Exiliados republicanos en la
frontera francesa, 1939 (Archivo La Alcarria Obrera)
En diciembre de 1979 se celebró en la Casa de Campo de Madrid el primer
Congreso de la CNT en el posfranquismo. Fue una cita esencial, pues se resumían
cuarenta años de lucha clandestina, se certificaba el renacimiento
anarcosindical y se sentaban las bases para el futuro de la Confederación. Muy
pronto fue evidente que, ante el reflujo de las luchas sociales que se
anunciaba, se proponían dos estrategias muy diferentes: los que optaban por
mantener las esencias del anarcosindicalismo y los que proponían una renovación
del ideario confederal que, como los hechos han demostrado, sólo era una
renuncia a los principios para adaptarse a las exigencias del nuevo régimen
democrático. Estos últimos, culpaban a una conspiración del exilio confederal y
de la FAI las resistencias que encontraban para ganarse la confianza de los
afiliados y contar con la mayoría de los delegados en el Congreso de 1979. Ante
los ataques sufridos, la CNT en el exilio elaboró un documento, que ahora
reproducimos, en el que ofrecía el haber de su constancia frente al debe de sus
errores.
Lo que ha sido y lo que ha hecho el Exilio confederal
Cuarenta años de propaganda
franquista, de machacar siempre sobre los mismos eslóganes; cuarenta años de
desinformación, de alejamiento, tenían que dar necesariamente algunos frutos. Si
no han conseguido formar una juventud fascista, si precisamente la juventud ha
reaccionado contra sus mayores, por lo menos han conseguido generar en ella
dudas y hostilidades hacia los que han pasado tantos años fuera. ¿Qué saben de
lo que ha sido el calvario y el esfuerzo para sobrevivir de medio millón de
seres, lanzados al azar, zarandeados por todos los vientos, víctimas de todas
las persecuciones, que después de vivir tres años de guerra, debieron soportar
cuatro años de matanzas bajo los bombardeos, bajo las represiones, sin derecho
alguno, convertidos en esclavos modernos, encuadrados en compañías de
trabajadores, trabajando como siervos de los franceses en las fortificaciones
de la línea Maginot y como siervos de los alemanes en el muro del Atlántico?
En lo que al exilio confederal
se refiere, la C.N.T. y la F.A.I. han sido el chivo expiatorio de todas las
fuerzas políticas. Todos los crímenes, todo cuanto de malo pudo hacerse, a
ellas fueron atribuidos. El franquismo se lavó todo cuanto pudo de sus
crímenes, de sus expoliaciones, de la venta de España al extranjero,
pretextando que la culpa era de los anarquistas y comunistas que habían
cometido todos los desmanes: de los vencidos en general que se habían llevado
el oro de España.
En el terreno sindical, los
cenetistas de entonces fueron acusados de haberse llevado las cajas de los sindicatos:
de haber amontonado miles de joyas, centenares de cuadros... SI alguien se
llevó algún saco de billetes, tuvo que quemarlos en la frontera, porque la
moneda de la zona republicana no valió ni un chavo al franquear los Pirineos y
dentro de la misma España, después del triunfo de los «nacionales».
Nadie ha escrito todavía, pero
algún día deberá ser escrito, el martirologio de este exilio que vivió y murió
durante años en los campos de concentración franceses, en los campos de la
muerte en Alemania, en los campos de África, en las compañías de trabajadores
en las cárceles, en el maquis,
muriendo por millares, dejando girones de carne en todas las tierras del mundo.
Los cuadros y las joyas de que
se nos acusa la apropiación y el despilfarro habrá que buscados quizás en el tesoro del
vapor “Vita”, confiado
por Indalecio Prieto al gobierno mejicano. Jamás entre los confederales, que no
tuvieron más destino que los campos de concentración y, los más afortunados, la
emigración a diversos países americanos, donde vivieron todo su calvario, hasta
lograr salir a flote y organizar sus vidas. Que cuenten lo que sufrieron los
que fueron a parar a Santo Domingo, bajo la dictadura salvaje y sanguinaria de
Trujlllo.
Lo admirable, lo extraordinario
es que los supervivientes de esta tragedia humana inconmensurable, en el
momento en que pudieron, y allí donde
estuvieron, los anarcosindicalistas se organizaron en C.N.T. y en movimiento
libertario.
De los Comités que salieron de
España y los miembros desgajados de los cuales se constituyó el Consejo General del
Movimiento Libertario, en 1942 ya no quedaba nada. Unos habían tenido que emigrar
a América, otros estaban en el campo de Vernet y más tarde fueron enviados a
los campos de África. Otros en la cárcel, condenados, a largos años de prisión
militar.
La Organización que entonces se
fue reconstituyendo, y es la que hoy existe todavía, no tenía ya nada que ver
con la que había salido de España. Era la misma C.N.T. y el mismo Movimiento libertario, pero representaba algo original,
propio, creado, en zona ocupada por los alemanes y en la llamada zona libre, en
los maquis e incluso en los campos de exterminio de la Alemania hitleriana, por
la voluntad Indomable de una colectividad humana que llevaba la C.N.T. y el
anarquismo en las propias venas.
