La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

25 de mayo de 2012

La Discusión, de José Ordax Avecilla

José Ordax Avecilla fue uno de los pioneros en las luchas sociales de la Península Ibérica. Nacido en un pueblecito leonés en 1813, muy pronto destacó por sus iniciativas políticas y culturales y por el marcado tono avanzado que las imprimía. Miembro del Partido Demócrata desde su más temprana hora, fue uno de sus primeros diputados en el Congreso en Madrid. A él se debe, en buena medida, el manifiesto fundacional de los demócratas y bajo su dirección estuvieron algunos de sus periódicos, como El Regenerador, La Asociación y La Creencia. En el primer número de esta última cabecera, de mayo de 1850, se incluyó el artículo que ahora reproducimos. En sus últimos años se fue aproximando a la clase trabajadora y en sus ideas se dejó notar la influencia de los socialistas utópicos y hasta de Pierre-Joseph Proudhon.

ESTUDIOS CIENTÍFICO-ECONÓMICOS. LA DISCUSIÓN
Antes de abordar nuestra tarea, queremos justificarla. Antes de discutir, queremos justificar la discusión. Si es un mal debe proscribirse; si es un bien debe fomentarse, y que el punto es dudoso ó por lo menos cuestionable, lo dice la historia.
Desde los tiempos más remotos; desde el nacimiento de las sociedades cultas y organizadas, se viene disputando si la discusión científica es un bien ó un mal; si debe protegerse ó debe reprimirse,
Bajo este aspecto aparece la humanidad dividida en dos grandes bandos. Uno por el pro y otro por el contra; uno que proclama la soberanía del pensamiento, y otro que decreta su esclavitud; uno que defiende la idea, y otro que la niega.
Marchando por diversa pendiente, caen y se fijan en planicies diversas. El que niega el pensamiento, y repugna la idea, niega y repugna con más razón la palabra que la expresa, y los resultados de la ciencia y las obras del arte, que la representan y materializan por decirlo así, llegando de este modo a la ignorancia y á la inmovilidad de la especie humana.
El que por el contrario, lleva por bandera la soberanía del pensamiento glorifica también la palabra y cuantos signos ó emblemas pueden servir a propagar la ilustración en el mundo, llegando por vía recta al combate intelectual, al desarrollo de las ideas, al progreso indefinido.
Sacerdotes, legisladores, moralistas y hombres de fortuna, forman regularmente dique contra las irrupciones del pensamiento.
Sabios, filósofos, poetas y hombres repudiados por la suerte, acaudillan las falanges de la inteligencia humana.
Aquellos disponen del poder; estos de la palabra.
Aquellos mandan ejércitos; estos agitan pueblos.
Aquellos decretan proscripciones; estos hacen revoluciones.
Los primeros, invocan el presente; los segundos el porvenir,
y en esta lucha secular, solemne, inmensa, interminable, ningún objeto accesible al alma humana deja de tener su representación. Dios, el hombre y el universo, términos supremos, círculos máximos, horizontes infinitos, que ávido recorre el espíritu humano en alas de una idealidad sublime, son el centro y la ocasión de tan grandiosa y no interrumpida lucha.
Cuando el hombre ha querido ocuparse de Dios y de las leyes que rigen al universo, las religiones le han dicho ¡Cree! y al influjo de este precepto la fe ha reemplazado a la razón individual.
Cuando ha querido ocuparse de sí mismo y de sus relaciones con sus semejantes los moralistas y los legisladores le han dicho ¡Obedece! y a esta intimación, la voz de la conciencia ha dejado su puesto a la obediencia pasiva.
En todas partes, de todos modos y por todos medios, el pensamiento ha desplegado sus alas de fuego.
En todas partes, de todos modos y por todos medios, la negación del pensamiento ha desplegado su resistencia.
Al lado de un pensador, un inquisidor; junto á un filósofo un agente de represión.
Contra el rey y la Inquisición ¡Chitón!
