Pegatina Juventud Bandera Roja, 1982 (Archivo La Alcarria Obrera)
En diciembre de 1976 se celebró el Referéndum para la Reforma Política que convocó Adolfo Suárez para intentar encauzar la voluntad de libertad de un número creciente de españoles. Si la oposición antifranquista fue capaz de abortar la maniobra continuista de Carlos Arias Navarro, la alta participación en el Referéndum de 1976 puso de relieve las limitaciones de la oposición, que propuso la abstención activa en esa convocatoria. Para los sectores más a la izquierda del espectro político hispano se abría una etapa de dura lucha social para no quedar descolgados del proceso de cambio político y, al mismo tiempo, ganar la partida al reformismo más ramplón con el que ya coqueteaban sectores de la oposición. La Organización Comunista de España (Bandera Roja) optó por prepara una coalición electoral con la República como eje vertebrador, tal y como se aprobó en la siguiente resolución de su Comité Central.
I. LA CONTRAOFENSIVA DEL GRAN CAPITAL: INSTITUCIONALIZAR LA MONARQUIA.
La principal característica del momento actual es el lanzamiento de la contraofensiva del gran capital para dar salida a la crisis general del franquismo y reorganizar bajo nuevas formas su Estado.
Los objetivos de la contraofensiva son: a) la instauración de un fuerte régimen autoritario, de democracia limitada basado en la institucionalización de la Monarquía, gestada por el franquismo; b) la formación de un nuevo bloque burgués que amplíe la base de sostén de la nueva Monarquía; c) el debilitamiento y división de las fuerzas obreras y populares; y d) la subordinación general de España al imperialismo americano gracias a la entrada en la OTAN y en el Mercado Común.
Los instrumentos para dicha contraofensiva son el Referéndum, la convocatoria a elecciones a las Cortes monárquicas, y por último las elecciones municipales, sin previas libertades políticas.
Política que cuenta con el apoyo general del conjunto de los países capitalistas, y especialmente de los EE.UU.; y cuya primera preocupación ha sido apoyarse en los dos puntales tradicionales del franquismo: el Ejército y la jerarquía eclesiástica. En este sentido ha sido significativa la política del general Gutiérrez Mellado al frente del Ejército, consistente en impedir la actividad política en su seno (lo que indica el intento de volver a convertirlo en ciego aparato represivo de la Monarquía del gran capital), y en la represión iniciada contra las organizaciones de los soldados (comités de soldados).
La instauración de un fuerte régimen autoritario que, bajo ciertas formas democráticas, garantice los intereses del gran capital y su política de integración superior en la cadena imperialista, es el objetivo central de la contra-ofensiva. Si la crisis del franquismo como resultado de la ofensiva obrera y popular, y la muerte del dictador obliga a la burguesía a reorganizar su Estado bajo nuevas formas, no cabe ahora olvidar que el franquismo no fue la Dictadura de un hombre, sino la más dura dictadura de toda una clase -la burguesía financiero-monopolista- sobre el conjunto del pueblo. Y es de nuevo el gran capital quien hoy lanza esta contraofensiva, disfrazándola en bellas palabras democráticas, porque necesita ampliar sus alianzas con los otros sectores de la burguesía y confundir al conjunto de las fuerzas populares.
Las bases del nuevo régimen autoritario que asegure sus intereses en la etapa post-franquista son:
- la institucionalización de la Monarquía como cabeza del nuevo Estado. Para ello hereda buena parte de los poderes de la Jefatura del Estado que disfrutaba Franco, asume el mando supremo del Ejército, y queda fuera del control democrático de la población. Podríamos decir que es la pieza clave del nuevo régimen, el instrumento fundamental y la garantía final de la política del gran capital.
- la instauración de unas formas democráticas limitadas. Las Cortes monárquicas compuestas de Senado y Congreso serán la base de la nueva democracia. El Rey elegirá directamente a una quinta parte de los miembros del Senado, al presidente de las Cortes y al del Consejo del Reino. Sólo serán legalizadas las fuerzas políticas que acaten la Monarquía y su régimen. Las elecciones se harán sin previas libertades políticas. Los derechos nacionales y regionales no son reconocidos.
