Pegatina de la LCR, 1981 (Archivo
La Alcarria Obrera)
Naturalmente,
la crisis que arrastramos desde 2007 no es la primera ni será la última que
viva el sistema capitalista; eso lo saben bien los trabajadores. En 1984 la
economía española, dispuesta a cumplir los requisitos que le imponían los
burócratas de Bruselas, asumió enormes sacrificios, los trabajadores vieron
reducirse sus derechos y el conjunto de la población sufrió una pérdida del
poder adquisitivo: “reconversión” era entonces la palabra mágica, como hoy lo
es “reforma”. La izquierda revolucionaria, política y sindical, conservaba
todavía una fuerza relativa a pesar de los descalabros sufridos durante la
Transición que acababa de terminar, eso se decía, con la llegada del PSOE al
gobierno. Los trotskistas de la LCR emplazaban a los sindicatos a encabezar la
lucha, se desesperaban por el entreguismo de CCOO y UGT y certificaban el
desánimo de la clase obrera, tan combativa hasta hacía muy pocos años.
Ofrecemos un fragmento de su folleto: Gobierno socialista, política
capitalista.
¿QUÉ HACEN LOS SINDICATOS?
En la tarea de dar respuesta, poner freno al curso derechista y
antiobrero de la política gubernamental, para exigir al gobierno que deje de
actuar como un rehén de la patronal y responda, de una vez, a las aspiraciones
de quienes le votaron, corresponde un papel fundamental a las grandes centrales
sindicales. Pero, ¿cuál es el papel real que
están desempeñando UGT y CCOO?
UGT: Las contradicciones de una “correa
de transmisión”
Con UGT no hay duda posible. La dirección ugetista fue la inspiradora
y el principal apoyo del giro a la derecha del PSOE desde los años 78-79. Redondo
descubrió entonces el lema que ha orientado todo su trabajo, hasta la fecha:
"en época de crisis económica, no sirve el sindicalismo de movilización,
sino el de concertación". Los "servicios" que este tipo de
sindicalismo ha rendido a la clase obrera, están claros en el balance
desastroso de los pactos, sin excepción. Si a pesar de ello, UGT ha avanzado de
un modo impresionante en el movimiento ha sido, sobre todo, gracias a contar
con un aliado poco reconocido: la dirección de CC.OO. cuya debilidad, falta de
decisión y coraje para impulsar la lucha, cuya adaptación de hecho a la línea
de la UGT desde finales de 1979, le ha quitado toda credibilidad como alternativa
de movilización.
Naturalmente, después del 28-O, la dirección ha profundizado más aún
en su línea, y en el 33º Congreso preparó al sindicato para cumplir la función que
realmente le corresponde en la estrategia socialdemócrata: ser los capataces
del "cambio" dentro del movimiento obrero. Pero la burocracia
ugetista no tiene el trabajo fácil...
Posiblemente sea en la base de la UGT donde más ilusiones ha
despertado el cambio. En cierto modo, las reivindicaciones moderadamente
progresistas que suelen recoger, incluso recientemente, los programas de la UGT
(por ejemplo, las 38 horas y el 75% de cobertura del desempleo para 1986...), tratan
de responder a ellas. Pero la práctica del gobierno socialista deja cada vez
menos ilusiones en pie. Los trabajadores ugetistas de Banca, hace algunos
meses, los de Sagunto ahora mismo... sufren sin duda una desilusión que puede
producir reacciones positivas.
Por más buena voluntad que tenga la dirección de UGT de ser la correa
de transmisión de la política gubernamental, tiene también que conservar su autoridad
en la base del sindicato, conseguir ciertas concesiones del gobierno, afirmar
su propio papel ante él. La "bronca" que redondo propinó al gobierno
a principios de Agosto se resolvió enseguida, con una propina insignificante en
los Presupuestos del Estado. Este pequeño episodio anuncia problemas que pueden
ser más importantes en los próximos meses: el gobierno va más allá incluso de
lo que puede tolerar y apoyar una burocracia tan servil como la de UGT.
Pero los problemas más importantes no van a estar entre gobierno y dirección
de UGT, sino dentro de la propia central: es bueno que estos problemas crezcan,
que haya militantes ugetistas que se rebelen para evitar que su sindicato sea
un dócil instrumento de agresiones tan graves como las que ha puesto en marcha
el gobierno del PSOE. Para frenar estas agresiones, lo que ocurre dentro de la
UGT tiene una importancia considerable.
CCOO: Un "giro a la izquierda" nada fiable
Desde el 28-0, se ha anunciado muchas veces que CCOO
"giraba" a la izquierda. Lo cierto es que, a pesar de la necesidad
cada vez más urgente que el sindicato tiene de encontrar un espacio propio y
claro a la izquierda de UGT, todos los anuncios han resultado falsos. La razón
es conocida: la dirección de CCOO ha pretendido situarse a la izquierda de UGT,
sin poner en cuestión su línea y trayectoria de los últimos años. Así el
"giro" no ha ido más allá de los discursos.
