La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

20 de octubre de 2008

Marx y Bakunin, según Edward Hallet Carr

Edward Hallet Carr (1892-1982) es uno de los historiadores de los movimientos sociales más interesantes, tanto por su carácter pionero, pues publicó sus primeras obras en los años treinta del siglo pasado, como por la erudición que sustenta su obra, entre la que destacan los catorce tomos de su Historia de la Rusia soviética. Uno de sus libros más conocidos es el titulado Los exiliados románticos, en el que traza una biografía individual y colectiva de Mijaíl Bakunin, Alexander Herzen y Nikolai Ogarev. En el Epílogo de esta obra, escrita en 1933, muestra abiertamente su simpatía por Karl Marx y su desprecio por Mijaíl Bakunin, al que llega a reprochar no haberse muerto antes para mayor gloria del padre del socialismo científico. La realidad que se puso al descubierto con el hundimiento de la Unión Soviética es un ajuste de cuentas con el pretendido carácter científico del marxismo y con la visión de Carr de Marx y Bakunin.

La tragedia de Liza [Herzen] es una adecuada conclusión para la historia de los Exiliados Románticos. Seis meses más tarde, Bakunin, el en otro tiempo apodado «Liza mayor», murió en Berna, en la misma obstinada actitud, que mantuvo durante toda su vida, de negarse a aceptar un compromiso con la realidad. Un año más, y la muerte de Ogarev en Greenwich se llevó al último de aquella brillante generación de los años cuarenta que habían dejado a Rusia en la plenitud de su fe y su esperanza, y que ahora, treinta años después, yacían en dispersas e ignoradas sepulturas, en suelo francés, suizo o inglés. Antes de su muerte la corriente ya había barrido su pasado y los había dejado en la ribera tristes y desamparados, lejos de las principales corrientes del pensamiento contemporáneo. Es un lugar común decir que la generación de Herzen, Ogarev y Bakunin -como cualquier otra generación- fue una generación de transición; pero la transición por la que esta generación tuvo que pasar fue turbadoramente rápida, y los hombres, como Herzen y Bakunin, procedentes de un país cuyo acervo filosófico y cuyas formas contemporáneas de pensamiento a la moda llevaban un retraso de treinta años con respecto a los de Europa, se encontraron reemplazados mucho antes de haber completado la tarea asignada o de haber empezado a decaer sus facultades naturales. No pudieron disfrutar, como más afortunados profetas, de una vejez reverenciada y admirada. Otras voces arrastraban a sus discípulos mientras ellos aún seguían predicando su evangelio. La historia de los Exiliados Románticos acaba, apropiadamente, en tragedia y -peor aún- en tragedia teñida de futilidad, pero ellos tienen su lugar en la historia. A los cincuenta años de su muerte, la Revolución rusa honró a Herzen como a uno de sus más grandes precursores, dando su nombre a una de las principales vías de la capital, y, para admiración y ejemplo de la moderna juventud revolucionaria, le erigió un monumento, así como a Ogarev, en el recinto de la Unidad de Moscú.
Bakunin podía haber tenido -a no ser por una circunstancia- su justo lugar junto a ellos. Incluso, en justicia, podía haber reclamado un monumento más espléndido, pues Bakunin fue, incomparablemente, el mayor líder y agitador salido del movimiento revolucionario del siglo XIX. Pero cometió un error. Debía haber muerto, como Herzen, o refugiarse como Ogarev en el retiro y la decrepitud. De hecho, vivió para enfrentar sus debilitadas fuerzas contra el impulso de las nuevas generaciones y disputar a Karl Marx, en nombre del anarquismo romántico, el caudillaje de la revolución europea. En 1872 Marx provocó su expulsión de la Internacional y ello determinó su exclusión, para siempre, del santoral revolucionario. No se encuentra ningún monumento, ningún recuerdo de Bakunin dentro de los confines de la Unión Soviética.
La originalidad de la nueva doctrina revolucionaria de Marx no radica, como han pretendido sus pocos escrupulosos adversarios, en su carácter rapaz o destructivo -Proudhon ya había definido la propiedad como un robo y Bakunin fue, con mucho, más ardiente apóstol de la destrucción que Marx-, sino en la esencia misma de sus postulados.
Antes de Marx, la causa de la revolución había sido idealista y romántica, objeto de intuitivo y heroico impulso. Y Marx la hizo materialista y científica, objeto de deducción y frío razonamiento. Marx substituyó la metafísica por la economía, los filósofos y los poetas por los proletarios y los campesinos. Trajo a la teoría de la evolución política el mismo principio de metódica inevitabilidad que Darwin había introducido en la biología. Las teorías darwinista y marxista son estrictamente comparables en la severidad con que subordinan la naturaleza y la felicidad humanas al devenir de un principio científico. Y han demostrado ser los más importantes productos de la ciencia victoriana y los que han ejercido una mayor influencia.
Cuando Karl Marx substituyó a Herzen y Bakunin como la figura más prominente de la Europa revolucionaria, empezó realmente el amanecer de una nueva era. La incolora y respetable monotonía de la vida doméstica de Marx ya ofrece un sorprendente contraste con la abigarrada diversidad de la vida de los Exiliados Románticos. En éstos, el Romanticismo halló su postrera expresión; y aunque sobrevivió en Rusia un puñado de osados terroristas y en Europa otro de pintorescos anarquistas, el movimiento revolucionario adquirió, más y más, a medida que avanzaban los años, las serias, dogmáticas y realistas características de los últimos tiempos victorianos. Y con la persona de este típico savant victoriano, Karl Marx entró en una fase cuya vitalidad todavía no se ha agotado.

