La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

25 de septiembre de 2011

Prólogo de Mella a La ciencia moderna

El vigués Ricardo Mella sigue siendo, sin duda ninguna, el mejor teórico hispano del anarquismo. No supera a Juan Montseny en su labor divulgativa, ni su estilo es comparable al de Rafael Barret, ni su activismo es parejo al de Tarrida del Mármol, ni ejerció tanta influencia como Juan Peiró. Sin embargo, Mella fue el autor de más profundidad del movimiento libertario en España y vivió una época clave en su formación y desarrollo. Su obra dispersa en artículos, folletos y otros textos no es, por desgracia, suficientemente conocida. Ofrecemos aquí su prólogo a la segunda edición de La ciencia moderna y el anarquismo, un libro poco conocido de Piotr Kropotkin, para que sirva de ejemplo de su ideario y de la profundidad de su pensamiento.

Publicada en alemán la primera edición de La ciencia moderna y el anarquismo, amplióla su autor para darla a luz en lengua inglesa. Caer en mis manos esta segunda edición, darme cuenta de su real importancia y ponerme a traducirla al castellano, fue todo uno. La traducción será mejor o peor, pero tengo la seguridad de haber permanecido fiel al texto constantemente, aun a expensas de la pureza del estilo y del rigor sintáctico. En obras de esta naturaleza es preferible la exactitud a la elegancia en la dicción.
Tratándose de Pedro Kropotkin, cuyos estudios sociológicos circulan profusamente en todos los idiomas, no era dudoso que este su último trabajo, calificado modestamente de ensayo por el autor, tuviera el alcance que todo el mundo ha reconocido en sus precedentes libros.
Pero si hasta ahora se había reconocido principalmente en sus obras un gran valor de propaganda, una fuerza probatoria de razonamiento poco comunes en otros estudios sociales, habrá que reconocer en presencia de este nuevo libro esas mismas cualidades y una más, muy importante: la comprobación de que la idea anarquista no es un sueño de ilusos, sino esencialmente derivación necesaria de las modernas teorías científicas.
La prueba a posteriori, estamos por decir experimental, es concluyente. Con rigor inflexible llega el autor de La conquista del pan a las conclusiones finales en cuya virtud el anarquismo deja de ser definitivamente credo de partido, aspiración de secta, definición de dogma.
Precisamente cuando la vulgaridad general ha vaciado sobre el anarquismo todos los lugares comunes y todas las diatribas del repertorio al uso, viene Kropotkin a demostrar, como dos y dos son cuatro, que la anarquía es la expresión sintética de la filosofía natural fundada en los descubrimientos científicos más recientes y se propone, no sólo la reedificación de la sociedad, sino la reconstrucción del conocimiento.
La opinión corriente, que se figura al anarquismo como un programa más, como un plan ideado en vista de determinados fines, como uno de tantos proyectos formulados a priori y sin base sólida que lo soporte, ha recibido en esa obra el golpe de gracia.
No es la anarquía un forzamiento de las cosas. Es el desenvolvimiento natural y continuo de todos los elementos de integración vital qué están contenidos en la humanidad, trátese del individuo o de las agrupaciones sociales. No se reduce al mecanismo simplista de la existencia ordinaria, sino que abarca el conjunto de la existencia universal y se propone explicarse, en suprema síntesis la totalidad de la vida y la totalidad de las relaciones. No es una invención, sino una verificación.
En este respecto, aun las opiniones de muchos anarquistas necesitan ser corregidas. Hay en la educación popular resabios de jacobinismos, tendencias vivas al forzamiento de las cosas. La multitud dirigida se coloca en el mismo plano de los directores y actúa conforme a las sugestiones del dogma propio.
Muchos anarquistas no son más que impulsivos que piensan y obran en radical, en revolucionario motinesco. Todo su anarquismo se reduce a la rebeldía instintiva, que no es precisamente la rebeldía consciente, y a la imposición o a la dictadura de la multitud, lo que no sería mejor que otras dictaduras y otras imposiciones.
Las desviaciones y errores de la opinión acerca del anarquismo tienen en esas pobres traducciones del ideal un auxiliar poderoso. Parece como si partidarios y adversarios se empeñasen en perpetuar la leyenda de las agitaciones estériles, de las violencias bárbaras, de los inextinguibles odios.
Cierto que en la crudeza de las luchas de nuestros días son fatales las estridencias de concepto y de hecho. Inútil poner diques a la corriente. La lucha es la lucha. Mas si las cosas tienen siempre explicación, no siempre tienen justificación. Y en todo caso, a hombres que se dicen renovadores no convienen cosas y palabras rancias.
El lenguaje denuncia frecuentemente el atavismo de club. Es preciso ser un poco bárbaros, un poco sectarios, un poco fanáticos. La acción está representada en caricatura por un obrero fornido, provisto de recia estaca. La bomba ya se hizo anacrónica. Teóricamente, muy anarquistas; prácticamente, déspotas. Se levanta altares a la Razón y se impone la propia a garrotazos.
Ni aun se tolera disentir del novísimo dogma. La aberración llega al límite cuando se ve a tales hombres en amigable consorcio con todos los radicalismos de escuela y en la grata compañía de caudillos de opereta, conspiradores bufos de peluca rubia y trenza gris.
Afortunadamente, la multitud obrera, y entre ella los anarquistas conscientes, se aparta de aquellos que cifran la emancipación humana en serviles traducciones de la rutina político-jacobina. Pero al propio tiempo el hecho hacia estos ideales y hacia sus propagandistas se extiende y levanta como una recia muralla que impide toda compenetración de pensamiento y de conducta.
