La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

9 de abril de 2012

Anarquía y comunismo científico, de N. Bujarin

Los debates entre anarquistas y marxistas, y muy especialmente con los comunistas, han llenado miles de páginas y han consumido miles de horas de discusiones. Unos y otros han expuesto sus argumentos, aunque en líneas generales los marxistas acusaban a los anarquistas de irreales, de soñadores que nunca podrían construir una nueva sociedad, de utópicos promotores de un mundo de ficción que jamás podía ser real. Los marxistas, a cambio, oponían lo que se suponía que era un método científico, basado en el rigor y el orden. Estas son las ideas que subyacen en el texto de Nicolai Bujarin que ahora presentamos. No dejan de resultar chistosas algunas de sus afirmaciones; sobre todo cuando dice que en la dictadura del proletariado la violencia sólo se dirige contra la burguesía (clase social a la que Bujarin debía pertenecer sin saberlo cuando fue ejecutado por orden de Stalin) o la que dice que las expropiaciones organizadas hacen casi imposible la rapiña y el beneficio personal (como comprobó personalmente con los privilegios que como miembro de la nomenklatura disfrutó por pura casualidad).

ANARQUÍA Y COMUNISMO CIENTÍFICO
A la ruina económica, a la decadencia de la producción, le acompaña innegablemente la decadencia de la sana psicología proletaria; y todo esto tendiendo a degradar al proletariado a las condiciones de plebe andrajosa, y transformando singulares elementos obreros ya activamente productivos en individuos desclasados, crea un terreno más o menos favorable a las tendencias anarquistas. A todo esto habría que agregar que los social-demócratas han nublado y confundido el problema de la anarquía, adulterando a Marx. En consecuencia, creemos necesario trazar la línea que separa al comunismo científico, marxista, de las doctrinas anarquistas.
Comencemos por el "objetivo final" nuestro y por el de los anarquistas. Según el modo corriente de exponer este problema, comunismo y socialismo presuponen la conservación del Estado, mientras que la "anarquía" elimina el Estado. "Partidarios" del Estado y "adversarios" del Estado: así se indica habitualmente el "contraste" entre marxistas y anarquistas.
Es necesario reconocer que no sólo los anarquistas, sino también los socialdemócratas en gran parte, son responsables de una semejante definición del "contraste". Las charlas sobre el "Estado del porvenir" y el "Estado del pueblo" han tenido mucha difusión en el mundo de las ideas y en la fraseología de la democracia. Algunos partidos socialdemócratas se esfuerzan, más bien, en acentuar siempre en modo especial su carácter "estatal". "Nosotros somos los verdaderos representantes de la idea del Estado", era la frase de la social-democracia austríaca. Semejantes concepciones no eran difundidas solamente por el Partido austríaco: ellas tenían en cierto modo curso internacional y lo tienen todavía hoy. en la medida en que los viejos partidos no han sido aún definitivamente liquidados. Y sin embargo esta "sabiduría de Estado" no tiene nada en común con la doctrina comunista-revolucionaria de Marx.
El comunismo científico ve en el Estado la organización de la clase dominante, un instrumento de opresión y de violencia, y es por este criterio que no reconoce un "Estado del porvenir". En el futuro no habrá clases, no habrá ninguna opresión de clase, y por tanto ningún instrumento de esta opresión, ninguna violencia estatal. El "Estado sin clases" -concepto en torno al cual pierden la cabeza los socialdemócratas- es una contradicción en términos, un sin sentido, un término usado abusivamente, y si esta concepción forma el alimento espiritual de la socialdemocracia, los grandes revolucionarios Marx y Engels no tienen en verdad ninguna culpa.
La sociedad comunista es por lo tanto una sociedad sin Estado. Si es así -y es así sin duda- ¿en qué consiste en realidad la distinción entre anarquistas y comunistas marxistas? ¿Desaparece por tanto la distinción, al menos cuando se examina el problema de la sociedad futura y del "fin último"?
No, la distinción existe; pero ella se encuentra en otra dirección, y se la puede definir como distinción entre la producción centralizada en grandes haciendas y la pequeña producción descentralizada.
Nosotros los comunistas, creemos que la sociedad futura no sólo se debe liberar de la explotación del hombre, sino que debería conseguir la mayor independencia posible del hombre respecto a la naturaleza exterior, que redujera al mínimo "el tiempo de trabajo socialmente necesario", desarrollando al máximo las fuerzas productivas sociales y la misma productividad del trabajo social.
Por ello nuestro ideal es la producción centralizada y metódicamente organizada en grandes haciendas, y, en último análisis, la organización de la economía mundial entera. Los anarquistas en cambio dan la preferencia a un tipo de relación de producción completamente distinto: su ideal está constituido por pequeñas comunas, las cuales por su estructura no pueden gestionar ninguna gran hacienda, pero estrechan entre ellas "acuerdos" y se unen mediante una red de libres contrataciones. Está claro que tal sistema de producción desde el punto de vista económico es más similar al de las comunas medievales. que no al modo de producción que está destinado a sustituir al capitalista. Pero este sistema no es solamente retrógrado; es también utópico en grado sumo. La sociedad futura no se genera de la nada, ni la traerá un ángel hecha del cielo. Ella surge del seno de la vieja sociedad, de las relaciones creadas por el gigantesco aparato del capital financiero. Cualquier nuevo ordenamiento es posible y útil, sólo si se da un ulterior desarrollo a las fuerzas productivas del ordenamiento que está por desaparecer.