Mientras los unos persiguen fanáticos la idea en su origen íntimo, en la conciencia, los otros la persiguen en su primera y augusta expresión, en la palabra.
Mientras los unos hacen beber al divino Sócrates la cicuta, porque elevándose sobre los ídolos de su tiempo, vislumbra y anuncia la existencia de un solo Dios, los otros presentan el cáliz de muerte al Redentor del mundo, porque se llama el enviado del Eterno su padre y. proclama la unidad originaria de todos los hombres, su igualdad y su cualidad de hermanos.
Esta es la más alta esfera en que ha penetrado el pensamiento y con él la persecución en nombre de la obediencia pasiva y de la fe ciega.
Después en su vuelo por la atmósfera de los mundos observables y de experimentación le vemos ignominiosamente tratado, en el sabio Prinelli porque se atrevió áarevelar una ley astronómica asegurando que no caerían las estrellas.
En Galileo porque descubrió y declaró la inmovilidad del sol; y en Colon, en el inmortal Colon, porque anunció y puso los pies de la raza europea, un nuevo mundo; la América.
Y es en vano que el pensamiento, se haya refugiado en el pensamiento; que se haya ceñido a la contemplación introspectiva de sí mismo, y a su vida y acción exterior, combinada con la acción y vida de los demás pensamientos sus iguales; es en vano que el hombre haya especulado y disertado sobre sí mismo y sobre sus relaciones con los demás hombres, dejando aparte y como cosa supuesta las verdades que se refieren a Dios y al universo. Ni su modestia, ni sus precauciones, han servido a garantir su libertad. Campanella, Harrington, el canciller Bacon, Montaigne, Moliere y otros ciento han pagado con todo linaje de persecuciones, el estudio profundo del hombre y de sus relaciones en la sociedad.
La idea es perseguida en todas sus posiciones, atacada en todas sus conquistas: en las costumbres, en las leyes, en la conciencia.
Los que la atacan en las costumbres, quisieran presidir a una sociedad automática, muda.
Los que la persiguen en las leyes quisieran mandar una sociedad inerte, esclava.
Los que la hostigan en el sagrado recinto de la conciencia, en el santuario del yo personal quisieran convertir la sociedad en una grey estúpida, ignorante y supersticiosa.
Fanáticos los unos, egoístas los otros y opresores todos, han declarado implacable guerra al pensamiento desde que nace hasta que se resuelve en hecho, desde que se eleva a Dios, hasta que desciende al insecto.
Y sin embargo ¡oh prodigio de la inteligencia humana!, los débiles han vencido á los fuertes; los inermes a los armados, y los perseguidos a los perseguidores.
No murió con Sócrates la idea de Dios; murieron los ídolos; ni con Jesús la redención del linaje humano; murió la esclavitud.
En donde quiera el pensamiento ha vertido su inspiración divina, allí ha brotado la luz, allí ha germinado la fuerza; allí ha tenido su indestructible cuna un progreso social.
A la voz del Crucificado caen los templos de la idolatría y se eleva á hombre libre el esclavo gentil.
Al soplo vivificador de la ciencia, se desarrolla la industria, los alcázares la feudalidad bambolean, y se emancipa el siervo de corvea.
La conciencia se irrita de la opresión de una fe ciega; vuela en su ayuda la razón, y surge triunfante el libre examen.
Habla la filosofía, escuchan los pueblos, la lucha empieza; y la independencia íntima de las naciones es proclamada y los vasallos conquistan la categoría de ciudadanos.
¡Qué admirable poder el del pensamiento!
Nada le detiene; no hay distancias que le cansen, ni barreras que le estorben.
Por cima de la fuerza amada y de los anatemas, de los tormentos, y de las hogueras, marcha y marcha siempre, de Norte a Sur y de Oriente a Poniente, en busca de un nuevo progreso, de una conquista social desconocida.
¡Inútil resistir! Meteoro benéfico y fresco ambiente, que la Providencia agita sobre la cabeza de la humanidad atribulada, yendo rápido los más grandes espacios y penetra por todos los poros del cuerpo social.
