Billete de tranvía colectivizado CNT, Barcelona, 1937 (Archivo La
Alcarria Obrera)
Al analizar el proceso de guerra y revolución que
vivió España entre 1936 y 1939 muchos han aceptado una forzada asimilación del
POUM y de la CNT (o aún peor: del trotskismo y del anarquismo) que
interesadamente se ha hecho circular por algunos marxistas heterodoxos del más
rancio estalinismo. Incluso algunos trotskistas de última hora han llegado a
acusar a la CNT de no haber hecho la revolución que ellos querrían haber hecho
y que no pudieron llevar adelante por no contar con el apoyo de una parte
significativa del proletariado hispano. Pero lo cierto es que antes de julio de
1936 la línea divisoria del movimiento obrero en España no se establecía entre
guerra y revolución, sino entre marxismo y anarquismo. Y el POUM, o sus
diversos antecedentes, se encuadraban en las filas del llamado socialismo
científico y criticaban con fiereza al anarcosindicalismo. Incluso en julio de
1936, el pequeño sindicato que animaba el POUM optó por ingresar en la UGT en vez
de fusionarse con la CNT. Buena prueba de esta vieja hostilidad del POUM hacia los
anarquistas la ofrecen estos dos artículos de Joaquín Maurín y Juan Peiró
publicados en 1928. El devenir histórico ha dado la razón a Peiró y ha dejado
en nada los augurios de Maurín, que aventuraba la desaparición del PSOE y de la
CNT cuando llegase la hora de la revolución.
SOCIALISMO Y ANARQUISMO: PABLO IGLESIAS Y ANSELMO
LORENZO
Pablo Iglesias, el impresor, fundador principal del
Partido Socialista, y Anselmo Lorenzo, el impresor, alma del anarquismo español:
he aquí dos hombres hermanados por dos doctrinas y dos métodos abiertamente
opuestos, en torno a los cuales se ha dividido y, se ha agrupado la clase obrera
de España durante más de medio siglo. Iglesias era el propagandista del socialismo,
Lorenzo era el apóstol de las ideas anarquistas. Si invertimos los términos, sin
embargo, la realidad no sufre alteración alguna. Esta es la verdad. Iglesias hizo
más por el anarquismo que por el socialismo. Y, a mi entender, la obra de
Lorenzo, habrá sido de más utilidad para los socialistas que para el ideal que él
creía defender con entusiasmo y fe.
El fundamento verdadero del anarquismo español hay
que buscarlo más que en sus propagandistas, teorizantes y organizadores, en las
faltas, en el oportunismo del Partido Socialista, del que Pablo Iglesias fue el
inspirador y el verbo durante muchos años.
Si la clase obrera de Cataluña se hizo anarquista, fue
por oposición a un partido obrero que iba siempre del brazo de la pequeña burguesía.
La política de Iglesias abandonó Barcelona. ¿Este apartamiento fue debido al
hecho de que él creyese que la clase obrera de Cataluña era impermeable al
socialismo marxista? No. Pablo Iglesias vio que la entrada de fuertes núcleos proletarios
en el Partido Socialista cambiaría radicalmente el centro de gravedad espiritual
que él quería darle. Con la presencia de un grupo obrero superando al de Madrid,
el partido, forzosamente, habría vivido luchas internas y al final de ellas la
corriente más netamente proletaria habría acabado por imponerse. Y justamente era
eso lo que Pablo Iglesias quería impedir de cualquier manera. Ideológicamente
se encontraba más cerca de la pequeña burguesía que del proletariado. Toda su trayectoria
política fue una serie ininterrumpida de esfuerzos por crear un contacto cada
vez más firme entre la clase obrera y la burguesía liberal.
Esta trayectoria oportunista, carente de raíces en una
verdadera doctrina marxista, ¿cómo iba a satisfacer a la gran masa proletaria? Para
ésta, Partido Socialista quería decir colaboración de clases, falta absoluta de
espíritu revolucionario y de emoción proletaria. El anarquismo encontraba, a causa
de esta defección, un terreno favorablemente preparado para poder arraigar y
extender su influencia.
Lenin dijo que el anarquismo era una especie de castigo
impuesto al movimiento obrero por sus pecados oportunistas, y añadía que si este
mal no había alcanzado en Rusia mayores proporciones, se debía al hecho de que el
Partido Bolchevique había luchado siempre contra el oportunismo de la derecha
social-demócrata.
