La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

11 de enero de 2013

La Unión Sindical Obrera en la Transición

La Unión Sindical Obrera fue el primer núcleo sindical que se organizó en la clandestinidad bajo el régimen franquista. Aunque hundía sus raíces en el movimiento obrero católico, único tolerado por la dictadura, supo evolucionar con los tiempos y, liberado de la tutela eclesiástica y del dogmatismo preconciliar, avanzó y maduró hasta convertirse en un sindicato que hacía bandera del socialismo autogestionario, intentando recoger simultáneamente la herencia socialista de la UGT y la tradición autogestionaria de la CNT. Sin embargo, una vez aprobada la Constitución de 1978 y establecido un nuevo marco de relaciones laborales, la USO sufrió, primero, la escisión de quienes buscaban la unidad del sindicalismo socialista, que tradujese la reciente unificación de la mayoría de los destacamentos socialistas, y, en segundo lugar, la desideologización de sus principios y de sus prácticas sindicales por parte de la dirigencia que se quedó en la central sindical, hasta convertirse en el sindicato amarillo que es hoy en día. Como recuerdo de la breve, pero intensa, experiencia del sindicalismo socialista y autogestionario que defendió la USO, reproducimos el texto del folleto “¿Qué es la Unión Sindical Obrera?” que se difundió en los primeros tiempos de la Transición.
Pegatina de la USO, 1982 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
EL SINDICALISMO, INSTRUMENTO DE LA CLASE TRABAJADORA
Para defendernos de la explotación capitalista y el constante aumento de la vida. Para conseguir un salario suficiente y unas condiciones adecuadas de higiene y seguridad en la empresa. Para asegurar e derecho a un puesto de trabajo para todos. Para poder adoptar con absoluta eficacia y libertad los medios de lucha para conseguir y consolidar nuestros derechos como trabajadores y ciudadanos. Para aniquilar por completo toda forma de explotación y opresión que padece la clase trabajadora y el pueblo en general. Para hacer posible unas formas de vida dignas para nosotros y nuestras familias en todos los aspectos de la vida social: educación, relaciones, vivienda, sanidad, descanso, etc. los trabajadores necesitamos organizarnos.
Organizados es la única manera en que podemos enfrentamos a la explotación en las fábricas, a la dominación política e ideológica de unas minorías que controlan el poder, a la subordinación que se nos Impone en la vida social. Uniéndonos y organizándonos podremos ir creando un gran movimiento de transformación social, que vaya afirmando los valores de democracia, de igualdad, de libertad y responsabilidad personal y colectiva de que es portadora nuestra clase.
El Sindicalismo ha demostrado ser históricamente la forma organizativa más próxima y fiel a los Intereses obreros y a las necesidades del pueblo, así como el instrumento democrático de mayor eficacia al alcance de los trabajadores.
Por ello, somos sindicalistas y hemos venido gestando en cualquier situación social y política un nuevo sindicalismo. Nacidos del mundo del trabajo, hijos del antiguos sindicalistas muchos de nosotros, hemos querido escoger las viejas tradiciones obreras fieles a continuar los postulados de cuantos nos precedieron, de acuerdo con las aspiraciones y necesidades de la clase trabajadora de hoy.
La guerra civil supuso la ruptura de las grandes organizaciones sindicales del Movimiento Obrero español. El fascismo ha reprimido y ha tratado de Impedir los continuos esfuerzos de la clase obrera para organizarse y defender sus reivindicaciones. Para ello creó loa Sindicatos Verticales, que no son más que un inmenso aparato burocrático, dirigido por la línea política no representativa, al servicio del Gobierno y de los patronos. Intentando con ello evitar el surgimiento de auténticos sindicatos obreros.
Sin embargo, la clase trabajadora, a pesar de la represión constante, el descabezamiento de sus líderes por despidos, las listas negras las deportaciones, detenciones y encarcelamientos de muchos de sus hombres más combativos, ha ido gestando el Nuevo Movimiento Obrero. Aprovechando todas las posibilidades de acción, legales e Ilegales, utilizando los cargos sindicales representativos de la CNS, planteando batalla en cada Convenio, el Movimiento Obrero de la postguerra ha Ido realizando cada vez más huelgas, ha desarrollado la conciencia colectiva de los trabajadores, ha Inventado nuevas formas de participación y organización obreras, como las Asambleas de Fábrica, los Comités de Empresa, las Comisiones, las Plataformas Unitarias.
En este surgir del Movimiento Obrero han jugado un papel fundamental de animación, de orientación, de promoción y formación de líderes obreros las nuevas organizaciones sindicales nacidas a partir de los años 60: la USO (Unión Sindical Obrera), socialista y autónoma de los partidos, que fue la primera en surgir; y las Comisiones Obreras, amparadas y vinculadas al Partido Comunista.
Hoy, la USO y Comisiones Obreras, junto con la UGT (Unión General de Trabajadores), vinculada al PSOE -que a partir del año 72 rompió con la dirección del exilio y se afirmó nuevamente en el interior del país- son las alternativas del Movimiento Obrero que existen en la arena sindical y que abogan por un proyecto de sindicalismo democrático.
Pero la construcción de ese Sindicalismo democrático es tarea de todos los trabajadores. Las organizaciones sindicales democráticas no somos más que el armazón sobre el que hay que construir el futuro sindicalismo. Para ello es necesario que miles de trabajadores comiencen desde hoy mismo a participar activamente, a colaborar de mil formas, a debatir los problemas, a formarse sindicalmente, a organizarse en definitiva.
En estos momentos de crisis del post-franquismo, el ansia incontenible de libertad está precipitando una situación democrática, que comienza a escucharse en las asambleas de fábrica, a leerse en la prensa y a decirse en conferencias y reuniones públicas Libertad y democracia están a la orden del día. Esta realidad está dando lugar a una creciente toma de conciencia de la situación a amplios sectores sociales. Vemos cómo todo el mundo, desde la derecha hasta el centro, trata de organizarse precipitadamente. También la ciase obrera constata cada día con mayor fuerza la necesidad de contar con sus propios Instrumentos de defensa y promoción, de construir, en definitiva, un sindicalismo obrero.
¿QUÉ ES UN SINDICATO OBRERO?
Llega un momento en que un trabajador se da cuenta de que solo no puede hacer nada. Si protesta ante el patrón, la contestación es segura: -SI no estás contento eres libre para irte a otra parte... Comienzan las discusiones con otros compañeros en el taller o en la oficina, luego se continúa hablando en los vestuarios o en la salida. ¿Y si forman un equipo? ¿Y si se organizan? La necesidad se agudiza cuando hay un problema fuerte en la fábrica.
Así surgen muchos grupos de empresa. Estos grupos son, dentro de un sindicato democrático, las Secciones Sindicales de Empresa. Una Sección Sindical es el conjunto de trabajadores de una empresa afiliados a una organización sindical.
Esta Sección Sindical comienza a reunirse, a estudiar los problemas de la empresa, a formarse sindicalmente, a preparar proposiciones para plantearlas en la Asamblea de Fábrica, a informar a los trabajadores, a tomar conciencia de los problemas exteriores a la empresa que afectan a la vida de los trabajadores, a tener una visión y una conciencia de clase. La Sección Sindical es la que organiza la acción en la empresa contra los bajos salarios, contra la explotación de la salud y los trabajos nocivos, contra la organización capitalista del trabajo: ritmos, Incentivos, etc., que bajo una capa de “cientifismo” acreciente la explotación del trabajador; contra la descalificación profesional y el autoritarismo patronal; en favor de la ampliación de los derechos sindicales en la empresa y una política de control obrero. En definitiva, organiza la lucha y desarrolla la conciencia de clase de todos los trabajadores para transformar la empresa capitalista, que antepone el beneficio a los Intereses colectivos, hacia una organización del trabajo más acorde con las aspiraciones de igualdad y participación de la clase obrera.
La coordinación en el ramo
Pero no basta con la visión de la empresa para plantear adecuadamente una estrategia reivindicativa. Hay que tener una visión de conjunto. Es necesario tener una información general, analizar la situación en que se vive, saber encontrar las reivindicaciones sobre las que el mayor número de trabajadores se muestren de acuerdo. La organización sindical sirve también para eso: permite tener una visión más allá de los muros de la empresa.
Para vencer la resistencia de los patronos, los trabajadores precisamos de una línea de acción común en todo el ramo (Metal. Banca, Textil. etc.).
En cada ramo profesional, los patronos tienen también sus propios sindicatos, están organizados, incluso llegan a tener su propia caja-antihuelga de solidaridad patronal. Entre ellos se ponen de acuerdo para aplicar, más o menos, el mismo nivel de salarios en todas las empresas, para practicar la misma política de organización del trabajo, para hacer funcionar las listas negras, etc.
