El comandante Ortiz
de Zárate muerto junto al puente sobre el Henares el 22 de julio de 1936
Miguel Benavides
Shelly era el gobernador civil de la provincia de Guadalajara desde el triunfo
del Frente Popular, un puesto que ya había ocupado desde noviembre de 1932
hasta las elecciones de noviembre del año siguiente. Burgués, funcionario de Hacienda,
masón, republicano… representaba a esa república reformista y bienpensante de
la que Manuel Azaña era su mejor ejemplo. Los acontecimientos del mes de julio
de 1936 le desbordaron: ni supo anticipar la gravedad del pronunciamiento
militar, ni fue capaz de descubrir la doblez de los militares perjuros, ni tomó
las medidas eficaces para defender la legalidad republicana. La imagen, que el
mismo nos relata, de media docena de voluntarios en una azotea resistiendo
frente a la guarnición militar y de la Guardia Civil mientras era traicionado
por los policías bajo su mando, es la mejor muestra de su incapacidad para
entender lo que estaba pasando delante de sus narices. Derrotada la sublevación
en Guadalajara, se juzgó a los responsables del frustrado golpe militar, y en
el juicio declaró Benavides con el relato que ahora reproducimos tomado
literalmente de las actas del juicio.
Declaración
de Miguel Benavides Shelly, gobernador civil de Guadalajara en julio de 1936:
Desde
hace cinco meses conocía la desafección al régimen de varios Jefes y Oficiales
de guarnición en la localidad y por ello el 20 de abril de 1936 comunicó al
Ministerio de la Gobernación la conveniencia de trasladarlos. El Capitán [José]
Rubio [García] practicó una información confidencial que llevó en propia mano a
Gobernación y que debe constar en la Dirección General de Seguridad, pues José
Alonso, que era el Director General, comunicó haber recibido el informe.
Desde
el 13 de julio del corriente año se cursaron una serie de telegramas entre el
Ministerio y el Gobierno Civil referentes a la subversión. El día 17 dirigió orden reservada al comisario de Vigilancia
y cree que también al Teniente Coronel de la Guardia Civil Ricardo Ferrari para
que extremara la protección de lugares públicos y la vigilancia de elementos fascistas.
El 19, ocurrida ya la sublevación en Madrid, recibió aviso telefónico de Gobernación diciendo que fuerzas facciosas
trataban de avanzar sobre Madrid por la carretera de Zaragoza. Que tuvo una
conversación con Ferrari y con el Coronel de Aerostación Delgado quienes
manifestaron que eran leales a la República y éste aquel mismo día 19 dijo que
iba a enviar una avanzadilla por si venía la columna facciosa. En un auto
salieron los Capitanes Pacios y Arroyo y, más tarde, el Teniente Robles, con unos
soldados; el pueblo les aplaudió a la salida. Robles volvió a las pocas horas
diciendo que no había novedad, pero los Capitanes, que no tenían autorización
más que para llegar a Paredes [de Sigüenza], se internaron en la provincia de
Soria y fueron detenidos en Almazán y conducidos a Soria. Al Gobernador de
Soria, [Benito] Artigas Arpón, le dieron cuenta de lo ocurrido; intervino el Coronel
Delgado quien manifestó que le extrañaba lo ocurrido y pidió la libertad de los
Capitanes; volvieron éstos a Guadalajara y el declarante les recriminó.
En la mañana del lunes 20 los elementos del Frente
Popular fueron a ver al Coronel Delgado porque tenían confidencias de que iban
a sublevarse y éste manifestó su adhesión al Frente Popular, en cuya
representación cree que fueron a celebrar la entrevista [Gregorio] Tobajas, Marcelino
Martín y [Raimundo] Serrano. En la noche del 20 se recibieron telegramas de
Madrid referentes al avance de columnas facciosas y cursó uno en el que
manifestaba en forma cifrada que el Regimiento de Aerostación pensaba
sublevarse y solicitó el envío de refuerzos, pues a pesar de la adhesión del Coronel
a la República, el pueblo dudaba de ello y seguía a la expectativa. En la noche
del veinte requirió al Teniente Coronel Ferrari para que, en caso de ataque al Gobierno
Civil, organizase la defensa. A las siete de la mañana del día 21, martes, se
fueron a descansar las fuerzas que custodiaban el Gobierno y el declarante dijo
a Ferrari, que había estado allí toda la noche, y al Teniente de la Guardia Civil
Mochales que volvieran pronto, a lo que contestó Ferrari que no pasaba nada,
que se iba a comer y que volvería pronto.
La mañana del 21 transcurrió sin novedad, y sobre las
trece se presentó un camión con elementos del Frente Popular procedentes de
Alcalá [de Henares] y que venían a buscar víveres. Al cabo de un rato, llegaron
al Gobierno Civil elementos del Frente Popular de Alcalá [de Henares] que
dijeron que había sublevación, entonces llamó al Cuartel de la Guardia Civil y
no contestó nadie y llegó el Capitán Rubio, que se le ofreció al declarante.
