo significará la mayor aportación de España a la causa del proletariado y los pueblos oprimidos, pero en el curso de nuestra lucha debemos contribuir de múltiples maneras a debilitar en lo ideológico y político a los mayores enemigos de la humanidad y a fortalecer a quienes los combaten en primera línea. Este apoyo es indudablemente recíproco, ahora bien, las clases populares y las distintas nacionalidades de España deben confiar principalmente en ellas mismas y en su unión para cambiar esta sociedad y no, en cualquier intervención exterior.
Asimismo, la experiencia española y de otros muchos países subraya estas dos conclusiones: Por su propio interés, las clases populares españolas tienen que oponerse a cualquier agresión de España contra otro país. Y aunque a veces sean necesarios los acuerdos con fuerzas y gobiernos imperialistas para enfrentarse a un enemigo más poderoso, estas fuerzas y gobiernos siguen siendo imperialistas, y al actuar junto con ellos hay que defender la propia soberanía y precaver sus manejos.
La unión de la clase obrera
La unión del proletariado, de sus sectores más activos, es indispensable para conquistar la democracia de nuevo tipo, al ser la clase obrera no sólo la que tiene mayor capacidad dirigente por su situación social, sino la más numerosa. Tal unión se puede concretar en lo sindical, en la acción política en un cierto período o, en su forma más elevada, en la formación de un partido único.
La unidad de acción proletaria, sobre todo en lo político, es el nervio de nuestra estrategia, pues cuando esta unidad de acción se realiza, las demás clases trabajadoras suelen seguir, también se allana el camino hacia el frente unido, y brota la tendencia hacia el partido único. La división de los trabajadores es una condición imprescindible para la subsistencia del poder de la burguesía monopolista. De hecho, un alto grado de unión sólo se ha alcanzado durante períodos breves. Esto subraya la importancia de fortalecer en cada momento las formas más simples de unidad de acción que permitan las condiciones objetivas; y para ello hay que tener en cuenta varios criterios. Primero, enfocar la lucha por el objetivo principal en cada circunstancia, para encontrar un terreno común a las diferentes tendencias y movilizar a los trabajadores no organizados. En segundo lugar, es preciso establecer, siempre que sea posible, acuerdos por arriba, o sea, acuerdos formales entre los organismos dirigentes del conjunto de fuerzas obreras, ya sean políticas, sindicales ti otras. En tercer lugar, es necesario impulsar la unidad de acción por la base si otras fuerzas obreras adoptan una actitud cerrada, antiunitaria, y no se debe esperar simplemente a que cambien de parecer. Ahora bien, en este caso la unión por la base tiene que proponerse también como meta la unión por arriba. Y en cuarto lugar, cuando una fuerza obrera actúa en lo esencial favoreciendo al mayor enemigo del pueblo, hay que combatir a la dirección de esta fuerza, procurando separar la dirección de la base y ganar a ésta para la acción unitaria.
La unión sindical es un importante objetivo en la tarea de unir a la clase obrera. La garantía mayor para crear una central única reside siempre en el progreso político de nuestra clase; pero bajo condiciones políticas adversas, a la vez que se buscan las formas posibles de unidad de acción, hay que persistir en el objetivo de la unión sindical, ya que ésta responde a las necesidades elementales de la inmensa mayoría de los trabajadores, tanto más cuanto que en España es muy pequeña la fuerza de los sindicatos y muy grande la penuria económica de la clase obrera. Las normas que deben guiar aquí la acción de los comunistas son: oponerse al fraccionalismo y a la escisión, promover la vida democrática en el sindicato en vez del trabajo en círculos reducidos, y ganar una posición dirigen te gracias a lo acertado de nuestra acción y no por otros recursos.
La integración de los sectores activos de la clase obrera en un único partido es un objetivo que corresponde a la identidad fundamental de intereses de nuestra clase. En España se han dado pasos en ciertos momentos hacia el partido único por dos vías distintas: paralelamente a acuerdos concretos de unidad de acción, como fue el caso en el Frente popular de 1936, que dieron pie a la creación del PSUC y las JSU, o bien como fruto de la simple unidad de acción por la base en las CC.OO. de los años sesenta, cuando el sectarismo y la impotencia del PSOE llevó a las filas comunistas a una mayoría de trabajadores de ideas avanzadas. En cualquier caso, para hacer posible la creación de un partido único cuando se den circunstancias apropiadas, además de impulsar los movimientos unitarios, hay que fortalecer las filas comunistas y defender los principios que son vitales para el progreso de la causa proletaria en cada período.
Los comunistas somos la única garantía existente aquí para avanzar hacia la democracia de nuevo tipo y, en particular, hacia un partido único. Si bien es justo reconocer que no siempre el impulso unitario ha partido de los comunistas, no es menos evidente que en cincuenta años ninguna otra fuerza obrera puede presentar un balance tan positivo, a pesar de nuestras equivocaciones y divisiones, en todo lo que afecta la defensa de los intereses populares.
Por ello es necesario persistir en una posición comunista en situaciones, como la actual, no sólo de limitada incidencia política de los comunistas sino incluso de grave división.
En cuanto a los principios vitales en cada período, hay que señalar, por una parte, que su defensa permitió dar los pasos que se han citado hacia el partido único y, por otra, que ahora mismo sólo se puede rehacer la fuerza social y política de nuestra clase, si se impone la comprensión de varios principios, como, por ejemplo, el de mantener la independencia respecto de la propia burguesía y de cualquier gran potencia. Sin duda, el PSOE se equivoca en este asunto, pero también hay comunistas que siguen una vía errónea. De ahí que se tenga que persistir en los principios que deciden la orientación política y organizativa fundamental en cada situación, para avanzar hacia un partido único o, simplemente, para resolver las divergencias entre comunistas y favorecer la unidad de acción entre las diversas corrientes que hay en la clase obrera.