Para vencer esta resistencia es necesario que los trabajadores tengamos también una línea de acción común entre todas las empresas de un mismo ramo, que elaboremos una plataforma reivindicativa común, que intercambiemos de una empresa a otra los resultados obtenidos (y también los fracasos y sus causas), estudiemos la situación económica del ramo, obliguemos a las organizaciones patronales a negociar.
De cara a ello, las distintas Secciones Sindicales de Empresa de un mismo ramo forman la Federación, la cual plantea acciones comunas para todos los trabajadores del ramo, coordina la acción, desarrolla la solidaridad con las empresas en lucha, plantea la negociación de convenios a niveles locales, regionales o nacionales, lanza campañas de acción sobre determinados problemas (organización del trabajo, salario mínimo, jubilación, seguridad e higiene. etc.)
La solidaridad entre las Federaciones
Pero la acción sindical es un combate de clase, un combate global y por ello es necesario estructurar la acción interprofesional, si no se caería en un mero corporativismo.
Los trabajadores de una fábrica de automóviles tienen Intereses comunes con los de la fábrica de bebidas o con los profesores de enseñanza: los transportes, los alquileres, la contaminación, la solidaridad con las empresas en lucha, el avance de las libertades cívicas, la seguridad social, etc. etc.
Para ello se forman las Uniones Interprofesionales, a nivel local, provincial, regional, que plantea y coordina la acción común de toda la clase obrera contra sus explotadores. Posibilita, asimismo, el apoyo en la propaganda, en la formación, en el asesoramiento jurídico, en la organización de campañas y manifestaciones, en el análisis de la situación global de los trabajadores, organiza a los trabajadores aislados, aglutina a los trabajadores jubilados, crea “casas del pueblo”, etc.
La acción a escala nacional
Existe, por último, la estructura a nivel nacional, lo que se llama la Confederación, que agrupa a las diferentes Federaciones, a los órganos directivos del Sindicato, a los distintos servicios (Formación. Periódico. Caja de Resistencia, etc.).
La Confederación sintetiza los debates del conjunto de las organizaciones de base, estableciendo una política sindical global, marca la estrategia a seguir en la movilización de los trabajadores de cara a la transformación de la sociedad actual en una sociedad socialista de autogestión.
Hasta aquí hemos visto, muy en síntesis, la estructura de coordinación y organización de un sindicato democrático. Es necesario señalar también, aunque sólo sea esquemáticamente, el papel y los contenidos básicos de un sindicalismo de clase:
Partiendo de las condiciones en que viven los trabajadores en la fábrica, el sindicato desemboca necesariamente en una crítica de la sociedad capitalista. En efecto, existe una estrecha ligazón entre las condiciones que vive el trabajador en la fábrica y su situación en la sociedad. La subordinación y la explotación que caracterizan la condición del trabajador en la fábrica se manifiestan como marginación social y política dentro de la sociedad.
Un trabajador se da cuenta pronto que los intereses obreros son inconciliables con los del capitalismo. Por lo tanto, la línea política del sindicato, en consecuencia, no puede ser más que anticapitalista y conflictiva a todos los niveles. Si no lo fuese, tendría que aceptar la desocupación, el continuo aumento de los ritmos, la pérdida del poder real de los salarios, etc., que están en la lógica del capitalismo.
El sindicato se da cuenta de que la lucha en la fábrica tiene una prolongación en la sociedad. Cuando reivindica una reducción de la jornada de trabajo, o la abolición de los ritmos, ello hace referencia a toda una política de inversiones y de subdesarrollo en el país. Cuando toca el problema de la división del trabajo, tropieza inmediatamente con todo el sistema de la enseñanza en la sociedad. Lo mismo pasa cuando se plantea el problema de la nocividad en el trabajo y su relación con el sistema sanitario. Así un sindicalismo de masas y de clase, ligando constantemente la explotación en la fábrica con la situación de los trabajadores en la sociedad, se convierte en un amplio movimiento, en un gran motor de transformación social.
Por otra parte, la cada vez mayor integración de la economía a nivel europeo y mundial, coloca al sindicalismo frente a nuevos y graves problemas, que se traducen para los trabajadores de los países menos desarrollados en una mayor explotación. Es el caso de las famosas empresas multinacionales,
Ello obliga al sindicalismo a una tarea de establecer lazos estrechos con los trabajadores de otros países para poder enfrentarse a estas empresas y no quedar aislados. Exige una estrategia común frente a los regímenes fascistas en los que, desgraciadamente, se amparan estas empresas. Lo mismo que una lucha común por los derechos de los trabajadores emigrantes.
El aspecto Internacional es, pues, otro nivel fundamental de la acción sindical.
En resumen, la práctica de un sindicalismo de clase consiste en:
-Hacer del sindicato el Instrumento de lucha privilegiado de los trabajadores, que les permite organizar las luchas de la clase para conquistar sus reivindicaciones cotidianas.
-Desarrollar, reduciendo por la lucha de cada día la explotación y la dominación que sufren los trabajadores.
-Desarrollar la capacidad de los trabajadores para decidir colectivamente sus objetivos y sus medios de acción.
-Desarrollar la conciencia de los trabajadores acerca de la naturaleza del sistema capitalista, de la necesidad del socialismo y de las condiciones de su construcción.
-Plantear objetivos de movilización de masas, que desencadenen la acción capaz de imponer objetivos de transformación de la empresa y de la sociedad.
-Cambiar la relación de fuerzas en favor de los trabajadores luchando constantemente contra todos los aspectos del sistema capitalista.
-Crear un gran movimiento capaz de conquistar el socialismo.
-Hacer descubrir a los trabajadores la influencia directa del capitalismo internacional sobre sus condiciones de vida y de trabajo y organizar la acción común de los trabajadores de distintos países contra sus adversarios comunes.
¿QUÉ TIPO DE SINDICALISMO PROPUGNA LA USO?
Un sindicalismo de clase
Para la USO, la lucha por la defensa concreta de los trabajadores frente a la explotación capitalista es su primer objetivo en la acción sindical.
Pero nuestra lucha no puede ser sólo defensiva. La sociedad capitalista está marcada por la lucha entre los que detectan los medios de producción, los capitalistas, que ejercen también un dominio social a través del control político e ideológico, y los que contestan esta sociedad.
Así, el sindicalismo expresa los Intereses de los trabajadores por la transformación de la sociedad capitalista y la instauración del socialismo. Hacer un sindicalismo de clase es, por lo tanto, ligar los problemas concretos de los trabajadores a las perspectivas sociales, traducir esas perspectivas en objetivos concretos a conquistar en cada momento para avanzar hacia el socialismo.
Sindicalismo de masas
Esto significa que no concebimos el Sindicato como una organización vanguardista, que tiene una gran verborrea revolucionaria pero que los trabajadores no se identifican con ella porque les resulta extraña y lejana. Para la USO, la transformación de la sociedad es una obra de mayorías.
Un sindicalismo es de masas porque pretende reagrupar al máximo de trabajadores del taller, de oficinas, de los tajos, del campo, de los servicios, a los técnicos y cuadros, y al mismo tiempo representa las necesidades y aspiraciones de la mayoría de los mismos.
Hablar de un sindicalismo de masas expresa, asimismo, que el sindicato no es una especie de asociación de ayuda mutua, como una compañía de seguros, cerrada a la defensa de sus socios, sino que es un Instrumento de expresión, defensa y promoción de todos los trabajadores.
La expresión sindicalismo de masas tiene otra significación, también fundamental. La USO no propugna un sindicalismo donde algunos dirigentes, ciertos especialistas llevasen la acción y la negociación, elaborasen solos las reivindicaciones, diesen desde arriba las directrices.
La USO busca que, en la sociedad, el conjunto de los trabajadores y los ciudadanos puedan debatir y decidir sobre todo lo que les atañe.
Esta línea empieza en la acción reivindicativa. Es por ello que los militantes de la USO favorecen en todo momento la práctica de las Asambleas, la libre discusión de todos, militantes y no militantes, el análisis en común de la situación, la elaboración colectiva -a través de discusiones, encuestas, etc.- de las reivindicaciones y de la conducta a seguir en la acción.
Sindicalismo democrático
Cuando hablamos de sindicalismo democrático queremos señalar, por supuesto, la elección democrática de todos los responsables, a todos los niveles, y su revocabilidad por la propia base. Pero queremos señalar también algo más. No basta con un organigrama democrático de designación de responsables y de toma de decisiones. La democracia Interna del sindicalismo se alimenta de la formación progresiva de los militantes, de su capacidad de análisis y de crítica, de la constante información que les permita tomar decisiones con conocimientos de causa, del debate democrático de las diversas opiniones, de la autonomía que tenga la propia organización sindical para determinar su propia política.
