La Alcarria Obrera fue la cabecera más antigua de la prensa sindical en la provincia de Guadalajara en el siglo XX. Heredera del decimonónico Boletín de la Asociación Cooperativa de Obreros, comenzó a publicarse en 1906 y lo hizo ininterrumpidamente hasta que, en el año 1911, dejó paso a Juventud Obrera.

El odio de la burguesía y el terror al que fueron sometidas las clases populares provocaron su total destrucción: hoy no queda ni un sólo ejemplar de ese periódico obrero.

En 2007 recuperamos La Alcarria Obrera para difundir textos fundamentales y originales de la historia del proletariado militante, con especial dedicación al de Guadalajara, para que sirvan de recuerdo histórico y reflexión teórica sobre las bases ideológicas y las primeras luchas de los trabajadores en pos de su emancipación social.

31 de diciembre de 2013

Circular de Juan Jiménez Cuenca en 1856

Firmas en una de las primeras actas de la Diputación Provincial

Por el Gobierno Civil de la provincia de Guadalajara se han sucedido a lo largo de dos siglos alrededor de dos centenares de delegados del poder ejecutivo. Entre todos ellos, algunos merecen ser recordados con gratitud, otros sólo infundieron terror y la mayoría apenas hizo nada digno de ser tenido en cuenta en su breve paso por tierras alcarreñas. Es por eso, que hoy queremos rescatar una circular emitida en 1856, poco después de la caída del gobierno progresista del general Francisco Serrano, por el gobernador civil de entonces, Juan Jiménez Cuenca, en la que realiza un diagnóstico muy acertado sobre la realidad provincial y sobre las dificultades que lastraban el progreso de Guadalajara; un análisis, además, tan breve como certero. Lamentablemente, más de ciento cincuenta años después, el panorama no ha cambiado y los guadalajareños no han aprendido que la unión hace la fuerza, perdidas sus autoridades en localismos absurdos mientras critican la secesión de otros.

Circular del gobernador civil Juan Jiménez Cuenca
He creído conveniente tomar la iniciativa en el asunto á que, sé refiere la siguiente comunicación que he dirigido á la Diputación Provincial: La cifra de cuatrocientos sesenta y ocho Ayuntamientos que hay existentes en esta provincia, no ha podido menos de llamar mi atención pues es imposible que los servicios públicos marchen con regularidad, ni que la administración esté bien montada con tanta multiplicidad de pequeños y por fuerza insignificantes centros.
Prescindo de los mayores trabajos que para toda clase de negocios tienen que afluir por fuerza a las dependencias generales de la provincia con este sistema, y del embarazo que esto produce para que la administración tenga el curso rápido que su naturaleza de activa exige. Mas no es posible dejar de estimar en toda su importancia la necesidad capital de que la administración sea buena, recta, ilustrada y económica, cual los pueblos tienen derecho a exigir de la solicitud del Gobierno de S.M. y de sus delegados en las provincias. Y esto sin embargo no es fácil conseguirlo, cuando como sucede en este país, la generalidad de los municipios son pequeños, en extremo pobres y sin medios por consecuencia de atender a sus necesidades.
Conozco que la división en todos los ramos facilita por punto general los servicios, y produce adelantos, prosperidad y progresos, pero la extrema subdivisión solo trae en pos de sí pobreza, abandono, y a veces hasta inmoralidad y embrutecimiento. No es posible una buena administración local donde el Secretario de Ayuntamiento, alma de estas corporaciones, solo tiene doscientos reales de sueldo. La actitud de un funcionario dé esta índole tiene que ser escasísima, sus conocimientos ningunos, sus trabajos detestables, estando además su moralidad muy expuesta.
Con presupuestos de mil reales, ni puede aspirarse á mejoras dé ninguna clase, ni en tener escuelas, ni aun siquiera facultativos que asistan al vecindario en sus enfermedades, como creo sucede por desgracia en muchos Ayuntamientos de esta provincia. Y cuajado por falta de recursos las atenciones más apremiantes de un pueblo están desatendidas; es un absurdo sostener solo por un capricho o una vanidad Ayuntamientos que no tienen condiciones de vida, antes por el contrario, conviene suprimirlos y así puede y debe hacerse según lo dispuesto en el artículo 27 de la ley municipal vigente.
En su virtud, y considerando que aglomeradas varias poblaciones para formar un Ayuntamiento los servicios públicos podrán llenarse con más economía y decorosamente, he creído oportuno dirigirme a V.E. para que tenga la bondad de fijar su atención sobre este punto, contando desde luego para la reforma, en sentido de la reducción de Ayuntamientos, con mi concurso y acuerdo. Dios guarde a V.E. muchos años.
Guadalajara, 7 de octubre de 1856.
Juan Jiménez Cuenca.
(Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara, 8 de octubre de 1856).