Contrayéndonos a España, puede observarse un periodo de seria propaganda y de estudios que se desenvuelve rápidamente y gana las multitudes, no sólo obreras, sino también mesocráticas; después viene el período llamado heroico, que siembra el espanto con sus formidables aldabonazos: la idolatría por los hombres se revela hasta en las denominaciones de los grupos. Se empieza a olvidar las ideas. Finalmente se inicia el período de decadencia bien patente en la enorme vulgaridad de las locuciones y de los nombres actuales que haría reír si no indignara.
No se juega a los comités ni a los diputados, pero sí a las conspiraciones y a las algaradas infantiles de una ingenuidad tal que, a veces, toca los linderos de la maldad.
Así, en España, el anarquismo, como fuerza, anda maltrecho y vacilante. Si las masas obran, no obstante, en anarquista a cada movimiento que se produce, débese a ese su espíritu, a ese su genio creador de que habla Kropotkin.
Se actúa en anarquista aun sin saberlo y muchas veces a pesar y en contra de los mismos anarquistas.
Es verdaderamente decisiva la manera como Kropotkin establece el paralelismo entre el progreso de las ciencias, el desarrollo de las ideas y los desenvolvimientos y rebeliones populares.
Las parciales evoluciones en el dominio de la religión, en el de la filosofía, en el de las formas políticas y económicas, en el de las instituciones sociales se resuelven en una misma evolución de general tendencia hacia la libertad integral, libertad de pensamiento, libertad de acción, libertad de vida.
La enorme diversidad de manifestaciones y modalidades, que parece inducir multitud de resultantes distintas, no es más que la expresión de detalle de una gran síntesis que comprende la vida entera de la humanidad y de la Naturaleza. La metafísica sucede a la teología: la filosofía especulativa a la metafísica; la filosofía natural, la ciencia propiamente dicha., a la filosofía especulativa. Los esfuerzos de la razón se ven al fin coronados por el éxito en los dominios de las ciencias naturales. Construimos, ahora de nuevo, el edificio del conocimiento sobre los firmes bloques de la experimentación. ¡Gloria, no obstante, al pensamiento humano, que tantas veces ha sabido adivinar la realidad y adelantarse a la ciencia!
¿Y qué son, en suma, las transformaciones políticas y sociales, las transformaciones económicas, sino gradaciones de esa misma evolución general? La historia entera de la humanidad se compone de la sucesión ininterrumpida, un poco idealista, un poco materialista, de cambios continuos en el modo de pensar, en el modo de relacionarse, en el modo de vivir. La idea y el hecho tienen un mismo desenvolvimiento: se suponen, se compenetran. Aún cuando aparezcan a veces divergentes, la resultante y la finalidad son siempre de concurrencia por el mejoramiento de la vida, por la elevación del pensamiento, por el dominio de la existencia entera. Imposible escindir lo ideal y lo material.
Es sorprendente cómo el autor de La ciencia moderna y el anarquismo sigue paso a paso la evolución de las multitudes y la evolución en el orden de los conocimientos. Estas páginas son un canto triunfal al hombre y la ciencia. Y son también el golpe de gracia a las rutinas dialécticas aun de los seudocientíficos del socialismo. No hay manera de negarse a la evidencia que brota sencilla y naturalmente de este libro.
Todos los forzamientos teóricos quedan desvanecidos. La tendencia general en todo el curso de la historia es de independencia tanto como de igualdad, el equivalente de la justicia.
Nace en el seno de las multitudes el anarquismo. Nace instintivamente, porque el hombre se siente por naturaleza libre, y este instinto, esta tendencia labra un día y otro el porvenir que más tarde construyen teóricamente los filósofos, los hombres de ciencia contrarios a la Academia, a la Universidad, a la verdad oficial. Viene en seguida la falange de inteligencias despiertas, de nobles corazones que difunden las novísimas doctrinas en el seno del proletariado y de la clase media modesta. Idealmente, la batalla está ganada.
En nuestros días, cuando mayor parece la preponderancia del Estado, cuando todos los partidos se empeñan en repetir la historia luchando rabiosamente por el poder, por la centralización, por ideales de unificación y de uniformidad fuera de las condiciones reales de la vida ha pasado de la esfera de las ideas al terreno de los hechos.
Las multitudes actúan de manera que da un mentís continuo a la prepotencia de todas las direcciones y jefaturas que las solicitan. Obran por su cuenta, olvidadas de programas, descuidadas de disciplinas y reglamentos que de nada le servirían como no fuera de estorbo en el momento de las airadas rebeldías.
Ciertamente que hay mucho de instintivo también en esta conducta, porque frecuentemente el espíritu anarquista no persiste más allá de los días de revuelta y las multitudes apaciguadas no dejan de clamar bien pronto por una nueva disciplina, por una nueva dirección. Se obra en anarquista para destruir; rutinariamente para edificar. Las solicitaciones del autoritarismo y del capitalismo hallan un fiel aliado en la inexperiencia popular.
El atraso mental es bastante fuerte para permitir que, en ausencia de una orientación indicada se alce una dirección impuesta y la falta de hábitos de independencia hace todo lo demás.
Periodo de transición el presente, explica bien por qué las multitudes se detienen a mitad del camino y que en el desarrollo de las aplicaciones prácticas del anarquismo no son tan indispensables las disertaciones teóricas como las lecciones de cosas. No de otro modo que a costa de grandes esfuerzos, de repetidos ensayos, de sucesivas aproximaciones, llegará el Ideal libertario a traducirse en hechos. Es la experiencia la que ha de contrastar, la que ha de verificar la exactitud de nuestras conclusiones.