Por otra parte, un sindicalismo democrático sólo puede existir en una sociedad democrática. Por ello, el sindicalismo tiene como objetivo permanente la lucha por un avance constante de la democracia en la sociedad. En este sentido, la USO tiene como uno de sus objetivos básicos de su acción actual la lucha contra el Fascismo, por una sociedad democrática en lo político, lo social y lo económico. Sabemos que este objetivo democrático sólo puede cubrirse adecuadamente dentro del socialismo y que hay que ir avanzando hacia él paso a paso. En estos momentos la lucha por la democracia se concreta en la conquista de las libertades políticas -derecho de reunión, asociación, expresión, huelga, derecho a la autodeterminación de las nacionalidades del Estado español- que posibiliten la expresión y la organización de los trabajadores y otras fuerzas democráticas.
Para la USO, el socialismo y las libertades son Inseparables. El socialismo debe suponer una profundización en la democracia, una participación colectiva en la construcción de la sociedad. En este sentido rechazamos un socialismo totalitario que, bajo la primacía de un determinado grupo, reduce al pueblo a la condición de mero Instrumento de la vida social.
Sindicalismo unitario
La USO es partidaria de la Unidad Sindical. Esta es una profunda aspiración de la Clase Trabajadora y un objetivo a conquistar para hacer avanzar decisivamente la marcha de los trabajadores hacia una sociedad socialista.
El Sindicato Único, impuesto por Decreto, no es la unidad sindical. Por el contrario, el Sindicato Unitario requiere la libertad sindical y un proceso democrático, a través del que los trabajadores, desde la base, puedan conquistar la unidad.
La autonomía sindical y la democracia de base son dos condiciones básicas para que pueda darse una unidad sindical estable y en la perspectiva de la transformación social. El sindicato no puede concebirse como la organización de masas de un partido político, como una “correa de transmisión” bajo cualquiera de sus formas, pues ello supone una subordinación de los trabajadores a una determinada vanguardia, la minimización del papel del sindicato, y un grave atentado contra su democracia interna, al mismo tiempo que un riesgo de cara a la Democracia Socialista que queremos construir. Por otra parte, sin una democracia de base -en la discusión de los problemas, en la elaboración de las reivindicaciones, en la renovación de los dirigentes, etc.- el sindicato se convierte en una estructura burocrática, con la consecuencia de que los Intereses internos de los aparatos se imponen sobre los de los trabajadores.
La unidad sindical no es entendida por todos de la misma forma, pues depende de la concepción que se tenga del papel del sindicalismo. Para algunos la unidad de los trabajadores debe basarse en que todos tenemos el mismo estómago y en que los patronos también están unidos. Esto es verdad, pero para nosotros el sindicato no es únicamente un instrumento de defensa de los trabajadores frente a la explotación capitalista, sino también un instrumento fundamental en manos de la clase obrera para su emancipación como clase. En este sentido la unidad sindical debe ser algo más que la suma de todos los trabajadores o la suma de distintos aparatos. Tiene que ser, en definitiva, el sindicato de la clase, su expresión política en la defensa de sus Intereses y en la transformación de la sociedad. Ello exige una personalidad autónoma del sindicato, una gran democracia en la base, la identificación en unos fines y medios y el compromiso del sindicato en un proyecto de transformación socialista.
La unidad sindical, pues, requiere una amplia maduración de la conciencia de clase de los trabajadores, una permanente elaboración de la misma a través de la acción y el debate de masas; si quiere ser permanente y no un producto artificial que se rompa nada más nacer exige, más allá del acuerdo de aparatos, un auténtico compromiso de todos los trabajadores en la construcción del sindicato de la clase.
En la medida en que no lleguemos a conquistar la unidad orgánica de todas las corrientes sindicales, la USO considera Imprescindible el establecimiento de una unidad de acción permanente que garantice la eficacia de la lucha de los trabajadores contra el capitalismo.
Autonomía sindical
Para la USO, la Autonomía Sindical respecto a los partidos políticos es una condición básica para que los trabajadores puedan expresar la política sindical que le marquen sus propios intereses de clase en cada momento. SI no, el sindicato corre el riesgo de convertirse en un Instrumento al servicio de las conveniencias tácticas, de la política electoral o de gobierno de los partidos políticos.
La subordinación del sindicato al partido obstaculiza la expresión viva de la dinámica de la clase, frena la acción de masas y limita el desarrollo de la perspectiva de la organización sindical.
Sin embargo, la autonomía sindical no significa una reducción del sindicato a una visión parcial y limitada de la realidad obrera, un apoliticismo, sino al contrario, una nueva y mayor responsabilidad del sindicato, autónomamente determinado, de desarrollar un papel decisivo en la transformación de la sociedad, además de la defensa de los Intereses Inmediatos de los trabajadores.
Este compromiso del sindicato en el combate global por una sociedad socialista le lleva, desde su propio papel específico, a una convergencia, en términos de alianzas y no de subordinación con todas aquellas fuerzas políticas, sociales. etc., que luchan por el socialismo, en función de los Intereses comunes.
Al mismo tiempo que el sindicato respeta la libre opción política de sus afiliados, establece, como mecanismo que garantice la independencia y la autonomía de éste con respecto a los partidos políticos, la Incompatibilidad de desempeñar simultáneamente cargos dirigentes en uno y otro.
Socialismo autogestionario
La USO aboga por un socialismo de autogestión. ¿Qué es el “socialismo autogestionario”? En su Carta Fundacional (1961), la USO propugnaba la Democracia Socialista, basada, principalmente, en los siguientes puntos:
a) La propiedad social de los medios de producción y de cambio
Las empresas, el sistema de financiación, en lugar de pertenecer a unos pocos, como en la actualidad, debe pertenecer a la colectividad. Lo cual constituye una de las metas más sentidas por los trabajadores a lo largo de toda la historia.
b) La Autogestión
La Autogestión supone la participación de todos y cada uno en las decisiones que afectan a nuestra vida. En la empresa no se trata de cambiar los capitalistas y poner a unos funcionarios. Los propios trabajadores tienen que elegir a los encargados de dirigir la empresa, decidir sus objetivos (ligados a los generales de toda la sociedad) y determinar toda la política económica y de organización del trabajo en el seno de la empresa. Asimismo, la Autogestión debe extenderse más allá de la empresa, los presupuestos municipales, la industrialización regional, la enseñanza, la sanidad, la administración política.
c) La planificación democrática de la Economía
En una sociedad tan compleja como la actual tiene que haber planes de conjunto. No puede haber “islotes” de autogestión, si no se correrla el riesgo de caer en un “egoísmo de empresa”, como puede pasar actualmente en algunas cooperativas. Es necesaria una planificación de la Economía de todo un país. Pero ello debe hacerse y elaborarse democráticamente, con discusiones a todos los niveles y la participación de todos, lo cual supone una descentralización de los poderes.
Esto es lo que supone el socialismo de autogestión: la descentralización del poder, la posibilidad de desarrollar al máximo la responsabilidad y la participación de todo en todo lo que nos atañe. Cuando, en la acción de todos los días, atacamos el poder dictatorial del patrón, luchamos contra la jerarquía en la fábrica y en la sociedad; cuando en las asambleas procuramos que sean todos los trabajadores quienes debatan sus problemas y adopten unas decisiones colectivas; cuando abogamos por un sindicalismo democrático, estamos trabajando en el sentido de un socialismo autogestionario.
SOMOS CONSTRUCTORES DEL NUEVO MOVIMIENTO OBRERO
La USO nació en 1960, aglutinando a los luchadores de las nuevas generaciones que habían protagonizado las primeras huelgas de los años 50 en Asturias, Euskadi, Catalunya, Madrid, Andalucía, siendo la primera organización de carácter sindical que surge en la postguerra.
Habiéndose encontrado con que la guerra civil había roto la lucha llevada a cabo por nuestros mayores dentro del Movimiento sindical español -uno de los más combativos y gloriosos del mundo-, la USO quiso recoger desde su nacimiento lo mejor de sus tradiciones, afirmándose como una organización sindical anticapitalista aconfesional de orientación socialista al mismo tiempo que asumía la aportación descentralizadora y autogestionaria del movimiento libertario Así nuestra historia hunde sus raíces en la experiencia del sindicalismo de masas habido en nuestro país.
El surgimiento de la USO supuso, frente a la política de abstencionismo del exilio, el asumir desde las fábricas y a partir de los nuevos luchadores, la reconstrucción del Nuevo Movimiento Obrero, a partir de las necesidades de la lucha en el Interior, en el contexto de una nueva realidad capitalista.
En este sentido, la contribución de la USO -contribución compartida con otras fuerzas-, podríamos resumirla en:
El llenar un gran vacío de lucha en el Interior del país.
La USO supuso una nueva toma de posesión, una denuncia -como grupo obrero organizado en la clandestinidad- de la caducidad de los viejos análisis de las organizaciones tradicionales; de su Inmovilismo y la Invalidez de que el centro de decisiones de la acción obrera estuviera en el exterior.