El anarquismo, igual que su aliado directo, el sindicalismo
revolucionario, ha crecido como reacción contra las debilidades de los viejos partidos
socialistas. En Francia lo que abrió un paréntesis favorable al sindicalismo
fue la entrada de Millerand, entonces socialista, en el ministerio, con la consiguiente
política de colaboración que ello originó. Se puede medir el incremento del anarquismo
dentro de un país casi únicamente por la conducta seguida por el Partido Socialista
correspondiente.
El anarquismo, ideal revolucionario sin consistencia
doctrinal, puede mantenerse vivo durante largo tiempo gracias a dos causas externas
a él: la política conservadora del Partido Socialista y la falta de una educación
teórica que dé al proletariado conciencia clara de su misión histórica y comprensión
de los medios que ha de poner en práctica para conseguir el triunfo.
El segundo pecado, el del vacío, fue también el de
Pablo Iglesias. Ni él ni sus lugartenientes se preocuparon nunca de que la clase
obrera española conociese las nociones fundamentales del socialismo científico.
Dejada al azar, sin orientadores que la instruyesen en las verdades del marxismo,
fue víctima de tal confusión ideológica que el incremento de los mayores
errores ha hallado en ella toda clase de posibilidades. El anarquismo, especie de
vegetación espontánea, pudo crecer libremente donde el campo estaba yermo.
¿No ha sido, pues, Pablo Iglesias uno de los principales,
por no decir el mayor creador del anarquismo español?
Anselmo Lorenzo dedicó su vida infatigable a sembrar
las semillas anarquistas entre los obreros españoles. Si Iglesias en 1925 pudo morir
tranquilo creyendo que tras de sí quedaba un surco profundo, promesa de grandes
cosechas, Anselmo Lorenzo, en 1915 -diez años antes-, por su parte, tenía seguramente,
al cerrar los ojos, la satisfacción de ver que las ideas anarquistas por él lanzadas
a los cuatro vientos se habían convertido en grandiosas legiones que avanzaban dispuestas
a disparar ¡Pero qué ilusión!, ¡qué realidad más paradójica!
La fe que Iglesias puso en su labor no fue mayor que
la tenacidad de que dio pruebas Lorenzo. El uno, desde Madrid, iba llenando
gota a gota lo que luego ha resultado un lago infecto, y el otro, desde Barcelona,
grano a grano, levantaba una pirámide de arena que el viento se iba encargado
de destruir sin compasión.
Si Iglesias, por una inversión espiritual, trabajó
por el anarquismo Lorenzo, en justa reciprocidad, lo hizo por el socialismo. El
anarquismo, director durante mucho tiempo de la mayoría del proletariado español,
ha alejado de la actividad política a la parte más sólida y más capaz de la
clase trabajadora. Desde hace mucho tiempo, casi la totalidad del proletariado de
la Península se halla totalmente apartado de la actuación. La vida social, con todas
sus complejidades y trascendencias, se desarrolla cada día sin que el
proletariado tenga en ella una intervención propia. Se podría decir que se
trata de un inmenso cementerio, donde sólo se oye el ruido de la tierra que se hunde
bajo los pies de los espectros misteriosos que se mueven en medio de una noche sin
fin.
¿Dónde está la clase trabajadora? ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha
sido aniquilada sin que quede ni el recuerdo? No, no. El anarquismo la ha desintegrado,
deshaciendo en ella toda voluntad e impulso. Continúa aquí, pero disgregada, como
las ruinas de una antigua fortaleza o como un ejército vencido que sigue esperando
que el triunfo llegue.Parece un Hamlet seducido por el afán de acción, pero perturbado por la incomprensión
manifiesta de los problemas planteados ante él.
Mientras tanto, el Partido Socialista puede presentarse
como el único dirigente de los trabajadores de España. La vida del socialismo aguado
de los madrileños depende justamente del adormecimiento actual del proletariado.
Si éste se despertase con energía, el Partido Socialista no pintaría nada, no podría
tener el atrevimiento de presentarse como el representante de los intereses de
la clase trabajadora, ya que eso no es verdad.
¿Predicar el anarquismo, no resultó trabajar para el
socialismo reformista? ¿No fue Anselmo Lorenzo un forjador de la fuerza actual de
nuestro Partido Socialista?