Un desarrollo ulterior de las fuerzas productivas es naturalmente pensable sólo como continuación de la tendencia a la centralización del proceso productivo, como una intensificada organización de la "administración de las cosas", la cual tome el puesto del desaparecido "ordenamiento de los hombres".
Ahora bien -responderán los anarquistas- la esencia del Estado consiste justamente en la centralización, y ya que vosotros conserváis la centralización de la producción, debéis conservar también el aparato estatal, el poder de la violencia; en definitiva las "relaciones autoritarias".
Esta respuesta es inexacta, porque presupone una concepción del Estado no científica, sino totalmente infantil, El Estado, precisamente como el capital, no es un objeto, sino una relación entre hombres, más exactamente, una relación entre las clases sociales. Es la relación de clase que hay entre quien domina y quien es dominado. La esencia del Estado consiste precisamente en esta relación.
Si esta relación cesa, el Estado deja de existir. Reconocer en la centralización un rasgo característico del Estado es cometer el mismo error de aquellos que consideran los medios de producción como capital. Los medios de producción se transforman en capital solamente cuando constituyen un monopolio en manos de una clase y sirven para la explotación de otra clase sobre la base del trabajo asalariado, es decir, cuando estos medios de producción expresan la relación social de la opresión y de la explotación económica de clase. Por sí mismos, los medios de producción son cosas admirables, son los instrumentos de lucha del hombre contra la naturaleza. Se comprende entonces que en la sociedad futura éstos no sólo no desaparecerán, sino que por primera vez ocuparán el lugar que les corresponde.
Sin embargo, ha habido un período de tiempo en el movimiento obrero en el cual los trabajadores no tenían todavía clara la diferencia entre la máquina, como medio de producción y la máquina como capital, esto es, como medio de opresión.
Y, no obstante, en aquel tiempo los obreros no tendían a eliminar la propiedad privada de las máquinas, sino a destruir las máquinas mismas, para retornar a los primitivos instrumentos de trabajo manuales.
Análoga a ésta es la posición que los anarquistas "que tienen una conciencia de clase" asumen con respecto a la centralización de la producción. Como ven que la centralización capitalista es un medio de opresión, en su simplicidad protestan contra toda centralización productiva en general: su infantil ingenuidad confunde la esencia de una cosa con su forma externa social e histórica.
Entonces, la distinción entre nosotros los comunistas y los anarquistas en lo referente a la sociedad burguesa, no está en que nosotros estemos por el Estado y ellos contra el Estado sino más bien en que nosotros estamos por la producción centralizada en grandes haciendas, aptas para desarrollar al máximo las fuerzas productivas mientras que los anarquistas están por una pequeña producción descentralizada, que no puede aumentar sino sólo disminuir el nivel de estas fuerzas productivas.
La segunda cuestión esencial que separa a los comunistas de los anarquistas es la actitud frente a la dictadura del proletariado. Entre el capitalismo y la "sociedad futura" hay un período entero de lucha de clases, el período en el cual serán desarraigados los últimos restos de la sociedad burguesa y se rechazarán los ataques de clase provocados por la burguesía -que ya ha caído, pero que todavía se resiste-. La experiencia de la Revolución de Octubre ha demostrado que la burguesía, inclusive después de ser puesta "con la espalda contra el suelo", usa todavía de los medios que le quedan para luchar contra los obreros, y que en último término se apoya en la reacción internacional, de tal modo que la victoria final de los obreros sólo será posible cuando el proletariado haya liberado a todo el mundo de la canalla capitalista, y haya sofocada completamente a la burguesía.
Por ello, es del todo natural que el proletariado se sirva de una organización para su lucha. Cuanto más vasta, fuerte y sólida sea esa organización, tanto más rápidamente se alcanzará la victoria final. Tal organización transitoria es el Estado proletario, el poder y el dominio de los obreros su dictadura.
Como todo poder, también el poder de los proletarios es una violencia organizada. Como todo Estado, también el Estado proletario es un instrumento de opresión. No es necesario sin embargo tratar de manera tan formal la cuestión de la violencia. Tal sería el modo de concebir de un buen cristiano, de un tolstoyano, pero no de un revolucionario. Al pronunciarse sobre la cuestión de la violencia en sentido afirmativo o negativo, es necesario ver contra quién es empleada la violencia. Revolución y contrarrevolución son en igual medida actos de violencia, pero desistir por este motivo de la revolución sería una tontería.
El mismo planteamiento se puede hacer para la cuestión del poder y la violencia autoritaria del proletariado. Esta violencia es por cierto un medio de opresión, pero usado contra la burguesía. Ello implica un sistema de represalias, pero también estas represalias van a su vez dirigidas contra la burguesía. Cuando la lucha de clases llega al punto de máxima tensión y se convierte en guerra civil, no se puede estar hablando de la libertad individual, sino que se debe hablar de la necesidad de reprimir sistemáticamente a la clase explotadora.
El proletariado debe escoger entre dos cosas: o aplastar de modo definitivo a la burguesía derrotada y defenderse de sus aliados internacionales, o no hacerlo. En el primer caso debe organizar este trabajo, conducirlo de modo sistemático, extenderlo hasta donde lleguen sus fuerzas. Para hacer esto el proletariado necesita a toda costa una fuerza organizada. Esta fuerza es el poder estatal del proletariado.