Esta denuncia desde el interior de la Clase Obrera y desde la clandestinidad, erigiéndose en Grupo y organizándose, era inédito, y fue el principio de una floración de nuevos grupos que, junto con el pasado y la progresiva Integración a la lucha en el interior de las viejas organizaciones, ha contribuido al desarrollo del Nuevo Movimiento Obrero en el país.
Aglutinar y lanzar nuevos militantes obreros
Los mayores de ayer no estaban; muchos habían muerto, otros desaparecido y los que quedaban estaban muy marcados, tanto por la guerra como por la represión. Pero nuevos luchadores se iban incorporando a la acción. Los proporcionaba la propia lucha; nacían de la misma Clase; se harían con el tiempo... pero era necesario iniciarlos, no partir de cero. Esta contribución de hombres de lucha y de ruptura en los primeros momentos del relanzamiento del Nuevo Movimiento Obrero a través de la USO, fue muy valiosa tanto por su número como por su poder multiplicador.
Una propuesta de lucha y de unidad obrera a las nuevas generaciones
El planteamiento que trajo la USO era una propuesta de acción y de unidad a las nuevas generaciones, rompiendo el inmovilismo de las viejas organizaciones sindicales del exilio. Había que luchar en las fábricas y en los barrios cada día Pero era necesario algo más. Construir la unidad obrera, que nace de esa conciencia de clase, se nutre de la unidad de acción y ha de terminar tras un proceso dialéctico, dentro de la libertad y de la lucha, en la conquista consciente y responsable de la Unidad orgánica: la CENTRAL SINDICAL DEMOCRÁTICA DE TRABAJADORES
Mantener una lucha contra el régimen y por la democracia
Estos años de lucha han consolidado un amplio frente desde dentro de la Clase Trabajadora. Desde las fábricas hemos luchado contra la Integración de la Clase Obrera al Sistema: movilizando y respondiendo, aun a pesar de la represión y el miedo, esclareciendo y proponiendo nuevas formas de lucha, plataformas, denunciando sus maniobras dentro y fuera de la Península; debilitando su poder y explotación con la lucha de todos los días.
La USO participó en la creación del Movimiento espontáneo en Comisiones Obreras en diversos sitios donde surgieron en un principio: Vizcaya, Asturias. Guipúzcoa. Posteriormente, ante la táctica del PCE de penetración y control de las mismas, privilegiando el trabajo superestructural de coordinación sobre el desarrollo y consolidación de los órganos de clase en la empresa (lo cual suponía el convertir a las Comisiones en una correa de transmisión del PCE o de otros grupos políticos, según las regiones), la USO se desvinculó de Comisiones y lanzó, a partir de 1967, el Movimiento de ASAMBLEAS DE FABRICA y los Comités de Empresa.
La USO ha participado activamente desde 1962, y sobre todo desde 1966, en la utilización de los cargos sindicales, habiendo sido desposeídos, despedidos, deportados y procesados gran número de sus militantes. La campaña que realizó la USO contra la Ley Sindical, realizando una encuesta masiva entre los trabajadores, escritos de protesta, etc. tuvo un gran eco entre la Clase Obrera, así como a nivel internacional.
La USO ha sido protagonista, en muchos casos principal, de muchos de los conflictos y huelgas más importantes que ha desarrollado el Nuevo Movimiento Obrero: Bandas, Minería Asturiana. Terry, Orbegozo, Banca, RENFE, SEAT, Hispano Olivetti, CAF. Bazán, Panter, etc. etc.
Por último, cabe destacar la presencia multirregional de la USO en todas las regiones y nacionalidades del Estado español
NO ESTAMOS AISLADOS
Los trabajadores que dependen de una empresa multinacional se dan pronto cuenta de que muchas cuestiones que les afectan directamente son decididas en lugares lejanos: Detroit, Holanda, Ginebra, etc.
El capitalismo internacional no conoce fronteras. Sin embargo, sus decisiones afectan directamente a nuestra vida. Cuando leemos que ciertos ministros u hombres de negocios discuten sobre los problemas monetarios, o sobre la política agraria, etc., sabemos que ello se traducirá en repercusiones sobre los precios, sobre el paro, sobre el desarrollo o subdesarrollo de nuestra región, etc.
Es por ello que una organización sindical que limitase su perspectiva a su ámbito nacional no respondería a toda la realidad que afecta a los trabajadores.
La USO, consciente de la necesidad de buscar la colaboración, la acción común de todos los trabajadores, de cualquier país, contra la explotación del capitalismo internacional, ha buscado la presencia en las organizaciones sindicales internacionales:
De cara a la lucha contra las grandes empresas multinacionales, la USO está afiliada a varios S.P.I. (Secretariados Profesionales Internacionales), que coordinan la acción de los trabajadores a nivel internacional dentro de cada ramo de la Industria. Las respectivas Federaciones de la USO están afiliadas a la FITIM (Federación Internacional de Trabajadores del Metal, que engloba a 11 millones de metalúrgicos en todo el mundo), a la UITA (Unión Internacional de Trabajadores de Alimentación), a la ICF (Federación Internacional de Trabajadores de las Industrias Químicas). Asimismo, la Federación del Metal de la USO pertenece a la FEM (Federación Europea de Metalúrgicos).
Esta coordinación internacional ha contribuido poderosamente a la eficacia de muchas luchas, como la huelga de los trabajadores de la SEDA en Barcelona, en que se realizó una gran campaña de solidaridad entre los trabajadores de la misma empresa en Holanda; de igual forma, la solidaridad desatada en torno a la huelga de la Bazán, en que la FITIM hizo una llamada a no descargar barcos españoles en todo el mundo. Otro caso efectivo fue la huelga de Michelin, con acciones solidarias en Francia, Alemania, etc., y lo mismo habría que decir de la SEAT, Hispano Olivetti, Robert Bosch, General Eléctrica, etc., etc.
La USO ha multiplicado también los contactos bilaterales con las organizaciones sindicales de diversos países, como la CFDT en Francia, la UIL, la CISL y FLM en Italia, con sindicatos yugoslavos, suecos, belgas, ingleses, etc., de cara al establecimiento de una política internacional que supere los límites y divisiones del sindicalismo internacional actual.
La USO tiene solicitada su afiliación a la CES (Confederación Europea de Sindicatos) y es miembro obrero de la OIT (Organización Internacional del Trabajo), junto con CCOO, UGT y STV.

4 de enero de 2013

El Congreso de la Internacional de Basilea en 1869

La historiografía oficial ha mostrado a la Primera Internacional como resultado de la iniciativa y dirección de Marx y Engels y ha reducido la presencia de los anarquistas a una operación de infiltración ajena a los obreros internacionalistas de la primera hora, al mismo tiempo que ha minusvalorado, cuando no ha silenciado, la presencia de otras corrientes ideológicas entre los fundadores y defensores de la Internacional obrera. Sin embargo, como casi siempre, la realidad es más compleja que las interesadas simplificaciones de la historiografía marxista. Recogemos aquí el último capítulo del libro La Internacional de los Trabajadores (desde su fundación hasta el Congreso de Basilea) del anarquista James Guillaume, que conoció los hechos de primera mano por participar tan activa como decididamente en los conflictos sociales de su tiempo. Reproducimos la traducción que se publicó en una edición que salió en La Habana en octubre de 1946, homenaje a los anarquistas cubanos que continuaron la lucha de los trabajadores por su emancipación de toda tiranía.
Sucesos revolucionarios de Barcelona, 1869, La Ilustración de Madrid, 27 de abril de 1870
 
V.- GRANDES PROGRESOS DE LA INTERNACIONAL. CUARTO CONGRESO. BASILEA (SEPTIEMBRE 1869)
Los miembros de la segunda Comisión de París que entraron a cumplir condena en la prisión de Saint-Pélagie el 15 de Julio de 1868, salieron de ella el 15 de Octubre. Uno de ellos, Malon, poco tiempo después dio un viaje a Suiza y durante este viaje ingresó como miembro de una sociedad secreta fundada en 1864 por Bakounine y algunos amigos, sociedad llamada Fraternidad Internacional, de la que formaban parte en Francia, Elías y Elíseo Reclus, Arístides Rey y Alfredo Naquet.
Esta participación de Malon en esta sociedad secreta duró poco tiempo, pues la asociación se disolvió en Febrero de 1869 de resultas de un conflicto entre algunos de sus miembros. Una nueva organización secreta fue fundada inmediatamente por los primeros fundadores de la sociedad disuelta, Bakounine, Fanelli y
Friscia; los hermanos Reclus no formaron parte de ella, ni Perron, Joubovsky y Mroczkowsky, que habían pertenecido a la Fraternidad, pero en cambio James Guillaume, Schwitzguébel, Varlin, Keller, Robin, Palix, Sentiñón y Farga Pellicer fueron miembros durante el año 1869.