Sobre este particular, cabe decir que en el ámbito español, la confrontación con el socialismo ha sido determinante en lo positivo y en lo negativo. En general, la posibilidad de encontrar un terreno común en lo político e ideológico con el socialismo sólo se ha dado cuando la clase dominante ha prescindido de cualquier asomo de política de colaboración de clases.
Las formas de lucha
La adopción de unas u otras formas de lucha y de sus combinaciones en un sentido ofensivo o defensivo pertenece al ámbito de la táctica; ahora bien, es posible determinar varias características que presenta en el plano estratégico el empleo de las formas de lucha en España. Estas son las principales: La acción pacífica es predominante aquí en el curso de la lucha por la democracia de nuevo tipo, aunque en ciertos momentos se produzca el paso a las formas violentas. La acción ilegal prevalece sobre la legal, atendiendo a la experiencia de los últimos sesenta años. No obstante, casi siempre se da una combinación simultánea de formas legales e ilegales. En cuanto a la relación entre labor parlamentaria y labor de masas, es indudable que la segunda es la principal y que, cuando prevalece la lucha parlamentaria, la vinculación de ésta con la lucha de masas es totalmente imprescindible. Respeto a la ofensiva y la defensiva, hay que señalar que la relativa fortaleza de la dominación de la burguesía monopolista da lugar a la preponderancia de las situaciones de defensiva prolongada para el proletariado, en las que éste, para preservar sus fuerzas, incrementarlas paulatinamente y crear condiciones para la ofensiva, debe atenerse a tácticas de defensa activa, o sea, llevar a cabo acciones local y temporalmente ofensivas que desgasten al adversario por sus puntos más débiles.

1 de agosto de 2011

El Movimiento Ecológico de Lleida

El Partido Carlista se mostró muy interesado en los orígenes del emergente Movimiento Ecologista y desde 1976 siguió con atención al ecologismo francés. En la provincia de Lleida, un grupo de militantes del Partit Carlí de Catalunya, dio el primer paso para formar un Frente Ecologista del Partido (en iguales condiciones al Frente Obrero, al Frente de Barrios...) y organizaron en el verano de 1977 el Movimiento Ecológico de Lleida al mismo tiempo que el ecologismo político y social comenzaba a extenderse y coordinarse por todo el país. Reproducimos aquí el Manifiesto de este MELL, en el que trazaba un análisis bastante correcto del problema y de sus distintas perspectivas políticas.
Folleto del MELL (Archivo La Alcarria Obrera)
 
I.- ECOLOGÍA
El término Ecología que, en principio es el nombre con que los diccionarios designan a “la ciencia que estudia las reacciones de los seres frente al medio en que viven y se desarrollan”, y que trata pues, de los alimentos, del hábitat, de la distribución geográfica, de la influencia del clima y del medio ambiente, así como de las relaciones con los demás (vida social), ha ido identificándose de unos años para aquí de forma popular, como la palabra mágica que se opone radicalmente a las inconveniencias que ha traído consigo la revolución industrial (polución, crecimiento de las zonas urbanas, desertificación de los campos, adulteración de los alimentos, etc.).
Naturalmente, esta nueva significación del término Ecología como algo que significa acercamiento a la naturaleza y un alto al dominio de la máquina sobre el hombre, tiene diferentes matices según las ideas y los intereses que se defienden; no obstante, este significado nuevo y popular de Ecología puede llevarnos a aceptar como válida la definición de Rene Dumont: “La ecología es una palabra simple. Quiere decir que el hombre, como todos los seres vivos, está incluido en un medio que comprende la naturaleza, las demás especies, el resto de los hombres y que no puede permitirse el lujo de destruir este medio sin destruirse a sí mismo”.
II.- EL PROBLEMA ECOLÓGICO
Una vez definido el significado que parece tener la palabra Ecología, convendría describir rápidamente algunos de los problemas ecológicos más graves en nuestra vida diaria, a fin de comprender la auténtica magnitud e influencia de esta cuestión en nuestra vida diaria y, en consecuencia, la importancia de una toma de posición que permita mejorar a corto plazo y a largo plazo las condiciones de vida en las que nos hallamos sumergidos.
El fin de una sociedad
Uno de los mitos de nuestra sociedad de consumo es la necesidad para nuestro bienestar del crecimiento económico, que se traduciría por una industrialización acelerada. Esta idea que ha sido un pilar básico para ideologías de signo bien diferenciado, es una aberración: un mundo limitado en recursos naturales no se puede permitir ningún tipo de crecimiento exponencial.
El Club de Roma, agrupación de sabios y economistas, elaboró un documento en el que se trataba de ver las implicaciones para el futuro del ecosistema mundial de las actuales tendencias fundamentales en nuestro planeta: industrialización acelerada, crecimiento rápido de la población, aumento de la malnutrición, degradación del medio ambiente, etc. La conclusión fue la siguiente: “el crecimiento ilimitado, exponencial, o sea cada vez más rápido, será pronto imposible en nuestro planeta que es un mundo acabado”.
En la hipótesis de un crecimiento continuo, todas las curvas del Club de Roma no llevan a un hundimiento del sistema en el próximo siglo, así como al agotamiento de las reservas naturales, la insuficiencia de la producción alimenticia, lo sobrepoblación y una polución inaguantable.
Recursos no renovables
Hemos dicho que nuestro mundo está acabado, veamos algunos datos: suponiendo que las reservas minerales y combustibles sean cinco veces mayores que las que conocemos, nos quedan, al ritmo actual, reservas de oro para 29 años sin olvidar los usos industriales, subestimados por Lenin que pretendía tapizar los urinarios), 41 de mercurio, 42 de plata, 48 de cobre y 49 de gas natural, 50 de petróleo y zinc, 55 de aluminio, 61 de estaño, 64 de plomo, etc. Sólo el carbón (150 años) y el hierro (173 años), el cobalto y el cromo podrán pasar de un siglo, pero nunca de dos.