Las diferencias de clase no se borran del mundo con un trazo de pluma. La burguesía no desaparece como clase después de haber perdido el poder político. De igual modo, el proletariado es siempre proletariado, incluso después de su victoria.
Sin embargo, éste ya ha tomado su posición de clase dominante. Debe mantener esta posición o fundirse de inmediato con la masa restante, que le es profundamente hostil. Así se presenta históricamente el problema y no puede ser resuelto de dos maneras distintas. La única solución es ésta: como fuerza propulsora de la revolución, el proletariado tiene el deber de mantener su posición de dominador hasta que haya logrado convertir a su imagen a las demás clases. Entonces -y sólo entonces-, el proletariado deshace su organización estatal y el Estado "se extingue".
Con respecto a este período de transición, los anarquistas asumen una posición distinta, y la diferencia entre nosotros y ellos se resuelve efectivamente en el estar por o contra el Estado común proletario, por o contra la dictadura del proletariado.
Todo poder, más bien el poder general, es para los anarquistas inaceptable en cualquier circunstancia, porque es una opresión, incluso si se ejerce contra la burguesía. Por esto en el actual período de desarrollo de la revolución, los anarquistas se unen a la burguesía y a los partidos colaboracionistas en el lanzar gritos contra el poder del proletariado. Cuando los anarquistas gritan contra el poder del proletariado cesan de ser los "izquierdistas" o los "radicales" como habitualmente son llamados; al contrario, se convierten en malos revolucionarios, que no quieren dirigir contra la burguesía una lucha de masas organizada y sistemática. Renunciando a la dictadura del proletariado, se privan del arma más válida para la lucha; combatiendo contra esta dictadura desorganizan las fuerzas del proletariado, le arrancan el arma de las manos y, objetivamente, prestan ayuda a la burguesía y a los social-traidores, agentes de ésta.
El concepto fundamental que explica la posición de los anarquistas frente a la cuestión de la sociedad futura y su actitud ante la dictadura del proletariado es fácilmente detectable: consiste en su aversión -por así decir de principio-, al método de la acción de masas sistemática y organizada.
De la teoría anarquista se deduce que el anarquista consecuente debe ser contrario al poder soviético y combatirlo. Pero dado que tal actitud seda evidentemente absurda para los obreros y campesinos, no hay muchos anarquistas que extraigan esta consecuencia de sus postulados, sino más bien al contrario, hay anarquistas plenamente satisfechos de sentarse en el órgano supremo legislativo y ejecutivo del poder estatal del proletariado, es decir, en el Comité Ejecutivo Central del Soviet.
Es evidente que ésta es una contradicción un abandono del genuino punto de vista anarquista. Pero se entiende que los anarquistas no puedan tener un especial amor por los Soviets. En el mejor de los casos solamente "los aprovechan" y están siempre dispuestos a desorganizarlos. De este planteamiento surge otra diferencia práctica bastante profunda: para nosotros la tarea principal consiste en dar una base lo más amplia posible al poder de las organizaciones proletarias de masas -a los Consejos Obreros-, en reforzarlos y en organizarlos; mientras que los anarquistas deben impedir conscientemente este trabajo.
También son profundamente divergentes nuestros caminos en el terreno de la praxis económica durante el período de la dictadura del proletariado. La condición fundamental para la victoria económica sobre el capitalismo consiste en evitar que la "expropiación de los expropiadores" no degenere en un reparto, aunque sea en partes iguales. Toda repartición produce pequeños propietarios, pero de la pequeña propiedad resurge la gran propiedad capitalista, y así la repartición de la posesión de los ricos lleva necesariamente al renacimiento de la misma clase de "ricos".
La tarea de la clase obrera no consiste en efectuar una repartición favorable a la pequeña burguesía y él la plebe harapienta, sino en la sistemática y organizada utilización social y colectiva de los medios de producción a expropiar', y esto, a su vez, solamente es posible en el caso en que la expropiación sea llevada a término de modo orgánico, bajo el control de las instituciones proletarias; en caso contrario la expropiación adquiere un carácter abiertamente desorganizador y fácilmente degenera en una simple "apropiación" por parte de personas privadas de aquello que debería ser propiedad social.
La sociedad rusa -y especialmente la industria y la producción agrícola-, atraviesan por un período de crisis y ruina total. No sólo la evidente destrucción de las fuerzas productivas, sino también la colosal desorganización de todo el aparato económico son la causa de estas dificultades tremendas. Por ello los obreros se deben preocupar, ahora más que nunca, de hacer exactamente el inventario y el control de todos los medios de producción, casas, productos de consumo requisados, etc. Un control semejante sólo es posible en el caso de que la expropiación se cumpla no por personas o grupos privados, sino por los órganos del poder proletario.
Expresamente no hemos polemizado con los anarquistas como si ellos fueran delincuentes, criminales, bandidos, etc. Para los obreros lo importante es comprender lo pernicioso de su doctrina, de la cual se deduce una praxis dañina.
El centro de la argumentación no puede consistir en una polémica superficial. Pero todo lo que se ha dicho hasta ahora explica por sí mismo por qué son justamente los grupos anarquistas quienes generan rápidamente grupos de "expropiadores" que expropian para sus propios bolsillos y por qué la delincuencia se reúne en torno a los anarquistas mismos.