El hogar de propaganda creado en París en 1865 en la calle de Gravilliers ya no existía, pero el trabajo de difusión de las ideas, por un lado, y el de la organización obrera, por otro, no cesaba e iba en aumento. En el seno de sociedades de resistencia, organizadores como Varlin, Theisz, Pindy, Camelinat, Murat, utilizaban la mayor parte de su silenciosa actividad y la propaganda de las ideas se hacía ahora en las reuniones públicas con un éxito que asombraba hasta a los mismos iniciadores. Varlin, Combault, Bourdon y Malon aceptaron colaborar en un periódico semanal que se fundó en Ginebra en 1868, L'Egalité, órgano de la federación de las secciones suizo-francesas de la Internacional. Bakounine, Perrón, J. Guillaume, fueron los principales redactores y también colaboraron en él De Paepe, Eccarius, Becker y más adelante, Robin. En una de las primeras correspondencias enviadas al periódico desde París, Combault hablaba del movimiento de las reuniones públicas y repitiendo la frase dicha en una de esas reuniones, declaraba que "la Asociación Internacional de Trabajadores nunca había funcionado tan bien en Francia, como después de su disolución".
Entre otras pruebas de su decir citaba el hecho de que habiendo estallado en Basilea una huelga en Noviembre de 1868, había bastado que un miembro de la Internacional, Heligon, hubiera hablado de la huelga en una reunión pública, para que todos los oradores tuviesen a honor narrar los sucesos de Basilea en todas las reuniones, lo que originaba colectas y suscripciones a favor de los huelguistas. "La disolución del Bureau de París, agregaba Combault, ha tenido por resultado, al dispersar un grupo de afiliados regulares compuesto de algunos centenares de miembros, el que se hayan adherido en principios
y de hecho, aunque Irregularmente, todo lo que piensa y obra entre la población trabajadora de París".
Como la osadía de los oradores iba en aumento, el Gobierno se intranquilizó, y se intentaron procesos contra algunos de los más violentos. En la misma correspondencia de que hemos hablado, Combault escribía: "Las persecuciones se multiplican, las condenas cada vez son más fuertes; tres y seis meses de prisión es la pena ordinaria que se aplica a los oradores. Nuestro amigo Briosne, uno de los oradores más capaz y más estimado, acaba de ser condenado a un año".
En otra correspondencia de París en el mismo periódico (número del 3 de Abril), probablemente escrita por Varlin, leemos: "Los ocho meses seguidos de discusiones en las reuniones públicas han hecho ver que la mayoría de los obreros reformadores es comunista. La palabra comunismo levanta tanto odio en el campo de los conservadores como en las vísperas de las jornadas de Junio. Bonapartistas, Orleanistas, clericales y liberales se unen para protestar con indignación... La gran mayoría de los oradores de las reuniones públicas, son reducidos a prisión sobre todo los que proclaman el comunismo".
En 1869 debía verificarse la renovación del Cuerpo legislativo y París se preparaba para las elecciones. No es nuestro intento trazar aquí la historia de la lucha electoral. Es sabido que, en Noviembre de 1868 el proceso intentado contra algunos periódicos que habían abierto una suscripción para elevar un monumento al representante Baudin, hizo que el nombre del Gambetta saliera de la obscuridad, y la opinión lo designó en seguida como el candidato por excelencia de las reivindicaciones democráticas; a su lado Rochefort, Emilio Ollivier y el viejo Raspali, fueron los candidatos favoritos del pueblo. En una correspondencia enviada a L'Egalité de Ginebra, Varlin explicaba la actitud que tomaron los socialistas parisienses en la lucha electoral, de este modo: "El partido socialista no ha presentado candidato en las elecciones generales, pero los oradores socialistas han comprometido a los candidatos radicales a que defiendan los intereses del pueblo". "Las elecciones se verificaron los días 23 y 24 de Mayo; noventa y dos opositores al Imperio fueron elegidos: Gambetta, en París y en Marsella, Bancel, en París y Lyon, y Rochefort fracasó".
En la clase obrera las reivindicaciones se expresaban por medio de huelgas, las de Ginebra (Marzo-Abril). Lausana (Mayo) y las de Bélgica (Abril), tuvieron gran resonancia en toda la nación francesa. En Junio los mineros de Saint-Etienne, de Rive-de-Gier y de Firminy se declararon en huelga; el día 17 hubo una colisión sangrienta entre la tropa y la multitud exasperada que dio lugar a un buen número de muertos y heridos.
Esta matanza impresionó profundamente a la opinión y avivó los odios contra el Gobierno imperial. En Julio las obreras de la industria de la seda de Lyon también se declararon en huelga en número de 8.000; su enérgica actitud y los socorros que le llegaron de todas partes, obligaron a capitular a los patronos.
El Congreso general de la Internacional debía verificarse en Basilea en el mes de Septiembre. Las sentencias de los tribunales no habían disuelto más que el Bureau de París; las secciones de provincias, por una falta de lógica que demuestra la incoherencia de los magistrados bonapartistas, no habían sido perseguidas, y, además, el derecho de ser individualmente miembros de la Internacional no había sido negado a los que se afiliaban directamente en Londres, o por medio de un corresponsal del Consejo general residente en París.
La sociedad de encuadernadores y encuadernadoras de París se había constituido públicamente en sección de la Internacional y no había sido perseguida. En Mayo de 1869, un manifiesto firmado por su presidente Varlin, compromete a las otras sociedades obreras de París a ser representadas en el Congreso de Basilea.
Además, varias sociedades obreras parisienses deseaban constituirse en un grupo de sindicatos, en una cámara federal de las sociedades obreras. Al efecto se elaboró un proyecto; este proyecto lleva la fecha del 3i de Marzo de 1869 y está firmado por Drouchon, mecánico, Solideau, impresor; y Theisz, cincelador. Presentado el proyecto de 3 de Marzo en una reunión de delegados de los diversos grupos corporativos, fue aprobado. Una segunda reunión tuvo lugar el 20 de Mayo, pero después de esta fecha la autoridad prohibió toda reunión, Los delegados de treinta sociedades obreras dirigieron al prefecto de policía, el 16 de Julio, una carta pidiendo explicaciones; el prefecto no respondió y entonces, el 23 de Julio, escribieron al Ministro del Interior, lo que tampoco tuvo resultado, En vista de esto, hacia fines del mes de Agosto las sociedades obreras lanzaron un manifiesto enérgico. Este manifiesto decía: "Vivir bajo esta tutela es indigno de nosotros. No podemos sufrir por más tiempo esta situación, así es que, convencidos que nadie puede limitar el círculo de nuestros estudios y de nuestra acción, nosotros, delegados de las sociedades obreras de París pedimos, como un derecho primordial, inalienable, el derecho de reunión y de asociación sin restricción alguna, y nos declaramos resueltos a proseguir por todos los medios a nuestro alcance, la discusión del proyecto de los estatutos de nuestra federación".
El Congreso de Basilea se celebro desde el domingo 5 de Septiembre de 1869 hasta el domingo 12 del mismo mes y año. Doce sociedades obreras de París fueron representadas que fueron las siguientes: la sección de los obreros encuadernadores: delegado, Varlin, encuadernador; los obreros en bronce: delegado, Landrin; la Sociedad de resistencia de la joyería: delegado, Durand, joyero; la Sociedad de resistencia de los hojalateros: delegado, Roussel, hojalatero; la Cámara sindical de los marmolistas: delegado, Flahaut; la Cámara sindical de los mecánicos: delegado, Murat; la Cámara sindical de los carpinteros: delegado, Pindy; la sociedad de resistencia de los impresores litógrafos: delegado, Franquin; la Cámara sindical de los torneros en metal: delegado, J.A. Langlois; la Cámara sindical y profesional de los zapateros: delegado, Dereure; la Asociación “Libertad de los carpinteros”: delegado, Fruneau; y los obreros marmolistas: delegado, Tartaret. Además, Mollin fue como delegado del círculo parisién de los proletarios positivistas y Chemalé de los afiliados parisienses de la Internacional.
Las provincias enviaron trece delegados: Dosbourg, Aubry, Creusot, Piéton, Borseau, Outhier, Richard, Palix, Bakounine, Monier, Foureau, Tolain y Boudet. De Alemania, llegaron siete delegados, entre ellos Rittinghausen y W. Liebknecht, a los que hay que agregar Becker, Goegg, Janasch, Greulich y Hess. Bélgica estuvo representada por Brismée, Hins, De Paepe, Bastin y Robin; la Suiza francesa envió once delegados, entre ellos Heng, Brosset, J. Guillaume, Schwitzguebel y Fritz Robert; la Suiza alemana envió también once y Austria, dos (Neumayer y Overwinder); de Italia fue un solo enviado, Caporusso; de España, dos: el tipógrafo Farga Pellicer y el médico Sentiñón, y los Estados Unidos mandaron a Cameron, delegado de la National Labour Union. El Consejo General de Londres estuvo representado por seis de sus miembros: Applegarth, Lucraft, Cowell Stepny, Eccarius, Lessner y Jung, que presidió el Congreso.