Podrán aparecer nuevos minerales y nuevos sistemas, pero quedarán compensados por la cada vez más costosa extracción en yacimientos cada vez menos productivos.
Desigualdades y miserias
Aunque estas riquezas no renovables debieran ser consideradas como patrimonio común de la humanidad, lo cierto es que el planeta es el monopolio de los ricos y poderosos. Las curvas de consumo previstas nos muestran que la diferencia del nivel de vida entre las zonas desarrolladas y los países dominados, seguirá manteniéndose. Esta injusta desigualdad, no es la única consecuencia de nuestra sociedad productivista:
-la malnutrición sigue aumentando, porque mientras la población aumenta, la potencialidad agrícola es, a pesar de todo, limitada.
-el agua empieza a faltar a escala mundial.
-la vida urbana se degrada constantemente;
-la ley de productivismo no tiene en cuenta hasta ahora la salvaguarda del planeta, y la polución de las aguas y del aire empieza a ser grave;
-agotados los recursos naturales energéticos (carbón, petróleo, gas, etc.), se ha pensado en la energía nuclear, para reemplazarlos. Los peligros y consecuencias para la sociedad de esta elección son incalculables.
-etc., etc.
NOTA.-Todos estos puntos, que han sido simplemente enumerados, merecerían cada uno de ellos capítulos enteros de un estudio detallado. Algunos trabajos se hallan en preparación, entre ellos dos de particular importancia, sobre la crisis urbana y la crisis energética. Hasta que el MELL (Movimiento Ecológico de Lleida), los saque a la luz, la enumeración anterior nos permite dar una visión del conjunto del problema, y de pasar al punto siguiente que sería el ver las causas que nos han !levado a esta situación, y las diferentes opciones que se nos presentan a los movimientos ecológicos.
III.-OPCIONES FRENTE AL PROBLEMA ECOLÓGICO
Se nos presentan delante nuestro, dos hechos que resultan incuestionables:
-el primero es la gravedad de los problemas ecológicos de nuestro tiempo; y
-el segundo, es la potencia movilizadora que estas cuestiones están despertando entre la población.
Los dos hechos ligados nos dan como resultado, una sensibilización generalizada, que diferentes movimientos políticos tratan de recuperar (manipular). Naturalmente, las explicaciones de las causas de la actual situación y remedios corresponden en la mayoría de los casos a la estrategia de cada ideología, en vez de ser la consecuencia de un análisis realista de los hechos.
Las diferentes teorías ecológicas elaboradas, podrían repartirse en cuatro tendencias:
-derechista:
-izquierda tradicional (partidos socialistas y comunistas);
-socialista autogestionaria;
-extrema izquierda.
Teoría Ecológica Derechista
Los problemas ecológicos son el resultado de una calamidad natural (naturalmente tecnológica), contra la cual han da luchar todos los hombres de buena voluntad, respaldados por un gobierno apolítico, humanitario, universalista, etc.
Para los partidarios de esta teoría, hay naturalmente dos tipos de reivindicaciones ecológicas: las buenas y las malas. Se puede aceptar ciertas restricciones en el consumo de energía, la promoción de parques y jardines, e incluso la anulación de ciertos proyectos inmobiliarios, pero nunca se puede poner en duda partes vitales del engranaje capitalista (como por ejemplo la industria del automóvil), o la puesta en marcha de centrales nucleares que forman parte de una planificación detallada de nuestra futura sociedad.
Sin embargo parece bastante evidente que el estado actual de cosas son la consecuencia de los principios de la sociedad capitalista surgida a partir de la revolución industrial: "la búsqueda del provecho privado sin hacerse cargo de los costes sociales”, esa es una de las normas primeras del funcionamiento social basado en la búsqueda de la rentabilidad.
Entretanto la sensibilización ecológica ofrece bastantes motivos de interés para las derechas:
-Unir a los ciudadanos, separando las fronteras ideológicas delante de un peligro común que amenaza a toda la escala social (recordemos la gran reconciliación entre el Estado, los monopolios y los estudiantes contestatarios el 22 de abril de 1970 en USA);
-Aunque se hayan demostrado las responsabilidades de los mecanismos capitalistas en la producción de la polución, se ha puesto en marcha todo un complejo industrial para la fabricación y la instalación de sistemas de control de la polución, formando parte, empresas con actividades que son la fuente principal de esta polución.
-La preocupación por el deterioro de la vida cotidiana, puede neutralizar en parte la búsqueda de la contradicción principal del mecanismo de esta crisis.
Teoría Ecológica de la Izquierda Tradicional. (Partidos Socialista y Comunista)
Los movimientos ecológicos serían en esencia de derechas fuera cual fuera su planteamiento, ya que desvían el potencial contestatario y revolucionario de la auténtica meta. La causa de todo el problema ecológico surge a partir de los principios de la sociedad capitalista. Sería pues necesario primero acabar con ella, y a continuación resolver estos problemas.
Naturalmente, nada impide a estos grupos el incluir como táctica electoral algunas reivindicaciones ecológicas en sus programas, pero se trata simplemente de táctica electoral, y ello queda bien claro al estudiar los diferentes programas de estos partidos en los países de la Europa Occidental. No se trata de poner en causa ni la energía nuclear, ni la industria del automóvil, aunque estén previstas algunas modificaciones (Energie socialiste et energie écologique. Le Sauvage, nº 40 Pág. 60).
Sin negar que el origen de toda la crisis se encuentra en los principios capitalistas de nuestra sociedad, esta postura nos parece muy Incompleta y criticable; no podemos echar la culpa de todas las contradicciones e inconvenientes de nuestra vida cotidiana al sistema capitalista.
Entre los fenómenos de alienación de la vida cotidiana por ejemplo, la jerarquía, la parcelación del trabajo, la centralización; un cierto número de entre ellos existe en las sociedades que no conocen la propiedad privada de los medios de producción, y todo lo que habitualmente define al capitalismo. Podríamos identificar los fenómenos a los cuales estas estructuras están ligadas al Productivismo.