Como puede verse unas y otras instituciones buscan asegurar el control absoluto de la burguesía sobre el conjunto del Estado, e impedir al máximo la intervención política autónoma obrera y popular. De hecho se trata de un régimen transitorio. En el periodo en que nos encontramos de grave crisis estructural del sistema capitalista-imperialista tal régimen o bien se endurecerá, aun más, frente a la continuidad de la ofensiva obrera y popular que hará frente a los efectos de la crisis (paro, inflación, agravación de la crisis del campo); o bien las fuerzas populares conseguirán romper esta falsa democracia liquidando los restos franquistas que sobreviven para imponer formas democráticas más abiertas a la intervención popular -la República- que permita mejorar las condiciones de vida y trabajo de las masas y avanzar hacia el Socialismo.
Pero lo decisivo es delimitar los pasos de esta contraofensiva del gran capital para hacerle frente y derrotarla políticamente. Estos pasos son tres:
1.-La campaña del Referéndum, que tiene por objetivo el reforzar el papel central de la Monarquía y de su Gobierno para negociar en condiciones de fuerza con los partidos democrático-burgueses y reformistas su participación en el marco ya establecido de la nueva democracia limitada. El Referéndum ha sido planteado según las más ortodoxas fórmulas dictatoriales y como una amplia campaña demagógica que confunda las ilusiones democráticas de la población para encerrarlas en el estrecho callejón de las futuras Cortes Monárquicas.
Su eficacia en este sentido ha sido indudable pues ha conseguido la inhibición de los partidos democrático-burgueses y la abstención formal de los partidos reformistas; y hablamos de abstención formal porque esta no ha consistido en el rechazo de la democracia limitada de la monarquía, sino que al contrario ha presupuesto su aceptación, por lo que la abstención sólo consiste para tales partidos en un acto de fuerza para negociar en mejores condiciones con el Gobierno su participación en las próximas elecciones a Cortes.
2.-La convocatoria de elecciones a las Cortes Monárquicas, Marzo-Junio, que tiene por objetivo el consolidar formalmente la Monarquía bajo la apariencia de las nuevas instituciones pseudo-democráticas. Es la primera gran batalla política de la Monarquía y para ganarla no dudará en hacer todo tipo de concesiones que no atenten al respeto y aceptación de la Monarquía y sus instituciones. Será alrededor de las elecciones que se estructura el nuevo bloque burgués con el beneplácito de las fuerzas reformistas.
Las elecciones abrirán, por primera vez en España desde la guerra civil, una gran campaña de propaganda política e ideológica entre toda la población cuyos efectos serán el de una rápida y confusa politización de todo el pueblo que abrirá condiciones nuevas y superiores para la misma intervención de la política proletaria. Deberemos aquí tener en cuenta que la política de los partidos democrático-burgueses y reformistas esconderá minuciosamente su sumisión a la democracia limitada de la Monarquía para lanzarse a una verbal demagogia democrática y aún socialista.
3.-Las elecciones municipales, previsiblemente convocadas en Junio-Diciembre, que tienen por objetivo el asegurar el funcionamiento de la nueva democracia monárquica mediante el intento de integración de ciertas aspiraciones populares inmediatas en el marco de las nuevas instituciones. Será la segunda gran batalla de la Monarquía y sin lugar a dudas la más dura pues, la naturaleza más inmediata de las aspiraciones que deben resolver las instituciones locales, las hacen mucho más sensibles a la intervención de las masas en este proceso de gran confusión y demagogia política y facilitan una mayor influencia de las fuerzas populares.
II. CAMBIO GENERAL DE LAS ALIANZAS. HACIA UN NUEVO FRENTE REPUBLICANO.
Hace ya varias semanas que la OCE explicaba en el Bandera Roja el pacto que se estaba gestando entre el Gobierno y los principales partidos democráticos burgueses y reformistas. ¿Quién puede dudar hoy de la verdad de nuestras afirmaciones? Nuestra Organización denunció desde el primer día la constitución de la Coordinación Democrática y de la Plataforma de Organismos Democráticos como instancias de negociación y subordinación a la Monarquía franquista, como formulas demagógicas por encubrir su renuncia a la defensa de los intereses del pueblo, intereses manifestados repetidamente en las movilizaciones de las masas, y que pueden sintetizarse en:
- plenas libertades políticas para el pueblo, amnistía total y disolución de los cuerpos represivos del franquismo, mediante el establecimiento de un Gobierno Provisional Democrático.
