La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

12 de abril de 2008

Línea ideológica del Partido Carlista

Pegatina repartida en Montejurra, Estella, 1973 (Archivo La Alcarria Obrera)

El carlismo sufrió a lo largo de su accidentada historia repetidos vaivenes ideológicos, fruto en buena medida de lo heterogéneo de los grupos sociales y de las corrientes políticas que se cobijaron bajo su bandera. Absolutistas, foralistas, campesinos, integristas cristianos... han sido muchas las etiquetas que se han colgado a los carlistas durante los 175 años de su historia. A partir de 1968 el carlismo inició un profundo proceso de renovación y clarificación ideológica, que si fue instrumental para la dinastía Borbón Parma no dejó de ser sinceramente impulsado por las bases del partido, abiertas a los nuevos tiempos con el Concilio Vaticano II. En el Congreso del Pueblo Carlista, celebrado en el exilio francés en el mes de junio de 1972, se dieron los primeros pasos de esta actualización ideológica, cuyas audacias y cuyos temores se reflejan en el documento que presentamos. Dos años después, los carlistas fundaban la Junta Democrática con el Partido Comunista de España.

Línea ideológica-política del Partido Carlista aprobada en el Congreso del Pueblo Carlista de junio de 1972.
l. BASES IDEOLOGICAS
1. Principios constitutivos.
En estas bases se intenta recoger el pensamiento político de nuestro Rey y el acervo doctrinal fruto de la evolu­ción política e ideológica que el Pueblo Carlista ha llevado a cabo voluntariamente.
Partimos del PRINCIPIO CONS­TITUTIVO DEL PARTIDO CARLIS­T A, que nos ha expuesto el Rey como fiel reflejo del Pacto-Dinastía. Este Principio Constitutivo figura como preámbulo a las e Normas Provisionales del régimen interno del Partido Car­lista.
2. El Carlismo, Partido Político.
El Carlismo es un Partido democrático que pretende que con la Revolución Social, el Pueblo acceda al poder polí­tico rescatando su soberanía.
El Carlismo rechaza la división de la sociedad en clases sociales que han es­tablecido las oligarquías capitalistas, creando e imponiendo privilegios y pro­duciendo desigualdades entre ellas. La sociedad debe ser una clase, la clase del trabajo. Solamente deben existir fun­ciones y responsabilidades emanadas del trabajo. No reconocemos otras dife­rencias, porque todos tenemos los mis­mos derechos y deberes ante la sociedad. Somos, por tanto, un Partido de clase.
El Carlismo es un Partido de masas porque su constitución democrática de participación del pueblo en su dinámica política hace, al contrario del partido burgués o de cuadros, que el hombre se promocione abriéndose al campo de igualdad de oportunidades. Los partidos burgueses o de cuadros masifican al pueblo creando castas dirigentes y ha­ciendo al hombre sujeto de los intere­ses de grupo. El partido de masas hace partícipe y responsable a todos sin dis­criminación.
El Carlismo, en evolución ideológica permanente, que se encuentra en la opo­sición y en lucha contra las fuerzas de la represión, debe sustentar sus princi­pios ideológicos y su táctica de actua­ción sobre unos firmes pilares que ga­ranticen su dinámica política:
- La autoridad
- La unidad
- La disciplina
Sin esas condiciones la lucha resul­taría infructuosa, pues permitiría el na­cimiento de camarillas en pugna por el poder, que dividirían al Partido y evi­tarían que el Pueblo participase democráticamente en la política del mismo.
Objetivos ideológicos del Carlismo
a) El Principio de Libertad. Propugnamos libertad en todo. Sin más limitaciones que la que marque la libertad social, la libertad comunitaria, quedando determinada y condicionada la libertad individual a la colectiva, por­que este es el signo del derecho natural.
Así podremos establecer tres tipos de libertad social que garanticen el ejer­cicio de la libertad individual, tres cau­ces por donde discurra la libertad per­sonal debidamente promocionada y ordenada.
b) Libertad política.
El hombre debe poseer la libertad de ejercer y practicar su pensamiento po­lítico y, como consecuencia, el poder agruparse donde encuentra respuesta a sus inquietudes políticas. Base de la li­bertad política es el pluralismo político.
Los partidos o grupos políticos serán cauce de esa libertad y responsabilidad política dentro de un ordenamiento en el cual no exista discriminación alguna,
Esta libertad representará la mayor defensa de la persona y el procedimien­to para rescatar la dignidad y la con­dición de ciudadano que le ha sido arre­batada por el sistema capitalista.
c) Libertad sindical.
La libertad sindical representa el cau­ce abierto a la libertad social surgida de la facultad que al hombre le da su tra­bajo, que le da su responsabilidad den­tro de ese campo.
El sindicato debe ser el medio a tra­vés del cual el hombre sea el protago­nista del proceso económico, sea respon­sable en las decisiones socio-económicas y, no solamente como mero sujeto que vive pendiente de un ordenamiento en el cual él no ha participado, sino suje­to activo en la construcción de las es­tructuras socio-económicas existentes.
La Revolución Social debe conducir a la democracia económica, donde los medios de producción estén controlados por la sociedad. Esta democracia permitirá que la planificación económica nazca del seno del mundo del trabajo y que el sistema productivo sea de servicio y no de campo especulativo del capital, que la empresa se desarrolle como conse­cuencia de la autogestión de la socie­dad.
El Sindicato será democrático, de ges­tión y de participación.
d) Libertad regional.
España está compuesta por diversos pueblos, países o regiones que hoy se encuentran tiranizados y esclavizados por el Estado omnipotente que ha creado una casta servil que ejerce el centralis­mo al servicio del capitalismo y priva a los pueblos de sus libertades.
Existen países o regiones que se de­sarrollan cultural, humana y económi­camente, mientras otras sufren un sub­desarrollo progresivo, y no precisamen­te por un hecho natural sino por un hecho político, por un hecho histórico, por un hecho económico.