El problema del Productivismo se nos presenta así: ¿Es una consecuencia del capitalismo que desaparecerá con él, o es una ideología en sí?
-Pensamos que el productivismo se encuentra en las estructuras materiales, concretas, independientes de la propiedad privada de los medios de producción:
- gran dimensión de las unidades de producción;
- la centralización y la institucionalización;
- las técnicas de organización del trabajo;
- la parcelación de trabajos, etc.
En esencia, podemos decir que existen dos luchas de clases distintas, en la medida en que la sociedad actual está sometida a dos lógicas económicas que conllevan dos formas de dominación, una declinante, otra ascendente:
-la primera declinante, la lógica capitalista de mercado, que trae consigo la explotación capitalista de aquellos que no poseen los medios de producción;
-la segunda, la lógica productivista del rendimiento, del crecimiento, lógica ligada a la organización de los grandes trusts privados o públicos, la lógica ligada a la concentración, o sea a la especialización y a la jerarquización, a la institucionalización y a la organización de las grandes ciudades.
Para el marxismo tradicional, la segunda no sería más que una forma de consecuencia de la primera, para nosotros, las estructuras que son consecuencia de esta lógica han sido históricamente creadas por el capitalismo, pero pueden volver a existir fuera de él de forma autónoma.
Teoría Ecológica Socialista Autogestionaria
(Esta línea no es sólo una serie de desarrollos teóricos. P.ej. el Movimiento Ecológico Francés, autogestionario, que ha participado en numerosas luchas ecológicas, estuvo presente en las elecciones presidenciales del 74, así como en las municipales del 77).
Siguiendo el hilo de nuestros razonamientos en el apartado anterior, el movimiento ecológico socialista autogestionario no limita su lucha a hacer desaparecer la sociedad capitalista de propiedad privada de medios de producción, sino que plantea una segunda lucha contra el productivismo.
Este movimiento se da como tarea y como programa el trabajar por el advenimiento de una sociedad que sea ecológica, es decir de una sociedad que establezca para el hombre una vida armoniosa en acuerdo con los equilibrios y las leyes ecológicas.
Una sociedad que responda a estos equilibrios está en los antípodas de la sociedad actual, tanto de las sociedades socialistas tradicionales, centralizadas, autoritarias y productivistas. Esta, puede ser más que una sociedad que se inscriba dentro de una perspectiva socialista, construida a partir de una serie de principios:
- un nuevo concepto de la noción de trabajo;
- limitación de un crecimiento ciego;
- AUTOGESTIÓN, definida como el conjunto de procesos y condiciones que hacen posible el dominio por el trabajador de su herramienta de trabajo, de la finalidad de la producción, de su marco de vida, y en general de cada uno de los aspectos de su propia vida;
- la técnica no es neutra, por tanto esta sociedad deberá determinar su propio sistema tecnológico;
- diferenciación entre capitalismo y productivismo.
Teoría Ecológica de Extrema Izquierda
Es difícil definir una frontera entre el dominio de las teorías ecológicas autogestionaria socialista y la de extrema izquierda; de la misma forma que es difícil definir esta extrema izquierda. Sin embargo, en algunos casos, la radicalización de algunos grupos ecologistas, con la negación total a aceptar ningún tipo de industrialización, ni de progreso de la ciencia, hacer surgir el calificativo de utopía revolucionaria ecológica a sus pretensiones de cambio de la sociedad, con todas las consecuencias que estas dos palabras unidas pueden traer consigo.

MELL (MOVIMIENTO ECOLOGICO DE LLEIDA)
En estos tiempos (verano del 77), en que después de 40 años empieza a ser posible reconstruir el país, nos parece importante para nosotros leridanos, organizar la defensa ecológica de las TERRES DE LLEIDA.
En un principio, varios militantes del PARTIT CARLI DE CATALUNYA, partido socialista y autogestionario, iniciaron una serie de estudios sobre los movimientos ecológicos autogestionarios en vistas a perfilar y completar los presupuestos teóricos. La idea inicial era la de crear un frente ecológico del partido, pero enseguida resultó evidente que el reducir el movimiento ecológico a un frente del partido, era limitar de antemano la incidencia de este movimiento ecológico. El MELL (Movimiento Ecológico de Lleida), está pues abierto a todas aquellas personas que quieran colaborar en la defensa ecológica de las TERRES DE LLEIDA y estén de acuerdo con que la vía sea la socialista autogestionaria.
El MELL se autodefine como SOCIALISTA, AUTOGESTlONARIO, AUTÓNOMO y PROCONFEDERAL. Las dos opciones, socialista y autogestionaria, han quedado suficientemente justificadas en el desarrollo anterior. Nos declaramos autónomos, porque no podemos admitir centralización de ningún tipo en problemas que incumben solamente a los hombres y a las Terres de Lleida: nadie mejor que nosotros conocemos nuestros problemas, y cualquier forma de dependencia de Madrid, de Barcelona o de cualquier sitio, no podría traemos más que una burocratización, y una carga a la hora de resolver cualquier cuestión local.
Somos también, pro-confederales, porque entendemos que nuestra autonomía no puede ser opuesta a una coordinación con otros grupos y movimientos de estructura y fines semejantes a los nuestros, de cara a aumentar nuestra fuerza frente al poder central, e iniciar una crítica constructiva mutua que puede ser para todos muy positiva.
El MELL se propone llevar adelante una serie de actividades, de reivindicaciones ecológicas a lo largo y ancho de la geografía leridana, en vistas de lograr mejoras inmediatas en nuestra vida cotidiana; al mismo tiempo el MELL no puede ignorar las contradicciones sociales y el sistema que ha sido la fuente de estas.