La difusión de las ideas tuvo la falange de inteligencias despiertas y de nobles corazones. La tiene ahora mismo. Pero en los momentos de revolución, la propaganda cede el puesto a los actos y entonces es necesaria la falange de los abnegados y de los prácticos. No queda a tal hora más que el aleccionamiento por medio de los hechos o la dictadura. La dictadura es todo lo contrario del anarquismo. Es, pues, preciso sugerir la práctica con la práctica; es necesario proceder experimentalmente ante las multitudes para que su grande espíritu de renovación haga libre y espontáneamente todo lo demás.
Y es también necesario que a esta hora suprema nadie se deje arrastrar por la sugestión jacobina, por la obsesión de la violencia que, en el curso de la evolución, no puede ni debe ser más que un episodio. Lo esencial es reconstruir la vida y reconstruirla de tal modo que permita todas las experiencias. El solo deseo de una organización uniforme lanzará a las masas por el camino de la imposición. La imposición tendrá necesidad de un órgano. El órgano será un gobierno franco o disimulado. El espíritu libertario quedará otra vez vencido. La revolución habrá sido inútil.
En este punto estimamos que Kropotkin exagera la necesidad de aplicaciones comunistas, exclusivamente comunistas, aun cuando en esta obra parece franquear el amurallado recinto de la uniformidad.
Porque en el fondo es un economista al revés, o porque argumenta bajo la influencia del medio ruso o bien porque le obsesiona la cuestión del pan para las multitudes hambrientas. Kropotkin en todas sus obras desenvuelve insistentemente el principio comunista cerrado, unificado, hasta sus últimas consecuencias, del mismo modo que se esfuerza en la afirmación del municipio libre y apenas concede atención a las formas subsiguientes del organismo social, tan complejas como complejas son las necesidades de la vida moderna.
La práctica del comunismo anarquista la reduce el autor de Campos, fábricas y talleres a su más sencilla expresión. Si no temiéramos excedernos, diríamos que plantea y resuelve la cuestión en forma harto simplista para que concuerde con la extrema complicación de la vida social. Ello podrá parecer bien a las multitudes; podrá satisfacer necesidades de fácil, podrá llenar cumplidamente el objeto primordial de hacer asequible la idea a todas las inteligencias. Pero de ningún modo está de acuerdo con la evolución social.
Véase como quiera, no hay en toda la historia de los pueblos un solo caso de realización integral de una idea. Todo lo más hay una tendencia, una finalidad, un camino cuya meta se aleja delante del caminante. El individualismo, el industrialismo, el capitalismo no son realizaciones totales, totalmente idénticas al principio que las informa. No son siquiera idénticos a sí mismos en todos los puntos de la tierra. Son una tendencia hacia la realización de una idea. Y las prácticas de esta tendencia difieren de tal modo, que no cabe posibilidad de encerrarlas en un enunciado común. Cierto que tienen el mismo punto de partida y la misma finalidad. Cierto que disponen de un mismo instrumento de realización, pero los hechos que traducen la idea en la marcha ordinaria de la vida no sólo no concurren siempre en una expresión uniforme, sino que frecuentemente difieren y se oponen los unos a los otros.
"Dondequiera que un sistema ha predominado --he dicho en otra parte- o predomina, los hechos están lejos de seguir reglas invariables. El principio es generalmente uno; las experiencias prácticas varían notablemente, desviándose del punto de partida. Del comunismo de algunos pueblos sólo puede obtenerse una característica ideal. En los hechos no hay comunismo igual a otro comunismo. En todas partes se hacen concesiones al individualismo en diverso grado. La reglamentación de la vida oscila desde el libre acuerdo hasta el despotismo más duro. De los esquimales que viven en comunidades libres al comunismo autoritario del antiguo imperio peruano, la distancia es enorme. Y sin embargo, las prácticas del comunismo se derivan de un solo principio: el derecho eminente de la colectividad que, en los países gubernamentales, se trueca en el derecho eminente del príncipe que asume la representación y los derechos de los súbditos. Este principio no subsiste, empero, sin limitaciones esenciales. En todas partes las reservas en beneficio de la Individualidad son numerosas. En unos casos es de propiedad privada la casa y el jardín. En otros la comunidad no alcanza sino a una porción de la tierra, reservándose las otras el Estado, los sacerdotes, los guerreros. Finalmente, los esquimales en sus libres comunidades reconocen en el individuo el derecho a separarse de la comunidad para establecerse en otra parte, cazando y pescando a su solo riesgo...
"Del mismo modo el régimen individualista se halla en ciertas regiones más cerca del comunismo que del individualismo propiamente dicho. La propiedad en muchos casos se reduce a la posesión o al usufructo que el Estado, a voluntad, concede o retira. En otros el uso de la tierra se da por repartos periódicos, porque teóricamente se considera el suelo propiedad de todos.
"Si analizamos la experiencia actual del individualismo en la industria y en la agricultura, veremos que el principio o regla es uno: el derecho a la propiedad exclusiva y absoluta de las cosas, pero que los métodos de aplicación varían de país a país y de pueblo a pueblo. No obstante, el empeño de unificación de los legisladores y el poder absorbente del Estado, las leyes son un verdadero maremágnum, y los usos y costumbres en la industria, la agricultura y el comercio tan opuestos entre sí, que lo que es equitativo en un lugar se tiene frecuentemente por injusto en otro.
"Hay naciones o comarcas donde la asociación obra milagros y otras donde cada cual prefiere luchar solo en su propio beneficio. Regiones enteras pertenecen en una misma nación a una docena de individuos, mientras otras están divididas y subdivididas, hasta lo inverosímil. Aquí prevalece la gran industria. Allá perdura el antiguo artesano trabajando en su pequeño taller. La transmisión de la propiedad afecta las más variadas formas. En unos lugares han sido suprimidas las rentas, en otros persisten invariables".