Diferencias entre la CNT del interior y del exilio

Entre los días 1 y 12 de mayo de 1945, mientras Berlín caía en manos de los ejércitos aliados y el fascismo se desmoronaba en toda Europa, salvo en la Península Ibérica, se reunía en París, la ciudad a cuya liberación tanto habían contribuido, los delegados de la CNT en el exilio, convocados para un Congreso de Federaciones Locales, que recibió noticias y acuerdos del exilio mejicano y una delegación del interior. En ese comicio se pusieron de manifiesto las agudas diferencias entre la mayoría de los militantes del interior, que consideraban que las circunstancias excepcionales de la Guerra Civil no habían terminado, y que sostenían la necesidad de colaborar con los gobiernos republicanos en el exilio, y los afiliados del exilio, que opinaban que terminada la guerra, la CNT debía de volver a sus postulados clásicos de oposición a la acción parlamentaria y gubernamental, que en este caso se manifestaba inoperante.
Ya publicamos el escrito de la CNT en el exilio de septiembre de 1945 donde explicaba su postura, y ahora reproducimos los documentos que se cruzaron con motivo del Congreso y que prueban las profundas diferencias entre una y otra postura.

De los compañeros de España, sin que hubiera tiempo de que ellos conocieran los acuerdos de la Plenaria extraordinaria, recibimos el cable que reproducimos:
Designados Horacio Prieto, José Leiva, representación Gobierno Giral. Rogamos transmitáis interesados siguientes instrucciones: Leiva antes de abandonar Francia ultimar gestiones delegación conjunta Alianza democrática cerca Junta Liberación, cerca Gobierno francés, confirmar extremos entrevista, delegación francesa recabar apoyo concreto Movimiento Resistencia española. Sobre instrucciones este Comité comunicar mediación Comité Francia, resultados próxima designación sustituto Leiva delegación conjunta Alianza común carecemos Leiva Prieto entrevista sobre instrucciones este Comité. Salida inmediata Prieto México. Salida Leiva tras gestiones delegación Alianza Francia. Siguen instrucciones escritas. Comité, Secretario. España, 3 de octubre" [de 1945].

Gestiones para localizar a los compañeros Leiva y al delegado del Comité Nacional de España: habíamos dirigido al Comité Regional de París este telegrama.
Texto: averiguar paradero París compañero Leiva y el otro delegado de España. Stop. Requeridles para que se personen en este Comité Nacional Francia urgente. Precisa conozcan instrucciones de España. Saludos. Comité Nacional. Francia. Secretario Esgleas. Toulouse. 6-10-45".

Al saber la presencia del compañero Leiva en Toulouse, se le mandó la carta que aquí reproducimos:
"Toulouse 4 de octubre de 1.945.
A los compañeros Leiva y delegado efectivo del Comité Nacional de España.
Estimados compañeros:
Con el fin de saber concretamente si uno de vosotros acompañara a los delegados de este Comité Nacional que irán a España dar cuenta de los acuerdos de nuestra reunión Plenaria extraordinaria del Comité Nacional, que os son conocidos, os requerimos para que con Ia máxima urgencia y antes de que se consuma el hecho de la posesión de los cargos de ministros en el Gobierno, os personéis en este Comité Nacional para celebrar una entrevista y concretar sobre este extremo.
Tenemos instrucciones de los compañeros de España que interesa que os demos a conocer y que lo haremos al mismo tiempo por lo que se hace más apremiante vuestra presencia.
Con un saludo fraternal, queda vuestro y de la causa libertaria. Por el Comité Nacional del M.L.E. en Francia el Secretario".

Al personarse en el domicilio del Comité Nacional el compañero Leiva; sé le dio la carta cuya copia se reproduce y la copia del cable llegado de España últimamente, cuyo texto es el que consta aquí reproducida con anterioridad. El de la carta dice así:
"Toulouse 5 de octubre de 1.945.
Compañeros José Leiva y delegado efectivo del Comité Nacional de España. Estimados compañeros:
Os incluimos copia de un cable recibido de España, confirmándoos nuestros comunicados anteriores y reiterándoos subsisten acuerdos de la última Plenaria del Comité Nacional del Movimiento Libertario C.N.T. en Francia que ya os son conocidos.
Os saluda fraternalmente. Por el Comité Nacional del M.L.E. - C.N.T. en Francia el Secretario".