Pretendemos, pues, que estas contradicciones sociales reales vividas cotidianamente por las masas, se concreten en una toma de posición política, que a la larga será la única capaz de aportarnos transformaciones profundas de nuestra sociedad.

30 de julio de 2011

Malatesta y la Plataforma de Archinov

La Plataforma elaborada por el grupo anarquista ruso Dielo Truda, más conocida como la Plataforma de Archinov, cuestionaba algunos de los principios fundacionales del anarquismo organizado y extraía de la experiencia de la revolución rusa de 1917 conclusiones que no eran compartidas por todos. Contra este primer documento, que fraccionó al movimiento anarquista, se pronunciaron distintos militantes anarquistas, más fieles a las esencias libertarias que a cuestiones del momento. Entre todos, destacó Errico Malatesta, que contestó a los "plataformistas" con un texto que, traducido por el colectivo de la revista española Germinal, reproducimos aquí.

Un opúsculo francés titulado "Plataforma de organización de la Unión General de Anarquistas (Proyecto)" ha caído en mis manos por casualidad (se sabe que hoy los escritos no fascistas no circulan por Italia).
Se trata de un proyecto de organización anarquista, publicado por un "Grupo de anarquistas rusos en el extranjero", que parece muy especialmente dirigido a los compañeros rusos. Pero trata de cuestiones que interesan a todos los anarquistas y, además, es evidente que busca la adhesión de los compañeros de todos los países por el hecho de estar escrito en francés. De todos modos, es útil examinarlo tanto para los rusos como para los demás si el proyecto está en armonía con los principios anarquistas, y si su realización sirve verdaderamente a la causa anarquista. Los móviles de los promotores son excelentes. Deploran que los anarquistas no hayan tenido y no tengan en los acontecimientos de la política social una influencia proporcional al valor teórico y práctico de su doctrina, a su número, su coraje, su espíritu de sacrificio, y piensan que la principal razón de ese fracaso relativo es la ausencia de una organización amplia, seria y eficaz.
Hasta ahí, en principio, podría estar de acuerdo.
La organización no es sino la práctica de la cooperación y la solidaridad; es la condición natural, necesaria de la vida social; es un hecho inevitable que se impone a todos, tanto en la sociedad humana en general, como en cualquier grupo de personas que tengan un objetivo común.
El hombre no quiere ni puede vivir aislado; no puede llegar a ser un verdadero hombre y satisfacer sus necesidades materiales y morales de otro modo que no sea en sociedad y con la cooperación de sus semejantes. Es por tanto inevitable que todos los que no se organicen libremente, ya sea porque no puedan o porque no sientan la urgente necesidad, hayan de sufrir la organización establecida por otros individuos ordinariamente constituidos en clase o grupos dirigentes, con el fin de explotar para su beneficio el trabajo de otros.
Y la opresión milenaria de las masas por un pequeño número de privilegiados ha sido siempre la consecuencia de la incapacidad de la mayor parte de los individuos para ponerse de acuerdo, para organizarse sobre la base de la comunidad de intereses y de sentimientos con otros trabajadores para producir, para disfrutar y, eventualmente, para defenderse de los opresores y explotadores. El anarquismo viene a remediar este estado de cosas con su principio fundamental de organización libre, creada y mantenida por la libre voluntad de los asociados sin ninguna clase de autoridad, es decir, sin que ningún individuo tenga el derecho de imponer a otros su propia voluntad. Es, por tanto, natural que los anarquistas traten de aplicar a su vida privada y a la vida de su movimiento el mismo principio sobre el que, según ellos, debería basarse toda la sociedad humana.
Algunas polémicas permitirían suponer que existen anarquistas refractarios a toda organización; pero, en realidad, las numerosas, demasiado numerosas, discusiones que hemos sostenido sobre este tema, incluso cuando están oscurecidas por cuestiones de palabras o envenenadas por cuestiones de personas, sólo conciernen en el fondo al modo, y no al principio de organización. Así, algunos compañeros, con palabras opuestas a la organización, se organizan como los demás y a menudo mejor que éstos, cuando pretenden seriamente hacer algo. La cuestión, lo repito, reside en la aplicación.
Así pues, yo debería mirar con simpatía la iniciativa de los compañeros rusos, convencido como estoy de que una organización más general, mejor tramada y más constante que las que han realizado hasta ahora los anarquistas, aunque no lograra eliminar todos los errores, todas las carencias, puede ser inevitable en un movimiento que, como el nuestro, se adelanta a los tiempos y que, por eso, se debate con la incomprensión, la indiferencia y a menudo la hostilidad de la mayor parte, sería, por lo menos, un importante elemento de fuerza y de éxito, un poderoso medio de hacer valer nuestras ideas.
Organización obrera y organización específica
Considero sobre todo necesario y urgente que los anarquistas se organicen para influir en la marcha que siguen las masas en su lucha para la mejora y la emancipación. Hoy, la fuerza más grande de transformación social es el movimiento obrero (movimiento sindical) y de su dirección depende en gran parte el curso que tomarán los acontecimientos y el objetivo al que se llegará en la próxima revolución. A través de sus organizaciones, fundadas para la defensa de sus intereses, los trabajadores adquirirán conciencia de la opresión en que se hallan y del antagonismo que los separa de sus patronos, comenzarán a aspirar a una vida mejor, se habituarán a la lucha colectiva y a la solidaridad, y podrán conquistar todas las mejoras compatibles con el régimen capitalista y estatista. Después, cuando el conflicto resulta insoluble, llega la revolución o la reacción.