En ningún punto del globo subsiste el individualismo sin algo de comunismo y mucho de cooperación y de asociación. No se puede prescindir del hospital, del asilo, de la oficina pública, del público paseo; no se puede prescindir del comunismo en los servicios de comunicaciones, de transportes, de alumbrado; no se puede prescindir de crear fuertes asociaciones, grandes empresas, de sumar capitales y hombres con fines de cooperación. No importa por qué ni para qué. Importa saber que el individualismo no tiene ni puede tener realización totalizada, pura, como el ideal de que se deriva.
Otro tanto ocurre con las instituciones políticas. Es tan grande la diversidad de códigos, que no tendremos que insistir. El constitucionalismo, sea monárquico, sea republicano, ya unitario, ya federalista, varía radicalmente de pueblo a pueblo. No hay una constitución tipo después de un largo siglo de experiencia. La tendencia es siempre la misma; la práctica distinta en todas partes.
Toda la ciencia del mundo no sería bastante para ofrecernos un esquema ideal, así del individualismo como del constitucionalismo, de acuerdo con la realidad.
Así nosotros, anarquistas como Kropotkin, no podemos comprender una sociedad que produce, cambia o distribuye y consume casi mecánicamente, automáticamente, de un mismo modo en todos los puntos del globo. El estudio de la evolución nos dice lo contrario, nos habla de la inmensa variabilidad de las aplicaciones. Y como es el lenguaje de la realidad y observamos también que todos los intentos de unificación han fracasado y que está a la diferenciación, no nos conformamos con la concepción del comunismo uniforme.
Hay una cuestión previa, que es la de la igualdad de medios para la vida. Esta afirmación constituye todo el socialismo, o todo el comunismo, o todo el colectivismo prácticos. El nombre importa poco. Más allá de esta afirmación no puede haber más que agrupaciones formadas para cooperar, como quiera que sea, a fines determinados. Los métodos de cooperación pueden ser tan variados como las opiniones, los gustos, las necesidades, etc. Todavía más, es preciso que lo sean, porque sin diversidad de experiencias no puede haber elección de lo mejor. El progreso del mundo consiste precisamente en esta selección experimental.
Cualquier intento de método uniforme, cualquier propósito de unificación, sería un nuevo forzamiento de las cosas, y el anarquismo no trata de forzar, sino de favorecer y fomentar el desarrollo de todas las condiciones que están dadas en la Naturaleza para la vida individual y para la vida social.
¿Quién es capaz de predecir las maravillas de los desenvolvimientos futuros en función de un régimen de libertad y de cooperación voluntaria fundado en la igualdad de condiciones?
El error del comunismo anarquista es del mismo género que el error del anarquismo individualista. Así como éste vuelve fatalmente al Estado, así aquél volvería necesariamente a la autoridad y al oficialismo. Toda tendencia de unificación requiere un factor, un elemento que ejecute, que arregle, que coordine. El principio de autoridad, la idea de gobierno está siempre en acecho.
La unidad no puede ser más que una resultante. La vida es variación continua. A partir de ésta, es como únicamente podemos aspirar al desenvolvimiento creciente de todas nuestras facultades.
No se nos oculta que la manera más sencilla, demasiado sencilla, de satisfacer las necesidades elementales de la existencia es el método comunista íntegro. La multitud proletaria hallaría de pronto la solución del apremiante problema del pan. La multitud proletaria se daría cuenta en seguida de la manera como tendría que conducirse para no padecer hambre ni frío, para no andar cubierta de andrajos, comida por la miseria. Comprenderíamos que todos los obreros fuesen comunistas a ultranza.
Pero, ¿y después? Sería menester rehacer los muros de la pequeña villa, los cercados de la gran ciudad; transponer los límites de la comarca, de la nación. Habría algo más que hacer que comer y vestirse. Cada uno, individuo o grupo, querría desenvolver su actividad en distinto sentido, de modo diferente. La vida recuperaría toda su gran complejidad y las complicaciones de organización nos saldrían al paso por todas partes.
El comunismo puede dar y da respuesta a todo esto; señala un camino, marca un rumbo. Pero la humanidad, entonces como ahora, hará poco o ningún caso de orientaciones y de caminos y de rumbos. Emprenderá de nuevo la ruta como sepa y como quiera. Cada uno elegirá un sendero. No sería ningún bien que todo el mundo marchara por la misma carretera. No habría variedad, no habría selección, no habría progreso.
Si en el seno del anarquismo prevalece la idea comunista actualmente, no es sin que provoque divergencias, entre ellas la necesaria reacción individualista. Son extremos que están pidiendo a gritos una solución. Estaremos en camino de alcanzarla si atendemos a las realidades del desenvolvimiento social más que a nuestros resabios dialécticos.
El colectivismo con su principio de alternativa respecto a los medios de distribución ha pasado a la historia. Igual suerte correrá el comunismo actual. Si el anarquismo es la expresión sintética de toda la evolución social en el pasado, en el presente y en el futuro no puede encerrarse en la monomanía de un procedimiento único. Por el contrario, supone la más grande variedad de procedimientos, la más grande variedad de aplicaciones, la más grande variedad de resultados.
Basta al principio de justicia la realización de la igualdad, porque ésta es el equivalente de aquélla, según prueba cumplidamente Kropotkin. Mas la igualdad queda realizada tan pronto como los hombres todos entran en posesión de la riqueza natural y social; y así, entonces, las formas del mejor empleo de los medios puestos a disposición de todos y cada uno, no pueden ser sino objeto de libres conciertos, de contratos libres, que es lo que constituye el sistema de cooperación voluntaria, o en otros términos, el método anarquista.
En este mismo sentido hace Kropotkin las salvedades necesarias, admitiendo la posibilidad de diversas aplicaciones, y lo que es mejor, considerando el anarquismo individualista como un freno a las probables exageraciones comunistas, pero insiste siempre en el punto de vista del comunismo libre como verdadera expresión del anarquismo. El adjetivo libre, no altera los términos de la cuestión, pues o el comunismo es la cooperación voluntaria con toda su segura multiplicidad de métodos o es uniformidad y unificación, forzamiento, en fin, del desenvolvimiento social.