- mejora de las condiciones de vida y trabajo de las masas.
- derecho de autodeterminación de las nacionalidades. Establecimiento de regímenes de autonomías nacionales y regionales.
- reforma agraria.
- independencia respecto a los bloques imperialistas
La contraofensiva del capital ha roto la llamada oposición democrática en tres grandes sectores: los partidos democrático-burgueses (Democracia Cristiana, Liberales y Socialdemócratas), los partidos reformistas (PSOE, PSP, FPS, PCE, y el PTE y MCE en fuerte degeneración reformista) y los partidos obreros y populares radicales (en configuración, está integrado de momento por fuerzas obreras y populares como ORT, LCR, OICE, por fuerzas nacionalistas radicales KAS, PSAN, UPG y por la OCE (BR).
Los primeros aceptan las reglas del juego de la monarquía si bien aspiran a un sistema democrático superior. Ven la democracia limitada como un periodo útil para organizarse mejor mientras la represión se abate sobre el movimiento obrero y popular. Los segundos aceptan el mando de la monarquía autoritaria como un primer paso, confiando en ir ensanchando su base de intervención y de participación en el mismo Poder de forma progresiva, mediante una política de constante presión desde la acción de las masas, orientada siempre hacia la reforma y ampliación del actual marco pseudodemocrático en la perspectiva de lo que llaman una democracia avanzada.
Una línea separa el campo de las fuerzas reformistas y oportunistas (posibilistas) del campo de las fuerzas que mantienen una política de autonomía y defensa de los intereses populares y obreros. Línea que divide el campo de los que aceptan el juego de la Monarquía, y por lo tanto se preparan ya desde ahora para participar en las elecciones de las Cortes Monárquicas, del campo de las fuerzas que rechazan el sistema de democracia limitada de la Monarquía, rechazan las elecciones a Cortes y orientan toda su política en la desestabilización de la Monarquía y la imposición de la República.
Fruto de esta división vamos a asistir a una profunda remodelación de las fuerzas políticas, con importantes trastornos en su interior. En general podemos ver que cada partido tiene ya trazado su campo de intervención, pero es indudable que sus miembros no están plenamente homogeneizados por lo que asistiremos a grandes crisis y reorientaciones de algunos partidos; y, cómo no, a coincidencias entre partidos enfrentados hasta ahora por cuestiones de matices o de tipo organizativo que, en la actual situación, tenderán a fusionarse a corto o medio plazo (así se ve ya la tendencia de los oportunistas hacia el reformismo).
Es pues necesario que el proletariado, bajo la iniciativa de su vanguardia comunista, sea capaz de estructurar, una nueva política de alianzas que partiendo de lo inmediato una a todo el pueblo tras una alternativa política, Y esta alternativa solo puede ser una: la lucha por la República.
Ciertamente nuestro objetivo es el Comunismo, y para ello la tarea principal en que estamos empeñados es el avance hacia la Revolución Socialista. Pero avanzar en tal dirección no es un deseo, ni una opción subjetiva, sino un proceso continuado cuyo primer paso consiste en romper la actual política del gran capital de recomponer el Bloque burgués y consolidar la Monarquía. Nuestro objetivo hoy es enfrentar al conjunto del pueblo, unido a los objetivos que antes hemos reseñado contra la Monarquía. Nuestro objetivo es imponer un régimen de plenas libertades políticas para el pueblo, y esto hoy solo tiene un nombre: instaurar la Republica.
Por lo tanto se trata de articular la más amplia unidad de acción alrededor de cada uno de los puntos antes citados y que podríamos decir forman el programa de la República, uniéndolos con la única perspectiva real de su consecución: el derrocamiento de la monarquía y la imposición de la República Democrática. A esta política de unidad del pueblo en torno a sus intereses inmediatos le damos un nombre: construir el Frente Republicano, primer paso de la Unidad Popular.
III. COMO CONSTRUIR EL FRENTE REPUBLICANO EN LA BATALLA CONTRA LA MONARQUIA. AVANZAR HACIA LA HUELGA GENERAL POLÍTICA, PREPARAR UN FRENTE ELECTORAL REPUBLICANO PARA LAS ELECCIONES MUNICIPALES.