Los anarquistas deben reconocer la utilidad y la importancia del movimiento sindical, deben favorecer su desarrollo y hacer de él una de las palancas de su acción, esforzándose por conducir la cooperación del sindicalismo y de otras formas de progreso a una revolución social que conlleve la supresión de clases, la libertad total, la igualdad, la paz y la solidaridad entre todos los seres humanos. Pero sería una ilusión funesta creer que, como hacen muchos, el movimiento obrero desembocará por sí mismo, en virtud de su propia naturaleza, en una revolución. Al contrario: en todos los movimientos basados en intereses materiales e inmediatos (y no se puede establecer sobre otros fundamentos un amplio movimiento obrero), hace falta el fermento, la semilla, la obra concertada de los hombres de ideas que combatan y se sacrifiquen por un ideal venidero. Sin ese medio, todo movimiento tiende fatalmente a adaptarse a las circunstancias, engendra el espíritu conservador, el temor a los cambios de los que se resisten a obtener condiciones mejores. A menudo se crean nuevas clases privilegiadas, que se esfuerzan por consolidar el estado de cosas que se pretendía abatir.
De ahí la actual necesidad de organizaciones propiamente anarquistas que, tanto dentro como fuera de los sindicatos, luchen por la realización íntegra del anarquismo y traten de esterilizar todos los gérmenes de corrupción y de reacción.
Pero es evidente que para alcanzar su objetivo, las organizaciones anarquistas deben, en su constitución y funcionamiento, estar en armonía con los principios de la anarquía. Es preciso, por tanto, que no estén en absoluto impregnadas de espíritu autoritario, que sepan conciliar la libre acción de los individuos con la necesidad y el placer de la cooperación, que sirvan para desarrollar la conciencia y la capacidad de iniciativa de sus miembros y sean un medio educativo y una preparación moral y material al porvenir deseado.
¿Responde el proyecto en cuestión a esas exigencias? Yo creo que no. Considero que en lugar de hacer nacer en los anarquistas un mayor deseo de organizarse, parece hecho para confirmar el prejuicio de muchos compañeros que piensan que organizarse es someterse a jefes, adherirse a una organización autoritaria, centralizadora, que sofoca toda libre iniciativa. En efecto, de esa manera se expresan precisamente las proposiciones que algunos, contra la evidencia y a pesar de nuestras protestas, se empeñan en atribuir a todos los anarquistas calificados como organizadores.
¿Una organización anarquista o varias?
Examinemos:
En primer lugar, me parece que es una idea falsa (y en todo caso irrealizable) el reunir a todos los anarquistas en una "Unión General", tal como lo precisa el proyecto, en una sola colectividad revolucionaria activa.
Nosotros, como anarquistas, nos podemos considerar todos del mismo partido si por la palabra partido entendemos el conjunto de todos aquellos que están del mismo lado, que tienen las mismas aspiraciones generales y que, de una forma u otra, luchan por el mismo fin contra los adversarios y enemigos comunes. Pero esto no quiere decir que sea posible -y puede que no sea deseable- reunirnos todos en una misma asociación determinada.
Los medios y las condiciones de lucha difieren demasiado, los modos posibles de acción que se reparten las preferencias de unos y otros son demasiado numerosos, así como las diferencias de temperamento y las incompatibilidades personales para que una Unión General, realizada con seriedad, no se convierta en un obstáculo para las actividades individuales y quizá incluso más en una causa de luchas intestinas que en un medio de coordinar y unificar los esfuerzos de todos.
¿Cómo, por ejemplo, se podría organizar del mismo modo y con el mismo personal, una asociación pública hecha para la propaganda y la agitación en medio de las masas, y una sociedad secreta, obligada por las condiciones políticas en las que opera, a ocultar al enemigo sus fines, sus medios y sus agentes? ¿Cómo podría adoptarse la misma táctica para los educacionistas convencidos de que basta con la propaganda y el ejemplo de unos para transformar gradualmente a los individuos, y en consecuencia, a la sociedad, y los revolucionarios convencidos de la necesidad de derribar por la violencia un estado de cosas que sólo se sostiene por la violencia, y de crear, contra esa violencia de los opresores, las condiciones necesarias para el libre ejercicio de la propaganda y la aplicación práctica de las conquistas ideales? ¿Y cómo conservar unidas a personas que, por razones particulares, no se aprecian y, sin embargo, pueden igualmente ser buenos y útiles militantes del anarquismo?
Por otra parte, los autores del Proyecto afirman que es ineficaz la idea de crear una organización que reúna a los representantes de las diversas tendencias del anarquismo. Una organización así, dicen, "que incorpore elementos heterogéneos, no será sino un conjunto mecánico de individuos que tienen una concepción diferente de todas las cuestiones concernientes al movimiento anarquista; se desharía sin duda apenas fuera sometido a los hechos y a la vida real".
Muy bien. Pero entonces, si reconocen la existencia de anarquistas de otras tendencias, deberán dejarles el derecho de organizarse a su modo y trabajar por la anarquía de la manera que consideren mejor. ¿O acaso pretenderán situar fuera del anarquismo, excomulgar, a todos los que no acepten su programa?
Dicen que quieren agrupar en una sola organización todos los elementos sanos del movimiento libertario y, naturalmente, tenderán a considerar sanos únicamente a los que piensen como ellos. Pero ¿qué harán con los elementos malsanos?
Es cierto que hay entre los que se dicen anarquistas, como en toda colectividad humana, elementos de diferentes valores y, lo que es peor, los hay que hacen circular en nombre del anarquismo ideas que sólo tienen con éste dudosas afinidades. Pero ¿cómo evitarlo? La verdad anarquista no puede ni debe depender de las decisiones de mayorías reales o ficticias. Únicamente es necesario -y sería suficiente- que todos tengan y ejerzan el más amplio derecho a la libre crítica y que cada uno pueda sostener sus propias ideas y elegir a sus propios compañeros. Los hechos lo juzgarán en última instancia y darán la razón a quien la tenga.