* * *
Tampoco es posible concebir cómo las transformaciones del futuro han de reducirse a la idea elemental del municipio libre. Este es ciertamente el punto de partida, pero no hay ninguna razón para detenerse en él.
Habla Kropotkin de federaciones profesionales, de organizaciones políticas, de asociaciones mil de libre iniciativa, y ello supone una concepción vastísima de la organización social entera. En realidad, la insistencia acerca del municipio libre tiene fácil explicación en el hecho de que las asociaciones de más compleja forma tienen siempre la tendencia absorbente, y contra la preponderancia centralizadora de toda la asociación de asociaciones no existe otro freno que la independencia de sus elementos componentes.
Pero el municipio independiente no tiene más realidad que el individuo independiente. El hecho de la mayor proximidad entre los individuos dentro de un municipio, no es bastante para establecer la independencia del primero y la no independencia de los segundos. Las necesidades de la misma vida social implican el acuerdo, no sólo de los individuos dentro del municipio, sino también de los municipios entre sí.
Las necesidades de la producción, del cambio y del consumo, suponen el acuerdo por industrias, así dentro del municipio como de industria a industria en un territorio dado. Aun cuando cada municipio pudiera bastarse a sí mismo económicamente, lo que es problemático en sumo grado, no podría encerrarse en murallas chinescas. Se vive con todo lo que está próximo o lejano en mayor o menor grado, pero no se vive en el aislamiento.
Y si tenemos en cuenta la gran población diseminada en los campos, sin más que pequeñísimas agrupaciones de viviendas, y la naturaleza misma de los trabajos agrícolas, se comprenderá en seguida cómo la vida de relación ha de rebasar necesariamente los linderos del municipio ciudadano.
Tan variables e inestables como se quiera, surgirán federaciones locales y extralocales, federaciones de campesinos y federaciones de industrias, federaciones de deporte, de arte, de ciencia. El porvenir pertenece por entero a esta forma de organización libre, de abajo a arriba, de lo sencillo a lo más complicado.
Por eso decimos que el municipio libre no es todo el anarquismo, como no lo es tampoco exclusivamente el comunismo, aunque se le adjetive como se quiera.
No hay en lo apuntado grandes divergencias con lo dicho por Kropotkin. Pero aunque las hubiere, conviene no olvidar que nuestro buen camarada admite de grado todas las posibilidades Y se coloca en la posición del hombre de ciencia que no da opiniones, sino principios demostrados. Y como él, hasta donde él va, vamos nosotros corroborando y suscribiendo la afirmación de que verificar nuestras respectivas conclusiones solamente es posible por medio del método científico inductivo-deductivo, sobre el cual se han constituido todas las ciencias y por cuyo medio se han desenvuelto todas las concepciones científicas del universo.
Una palabra todavía. Prevenidos contra las reacciones posibles en los dominios de las propias ciencias, es menester guardarse de las seducciones de la novedad. No todo lo que aparece vestido con ropaje científico es verdadera ciencia. La loca de la casa hace prodigios; el entusiasmo se complace en aceptarlos sin discusión.
Las demostraciones verbales suelen ser fáciles; la comprobación y la verificación de la verdad, trabajosas. No admitamos sin análisis y sin prueba bastante.
Ya por razones de especialización, que es a un tiempo mismo una necesidad y un peligro; ya por la intervención de prejuicios inveterados, ocurre que circulan muchas verdades a medias y muchos errores ocultos como hechos de evidencia científica. Hombres de talento colosal que afirman resueltamente el ateísmo -y damos este hecho como ejemplo-, sostienen al mismo tiempo la imposibilidad de una sociedad de ateos. Se lanzan a los mayores atrevimientos científicos y tienen por inmutable el mundo social en que viven. Encerrados en su torre de marfil, no ven más allá de sus narices en cuanto tocan a la realidad ambiente, y perdónesenos esta rudeza de lenguaje.
Para mayor comodidad han inventado una lógica especial, seca, dura, mecánica, que los hace tan peligrosos como los mismos metafísicos. Repudian lo que llaman lógica de sentimientos, como si el mecanismo mental fuera un simple aritmómetro, una máquina de cálculo, sin advertir que no hay, que no puede haber otra lógica que la intervenida por el complejo de nuestro organismo con sus afectos, sus pasiones y sus nervios. Estamos en presencia de los hombres, de nosotros mismos, que no somos simples mecanismos silogísticos o sencillos aparatos de registro, sino trabazón de ideas y sentimientos, de funciones y órganos, de nervios y arterias y huesos, carne, sangre, etc. La lógica nuestra, y no podemos conocer otra, será necesariamente la resultante de todo lo que en nosotros está de antemano.
Como este sencillo ejemplo podríamos citar bastantes. Los libros científicos, o que parecen científicos, andan repletos de prejuicios y de errores. En cuanto se toca a los problemas sociales, reviven todos los atavismos de casta y el conocimiento científico suele hacer quiebra.
Vayamos con tino en la investigación de la verdad, exijamos siempre a la ciencia la verificación de sus principios. Procediendo de esta manera llegaremos, antes o después -¿quién lo sabe?-, pero llegaremos en firme a las conclusiones necesarias que expresen las formas precisas de la existencia social.

