Cabecera del periódico CNT, Toulouse, 1960 (Archivo La Alcarria Obrera)
El final de la Guerra Civil dividió fatalmente a la CNT; para algunos la guerra no había terminado y las condiciones especiales que llevaron al movimiento libertario a participar en las instituciones republicanas y a ratificar determinadas alianzas seguían siendo válidas. Para otros, el final del conflicto bélico devolvía a la CNT la libertad de acción para volver a su tradicional apoliticismo y a un horizonte estrictamente sindical en la firma de pactos. La división se mantuvo hasta que en 1961, comprobado el fracaso de los republicanos que mantenían en pie un gobierno al que casi nadie reconocía dentro y fuera del país, ambas corrientes se reunificaron en el Congreso de Limoges. Cuando al año siguiente Claudio Sánchez Albornoz se dirigió a la rama "política" de la CNT, su secretario general, Roque Santamaría, rechazó en nombre de esa nueva CNT reunificada cualquier participación de los anarcosindicalistas en el Estado y sus instituciones. Reproducimos la carta de Roque Santamaría a Claudio Sánchez Albornoz.
Toulouse, 19 de febrero de 1962
Distinguido compatriota y amigo:
Correspondemos a su carta sin perder mucho tiempo –para Ud. El tiempo debe contar particularmente- y procuraremos hacerlo de una forma concisa y clara de manera que quede inequívocamente expresado nuestro pensamiento respecto al problema que nos ocupa: la lucha por la liberación de nuestro infortunado pueblo.
No ignora Ud. nuestra condición apolítica en el sentido de participación en organismos de carácter gubernamental. Libertarios, no consideramos la autoridad como elemento favorable a los principios de libertad del hombre en su amplia acepción de la palabra. Sindicalistas, consideramos que nuestro deber está entre los trabajadores, en sus sindicatos, en la acción diaria por la emancipación de los mismos de la explotación de que son objeto por los poderes políticos y económicos.
En estas condiciones, está claro que consideramos de una eficacia muy relativa toda solución política que no se enfrente resueltamente con las causas del mal que engendrando la injusticia social no puede evitar la injusticia social que pesa sobre los trabajadores.
Tras 23 años de exilio, de frustraciones en orden a soluciones de carácter institucional, estimamos que toda acción del antifranquismo debe orientarse exclusivamente a la formación de un Frente de lucha común, a todos los antifascistas, contra la dictadura. Este Frente debe aglutinar los esfuerzos e inquietudes de todos los sectores e individualidades animados de ideas de democracia y libertad, a todos quienes rehúsan su simpatía o apoyan al totalitarismo como sistema de convivencia entre los hombres.
El institucionalismo nos parece desplazado a estas alturas; fracasado desde hace ya mucho tiempo. En estas condiciones, todo propósito institucional lo consideramos contraproducente e inconveniente. Si de institucionalismo republicano se trata, sólo servirá para ofrecer un arma a los institucionalistas monárquicos u otros tales como el franquista. ¿Por qué no terminar ya con el institucionalismo, de derecho o de hecho, para dar paso al principio de autodeterminación, libre y soberana, del Pueblo en cuanto a la forma institucional bajo la cual desea vivir?
Nos parece obvio significarle, estimado amigo, que en la elección del sistema institucional nosotros estamos sobradamente definidos y que entre lo que estimamos anacrónico y reaccionario (la monarquía) y una República de amplia base democrático-social, nuestra elección está hecha desde ya mismo. Si, además, una república se propone realizar reformas fundamentales en las estructuras económico-sociales, susceptibles de interesar a los trabajadores en la indispensable construcción de los fundamentos industriales, agrícolas, intelectuales, etc. la república tiene asegurada la anuencia popular sin la cual ningún régimen será viable en España. Situar a España dentro y a la altura del concierto de pueblos libres y evolucionados del mundo debe ser la aspiración de todos los españoles dignos.
Bajo estas perspectivas, creemos que el institucionalismo a “priori” está desplazado de la realidad del tiempo en que vivimos y que en su lugar lo procedente es crear el organismo aglutinador de inquietudes, esfuerzos y medios quien, sobre objetivos concretos de carácter liberador, actúe de cara a la liberación de España. Esta fórmula, sin duda, obtendrá una amplia audiencia en la conciencia universal y de este hecho atraería merecidamente los concursos solidarios necesarios para el desarrollo de una lucha efectiva por la liberación de España.
Por otra parte, la persistencia institucionalista, ¿no cree Ud. que encierra otros riesgos ciertamente graves? Si desgraciadamente un día falleciera el Sr. de Asúa, encarnación actual del institucionalismo republicano, y por razón legal, fuera Dolores Ibárruri la sucesión, ¿sería lícito y razonable que los institucionalistas de hoy fueran los adversarios mañana? Y las consecuencias de tal alternativa, ¿las han meditado ustedes bien?
Es el momento, según nosotros, de dar fin al institucionalismo y de ofrecer una contrapartida constructiva.
Por no hacer interminable esta carta obviamos otros argumentos en apoyo de nuestra tesis. Dicho lo que pensamos, de forma sumaria, no nos queda más que confirmarle que la CNT permanece indestructiblemente fiel a la causa de la liberación de España y que toda acción que tienda a este fin tiene todas nuestras simpatías; que por nuestra parte no seremos obstáculo alguno a la creación y desarrollo de actividades tendentes a posibilitar a nuestro pueblo la manifestación de su libre voluntad, aunque no coincidamos en métodos, actitudes y responsabilidades en operaciones en las cuales no creemos.
Así las cosas, en lo que personalmente a Usted se refiere, va de sí que seguimos con interés su intento y que, creyendo en su buena fe, nuestra simpatía y nuestros votos porque su intento sea un éxito son una realidad sincera.
Muy cordialmente quedamos suyos y de la causa de la liberación de España.
Por el Secretariado Intercontinental de la CNT de España en el exilio.
Roque Santamaría
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