Siempre y por todas partes se encuentran elementos turbios que explotan la revolución con fines de enriquecimiento personal. Pero donde la expropiación actúa, bajo el control de organismos de masas es mucho más difícil que se dé la situación de lucro personal.
En cambio, cuando por razones de principio se evita tomar parte en acciones de masas organizadas, y se sustituye a éstas por acciones de grupos libres "que deciden por sí mismos", "autónoma e independientemente", se crea el mejor terreno para "expropiaciones" tales que no se diferencian teórica ni prácticamente de las gestas de un vulgar salteador callejero.
El lado peligroso de las expropiaciones individuales, de las confiscaciones, etc., no consiste sólo en el hecho de que frenan la creación de un aparato de producción, distribución y control; sino que consiste también en el hecho de que estos actos desmoralizan completamente y restan conciencia de clase a los hombres mismos que los cumplen, los desacostumbran del trabajo común con los compañeros y de las exigencias de la voluntad colectiva, y sustituyen estos sentimientos por el arbitrio de un grupo singular o inclusive de un singular "individuo libre".
La Revolución obrera tiene dos vertientes: la de la destrucción y la de la creación o reconstrucción. El lado destructivo se revela sobre todo en la destrucción del Estado burgués. Los oportunistas socialdemócratas afirman que la conquista del poder por parte del proletariado no significa en absoluto la destrucción del Estado capitalista; pero una "conquista" semejante existe sólo en la cabeza de algunos individuos. En realidad la conquista del poder por parte de los obreros no puede realizarse más que destruyendo el poder de la burguesía.
En esta obra de destrucción del Estado burgués los anarquistas pueden cumplir un trabajo positivo, pero son orgánicamente incapaces de crear un "mundo nuevo"; y por otra parte, después de la conquista del poder por parte del proletariado, cuando el trabajo más urgente es el de construir el socialismo, entonces los anarquistas cumplen una misión casi exclusivamente negativa, perturbando esta construcción con sus salvajes y desorganizadoras acciones.
Comunismo y revolución comunista, he aquí la causa del proletariado, de la clase activamente productiva, por el mecanismo de la gran producción. Todos los otros estratos de las clases pobres pueden volverse agentes de la Revolución comunista sólo en cuanto se pongan a la retaguardia del proletariado.
La anarquía no es la ideología del proletariado, sino la de los grupos que están desclasados, inactivos, separados de todo trabajo productivo: es la ideología de una plebe de mendigos ("Iumpenproletariado") categoría que se recluta entre proletarios, burgueses arruinados, intelectuales decadentes, campesinos rechazados de su familia y empobrecidos; un conjunto de gente que no es capaz de crear nada nuevo, ningún valor, sino solamente de apropiarse de aquello de lo que se han adueñado mediante las "confiscaciones". Este es el fenómeno social de la anarquía.
La anarquía es el producto de la desintegración de la sociedad capitalista. La característica de esta miseria la provoca la disolución de los vínculos sociales, la transformación de gente que en un tiempo era miembro de una clase en "individuos" atomizados, que no dependen ya de clase alguna, que existen para "sí mismos", que no trabajan y que para conservar su individualismo no se subordinan a ninguna organización. Esto es la miseria producida por el bárbaro régimen capitalista.
Entonces, una clase tan sana como la de los proletarios no puede dejarse infectar por la anarquía. Sólo en caso de disgregación de la misma clase obrera puede emerger a uno de sus polos la anarquía, como síntoma de enfermedad. Y la clase obrera, luchando contra su disolución económica, debe también luchar contra su disolución ideológica, producto de la cual es la anarquía.

5 de abril de 2012

Manifiesto republicano de Utrera

La proclamación de la Segunda República, el 14 de abril de 1931, ha oscurecido la larga travesía del desierto que los republicanos vivieron desde sus fugaces éxitos políticos en los años del cambio de siglo. Hoy traemos a La Alcarria Obrera el manifiesto que la candidatura republicana presentó en las elecciones municipales de febrero de 1920 en la localidad andaluza de Utrera. En el tercer distrito utrerano la lista republicana estaba formada por Luis Berruti Ruiz, obrero ferroviario, y por Julio González Tirado, labrador, que fue alcalde de esa ciudad en abril de 1931 y que pagó con su vida la defensa de sus ideas en 1936. Al evidente interés por las palabras de un personaje como Julio González Tirado, se une el incentivo de conocer manifiestos políticos municipales, que por su carácter localista son menos conocidos y, en la mayoría de los casos, se han perdido.
Manifiesto de la candidatura republicana de Utrera, 1920 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
Aunque milito en un partido político cuyo ideario tiende a la transformación del estado social presente, y como consecuencia a la desaparición de aquellas instituciones que hacen a los pueblos y a los hombres esclavos en todos los aspectos de la vida humana, y para que esta transformación se verifique, siempre he creído en la preferencia de otros procedimientos he aquí que me veo obligado por infinidad de circunstancias de índole local, ideológico y de disciplina a presentarme candidato a concejal en las próximas elecciones municipales por este distrito en unión de mi querido compañero de candidatura obrero ferroviario, trabajador, inteligente, honrado, D. Luis Berruti Ruiz.