También se ha dado cuenta al compañero Horacio Prieto en los mismos términos.
A la lectura del cablegrama, el compañero José Leiva manifestó que no le cabía ninguna duda y que, simbólicamente, se consideraba ya integrado al Gobierno Giral.
Se le solicitó que diera una respuesta por escrito y reproducimos a continuación la carta de él recibida, que dice así:
“Toulouse 11 de octubre de 1.945.
Al Comité Nacional del M.L.E. en Francia.
Estimados compañeros:
Acuso recibo del telegrama del Comité Nacional del Movimiento Libertario en España, pasando inmediatamente a cumplimentar cuantas instrucciones se consignan en el mismo. No puede caber ya la menor duda en cuanto a la posición contundente de España en lo que se refiere a la colaboración política, y el retardo en cumplimentar por vuestra parte las orientaciones del Interior causará hondísimo daño a nuestro Movimiento. Me atrevo a sugeriros que una dimisión vuestra, resignando en España la responsabilidad por las decisiones adoptadas evitaría el grave peligro de una escisión.
Esperando de vuestra indudable cordura decisiones que fortalezcan nuestro vigor orgánico, independientemente de que en su día examine nuestra conducta general, os saluda libertariamente.
Por la delegación del Comité Nacional de España en el Exterior. José E. Leiva”,

A esta carta el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia, ha dado la siguiente respuesta:
“Toulouse 12 de octubre de 1.945.
Al compañero José E. Leiva, Delegado del exterior del Comité Nacional de España.
Acusamos recibo de la tuya 11 del actual y sentimos profundamente que la cordura en ella invocada, no haya inspirado tu determinación. Conociendo debidamente los acuerdos de la Plenaria extraordinaria del Comité Nacional de Francia, no as esperado a que se consultara a los núcleos del exilio, ni siquiera que se consultara a la Organización de España, para que esta te diera instrucciones definitivas.
Aparte lo que recae sobre los compañeros de España al decidir participar en el Gobierno, la responsabilidad tuya personal al producir un hecho de tan grave consecuencias para el Movimiento, es inmensa. Nosotros, las declinamos toda para quien no ha sabido interpretar el espíritu responsable y conciliador de los acuerdos de la reunión Plenaria extraordinaria.
El M.L.E. y la C.N.T. están unificados siempre en lo que es básico y fundamental a través de los acuerdos de sus Congresos regulares. A ellos nos debemos todos los compañeros de España y los del exilio. Precisamente para intensificar la lucha contra Franco y Falange para, conseguir y afianzar la libertad del pueblo español, el Movimiento Libertario Español, C.N.T. en Francia ha reafirmado principios y tácticas.
De la unidad del Movimiento Libertario en Francia la más firme expresión está en los acuerdos en el Congreso de Federaciones locales de Paris, tomados por unanimidad, y es el respeto a los mismos lo que mejor la garantiza.
Es el Movimiento Libertario C.N.T. en Francia, el que ha fijado una posición por estimar que ella corresponde al interés supremo de la C.N.T. y del M.L.E. y al del pueblo español y la conducta de este Comité Nacional, estatuido de la confianza del M.L.E.-C.N.T. en Francia, a ella se ajusta fielmente.
Por estima por respeto y consideración al propio Comité Nacional de España, al que te debes, creemos no debías haber tomado la determinación sin antes haberlo consultado. Esta consulta es la que hacemos nosotros y deseamos que por parte del Comité Nacional de España y de la Organización de allá sea correspondida.
El M.L.E.-C.N.T. en Francia y este Comité seguirán manteniendo la más estrecha relación con el Comité Nacional y la Organización de España, porque siempre se sentirán vinculados al Movimiento Libertario Español y a la C.N.T. y no regatearán esfuerzos para ayudar en todo lo que nos es común. Es así como entendemos se fortalece nuestra Organización y como este Comité Nacional cree cumplir con su deber.
Te saluda fraternalmente por el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia.
El Secretario”.

