La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

31 de mayo de 2008

Manifiesto de la CNT el 14 de abril de 1931

Manifestación, Madrid, 24 de abril de 2010 (Archivo La Alcarria Obrera)

Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se convirtieron en un plebiscito sobre la monarquía en España. La victoria de las candidaturas republicanas y socialistas en las grandes ciudades del país animó a los españoles a proclamar espontáneamente la República, bloqueando el intento de volver a la normalidad constitucional después de la Dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1930). La CNT, condenada a la clandestinidad por el dictador, había luchado por la libertad junto a militares, intelectuales y republicanos; pero cuando se optó por la vía electoral, ni apoyó las candidaturas progresistas ni quiso alianzas con la burguesía republicana. El 14 de abril acogió con esperanza a la República y advirtió de la necesidad de que el nuevo régimen contase con los trabajadores. No se le hizo casó, y la Segunda República española pereció. Reproducimos el manifiesto de la CNT de Cataluña que se distribuyó ese día por toda Barcelona.

Manifiesto del Comité Regional de la CNT el 14 de abril de 1931 al pueblo de Barcelona
Ha sido proclamada la República en España.
El Borbón ha tenido que dejar el poder.
Los Ayuntamientos, las Diputaciones, las oficinas de Correos y Telégrafos están en manos del pueblo.
Para afirmar estos hechos hemos de manifestamos en la calle.
No somos entusiastas de una República burguesa, pero no consentiremos una nueva dictadura.
El pueblo debe estar dispuesto para hacer frente a una posible reacción de las fuerzas armadas.
Si la República quiere, realmente, consolidarse, tendrá que tener en cuenta la organización de los trabajadores. Si no lo hace, perecerá.
Como primera condición exigimos la inmediata libertad de todos nuestros presos.
Después de esto, lo más importante de todo, pondremos otras condiciones.
La Confederación Regional de Trabajadores de Cataluña declara la huelga general y se atendrá, en sus actos, a la marcha de los acontecimientos.
Por la libertad de los presos.
Por la Revolución.
¡Viva la Confederación Nacional del Trabajo!

30 de mayo de 2008

No celebremos la Fiesta del Dos de Mayo

Conferencia de la Internacional en Madrid, La Ilustración, 30 de abril de 1871

El día 2 de mayo de 1808 el pueblo de Madrid, ante la cómplice indiferencia de la Corte y el ejército, se sublevó en lucha desigual contra las tropas napoleónicas que habían entrado en España por acuerdo del rey Carlos IV. Su sacrificio heroico, del que dio magnífica cuenta Francisco de Goya en su obra, dio paso a la Guerra de la Independencia, un conflicto fratricida que ensangrentó el país durante casi seis años y enfrentó a patriotas y afrancesados. Esta fecha fue para los liberales españoles una fiesta nacional, el cimiento sobre el que construir una nueva conciencia nacional. Pero en 1871 los trabajadores madrileños asociados en la Primera Internacional decidieron invitar a sus compañeros de clase a que derribasen los viejos prejuicios nacionalistas y no celebrasen una fiesta patriótica con sus explotadores, en coherente defensa de la fraternidad universal.

A los trabajadores de Madrid
La Fiesta del Dos de Mayo
Trabajadores: No celebremos la fiesta del Dos de Mayo.
Cuando todos los obreros del mundo se tienden fraternalmente la mano a través de los continentes y los mares, pensar en fiestas patrióticas, pensar en la eterna causa de nuestra desunión, es el mayor de los crímenes.
El patriotismo es una idea que tiende a separar a los pueblos entre sí, y a mantener constantemente el odio entre los hombres que, siendo hermanos, les hacen creer los tiranos y los explotadores que no lo son, porque se interpone entre ellos el profundo lecho de un río o las elevadas cumbres de una cordillera de montañas.
La idea de la patria es una idea mezquina, indigna de la robusta inteligencia de la clase trabajadora. ¡La patria! La patria del obrero es el taller; el taller de los hijos del trabajo es el mundo entero.
Cuando la tierra yacía bajo la dura planta de la barbarie y la ignorancia, la idea de la patria era el astro esplendoroso que iluminaba de cuando en cuando aquella larga noche de espesísimas tinieblas. Pero hoy, en los tiempos de las internacionales, la patria no tiene objeto alguno.
El patriotismo ha cumplido su misión; que descanse en paz en el panteón destinado a las ideas del pasado.
Desde que la tribu salvaje y vagabunda de la infancia de la humanidad descendió de la montaña a apoderarse de los frutos de la tribu laboriosa que habitaba en la llanura, hasta la época presente, no han cesado esa larga serie de invasiones que han producido hechos tan memorables como el paso de las Termópilas, la batalla de Roncesvalles, el Dos de Mayo y otros mil actos, en los cuales los vencedores de hoy han sido los vencidos de mañana. ¿Qué nación, qué provincia, qué pueblo, y en el pueblo qué barrio, que calle, y en la calle en qué casa no tendrán sus moradores que celebrar un triunfo alcanzado sobre sus vecinos, o llorar una derrota y un martirio ocasionado por los mismos?
Trabajadores: No vayáis al Dos de Mayo, porque es fácil que al lado de aquellas tumbas venerandas, cubiertas de laurel y siempre vivas, se levanten amenazadores los ensangrentados espectros de la raza americana sacrificada, destruida inhumanamente, a título de civilización, por nuestros antepasados los conquistadores del Nuevo Mundo. No vayáis al Dos de Mayo, porque es fácil que alrededor de aquellos gigantescos cipreses se encuentren vagando las víctimas que el fanatismo de nuestros padres hizo sacrificar en los Países Bajos y en la conquista de Italia. No vayáis al Dos de Mayo, adonde os impulsan a ir nuestros explotadores porque os embriagaréis de odio patriótico contra nuestros hermanos franceses, extranjeros en su patria como nosotros lo somos en la nuestra, gracias a la organización de la presente sociedad. Ellos no tienen la culpa de las víctimas causadas por los planes de un hombre ambicioso y cruel que cruzó Europa como un meteoro de fuego, no dejando en pos de sí más que lágrimas y sangre.
Todos los habitantes de este planeta que gira en el espacio infinito en unión de un número inconmensurable de mundos, son hermanos. Todas las ideas que se opongan a la libertad, igualdad y fraternidad de los hombres son injustas. El patriotismo, que se opone a la fraternidad de los pueblos es, pues, injusto.
Trabajadores: En nombre de la justicia, en nombre de la emancipación de la clase oprimida, en nombre de la Asociación Internacional de los Trabajadores, no celebréis la fiesta del Dos de Mayo.
Por la Sección Internacional de Madrid. El Comité.