Una visión inmediatista y superficial, ocasionada por el peso de la propaganda oficial y de los partidos burgueses, tiende a considerar que la victoria de la Monarquía es un hecho, y que solo cabe adaptamos a la nueva situación. Jugar a lo que es posible, y
esperar mejores tiempos.
El derrotismo, el oportunismo y el posibilismo son la expresión clásica del pensamiento y práctica pequeño burguesa de la desconfianza en las masas y en la fuerza autónoma del proletariado. Es pues la hora del derrumbe de los idealismos y del falso verbalismo revolucionario.
La realidad es muy distinta. Tras el aparente avance arrollador de la política del gran capital aparecen grandes vacios y nuevas contradicciones. Ninguno de los grandes problemas que atraviesa nuestro pueblo es abordado por la Monarquía. Ni la crisis económica, ni las autonomías nacionales y regionales, ni la mejora de las condiciones de vida y trabajo de las masas (el paro, salario suficiente, enseñanza gratuita, vivienda digna, etc.) ni la reforma agraria que rompa la actual crisis general que atraviesa el campo, ni la independencia nacional de los bloques imperialistas, tienen ninguna respuesta.
¿Quién podrá controlar la utilización que harán las masas del régimen de semi-libertad, ¿cuál será el resultado de la gran campaña de politización? cómo limitar por un largo periodo de combatividad de un pueblo que ha encontrado su identidad en la dura lucha contra el franquismo? Nada está decidido. Ciertamente la Monarquía con la colaboración, no exenta de profundas contradicciones y tensiones, de las fuerzas reformistas puede conseguir una primera victoria con las elecciones a Cortes y la inauguración de su "democracia limitada", pero ¿y luego?
¿Cómo abordaran dichas Cortes, controladas por la fuerza del gran capital -Alianza Popular, Partido Popular y Democracia Cristiana- la resolución de los problemas del país? ¿Cómo actuaran el PSOE y el PCE atados de manos y pies entre sus compromisos en las Cortes y los anhelos del pueblo constantemente reprimidos? ¿Cómo responderán las masas al descubrir la ineficacia de la democracia limitada, al desenmascararse la Monarquía como instrumento al servicio exclusivo del gran capital?
Corresponde a los comunistas trazar una Táctica precisa, capaz de incidir en tales contradicciones, de forma que permita a la clase obrera y al pueblo recuperar la ofensiva política para romper en añicos los proyectos reformistas del gran capital.
Esta Táctica tiene dos líneas de ejecución: preparar la Huelga General Política y estructurar un Frente Electoral Republicano para las elecciones municipales.
El avance hacia la Huelga General Política corresponde a una línea de radicalización paulatina de las luchas obreras y populares, como consecuencia de los efectos de la larga crisis económica que atravesamos, que en un marco de activa lucha política general tenderá a endurecerse fusionando los intereses económicos, sociales y políticos de las masas. Por el momento está claro que tal línea de avance no vendrá dada por la opacidad de las organizaciones sindicales y políticas para concertar su acción y llamar unitariamente a la movilización general: sino como resultado del incremento de la combatividad de las masas y de su propia autoorganización que pone en marcha día a día a nuevos contingentes de trabajadores y que lleva hacia su generalización.
Se trata pues de centrar nuestra política en el apoyo a todas las luchas obreras y populares, de darles un contenido político a partir de las características propias de cada combate, de hacer descubrir día a día a los trabajadores a través de la experiencia de su combate el carácter instrumental de la Monarquía al servicio del gran capital, como simple instrumento para perpetuar la explotación y opresión sobre los trabajadores.
Los comunistas debemos trabajar con el mayor ahínco posible en el avance y apoyo de este proceso para que conduzca hacia la Huelga General Política y facilite constantemente la denuncia del nuevo régimen del capital sin sectarismos, con entrega solidaria, de forma que facilitemos su desarrollo objetivo sin vacilaciones ni temores.
Junto a estas líneas debemos poner todas nuestras fuerzas en la plasmación de un nuevo tipo de alianzas en el seno del pueblo que partiendo, como ya hemos dicho de lo inmediato, haga frente a cada paso de la contraofensiva institucional del gran capital.