19 de octubre de 2008

Guadalajara y el Estatuto de Autonomía

Panfleto del Partido Carlista, Guadalajara, 1980 (Archivo La Alcarria Obrera)

La difícil reconstrucción del Partido Carlista, aún en la clandestinidad durante los primeros años de la Transición, también llegó a la provincia de Guadalajara. Claramente instalado en la izquierda y con una evidente base popular, el reconstruido carlismo alcarreño mostró una preocupación muy especial por el trabajo sindical y por la defensa del territorio provincial, que se puso de manifiesto con el proceso autonómico de la provincia, que no se sentía cómoda en la nueva región de Castilla-La Mancha y que no tenía peso específico para pretender ser una Comunidad uniprovincial, pero que temía quedar ahogada por su proximidad a Madrid. La Agrupación Provincial de Guadalajara del Partido Carlista hizo pública su posición el 3 de julio de 1979, en un artículo publicado por la prensa provincial y que aquí y ahora reproducimos. Con sorpresa se puede comprobar hoy en día el exacto cumplimiento de los más negros presagios de los carlistas alcarreños: nucleares, Trasvase, urbanización, autopista...

Guadalajara y el Estatuto de Autonomía: la alternativa de la Agrupación Provincial del Partido Carlista.
El inicio del proceso de regionalización, que tendrá como resultado la aprobación por el Pueblo y por las Cortes, de los Estatutos de Autonomía, unido en Guadalajara con algunos hechos recientes, deben de movernos a una reflexión sobre el futuro de nuestra provincia.
La Constitución ha reconocido una situación que durante 150 años denunció el Carlismo: España es una suma de pueblos suficientemente diferenciados, y con una cultura y una personalidad tan fuertes que el centralismo, patrocinado por la burguesía, no ha conseguido ahogar este sentimiento federalista.
Las movilizaciones populares han conseguido que ideologías y Partidos Políticos tradicionalmente centralistas, aceptasen llevar a la Constitución esta situación. Pero lo han hecho tímidamente: la Autodeterminación y el Federalismo no han sido reconocidos, y esta actitud se mantiene actualmente en la discusión parlamentaria que, de seguir así, va a dar a las nacionalidades y regiones unos Estatutos insuficientes, actitud especialmente grave en el de Gernika, por las condiciones del País Vasco.
Guadalajara se integra en este futuro autonómico en la región de Castilla-La Mancha, aún no definida y escasamente concienciada en el tema. Inútil es ya protestar por el método de integración de los alcarreños, es un hecho consumado.
Pero el escaso interés de los Partidos Políticos, Sindicatos, Organizaciones y de los castellano-manchegos en general, por alcanzar una Autonomía plena y al servicio de los intereses populares, van a dar posiblemente una Autonomía de tercera y un Estatuto modélicamente ineficaz.
Sin embargo Guadalajara estaba especialmente necesitada de un instrumento válido para su relanzamiento y necesario para su supervivencia; el Estatuto de Autonomía puede ser este instrumento que termine e con el papel tercermundista de nuestra provincia.
Veamos alguno de los problemas más graves de Guadalajara. El primero es, probablemente, el de la desertización. Actualmente nuestra densidad de población es comparable a la de países desérticos. Pero si aislamos la capital y su cinturón, nos encontramos con una provincia desierta, envejecida y en vías de desaparición a poco que se empeñe el Gran Capital.
