La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

15 de agosto de 2008

El Partido Carlista en la Transición

Pegatina del Partít Carlí de Catalunya, 1977 (Archivo La Alcarria Obrera)

El Partido Carlista, que desde 1932 jugó un papel principal en la conspiración contra la República, intentó mantener una línea política propia desde la Guerra Civil, con el respaldo que le daban los miles de combatientes aportados al ejército rebelde y encuadrados en los Tercios de Requetés. Pero el carácter totalitario del nuevo régimen y la deriva fuertemente personalista del Franquismo impidieron al carlismo disfrutar de un margen de autonomía política. A partir de 1968, y sobre todo con la elección de Juan Carlos de Borbón como sucesor del general Francisco Franco, el carlismo rompió, progresiva y dolorosamente, con el régimen hasta sumarse a las filas de la oposición democrática. En 1975, a la muerte del dictador, la fractura era irreversible, como se comprueba en este documento aprobado en marzo de 1976 que muestra la opción carlista por la ruptura y su posicionamiento con la izquierda socialista.

DOCUMENTO APROBADO POR LA ASAMBLEA FEDERAL DE DIRIGENTES DEL PARTIDO CARLISTA
I.- EL PARTIDO CARLISTA
Los momentos actuales exigen que cada uno de los partidos o grupos políticos que hoy constituyen la oposición democrática presenten a la opinión pú­blica su ideología, su programa y su línea de actuación.
El Partido Carlista, una vez realizado el análisis de la situación política, de la relación de las clases sociales en el estado español, de la fase en que se encuentra la lucha entre las mismas y de acuerdo con su interpretación de la alternativa democrática al Régimen, expone su estructura como partido y sus metas ideológicas y programáticas.
1. Partido popular y de masas.
Entendemos que un partido popular de masas es aquel cuyas bases ideológicas y metas programáticas consisten en la conquista del poder y de la sociedad a través de la convocatoria popular, para que se transforme el pueblo en militante activo, participando directamente en la construcción política del estado. Su mecanismo interno es de participación integral de todos sus miem­bros en las tareas de construcción ideológica y orgánica sin delegación, sino con reparto de responsabilidades. En su función externa es la incorporación de todos sus militantes a la lucha democrática y revolucionaria dando a sus representantes el mandato imperativo de la base del partido y ejerciendo un control directo sobre su gestión, por niveles. Es el partido de masas escuela política donde el pueblo se ejercita en su lucha y se hace responsable de la gestión política.
El Partido Carlista es un partido popular y de clase por su configura­ción sociológica; es de masas porque sus militantes participan con plena responsabilidad en la marcha interna del partido y en la actuación externa a través de representantes con mandato imperativo. Acepta el pluralismo político y la concurrencia de cuantos partidos políticos democráticos existan.
2. Socialismo de autogestión global.
Nuestra alternativa, el socialismo de autogestión global, establece la estrategia de construcción del socialismo a partir de la crítica al sistema capitalista, a la socialdemocracia y a las nuevas opresiones derivadas de los socialismos de estado.
Coherente con su ideología socialista, el Partido Carlista se propone la construcción de una sociedad con una sola clase, la del trabajo, en la que esté abolida toda forma de opresión, de un socialismo que conduzca a una de­mocracia económica donde el poder y la propiedad de los medios de produc­ción quede en manos de la sociedad, para que la planificación económica sea imperativa desde la propia sociedad a través del proceso de autogestión. Si el socialismo está basado en la libertad, el socialismo debe ser plural. Si el socialismo está compuesto por hombres y comunidades libres, el socialismo debe ser democrático. Si el socialismo conduce al pueblo a la reapropiación de los mecanismos económicos y políticos, este socialismo debe ser autogestionario.
El socialismo de autogestión global, como meta de liberación de los hom­bres y los pueblos, se desarrolla por tres vías:
- Económica. A través de la democracia económica interna en la empresa en el ejercicio de la gestión de la misma y a través del sindicato en la planificación global de la economía.
- Territorial. A través del autogobierno de las comunidades, a todos los niveles, capaz de crear una dinámica de libre federación pactada entre los diversos pueblos del estado español, basada en un principio de solidaridad y con proyección universal.
- Política. A. través de los partidos de masas que, superada una concepción electoralista, se convertirán en grupos de militantes donde el pueblo se compro­mete en la lucha y se hace responsable de la gestión política ante las diversas opciones ideológicas.
3. El Estado Socialista Federal.
