El 8 de abril de 1906 se publicaba en el semanario Flores y Abejas el artículo que ahora reproducimos firmado por Lope de Sosa; bajo el título de “El de las mil pesetas” se describía con humor, no exento de tristeza, las condiciones de vida de los modestos funcionarios en los primeros años del siglo XX: su ingreso en la administración pública sin más mérito ni capacidad que el clientelismo político o familiar, la mísera retribución económica, las escasas posibilidades de promoción laboral, la dificultad de compaginar las obligaciones de una clase media con el sueldo de empleado del Estado… En 1906 los funcionarios se condolían de su difícil situación y comprobaban que los obreros organizados en sindicatos mejoraban con ventaja sus condiciones de vida y de trabajo, mientras la corrupción les ofrecía ventajas económicas y les ponía al servicio de los poderosos. Cuesta pensar que, un siglo después, muchos funcionarios parecen haberlo olvidado.
La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.
El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.
En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.
11 de mayo de 2012
El de las mil pesetas, de Lope de Sosa
El 8 de abril de 1906 se publicaba en el semanario Flores y Abejas el artículo que ahora reproducimos firmado por Lope de Sosa; bajo el título de “El de las mil pesetas” se describía con humor, no exento de tristeza, las condiciones de vida de los modestos funcionarios en los primeros años del siglo XX: su ingreso en la administración pública sin más mérito ni capacidad que el clientelismo político o familiar, la mísera retribución económica, las escasas posibilidades de promoción laboral, la dificultad de compaginar las obligaciones de una clase media con el sueldo de empleado del Estado… En 1906 los funcionarios se condolían de su difícil situación y comprobaban que los obreros organizados en sindicatos mejoraban con ventaja sus condiciones de vida y de trabajo, mientras la corrupción les ofrecía ventajas económicas y les ponía al servicio de los poderosos. Cuesta pensar que, un siglo después, muchos funcionarios parecen haberlo olvidado.
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