Sobre la cuestión de la propiedad territorial, el Congreso aprobó por 54 votos contra 4 que “la sociedad tiene el derecho de abolir la propiedad individual del suelo, que debe pertenecer a la comunidad”. Cinco delegados de París, Varlin, Flahaut, Franquin, Dereure y Tartaret, votaron que sí, y cuatro que no, siendo estos Tolain, Pindy, Chemalé y Fruneau; los otros seis delegados se abstuvieron de votar.
Sobre la abolición de la herencia, treinta y dos votos se pronunciaron de conformidad con la proposición de la Comisión, que decía: "el derecho de herencia debe ser completa y radicalmente abolido", Dos delegados de París, Varlin y Dereure votaron sí, siete votaron no (Tartaret, Tolain. Pindy, Chemalé, Frúmeau, Murat y Langlois), los seis restantes se abstuvieron, Solamente 19 votos obtuvo la proposición del Consejo General redactada por Marx. Esta proposición contenía simplemente la indicación de medidas transitorias como la extensión del impuesto sobre sucesiones y limitación del derecho de testar. Todos los delegados de París votaron en contra de esta proposición con excepción de cuatro, que se abstuvieron
La cuestión de la herencia había sido incluida en la orden del día del Congreso a petición del Comité federal de Ginebra, y Marx había visto en esto el resultado de una intriga de Bakounine. El 27 de Julio de 1869 Marx dice a Engels: "Este ruso, está claro, quiere convertirse en el dictador del movimiento europeo. Que ande con cuidado que si no será excomulgado oficialmente". Y Engels responde: "El gordo Bakounine está detrás de todo, esto es evidente. Si este maldito ruso piensa realmente, con sus intrigas, ponerse a la cabeza del movimiento obrero, debemos evitar que pueda hacer daño". En la Comumication confidentieile (Confidentielle Mittheilung) del 29 Marzo de 1870 Marx dice que si el Consejo general consintió en incluir la cuestión de la herencia en la orden del día del Congreso "se hizo para poder asestar a Bakounine un golpe decisivo". Habiendo recaído el golpe contra Marx (puesto que su contra-proposición no obtuvo más que diez y nueve votos), se comprende su furia. Después del voto, Eccarius que estaba en el secreto dejó escapar esta exclamación: "Marx quedará muy descontento". Esta frase ha sido conservada por Bakounine que la oyó personalmente.
Los delegados de Zurich, Bürkly y Greulich, habían propuesto la inscripción en el programa del Congreso de una cuestión que no figuraba en él; la de la legislación directa por el pueblo, y hasta quisieron colocarla a la cabeza de la orden del día. Estos delegados estuvieron apoyados por los alemanes Goegg, Rittinghausen, Liebknecht y combatidos por Robín, Schwitzguébel, Bakounine, Fritz Robert, Hins, Murat, Dereure. El Congreso decidió que la cuestión se discutiría después que se agotara la orden del día, si había tiempo (que no lo hubo).
El debate sobre las sociedades de resistencia fue lo que mejor puso de relieve la concepción federalista y anti-estatista de la mayor parte de los obreros francés, suizo-romandos, belgas, españoles, italianos, en frente de la cual se levantaba la idea estatista de los socialistas-demócratas alemanes, suizos e ingleses.
Sin embargo, sin detenerse a deliberar sobre teorías relativas a la sociedad futura, los delegados comprobaron, en la resolución votada, que el Congreso con unanimidad reconocía la necesidad de las sociedades de resistencia, así como la de su federación
y la utilidad de crear entre ellos un lazo entre las naciones por medio del Consejo General de la Internacional. El Congreso de Basilea hizo comprender a la Europa que la Internacional no era una simple sociedad de estudios limitada a discutir académicamente cuestiones de vaga filantropía, sino que era la organización de combate por la cual el proletariado iba a marchar a su emancipación. Fribourg en el libro que escribió en 1871 en el que ha querido justificar su defección y la de una parte de sus amigos, ha pretendido que después del Congreso de Basilea "era evidente para todos que Karl Marx, el comunista alemán, Bakounine, el bárbaro ruso, y Blanqui, el autoritario, formaban el triunvirato omnipotente, resultando que la Internacional de los fundadores franceses estaba muerta y bien muerta". Pero esto no era así: la Internacional parisién había tenido otros fundadores que no fueron hombres como Tolain y Fribourg, los cuales eran extraños al verdadero socialismo; ella podía citar otros militantes como Varlin, Pindy, Langevin, Avrial, Landrin, Theisz, Delacour, Duval y los obreros de París iban a mostrar al mundo al año siguiente su completa capacidad.
El Congreso decidió a propuesta de los delegados parisienses que el próximo Congreso de la Internacional se verificaría en París el primer lunes del mes de Septiembre de 1870. Este acuerdo se tomó a la unanimidad y era como una especie de desafío a Napoleón III. El primer lunes del mes de Septiembre era el día 5: la República había sido proclamada la víspera.

30 de diciembre de 2012

Un debate entre Peiró y Maurín

Al analizar el proceso de guerra y revolución que vivió España entre 1936 y 1939 muchos han aceptado una forzada asimilación del POUM y de la CNT (o aún peor: del trotskismo y del anarquismo) que interesadamente se ha hecho circular por algunos marxistas heterodoxos del más rancio estalinismo. Incluso algunos trotskistas de última hora han llegado a acusar a la CNT de no haber hecho la revolución que ellos querrían haber hecho y que no pudieron llevar adelante por no contar con el apoyo de una parte significativa del proletariado hispano. Pero lo cierto es que antes de julio de 1936 la línea divisoria del movimiento obrero en España no se establecía entre guerra y revolución, sino entre marxismo y anarquismo. Y el POUM, o sus diversos antecedentes, se encuadraban en las filas del llamado socialismo científico y criticaban con fiereza al anarcosindicalismo. Incluso en julio de 1936, el pequeño sindicato que animaba el POUM optó por ingresar en la UGT en vez de fusionarse con la CNT. Buena prueba de esta vieja hostilidad del POUM hacia los anarquistas la ofrecen estos dos artículos de Joaquín Maurín y Juan Peiró publicados en 1928. El devenir histórico ha dado la razón a Peiró y ha dejado en nada los augurios de Maurín, que aventuraba la desaparición del PSOE y de la CNT cuando llegase la hora de la revolución. Claro, tampoco nadie podía augurar en 1928 que Joaquín Maurín acabaría colaborando con la CIA y el anticomunismo más visceral en los años de la Guerra Fría tras ser liberado de las cárceles franquistas en 1946 mientras Juan Peiró moría fusilado por los fascistas en 1942.
Billete de tranvía colectivizado CNT, Barcelona, 1937 (Archivo La Alcarria Obrera)
 
SOCIALISMO Y ANARQUISMO: PABLO IGLESIAS Y ANSELMO LORENZO
Pablo Iglesias, el impresor, fundador principal del Partido Socialista, y Anselmo Lorenzo, el impresor, alma del anarquismo español: he aquí dos hombres hermanados por dos doctrinas y dos métodos abiertamente opuestos, en torno a los cuales se ha dividido y, se ha agrupado la clase obrera de España durante más de medio siglo. Iglesias era el propagandista del socialismo, Lorenzo era el apóstol de las ideas anarquistas. Si invertimos los términos, sin embargo, la realidad no sufre alteración alguna. Esta es la verdad. Iglesias hizo más por el anarquismo que por el socialismo. Y, a mi entender, la obra de Lorenzo, habrá sido de más utilidad para los socialistas que para el ideal que él creía defender con entusiasmo y fe.
El fundamento verdadero del anarquismo español hay que buscarlo más que en sus propagandistas, teorizantes y organizadores, en las faltas, en el oportunismo del Partido Socialista, del que Pablo Iglesias fue el inspirador y el verbo durante muchos años.
Si la clase obrera de Cataluña se hizo anarquista, fue por oposición a un partido obrero que iba siempre del brazo de la pequeña burguesía. La política de Iglesias abandonó Barcelona. ¿Este apartamiento fue debido al hecho de que él creyese que la clase obrera de Cataluña era impermeable al socialismo marxista? No. Pablo Iglesias vio que la entrada de fuertes núcleos proletarios en el Partido Socialista cambiaría radicalmente el centro de gravedad espiritual que él quería darle. Con la presencia de un grupo obrero superando al de Madrid, el partido, forzosamente, habría vivido luchas internas y al final de ellas la corriente más netamente proletaria habría acabado por imponerse. Y justamente era eso lo que Pablo Iglesias quería impedir de cualquier manera. Ideológicamente se encontraba más cerca de la pequeña burguesía que del proletariado. Toda su trayectoria política fue una serie ininterrumpida de esfuerzos por crear un contacto cada vez más firme entre la clase obrera y la burguesía liberal.
