El 29 de septiembre de 1833 fallecía el rey Fernando VII. Con su muerte se ponía fin a un reinado nefasto y se abría un pleito sucesorio que desembocó en una guerra civil, que se inició el 3 de octubre en Talavera de la Reina. En Guadalajara, ciudad liberal, el 22 de diciembre de 1833 se proclamó solemnemente a Isabel II como reina, con la presencia de las autoridades civiles y militares, pero con la significativa ausencia de la jerarquía eclesiástica y sin que se celebrase ninguna ceremonia religiosa. El Boletín legislativo, agrícola, industrial y mercantil de Guadalajara del día 25 recogió la noticia y publicó un himno, de dudoso gusto y pésima rima, compuesto para la ocasión por la Señora de Fabián, esposa de Francisco Fabián, que fue alcalde de Guadalajara entre 1832 y 1835. Con este sencillo acto y en esa misma fecha, el Antiguo Régimen comenzaba a convertirse definitivamente en pasado.
El domingo 22 de los corrientes se celebró en esta ciudad la proclamación de la Reina N. Sra. Dª. Isabel II, habiéndose reunido para tan augusta ceremonia en las salas consistoriales el ilustre ayuntamiento, Sres. comandante militar de esta capital y su provincia; intendente interino; subdelegado principal de policía; subdelegado de propios; cuerpo de nobleza; Sres. jefes y oficiales del real cuerpo de zapadores que la guarnece; jefes de oficinas de rentas reales con otros muchos sujetos de clase y distinción, y después que el caballero corregidor entregó el real pendón que existía en dicha sala al Sr. D. Guillermo Pérez Oñana, regidor perpetuo decano que como tal ejercía las funciones de Alférez Mayor y por hallarse enfermo el Excmo. Sr. Duque del Infantado, que habría concurrido a esta capital para desempeñar tan augusta ceremonia; a fin pues de realizarla se descolgó el retrato de S.M. que estaba fijado debajo del dosel de las salas consistoriales y colocó en otro preparado en el corredor, que da vista a la plaza mayor, y en seguida todos los concurrentes se dirigieron con la tropa y música del citado cuerpo, a la plazuela del palacio del expresado Excmo. Sr. Duque del Infantado en la que se hallaba un tablado bien adornado y subiendo a él los Sres. Alférez Mayor con el real pendón, corregidor, regidor decano, reyes de armas y secretario del ayuntamiento, le tremoló y proclamó diciendo por tres veces en alta voz “Castilla por la Reina N. Sra. Dª. Isabel II”, contestando el numeroso concurso de gentes “Viva, Viva S.M.”. En seguida se dirigió la comitiva por la calle mayor a la de Santo Domingo, en cuyo paraje había otro tablado y en él se practicó la misma ceremonia; y bajando por la calle real del mercado, que con las demás de la carrera se hallaban vistosamente colgadas, a dicha plaza mayor, se ejecutó igual ceremonia en el tablado existente en ella, adornado como los anteriores con alfombras y otras telas, arrojándose por los reyes de armas diferentes monedas de plata de varias clases que contenían la inscripción de “Proclamación augusta de la Reina N. Sra. Dª. Isabel II”, desde cuyo sitió se dirigió tan lucida comitiva a las salas consistoriales donde se disolvió después de repetidos vivas y aclamaciones por S.M. Dª. Isabel II y su augusta madre la Reina Gobernadora, quedando una guardia del referido real cuerpo custodiando el retrato de S.M. habiendo habido por espacio de tres noches iluminación general con repique de campanas.
Zagalas del Nares
y del Manzanar,
de Isabel segunda
las glorias cantad.
La fiel caracense
de amor inflamada,
por Reina y señora
a Isabel proclama.
Todos te bendicen
Judit adorada,
mil veces bendita
con gozo te llaman.
Paloma inocente
del Arca enviada,
consuelo de Iberia
tus hijos te aclaman.
Ester sin segunda,
Norte de la España,
rosa sin espinas
iris de bonanza
Columna robusta,
misteriosa palma,
raudal de delicias,
azucena blanca.
Aurora risueña
de mayo semblanza,
por cándida y bella
escedes al Alba.
Reina en dulce trono
Isabel amada,
que fieles guerreros
tu diadema guardan.
Estos son los votos,
Reina Soberana,
que los caracenses
a tus pies consagran.
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