Esta postración de los alcarreños facilita, por ejemplo, la nuclearización de una provincia excedentaria energéticamente gracias a sus embalses, y que no necesita para nada su desarrollo de los peligros y riesgos que la instalación de una Central Nuclear comporta. Este tema es ya suficientemente conocido y la lista se alarga cada año: Zorita, Trillo 1, Trillo 2, Almacén de Residuos Nucleares, Mina de Uranio en Mazarete…
Pero nuestra “exportación” no ha cesado aquí. También el agua ha tenido que emigrar, gracias al Trasvase Tajo-Segura, de dudosas compensaciones, y que ha trasladado el desarrollo agrícola a otras provincias. En otras zonas (Toledo, Cuenca) las protestas han abarcado desde la Diputación a movilizaciones populares. Pocas quejas se han oído en Guadalajara, y en esta misma línea Aragón, movilizado contra el Trasvase del Ebro, ya definitivamente archivado, es un ejemplo.
Ahora se intenta la construcción de una Autopista Madrid-Guadalajara, que se presenta como símbolo de riqueza y prosperidad. La otra cara de la moneda: aumento del desequilibrio provincial, medio de transporte en beneficio del capital, fomento del transporte individual, contaminante y despilfarrador, o el trazado inconveniente, no se presenta.
En “defensa” de este desarrollo provincial los tecnócratas y capitalistas se han sacado de la manga otro proyecto: la urbanización de la Sierra de Ayllón. En respuesta a la petición, también asumida por el Partido Carlista, de crear un Parque Natural en el Tajo, se prefiere destrozar uno de los macizos montañosos y forestales más interesantes: Ayllón. Las urbanizadoras que han destrozado la Sierra de Madrid, se han fijado ahora en Guadalajara.
Estos ardientes defensores del turismo no son, seguramente, los mismos que se preocupan de la situación actual de nuestros monumentos abandonados o en ruinas: Palacio de Pastrana, Capilla de Luis de Lucena, o de los definitivamente perdidos: Convento de las Carmelitas.
Solo las movilizaciones y campañas populares pueden terminar con esta situación, echar abajo estos proyectos antipopulares, solo un Estatuto de Autonomía amplio puede ser vehículo de una recuperación de Guadalajara y de toda la región castellano-manchega. Un Estatuto que no solucionará mágicamente nuestros problemas, pero que nos dará medios para hacerlo. Un Estatuto que defienda nuestra cultura (más amplia que los Coros y Danzas o los Castillos), que impida que el ahorro provincial se invierta en otras zonas del Estado Español, etc.
Es misión de todos conseguirlo, y obligación de todos los Partidos Políticos de la izquierda luchar por una autonomía popular, por un Estatuto útil que impida que el proceso de regionalización sea en Castilla-La Mancha un mero cambio de gobernantes, un aumento de la burocracia.
Guadalajara, 3 de Julio de 1979

16 de octubre de 2008

¡Alerta!, un artículo de Lucas Batanero

En su número del 29 de septiembre de 1889, publicaba El Atalaya de Guadalajara este artículo, escrito por Lucas Batanero Rojas, vecino de la localidad de Baides. Para entonces, los republicanos estaban perdiendo el monopolio político sobre la clase trabajadora de la provincia alcarreña y, a cambio, estaban organizando profesionalmente a otras clases y grupos sociales: agricultores, campesinos, maestros, funcionarios… Frente al cerrado clasismo del núcleo marxista de Guadalajara, que sólo atendía a los obreros industriales, los republicanos levantaban la bandera del pueblo, de las clases desfavorecidas a las que en este artículo se les hace un llamamiento fraternal. Esta actividad societaria de los republicanos les permitió alcanzar en la provincia alcarreña un amplio respaldo social y un nutrido apoyo electoral que les permitió amenazar el turnismo monárquico de la Restauración.