Lorenzo e Iglesias, cuando empezaba la Internacional
Obrera, luchaban juntos. Después se separaron y seguían, al parecer, diferentes
caminos. Lo cierto es, sin embargo, que nunca estuvieron alejados. En el fondo
seguían unidos, caminando por el mismo camino. Quizás, sin Iglesias el anarquismo
no habría tenido entre nosotros la importancia que tuvo. Probablemente, sin Lorenzo,
el Partido Socialista sería casi inexistente. ¿Cuál de los dos fue el más
anarquista? ¿Cuál, el más reformista? He aquí un caso de cruzamiento ideológico,
tan cierto, sin embargo, como que Pablo Iglesias, el impresor, y Anselmo Lorenzo,
el otro impresor, han desaparecido del mundo de los vivos.
JOAQUÍN MAURÍN (L'Opinió, 14 de abril de 1928).
MAURIN HACIENDO DE MAURIN
No es la primera vez que Joaquín Maurín interpreta
de una manera arbitraria y hasta tendenciosa la historia del movimiento obrero en
España. Su paralelo sobre las vidas de Pablo Iglesias y de Anselmo Lorenzo, publicado
en estas mismas columnas, no es otra cosa que una interpretación arbitraria y
tendenciosa, señaladamente tendenciosa, ya que nadie puede admitir que la
interpretación de Maurín sea hija de la ignorancia. Admitiríamos mejor que en semejantes
juicios críticos de factura mauriniana, hay muchas cosas que recuerdan el cuento
de la zorra.
Si no acepta esto, entonces será cuestión de que también
yo exponga mis interpretaciones en base a la historia del movimiento obrero español.
No hay que decir que yo no lo haré con la habilidad con que suele hacerlo Maurín;
pero casi tengo la seguridad de que mi interpretación será más ajustada a la
verdad histórica, más sincera, y pienso aún que mis palabras tendrán un valor constructivo,
valor que falta en las palabras de Maurín.
Todo el mundo, menos Maurín, sabe que al oírse en España
los primeros clamores internacionalistas, el proletariado español los recogió,
y los expresó seguidamente con entusiasmo y con una espiritualidad fuertemente anarquista.
Es una simple cuestión de prioridad, bastante elocuente, sin embargo, para recalcar
que el anarquismo español no debe su verdadero fundamento a las faltas y al
oportunismo del Partido Socialista, ya que éste, contrariamente a lo que dice Maurín,
apareció como tal Partido y con un aire francamente reformista, bastante tiempo
después de ser el anarquismo la más fuerte, y podríamos decir la única, expresión
del movimiento proletario español.
Es cierto que la Internacional entró en España llevando
en su seno los gérmenes de las dos tendencias representadas por Carlos Marx y
por Bakunin, pero también es cierto que el Partido Socialista español no es más
que un esqueje, por así decirlo, de aquel formidable y temible movimiento obrero,
espiritualmente anarquista y revolucionario.
¿Y de dónde diablos ha sacado Maurín que la política
de Iglesias abandonó Barcelona? No queremos saber ahora si Iglesias buscó siempre
el "crear un contacto cada vez más firme entre la clase obrera y la burguesía
liberal". Lo que nadie desconoce, es que el socialismo madrileño ha realizado
en Cataluña grandes esfuerzos para arraigar en el alma del proletariado catalán,
y todo el mundo sabe, además, que si el socialismo madrileño ha abandonado
Cataluña, y sobre todo Barcelona, no ha sido porque Iglesias hubiese visto que
"la entrada de fuertes núcleos proletarios dentro del Partido Socialista, cambiaría:
radicalmente el centro de gravedad espiritual que él quería darle". Lo que
Iglesias vio fue la imposibilidad absoluta de conquistar a las masas obreras catalanas,
y fueron las abundantes cosechas de desdenes del espíritu catalán lo que hizo que
Iglesias recogiese velas.
Y es que por encima del socialismo marxista, en
Cataluña hay un problema psicológico y un sentimiento autóctono incomprendidos por
los socialistas madrileños, problema y sentimiento que, en cierta forma, son
incompatibles con el sentido unitario y centralista del socialismo internacional.