21 de septiembre de 2011

Congreso del Movimiento de Renovación Pedagógica

En diciembre de 1983, cuando el primer gobierno del PSOE celebraba su primer cumpleaños, se celebró en Barcelona el Primer Congreso del Movimiento de Renovación Pedagógica, un conglomerado de teorías e iniciativas plurales que se había forjado en los últimos años del Franquismo en abierta oposición a la escuela nacionalcatólica de la dictadura. Con especial fuerza en Cataluña, el MRP recogía la vigorosa herencia de la práctica pedagógica de la Segunda República vivificada por las más modernas teorías. El PSOE, como denunciaba la CNT, se aprovechó de todo este bagaje educativo para cubrir su línea política, claramente tibia e insuficiente, con el lenguaje y el prestigio de las luchas pedagógicas del tardofranquismo. La CNT aprovechaba el Congreso para resumir y sistematizar sus propuestas, hoy más lejanas que nunca.
Panfleto del Sto. de Enseñanza de CNT Barcelona, enero 1982 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
COMUNICADO DEL SINDICATO DE ENSEÑANZA DE LA CNT AL PRIMER CONGRESO DE LOS MOVIMIENTOS DE RENOVACIÓN PEDAGÓGICA
(Barcelona, 9-12-1983)
1.- Nuestra posición ante el Congreso de Movimientos de Renovación Pedagógica
En nuestra opinión, si del congreso ha de salir el reconocimiento oficial por parte del MEC de los MRP, en principio no nos parece ni bien ni mal. Pero nos preguntamos: ¿cuál es el objetivo de tanta prisa ministerial? ¿Cuáles son los planteamientos, objetivos y alternativa de fondo? ¿Esto es el comienzo de qué?... De la renovación en la formación permanente del profesorado, o es por el contrario la anulación de los MRP y de su modelo pedagógico ideológico, en donde se recuperarán solamente los elementos aislados como son los métodos y técnicas, vaciándolos de contenido en una clara perspectiva parcial de lo que debería ser la auténtica transformación en la escuela.
El tiempo lo dirá, pero vaya nuestra desconfianza por delante.
2.- ¿Qué son para nosotros los MRP?
En primer lugar valoramos la labor de suplencia de los colectivos pedagógicos en la formación del profesorado frente a la inoperancia de los organismos oficiales (Inspección, ICES, etc.).
En segundo lugar, y en cuanto a sus postulados teóricos, siempre nos han parecido válidos porque:
-Han propiciado debates en cuanto a los modelos pedagógicos, sin olvidar los objetivos ideológicos.
-Por avanzar en la labor de investigación de la calidad de la enseñanza, denunciando los aspectos represivos de la pedagogía autoritaria como son los exámenes, el elitismo, los roles sexuales en la escuela, etc.
-Por su funcionamiento interno, en principio pluralista y asambleario, y porque no han propiciado nunca un modelo único y acabado, sino dependiente siempre del medio en que éste se implante.
Y en tercer lugar, una vez hecho un análisis muy somero de por qué nuestro sindicato apoya a los MRP, y pensando que todavía tienen mucho que aportar en el terreno de la calidad de enseñanza, queremos pasar ahora a definir nuestra postura frente a una de sus realizaciones más concretas: las Escuelas de Verano.
En un principio fueron válidas, pero hoy dejan mucho que desear:
-por su “pedagogismo”
-por su “tecnicismo ilustrado”
-por su tendencia al “cursillismo”
Todo lo cual trajo consigo la desmovilización y el antisindicalismo de los elementos más activos de los enseñantes, desde el momento en que se empezó a ignorar los planteamientos ideológicos, los aspectos legislativos y de política educacional que toda enseñanza de calidad implica, pues para nosotros la realidad que hay que transformar, y que la mayoría de las escuelas de verano ignoran, es también la jerarquización, la imposición de programas, el número de alumnos por aula, la selectividad permanente, el ideario de centros, etc.
¿Cómo pueden unas técnicas y una metodología aplicarse cuando la práctica legislativa cotidiana lo impide?
¿Por qué hay escuelas de verano con 3.000 ó 4.000 participantes y, sin embargo, la desmovilización es casi total cuando la jerarquización se impone y se acepta como algo justo y necesario (decreto de órganos unipersonales)?
¿O cuándo las normativas recientes mantienen el número de alumnos en 40 (decreto de plantillas), la no confirmación de los equipos pedagógicos ni las direcciones colegiadas (LODE), la no autonomía de los centros para disponer de su forma de organización…?
3.- Alternativa libertaria
Objetivos de la educación:
Adquirir la libertad individual plena y la autorrealización personal y colectiva hacia una sociedad de bienestar para todos, en la que el poder, la riqueza y la cultura no sean propiedad de una minoría, sino compartidos por el conjunto de los ciudadanos, porque sólo individuos plenamente desarrollados están en condiciones de asumir responsabilidades de decisión en todos los sectores de la vida.
Defendemos una autonomía organizativa y pedagógica, es decir, autogestión entre el centro y los colectivos existentes en la comunidad local, costeada por la comunidad y controlada por todos los colectivos que la integran.
Sería una educación integral, en el sentido de que desarrolla las potencialidades del individuo (instintos, sentimientos, pensamiento, etc.) y abierta e inserta en el medio, es decir, partiendo de las necesidades e intereses reales y de acuerdo con sus recursos naturales y ecológicos, para revertir de nuevo en él en todos sus aspectos: económico, de gestión, ecológico, urbanístico, técnico, científico, cultural…
Con un análisis activo, participativo, en grupos de trabajo reducidos, con un sistema de relación antiautoritario, no directivo, con un coordinador elegido por el grupo en función de su competencia y no de su titulación.
Todo esto supone la desaparición de niveles, cursos, exámenes, horarios forzados y estrictos.
4.- Aplicación de la pedagogía libertaria aquí y ahora
1º. Crítica constante a los sistemas de selección (exámenes, cursos, títulos, etc.), que son la base y justificación de la división del trabajo y de la desigualdad social.