No hay cordón sanitario que le cierre el paso.
No h
ay cuarentena posible.
Ha recibido la orden de ir y va.
¡Abrid filas, míseros mortales!
Esta es la historia. Pero, ¿en qué consiste que a pesar de su elocuente enseñanza los hombres aprendan tan poco? ¿En qué consiste que después de tantos desengaños, de tantas civilizaciones destruidas, de tantos poderes rotos, se resistan aun a la acción del pensamiento coronado de laureles.
¡Funesta ceguedad! ¡Incomprensible anomalía!
Tender la vista sobre los poderes caídos y los poderes exaltados: vosotros veréis que todos cayeron por causas parecidas y todos se elevaron por principios semejantes.
Para elevarse la discusión, el libre examen; para caer la resistencia. Mirad por este lado la historia de la humanidad, diríase que la contradicción es la clave de sus desarrollos.
Desde las catacumbas en que se ora, llora y sufre, al vaticano en que se intriga, goza y persigue.
Desde los campos de la gloria en que se lidia y delibera mano a mano con el guerrero del pueblo, a los alcázares feudales en que se monopoliza el placer y se azuzan los perros contra el siervo del trabajo.
Desde los astros oscuros de sociedades filantrópicas en principio, y cuyo lema es la humanidad, la igualdad y la libertad, a los brillantes salones del poder social en que ser, es mandar, gobernar, oprimir. ¡Lamentable inconsecuencia!
La conducta de hoy es indicio de la hipócrita traición de ayer.
Olvidarse de ayer, es disponerse á morir mañana, y sin embargo, ¡todos se olvidan!
Pudiera decirse que del paso de la desgracia a la fortuna, de la esclavitud al mando, se apura una copa de las aguas del Lateo, y que a su influjo se pierde la memoria de lo que queda atrás para no ver sino lo que está delante.
Mas ¿por qué una contradicción tan universal y continua? ¿Es ley del mundo?
¡Ah! No, lo que hay es la exageración parece la ley del espíritu del hombre.
Cuando sufre, aunque sea por su culpa, exagera sus padecimientos y, los vicios y crímenes de los que gozan.
Cuando goza, tiene por locos a los que sufren, y se cree un hombre muy moderado y cuerdo.
En ambos casos, la exageración.
Rebajad de cada uno el exceso, y quedará lo justo.
Si la queja fuera templada, la opresión no sería violenta. Si el poder no fuera opresión., la desgracia no sería provocación.
Pero la exageración domina en ambos lados, y como no se conoce en uno sino, desde el otro, de ahí que cuando se pasa al poder, solo se tiene en cuenta la exageración de la desgracia.
Las faltas ajenas en la alforja de adelante.
Las propias en la de atrás.
Mas ¿qué culpa tiene la discusión de las aberraciones de los hombres?
¿Será la discusión otra cosa que un método, un procedimiento para descubrir la verdad? ¿Será otra cosa que el sagrado ejercicio del entendimiento humano? ¿Y quién condena el entendimiento?, ¿y quién condena la verdad? Tanto valdría
condenar la luz porque nos ilumina los objetos,
y los ojos porque se sirven de la luz.
El entendimiento y la discusión son los ojos y la luz del alma.
¡Respeto pues al que mira; mas respeto al que ve!
Si la discusión se suprimiera, las tinieblas brotarían; tendríamos ojos y marcharíamos a tientas.
Dios ha querido que marchemos con luz.
Si pues la discusión es divina en su origen, buena en su esencia, e irresistible en su acción, ¿por qué se la resiste?
Sin duda alguna porque se abusa de ella; porque en vez de discutir, se declama; porque en vez de pensar, se imagina; porque en vez de ilustrar, se insulta.
¡Desgracia al que así discute!
¡Anatema al que rechaza la verdadera discusión!
Por nuestra parte que comprendemos su valor, su importancia social y sus condiciones, no incurriremos en la pena que pronunciamos.
Pensaremos para discutir y discutiremos para ilustrar.
El país nos oirá,
y el poder no se meterá con nosotros.
La discusión es la luz del alma, y el alma, no la fuerza, es la guía de los pueblos.
José Ordax de Avecilla