El análisis del proceso histórico, polí­tico y económico de la formación de las regiones que hoy componen el Estado español, nos lleva a la conclusión de que no es posible ejercer la libertad sin antes conseguir el establecimiento de una situación de igualdad entre las dis­tintas regiones.
El proceso de liberación de estos paí­ses no puede hacerse nada más que a través de la Revolución Social que proporcione el instrumento para compensar estas desigualdades y devuelva su sobe­ranía a las sociedades intermedias, es­tén o no desarrolladas, con un concepto de solidaridad que haga posible la igual­dad de oportunidades, que haga posible el ejercicio de su personalidad en el orden cultural, político y económico.
No puede aceptarse de hecho el pro­ceso histórico liberal-capitalista que ha condicionado y llevado a unos países a la pobreza y a otros los ha elevado en su riqueza.
2. BASES PARA UNA ORGANIZACION
1. Organización en función de las circunstancias. El Carlismo, que es un partido de lu­cha, que su combate se desarrolla en una posición ilegal frente a un poder dictatorial que no permite otra opción, debe disponer de una organización ade­cuada y apta para esta lucha.
Debe tenerse muy en cuenta la si­tuación del Carlismo en los momentos actuales para plasmar una organización eficaz y realista. Esta organización debe estar basada en la prudencia y en el sigilo y su característica esencial: la clandestinidad. Esta forma de organiza­ción repercutirá de inmediato en el procedimiento, que hasta ahora se ha llevado, de reuniones, asambleas, elec­ciones de dirigentes, etc. La exigencia de un ejercicio democrático dentro del Partido se va a ver mermada por estos fenómenos. Pero no se es menos demó­crata porque no se pueda practicar la democracia a la luz del día. Es muy dis­tinta la organización y la actuación que tengamos hoy a la que podríamos tener en un régimen que permitiese el juego político con libertad, o desde el poder. Hoy actuamos en una etapa que signi­fica clandestinidad, sigilo, prudencia, sa­crificio del lucimiento de la personali­dad, actitud de compromiso, de entrega, con la renuncia a los éxitos y confianza en los mandos.
2. Tipo de organización actual. El Carlismo no puede perder su ca­racterística popular y democrática. Den­tro de estas características se debe bus­car la organización adecuada y varian­te según las circunstancias,
Los sectores de responsabilidad donde el Carlismo se desenvuelve y organiza son de carácter geográfico, socio-político y de trabajo. Esta responsabilidad de sectores debe ser la base para la orga­nización actual del Partido.
a) Organización geográfica de carác­ter interno. Queda determinada en el proyecto de Normas.
b) Organización para la actuación ex­terna. Por sectores de responsabilidad indicados, en sus correspondientes nive­les. (Véase punto 3 del apartado 111).
Según se progrese y profundice en la acción política, nacerán nuevas ne­cesidades de organización, por ello el Carlismo debe disponer de una organización lo suficientemente flexible y ágil que responda a las necesidades tácticas del momento.
3. Normas o Reglamento de régimen interno del Partido. Para la regulación interna del Par­tido, haciéndose resaltar la participación del pueblo en las tareas políticas del mismo, de los deberes y derechos de los militantes, etc., la Junta de Gobierno presentó al Congreso del Pueblo Carlis­ta la Ponencia “Proyecto de Normas de Régimen Interno del Partido Car­lista”, que fue aprobada con carácter provisional con una vigencia de cuatro meses.
4. El militante en el Partido Carlista. Se entiende como militante del Car­lismo aquél que, aceptando la línea ideo­lógica-política del Partido, aprobada en el Congreso del Pueblo, reservándose la opción de poder mejorarla o modificar­la dentro del ordenamiento democrático del mismo, se comprometa con la diná­mica del Partido Carlista.
La actitud y la misión del militante carlista comporta dos funciones; el com­promiso ideológico, con el deber de pro­gresarlo; y la actuación concreta al servicio del Partido, con la renuncia a los éxitos personales, aceptando la crí­tica tanto personal como del Partido. El testimonio del militante será la palanca de la eficacia del Carlismo.
5. Dirigentes del Partido Carlista. Los responsables de la política del Partido Carlista, sus dirigentes, se pro­mocionarán de los núcleos más concien­ciados y más activos del mismo. La con­fianza en los dirigentes del Partido debe de ser absoluta, en la medida en que su testimonio sea constante y su leal­tad al Partido sea de servicio al mis­mo. Esta confianza será fruto de su pro­pia actuación, la cual siempre estará expuesta a la crítica, no de personas o grupos, sino de la comunidad a través de las Asambleas Populares.
La función del dirigente será la de llevar a cabo, aplicándola en toda su extensión, la Línea Política del Carlis­mo, con la responsabilidad y decisión que le compete. Testimonio, compromiso y dedicación serán los factores esencia­les de su función.
6. Medios.
a) Humanos.
Por las circunstancias que hemos ex­puesto anteriormente podremos obser­var que el elemento humano disponible pura la lucha política será difícil de incorporar, porque difícil es el ser car­lista hoy, en estas circunstancias, difí­cil es el comprometerse. Pero este me­dio es imprescindible y sin hombres comprometidos no será posible la actua­ción. Su promoción es urgente y perma­nente.
b) Económicos.
Los medios económicos son los que se necesitan para adquirir los otros me­dios. La fuente de ingresos del Partido Carlista será las cuotas de sus militan­tes. Nuestro sacrificio, nuestra entrega económica, dará la medida de la capacidad de lucha del Carlismo. Nunca aceptaremos hipotecas ni ayudas que nos condicionen ideológicamente.
c) De trabajo.
Estos son los elementos necesarios para la actuación política. Irán en pro­porción y en función de la actuación política, de los planes previstos y de los medios económicos disponibles.