La pasada negociación del Al fue un excelente ejemplo: se hizo
verbalismo "de izquierdas" hasta el minuto antes de firmar;
finalmente, se firmó un pacto tan rechazable como todos los anteriores; y
después se hicieron todas las maniobras burocráticas posibles para obstaculizar
un debate democrático dentro de la central, cuyo resultado podría haber sido el
rechazo mayoritario de la firma (como se recordará, incluso en estas
condiciones, unos 10.000 delegados de CC.OO, se
opusieron a ella).
Ahora la situación obligaba a endurecer posiciones. El balance del Al
es indefendible. La política del gobierno deja un margen muy reducido para la concertación.
En fin, incluso la dirección de CCOO ha comprendido que existe un malestar
creciente entre los trabajadores sobre la experiencia del "cambio",
al que hay que ofrecer una respuesta. Entonces, ¿se hará esta vez realmente el
giro a la izquierda? Pues tanto por la experiencia pasada, como por lo que
dicen y hacen ahora los portavoces de la dirección de CCOO, hay que mantener
una desconfianza radical.
En primer lugar, parece que el caballo de batalla elegido por Camacho
es, por enésima vez, el Plan de Solidaridad Nacional (PSN), de triste memoria. Este
hecho sería ya más que suficiente para justificar la desconfianza. Como se
recordará, este "plan" es un compendio de filosofía y propuestas prácticas
de "consenso", que pretendía resolver el problema del paro, formulando
objetivos "aceptables" por la patronal. Su única utilidad práctica ha
sido desorientar a los militantes de CCOO, y a los trabajadores en general,
sobre la cuestión fundamental de cómo luchar contra el paro, cómo defender el
puesto de trabajo.
Todo lo que se ha hecho desde CCOO con un sentido progresivo, de defensa
de los trabajadores, no tiene nada que ver con el PSN: por poner ejemplos
recientes, la marcha por la Reforma Agraria o la lucha de la sección sindical
de CCOO de Altos Hornos del Mediterráneo, está en las antípodas de la llamada
"solidaridad nacional". Y todo lo peor que se ha hecho desde CCOO
sigue el ejemplo del PSN: por ejemplo, en el convenio de Banca, o en Unión de
Explosivos Río Tinto. Un centímetro que se mueva hacia la izquierda CCOO, será
alejándose del PSN y contra él.
Pero lo que importa de verdad es la práctica, esa será la real prueba
de fuego para ver si hay o no un cambio de rumbo en la dirección de CCOO. Se anuncian
movilizaciones en las próximas semanas: sean bienvenidas; sin duda toda la
izquierda sindical, todos los revolucionarios participaremos en ellas, a fondo.
Pero hay pruebas más difíciles y más necesarias: por ejemplo, la solidaridad
con Sagunto, el plan de lucha para derrotar la política de reconversión, el
Libro Blanco. Hasta ahora, fuera del País Valencia, CCOO no ha hecho ni la
milésima parte de lo que sería necesario y posible hacer, si se quiere de
verdad poner una barrera a la desastrosa política del gobierno.
Y si esto ocurre hoy, ¿por qué debemos creer que mañana CCOO tendrá una
posición fuerte y solidaria -de solidaridad de clase, claro- en la reestructuración
de construcción naval, que nos amenaza en el futuro inmediato? ¿Por qué
tendríamos que esperar que CCOO se niegue a firmar un nuevo pacto social que ya
se está cocinando?
Hay ciertamente un espacio para un sindicato de lucha y movilización.
No es fácil ocuparlo después de 6 años de destrozos en la conciencia y en la organización
obrera. Pero ese tiene que ser el lugar de CCOO. Sólo puede llevarla hacia allí
la izquierda sindical.
Un reto a la izquierda sindical
La situación plantea pues un reto a la izquierda sindical, a todos los
sectores combativos, clasistas del movimiento obrero. Y especialmente, hay que
decirlo, a los militantes de CCOO, por una razón: inevitablemente CCOO sigue
apareciendo entre millares de trabajadores de todo el Estado como la
posibilidad actual de ofrecer una respuesta general a la política económica y
social del gobierno del PSOE.
El reto consiste en defender y fortalecer una alternativa de lucha, de
resistencia, que se oponga con uñas y dientes a que sigan siendo los trabajadores
los que paguen la crisis.
Esta es una tarea extremadamente difícil, ante la cual hay obstáculos
poderosísimos y que sabemos que no podrá resolverse a corto plazo. Pero sabemos
también que puede resolverse, que tiene solución.