El anarquismo y la responsabilidad colectiva
Abandonemos, pues, la idea de reunir a todos los anarquistas en una sola organización; consideremos esta "Unión General" que nos proponen los rusos como lo que sería en realidad: la unión de cierto número de anarquistas, y veamos si el modo de organización propuesto es conforme a los principios y métodos anarquistas y si puede ayudar al triunfo del anarquismo. Una vez más, me parece que no. No pongo en duda el sincero anarquismo de los compañeros rusos; quieren realizar el comunismo anarquista y buscan la manera de lograrlo lo más rápidamente posible. Pero no basta con querer una cosa, hay que emplear los medios oportunos para obtenerla, lo mismo que para ir a un sitio hay que seguir la ruta que nos conduce a él si no queremos llegar a otro sitio. Pero, toda organización propuesta que sea de tipo autoritario no sólo no facilitará el triunfo del comunismo anarquista, sino que falseará el espíritu anarquista y tendrá resultados contrarios a los que los organizadores pretendieron.
En efecto, esta "Unión General" consistiría en tantas organizaciones parciales que habría secretariados para dirigir ideológicamente la obra política y técnica, y tendría un comité ejecutivo de la Unión encargado de llevar a cabo las decisiones de la Unión, de "dirigir" la ideología y la organización de grupos conforme a la ideología y la línea táctica general de la Unión.
¿Y es eso anarquismo? En mi opinión, es un gobierno y una iglesia. Le faltan, es verdad, la policía y las bayonetas, como faltan los fieles dispuestos a aceptar la ideología dictada desde arriba, pero eso sólo significa que ese gobierno sería un gobierno impotente e imposible, y que esa iglesia sería un semillero de cismas y herejías. El espíritu y la tendencia siguen siendo autoritarias, y el efecto educativo será siempre antianarquista.
Escuchad además: "El órgano ejecutivo del movimiento libertario general -la unión anarquista- adopta el principio de la responsabilidad colectiva; toda la Unión será responsable de la actividad revolucionaria y política de la Unión".
Y tras esta negación absoluta de toda independencia individual, de toda libertad de iniciativa y de acción, los promotores, recordando que son anarquistas, dicen ser federalistas y echan pestes contra la centralización, cuyos resultados inevitables son, dicen, la servidumbre y la mecanización de la vida social y de la vida de los partidos.
Pero, si la Unión es responsable de lo que hace cada uno de sus miembros, ¿cómo dejar a cada miembro en particular y a los diferentes grupos la libertad de aplicar el programa común de la manera que juzguen mejor? ¿Cómo se puede ser responsable de un acto si no se tiene la facultad de impedirlo? Entonces la Unión, y con ella el comité ejecutivo, debería vigilar la acción de todos sus miembros en particular y proscribir lo que vayan a hacer, y como la desaprobación del hecho realizado no atenúa una responsabilidad formalmente aceptada de antemano, nadie podría hacer lo que fuera antes de haber obtenido la aprobación, el permiso del Comité. Y, por otra parte, un individuo ¿puede aceptar la responsabilidad de los actos de una colectividad antes de saber lo que hará ésta, y cómo puede impedir que se haga lo que él desaprueba?
Además, los autores del Proyecto dicen que es la Unión la que decide y dispone. Pero, cuando se habla de la voluntad de la Unión, ¿se entiende que es la voluntad de todos sus miembros? En ese caso, para que la Unión pueda actuar, hará falta que todos sus miembros, sobre todas las cuestiones, tengan siempre exactamente la misma opinión. Ahora bien, es natural que todos estén de acuerdo en los principios generales y fundamentales, sin que estén unidos, pero no se puede suponer que seres pensantes tengan todos y siempre la misma opinión sobre lo que conviene hacer en todas las circunstancias, y sobre la elección de personas en las que confiar el cargo de dirigir y ejecutar.
El anarquismo y la ley de mayorías
En realidad, así como resulta del texto del Proyecto, por voluntad de la Unión no se puede entender sino la voluntad expresada por congresos que nombran y controlan el comité ejecutivo y deciden sobre todas las cuestiones importantes.
Naturalmente, los congresos estarían compuestos de representantes elegidos por la mayoría en cada grupo adherido, y esos representantes decidirían lo que se habría de hacer, siempre con la mayoría de los votos. Así, en la mejor de las hipótesis, las decisiones serían tomadas por una mayoría de la mayoría que podría perfectamente, en particular cuando las opiniones presentes fueran más de dos, no representar más que a una minoría.
En efecto, hay que destacar que, en las condiciones en que viven y luchan los anarquistas, sus congresos son todavía menos representativos que los Parlamentos burgueses, y su control sobre los órganos ejecutivos, si éstos tienen un poder autoritario, raramente se produce a tiempo y de manera eficaz. En la práctica, a los congresos anarquistas va quien quiere y quien puede, quien consiga el dinero necesario y no tenga el impedimento de las medidas policiales. Se encuentran tanto los que se representan a sí mismos o un pequeño grupo de amigos, como los que realmente aportan las opiniones y deseos de una comunidad numerosa. Y salvo las precauciones que hay que tomar contra los traidores y los espías, y también a causa de esas mismas precauciones, es imposible una seria verificación de los mandatos y de su valor.
De todas maneras, estamos en pleno sistema mayoritario, en pleno parlamentarismo. Se sabe que los anarquistas no admiten el gobierno de la mayoría (democracia); menos admitirán el gobierno de un pequeño número (aristocracia, oligarquía o dictadura de clase o de partido), ni el de uno solo (autocracia, monarquía o dictadura personal).
Los anarquistas han hecho mil veces la crítica al gobierno de mayoría que, en la práctica, conduce siempre a la dominación de una pequeña minoría. ¿Habrá que rehacerla de nuevo para nuestros compañeros rusos?