27 de mayo de 2008

El anarquismo, de José Pérez y Pérez

Iglesia de San Felipe destruida por las bombas franquistas, Brihuega, marzo de 1937

José Pérez y Pérez fue un colaborador habitual de El Briocense, un semanario de vida breve que se publicó en Brihuega a principios del siglo XX. De fuertes convicciones católicas, José Pérez resumía con este poema titulado El anarquismo, publicado en ese periódico en el número correspondiente al 31 de marzo de 1907, su apasionada y visceral oposición al anarquismo, una corriente ideológica ante la que manifestaba su incomprensión y su terror; pocas veces se reflejó más claramente que en estos versos hasta qué punto los sueños de algunos son las pesadillas de otros. En noviembre de 1907 falleció, a los 32 años de edad, este poeta autodidacta que sólo publicó el libro Flores de la Alcarria, editado en 1906 en la Imprenta de Antero Concha. El movimiento libertario de Brihuega, que había arraigado con fuerza desde 1870 con una pionera sección local de la Primera Internacional, escribió en 1937 con el sindicato local de la CNT una de sus páginas más heroicas, derrotando al fascismo en la Batalla de Guadalajara.

Monstruo de iniquidad, vaso de horrores
de cólera infernal, lanza el rugido
y del odio saciando sus rencores,
pregonando sus múltiples errores
infama la razón del buen sentido.
Entregado a sus viles devaneos
burla el honor de la lealtad cristiana,
y en su atracción tirana,
criminales provoca sus deseos.
¡No hay blasón que respete!
¡No hay insignia que admire!
¡No hay virtud que no objete
ni tradición que el odio no le inspire!
Tronos, banderas, símbolos y altares,
con lógica sofística profana...
y escarneciendo la conciencia humana
de la impiedad descansa en los sillares.
¡No sabe dónde va con sus ideas!...
Su loco desenfreno
¡de la revolución prende las teas!
¡De nuestra sociedad nutre en el seno!
Y al calor de sus tristes libertades,
con instintos tiranos
mata con el culpado a sus hermanos.
No allá en las lides de su patria honrosa
salvar pretende del honor la valla
ni defender con maña valerosa
la libertad de su nación gloriosa
que en la miseria deplorable se halla.
Nuevo Nerón del pueblo corrompido,
tiene por ley la horrible dinamita,
y a todo su odio universal excita
como Caín del mundo maldecido.
Jamás un enemigo semejante
ningún juez en la vida ha condenado,
ningún pueblo le halló más repugnante
y ninguna ley vio mayor culpado.
Sociólogos impíos
trazaron su vereda inusitada,
pregonando sus torpes desvaríos
con su viril razón desenfrenada.
Y en la cátedra el libro, en el liceo
donde el obrero busca su recreo;
donde se presta gratis la lectura,
su efluvio pestilente allí satura.
Allí, sí, es donde nace el anarquismo,
hijo del ateísmo,
haciendo industria humana
de la ignorancia crasa del obrero
que al resplandor de su razón profana
le lleva como el manso al matadero.
Allí es donde la ciencia,
formulando los hechos,
no admite jerarquías, ni derechos
con libertad de imprenta y de conciencia,
y blasfema la suerte que le guía
llamando a la justicia tiranía.
Sin fe, sin ideal, sin patriotismo;
sólo por el temor su ley proclama,
se burla del honor, del heroísmo,
se mofa de los hechos de la fama,
y persigue la paz de los estados,
profana los lugares más sagrados
y es de los pueblos la incendiaria tea
infernal elemento,
nube fatal que hiere el sentimiento,
trueno su voz y tempestad su idea.