No son buenas las condiciones de partida. El movimiento obrero sigue estando
débil, en su organización y en su conciencia. Está intoxicado por años de pacto
social, por la insolidaridad de clase que han destilado las burocracias
sindicales en nombre del "consenso". Ha perdido, en su mayor parte,
confianza en sus propias fuerzas. La mayoría de los trabajadores no creen que
ahora sea verdad ese lema decisivo para el movimiento obrero: "sólo la
lucha paga".
El 28-O se produjo una reanimación real y desde entonces han tenido
lugar muchas de las movilizaciones obreras más importantes de los últimos años.
Pero cuando un gobierno de izquierdas asume el papel protagonista de las agresiones
contra la clase obrera, se crean nuevas y muy graves dificultades para luchar.
El gobierno cuenta con apoyos reales entre los trabajadores, gente que mantiene
una confianza, más o menos resignada, en él, o que, en todo caso, lo considera
el "mal menor". Además, en el gobierno, y desde luego en sus
colaboradores directos del aparato de UGT, hay gente que conoce bien al
movimiento obrero y así cada acción está precedida de la adecuada campaña de
propaganda, sin dudar en recurrir a los métodos más sucios (p. ej. ahora antes
de intentar una reducción salarial brutal en RENFE, se ha iniciado una campaña
presentando a los trabajadores como privilegiados improductivos, que transmiten
sus privilegios a sus hijos, reservando para ellos los nuevos puestos de
trabajo).
Pero sobre todo, la política económica del gobierno socialista plantea
un problema general, en todos los sectores de todo el Estado, al cual hay que
ir buscando una alternativa práctica general. Y la izquierda sindical tiene una
realidad muy diversa, con pocas, aunque valiosas, experiencias de trabajo en
común.
Sería absurdo quemar etapas, pretender saltar por encima de realidades
experiencias e ideas diversas. Pero sí debemos conocer, valorar lo que tenemos
en común, ciertas señas de identidad que compartimos y que pueden permitir
avanzar en la unidad de acción, en campañas, cortejos unitarios en
manifestaciones..., actividades quizás modestas todavía, pero en las que vaya
tomando forma ante los trabajadores una alternativa a todo lo que representan
las direcciones de CCOO y UGT.
Para la LCR esta es una tarea de la máxima importancia, a la que vamos
a dedicar ahora un esfuerzo mayor aún que en el pasado. No lo haremos solamente
por voluntad unitaria. Lo vamos a hacer por necesidad. Para decir ¡BASTA!
Porque es necesario decir ¡BASTA! a la política antiobrera del
gobierno y hay que montar una red de resistencia cuanto antes, al menos en los
cuatro terrenos siguientes:
Para poner fin este año libramos de la losa de otro pacto social, sea modelo
Al o ANE, para un año o para tres años. Esta vez, CCOO ni siquiera debe
sentarse en la mesa de negociaciones. El problema no es "autoexcluirse"
como anda ya diciendo algún burócrata demagogo. El problema es que en
cualquiera de los modelos de pactos que se avecinan está excluida completamente
toda posibilidad de defender el poder adquisitivo de los salarios, conseguir
medidas efectivas de creación de empleo, mejorar las condiciones de trabajo, en
particular la reducción de jornada, etc., etc. Y por tanto, un sindicato que
quiera defender los intereses de los trabajadores no tiene nada que hacer en la
mesa de negociaciones. Donde tendrá mucho que hacer
es en la preparación de la libre negociación de convenios, para la cual hay que
recuperar costumbres muy valiosas, olvidadas por muchos, de negociación
colectiva dura, combativa, buscando la unidad de la fábrica y el sector en la
lucha misma, buscando la solidaridad cada día, saliendo a la calle cada vez que
haga falta...
Para defender el poder adquisitivo de los salarios. Lo que significa
en primer lugar romper el 6,5. Ese tope vergonzoso hay que tirarlo a la basura,
ayudando a los compañeros del sector público a quitárselo de encima y negándose
a aceptarlo en cualquier otro sector. Pero más allá, hay que repetir que sólo
se defiende el poder adquisitivo con aumentos de salarios equivalentes a la
subida del IPC del año anterior, que no será menos del 12 por ciento. No puede
haber medias tintas: por debajo del 12% se pierde
capacidad adquisitiva por séptimo año consecutivo, sin que eso sirva, como
prueban los hechos para crear un solo empleo. Y si el 12% debe valer para todos
los asalariados, más aún para el salario mínimo y para todas las pensiones:
estos son derechos sociales que exigen un nivel de dignidad, y por ello mismo
las pensiones más bajas y el SMI requieren aumentos por encima del coste de la
vida.
