Durante la Restauración (1875-1923), el caciquismo abortaba casi cualquier posibilidad de victoria obrera en las elecciones legislativas o municipales; Pablo Iglesias no consiguió entrar en el ayuntamiento de Madrid hasta 1905, recurriendo a las mismas artimañas que sus competidores, y no se sentó en el Congreso de los Diputados hasta 1910. En Guadalajara, el conde de Romanones manipulaba los comicios a su antojo, desanimando la participación electoral de muchos trabajadores, que veían confirmadas las críticas de los anarquistas contra “la ley del número”. Esta es la carta que los candidatos obreros publicaron en el semanario Flores y Abejas del 19 de noviembre de 1905, desvelando los vicios del sistema y protestando por el pucherazo que había robado la victoria a su candidatura, avalada por la Federación de Sociedades Obreras de Guadalajara pero sin el respaldo del Partido Socialista Obrero Español.
Los grandes acontecimientos imponen deberes al ciudadano cuando se falta a la verdad, para que ésta se muestre severa, sensata y razonada.
Las elecciones municipales de Guadalajara, constituyen un acontecimiento político en el que han tomado parte activa los liberales y republicanos, frente a los obreros organizados de esta capital.
Hablemos claro.
Pretendía el partido liberal siete puestos en las elecciones para los monárquicos, dejando a los republicanos el lugar de las minorías, y en este sentido empezaron los trabajos de conciliación, procurando unas elecciones pacíficas, para repartirse los puestos en la dirección del Ayuntamiento amigablemente sin que nadie les molestase.
Era mucho pedir resignación a quien tiene derecho a tener intervención en los asuntos municipales; si además se tiene en cuenta que las peticiones obreras en el Ayuntamiento han sido injustamente desatendidas, y al verse desatendidos en sus pretensiones se entabló la lucha.
Lo que pasó después es el colmo de la insensatez política.
En su delirio vesánico, echáronse en brazos de la máquina electoral, entre cuyos engranajes se encuentran los actos más indignos y las acciones más bajas; y aunque por temperamento y convicción son actos propios, usáronlos como instrumentos de venganza en apoyo de sus mezquinas pasiones y en sostén de una preponderancia ansiada y no lograda en esta Capital, por no encarnar en las aspiraciones de la clase obrera, que son las del pueblo en general.
Son pues, los liberales y republicanos los que han luchado contra los obreros y aquellos son y no los obreros los que han perdido la batalla.
¡Los obreros! Respetable clase de la sociedad que sufre, que produce y no consume; no comparte nadie con ella, ni conservadores, ni liberales ni republicanos, las penalidades del trabajo; y vosotros, liberales y republicanos, los que habéis luchado en estas elecciones contra los obreros, sois los que no hubierais visto con buenos ojos la entrada de los obreros en el Ayuntamiento, por lo que estos soldados bisoños hubieran sacado a la superficie.
Bien lo saben los obreros; bien lo saben que nada pueden esperar de ningún partido burgués; bien lo saben que si algo han de conseguir, se lo han de deber a su organización y a sus propias fuerzas, pues es un mentecato el que crea que uniéndose a los partidos burgueses el obrero ha de lograr sus aspiraciones; nada más fuera de la razón que semejante aserto; el obrero ha de ir siempre a la lucha solo, sin apoyo de nadie, como enemigo natural de la clase burguesa, y quién otra cosa crea falta a la luz del día.
Conste que los obreros han luchado solos en contra de los liberales y republicanos, como lucharán en contra de todos los partidos burgueses cuando la ocasión se presente, y conste que han luchado solos y con la cabeza levantada, con la altivez del que va a hacer uso de un derecho que las leyes le conceden, no creyendo que se pudieran cometer tantos atropellos con estos modestos obreros que no tienen otros méritos que su honradez y el trabajo.
No esperamos nada de nadie, todo nos lo debemos a nuestras propias fuerzas; pero tampoco podemos permitir que escudados en nosotros y con fines que a nosotros ni nos interesa ni nos importa, se sirvan para defender un hecho que la opinión imparcial y sensata tiene ya juzgado.
En cuanto a los beneficios o defensa que de los liberales podemos esperar ya los tenemos descontados, pues una sola vez que estos obreros solicitaron de la prensa de esta capital un ejemplar de sus periódicos para la biblioteca de su Centro, por no poder pagar las suscripciones, solamente el que blasona de liberal, el que ahora se titula amante de los obreros, ese fue el único que negó, el periódico titulado La Crónica, a los obreros de Guadalajara.
Los obreros ya le conocen; los obreros, pensando cuerdamente, saben lo que pueden esperar de ciertos elementos liberales; los obreros, pensando cuerdamente, han ido a la lucha, no a la que les han querido llevar del terror, del chanchullo y del pucherazo, sino a la lucha a que tienen derecho por la ley del sufragio; y a ciertos alardes no vistos en parte alguna de España y cuyo recuerdo sonroja, han respondido los obreros con el orden más perfecto; si creéis que ha sido miedo, tenéis que creer entonces que habéis ejercido la coacción por medio de la fuerza, y en ese caso habéis echado sobre vuestros hombros una responsabilidad moral que os abrumará por todos los años de vuestra existencia; a vuestros actos de provocación os han respondido los obreros con el desprecio, porque sabían el terreno a que les querían llevar del desorden, del alboroto y del tumulto; y amantes del orden cual ninguno, han preferido renunciar a los puestos para que el pueblo les eligió el pasado domingo, a tener que reclamar un derecho que estaban dispuestos a usurparles por todos los medios, que hubiera perturbado la tranquilidad de este pueblo, que solo el obrero ha dado pruebas de que no se perturbara.
No tenemos condiciones para mezclarnos en estas luchas de partidos; nos debemos al trabajo, y con el trabajo y la unión conquistaremos nuestros derechos; pero no podíamos pasar en silencio que se faltara a la verdad, y que se escudaran para su fines políticos en una clase que tantas pruebas tiene dadas de sensatez; en una clase que si siente el sonrojo, es al ver pronunciado su nombre por vuestros labios; en una clase que no os pide nada más que no la mezcléis en vuestras luchas políticas, defendiéndoos con vuestras propias armas, que si son muchas las tenéis algo sucias.
No esperéis que el obrero vuelva a este terreno para contestaros; estáis ya todos bien contestados y juzgados por la opinión. El obrero no tiene nada más que protestar como lo hace, enérgicamente, de todo lo cometido con él en las pasadas elecciones y dar las gracias a todos los que con su sufragio contribuyeron al triunfo de varios de sus candidatos.
En nombre de los obreros:
Luis Martín Lerena, Tomás Fernández, Eusebio Ruiz, Roque Alegre, José Díaz Molina, Cecilio Martín, Luis Martín Manzano, Cándido Verdura, Joaquín Bonilla San Juan, Gregorio Olmeda.
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