Desde que apareció a la luz pública El Atalaya de Guadalajara, tuvimos las clases rurales de la provincia algún consuelo y esperanza en medio de tantos y tan repetidos quebrantos que nos rodean, las de que había en la provincia una bandera, a cuya sombra nos agrupásemos los desgraciados hijos del campo, y un caudillo enérgico y decidido que sabe sustentarla con honra y con ardimiento.
Escasa es la edad periodística que alcanza el ya popular Atalaya; pero le ha bastado nacer para ser ya simpático y para contar con muchos devotos y partidarios, pues cuantos procedemos de las filas agrarias, sentimos una fuerza superior que nos impulsa a identificarnos con su programa y contribuir con nuestra escasa capacidad y elementos materiales a la consecución que persigue, a la rehabilitación y emancipación de esclavos blancos que se llaman agricultores.
A ello, pues, que las fuerzas se agotan, que la paciencia termina y que la respiración suspirosa sólo tiene alientos y energías para exclamar y repetir incesantemente: ¡tenemos hambre!, ¡nos falta el pan!, ¡aplacar la sed que sentimos de protección y justicia!
Y en tal situación, ¿es posible ver con calma que esa madre amorosa y fecunda llamada agricultura, vaya lentamente agonizando, como mañana acontecerá a las artes, las industrias y el comercio? No, ciertamente; investíguese el mal si es desconocido, estudiemos cada cual en su región y circunscripción las causas locales y generales que sostienen el estado de postración en que se encuentra la agricultura, y acudamos a las columnas de El Atalaya a consignar nuestras observaciones, ayudando con nuestro concurso a su digno director, a sus ilustrados redactores que aunque la forma sea deficiente, aunque el estilo resulte vulgar, nada importa, pues el labrador, el humilde hijo del campo no escribe para conseguir títulos y reputaciones de literato, sino para protestar del abandono en que se encuentra y del olvido a que les relegan las eminencias que rigen los destinos de la patria.
Vamos a terminar, dirigiendo una fraternal invitación a clases que son nuestros hermanos.
¡Labradores honrados que cosecháis como fruto de un año de rudos y penosos trabajos, la falta de pan para vuestros hijos, la sobra de impuestos y cargas del fisco, y la anemia y enfermedades que produce el trabajar mucho y comer poco y malo!
¡Compañeros de la clase médico-farmacéutica, que a turno diario encontráis desconocidos y hollados vuestros derechos, mermadas vuestras exiguas retribuciones; vosotros que tan de cerca apreciáis el estado de pobreza y desdicha en que se encuentran los pueblos, vosotros que muchas veces olvidáis que tenéis familia y sagradas obligaciones que cumplir para vaciar vuestro bolsillo en manos de la esposa afligida a fin de que aporte los recursos de primera necesidad, para la alimentación del enfermo padre de familia!
¡Magisterio noble, cuya sacrosanta y elevada misión recoge por fruto de sus desvelos el olvido y la miseria!
¡Secretarios humildes y laboriosos que como nadie conocéis la situación aflictiva e imposible de los pueblos, pues intervenís por exigencias del campo en el balance diario de su riqueza y sabéis que la columna del deber es interminable, y la del haber es nula!
Si es verdad que procedemos del pueblo, y al pueblo nos debemos; si es cierto que nos honramos con el trato y cariño de las clases agricultoras, demostrémoslo, sacudiendo el indiferentismo que todo lo mata y disponiéndonos a luchar como buenos; pues la lucha dignifica cuando se inicia por una buena causa.
Lúgubre aspecto presentan nuestros campos, tristes y oscuros los matices de nuestros destinos, pero en Guadalajara hay un adalid entusiasta, hay un periódico genuinamente regional, completamente alcarreño, que está con nosotros y por nosotros; ayudémosle en su empresa, y si él es nuestro paladín y defensor, seamos nosotros sus auxiliares y aliados, y de esta suerte llegaremos al fin, o sea a levantar algo la pesada cruz que abruma a los labradores de nuestra tierra.