Los anarquistas reconocen que, en la vida en común, es a menudo necesario que la minoría se conforme con la opinión de la mayoría. Cuando es necesario o útil hacer algo, y para hacerlo es necesaria la participación de todos, el pequeño número debe sentir la necesidad de adaptarse a la voluntad del número mayor. De todos modos, en general, para vivir juntos en paz y bajo un régimen de igualdad, es necesario que todos estén animados de un espíritu de concordia, de tolerancia y sencillez. Pero esta adopción de una parte de los asociados a la otra parte debe ser recíproca, voluntaria, derivar de la conciencia de la necesidad de cada uno de no paralizar la vida social por su obstinación. Es un ideal que, en la práctica, será difícil de realizar de manera absoluta, pero es cierto que todo grupo humano estará más cerca de la anarquía cuanto más libre, más espontáneo e impuesto solamente por la naturaleza de las cosas sea el acuerdo entre la minoría y la mayoría.
Así, si los anarquistas niegan a la mayoría el derecho de gobernar en la sociedad humana general, en la que el individuo está sin embargo forzado a aceptar ciertas restricciones porque no puede aislarse sin renunciar a las condiciones de la vida humana, si quieren que todo se haga por libre acuerdo entre todos ¿cómo sería posible que adopten el gobierno de la mayoría en sus asociaciones esencialmente libres y voluntarias, y que comiencen por declarar que se someterán a las decisiones de la mayoría antes de saber en qué consistirán?
Que la anarquía, la organización libre sin dominación de la mayoría sobre la minoría, y viceversa, sea calificada por quienes no son anarquistas de utopía irrealizable o sólo realizable en un futuro lejano, se comprende; pero es inconcebible que los que profesan ideas anarquistas y querrían realizar la anarquía, o al menos acercarse a ella hoy antes que mañana, renieguen de los principios fundamentales del anarquismo en la organización a través de la que se proponen luchar por su triunfo.
Las bases de la organización anarquista
A mi parecer, una organización anarquista debe establecerse sobre bases muy diferentes de las que nos proponen los compañeros rusos. Plena autonomía, plena independencia y, en consecuencia, plena responsabilidad de los individuos y los grupos; libre acuerdo entre los que creen útil unirse para cooperar en una obra común, deber moral de mantener los compromisos adquiridos y no hacer nada que esté en contradicción con el programa aceptado. Sobre estas bases, se adoptan las formas prácticas, los instrumentos adecuados para dar una vida real a la organización: grupos, federaciones, reuniones, congresos, comités encargados de la correspondencia o de otras funciones. Pero todo debe hacerse libremente, de manera que no bloquee el pensamiento y la iniciativa de los individuos, y solamente para alcanzar objetivos que serían imposibles o casi ineficaces si estuvieran aislados.
De esta manera, los congresos, en una organización anarquista, sufriendo, como cuerpos representativos que son, de todas las imperfecciones que ya he señalado, están exentos de todo autoritarismo porque no hacen la ley; ni imponen a los otros sus propias deliberaciones. Sirven para mantener y extender las relaciones personales entre los compañeros más activos, para resumir e incitar al estudio de programas sobre las vías y medios de acción, para dar a conocer a todos la situación de las diversas regiones y la acción más urgente en cada una de ellas, para formular las diversas opiniones que tengan desarrollo entre los anarquistas y para hacer una estadística; sus decisiones no son reglas obligatorias, sino sugerencias, consejos, proposiciones que se someten a todos los interesados: sólo son obligatorias y ejecutivas para quienes las acepten, y sólo hasta el punto en que las acepten. Los órganos administrativos que designan -comisión de correspondencia, etc.- no tienen ningún poder de dirección, no toman iniciativas si no es por cuenta de los que lo soliciten y aprueben esas iniciativas, no tienen ninguna autoridad para imponer sus propios puntos de vista, que pueden sostener y propagar como grupos de compañeros, pero no pueden presentarlos como opinión oficial de la organización. Publican las resoluciones de los congresos, las opiniones y proposiciones que los grupos e individuos les comuniquen; son útiles a quien quiera servirse de ellos para unas relaciones más fáciles entre los grupos y para una cooperación entre los que estén de acuerdo sobre diversas iniciativas, pero cada uno es libre de corresponder directamente con lo que le parezca bien o de servirse de otros comités designados por grupos especiales. En una organización anarquista, cada miembro puede profesar todas las opiniones y emplear todas las tácticas que no estén en contradicción con los principios aceptados y no perjudiquen la actividad de los otros. En todo caso, una organización durará tanto tiempo como las razones de unión sean más fuertes que las de disolución; en el caso contrario, se disolverá y dejará sitio a otros grupos más homogéneos. Desde luego, la duración, la permanencia de una organización es una condición de éxito en la larga lucha que tenemos que sostener y, por otra parte, es natural que toda institución aspire, por instinto, a durar indefinidamente. Pero la duración de una organización libertaria debe ser la consecuencia de la afinidad espiritual de sus miembros y de las posibilidades de adaptación de su constitución a los cambios y circunstancias; cuando no sea capaz de una misión útil, lo mejor es que muera.
Para concluir
Estos compañeros rusos tal vez consideren que una organización tal y como yo la concibo y tal y como se ha realizado, más o menos bien, en diferentes épocas, es poco eficaz. Lo comprendo. Estos compañeros están obsesionados por el éxito de los bolcheviques en su país; querrían, a semejanza de ellos, reunir a los anarquistas en una especie de ejército disciplinado que, bajo la dirección ideológica y práctica de algunos jefes, marchara, compacto, al asalto de los regímenes actuales y que, obtenida la victoria material, dirigiera la constitución de la nueva sociedad. Y quizás sea verdad que con ese sistema, admitiendo que los anarquistas se prestaran y que los jefes fueran hombres de genio, nuestra fuerza material sería mayor. Pero ¿para qué? ¿No pasaría con el anarquismo lo que ha pasado en Rusia con el socialismo y el comunismo? Estos compañeros están impacientes por el éxito, nosotros también lo estamos, pero no es necesario, para vivir y vencer, renunciar a las razones de la vida y desnaturalizar el carácter de la eventual victoria. Queremos combatir y vencer, pero como anarquistas y por la anarquía.
Errico Malatesta