Finalmente el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia, juntamente con las actas y acuerdos de la reunión Plenaria extraordinaria y de la carta acompañadora, también envía al Comité Nacional de España la carta que reproducimos.
“Al Comité Nacional de España.
Estimados compañeros:
Acompañando a las actas de la reunión Plenaria extraordinaria y los acuerdos tomados, adjuntamos copia de algunos comunicados y cartas cruzadas y entre ellas la dirigida por el compañero José E. Leiva, Delegado del Comité Nacional de España en el exterior, a este Comité Nacional del Movimiento Libertario-C.N.T. en Francia y de nuestra respuesta.
Queremos creer que la carta del Compañero José E. Leiva, corresponde más a un criterio personal que al de ese Comité Nacional, que no ha sido consultado.
Una vez más os pedimos examinéis el problema planteado por vuestra decisión de nombrar ministros que representen a la Organización en el Gobierno con todo sentido de responsabilidad fijo el pensamiento en los intereses supremos del M.L.E. y de la C.N.T., en los del pueblo español, y que antes de decir vuestra palabra definitiva consultéis a los compañeros de la Organización de España y a los núcleos responsables del Movimiento Libertario en el Exilio.
Esperamos tendréis en cuenta que el M.L.E. en Francia tiene más de 35 mil afiliados en su mayoría también militantes de solera confederal y libertaria de reconocida solvencia y que dentro del Movimiento libertario Español organizado hoy en día en el mundo es representación mayoritaria. No podéis olvidar que el M.L.E.-C.N.T. en Francia ha discutido ampliamente y con toda libertad, en las asambleas de las Federaciones Locales lo que se refiere a la intervención del M.L.E. y de la C.N.T. en el Estado y en el Gobierno y que ha reafirmado unánimemente en el congreso de Federaciones Locales de París, los principios y las tácticas de la C.N.T. y del M.L.E.
No creemos que la presencia de la C.N.T., ni de la U.G.T. en el Gobierno Giral represente una garantía desde el punto de vista jurídico internacional para facilitar el reconocimiento de las potencias Democráticas, puesto que da el mismo Gobierno Giral una significación extraparlamentaria y que se sale del marco estricto de la constitución de la República Española. La caída de Franco y de Falange no puede precipitarla la presencia de la C.N.T. en el Gobierno Giral, sino la obra conspirativa activa en el interior, la presión diplomática y el boicot económico y moral internacional. La conquista positiva de posiciones únicamente pueden realizarla la C.N.T. y el M.L.E. alejados de todo compromiso de poder.
Sin desconsideración alguna para la Organización de España y sin negarle ninguna prerrogativa, nosotros pensamos que es una cuestión tan fundamental no puede determinarse ni decidirse en nombre de la C.N.T. y del M.L.E. sin consultar al conjunto del Movimiento.
Reiteramos una vez más que nuestro deseo es el de mantener la más estrecha relación con la Organización de España y con ese Comité Nacional y de ayudaros tanto como sea posible en todo lo que pueda hacerse en bien del Movimiento para derrocar a Franco y consolidar las libertades del pueblo español.
Con la confianza de que el sentir del M.L.E.-C.N.T. en Francia será recogida debidamente por parte del Comité Nacional y de la Organización de España y rectamente interpretado, con un saludo fraternal, queda vuestro, de la C.N.T. y de la causa libertaria.
Por el Comité Nacional del M.L.E.-C.N.T. en Francia.
El Secretario, Germinal Esgleas.
12 de octubre de 1.945”.

26 de diciembre de 2013

Manifiesto del Carlismo en 1942

El 25 de julio de 1942, cuando aún se daba por descontada la victoria de las potencias fascistas en la guerra que asolaba a Europa y el mundo, los carlistas hicieron público un manifiesto, que ahora reproducimos, que es, en nuestra opinión, tan significativo como poco conocido. En él se pone de manifiesto la evidente oposición de los carlistas al nuevo Estado salido de la Guerra Civil y a la alianza de militares y falangistas que lo dirigía, el rechazo a colaborar con las instituciones del régimen, a veces inspiradas en propuestas carlistas pero siempre adulteradas, y las limitaciones a la libre organización y expresión del carlismo. Pero también quedan en evidencia el peso de la Guerra Civil y de la represión posterior, que ha creado un pacto de sangre entre los carlistas y el general Franco, y la ingenuidad del carlismo, que se entretiene en disquisiciones dinásticas y menudencias jurídicas, mientras los partidarios de Juan de Borbón preparaban un golpe militar al mismo tiempo que negociaban con las potencias aliadas. Esa ingenuidad, con aromas a un pasado que ya no iba a volver, recorre todo el documento.