7. Formación de militantes y dirigentes carlistas. Dentro del programa carlista, y en su línea política de actuación, debe figu­rar un capítulo expreso dedicado a la formación de sus hombres, de sus mili­tantes y de sus dirigentes.
Esta formación se llevará a cabo a través de cursillos, seminarios, círculos de estudio, propaganda y de la propia actuación.
Podremos distinguir tres fases en la formación:
a) Previa o inicial, con el conocimien­to del ideario y concienciación de los militantes.
b) Formación para la actuación concreta.
c) Formación de líderes y dirigentes.
3. BASES PARA LA ACTUACION POLITICA
El Carlismo, en su dinámica política de conquista, debe desarrollar una ac­tuación que profundice hacia la conquis­ta del poder para conseguir revolucio­nar estructuras socio-político-económi­cas.
Este objetivo, esta meta que es la conquista del Poder, con el Pueblo y para el Pueblo, que el Carlismo se mar­ca, representa un esfuerzo de gran na­turaleza, de organización, de medios, de entrega, de sacrificio y fundamental­mente de entendimiento con otros gru­pos que luchan como nosotros con un profundo sentido revolucionario y de­mocrático.
Nuestra acción, por tanto, va dirigi­da hacia un objetivo final, que es la conquista del poder político.
1. Política de oposición.
Al ser el Carlismo un partido en la oposición, nos lleva a planificar la ac­tuación política en esta vertiente con todas sus consecuencias, dado que el es­tar en la oposición representa el estar fuera de la Ley de los instalados y por tanto correr el riesgo de sufrir la re­presión.
Este frente antirrepresivo y de opo­sición, en este combate en el que nos encontramos inmersos, lleva implícito tres aspectos fundamentales para la po­lítica .de oposición que desarrollemos:
a) Organización interna con discipli­na férrea.
b) Testimonio claro de oposición tan­to personal como de grupo.
c) Entendimiento con otras fuerzas de la oposición.
2. Política de captación.
No consiste la captación en el buscar o incorporar afiliados al Partido Carlis­ta, sino conseguir que nuestra doctrina sea apta y aceptable para todos aqué­llos que son movidos por el mismo es­píritu que el nuestro. Captar e integrar hombres en nuestra lucha. De esta ma­nera transformaremos nuestro Partido en el de ellos, consiguiendo que sea el Partido Líder.
La acción de captación debe estar ba­sada fundamentalmente en la presenta­ción de nuestro esquema doctrinal y en la versión positiva que presentemos del Carlismo, que responda a la problemá­tica actual.
3. Política de presencia, penetra­ción o influencia en la sociedad.
El Carlismo, como grupo debe plani­ficar su acción de penetración en la so­ciedad, para no solamente dar testimo­nio, sino para crear las bases operati­vas, los núcleos fuertes, que sirvan de plataforma para alcanzar el poder.
Todo carlista, de por sí, tiene una mi­sión de captación e introducción en la sociedad. Esta acción personal se verá acrecentada y fortalecida en el momen­to en que el Partido organice su acción hacia la sociedad.
Es el Partido el que debe dar las nor­mas que regirán en esta acción de pre­sencia y penetración, marcando las con­diciones y el orden táctico a emplear, según la Línea Política del Carlismo. Los mandos del Carlismo fijarán las condiciones para la actuación externa de sus militantes, haciéndoles constar su compromiso con el Partido. Ningún militante podrá actuar fuera de esas normas, quedando sujeto a la discipli­na del Partido.
La acción del Carlismo hacia la so­ciedad debe ir dirigida hacia los gran­des núcleos de la misma, que podemos clasificar como:
a) Fuerzas productivas.
b) Instituciones.
c) Movimientos políticos.
d) Medios de comunicación social.
e) Medios culturales e intelectuales.
f) Países, pueblos o regiones.
Debe ser capaz el Carlismo, para in­cidir en estos campos, de presentar un programa de soluciones que produzca y despierte interés.
4. Política de propaganda.
Es la propaganda arma necesaria y medio de que debe disponer un partido político, para, a través de ella, llevar el conocimiento de su doctrina, desarro­llar la labor de captación y hacer posible la extensión de la Revolución.
La técnica, el método que se utilice será la clave del éxito de la misma.
El plan de propaganda debe constar de un estudio de factores esenciales para el desarrollo posible de ésta:
a) La información.
b) Los medios.
c) Su contenido. Objetividad y opor­tunidad. Momentos sicológicos.
d) Su difusión.
5. Política de entendimiento con otras fuerzas. En su acción política de conquista, el Carlismo coincide en su mayor parte con todos aquellos grupos o movimien­tos políticos que basan su ideología y línea de actuación en principios de lu­cha democrática y de búsqueda de la libertad. No podemos lógicamente marginarnos ni marginar a nadie de nues­tra acción, porque vamos a encontrar­nos constantemente en los mismos inte­reses y en los mismos compromisos. Hay que dialogar con ellos y entender­nos en todo lo que no represente hipo­teca o servidumbre.

10 de abril de 2008

Sobre las minas de plata de Hiendelaencina

En su número dos, correspondiente al 6 de mayo de 1846, el periódico El Buen Deseo de Guadalajara publicaba un extenso artículo que repetía, en muy buena medida, lo escrito en El Universal del 4 de marzo de ese mismo año por Luis de la Escosura, por entonces director técnico de alguna de las minas alcarreñas y que con el tiempo llegó a ser presidente de la Junta Superior Facultativa de la Minería y senador del reino. Hiendelaencina se convirtió, de la mano de la extracción minera, en un próspero foco industrial y en un activo centro de acción obrera de indudable importancia, sobre todo en una provincia agraria como Guadalajara. El movimiento obrero provincial escribió allí sus primeras páginas. La debilidad del capitalismo español, puesta de manifiesto en el artículo, impidió la consolidación de la industria en Hiendelaencina, que pocas décadas después volvió a ser una aldea perdida en tierras alcarreñas.