11 de mayo de 2012

El de las mil pesetas, de Lope de Sosa

El 8 de abril de 1906 se publicaba en el semanario Flores y Abejas de Guadalajara el artículo que ahora reproducimos firmado por Lope de Sosa; bajo el título de “El de las mil pesetas” se describía con humor, no exento de tristeza, las condiciones de vida de los modestos funcionarios en los primeros años del siglo XX: su ingreso en la administración pública sin más mérito ni capacidad que el clientelismo político o familiar, la mísera retribución económica, las escasas posibilidades de promoción laboral, la dificultad de compaginar las obligaciones de una clase media con el sueldo de empleado del Estado… En 1906 los funcionarios se condolían de su difícil situación y comprobaban que los obreros organizados en sindicatos mejoraban con ventaja sus condiciones de vida y de trabajo, mientras que a ellos solo la corrupción les ofrecía ventajas económicas y les ponía al servicio de los poderosos. Cuesta pensar que, un siglo después, muchos funcionarios parecen haberlo olvidado.
Grupo de funcionarios de Hacienda, Guadalajara, 1912 (Archivo La Alcarria Obrera)

LOS OBREROS DE LEVITA: EL DE LAS MIL PESETAS
Por obra y gracia de un pariente que tengo, que es primo segundo de la tía carnal del sobrino de un alto personaje, obtuve hace diez años un destino de auxiliar de segunda clase de una oficina de Hacienda. La canonjía no era despreciable. Mil pesetas al año, con el descuento correspondiente, mayor unas veces y menor otras, que en el presente momento histórico dejan reducida mi paga mensual a 75, que hacen al día 2'50 de jornada.
Estaba entonces recién casado, y la luna de miel por una parte, y la canonjía obtenida por otra, me hicieron pensar en un risueño porvenir. En unión de mi costilla me fui a la capital de la provincia, donde había de servir el destino, y como en cosas de amor es una gran conformidad el contigo pan y cebolla, felices y contentos vivimos el primer año en que la luna nuestra no estaba en menguante todavía.
Al año tuve un hijo, a los dos años otro, a los tres años otro, a los cuatro años otro y a los cinco años otro, y a los seis años le dije a mi costilla: ¡Detente, bala! Y se detuvo.
Con tal motivo, a los seis años de casado, necesitábamos, si había de renovar ropa, siete pares de calzado, siete trajes, seis sombreros, porque mi pobre mujer no tiene más que mantilla y toca. ¡Toca, como yo, las necesidades de la vida!
Hace diez años vivíamos los dos en un cuarto muy abrigadito y aquello nos parecía el Palacio Real. Ahora tenemos cuatro cuartos y son pocos para la debida separación moral, higiénica y cómoda de la familia.
El contigo pan y cebolla, se acabó. Los chicos pidieron teta, y luego sopa, y luego pan, y ahora no pide el mayor tabaco, porque me lo quita de la petaca cuando duermo.
¡Cuando duermo!
Cualquiera creerá que yo duermo. No hay tal. Yo me paso la noche pensando en la Plaza de Abastos, en el pan, en el aceite, en las verduras, en las especias y nunca en la carne. La carne, el uso de la carne es un pecado estomacalmente.
Por 2'50 pesetas hay que hacer el milagro de dar de comer a un chico de diez años, a otro de ocho, a otro de siete, a otro de seis y a otro de cinco. Gracias que tengo la esperanza de que el mayor quiere ser general, y el segundo obispo, el tercero ministro, y los dos menores toreros. Y con esa importante suma he de pagar la casa, y la luz, y el médico, y la botica, y la ropa, y el jabón, y no digo los criados porque en mi casa no hay más criados que mis hijos que están criados buenos y gordos, por obra y gracia de la providencia divina.
Yo visto mal. Un traje al año, de borra de Alcoy, cosido en casa; traje que luego va a cada uno de mis hijos, achicándose de tamaño como mis esperanzas. Yo trabajo seis horas al día, haciendo números -¡y tantos!- y teniendo la responsabilidad de mis actos, y de mis informes, y de mis equivocaciones, que es lo peor.
Mi pobre mujer, endeble y trabajada, parece un pagaré de lotería. Es tan buena, que no come porque comamos sus hijos y yo.
Y yo soy decente, y yo no prevarico, y yo no mancho mi nombre ni quiero dejar a mis criaturas un apellido deshonrado.
Pienso en el porvenir y está por venir. Sigo con la esperanza del ascenso y la caridad no viene.
Y todas las noches cuando nos acostamos, tempranito y sin cenar, porque de tan piadosos como somos queremos ver a diario la procesión de los ángeles, escucho cerca de mi alcoba al honrado obrero que gana en el taller doble que yo, y que al compartir con su amada familia la tercera comida del día, nos pregunta cariñosamente a los que sólo hemos hecho una:
-Señorito, ¿usté gusta?
¡¡¡Señorito!!!
Por la copia:
D. LOPE DE SOSA.