Después de un proceso orgánico interno,
en el que se discutieron el origen y la legitimidad de los diversos organismos
que se creían con derecho a representar la masa confederal exilada, al
producirse la Liberación, un magno Congreso de Federaciones Locales, el
Congreso de París del 1° de mayo y siguientes de 1945, cuando aún la Segunda Guerra
Mundial no había terminado, dio vida y personalidad indiscutible a lo que había
de ser C.N.T.-Movimiento libertario en Francia y más tarde, después de la
Conferencia Internacional de 1947 y Congreso confederal del mismo año, a la
C.N.T. de España en el Exilio.
Y durante más de treinta años, esta Organización ha ido
manteniendo, contra viento y marea, una personalidad que ha eclipsado a todas
las demás fuerzas políticas y sindicales exiladas. Gracias a ella y a los
acuerdos del Congreso de París, se cerró el ciclo de colaboración política.
Cuando el Comité Nacional de la C.N.T. de España, en septiembre de 1945, aceptó
el harakiri que representaba la disolución de la Alianza Nacional de Fuerzas
Democráticas en el Interior y de la Junta Española de Liberación en el Exterior,
nombrando a dos ministros para integrarse al gobierno Giral, fue la C.N.T. de
España en el Exilio la que mantuvo enhiesta la bandera antipolítica, de acción
revolucionaria y dando por definitivamente cancelado el período de colaboración
gubernamental.
Varias veces el gobierno
franquista, tan interesado en disolvernos como parecen estarlo ahora algunos
jóvenes y menos jóvenes militantes de la actual C.N.T. de España, presionó al
gobierno francés para que se nos disolviera y fuese suprimida nuestra prensa: “C.N.T”, en
Toulouse, “Solidaridad Obrera”, en París. En 1960, Franco logró satisfacción a
medias: no nos disolvieron, pero un decreto suprimió nuestros periódicos, que
debieron reaparecer con otros nombres y bilingües, En 1951 se montó un gran
proceso contra la C.N.T. de España en el Exilio, que estuvo a punto de ser
disuelta como “asociación de malhechores”. Tampoco lo consiguieron. No se
disolvió y continuó su obra.
Y, entretanto, decenas de
compañeros del Exilio pasaron a España, yendo a morir en una lucha desigual y
trágica. Nada saben los jóvenes compañeros de lo que ha sido el aporte de
sangre del Exilio, luchando por la reestructuración orgánica, y en los combates
contra la dictadura. En 1951 fueron fusilados, en el campo de la Bota, 16
compañeros, todos venidos de Francia a integrarse a la Organización del
Interior, todos caídos y todos fusilados. Fusilados murieron el poeta Amador
Franco y el guía Antonio López. Tragándose una pastilla de cianuro murió el guía
Dionisio Catalá, al ser detenido. Asesinados murieron Raúl Carballeira,
Francisco Martínez, Galdós en la frontera. Un grupo entero, el de los Maños,
cayó bajo las balas de la policía de Franco. Asesinado murió José Sabater, el
mayor de los hermanos Sabater, mientras moría fusilado en el campo de la Bota
Manuel, el menor de los hermanos de esa trágica familia, extinguida en los
hijos varones al ser asesinado por la guardia civil el mediano de los Sabater,
el Quico, muerto en Bañolas. Y Joaquín Delgado y Guillermo Granados, agarrotados en
1962.
Es imposible recordar los
nombres de todos los que fueron cayendo, muertos por la policía o en cárceles y
presidios. Zubizarreta, José Blanco murieron en los penales, junto a otros
compañeros del Interior, caldos en las mismas razias.
En un tiempo en que aun
buscándolos con un candil no se encontraban en España hombres dispuestos a
formar Comités Nacionales, por los muchos que habían ido cayendo, el Exilio
continuó aportando su contribución en medios y sobre todo en hombres a ese
combate contra la dictadura. Mienten los comunistas cuando dicen que sólo ellos
lo libraban. Ha habido más gente nuestra en cárceles y presidios que no los
tuvo jamás el movimiento comunista, en todas sus ramas.
Y a la vez se sostenía la prensa, se editaban libros,
folletos, revistas se desplegaba la más constante actividad propagandística que
ha realizado movimiento alguno en exilio, y se ha ayudado a los propios movimientos autóctonos, tanto en Francia como
en Méjico y otros países.
Gracias a todo esto, que no
puede resumirse en unas líneas, que necesitaría un libro para ser contado, el
nombre de la C.N.T. ha sido conocido a nivel internacional, se ha mantenido
vivo en el recuerdo de los españoles y el anarquismo ha podido sostenerse y
reflorecer. Porque cuando las voces de la C.N.T. y del Movimiento Libertario
eran asfixiadas en España, los cenetistas y los libertarios del Exilio las
hacían oír en mítines, en conferencias, en la prensa, en congresos
internacionales y en jiras de propaganda en diversos países.
¡Cuántas
cosas más podrían y deberían decirse para conocimiento de los que no saben y
para recuerdo de los que hayan podido olvidarlas!
Quisiéramos, sin embargo,
terminar con una afirmación: los anarquistas, los confederales del Interior de
España deben sentirse solidarios y orgullosos de lo que han sabido crear,
mantener, reivindicar, afirmar, defender, los anarquistas y los confederales
del Exilio, que son su misma sangre, su misma carne, su mismo espíritu.
C.N.T. EN EL EXILIO
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