Es costumbre en luchas electorales, pedir y conquistar votos, adular a los electores, tratándoles hipócritamente como hermanos por los aspirantes de actas; comprometer a votar, comprar las conciencias y someter las voluntades faltas de energías y de espíritu rebelde y ofrecer lo creado y lo no creado durante el periodo electoral pero mi carácter, mi modo de ser, mi temperamento no se adapta a esas operaciones generalmente propias de la ambición bastarda y el deseo de satisfacer una vanidad ridícula.
No, yo no soy partidario de esos procedimientos. Hay que respetar la conciencia de los ciudadanos y nadie debe procurar penetrar en el sagrado de su recinto y de sus dictados.
Quien haga lo contrario engendra el odio, la ignorancia, la tiranía, la prostitución, el vicio, porque con ello se opone a la corriente serena y evolutiva de la transformación social, cuya actitud trae como consecuencia las revueltas y las revoluciones justificadas de los oprimidos y que desgraciadamente pocas veces son bien encauzadas.
El objeto de este manifiesto es dar a conocer a los electores de este distrito mi decisión de ir a la próxima lucha electoral
¿Mi programa?, ¿mis propósitos? Voy a repetirlo publicando un articulo insertado en las columnas de Utrera Nueva en 1916 titulado “Ideal Utrerano”.
Dice aquel artículo:
“Cuando el pensamiento me lleva a meditar sobre la suerte y designios de esta noble ciudad, siento impulsos y sentimientos quijotescos y románticos…
Discurramos hoy sobre su porvenir y hagamos algunas consideraciones, siquiera sea de meramente de su personalidad moral y material que al parecer adolecen de incurables defectos, pero que entrando a analizar sus infinitas manifestaciones, se ve que está dotada de virtudes dignas de mayor encomio.
Esta ciudad de alma grande y de espíritu creador, es susceptible y capaz de realizar inmensas transformaciones en su vida social, progresiva y reivindicadora. Es verdad que sufre algunas graves enfermedades morales. La indolencia, el escepticismo y el abandono de muchos de los más importantes derechos cívicos. Y por ser así ha consentido que sus destinos hayan venido siendo dirigidos por personas que ni les asistía el derecho a la dirección ni sabían poner en su obra el sacrificio exigido de propios sentimientos políticos en aras de la prosperidad de todos los elementos e intereses de la población. Y este estado de cosas ha traído como consecuencia lógica que todas las manifestaciones de la localidad, unas más y otras menos, hayan venido sufriendo reveses en su vida material y su decaimiento y debilidad moral y espiritual, las cuales desorientan y apagan la fe de regeneración, tanto en las colectividades como en los individuos.
Pero todo eso se podrá conceptuar de ese modo; pero jamás se puede con tal motivo, decir que este es un pueblo irredento. Su espíritu hace constantes manifestaciones, en muchos aspectos de la vida social, que da a conocer sus grandes virtudes, capaces de realizar su mayor fortalecimiento material y espiritual. Lo que ha faltado en este pueblo son espíritus cívicos y hombres amantes de la justicia, capaces de dirigir, orientar y encauzar todas sus buenas condiciones y cualidades, con lo cual hubiese llegado a tener su absoluto y verdadero concepto, el que merece por sus infinitas circunstancias a cual más favorables a su vida municipal y social.
¿Para qué más pruebas que vengan a corroborar y confirmar mis asertos sobre la vida general de este pueblo, que las manifestaciones tan considerables de su vida comercial, industrial y agrícola; sus distintas y numerosas comunicaciones y relaciones con infinidad de pueblos y mercados, centros de enseñanza, asociaciones económicas y sociales, que a pesar de su decaimiento y desorganización casi todas debidas al poco espíritu y educación social, dan señales de vida? Además, su posición geográfica y el aumento de población, etc., etc. Y como consecuencia de todo eso, su producción agrícola de cereales, ganadería, aceite de oliva, etc., son considerables, y asimismo sus numerosas e importantes fábricas, constantemente funcionando y cuyas operaciones respectivas son extraordinariamente importantes. ¿Todo eso no significa que este es un pueblo activo, trabajador, inteligente y de condiciones admirables?
Ahora bien; toda esa vida tan vigorosa y útil, en su desarrollo y funcionamiento ha venido tropezando con muchísimas dificultades y obstáculos por parte de la administración pública Municipal. (Ya se hablará del actual Ayuntamiento, de sus gestiones preliminares y sus propósitos), cuyos organismos y servicios han venido funcionando de una manera injusta y equivocadamente, contra los intereses materiales y morales de directores y dirigidos; pero es muy posible que todos estos errores fatídicos y deficiencias administrativas municipales se corrijan, deben de corregirse lo más pronto posible de un modo ordenado y justo.
Está claro que para todo eso se necesita una orientación, un plan o programa local, que muy bien pudiéramos denominar “el ideal utrerano” consistente en el fortalecimiento de la conciencia colectiva municipal, despertando el patriotismo de este orden. Defensa, reconstitución, pavimentación, alcantarillado y conservación de las calles, vigilancia perfectamente organizada y retribuida, tanto la del campo como la de la población, higiene, saneamiento, ornato y embellecimiento de la ciudad; fuentes y abrevaderos públicos con agua abundante y corriente (permanentes a ser posible); luz pública, toda la que se pueda; plantación de árboles cuanto más mejor; beneficencia, pero beneficencia de verdad y para los que realmente esté indicada; instrucción popular, paseos y jardines bien arreglados y espléndidos. Todo esto bien ordenado, cuidado y dirigido.