Cumpliendo lo que prometimos en nuestro prospecto, vamos á ocuparnos hoy de un asunto que tiene en expectación á la provincia, y ha excitado el interés de la España entera. Conocido es que nos referimos á los ricos veneros metálicos descubiertos no ha mucho en Hiendelaencina y otros pueblos de los partidos judiciales de Atienza, Sigüenza, y Cogolludo, que prometen una nueva era de prosperidad para la Nación, y utilidades sin cuento y de muchas clases al país en donde la providencia ha encerrado tantos tesoros. Este es la provincia de Guadalajara.
A parte de las minas de carbón y cobre que con varia fortuna se están explotando hace algunos años en Tamajón y Molina, y que por efecto del nuevo furor minero no dudamos que se aumentaran, y que tal vez se realicen descubrimientos más importantes; el hallazgo milagroso, porque tal le creemos, de Hiendelaencina, al paso que ha sido el heraldo de la avaricia particular, es un acontecimiento, que en nuestro concepto, hará época en la historia de la prosperidad nacional, y muy señalada en la de la riqueza de esta provincia, que está ya hace algunos meses tocando sus ventajosos resultados.
La aparición, el impulso ó desarrollo de toda industria nueva produce siempre intereses hasta entonces desconocidos ó abandonados, que si para la generalidad de las gentes pasan desapercibidos, el ojo previsor del hombre entendido los ve á larga distancia y los calcula en todas sus diferentes combinaciones. Esta regla es menos aplicable á la industria minera que á otra, por que como á nadie es desconocido el valor de los metales y más principalmente de los llamados preciosos, allí donde se sabe, ó se cree su existencia, naturalmente acude el interés individual, móvil principal, como se ha dicho perfectamente, de todas las acciones del hombre. Exige por otra parte pocos conocimientos y cálculos y combinaciones adquirir mucha plata u oro en abundancia para los que piensan, como el vulgo, que, estos metales se encuentran en las entrañas de la tierra, sino acuñados, en barras por lo menos, y que no hay más que hacer excavaciones, y cargar los mulos y ser rico. No hace muchos meses que al borde de uno de los mejores pozos de Hiendelaencina oímos explicarse así a uno de los interesados. Esto prueba, al paso que una cándida ignorancia, lo que dejamos indicado arriba, que esta clase de industria, desde el momento en que se cree existente en un punto cualquiera, extiende rápidamente su mágica influencia envolviendo con un frenesí inexplicable al tonto y al discreto, al pobre y al rico, al grande y al pequeño, á todos en fin, porque á nadie conocemos que no desee adquirir ó aumentar riquezas. Nuestro carácter nacional se presta más también á lo maravilloso que á lo exacto. Y como si esto no fuera bastante, la tradición de los antiguos tesoros que los romanos encontraron en nuestro suelo, han vulgarizado, por decirlo así, la creencia de que en cualquiera parte pueden hallarse en abundancia. El descubrimiento de un nuevo mundo vino á fijar de un modo indeleble en el corazón de los Españoles este sentimiento general, de manera que desde entonces hasta ahora las palabras América, Minas, Tesoro, etc. no han significado más que una sola idea, la de la opulencia rápida y á poca costa. Es verdad que no se repara más que en los favorecidos por la fortuna, desviando la vista de los infinitos á quienes despeñó su inconstante rueda; pero este es achaque común de todas las demás cosas, á la manera que el médico no recuerda más que al enfermo á quien salvó, ni el soldado tiene presente á otro que al que clavó su lanza en el muro enemigo sin advertir los que cayeron en el foso. Con varia fortuna, siguiendo nuestro propósito, se han explotado en la mayor parte de nuestras provincias minas diferentes, mas ó menos ricas, habiendo quedado muy reducido su número y casi en el abandono esta industria en el presente siglo; así lo prueba, entre otros datos, la vigente legislación del ramo, insuficiente en el día, en concepto de todos, para atender á todas las necesidades á que pudo bastar en el año de 1825. El nombre de Almagrera se ha hecho demasiado célebre en los fastos de la minería española, y acaso estén destinadas para llenar en los mismos una página más brillante las sierras de Atienza entre las que sobresale el punto de Hiendelaencina, como Frayberg en Alemania, con quien científicamente se le ha comparado.
Para tener á nuestros lectores al corriente de lo que el tiempo y los esfuerzos de las compañías formadas ó que se establezcan, van dando de sí en materia tan importante para nuestra provincia, manifestaremos cuantos datos y noticias se nos comuniquen por las sociedades ó particulares interesados en que se dé publicidad al estado, esperanzas ó productos de las pertenencias respectivas, á quienes con la mejor voluntad ofrecemos las columnas de nuestro periódico, sin otra retribución que la del franqueo de su correspondencia. Con respecto á las tres minas principales de Hiendelaencina, La Fortuna, Santa Cecilia y la Suerte, no carecerán nuestros lectores de ninguna de las noticias que reciba su Director, quien nos ha prometido facilitarlas. Y toda vez que hasta. ahora son estas minas las que más ventajas ofrecen y las más ricas del país, principiaremos a ocuparnos de ellas extractando la parte más notable del interesante artículo de su Director facultativo Don Luis de la Escosura, publicado en El Universal de 4 de Marzo último, porque es trabajo que en nuestro pobre concepto llena todas las condiciones apetecibles para formar una idea exacta de la importancia de este criadero, y al mismo tiempo porque en él se dan á conocer otras minas también de gran valor por su proximidad a las nombradas ó por los filones que poseen.