Si la libertad es aplicable a las comunidades, éstas tienen que gozar del derecho a decidir y responsabilizarse con su futuro. Este derecho nace del principio inalienable de que toda comunidad es responsable de sus actos y de decidir su futuro. Esto es autodeterminación, derecho a autodeterminarse. El derecho a autodeterminarse puede conducir a la absorción, separación o federación. El Partido Carlista opta por la federación porque el análisis de estas tres posibilidades de la autodeterminación nos llevan a la conclusión de que, si los hombres no pueden vivir aislados, tampoco los pueblos. Así las nacionalidades o pueblos, las comunidades con su personalidad, su acervo cultural, sus derechos y libertades, deben federarse en todo aquello que les sea común y pueda representar una defensa de sus derechos e intereses, así como la solidaridad entre los pueblos libres.
No queremos un estado federal que esté cimentado en intereses de clase capitalista y burguesa; donde sus estructuras no respondan a la construcción de un socialismo democrático. Por ello definimos el Estado como Socialista y Federal, porque creemos que el Federalismo sin Socialismo no responde a los intereses de los pueblos que se asocian. En la etapa de democracia formal, el Partido Carlista luchará, como ahora lo hace, por el reconocimiento del derecho de nacionalidades y pueblos para alcanzar su soberanía.
4. El Pacto Pueblo-Dinastía.
Históricamente el Carlismo ha defendido la monarquía federal y popular frente al monarquismo de la sangre, de la clase dominante y del poder de la oli­garquía. El Partido Carlista ha utilizado un pleito dinástico como arma de lucha política, en cuanto que la Monarquía carlista asumía y defendía sus planteamien­tos sociales y políticos. El Carlismo no plantea hoy ningún pleito dinástico. El Partido Carlista está planteando una lucha política entre el pueblo, en su manifestación socialista y federal, contra un estado centralista y burgués en su manifestación totalitaria, fascista y oligárquica.
El Partido Carlista conserva y ratifica internamente su pacto con la Di­nastía carlista personificada en don Carlos Hugo de Borbón Parma.
El Partido Carlista se reserva el presentar en el futuro, cara a una sociedad socialista, esta fórmula jurídica de pacto como solución al problema de la forma de gobierno. Será el pueblo, y solamente el pueblo, quien decida la forma de gobierno que pueda presidir el Estado Socialista Federal, cuando goce de su plena soberanía a través de un proceso democrático. Serán las repú­blicas socialistas federadas las que, mediante pacto, decidan la forma de go­bierno a través de lo que llamamos pacto federal.
II.- ALTERNATIVA DEMOCRATICA
El Régimen franquista está llegando a su fin y el país, después de cuarenta años de dictadura, exige alcanzar su libertad, para que la convivencia entre los pueblos del estado español se plasme en una realidad, rompiendo el uniformismo impuesto por el sistema fascista que aún perdura. En definitiva, llegar a un en­tendimiento dentro del campo de la pluralidad, con el establecimiento de los de­rechos humanos y libertades públicas.
1. Liquidación de la guerra civil.
La liquidación de la guerra civil no consiste en un revisionismo o revan­chismo frente al poder establecido por los usufructuarios de la victoria, sino en la convergencia de todos en la democracia.
Hoy no puede aceptarse la tesis de las dos Españas que los instalados in­tentan mantener como elemento de discordia, para seguir detentando el poder y sus privilegios. Son unas minorías extremistas las que mantienen o intentan man­tener esa tesis. La sociedad española ha sufrido una profunda transformación de­mocrática hacia metas de convivencia, gracias a la lucha popular orientada por las fuerzas políticas, frente a un poder que, con el paso de la dictadura perso­nal a la dictadura colegiada, cada día ha ido perdiendo más fuerza y autoridad. Los procedimientos democráticos y pacíficos de convivencia, son reales y prag­máticos por parte del pueblo, falta legalizarlos en una constitución democrática. El obstáculo es el Régimen actual.
2. Ruptura democrática. Su necesidad.
No puede existir libertad sin la desaparición de los obstáculos que impiden su ejercicio, representados por todo el conjunto de leyes e instituciones represi­vas implantadas para mantener el poder de las oligarquías políticas y económicas. No puede existir presencia y participación del estado español en el concierto de las naciones democráticas sin este cambio. En definitiva, el cambio debe llevarse a cabo con la desaparición del Régimen y toda su estructura constitucional del ca­rácter totalitario. El avance de las luchas populares y las contradicciones del sis­tema, demuestran que el reformismo está condenado al fracaso e imponen la rup­tura con el Régimen totalitario.
La ruptura democrática es más que una frase o slogan convenido. Implica precisamente la necesidad del cambio, romper con todo aquello que suponga obs­táculo para el ejercicio de la libertad y la democracia. La ruptura, para estable­cer la democracia, queremos que sea por vía pacífica a través de un proceso de presión popular y política sobre las resistencias que oponen las estructuras tota­litarias al cambio inevitable. Esas resistencias son las violentas, las no pacífi­cas. Sin embargo, son vías pacíficas las que utiliza el pueblo en su proceso y avance democrático. Puede llegarse a una ruptura democrática pactada. Pactada desde instancias de la oposición democrática unida y desde zonas que detentan po­der (instituciones, grupos o sectores sociales) que evolucionen hacia fórmulas democráticas. Sería una convergencia de estas zonas de poder con la oposición en el terreno democrático. Sólo así puede entenderse la ruptura pactada, porque la democracia no es negociable ni admite concesiones.