Para defender la estabilidad en el empleo, ya suficientemente amenazada
por las leyes existentes como para que encima se pretenda generalizar el
contrato temporal, dar mayores facilidades aún para el despido, etc. Las reformas
de Almunia no pueden pasar; hay que prepararse desde ahora no para negociarlas,
para conseguir un "mal menor", que seguiría siendo catastrófico, sino
para derrotarla. En general, en todo lo que se refiere al empleo y al paro, hay que construir una muralla que no deje resquicio
a los proyectos reaccionarios gubernamentales. Hay que seguir luchando por la
reducción de jornada, por las 35 horas, que es la jornada coherente con
cualquier plan serio de lucha contra el paro. Hay que exigir que se cumpla la
promesa de la jubilación a los 64 años; pero esto también sería solo un primer
paso si se quiere forjar también aquí una herramienta contra el paro, el
objetivo tiene que ser la jubilación a los 60 años. Y no puede aceptarse que se
plantee como programa máximo para 1986 una cobertura del desempleo que no
llegaría a la mitad de los parados y con subsidios de miseria; el objetivo
tiene que ser la generalización del seguro o subsidio de desempleo a todos los
desempleados y desempleadas y en una cantidad de dinero digna. En fin, no
olvidamos las promesas, ni menos aún la necesidad, de crear empleos, pero ya
está completamente claro que el único camino para hacer es por medio del sector
público. Lo que se puede conseguir de la burguesía para combatir el paro es
dinero no empleos; Eso necesita una reforma fiscal cuyos objetivos sean
financiar la salida a la crisis que los trabajadores necesitan.
Y para seguir el ejemplo y llenar de solidaridad a los compañeros de Sagunto
en la oposición radical a los proyectos de reconversión industrial del
gobierno. Porque no podemos aceptar una reconversión que se construye sobre
decenas de millares de puestos de trabajo perdidos y respondiendo a los
intereses del gran capital y del imperialismo en cada sector. Cualquier plan de
reconversión aceptable para los trabajadores tiene que partir del mantenimiento
del empleo neto en términos actuales, no en forma de promesas de ninguna clase.
Y puesto que en los planes se van a invertir cantidades inmensas de dinero
público, deben estar al servicio público, lo que exige la nacionalización de
los sectores afectados; sin esta condición no habría además ninguna garantía
seria de mantenimiento del empleo. Pero más aún que los objetivos alternativos
a los del gobierno, importa la movilización solidaria. A pesar de la especial
arrogancia del gobierno en este tema, hay en los sectores concentraciones
obreras fuertes y experimentadas: si se las consigue unir y se les da la solidaridad
suficiente, podremos conseguir echar el Libro Blanco dentro de un Alto Horno.
Más allá de la resistencia
Estas son sólo trincheras de resistencia inmediata, pero hay muchas y
muy importantes tareas más allá, o que servirán para fortalecer la resistencia misma.
Porque además de decir ¡BASTA!, de frenar los planes del gobierno, hay una
lógica muy firme en esa realidad que dice: "Gobierno Socialista, Política
Capitalista". Tenemos un gobierno elegido por los trabajadores, pero que
gobierna al servicio de los capitalistas. Y lo que queremos es un gobierno que
gobierne contra los capitalistas. Y esto supone, para empezar, levantar
objetivos generales que expresen esta exigencia, ir ganando apoyo para ellos,
aunque de momento parezcan lejanos. Los jornaleros de Andalucía nos han dado el
ejemplo de cómo se puede llegar a encarnar en un pueblo un objetivo que muchos
consideraban "una reliquia del pasado" hace bien poco tiempo: la
Reforma Agraria. Hay otros como éste, necesarios aunque todavía minoritarios,
que harán su camino si luchamos desde ahora por ellos: la nacionalización de la
banca, la lucha contra los presupuestos militares, la oposición a la entrada en
el Mercado Común Europeo...
Y todos estos objetivos empiezan a entrar en una lógica completamente opuesta
claro a la del gobierno del PSOE, pero también a la de cualquier organización
de la izquierda reformista, a todos los que quieren utilizar la crisis para
"reformar", "humanizar", "democratizar",
"hacer evolucionar"... las palabras son los de menos (y todas
significan lo mismo de poco), el capitalismo. Nuestra conclusión, es la
opuesta: la crisis ha dado otra prueba de la incapacidad del capitalismo para
resolver hasta los problemas materiales más elementales de la humanidad.
Nosotros tratamos de ganar fuerzas para destruirlo.
Algún personaje montado en la apisonadora socialista ha dicho que no queda
en el Estado español "espacio social" para una alternativa revolucionaria.
Para eso sería necesario que la "apisonadora" aplastara toda la capacidad
de rebelión que hay en nuestra sociedad. No creemos que lo consiga. Luchamos
para que no lo consiga. Por un comunismo que sea capaz de dar expresión
política a toda esa rebeldía que crece, entre la decepción y la rabia por la
experiencia del "cambio".
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