DECLARACIÓN DE LA COMUNIÓN TRADICIONALISTA
Unida y disciplinada, la Comunión Tradicionalista, que se encuentra en plenitud de su fe, de su razón y de su fuerza, ha examinado de nuevo la dolorosa realidad nacional y sus posibles remedios, y juzga necesario volver a declarar su posición y sus soluciones a España, saliendo al paso de los equívocos y confusiones que siembran los que sólo en este medio pueden encontrar terreno propicio a sus maniobras.
El curso de los acontecimientos confirma el acierto de su dirección política. Donde la Comunión Tradicionalista se colocó en 1937, está hoy la nación entera. Podrán imponerse momentáneamente soluciones distintas a las suyas, traídas por el nerviosismo, por el rencor o la improvisación; pero frente a todas, se ofrecerá más sereno, más claro y firme el camino de salvación que ella señaló y que nadie ha podido después superar ni mejorar.
Afirmada en él, la Comunión no encuentra medio de modificar su oposición al actual estado de cosas. Cree que el daño producido puede ser irremediable si tal situación se prolonga, y que llegará al mayor grado si en lugar de cambiar el sistema desde sus fundamentos, se empeñase alguien en salvarlo de su inevitable ruina, amparándolo en el prestigio de otras instituciones que, como las Cortes orgánicas o la Monarquía, la nación anhela, precisamente porque representan la antítesis de lo imperante.
Cuando un sistema fracasa, es desgraciadamente frecuente que pretenda salvarse acogiéndose a las instituciones de otro. Pero en tales intentos ninguno ha conseguido otra cosa que dejar en ellas su propio descrédito.
Esto ha de ocurrir necesariamente con las Cortes que se quieren instaurar, ridícula parodia de aquellas Cortes gloriosas Cortes de Castilla que, como las no menos gloriosas de Aragón, Cataluña y Valencia, fueron expresión y cauce de las legítimas libertades y de los derechos sagrados de los pueblos, y dique razonable y justo de las posibles extralimitaciones y abusos del poder real, que no puede ser un poder absoluto y personal como el que actualmente impera en España, a cuyo arbitrio queda de modo directo o indirecto la designación de los que llama Procuradores, nombre de estirpe tradicionalista, pero que no convierte en verdaderas Cortes tradicionales a las que, por la ley de su instauración, no son trasunto fiel del organismo nacional, ni reflejo de las fuerzas vivas, morales y materiales de España. Por eso la Comunión Tradicionalista no puede prestar su asentimiento a tales Cortes, que bien pueden calificarse de “Cortes de Caudillaje”.
No, como antes decimos, aunque pretenda el régimen imperante acogerse a instituciones tradicionales, lo hará sólo en el nombre, pero no logrará otra cosa que transmitirle su propio descrédito.
A los sentimiento de todos para con España, apelamos, a fin de que el cambio que por momentos se hace más inevitable, no sea de un hombre por otros hombres, sino de un sistema por otro de verdaderas instituciones definitivas.
No es posible que afrontemos las profundas convulsiones que se avecinan, ni los reajustes de pueblos y territorios que habrán de seguir a la guerra y trastornar la faz del mundo, estando en una situación interina y provisional, inseguros de nosotros mismos y a merced de los azares de un porvenir lleno de incertidumbres.
La Comunión Tradicionalista siente la inquietud y la responsabilidad más grave ante esta sola hipótesis y desea responder a ellas.
Precisamente por ser la restauración monárquica el final necesario de este proceso y porque en la Comunión, la fuerza monárquica por excelencia, está obligada a manifestar sin equívocos su posición con respecto a la misma.
Si, como se propuso al Generalísimo en los escritos del 10 de marzo de 1939, el Ejército, presidido por él, hubiese instaurado, al concluir la guerra, la Regencia legitimista y nacional, otra sería la situación de España.
Una forma política definitiva, el Reino de España, hubiera dado a la nación el convencimiento de haber alcanzado una meta digna de la guerra y ofrecido cimientos firmes a la reconstrucción nacional, bajo un régimen para todos y unas instituciones nacionales e históricas, la reconciliación y la unidad se hubieran hecho fáciles y la restauración tendría un instrumento autorizado y eficaz para realizarlas.