Dice así el Sr. Escosura:
Por tercera vez tomo la pluma para hablar de un asunto que adquiere cada día mayor interés. Limitábanse mis observaciones en los anteriores artículos á las pocas varas escavadas en las minas de Santa Cecilia, La Suerte y La Fortuna; desenvuelta hoy á la vista de tan halagüeño horizonte una industria que en breve coronará los esfuerzos de muchos emprendedores, y será una de las más importantes de la Península, me hallo en el caso de presentar nuevos datos, y me lisonjeo de que mis apuntes serán esta vez más interesantes, y ofrecerán mayor seguridad á los mineros de aquel distrito.
La mina de Santa Cecilia en la que por dichos artículos sé sabe que el filón está reconocido en las 200 varas de longitud que comprende su pertenencia, se halla hoy a 57 varas de profundidad en el pozo maestro ó de la plata; tiene otro pozo á 50 varas del primero que se sigue también trabajando y lleva 24 varas de profundidad. Ambos á dos verticales, caminan sobre el filón; el primero con las dimensiones adecuadas para pozo maestro, y el segundo con las de un pozo destinado á la ventilación de las labores y á auxiliar al maestro en casos de reparación; en el momento sirve para atacar el filón en dirección por dos puntos á la vez.
Del Pozo de la Plata parten dos galerías á 30 varas de profundidad que tienen hoy 20 varas cada una de longitud. Estas galerías deben ser el punto de apoyo para arrancar el mineral del filón hasta la profundidad de 30 varas. En la actualidad se construye un malacate, y en el espacio de cuatro meses, esta mina se hallará en el caso de extraer 4 á 5 mil quintales de mineral al mes; teniendo además los trabajos preparatorios bien fortificados para asegurar constantemente esa ó mayor producción si necesario fuese.
Los trabajos de la Suerte se hallan á 40 varas de profundidad. El filón que en esta mina desapareció en el verano último, acaba de ser recobrado con creces por la excelente calidad de su mineral.
La Suerte no tiene su filón superficial como Santa Cecilia en las 200 varas, pero nada creo aventurar, antes bien me lisonjeo de antemano con el triunfo, asegurando que la mina de la Verdad situada en los confines de la pertenencia de la Suerte, tiene descubierto el mismo filón que pasa por Santa Cecilia, por la Fortuna, y por la Suerte. Esto es lo que se esperaba, lo que debía suceder y por esto mismo no se cree...; porque debajo de tierra deben pasar cosas muy extrañas, y fuera de toda consecuencia lógica, cuando los incidentes casuales se toman por reglas generales, y se atribuye á caprichos de la naturaleza, la regularidad y orden de fenómenos sujetos á las leyes conocidas.
Trasladándome de nuevo á Hiendelaencina, observaré que en la Suerte además del pozo de 40 varas y de otros trabajos de reconocimiento, hay una galería abierta á 15 pies de profundidad que tiene 40 varas de longitud sobre el filón; de esta galería se han sacado preciosos cristales de bromuro de plata de color verde que no debe confundirse con el mineral terroso de color verde y amarillento, que son mezclas de cloruro y de bromuro de plata. Esta mina en el verano próximo, en cuya época el pozo maestro quedará definitivamente arreglado y establecido el malacate y un pozo de ventilación, podrá dar mensualmente la misma cantidad de mineral que Santa Cecilia.
La Fortuna que está á 35 varas de profundidad y en la que se han hecho otras labores de reconocimiento, debe dirigir inmediatamente sus trabajos sobre el filón con una galería a 30 varas de profundidad. Demostrada la existencia de este filón, y reconocida la naturaleza del mineral, queda todavía por resolver otra cuestión del mayor interés para el éxito de las empresas. ¿Cuál será el con tenido de plata, término medio, por quintal de mineral? Difícil es inferir por infinitos ensayos que se hagan, pero sin temor de cometer, grande error, puede asegurarse que el quintal de mineral limpio producirá, cuando menos, uno y medio á dos marcos de plata por quintal, siendo todo de la calidad del que hasta aquí se ha extraído.
Además de este filón hay en aquel distrito otro en Congostrina, descubierto en la mina de San José, el filón de la Mala Noche, y por fin el de San Juan Facundo, que es el que hasta ahora difiere más del de Hiendelaencina, pero que en profundidad será probablemente análogo.
Todos estos filones son paralelos. El de Hiendelaencina; el de la Mala Noche y el de San Juan Facundo, atraviesan las capas de gneis levantadas; el de San .José de Congostrina que atraviesa. Las capas de pizarra micácea también sublevadas, está reconocido en una longitud de 20 varas y á la profundidad de 35; y á juzgar por la dirección observada en tan cortos trabajos, debe pasar por la pertenencia de la Emilia y de algunas otras demarcaciones situadas á la inmediación de San José. Se pretende que el de San Juan Facundo ha desaparecido, lo mismo que se creía de San José; y aunque me había propuesto no hablar de trabajos de .minas, siendo yo director de alguna de ellas, el interés mismo de los particulares me obliga á decir que tanto en las dos últimas como en la Mala Noche, las labores y la fortificación caminan sin plan alguno y sin el menor conocimiento de minas ni de criaderos. En la última, en razón de su posición topográfica, los trabajos deben limitarse á profundizar un pozo siguiendo el filón, mejor situado que el que hoy se halla ya definitivamente como pozo maestro y una galería horizontal desde el arroyo siguiendo las inflexiones también del filón. En San José debe profundizarse el pozo, que desde un principio debió abrirse sobre el filón siguiéndolo á mayor profundidad, y á una altura conveniente establecer galerías de reconocimiento. Apenas habían empezado los trabajos en San Juan Facundo, cuando yo visité aquella mina; mi opinión en consecuencia sobre la marcha que debiera adoptarse sería aventurada.