III.- LINEA TACTICA DEL PARTIDO CARLISTA
El Partido Carlista se opuso rotundamente desde un principio al estableci­miento de un régin1en fascista, personal y totalitario. Desde el principio de la guerra civil ha estado en la oposición, siendo perseguido por esta causa. Por su constitución sociológica, por su ideología popular, no podía aceptar un siste­ma totalitario. El Partido Carlista forma parte de la oposición que lucha por la ruptura democrática, encuadrado hoy en la Plataforma de Convergencia Democrá­tica a nivel de estado y en los organismos unitarios de las nacionalidades.
1. La unidad de la oposición democrática.
El Partido Carlista exige la unidad de la oposición porque es imprescindible para alcanzar la ruptura democrática. Los esfuerzos en este sentido, se están llevando a cabo con dificultades, aunque se haya logrado un acuerdo de principio entre la Plataforma de Convergencia Democrática y la Junta Democrática de Espa­ña. Punto fundamental para la verdadera unidad, es el acuerdo entre las instan­cias unitarias a nivel federal y de las nacionalidades.
Estamos asistiendo a la culminación de un proceso unitario en el que han quedado de manifiesto la coherencia y el éxito de nuestras propuestas y esfuerzos uni­tarios.
2. La lucha popular.
El pueblo se debate por alcanzar su libertad frente al poder establecido, que le niega cualquier expresión democrática y además le reprime con violencia. Es­ta lucha alcanza resultados halagadores en el orden de las conquistas de zonas de libertad que el poder se ve obligado a abandonar. Las luchas populares se manifiestan a través de todas las actividades políticas y sociales del pueblo. Debemos des­tacar la que mantiene la clase trabajadora y las de las nacionalidades y pueblos en la búsqueda de su libertad y personalidad. El Partido Carlista está inmerso en es­ta lucha popular a través de sus frentes obrero, campesino, estudiantil, profesio­nal y de barrios, tanto a nivel del estado como a nivel de nacionalidades y pueblos. Las movilizaciones populares deben ser orientadas y promocionadas por las fuerzas políticas. Las esperanzas del pueblo en una oposición política y coherente es una exigencia que el Partido se hace a sí mismo y a toda la oposición democrática, a la cual emplaza para este fin.
3. Unidad sindical.
El Partido Carlista trabaja, desde ahora mismo, por la unidad sindical sur­gida desde la base, no monolítica ni burocrática, siendo ésta la línea de actuación de nuestros militantes en el seno de las Comisiones Obreras. Propugnamos un Sindicato libre, autónomo, democrático y unitario. La Unidad sindical es la garan­tía de la defensa de los intereses de la clase trabajadora, frente a la pluralidad sindical, utilizada tradicionalmente por la patronal para dividir al movimiento obrero.
4. Consolidación de la ruptura. Democracia formal.
El Partido Carlista, comprometido en la lucha por la ruptura democrática, y considerando como esencial la unidad de la oposición, acepta la implantación de la democracia formal para el establecimiento de las libertades públicas y como camino o tránsito al socialismo plural y democrático, que es nuestro objetivo fi­nal. La ruptura democrática debe tener una proyección de futuro inmediato. No puede proponerse una ruptura, sin antes establecer unas bases sólidas que garan­ticen el ejercicio de la democracia y evitar se produzca un vacío de poder. Todo ello fruto de un pacto entre organismos unitarios a nivel del estado con los de na­cionalidades y pueblos.
5. Gobierno Provisional.
Es indudable que la ruptura democrática no puede ni debe darse en el vacío, dejando al país sin autoridad y sin concretar en qué manos queda depositado el po­der. De ahí la necesidad de constituir un Gobierno Provisional que garantice el establecimiento de las libertades, con unas claras reglas del juego democrático, que lleven al periodo constituyente. En este Gobierno Provisional deben estar pre­sentes todas las fuerzas políticas de la oposición, como prolongación del pacto, hasta el inicio del periodo constituyente. Asimismo podrán constituirse Gobiernos Provisionales en las nacionalidades, a partir de la revisión o promulgación -se­gún los casos- de Estatutos de Autonomía.
6. La unidad del socialismo. Un frente de izquierda.
El fenómeno socialista debe ser observado con objetividad y claridad, pa­ra poder distinguir las fuerzas que se alinean en esta corriente ideológica. Cuá­les son sus fines, sus programas y qué es lo que les puede unir, porque el socia­lismo no es patrimonio de ningún grupo o partido determinado.
El Partido Carlista considera necesaria la unidad de las fuerzas socialistas en torno a un programa común que establezca las bases de un mañana socialista. Como culminación de este proceso, el Partido Carlista mantiene su programa de un Frente Democrático Revolucionario, que aglutine a todas las fuerzas de izquierda.
Madrid 20 de marzo de 1.976

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