Cataluña ha visto nacer al gran polígrafo Pi y Margall,
y es Cataluña la cuna del federalismo. Sabiendo esto, se sabe por qué Cataluña es
impermeable al socialismo marxista y se sabe también por qué el anarquismo ha
tenido y tendrá aquí la más fuerte expresión de vitalidad. El socialismo marxista
es absorbente, y el anarquismo es esencialmente federalista. El carácter del obrero
catalán es profundamente laborioso y revolucionario, mientras que las directivas
del socialismo madrileño están representadas por la apatía delante del trabajo y
la avidez ante los cargos burocráticos, vengan de donde vengan.
He aquí las causas reales de la impermeabilidad de
Cataluña al socialismo madrileño.
En vano Maurín trata de engañamos con sus juegos malabares.
Ciertamente, la entrada de Millerand en el ministerio abrió un paréntesis favorable
al sindicalismo revolucionario. No hay ninguna concepción doctrinaria o ideal
que no necesite de un acontecimiento u otro para quedar plasmada en la conciencia
colectiva, y el hecho de Millerand dio pie a la expansión del sindicalismo
revolucionario en Francia. Hay que preguntar, sin embargo, a Maurín si el reformismo
y la colaboración de clases, tan arraigados en el socialismo francés, como en
todos los demás socialismos estatales, nacen con la entrada de Millerand en el
ministerio.
¿Qué es lo que hacen en los parlamentos los diputados
socialistas? Octavio Mirbeau nos diría: ¡Hablan! Los demás mortales con un poco
de sentido común, nos dirán: Hacen reformismo y colaboración de clases. El hecho
mismo de la oposición es un hecho de colaboración. O se es integralmente revolucionario
-y en este caso no corresponde la acción (?) parlamentaria- o se inclina uno
fatalmente a la colaboración. El socialismo, ni en Francia -ni en ningún otro
país- no se convierte en reformista y todo lo demás porque un Millerand vista
la casaca de ministro. Se convierte en ello porque lo lleva en su naturaleza.
Anarquista convencido, reconozco la profunda consistencia
de la doctrina económica de Carlos Marx. Ha sido éste el hombre que ha tenido
una soberana clarividencia para describir el proceso del materialismo histórico,
y el proclamarlo yo así entre los anarquistas, de algunos de ellos, y lanzado como
si fuese un terrible dicterio, me ha valido el calificativo de "marxista".
Pero, contrastando con la consistencia de la doctrina económica marxista, está
el fallo de la concepción política de Marx, en cuanto a la eficacia de su contenido
de oposición fundamental a la existencia del capitalismo; y yo lo proclamo también
a los cuatro vientos.
Es evidente que el capital deriva cada día más hacia
runa fuerte concentración, y no es menos evidente que la miseria del proletariado
es cada día más acentuada; y tan evidente como todo esto, lo es también la evolución
del socialismo -por medio de la acción parlamentaria y de sus derivados, no siendo
todo ello más que reformismo y colaboración de clases- hacia el servicio de la realeza
y del capitalismo. La concentración del capital, según Carlos Marx, ha de provocar
la ruina de la sociedad capitalista, pero, engendrado por la concepción política
del mismo Carlos Marx, existe el fatal oportunismo del socialismo, cuyo escandaloso
objeto, ni por excepción, consiste en otra cosa que en rejuvenecer aquello mismo
que el socialismo quiere destruir. No es necesario citar países y sería en vano
buscar ejemplos contra lo que he dicho.
Y si Maurín nos recordase el hecho de Rusia como un
caso de fidelidad al legado espiritual de Carlos Marx, después de mantenerle que
se ha valido de un sofisma de factura bolchevique, le diría que el "parlamentarismo
revolucionario" de los flamantes comunistas de todo el mundo, está destinado
a caer en el mismo oportunismo en que ha caído el socialismo reformista internacional.
La dificultad de las cosas está en empezarlas, y es ya sabido que el comunismo (?)
bolchevique ha dado incluso ministros a países capitalistas.
Dejemos que Joaquín Maurín haga juegos malabares. El
trabajo intelectual y espiritual de Anselmo Lorenzo es conocido de todos y por todos
respetado en España, y por esto mismo el aristarco bolchevique resulta demasiado
pequeño para juzgarlo debidamente, y no hace falta decir que el despecho no es
precisamente una ayuda en estos juicios.
Las semillas sembradas por Anselmo Lorenzo han sido
y son todavía semillas espirituales que fructifican y que nada tienen que ver
con el anarquismo (?), que Maurín califica de "especie de vegetación espontánea".