Todos los trabajos que se emprendan en aquel distrito sobre filones de barita, cuya dirección sea próximamente E. O., deben ser productivos aun cuando en la superficie y á cortas profundidades sean estériles. Es muy posible que también se encuentren filones en dirección diferente, y cuya ganga sea cuarzo ó espato calizo, ó espato flúor, ó bien brun spath como en el Haratz; pero hasta ahora no hay dato ninguno en apoyo de semejante conjetura. Todo el afán de los mineros debe limitarse á reconocer los criaderos en profundidad y en dirección, sin buscar cambios bruscos de dirección ni aparición de nuevos filones, porque esto es contrario al origen y formación de los filones. En efecto, la dirección, la inclinación y cuantos accidentes pueden ocurrir en la marcha de un filón, son enteramente independientes del rellanamiento; es decir, de la posición y naturaleza del mineral que contiene; éste es consecuencia ó efecto secundario de la aparición de una roca volcánica, de los pórfidos, por ejemplo en Hiendelaencina, lo mismo que en Freyberg, al paso que el espacio, es decir, la dirección é inclinación del filón son precisamente efecto de un agrietamiento en épocas tranquilas en que nada alteraba el reposo de la tierra en aquel punto, y cuando las rocas presentaban cierta resistencia; por cuya razón estas grietas son regulares comparadas con la magnitud del globo, como ha podido observarse en nuestros días en aciertos puntos de América, en donde después de un terremoto o la extinción de un volcán, los terrenos se han agrietado lo mismo que el de Hiendelaencina, Frayberg y otros. Ramales de una grieta principal se conciben y á cada paso se encuentran; testigos el pozo de Canto Blanco, de Santa Cecilia y los ramales de la Fortuna; pero dos grietas distintas y paralelas en el espacio de 10 ó 12 varas, es muy difícil de concebir. Por el origen mismo del rellanamiento de filones, se concebirá fácilmente cuan aventurado es formar juicio acerca de la riqueza de un criadero á cierta profundidad. La masa principal de un filón no es casi nunca el mineral beneficiable y de esa únicamente se puede responder hasta cierto punto; pero admitiéndose por la estructura en bandas y la cristalización de ciertos compuestos que los minerales se han depositado por emanaciones lentas y periciales ¿qué dato hay para saber si en un punto se han acumulado más minerales que en otros y si este punto está próximo á la superficie de la tierra? Por el hecho mismo de que los filones se han rellenado de abajo arriba, es creíble que en la superficie no sean tan ricos como en profundidad; pero dejando toda conjetura á un lado, vengamos a los hechos. Se conocen filones muy ricos en la superficie y estériles á cierta profundidad. Los mineros alemanes pretenden que al nivel de las aguas ó valles inmediatos á las minas empieza á encontrarse la riqueza. En algunos puntos de Francia, han esterilizado los criaderos á la altura de las aguas. Los filones de poca potencia suelen ser los más ricos en el Hartz y otros puntos, en Almadén la potencia y la riqueza del mineral aumentan en razón directa. Sin salir de Hiendelaencina y para acabar, nada se aventura en asegurar que si la mina de la Fortuna tuviera á todas profundidades, el mineral que se encontró en la superficie, ella sola hubiera podido dar más plata anualmente que todas las minas del mundo reunidas; y que si la suerte sigue dando el mineral que hasta el día, es decir, á las 40 varas de profundidad, será sin disputa la primera entre las de plata, como Almadén entre las de azogue.
Merced al contrato celebrado entre las sociedades de Santa Cecilia, la Suerte y la Fortuna y el Sr. Pollard, en el que me honro de haber tenido una parte aunque pasiva, los resultados dentro de algunos meses deben resolver el problema para los que prudentemente no han fijado por completo su opinión. Entre tanto motivo de halagüeña esperanza, acaba de resolverse desfavorablemente una de las cuestiones más interesantes para la prosperidad de Hiendelaencina. Debiéndose unir las tres minas de La Suerte, Santa Cecilia y la Fortuna, formando una sociedad cuyas labores, máquinas, edificios, oficinas, empleados, etc. fueran todos unos, razones poderosas por una y otra parte imposibilitan por ahora tan ventajosa alianza. Los gastos de explotación deben aumentarse considerablemente, y las utilidades disminuir en la misma proporción; pero es de esperar que convencidos más tarde unos y otros de esta verdad, sea más posible la realización de un contrato.
Entretanto ya he dicho que el terreno de Hiendelaencina es metalífero y que la experiencia lo acredita. En todas las minas deben mirar sus labores como puros reconocimientos, y dejando aparte malas rutinas y sentenciosos consejos, reconocer .los filones con pozos que sigan su inclinación á la mayor profundidad posible, y ya desde fuera, o ya partiendo del pozo galerías en dirección. Lo ocurrido en la Suerte es muy notable y aunque el problema era difícil por ser el filón vertical; puede servir para demostrar que los filones no acuñan como vulgarmente se cree, sino que ó no es posible, ó no se acierta a encontrar su continuación; y así dice un autor conocido; y nosotros somos de su opinión, que hay filones que esterilizan más o menos y se tienen que abandonar, pero que todavía no se ha llegado en ninguna mina al límite inferior de un filón; y sin salir de España las de Guadalcanal, las de Galallo en Córdoba, y algunas más, pudieran suministrarnos terminantes ejemplos.

6 de abril de 2008

Prólogo de Malatesta a Dictadura y revolución

Fiesta del 1º de Mayo, Salamanca, 1922 (Archivo La Alcarria Obrera)

En 1922 se publicó en Argentina, de mano de la Editorial Argonauta, el libro Dictadura y revolución, en el que el destacado anarquista italiano Luigi Fabbri analizaba la Revolución Rusa de 1917. Errico Malatesta escribió para esta ocasión un interesante prólogo, que ahora reproducimos, en el que sintetiza su pensamiento sobre los procesos revolucionarios y ofrece un punto de vista específicamente libertario, tan opuesto a la perspectiva marxista, sobre temas tan eternos como vigentes: el terror revolucionario, el papel de las vanguardias, la defensa de la revolución, las renuncias y sacrificios inherentes a toda transformación humana... No conviene olvidar que este prólogo está escrito en el verano de 1922, ocho años después de la Semana Roja italiana y ocho semanas antes de la Marcha sobre Roma de las escuadras fascistas. Quizás nunca como aquí se ha expresado tan claramente la necesaria coherencia entre fines y medios, que caracteriza a los anarquistas.