Esta trayectoria oportunista, carente de raíces en una verdadera doctrina marxista, ¿cómo iba a satisfacer a la gran masa proletaria? Para ésta, Partido Socialista quería decir colaboración de clases, falta absoluta de espíritu revolucionario y de emoción proletaria. El anarquismo encontraba, a causa de esta defección, un terreno favorablemente preparado para poder arraigar y extender su influencia.
Lenin dijo que el anarquismo era una especie de castigo impuesto al movimiento obrero por sus pecados oportunistas, y añadía que si este mal no había alcanzado en Rusia mayores proporciones, se debía al hecho de que el Partido Bolchevique había luchado siempre contra el oportunismo de la derecha social-demócrata.
El anarquismo, igual que su aliado directo, el sindicalismo revolucionario, ha crecido como reacción contra las debilidades de los viejos partidos socialistas. En Francia lo que abrió un paréntesis favorable al sindicalismo fue la entrada de Millerand, entonces socialista, en el ministerio, con la consiguiente política de colaboración que ello originó. Se puede medir el incremento del anarquismo dentro de un país casi únicamente por la conducta seguida por el Partido Socialista correspondiente.
El anarquismo, ideal revolucionario sin consistencia doctrinal, puede mantenerse vivo durante largo tiempo gracias a dos causas externas a él: la política conservadora del Partido Socialista y la falta de una educación teórica que dé al proletariado conciencia clara de su misión histórica y comprensión de los medios que ha de poner en práctica para conseguir el triunfo.
El segundo pecado, el del vacío, fue también el de Pablo Iglesias. Ni él ni sus lugartenientes se preocuparon nunca de que la clase obrera española conociese las nociones fundamentales del socialismo científico. Dejada al azar, sin orientadores que la instruyesen en las verdades del marxismo, fue víctima de tal confusión ideológica que el incremento de los mayores errores ha hallado en ella toda clase de posibilidades. El anarquismo, especie de vegetación espontánea, pudo crecer libremente donde el campo estaba yermo.
¿No ha sido, pues, Pablo Iglesias uno de los principales, por no decir el mayor creador del anarquismo español?
Anselmo Lorenzo dedicó su vida infatigable a sembrar las semillas anarquistas entre los obreros españoles. Si Iglesias en 1925 pudo morir tranquilo creyendo que tras de sí quedaba un surco profundo, promesa de grandes cosechas, Anselmo Lorenzo, en 1915 -diez años antes-, por su parte, tenía seguramente, al cerrar los ojos, la satisfacción de ver que las ideas anarquistas por él lanzadas a los cuatro vientos se habían convertido en grandiosas legiones que avanzaban dispuestas a disparar ¡Pero qué ilusión!, ¡qué realidad más paradójica!
La fe que Iglesias puso en su labor no fue mayor que la tenacidad de que dio pruebas Lorenzo. El uno, desde Madrid, iba llenando gota a gota lo que luego ha resultado un lago infecto, y el otro, desde Barcelona, grano a grano, levantaba una pirámide de arena que el viento se iba encargando de destruir sin compasión.
Si Iglesias, por una inversión espiritual, trabajó por el anarquismo Lorenzo, en justa reciprocidad, lo hizo por el socialismo. El anarquismo, director durante mucho tiempo de la mayoría del proletariado español, ha alejado de la actividad política a la parte más sólida y más capaz de la clase trabajadora. Desde hace mucho tiempo, casi la totalidad del proletariado de la Península se halla totalmente apartado de la actuación. La vida social, con todas sus complejidades y trascendencias, se desarrolla cada día sin que el proletariado tenga en ella una intervención propia. Se podría decir que se trata de un inmenso cementerio, donde sólo se oye el ruido de la tierra que se hunde bajo los pies de los espectros misteriosos que se mueven en medio de una noche sin fin.
¿Dónde está la clase trabajadora? ¿Qué ha ocurrido? ¿Ha sido aniquilada sin que quede ni el recuerdo? No, no. El anarquismo la ha desintegrado, deshaciendo en ella toda voluntad e impulso. Continúa aquí, pero disgregada, como las ruinas de una antigua fortaleza o como un ejército vencido que sigue esperando que el triunfo llegue.Parece un Hamlet seducido por el afán de acción, pero perturbado por la incomprensión manifiesta de los problemas planteados ante él.
Mientras tanto, el Partido Socialista puede presentarse como el único dirigente de los trabajadores de España. La vida del socialismo aguado de los madrileños depende justamente del adormecimiento actual del proletariado. Si éste se despertase con energía, el Partido Socialista no pintaría nada, no podría tener el atrevimiento de presentarse como el representante de los intereses de la clase trabajadora, ya que eso no es verdad.
¿Predicar el anarquismo, no resultó trabajar para el socialismo reformista? ¿No fue Anselmo Lorenzo un forjador de la fuerza actual de nuestro Partido Socialista?
Lorenzo e Iglesias, cuando empezaba la Internacional Obrera, luchaban juntos. Después se separaron y seguían, al parecer, diferentes caminos. Lo cierto es, sin embargo, que nunca estuvieron alejados. En el fondo seguían unidos, caminando por el mismo camino. Quizás, sin Iglesias el anarquismo no habría tenido entre nosotros la importancia que tuvo. Probablemente, sin Lorenzo, el Partido Socialista sería casi inexistente. ¿Cuál de los dos fue el más anarquista? ¿Cuál, el más reformista? He aquí un caso de cruzamiento ideológico, tan cierto, sin embargo, como que Pablo Iglesias, el impresor, y Anselmo Lorenzo, el otro impresor, han desaparecido del mundo de los vivos.
JOAQUÍN MAURÍN (L'Opinió, 14 de abril de 1928).

MAURÍN HACIENDO DE MAURÍN
No es la primera vez que Joaquín Maurín interpreta de una manera arbitraria y hasta tendenciosa la historia del movimiento obrero en España. Su paralelo sobre las vidas de Pablo Iglesias y de Anselmo Lorenzo, publicado en estas mismas columnas, no es otra cosa que una interpretación arbitraria y tendenciosa, señaladamente tendenciosa, ya que nadie puede admitir que la interpretación de Maurín sea hija de la ignorancia. Admitiríamos mejor que en semejantes juicios críticos de factura mauriniana, hay muchas cosas que recuerdan el cuento de la zorra.
Si no acepta esto, entonces será cuestión de que también yo exponga mis interpretaciones en base a la historia del movimiento obrero español. No hay que decir que yo no lo haré con la habilidad con que suele hacerlo Maurín; pero casi tengo la seguridad de que mi interpretación será más ajustada a la verdad histórica, más sincera, y pienso aún que mis palabras tendrán un valor constructivo, valor que falta en las palabras de Maurín.
Todo el mundo, menos Maurín, sabe que al oírse en España los primeros clamores internacionalistas, el proletariado español los recogió, y los expresó seguidamente con entusiasmo y con una espiritualidad fuertemente anarquista. Es una simple cuestión de prioridad, bastante elocuente, sin embargo, para recalcar que el anarquismo español no debe su verdadero fundamento a las faltas y al oportunismo del Partido Socialista, ya que éste, contrariamente a lo que dice Maurín, apareció como tal Partido y con un aire francamente reformista, bastante tiempo después de ser el anarquismo la más fuerte, y podríamos decir la única, expresión del movimiento proletario español.
Es cierto que la Internacional entró en España llevando en su seno los gérmenes de las dos tendencias representadas por Carlos Marx y por Bakunin, pero también es cierto que el Partido Socialista español no es más que un esqueje, por así decirlo, de aquel formidable y temible movimiento obrero, espiritualmente anarquista y revolucionario.
¿Y de dónde diablos ha sacado Maurín que la política de Iglesias abandonó Barcelona? No queremos saber ahora si Iglesias buscó siempre el "crear un contacto cada vez más firme entre la clase obrera y la burguesía liberal". Lo que nadie desconoce, es que el socialismo madrileño ha realizado en Cataluña grandes esfuerzos para arraigar en el alma del proletariado catalán, y todo el mundo sabe, además, que si el socialismo madrileño ha abandonado Cataluña, y sobre todo Barcelona, no ha sido porque Iglesias hubiese visto que "la entrada de fuertes núcleos proletarios dentro del Partido Socialista, cambiaría: radicalmente el centro de gravedad espiritual que él quería darle". Lo que Iglesias vio fue la imposibilidad absoluta de conquistar a las masas obreras catalanas, y fueron las abundantes cosechas de desdenes del espíritu catalán lo que hizo que Iglesias recogiese velas.