No se atendieron nuestras desinteresadas peticiones, y hoy que el cambio se hace inevitable, los distintos proyectos de restauración ofrecen el peligro gravísimo de comprometer la suerte de la futura Monarquía.
No se puede, en efecto, pensar que venga traída por lo actual. Si este ensayo ha fracasado en su cometido propio, ¿cómo ha de pretender dar vida a un régimen nuevo? La corriente monárquica que hoy existe, aparte del Tradicionalismo, está constituida principalmente por la oposición a lo imperante. Un Rey traído por “el partido” o por el Caudillo, sería el heredero forzoso de todos los errores cometidos y no respondería a los anhelos de la nación.
Un Rey traído por un golpe militar conseguiría, a lo más, derribar la actual situación; pero sería igualmente funesto. Porque deudor a los que le trajesen, prejuzgando con el hecho consumado un problema tan hondo como el dinástico que afecta a toda la revisión histórica que tiene planteada España, acosado por los intereses creados, vacilando entre las más distintas doctrinas y principios, servido por una escuela monárquica tan extranjera como la del “Partido único”, y sin más apoyo que la frivolidad de unas gentes trabajados por la impaciencia o el rencor, e incapaces de sacrificio, volvería a reproducir, tras las aclamaciones inconscientes de los primeros días, el triste espectáculo del poder mendigando colaboraciones, improvisando ensayos y tanteando soluciones, para concluir derrumbando miserablemente con sus manos la última esperanza de este gran pueblo, al que unos pocos quieren poner al nivel de su oportunismo y de su pequeña ambición.
La Comunión Tradicionalista necesita repetir que no colaborará jamás en estos intentos y que con todas sus fuerzas, antes, en su momento crítico o después se opondrá decididamente a ellos y trabajará contra su realización.
A tal fin, advierte a todos la falsedad de los rumores que atribuyen al Tradicionalismo, como se hace en un escrito recientemente publicado, un acuerdo con los partidarios de D. Juan de Borbón, a base de reconocimiento de éste.
La Comunión Tradicionalista ha marcado su camino y reitera que no aceptará más restauración monárquica que la planteada sobre la base de la Regencia Legitimista, único órgano nacional capacitado para llevarla a cabo y cuya instauración se hace ya inaplazable.
El comienzo de cualquier actuación de D. Juan de Borbón el reclamar el trono de España, intentando adelantarse a una solución verdaderamente nacional, provocaría una repulsa total, completa y absoluta de la Comunión Tradicionalista, aun aparte de sus dirigentes, que en tanto lo son en cuanto sirven el pensar y el sentir de la misma, y que se vería en la necesidad de recoger este sentimiento, declarando la incompatibilidad total de la Comunión con la persona de D. Juan.
Ofrecida la fórmula de la Regencia como solución eminentemente nacional, por virtud de la cual se instaura primeramente la Monarquía con todos sus órganos fundamentales, para discernir, después, en función judicial y con todas las posibles garantías de imparcialidad, quien sea el Príncipe de mejor derecho, se ha brindado con ello la única y más eficaz fórmula de unión de cuantos desean la restauración monárquica, apartando toda cuestión personal, dinástica o de grupo.
La intransigencia no está, ciertamente, en esta actitud, sino en la de quienes quieren la proclamación de D. Juan, anteponiendo lo personal a lo institucional y resolviendo anticipada y prematuramente la cuestión en favor de un candidato y de un grupo, sin imparcialidad alguna y sin la garantía de un procedimiento que arranque de la misma legitimidad, manteniendo, por tanto, la desunión al oponerse a la única solución y acuerdo verdaderamente nacionales.
Cree la Comunión Tradicionalista que cualquier Príncipe que sienta la Monarquía Tradicional española en toda su realidad y grandeza, tiene que considerar cuestión esencial el restablecimiento de las instituciones características y fundamentales de la misma, superiores en orden y en necesidad a su derecho personal, de tal modo que al anteponer este derecho, la restauración monárquica queda reducida a una reivindicación patrimonial.