Esta "vegetación espontánea" ha sido un fruto esporádico fecundado
por las violencias y por los problemas de la guerra, pero no el resultado de
las semillas sembradas por "el impresor Anselmo Lorenzo". Esto Maurín
lo sabe perfectamente, a pesar de que su interés sea el de hacer creer otra cosa.
Y he aquí mi sinceridad: Esta "vegetación espontánea",
que no ha sido otra cosa más que el grueso de aquellas "grandiosas legiones
que avanzaban dispuestas a hacer fuego", por lo mismo que ha sido "vegetación
espontánea", que quiere decir falta de consciencia doctrinal, se ha
esfumado al soplar un viento extraordinario y formidable... ¿Y qué es lo que no
se ha esfumado por la acción de este viento huracanado?
El huracán es universal; ¿y dónde han ido a parar las
grandiosas legiones comunistas que en Italia y en otros países avanzaban dispuestas
a hacer fuego? Dentro de poco ¿qué quedará de las grandiosas legiones comunistas
francesas, a pesar de que tengan a su merced a la CGTU, que representa una
fuerza sindicalista posiblemente mayor que la representada por la Confederación
española? He aquí otras pirámides de arena que el viento se ha cuidado de destruir
sin compasión.
"La incomprensión del anarquismo frente a los problemas
planteados", es el viejo tópico de Maurín y otros bolchevizantes. Ahora, no
hay nada tan sabio como un bolchevique, Con tal de cohonestar las aberraciones de
los "antiguos" y actuales directores de Rusia, no importa convertir lo
blanco en negro. Lo curioso, sin embargo, es que todos saben que esta "incomprensión"
no tiene otra causa que la disconformidad de los anarquistas en dar su aval a una
nueva casta de tiranos, de los cuales ha nacido la teoría de que "los pueblos
no necesitan la libertad para nada".
Quizá Maurín nos habla de nuestra "incomprensión",
porque cree que el problema de España había de tener una solución anarquista, por
la sola razón de ser los anarquistas quienes, espiritualmente, tenían acaparadas
las fuerzas obreras españolas. Parece que es esto lo que quiere decimos Maurín,
y ya veis de qué forma la "vegetación espontánea", que es como una especie
de adoquín, ha tenido la suficiente visión para comprender que no es la hora de
las soluciones anarquistas. Y el anarquismo español todavía ha hecho más. Consciente
de que en sus manos tenía la fuerza revolucionaria del país, al tener una noción
clara de que las soluciones en forma alguna podían ser anarquistas, puso aquella
fuerza a disposición de los sectores izquierdistas.
Si los hechos han de hablar, pueden muy bien hacerlo
los acontecimientos de 1917, en los cuales los anarquistas, sin ninguna esperanza
de mejorar nuestra situación económico-social, fuimos los primeros, y casi los
únicos, en lanzar nuestras fuerzas a la calle en defensa de la libertad y de la
dignidad públicas.
Fue en el año 1918 cuando Salvador Seguí, desde la
tribuna del Palacio de Bellas Artes, entre el entusiasmo más fogoso, lanzó un nuevo
y formal ofrecimiento a las izquierdas para que recogiesen el clamor y las energías
de la CNT con vistas a las posibilidades de aquella hora solemne. Después... ¡cuántos
ofrecimientos generosos y desinteresados han sido hechos a las fuerzas
izquierdistas!
Esto quiere decir que la incomprensión de los anarquistas
para dar soluciones ideales a los problemas planteados, habrá sido tan grande como
quiera Maurín; pero dos hechos dicen bastante elocuentemente que los
anarquistas, a pesar de tener muchos defectos, han estado siempre a la altura
de las circunstancias, Y no todos pueden decir eso, y mucho menos los bolchevizantes
de aquí, cuya obra no ha sido otra que la que habría hecho cualquier agente del
enemigo común.
Es muy lamentable que Maurín se haya acogido a la
gentil hospitalidad ofrecida por los buenos amigos de L'Opinió, para hacer
labor partidista y verdaderamente negativa. El momento es muy singular, como
muy singular es el medio para resolverlo. Hay apasionados que son dignos de ser
excluidos de las relaciones con los hombres de buena voluntad.
JUAN PEIRÓ (L'Opinió, 5 de mayo de 1928)
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