7 de mayo de 2012

Huelga por las 8 horas en la Guadalajara de 1902

En el mes de junio de 1902, con la perspectiva en Guadalajara de un sensible aumento de la demanda de obreros de la construcción, los albañiles alcarreños decidieron forzar a los patronos a aceptar la jornada laboral de ocho horas, una emblemática reivindicación de la clase trabajadora. Rápidamente, la burguesía se puso manos a la obra para conjurar el éxito de la Sociedad de Albañiles (adherida a la UGT): buenas palabras desde la prensa dirigidas con tono paternal, intervención directa del gobernador civil… Aunque la mayoría de los patronos aceptaron las peticiones obreras, la Condesa de la Vega del Pozo, de mano de su administrador Enrique Figueras, rechazó toda negociación e hizo imposible el acuerdo, forzando de ese modo el fracaso de la lucha obrera, algo que era previsible por la desacostumbrada sumisión que los albañiles mostraban en la carta que reproducimos y por la falta de solidaridad de los canteros y demás oficios del ramo. Componían el Comité de Huelga: Isaac Henche, presidente; Modesto Henche, vicepresidente; José Dombriz, secretario; y Manuel Molina, Isidoro Dombriz y Julián Toquero, vocales. 
Obreros, hacia 1915 (Archivo La Alcarria Obrera)

BASES PARA LA JORNADA DE OCHO HORAS
En Junta General celebrada el día 3 [de junio de 1902], la Sociedad de Obreros Albañiles, establecida en Guadalajara, ha acordado las siguientes bases para establecer la jornada normal de ocho horas de trabajo:
1ª.- Solicitar la jornada legal de ocho horas de trabajo en todas las obras donde hubiere obreros asociados.
2ª.- Esta petición será hecha en forma correcta a los diferentes dueños de las obras, mandándose unos ejemplares a la prensa para su mayor publicación.
3ª.- De estos acuerdos se dará cuenta al comité de la Unión General de Trabajadores para su conocimiento y efectos subsiguientes.
4ª.- Una vez aprobada la presente solicitud, esta sociedad someterá a la aprobación de los dueños de obras las horas que han de regir para la entrada y la salida.
5ª.- Las horas que han de regir serán las siguientes: desde el 1º de Abril a 30 de Septiembre de siete a doce y media para almorzar por la mañana y de tres a cinco y media por la tarde, y desde 1º de Octubre a 31 de Marzo, de siete y media a doce por la mañana y de una a cuatro y media por la tarde.
6ª.- Estas horas podrán modificarse en las obras donde lo solicite una parte y exista conformidad por la otra, no perjudicando a ambas y nunca con carácter perpetuo sin previo aviso a la general.
7ª.- De ser desechada la presente petición por todos los dueños de obras, esta Sociedad organizará la huelga general de oficio, siguiendo los trámites legales que marcan los estatutos, para mayor eficacia de la misma.
8ª.- De ser aceptada por parte de los dueños, los obreros que pertenezcan a sus obras continuarán los trabajos sin interrupción bajo la base establecida, procurando de este modo ayudar moral y materialmente a los compañeros que tengan que abandonar el trabajo por negarles la petición.
9ª.- En la obra donde fuere aceptada la jornada normal, si hicieren falta más operarios se llevarán de las obras donde no fuere aceptada, pudiendo de este modo hacer la huelga más económica y con mayores probabilidades de triunfo.
10ª.- Esta directiva dirigirá la petición a los dueños o directores de obrasen la forma antes dicha y dando un plazo para su contestación de seis días, a contar desde la fecha en que se dirija la petición, resolviendo esta directiva o comisión las dificultades que surjan y no alteren el espíritu de estas bases y en caso contrario serán resueltas por la general.