Verdadera justicia y equidad en los impuestos y recargos municipales; disminución del exceso de empleomanía, perjudicial a los intereses generales del pueblo. En fin, lo que se llama una verdadera administración municipal, moralizadora y digna de aplauso.
Llevar al convencimiento del pueblo, por la persuasión y la conveniencia, bajo todo aspecto de la vida social, de que desaparezcan casi todos aquellos lugares donde el alcoholismo y la prostitución toman caracteres exagerados y repugnantes, contrarios a la salud y la moral y asimismo los numerosos casinitos o tertulias donde solo se pasa el tiempo murmurando y haciendo chistes picarescos.
Y en el lugar de todo esto, crear verdaderas asociaciones con fines prácticos y positivos, cada cual con su objetivo peculiar y en perfecta armonía con todos aquellos puntos comunes a sus intereses colectivos e individuales. Esto es, los elementos trabajadores jornaleros, organizarse por gremios y éstos a su vez unirse por estrechos vínculos de federación y solidaridad, fundar, crear o construir una verdadera casa social, con amplios salones destinados a solaz, a escuelas y conferencias instructivas de ciencia económica y sociales, etc., y para deliberar y discutir con serenidad y razonamiento la defensa de sus intereses generales como trabajadores y como ciudadanos.
De la misma manera, consistiendo y predominando en este pueblo la vida agrícola, nada más lógico y racional, que crear un Centro, Cámara o cualquiera otra asociación de carácter eminentemente agrícola, cuya organización y objetivo fuesen tendentes al fomento y el desarrollo de todas las manifestaciones naturales y relacionadas con la agronomía y a la defensa económica y social de todos sus intereses, y por este orden, el comercio y la industria fortaleciendo y propagando su organización actual, procurando así conseguir y llenar sus verdaderos fines, cuya afirmación será la garantía de su personalidad social, material y moral. Asimismo, crear toda clase de entidades de cultura encaminadas a ilustrar al pueblo en todas aquellas creencias que más se adapten y convengan a los intereses inherentes de la localidad y demás conocimientos favorables a la personalidad humana.
Y por último, cuando el espíritu y la conciencia del pueblo, esté fortalecido y orientado perfectamente en esos casos, entonces, será el momento oportuno de esperar a conseguir otras reivindicaciones de carácter de vida local, consistente en fórmulas y doctrinas económicas, sociales y políticas afectas a su vida íntima colectiva municipal e individual.
¡Admirable! ¡Es un bello ideal! Pero para recorrer todo ese camino me objetarán, se necesitan medios económicos, voluntades de Hércules, sentir, en fin, exaltado amor por el engrandecimiento material y espiritual de la patria chica. Así es en efecto; pero ya he dicho y me ratifico en ello que el espíritu, el alma de esta ciudad está adornada con grandes dotes de virtualidad indiscutible para toda clase de transformaciones progresivas y tendentes a su mayor florecimiento en casi todos los órdenes de la vida social y humana.
Basta para la realización de esta obra grandiosa que los organismos de la vida municipal y demás entidades, sean dirigidos y administrados por ciudadanos voluntariosos y con aptitudes (afortunadamente creo que de ellos no carecemos) y de buen sentido moral en sus propósitos. Todos los mencionados elementos y organismos coadyuvan aunados para dichos fines, existiendo entre ellos verdadera armonía en todas aquellas cuestiones de común interés y de beneficio colectivo e individual. De este estado de buen juicio y de resurgimiento, brotarían iniciativas colectivas e individuales cuyas iniciativas, después de pasar por el crisol de la discusión y aceptadas como útiles, entrarían a formar parte con los asuntos de la vida social y local. Y así se llegaría a despertar el ingenio y el estímulo colectivo e individual de este pueblo, procurando por todos los medios que estuvieran a su alcance hacerse digno del noble y elevado titulo de buen utrerano, cuyos actos y obras jamás olvidarían las generaciones futuras y al mismo tiempo, honrarían la memoria de todos aquellos patrio tas que en el pasado se esforzaron y sacrificaron por consagrar sus amores a la glorificación perpetua de esta su ciudad querida”.
Estas son las orientaciones o pro grama que se debiera desarrollar en esta ciudad, programa que está en la conciencia de todos los buenos utrerenses, prescindiendo de toda clase de egoísmos y pasiones, que solo producen venganzas y odios propios de cafres y de almas ruines, pues los ciudadanos que ejercen cargos públicos o representaciones colectivas, deben de estar inspirados en la razón y la justicia, sin distinción de sus creencias religiosas políticas y sociales. Para él no debe haber enemigos ni amigos en la distribución de la equidad, sino ciudadanos que luchan en la vida, dignamente con arreglo a sus facultades y necesidades.
Bien poco he hecho como representado en pro de esta ciudad. Sobre lo expuesto y si llegara a ser representante a nada me comprometo, pues mis facultades son muy limitadas para ello, pero comprendo que esa es la labor que se debe emprender en todo Municipio que quiera elevar sus intereses espirituales, morales y materiales.
Solo ofrezco mi voluntad decidida y mi amor sincero a la ciudad.
¡Utreranosl Votad a quien queráis y después allá con la responsabilidad de vuestros actos si son malos y si son buenos, que vuestras familias y la sociedad os lo premie con los honores del respeto y la consideración.