Igualmente es para el Tradicionalismo inconcebible que quien se considere titular de la Monarquía Tradicional española en toda su realidad y grandeza, pueda mirar con indiferencia el núcleo de lealtades que le apoyaron durante más de un siglo a costa de los mayores sacrificios.
Nuestro empeño es mucho más profundo y generoso. Queremos restaurar un pueblo en todas las manifestaciones de su vida y no sólo restaurar a un príncipe en el trono. Estamos decididos a imponer desde el primer momento unos principios de honradez y rectitud políticas, sin las cuales todo intento de renovar nuestra vida nacional sería estéril, y buscamos en este momento, verdaderamente trascendental, el ejemplo de las mayores virtudes y gestas históricas en vez del fácil y trivial precedente del último golpe de Estado, aunque sin perder jamás de vista a las realidades presentes.
Finalmente, la Comunión Tradicionalista, que ha ofrecido y que mantiene la fórmula de la Regencia legitimista, proclama que se encuentra capacitada para llevarla a cabo y puede hoy aceptar plenamente la responsabilidad de su instauración y mantenimiento.
Acogiendo con profunda satisfacción las adhesiones que de todas partes nos llegan cada día, invitamos a todos los sectores de la nación para que se incorporen a la Regencia legitimista, como fórmula única de restauración del patrimonio político y de las actividades de España.
Estamos seguros de que si pudiéramos exponer libremente a la nación nuestro pensamiento y nuestras soluciones y explicarle nuestra conducta, se pronunciaría unánimemente en nuestro favor. Es más, afirmamos que tiene derecho a conocerlos, y que privarle de este conocimiento es impedirle que encuentre el camino de su salvación y de su salud.
No se diga que nuestras doctrinas están incorporadas al nuevo Estado. Lejos de eso, están por él desconocidas y adulteradas, y no ha habido situación en que hayan sufrido más daño.
Las ideas que fueron buenas para llevar a los Requetés a la muerte en aquel inolvidable Alzamiento, cuyo aniversario acabamos de celebrar, no pueden ser repudiadas ni reducidas al silencio ahora, y tienen derecho a ser libremente propagadas y defendidas.
Déjese hacerlo así y España juzgará de su acierto, de su virtualidad y de la fidelidad con que han sido recogidas. No pedimos que se nos deje manifestarnos sino sobre cosas lícitas, cuyo elogio se ha hecho mil veces durante la guerra. Porque sin incurrir en viejos errores, es evidente que contra el honrado sentir de todo un pueblo no se puede ir. Seguros de nuestra razón y de nuestro derecho, no tenemos hoy inconveniente en invocarlo y requerirlo.
Y así lo hacemos, respondiendo a la obligación sagrada que nos impone la sangre de tantos Requetés muertos en la guerra; el sacrificio de tantos mártires y perseguidos por sustentar y defender nuestros sacrosantos ideales, la constancia en la defensa de estos mismos ideales del pueblo, del verdadero pueblo español de todas las regiones, si diversas en usos, costumbres e instituciones jurídicas, unidas estrechamente en el amor a Dios, a nuestra patria España y al Rey, encarnación y remate de la gloriosa Monarquía tradicional española, con todas sus venerandas instituciones populares.
Hora es ya de que se nos oiga y se nos atienda.
Apelamos al juicio de todos los españoles. Todos reconocen cuán decisiva fue para el éxito del glorioso Alzamiento nacional la participación en él de millares y millares de Requetés. ¡Notoria injusticia es olvidar aquellos sacrificios, como de hecho se han olvidado por los actuales dirigentes del Estado!
Ante tal injusticia, nuestro silencio sería un crimen y una traición. Queremos ser dignos hermanos de cuantos derramaron su sangre por la Patria.
En su nombre, pues, levantamos nuestra voz, llamando a todos los españoles a la unión que representan estos gritos, con los cuales en los labios murieron tantos valientes:
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva España!
¡Viva el Rey!
A 25 de julio de 1942, festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España