Recogió a su familia en las habitaciones interiores del Gobierno y, al poco
rato, empezó el tiroteo. Momentos antes, había en la planta baja policías y
Guardias de Seguridad, de los cuales no subió ninguno al comenzar el ataque. En
el piso primero del Gobierno acompañaban al que declara el Capitán Rubio, el
Secretario de la UGT Tobajas y Mariscal y en las buhardillas había colocado
Rubio para defender el edificio a seis o siete defensores de la República,
entre los que se encontraba Pedro Maestro. Los atacantes dispararon y el
guardia Riera, que resistió defendiendo el edificio, resultó herido.
En un edificio inmediato al Gobierno, que es la Escuela
de Trabajo, había una Compañía de la Guardia Civil al mando del Capitán
Espinel, que tenía como misión la defensa del edificio. Y que cree que si hubieran
defendido al Gobierno, los atacantes hubieran tenido que retroceder. Quienes
guardaban el Gobierno no pudieron apenas resistir porque estaban [en minoría] y
supone que alguien del piso de abajo debió franquear la entrada a los facciosos
y cree que fue un policía sin que lo pueda afirmar. Sobre las catorce treinta
del día veintiuno el Teniente Coronel Ortiz de Zárate y los Comandantes
retirados Bastos y Palanca subieron escaleras arriba del Gobierno Civil y
saltaron la cerradura del piso principal. Ortiz, pistola en mano, le dijo “¿Dónde
está Benavides porque ya no es Gobernador?” y dirigiéndose al Capitán Rubio le
dijo: “Vd. es un traidor y quítese la guerrera”. Detrás iba Bastos, pistola en
mano, y les acompañaban dos guardias civiles y dos de Seguridad; uno de éstos llamado
Celso Cotarelo le dijo a la vez que le metía el fusil por la barriga: “¡Qué
ganas tenía de meterme con Vd.!”. Entonces recluyeron a Rubio y al dicente en
el despacho oficial y se les sometió a un interrogatorio por Bastos y Palanca, le
registraron el despacho y amenazaron con fusilarles, y fueron conducidos a pie
entre una lluvia de proyectiles y paqueo, pasando por las calles frente a un
grupo de falangistas, que insultaban a los detenidos y daban gritos de “¡Arriba
el Fascio!”.
Le llevaron al Cuartel de San Carlos. Toda la tarde y la
noche del 21 fueron los sublevados dueños de la población y el día 22, en las
primeras horas de la mañana, empezó el bombardeo de los aeroplanos y la
artillería leal contra la población, y especialmente contra el Cuartel de San
Carlos, donde se alojaban los de Aerostación y había también fascistas y
requetés de la capital y provincia. El ataque de la columna leal, mandada por
Puigdendola, continuó toda la mañana y los rebeldes repelieron el ataque desde
el mismo Cuartel con ametralladoras, fusiles y bombas de mano, combatiendo de
este modo contra las fuerzas del Gobierno. El dirigente de la sublevación
parecía ser Ortiz de Zárate, al que luego le siguió el Coronel de Aerostación,
que también se entregó al movimiento, y los Jefes y Oficiales, sin que pueda
precisar que alguno de ellos se opuso a la sublevación ni puede facilitar datos
respecto a la actuación particular de los Jefes y Oficiales en aquellos
momentos.
Llevaron también detenidos, con posterioridad al
declarante, al Delegado de Hacienda, Sr. [Maximino] Miñano [Grifol], y al Oficial de Hacienda, Sr.
[Saturnino] Recio. Vio en el Cuartel, de conversación con el Coronel, al Arcipreste Mariño
y supone que también tomó parte en el movimiento. Al entrar detenido en unión
de Rubio al Cuartel, los recibieron los facciosos al grito de “¡Abajo los
traidores!” y recuerda que el Capitán Robles se distinguía en sus gritos.
A última hora de la lucha oyó a un Oficial que decía: “La
resistencia es inútil, hay en la carretera seis o siete mil hombres”, e
inmediatamente oyó un pistoletazo y cree que le debieron matar. Otra vez oyó
que decían “Traer una caja de dinamita”.
El centinela que estaba en el cuarto de la planta baja
del Cuartel, en que estaba detenido el que dice, la abrió y dijo “Callar, que
os salvaremos”. Al poco rato se volvió a abrir la puerta y apareció el Capitán
Navas quien, pistola en mano, dijo “Síganme”. Le siguió hasta el pasillo, pero
después pudo desprenderse de su vigilancia y llegó al botiquín. Donde un
Comandante Médico, que se portó muy bien, le dijo que quedara escondido detrás
de la puerta. Llegó una pareja de civiles a buscar a los prisioneros de parte
del Coronel, pero pudo librarse de ellos y pasar al Colegio de Huérfanos, donde
estuvo hasta que los leales entraron el Cuartel, que lo confundieron, además,
tomándolos por elementos fascistas por estar de paisano y le querían fusilar
hasta que se dio a conocer como Gobernador de la República.
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