2º. Apoyar todo lo que suponga un avance real hacia la autogestión: reducir las competencias de la administración, fomentando la participación de todos los miembros de la comunidad educativa a través de asambleas y órganos de coordinación.
3º. Desarrollo integral y formación inserta y abierta al medio.
4º. Aplicación de métodos activos, participativos y antiautoritarios frente a la transmisión de contenidos y su interiorización acrítica.
5º. Potenciación y desarrollo de equipos pedagógicos interdisciplinares y agrupados por afinidades.
6º. Formación permanente de todos los implicados en el proceso de aprendizaje.
7º. El proceso de formación será financiado con fondo público, gestionado y controlado por todos los colectivos de la comunidad local implicados en el mismo. El papel de la administración se reduciría, por lo tanto, a suministrar la infraestructura adecuada (económica, legal, etc.).
5.- Valoración del Primer Congreso de MRP
El Sindicato de Enseñanza de CNT-AIT, ante el I Congreso de MRP, celebrado en Barcelona del 5 al 10 de diciembre del año en curso, manifiesta que, aunque nuestra actitud era en principio de expectativa, lo considerábamos positivo por lo que supone de intercambio entre el colectivo de enseñantes. Sin embargo, el posterior desarrollo del Congreso, su estructura organizativa y la planificación general del mismo, ha demostrado que lo que se pretendía era un aprovechamiento por parte del MEC de todas las aportaciones y experiencias educativas más progresistas que han venido realizándose años atrás para reconducirlas a favor de la política educativa ministerial.
Por otra parte, nos ha resultado chocante que en este Congreso de Renovación Pedagógica se haya utilizado indiscriminadamente por unos y por otros la terminología libertaria (gestión colectiva, autonomía organizativa, educación antiautoritaria, educación activa, etc.) pero vaciándola contenido en cuanto que se utilizan las palabras fuera de su contexto original, perdiendo así su significado de transformación social. Porque, ¿cómo pueden aplicarse técnicas y metodologías renovadoras si hay una barrera legislativa que lo impide (40 alumnos por aula, órganos unipersonales, Consejo Escolar de Estado…)?
Por último, hacemos un llamamiento a todos aquellos colectivos que se han pronunciado por la autonomía organizativa y pedagógica, por los métodos activos y antiautoritarios y que entienden la educación como agente de transformación social, para aunar esfuerzos a fin de hacer efectiva la aplicación del aprendizaje libertario.
Confederación Nacional del Trabajo
Federación Local de Madrid
Sindicato de Enseñanza
Calle Magdalena 29

3 de septiembre de 2011

Decretos que reinstauraban el Antiguo Régimen en 1823

Si España y sus colonias fueron pioneras en la lucha por las libertades ciudadanas y la liquidación del Antiguo Régimen, como se puso de manifiesto desde 1808 y quedó consagrado en la Constitución de 1812, la resistencia de los estamentos privilegiados forzó en diversas ocasiones la vuelta de la nación a los principios y normas del viejo absolutismo monárquico y católico. El rey Fernando VII, al que el pueblo español le había devuelto la corona con tanto sacrificio, dio marcha atrás al reloj de la historia en 1814, a su regreso a la Península, y otra vez en 1823, después de que la intervención francesa, materializada en los Cien Mil Hijos de San Luis que comandaba el duque de Angulema, derrotase a los liberales españoles. Reproducimos los dos decretos que el rey felón firmó en esa última ocasión, antes y después de hallar cobijo entre las tropas francesas y que muestran lo poco que valía la palabra del monarca.

Siendo el primer cuidado de un rey el procurar la felicidad de sus súbditos incompatible con la incertidumbre sobre la suerte futura de la nación y de sus súbditos, me apresuro a calmar los recelos e inquietud que pudiera producir el temor de que se entronice el despotismo o de que domine el encono de un partido.
Unido con la nación he corrido con ella hasta el último trance de la guerra; pero la imperiosa ley de la necesidad, obliga a ponerle un término.
En el apuro de estas circunstancias, solo mi poderosa voz puede ahuyentar del reino las venganzas y las persecuciones; sólo un gobierno sabio y justo puede reunir todas las voluntades, y solo mi presencia en el campo enemigo puede disipar los horrores que amenazan a esta isla gaditana y a sus leales y beneméritos habitantes, y a tantos insignes españoles refugiados en ella.
Decidido, pues, a hacer cesar los desastres de la guerra, he resuelto salir de aquí el día de mañana; pero antes de verificarlo, quiero publicar los sentimientos de mi corazón, haciendo las manifestaciones siguientes:
1 Declaro de mi libre y espontánea voluntad, y prometo bajo la fe y seguridad de mi real palabra, que si la necesidad exigiere la alteración de las actuales instituciones políticas de la monarquía, adoptaré un gobierno que haga la felicidad completa de la nación, afianzando la seguridad personal, la propiedad y la libertad civil de las Españas.
2 De la misma manera prometo libre y espontáneamente, y he resuelto llevar y hacer llevar a efecto, un olvido general, completo y absoluto de todo lo pasado, sin escepcion alguna, para que de este modo se restablezcan entre todos los españoles la tranquilidad, la confianza y la unión, tan necesarias para el bien común, y que tanto anhela mi paternal corazón.
3 En la misma forma prometo, que cualesquiera que sean las variaciones que se hagan, serán siempre reconocidas, como reconozco, las deudas y obligaciones contraídas por la nación y por mi gobierno, bajo el actual sistema.
4 También prometo y aseguro, que todos los generales, jefes, oficiales, sargentos y cabos del ejército y armada que hasta ahora se han mantenido en el actual sistema de gobierno en cualquiera punto de la península, conservarán sus grados, empleos, sueldos y honores. Del mismo modo conservarán los suyos los demás empleados militares, y los civiles, y eclesiásticos que han seguido al gobierno y a las Cortes, o que dependan del sistema actual, y los que por razón de las reformas que se hagan no pudieren conservar sus destinos, disfrutarán a lo menos la mitad del sueldo que en la actualidad tuviesen.