Debemos ser rigurosos y audaces en tal política en el sentido de entender cuáles son los aspectos decisivos en cada batalla. La batalla más dura en el enfrentamiento político-institucional serán las elecciones municipales. Porqué son las que sin suponer una aceptación del régimen monárquico enlazan más directamente con las aspiraciones inmediatas de las masas, y por su propia naturaleza se resuelven en términos geográficos más delimitados en la composición de clase de cada distrito o población. Aunque desde ahora mismo deberemos ser el máximo de audaces, lo que exigirá una gran capacidad de intervención entre las masas, sorteando y provocando los límites de la "democracia monárquica".
La batalla del Referéndum tanto por su precipitación como por su irrelevancia institucional ya que no decidía nada en realidad pues todo estaba ya decidido de antemano, era de hecho la menos importante, y su función era preparar la batalla siguiente de boicot a las elecciones a Cortes.
La batalla de las elecciones a Cortes es muy importante. Porque dividirá definitivamente el campo de las fuerzas reformistas del campo de las fuerzas obreras y populares autónomas. Y porque en su curso debe permitir crear el nuevo frente de alianzas que caracterizamos como un Frente Republicano. Si bien en esta batalla deberemos seguir dos ejes de actuación, el establecimiento de alianzas republicanas que antepongan en el seno de las masas la conquista de la República frente a la consolidación de la Monarquía, política que puede ampliarse tácticamente con aquellas que estén simplemente por el boicot a las elecciones a Cortes; y el apoyarse en la máxima movilización obrera y popular que facilite la mayor concienciación de las masas ante la lucha política.
La campaña de boicot a las elecciones a Cortes, exigirá una gran concreción de los programas políticos y medios para realizarlos, y en este sentido facilitará enormemente el debate político entre las masas y la defensa de la República y de su programa inmediato. Es el momento de formar en todas las ciudades, provincias, nacionalidades y regiones Plataformas Republicanas (¿Unión de Republicanos?) en las que se coordinen los partidos, fuerzas y personalidades que hagan de la República la base de su programa y montar desde tales plataformas la campaña general por el boicot a las elecciones.
Deberemos prestar gran atención y asegurar una intervención decisiva en las instancias democráticas unitarias de algunas zonas como la Asamblea de Catalunya o la Asamblea del País Valencia, que se romperán en tal proceso, debiendo ganar al sector más radical para la política republicana, sea reconvirtiendo tales Asambleas en Plataformas Republicanas, sea atrayéndonos a las fuerzas populares y nacionalistas a dichas Plataformas.
Para su eficacia, la formación de tales plataformas republicanas deberá ir acompañada de la formación de Grupos Republicanos en cada barrio, pueblo, empresa o centro estudiantil que difundan entre las masas tal política, y permitan encuadrar el enfrentamiento obrero y popular contra la Monarquía y su política al servicio del gran capital] y del imperialismo americano, y que se coordinen en las Plataformas de cada ciudad o comarca.
En el desarrollo del Frente Republicano deberemos contar sobre todo con las fuerzas obreras y populares que mantienen su autonomía política, con las fuerzas nacionalistas o regionalistas radicales, con la base combativa encuadrada aún en partidos reformistas u oportunistas, y con amplios sectores de la vanguardia obrera, popular y estudiantil.
Entendiendo que la estructuración propiamente del Frente Electoral Republicano corresponderá, posiblemente, a la preparación de la siguiente batalla de preparación de las elecciones municipales, en la que deberemos hacer converger las bases y plataformas de lucha por la Republica, con el descontento obrero y popular tras el desenmascaramiento del papel de las Cortes Monárquicas.
IV ANTE UN LARGO PERIODO DE CRISIS POLÍTICA Y DE DUROS COMBATES DE CLASE
Entramos en un periodo nuevo de lucha política abierta en la que de momento deberemos saber combinar la intervención directa y abierta de nuestra Organización en el seno de las masas con el mantenimiento de la clandestinidad de nuestros aparatos y organización. Aprovechando a fondo todas las nuevas posibilidades de la democracia limitada.
Como analizaban las resoluciones de nuestro II Congreso nos encontramos ante una prolongada crisis político-social de difícil salida a corto plazo por los efectos generales de la crisis imperialista. Situación de duros combates de clases, en que ninguna batalla determina la victoria final del combate por el momento.