Vuestro y de la causa de la Ciudad.
Julio González Tirado.
Utrera, 3 de febrero de 1920.

31 de marzo de 2012

Informe sobre la Quinta Columna en Guadalajara

Durante la Guerra Civil el evidente enfrentamiento político y social se vio salpicado por disputas y rencillas personales, lo que hace difícil, en muchas ocasiones, diferenciar las acusaciones fundadas de colaboración con el enemigo, a uno y otro lado de las trincheras, con las denuncias interesadas, o sencillamente falsas. Del mismo modo, al acabar el conflicto armado las investigaciones practicadas para confeccionar la llamada Causa General están contaminadas por las exageraciones o tergiversaciones de los vencedores. Es por eso por lo que estos documentos siempre deben ser leídos con espíritu crítico y poniendo en cuarentena sus afirmaciones, algunas de especial gravedad. Pero creemos que, setenta y cinco años después de aquellos hechos, es hora de dar a conocer alguno de esos documentos. Por eso reproducimos textualmente, con modificaciones menores en la puntuación para facilitar su lectura, un documento relativo a la actividad de simpatizantes franquistas en la Guadalajara leal que está encabezado por el expresivo título de “Informe Político de la 5ª Columna” y que se encuentra en el Archivo de la Guerra Civil de Salamanca, en su Sección Político-Social de Madrid y con el número de legajo 405.1.

INFORME POLÍTICO DE LA 5ª COLUMNA
Antecedentes políticos de enemigos de la causa antifascista en Guadalajara.
Comisaría de Vigilancia Joaquín García, Comisario de Vigilancia de Guadalajara; llegó a esta capital después del 14 de abril de 1936; venía conceptuado como reaccionario; el día 21 de julio de la sublevación fascista, aquí; fue detenido el primer momento como todas las autoridades de la República; y después de dominada la sublevación, se incorporó a su destino, manifestando que había podido fugarse e irse al campo para esconderse por unos trigales, donde había permanecido hasta la sofocación del movimiento subversivo; lo cierto es, que nadie lo ha visto, cosa inexplicable en una población pequeña como Guadalajara y que efectivamente le sacaron a las dos horas de haberle detenido del calabozo de globos donde estaba con los leales al régimen “para informes Federico Tejero, de Hacienda, Riaza veterinario, y el capitán Rubio, de la Guardia Nacional”; y por tanto se cree que es una patraña para justificar el que los fascistas le hayan puesto en libertad, al comprobar que era uno del fascio y complicado; por el mes de Agosto intervino en Taracena en una comida que se celebró con la oficialidad de la columna; y parece ser que se embriagó e hizo manifestaciones sospechosas. Estando de Gobernador interino Cañadas Antonio fue detenido, y por su crisis de excitación luego puesto en libertad; esto con motivo de haberle acusado en su declaración un agente de policía detenido como complicado en la cárcel Militar “desaparecido en el bombardeo”.
Hospital Militar de Guadalajara. Pedro Sanz Vázquez, Médico de la Beneficencia Provincial, antiguo Director del Hospital Civil Provincial, hoy transformado en Hospital Militar de Sanidad; afiliado y organizador de la Hermandad de San Cosme y San Damián, en Guadalajara en el año 1935, en colaboración con el médico Castán “ya desaparecido”, organización de tipo fascista y rama de Acción Popular; Sanz Vázquez desempeña actualmente el cargo de Jefe del 2º Equipo Quirúrgico del citado Hospital, sin pertenecer a Sanidad Militar; votó siempre a las derechas reaccionarias en 1.931, 1.933 y en 1.936 el 16 de febrero; es yerno de Boyxareu, sujeto residente en esta capital complicado en el movimiento subversivo porque facilitó su automóvil al Gobernador fascista Valenzuela, y que actualmente utiliza el Comité Provincial del Frente Popular; y tenía un ayudante directivo de Falange Española, el practicante Roberto González “desaparecido”; en el Hospital hizo alardes fascistas delante de algunos enfermos, difamando a la República, “preguntar a la compañera de V. Relaño, camarada Isabel, de cuando estuvo enferma en el citado Hospital"; organizó en el casino de Guadalajara un banquete en 1.935 en honor de los directivos de la Hermandad de San Cosme y San Damián, con asistencia de Bermejillo, Subsecretario de Sanidad de la CEDA, y hasta de un diputado canónigo que bendijo la mesa, a raíz de una conferencia que pronunció en el citado Hospital el Catedrático Enríquez de Salamanca de la CEDA.
Isidoro Martínez. Médico agregado al citado Hospital; fue sancionado por el Ayuntamiento de esta capital por desafecto al régimen, destituyéndole de la plaza de Tocólogo municipal; perteneció a la Hermandad mencionada y es de ideología fascista.
Luis Sánchez López, médico de la Beneficencia provincial, de la Sala de Medicina General del citado Hospital; perteneció a la citada Hermandad; propagandista del fascio en sus conversaciones y propagador de bulos; y algo morfinómano.