A dos años de distancia de cuando fue escrito, el libro de Luis Fabbri acerca de la Revolución Rusa conserva todo su vigor y sigue siendo aún el trabajo más completo y orgánico que conozco sobre este argumento. Antes bien, los acontecimientos posteriores ocurridos en Rusia han venido a confirmar el valor del libro, dando una ulterior y más evidente confirmación experimental a las deducciones que Fabbri desentrañaba de los hechos conocidos hasta entonces y de los principios generales sostenidos por los anarquistas.
En este libro se pone de relieve la vieja, eterna oposición entre libertad y autoridad, que ha llenado toda la historia pasada y trabaja como nunca al mundo contemporáneo, decidiendo la suerte de las revoluciones en acción y de aquellas que aún están por venir.
La Revolución rusa se ha desarrollado con el mismo ritmo de todas las revoluciones pasadas. Después de un período ascendente hacia una mayor justicia y una mayor libertad, que duró en tanto la acción popular atacaba y destruía los poderes constituidos, ha sobrevenido desde el momento en que un nuevo gobierno logró consolidarse, el período de la reacción, la obra, a veces lenta y gradual, a veces rápida y violenta, del nuevo poder, encaminada a destruir en todo lo posible las conquistas de la revolución y a restablecer un orden que asegure la permanencia en el poder a la nueva clase gobernante y defienda los intereses de los nuevos privilegiados y de aquellos entre los viejos que consiguieron sobrevivir a la tormenta.
En Rusia, gracias a circunstancias excepcionales, el pueblo destruyó el régimen zarista, constituyó por libre y espontánea iniciativa sus soviets (que fueron comités locales de obreros y campesinos, representantes directos de los trabajadores y sometidos al contralor inmediato de los interesados), expropió a los industriales y a los grandes terratenientes y comenzó a organizar, sobre bases de igualdad y de libertad y con criterios de justicia, aunque fuera relativa, la nueva vida social.
Así la Revolución se iba desarrollando y efectuando el más grandioso experimento que la historia recuerde, se aprestaba a dar al mundo el ejemplo de un gran pueblo que pone en actividad, por su propio esfuerzo, todas sus facultades y alcanza su emancipación y organiza su vida de acuerdo a sus necesidades, a sus instintos, a su voluntad, sin la presión de una fuerza exterior que lo trabe y le obligue a servir los intereses de una casta privilegiada.
Desgraciadamente, sin embargo, entre los hombres que más contribuyeron a dar el golpe decisivo al viejo régimen hubo fanáticos doctrinarios, ferozmente autoritarios, porque tenían una convicción cerrada de poseer “la verdad” y de tener la misión de salvar al pueblo, el cual no lograría salvarse, según ellos, si no seguía estrictamente el camino que le indicaban. Aprovechando hábilmente el prestigio adquirido por la participación que habían tomado en la revolución y sobre todo la fuerza que les daba la propia organización, consiguieron apoderarse del poder, reduciendo a la impotencia a todos aquellos, y en especial manera a los anarquistas, que habían contribuido a la revolución tanto o más que ellos mismos, pero que no pudieron oponerse eficazmente a esa usurpación porque se encontraban disgregados, sin previos acuerdos, casi sin organización alguna.
Desde entonces la revolución estaba condenada.
El nuevo poder, como está en la naturaleza de todos los gobiernos, quiso absorber en sus manos toda la vida del país y suprimir cualquier iniciativa, cualquier movimiento que surgiera de las entrañas populares. Creó primero en su defensa un cuerpo de pretorianos y luego un ejército regular y una poderosa policía que igualó o superó en ferocidad y manía 1iberticida aun a la misma del régimen zarista. Constituyó una innumerable burocracia; redujo los soviets a simples instrumentos del poder central o los disolvió con la fuerza de las bayonetas; suprimió con la violencia, a menudo sanguinaria, toda oposición; quiso imponer su programa social a los obreros y campesinos reacios, y así desanimó y paralizó la producción. Defendió sin embargo con éxito el territorio ruso de los ataques de la reacción europea, pero no logró con ello salvar la revolución, pues ya la había despedazado por sí mismo, aunque buscara defender las apariencias formales. Y ahora se esfuerza en hacerse reconocer por los gobiernos burgueses, en entrar con ellos en relaciones cordiales, en restablecer el sistema capitalista... en suma, en sepultar definitivamente la revolución.
Así todas las esperanzas que la revolución rusa había suscitado en el proletariado mundial habrán sido traicionadas. Ciertamente Rusia no volverá a su estado anterior, pues una gran revolución no pasa sin dejar huellas profundas, sin sacudir y exaltar el alma popular y sin crear nuevas posibilidades para el porvenir. Pero los resultados obtenidos serán muy inferiores a los que hubieran podido realizarse y cuya realización en verdad se esperaba, y enormemente desproporcionados a los sufrimientos padecidos y a la sangre derramada.
No queremos profundizar demasiado la investigación de las responsabilidades. Desde luego una gran culpa del desastre cae sobre la dirección autoritaria dada a la revolución; buena parte de la culpa cae también sobre la particular psicología de los gobernantes bolcheviques que aun equivocándose y reconociendo y confesando sus errores, están siempre igualmente convencidos de ser infalibles y quieren siempre imponer por la fuerza su mutable y contradictoria voluntad. Pero es tanto o más cierto aún que esos hombres han debido afrontar dificultades inauditas y que quizás mucho de lo que nos parece erróneo y malvado ha sido el efecto ineluctable de la necesidad.