Veamos antes como la misma contraofensiva del capital se plantea sólo en el terreno de las instituciones, pero olvida la resolución de los problemas cruciales del país, problemas de difícil solución por su coincidencia en la crisis capitalista que planea encima nuestro y cuyas consecuencias y gravedad son aun imprevisibles.
La lucha política, como expresión de la lucha de clases, es como una encarnizada guerra donde sólo una visión general del combate puede asegurar la victoria final. En una guerra lo fundamental no es ganar todas las batallas, sino el saber sacar provecho de las derrotas y prepararse para las batallas decisivas, el saber combinar los ataques y el reagrupamiento de fuerzas, el hostigamiento del enemigo y la lucha frontal.
El proletariado y el pueblo no están hoy en condiciones de vencer en la batalla de las elecciones a Cortes, porque ya el Gobierno se ha preocupado de limitar la intervención abierta de las fuerzas obreras y populares y con sus cantos de sirena ha atraído a su juego a las fuerzas reformistas. Pero su victoria será pequeña si los comunistas conseguimos en tal batalla estructurar una vanguardia proletaria y popular avanzada, si establecemos gracias a ello solidas alianzas con las fuerzas nacionalistas y populares radicales, y si introducimos en el seno de las masas el germen que les permita descubrir, luego, la naturaleza opresora y semidictatorial de la nueva monarquía, ante el desengaño progresivo de su actuación inmediata. Si sabemos transformar esta derrota en la plataforma de lanzamiento de un Frente Electoral Republicano que ante las elecciones municipales sea capaz de desestabilizar a la misma Monarquía. Todo ello sin olvidar nuestro apoyo decidido a la lucha económica y social de las masas uniendo la construcción del Frente Republicano con el avance hacia la Huelga General Política.
En el transcurso de estas rápidas batallas es visible ya que se reestructura profundamente todo el campo obrero y popular. Algunas fuerzas que hoy se autoproclaman revolucionarias caerán en el más estrecho reformismo, al igual que alguna fuerza de aparente radicalidad nacionalista traiciona sus programas para supeditarse a la negociación con la Monarquía y el gran capital, como la Convergencia Democrática de Jordi Pujol para sólo poner un ejemplo. Amplios sectores obreros y populares descubrirán el reformismo estéril de los partidos que se anteproclaman socialistas y comunistas sólo con el nombre como el PSOE y el PCE; y la exigencia de un nuevo Partido Revolucionario, de un Partido Proletario estará en la conciencia de la amplia vanguardia obrera y popular y de las mismas masas en lucha.
La OCE (BR) debe prepararse para asumir nuevas responsabilidades a lo largo de dichas batallas. Toda nuestra política debe centrarse en la construcción del Frente Republicano, como primer paso de la Unidad Popular que ya definimos en el II Congreso; en la preparación de la Huelga General Política como resultado del avance de la combatividad de las masas trabajadores y el reforzamiento de su propia organización. Y en la incorporación masiva de la nueva vanguardia obrera y popular en nuestra Organización. Lo que marca una prioridad determinante, la capacidad de la OCE (BR) de llevar directamente su política a las masas, la de estrechar la relación Organización-masas de forma directa y profunda.
El reforzamiento de la OCE (BR) se convierte así en el aspecto decisivo para el avance general de la política proletaria y de unidad del pueblo. Tendremos que hacer enormes esfuerzos y sacrificios para ponemos a la altura del combate a llevar. Ningún camarada puede ya permitirse el lujo de estar satisfecho por el trabajo realizado en su pequeña parcela de actividad política. Cada camarada, debe convertirse en un propagandista capaz de defender la política proletaria entre las masas, convertirse en un organizador y en el más duro combatiente en todas las acciones obreras y populares. Ninguna parcela de influencia política sirve de gran cosa sino es como referencia para desplazarse y arrastrar a unos amplios contingentes obreros y populares en tomo a nuestra política.
Nuestra organización debe ser un modelo revolucionario capaz de impulsar la confianza en las masas en sus propias fuerzas. Es el momento de avanzar en la construcción del Partido, de gestar el nuevo destacamento revolucionario proletario forjándolo en su capacidad de dirección política inmediata y en tal empeño deberemos abandonar todo sectarismo para propiciar la unidad de todos los revolucionarios en torno a la política proletaria, al marxismo-leninismo, al maoísmo.
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