19 de diciembre de 2013

La mujer en el hogar, de Isabel Giménez Ruiz

En el periódico republicano de Guadalajara El Atalaya de Guadalajara se publicó el 18 de abril de 1893 un artículo muy significativo titulado “La mujer en el hogar”, del que era autora Isabel Giménez Ruiz, una maestra que había nacido en el año 1848 en el pueblo de Huete, en la Alcarria conquense, y que mostraba una comprensión muy ajustada y una visión muy avanzada sobre el papel de la mujer en la España de su tiempo. Huyendo de debates accesorios, y evitando cualquier rasgo que pudiese ser considerado prueba de soberbia intelectual, defendía la dignidad de las mujeres y alertaba de que los vertiginosos avances políticos y sociales que estaba conociendo el siglo XIX que ya terminaba, no se habían traducido en cambios significativos para las mujeres que, por el contrario, habían retrocedido. Creemos que es el primer texto abiertamente feminista que se publicó en Guadalajara y por eso lo publicamos aquí como público reconocimiento.

LA MUJER EN EL HOGAR
No es mi ánimo suscitar cuestiones sobre los derechos de la mujer, de si es o no conveniente que por medio del estudio se eleve a los más altos puestos, pues plumas mejor cortadas que la mía y talentos más esclarecidos han demostrado con abundantes razonamientos el pro y el contra de tan arduo asunto.
Y tan completas demostraciones obliga a confesar a hombres de reconocido talento (sin que nadie les obligue): “Es cierto que la mujer puede reemplazarnos en casi todas las profesiones; pero nosotros no podemos reemplazar a la mujer debidamente en el hogar”.
Sentado, pues, este precedente irrefutable, siendo la mujer la única para todos los quehaceres domésticos, para el cuidado esmerado y minucioso de un enfermo querido, practicando en estos casos a su cabecera actos del mayor heroísmo y abnegación, se la ve noche y día acudir solícita a su alivio, sin que su espíritu poderoso se deje vencer por la materia cansada.
Si se la considera como madre, ¿qué os diré mis queridos lectores? Nada nuevo, pues en la conciencia de todos están tiernamente grabados cuantos cuidados, desvelos y sacrificios han merecido de la tierna madre a quien deben la vida, y pálido resultará cuanto pueda decir para encarecer las virtudes de la buena madre de familia.
Pero aquí es a donde quiero traer esta poderosa cuestión, para llamar la atención sobre un punto de extremada necesidad y de general provecho, si fuera convenientemente atendido.
Sólo la mujer ha retrocedido, en el siglo de los adelantos, a los tiempos en que gemía como abyecta esclava.
Y que no asuste a nadie mi humilde aserto. La mujer es considerada hoy, para una gran parte de hombres, como una cosa; para otros, como un instrumento de placer, y para muchos, como una esclava miserable; sus trabajos en el hogar son menospreciados con punible desdén, y sus sacrificios escarnecidos. Siendo lo más lamentable, que los esposos que obran así prohíben a la infortunada esposa que eduque y enseñe convenientemente a sus hijos.
Con frecuencia escuchamos de aquellos seres, dirigiéndose a sus hijos: “No hagas caso de tu madre, dile que no te da la gana”. Y frases más duras y soeces.
Ved ahí explicada la causa de nuestro retroceso; a medida que el hombre avanza en su desenfreno, usando de las prerrogativas que las leyes le conceden, se erige en señor y dueño de vida y hacienda de la que Dios le dio por compañera. A medida que avanza, repito, oprime más y más la cadena en que gime su desgraciada víctima.
Los resultados de tan lamentable retroceso, no pasa día sin que se dejen sentir. El crimen, con horribles detalles a cuál más espantoso, es resultado del poco respeto que la pobre madre inspira en el hogar doméstico. ¿Podría evitarse? En gran parte sí.
Concediendo a la mujer más protección en las leyes judiciales, pues si bien se reflexiona, las vigentes son por demás injustas con nosotras, y si estas leyes bastaban en el siglo pasado, al presente no son suficientes, porque la sociedad de hoy no es como la de entonces.
Antes la mujer no necesitaba el escudo de la ley porque era amada y respetada de su esposo y de sus hijos.

Hace algunos años vi en un periódico, ilustrado con preciosos grabados, un hermoso cuadro que dice sobre este asunto más que yo pueda expresar: presentaba a los hijos de antaño yendo a misa cogidos de la mano de su madre y abuelas, con un recogimiento que hoy parecería ridículo, pues a dichos niños ya les apuntaba el bozo.
Los hijos de ogaño los retrataba en las mesas de los cafés contando a docenas sus conquistas amorosas, con estudiadas maneras, saboreando sendos puros y echándoselas los bebés de hombres de mundo.
Nada más fácil que ver desobedecidas a las madres que con lágrimas y sollozos se oponen a que sus hijos (remedo todavía de hombre), salgan de noche con un arsenal entre la faja –relinchando a imitación de las bestias- a destrozar huertos, plantíos, a practicar mil raterías, a producir riñas y escándalos que llenan de luto a sus desventuradas madres, y en vano éstas acuden a sus maridos para que hagan valer su autoridad y sujeta al hijo descarriado; pues se ríe y le contesta: “Déjale, para eso ha nacido hombre”, y esto es lo menos grosero que responden.
Y el hijo sigue haciendo progresos en el vicio y termina en el crimen, sin que las lágrimas de su madre conmuevan al hijo endurecido; y cuando el padre quiere contenerle, es ya tarde: si antes vio impasible la desobediencia de la madre, ahora ve su autoridad pisoteada y no puede rechazar el oprobio que cae sobre su culpable torpeza.
Entre los aristócratas no es menos temible esta falta de respeto y amor a la madre; en sus rostros casi infantiles se dibuja el vicio más asqueroso; la crápula y el despilfarro, los conduce de vicio en vicio al desconocimiento de toda noción moral.
¿Podrán ser buenos esposos estos entes?
No: porque pierden la fe en la mujer y no distinguen a la meretriz de la honrada; están gastados, todo les hastía y hacen de su infeliz esposa una mártir desventurada, víctima con frecuencia, de crueles tratamientos inconcebibles y repugnantes.
Y que no acuda la esposa al Juez pidiendo amparo, porque sus respuestas la llenarán de espanto. Pues en más de una ocasión he oído contestar a una desventurada: “¿La ha matado a usted? Pues no puedo hacer nada”
Isabel Giménez Ruiz. Illana, 9 de abril de 1893.