Y por eso nosotros nos abstendremos de dar un juicio, dejando para la posteridad el fallo de la historia serena e imparcial, si es verdad, después de todo, que sea posible una historia serena e imparcial. Pero existe en Europa todo un partido que está fascinado por el mito ruso y quisiera imponer a la próxima revolución los mismos métodos bolcheviques que han matado a la revolución rusa; y es urgente por lo tanto poner en guardia a las masas en general, y a los revolucionarios en especial, contra el peligro de las tentativas dictatoriales de los partidos bolchevizantes. Y Fabbri precisamente ha prestado un notable servicio a la causa, mostrando hasta la evidencia la contradicción que existe entre dictadura y revolución.
El argumento principal que utilizan los defensores de la dictadura; que continúa llamándose dictadura del proletariado, pero que es más, en realidad -ahora ya todos lo admiten- la dictadura de los jefes de un partido sobre toda la población, el argumento principal, decía, es el de la necesidad de defender la revolución contra las tentativas internas de restauración burguesa y contra los ataques que vinieran de los gobiernos exteriores, si el proletariado de esos países no supiera tenerlos a raya haciendo, o amenazando al menos, con hacer él mismo la revolución, tan pronto como el ejército se viera empeñado en una guerra.
No hay duda que es menester defenderse, pero del sistema que se adopte dependerá en gran parte la suerte de la revolución. Que si para vivir se debiera renunciar a la razón y a los fines de la vida, si para defender la revolución se debiera renunciar a las conquistas que constituyen el fin primordial de la revolución misma, sería preferible entonces ser vencidos honorablemente y salvar las razones del porvenir, que vencer traicionando la propia causa.
Es menester asegurar la defensa interna destruyendo radicalmente todas las instituciones burguesas y haciendo imposible cualquier retorno al pasado.
Es vano querer defender al proletariado contra los burgueses, poniendo a éstos en condiciones de inferioridad política. Entre tanto haya hombres que poseen y hombres que no poseen, los que poseen terminarán siempre burlándose de las leyes, aun más, apenas desvanecidas las primeras agitaciones populares serán ellos quienes irán al poder y harán las leyes.
Vanas son también las medidas de policía, que pueden servir bien para oprimir, pero que no servirán jamás para libertar.
Vano, y peor que vano homicida, es el llamado terror revolucionario. Verdad es que es tan grande el odio, el justiciero odio, que los oprimidos encierran en su alma, son tantas las infamias cometidas por los gobiernos y por los señores, son tantos los ejemplos de ferocidad que vienen desde lo alto, tanto el desprecio de la vida y de los sufrimientos humanos que ostentan las clases dominantes, que no hay que maravillarse si la venganza popular en un día revolucionario se desata terrible e inexorable. Nosotros no nos escandalizaremos y no trataremos de refrenarla sino por la propaganda, pues el quererla frenar por cualquier otro procedimiento nos llevaría a la reacción. Pero es verdad, según nosotros, que el terror es un peligro y no ya una garantía de éxito para la revolución. El terror en general cae sobre los menos responsables; otorga valor a los peores elementos, a aquellos mismos que hubieran sido esbirros y verdugos bajo el viejo régimen y se sienten felices de poder desahogar, en nombre de la revolución, sus perversos instintos y de poder satisfacer sus sórdidos intereses.
Y esto si se trata del terror popular ejercido directamente por las masas contra sus opresores directos. Que si luego el terror ha de ser organizado por un centro, hecho por orden del gobierno y por medio de la policía y de los llamados tribunales revolucionarios, entonces sería el medio más seguro para matar la revolución y sería ejercido, más que para daño de los reaccionarios contra los amantes de la libertad que resistieran a las órdenes del nuevo gobierno y ofendieran a los intereses de los nuevos privilegiados.
A la defensa, al triunfo de la revolución se provee interesando a todos en su éxito, respetando la libertad de todos y quitando a todos no sólo el derecho, sino aún la posibilidad de explotar el trabajo de los demás.
No es necesario someter los burgueses a los proletarios, sino abolir la burguesía y el proletariado, asegurando a cada uno la posibilidad de trabajar como mejor quiera y colocando a todos, a todos los hombres aptos, en la imposibilidad de vivir sin trabajar.
Una revolución social, que después de haber vencido está aun en peligro de ser sobrepujada por la clase desposeída, es una revolución que se ha detenido en la mitad del camino, y para asegurarse la victoria no tiene más que seguir siempre adelante, siempre más hondo.
Queda aún el problema de la defensa contra el enemigo de afuera.
Una revolución que no quiera terminar bajo el talón de un soldado afortunado no puede defenderse más que por medio de milicias voluntarias, haciendo en modo tal que cada paso dado por los extranjeros sobre el territorio insurrecto los haga caer en una trampa, procurando ofrecer todas las ventajas posibles a los soldados mandados por la fuerza y tratando sin piedad a los oficiales enemigos que vengan voluntariamente. Hay que organizar lo mejor posible la acción militar; pero es esencial evitar que aquellos que se especializan en la lucha militar ejerzan, en cuanto militares, una influencia cualquiera sobre la vida civil de la población.
Nosotros no negamos que desde el punto de vista técnico cuanto más un ejército sea dirigido autoritariamente tanta mayor probabilidad tendrá de victoria y que la concentración de todos los poderes en las manos de uno solo -se comprende que este uno debe ser un genio militar- constituiría un gran elemento de éxito.
Pero la cuestión técnica sólo tiene una importancia secundaria; y si por no arriesgar una derrota de parte del extranjero debiéramos arriesgamos a matar nosotros mismos la revolución, serviríamos muy mal a la causa.
Que el ejemplo de Rusia sea útil a todos.
Dejarse colocar un freno en la esperanza de ser mejor guiados no puede conducir más que a la esclavitud.
Que todos los revolucionarios estudien el libro de Fabbri. Es necesario para estar bien preparados y evitar los errores en que han caído los rusos.
Enrique Malatesta. Roma, Julio de 1922.