Y es que por encima del socialismo marxista, en Cataluña hay un problema psicológico y un sentimiento autóctono incomprendidos por los socialistas madrileños, problema y sentimiento que, en cierta forma, son incompatibles con el sentido unitario y centralista del socialismo internacional.
Cataluña ha visto nacer al gran polígrafo Pi y Margall, y es Cataluña la cuna del federalismo. Sabiendo esto, se sabe por qué Cataluña es impermeable al socialismo marxista y se sabe también por qué el anarquismo ha tenido y tendrá aquí la más fuerte expresión de vitalidad. El socialismo marxista es absorbente, y el anarquismo es esencialmente federalista. El carácter del obrero catalán es profundamente laborioso y revolucionario, mientras que las directivas del socialismo madrileño están representadas por la apatía delante del trabajo y la avidez ante los cargos burocráticos, vengan de donde vengan.
He aquí las causas reales de la impermeabilidad de Cataluña al socialismo madrileño.
En vano Maurín trata de engañamos con sus juegos malabares. Ciertamente, la entrada de Millerand en el ministerio abrió un paréntesis favorable al sindicalismo revolucionario. No hay ninguna concepción doctrinaria o ideal que no necesite de un acontecimiento u otro para quedar plasmada en la conciencia colectiva, y el hecho de Millerand dio pie a la expansión del sindicalismo revolucionario en Francia. Hay que preguntar, sin embargo, a Maurín si el reformismo y la colaboración de clases, tan arraigados en el socialismo francés, como en todos los demás socialismos estatales, nacen con la entrada de Millerand en el ministerio.
¿Qué es lo que hacen en los parlamentos los diputados socialistas? Octavio Mirbeau nos diría: ¡Hablan! Los demás mortales con un poco de sentido común, nos dirán: Hacen reformismo y colaboración de clases. El hecho mismo de la oposición es un hecho de colaboración. O se es integralmente revolucionario -y en este caso no corresponde la acción (?) parlamentaria- o se inclina uno fatalmente a la colaboración. El socialismo, ni en Francia -ni en ningún otro país- no se convierte en reformista y todo lo demás porque un Millerand vista la casaca de ministro. Se convierte en ello porque lo lleva en su naturaleza.
Anarquista convencido, reconozco la profunda consistencia de la doctrina económica de Carlos Marx. Ha sido éste el hombre que ha tenido una soberana clarividencia para describir el proceso del materialismo histórico, y el proclamarlo yo así entre los anarquistas, de algunos de ellos, y lanzado como si fuese un terrible dicterio, me ha valido el calificativo de "marxista". Pero, contrastando con la consistencia de la doctrina económica marxista, está el fallo de la concepción política de Marx, en cuanto a la eficacia de su contenido de oposición fundamental a la existencia del capitalismo; y yo lo proclamo también a los cuatro vientos.
Es evidente que el capital deriva cada día más hacia runa fuerte concentración, y no es menos evidente que la miseria del proletariado es cada día más acentuada; y tan evidente como todo esto, lo es también la evolución del socialismo -por medio de la acción parlamentaria y de sus derivados, no siendo todo ello más que reformismo y colaboración de clases- hacia el servicio de la realeza y del capitalismo. La concentración del capital, según Carlos Marx, ha de provocar la ruina de la sociedad capitalista, pero, engendrado por la concepción política del mismo Carlos Marx, existe el fatal oportunismo del socialismo, cuyo escandaloso objeto, ni por excepción, consiste en otra cosa que en rejuvenecer aquello mismo que el socialismo quiere destruir. No es necesario citar países y sería en vano buscar ejemplos contra lo que he dicho.
Y si Maurín nos recordase el hecho de Rusia como un caso de fidelidad al legado espiritual de Carlos Marx, después de mantenerle que se ha valido de un sofisma de factura bolchevique, le diría que el "parlamentarismo revolucionario" de los flamantes comunistas de todo el mundo, está destinado a caer en el mismo oportunismo en que ha caído el socialismo reformista internacional. La dificultad de las cosas está en empezarlas, y es ya sabido que el comunismo (?) bolchevique ha dado incluso ministros a países capitalistas.
Dejemos que Joaquín Maurín haga juegos malabares. El trabajo intelectual y espiritual de Anselmo Lorenzo es conocido de todos y por todos respetado en España, y por esto mismo el aristarco bolchevique resulta demasiado pequeño para juzgarlo debidamente, y no hace falta decir que el despecho no es precisamente una ayuda en estos juicios.
Las semillas sembradas por Anselmo Lorenzo han sido y son todavía semillas espirituales que fructifican y que nada tienen que ver con el anarquismo (?), que Maurín califica de "especie de vegetación espontánea". Esta "vegetación espontánea" ha sido un fruto esporádico fecundado por las violencias y por los problemas de la guerra, pero no el resultado de las semillas sembradas por "el impresor Anselmo Lorenzo". Esto Maurín lo sabe perfectamente, a pesar de que su interés sea el de hacer creer otra cosa.
Y he aquí mi sinceridad: Esta "vegetación espontánea", que no ha sido otra cosa más que el grueso de aquellas "grandiosas legiones que avanzaban dispuestas a hacer fuego", por lo mismo que ha sido "vegetación espontánea", que quiere decir falta de consciencia doctrinal, se ha esfumado al soplar un viento extraordinario y formidable... ¿Y qué es lo que no se ha esfumado por la acción de este viento huracanado?
El huracán es universal; ¿y dónde han ido a parar las grandiosas legiones comunistas que en Italia y en otros países avanzaban dispuestas a hacer fuego? Dentro de poco ¿qué quedará de las grandiosas legiones comunistas francesas, a pesar de que tengan a su merced a la CGTU, que representa una fuerza sindicalista posiblemente mayor que la representada por la Confederación española? He aquí otras pirámides de arena que el viento se ha cuidado de destruir sin compasión.
"La incomprensión del anarquismo frente a los problemas planteados", es el viejo tópico de Maurín y otros bolchevizantes. Ahora, no hay nada tan sabio como un bolchevique, Con tal de cohonestar las aberraciones de los "antiguos" y actuales directores de Rusia, no importa convertir lo blanco en negro. Lo curioso, sin embargo, es que todos saben que esta "incomprensión" no tiene otra causa que la disconformidad de los anarquistas en dar su aval a una nueva casta de tiranos, de los cuales ha nacido la teoría de que "los pueblos no necesitan la libertad para nada".
Quizá Maurín nos habla de nuestra "incomprensión", porque cree que el problema de España había de tener una solución anarquista, por la sola razón de ser los anarquistas quienes, espiritualmente, tenían acaparadas las fuerzas obreras españolas. Parece que es esto lo que quiere decimos Maurín, y ya veis de qué forma la "vegetación espontánea", que es como una especie de adoquín, ha tenido la suficiente visión para comprender que no es la hora de las soluciones anarquistas. Y el anarquismo español todavía ha hecho más. Consciente de que en sus manos tenía la fuerza revolucionaria del país, al tener una noción clara de que las soluciones en forma alguna podían ser anarquistas, puso aquella fuerza a disposición de los sectores izquierdistas.
Si los hechos han de hablar, pueden muy bien hacerlo los acontecimientos de 1917, en los cuales los anarquistas, sin ninguna esperanza de mejorar nuestra situación económico-social, fuimos los primeros, y casi los únicos, en lanzar nuestras fuerzas a la calle en defensa de la libertad y de la dignidad públicas.
Fue en el año 1918 cuando Salvador Seguí, desde la tribuna del Palacio de Bellas Artes, entre el entusiasmo más fogoso, lanzó un nuevo y formal ofrecimiento a las izquierdas para que recogiesen el clamor y las energías de la CNT con vistas a las posibilidades de aquella hora solemne. Después... ¡cuántos ofrecimientos generosos y desinteresados han sido hechos a las fuerzas izquierdistas!
Esto quiere decir que la incomprensión de los anarquistas para dar soluciones ideales a los problemas planteados, habrá sido tan grande como quiera Maurín; pero dos hechos dicen bastante elocuentemente que los anarquistas, a pesar de tener muchos defectos, han estado siempre a la altura de las circunstancias, Y no todos pueden decir eso, y mucho menos los bolchevizantes de aquí, cuya obra no ha sido otra que la que habría hecho cualquier agente del enemigo común.
Es muy lamentable que Maurín se haya acogido a la gentil hospitalidad ofrecida por los buenos amigos de L'Opinió, para hacer labor partidista y verdaderamente negativa. El momento es muy singular, como muy singular es el medio para resolverlo. Hay apasionados que son dignos de ser excluidos de las relaciones con los hombres de buena voluntad.
JUAN PEIRÓ (L'Opinió, 5 de mayo de 1928)