EDITORIAL DE LA CRÓNICA
La Sociedad de Albañiles de esta capital ha celebrado en pocos días dos Juntas Generales que entrañan importancia suma bajo el punto de vista sociológico.
Aquí, en Guadalajara, donde la masa obrera no representa ni significa proporcionalmente lo que en número significa y representa el obrero en la mayor parte de las capitales de provincia, se ha operado en poco tiempo tal movimiento de unión y solidaridad de la clase trabajadora, que ha producido un avance sociológico incomparable en relación a otras poblaciones y explicable solamente por su caja de resistencia.
No hemos de entrar nosotros de lleno en el fondo de la cuestión para determinar si es o no oportuna la determinación de los obreros albañiles al imponer al patrono en general la jornada de ocho horas, mas reconociendo que es una aspiración justísima, si por norma tiene el descanso para la instrucción y la ocupación por tal medio de los obreros sin trabajo, preciso es reconocer también que en Guadalajara no escasean la obras, merced principalmente a las muchas que se ejecutan por iniciativa de la Sra. Condesa de la Vega del Pozo y habrán de emplearse más brazos con las del Instituto General y Técnico, que se realizarán por cuenta del Estado.
Acaso esta circunstancia haya influido en la clase obrera para considerar oportuno el momento de tomar acuerdos para llegar a la meta de sus aspiraciones; y si decisiones de tanta trascendencia, tomadas en Junta General el día 3, no reconocen por causa la apuntada, razones de gran peso habrán determinado la imposición de la jornada de ocho horas en Guadalajara, y seguramente comprenderán los obreros albañiles que no deben temer la actitud que puedan adoptar los patronos, cuando tanta energía revelan, propia solamente de una entidad vigorosa.
Solicitar la jornada legal de ocho horas de trabajo en todas las obras donde haya obreros asociados y declararse en huelga general si la petición no fuere aceptada por todos los dueños de obras, representa exceso de virilidad, que en nuestro concepto sólo puede manifestarse ante la halagüeña perspectiva de una bien repleta caja de resistencia.
¿Poseen esa caja los obreros que aspiran en Guadalajara a la jornada de ocho horas de trabajo y que la imponen en un plazo de seis días bajo apercibimiento de una huelga general?
Este es el problema que en primer término han debido de resolver los obreros, porque de otro modo, si los patronos se aperciben que la huelga no puede durar mucho tiempo, opondrán sus capitales a esa caja de resistencia y el pensamiento, por laudable que sea, fracasará en sus comienzos.
La obra de redención del obrero es santa y al lado de esa santa obra estamos nosotros, pero no estaremos nunca con los que bastardeen con sus fines.
Si la jornada tiene por objeto la instrucción en los ratos de asueto, establézcanse bases, y si además persigue la laudable finalidad de que los obreros sin trabajo encuentren más fácilmente ocupación, se impone también el acuerdo de que nadie trabaje más de ocho horas habiendo obreros parados.

RESPUESTA A LA CRÓNICA DE LA SOCIEDAD DE ALBAÑILES
Muy Señor mío:
En el último número de su periódico y en el artículo de fondo, se ocupaba de la cuestión obrera con motivo a una carta circular que esta Sociedad ha dirigido a los dueños y directores de obras y en cuyo artículo esta Directiva ha visto el vital interés que le inspira la clase obrera y el valioso ofrecimiento que hace a dicha causa, siempre que se inspire en la justicia y amparada de la razón y de las leyes. En dicho artículo, y en uno de sus últimos párrafos, nos negaba su concurso si no observábamos la conducta antes dicha y tenía el temor de una huelga demasiado prematura por creer que nos encontraríamos sin suficientes recursos para resistir.
A esto, esta Directiva tiene a bien poner en su conocimiento que al hacer la petición no la ha hecho con intención de ir a la huelga el lunes próximo, como muchos se han creído, pues para eso se seguirán otros trámites legales que esta Sociedad tiene acordados en sus Estatutos; sólo lo ha hecho basada en las corrientes de simpatía y de amor al obrero que en esta capital han demostrado los patronos.
Así mismo, y como demostración de que no han sido infundadas las razones que nos han inducido a hacer la petición, está el hecho de que ya hayan aceptado la jornada de ocho horas, hasta la fecha, bastantes patronos, que de los cuales, y en tiempo oportuno, esta Directiva los comunicará a la prensa para que sirva de estímulo por ser personas de bastantes influencias y dotes personales.
Si lo cree oportuno, puede hacer el uso que crea más conveniente para su o no publicación.
Dispensa la molestia y mande cuanto guste a estos ss. ss. q. s. m. b.
Severiano Sánchez, presidente.
Patricio Vacas, secretario.

CARTA DE LA SOCIEDAD DE CANTEROS A LA CRÓNICA
Muy Señor mío y de mi mayor consideración:
Suplicándole la inserción de las presentes líneas en el periódico de su digna dirección, he de comenzar a manifestar, en mi nombre y en el de mis compañeros, que en lo referente a la huelga de albañiles, no han intervenido para nada en ella los canteros que trabajamos en las obras del Asilo, porque aparte de que esto es muy delicado, envuelve una gran responsabilidad que nosotros no queremos ni debemos asumir; antes por el contrario, a varios de ellos, como siempre podemos probar, les dijimos que no se encontraban en condiciones para una lucha en esta ocasión.
Le rogamos nuevamente, señor director, se sirva hacer público estas manifestaciones nuestras, que los mismos albañiles pueden afirmar, para no desviar a la opinión con conceptos erróneos que nosotros rechazamos y que quede cada cual en el lugar que le corresponde.
Dándole las gracias anticipadas se despide de usted atento s. s. q. b. s. m.
Por mis compañeros, Antonio Alonso