5 Declaro y aseguro igualmente, que así los milicianos voluntarios de Madrid, de Sevilla o de otros puntos que se hallan en esta isla, como cualesquiera otros españoles refugiados en su recinto, que no tengan obligación de permanecer por razón de su destino, podrán desde, luego regresar libremente a sus casas, o trasladarse al punto que les acomode en el reino, con entera seguridad de no ser molestados en tiempo alguno por su conducta política ni opiniones anteriores, y los milicianos que los necesitasen obtendrán en su tránsito los mismos auxilios que los individuos del ejército permanente.
Los españoles de la clase espresada, y los estranjeros que quieran salir del reino, podrán hacerlo con igual libertad, y obtendrán los pasaportes correspondientes para el país que les acomode.
FERNANDO
Cádiz 30 de setiembre de 1823

Bien públicos y notorios fueron a todos mis vasallos los escandalosos sucesos que precedieron, acompañaron y siguieron al establecimiento de la democrática Constitución de Cádiz en el mes de marzo de 1820: la más criminal traición, la más vergonzosa cobardía, el desacato más horrendo a mi real persona, y la violencia más irritable, fueron los elementos empleados para variar esencialmente el gobierno paternal de mis reinos en un código democrático, origen fecundo de desastres y de desgracias.
Mis vasallos, acostumbrados a vivir bajo leyes sabias, moderadas y adaptadas a sus usos y costumbres, y que por tantos siglos habían hecho felices a sus antepasados, dieron bien pronto pruebas públicas y universales del desprecio, desafecto y desaprobación del nuevo régimen constitucional.
Todas las clases del Estado se resintieron a la par de unas instituciones, en que preveían señalada su miseria y desventura.
Gobernados tiránicamente, en virtud y a nombre de la Constitución, y espiados traidoramente hasta en sus mismos aposentos, ni les era posible reclamar el orden ni la justicia, ni podían tampoco conformarse con leyes establecidas por la cobardía y la traición, sostenidas por la violencia, y productoras del desorden más espantoso, de la anarquía más desoladora y de la indigencia universal.
El voto general clamó por todas partes contra la tiránica Constitución; clama por la cesación de un código nulo en su origen, ilegal en su formación, injusto en su contenido; clamó finalmente por el sostenimiento de la santa religión de sus mayores, por la restitución de sus leyes fundamentales, y por la conservación de mis legítimos derechos, que heredé de mis antepasados, que con la prevenida solemnidad habían jurado mis vasallos.
No fié estéril el grito general de la nación: por todas las provincias se formaban cuerpos armados que lidiaron contra los soldados de la Constitución: vencedores unas veces y vencidos otras, siempre permanecieron constantes a la causa de la religión y de la monarquía; el entusiasmo en defensa de tan sagrados objetos nunca decayó en los reveses de la guerra; y prefiriendo mis vasallos la muerte a la pérdida de tan importantes bienes, hicieron presente a la Europa con su fidelidad y su constancia, que si la España había dado el ser, y abrigado en su seno a algunos desnaturalizados hijos de la rebelión universal, la nación entera era religiosa, monárquica y amante de su legítimo soberano.
La Europa entera, conociendo profundamente mi cautiverio y el de toda mi real familia, la mísera situación de mis vasallos fieles y leales, y las máximas perniciosas que profusamente esparcían a toda costa los agentes españoles por todas partes, determinaron poner fin a un estado de cosas que era el escándalo universal, que caminaba a trastornar todos los tronos y todas las instituciones antiguas, cambiándolas en la irreligión y en la inmoralidad.
Encargada la Francia de tan grande empresa, en pocos meses ha triunfado, de los esfuerzos de todos los rebeldes del mundo, reunidos por desgracia de la España en el suelo clásico de la fidelidad y lealtad. Mi augusto y amado primo el duque de Angulema al frente de un ejército valiente, vencedor en todos mis dominios, me ha sacado de la esclavitud en que gemía, restituyéndome a mis amados vasallos, fieles y constantes.
Sentado ya otra vez en el trono de San Fernando por la mano sabia y justa del Omnipotente, por las generosas resoluciones de mis poderosos aliados, y por los denodados esfuerzos de mi amado primo el duque de Angulema y su valiente ejército; deseando proveer de remedio a las más urgentes necesidades de mis pueblos, y manifestar a todo el mundo mi verdadera voluntad en el primer momento que he recobrado mi libertad, he venido en decretar lo siguiente:
1º Son nulos y de ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional (de cualquier clase y condición que sean) que ha dominado a mis pueblos desde el día 7 de marzo de 1820 hasta hoy día 1 de octubre de 1823, declarando, como declaro, que en toda esta época he carecido de libertad, obligado a sancionar las leyes y a espedir las órdenes, decretos y reglamentos que contra mi voluntad se meditaban y espedían por el mismo gobierno.
2º Apruebo todo cuanto se ha decretado y ordenado por la junta provisional de gobierno, y por la regencia del reino, creadas, aquella en Oyarzun el día 9 de abril, y ésta en Madrid el día 26 de mayo del presente año, entendiéndose interinamente hasta tanto que, instruido competentemente de las necesidades de mis pueblos, pueda dar las leyes y dictar las providencias más oportunas para causar su verdadera prosperidad y felicidad, objeto constante de todos mis deseos.
Tendréislo entendido, y lo comunicareis a todos los ministerios
Rubricado de la Real mano.
Puerto de Santa María, 1° de octubre de 1823.
A Don Víctor Sáez