Propuesta de sanciones: En este Hospital de Sanidad Militar existe un probable foco de espionaje [que] interesa desarticularlo. Primera medida, proceder a la expulsión de estos tres médicos civiles del citado Hospital; Pedro Sanz Vázquez Médico de la B[eneficencia] Provincial, ejerce de Jefe del 2º Grupo Quirúrgico; Luis Sánchez López, Médico de la B[eneficencia] Provincial, de la Sala de Medicina General; Isidoro Martínez, Médico Civil agregado a los servicios del citado Hospital. La cesantía de los dos primeros debe acordarla el Consejo Provincial del Frente Popular, que preside el Gobernador Civil, y también procede procurar la sustitución de Sanz Vázquez, trasladando a este Hospital a un nuevo Médico Cirujano Militar o Militarizado  de Madrid o Valencia “de varios que hay con motivo de la reorganización del escalafón de Sanidad Militar”, para Jefe del 2º Grupo Quirúrgico del Hospital. De la actual actuación de Sanz Vázquez, se quejan de malas curas los de la Brigada Internacional y algunos milicianos nuestros, que después de dados de alta y quejándose de dolores, al verles a los Rayos X se les ha encontrado trozos de metralla. Estos tres médicos deben ser destinados y por necesidades de servicio por disposición gubernativa con el fin de alejarles de la capital.
Servicio de Maternidad. Manuel Pardo, fue siempre un cacique sanitario de la provincia, al servicio del romanonismo; es Médico-Director de la Maternidad de Guadalajara; procede de Fuentelahiguera; cuando la Dictadura ejerció el cargo de Alcalde de esta capital, es de filiación monárquica; votó a las derechas reaccionarias en 1931, 1933 y en el 16 de febrero de 1936. Se le instruyó un expediente en el año de 1932 por la Gestora republicano-socialista por sus inmoralidades de gestión, haciéndole responsable de muchas defunciones de niños en la Inclusa por abandono de asistencia facultativa, con suspensión de empleo y sueldo; pero vinieron las derechas reaccionarias en 1933 y le dieron carpetazo al citado expediente, que quedó sin sancionar. Ejerció la presidencia del Colegio de Médicos durante 11 años, hasta el 18 de julio en que fue destituido por el Gobernador Civil, y donde ejerció un caciquismo sanitario al servicio del romanonismo y últimamente de la CEDA.
Propuesta de sanciones: Interesa su destitución del cargo de Director de Maternidad de esta capital por el Consejo Provincial del Frente Popular y nombrar para sustituirle un médico de izquierdas. Y después mandarle a un pueblo de la retaguardia como médico titular en sustitución de alguno incorporado al ramo de Guerra y por disposición gubernativa y además de las sanciones a que se estimen oportunas para la seguridad del régimen. De este modo se logra desarticular un probable foco de espionaje.
Servicios de la Cruz Roja. Dispensario. Ha sido sustituido el Comité de la Cruz Roja anterior al 18 de julio y que presidía Antonio Rojas, Inspector del Timbre. Se ha nombrado un nuevo Comité de control del Frente Popular en diciembre de 1936. Al rendir cuentas de su gestión el antiguo Comité, presentó una factura de fecha del día de la sublevación fascista en Guadalajara, y por tanto de haberse celebrado el triunfo de F.E., con gasto de cervezas, gaseosas, champán y bocadillos de jamón, en cuyo agasajo participaron Luis Suárez de Puga, Inspector Provincial de Sanidad, Luis Aguado, médico de la Beneficencia Municipal y otros más de la Beneficencia.
Interesa desarticular este probable foco de espionaje porque en las habitaciones destinadas para los médicos de guardia, situadas en el primer piso (donde habita un inquilino que es oficial retirado del Ejército y que ha cedido espontáneamente) entran sujetos extraños al personal facultativo y además allí se juega, y con este pretexto se comenta la marcha de la guerra y se forjan y propagan bulos desfavorables para nuestra causa; por tanto procede prohibir la entrada de personas extrañas al servicio en el citado Dispensario y además nombrar con carácter gubernativo un médico de izquierdas [como] Jefe de los servicios técnicos para que vigile al personal facultativo.
Instituto Provincial de Higiene. Luis Suárez de Puga, Inspector Provincial de Sanidad de Guadalajara; cacique reaccionario sanitario de los médicos del citado Instituto y de la Cruz Roja de esta capital. Está emparentado con familia reaccionaria y adinerada de la capital; votó siempre a las derechas reaccionarias en 1931, en 1933 y en febrero de 1936; no ha tenido nunca la alegoría de la República en su despacho; intervino en el agasajo de la Cruz Roja como elemento destacado el día de la sublevación fascista de Guadalajara.
Y como este centro constituye un probable foco de espionaje, interesa el traslado de este funcionario para otra provincia por el Ministerio de Sanidad a fin de desarticularle.
Delegación de Hacienda. Antonio Rojas, Inspector del Timbre, muy reaccionario, votó también siempre a las derechas reaccionarias. Fue el anterior presidente del Comité de la Cruz Roja que intervino e intimó con Suárez de Puga en [el] agasajo de la Cruz Roja el día de la sublevación fascista de Guadalajara. Interesa la destitución de este funcionario por el Ministerio de Hacienda.
J. Rego, funcionario de Hacienda de esta Delegación, fue del Partido Radical lerrouxista y el delegado gubernativo que empleó el Bienio Negro y el gobernador Pompeyo Gimeno para atropellar los pocos Ayuntamientos izquierdistas de la provincia, votando siempre en todas las elecciones a las derechas reaccionarias. Interesa la destitución de este funcionario para desarticular el espionaje.